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Debate incómodo para Zapatero
Editoriales ABC 13 Julio 2010
La crisis económica centrará, como es lógico, el Debate sobre el
estado de la Nación, pero desde luego no agota el cupo de
debilidades que presenta el Gobierno
MAÑANA comienza en el Congreso de los Diputados el Debate sobre el
estado de la Nación y esta vez será muy distinto para Rodríguez
Zapatero. La contienda parlamentaria con Mariano Rajoy se va a
producir con una opinión pública claramente orientada en las
encuestas hacia un cambio de gobierno, con diferencias que oscilan
entre los 8 y los 11 puntos porcentuales a favor del Partido
Popular. Tampoco hay margen, como ocurrió en anteriores debates,
para sorprender a la oposición y a los ciudadanos con subidas de
pensiones, ayudas públicas indiscriminadas, como la deducción de 400
euros, o medidas de corte populista. El grifo de las cuentas
públicas está cerrado, lo que obliga a Rodríguez Zapatero a
administrar una situación de penuria que nunca creyó que le tocaría
vivir, acostumbrado como estaba a tirar de las saneadas cifras que
se encontró en 2004. Este Gobierno ha demostrado que no estaba
preparado para gestionar una crisis. Además, el Ejecutivo socialista
y su presidente tienen el estigma indeleble de la desconfianza
ciudadana, que es una forma de inhabilitación política que resulta
muy complicado revertir. Con vistas a una rendición de cuentas, como
la que tendrá que hacer mañana, este es el peor escenario para un
presidente de Gobierno.
Además, la reacción de sus colegas socialistas de Cataluña a la
sentencia del Tribunal Constitucional reabre ante Zapatero el debate
territorial, nunca cerrado del todo, con una virulencia desconocida,
forzándolo a una contradicción inocultable con José Montilla,
socialista que encabezó el pasado sábado una manifestación
totalmente independentista. Esta fractura interna del socialismo
español revela la fragilidad de las bases sobre las que se apoyó
Zapatero para acceder al poder, con una red de compromisos con los
nacionalistas que, además de ser una apuesta temeraria y fallida, lo
ha debilitado. De hecho, en este momento, la tensión territorial con
Cataluña —aquella de la que Zapatero culpaba a Aznar— es la más
grave desde 1978. En cambio, donde ha conseguido mitigarla, como en
el País Vasco, es por un pacto con el Partido Popular.
La crisis económica centrará, como es lógico, el debate de mañana,
pero no agota el cupo de debilidades que presenta el Gobierno. La
imagen de agotamiento político que transmite el Ejecutivo es cada
día más nítida, agravándose sus perfiles por las incógnitas sobre el
futuro inmediato que les esperan a los dos frentes de su gestión en
situación crítica: la economía y el sistema autonómico.
Una Presidencia sin liderazgo
Juan Iranzo. La Razón 13 Julio 2010
La Presidencia de la Unión Europea ha coincidido con uno de los
momentos más difíciles de la economía española. Nuestros problemas
financieros, de competitividad, de sobreendeudamiento,
inmobiliarios, del sector público y la caída del potencial de
crecimiento, han provocado un gran problema de credibilidad,
respecto a la posibilidad de refinanciar nuestras deudas en los
mercados financieros, lo que se ha traducido en un aumento
espectacular de nuestra prima de riesgo y en un aumento del paro que
duplica a la media europea. Con esa realidad, nuestropresidente del
Gobierno carecía de toda capacidad de liderazgo. Bien al contrario,
los 600.000 millones de euros, que debemos a los alemanes y a los
franceses provocó que en mayo entrásemos en protectorado económico y
que se dotase un Fondo de Apoyo, que en gran medida estaba pensado
para España.
Estos «tirones de orejas», nos han hecho reaccionar tímidamente para
poder tranquilizar al resto de países. El Gobierno tomó medidas que
han sido insuficientes, además de tardías. La bajada del salario de
los funcionarios, la congelación de las pensiones, la supresión del
famoso, y tan aireado, en su día, «cheque-bebé», son algunas de las
medidas que, de la noche a la mañana, se tomaron, sin enmarcarlas en
un programa de recorte de gasto público ni de reformas estructurales
para reducir el gasto estructural, pensiones, Sanidad,
Administraciones Públicas, ect. Así mismo, se debe aplicar medidas
de oferta para mejorar el potencial de crecimiento, laboral,
energético, justicia o finanzas, entre otras. Sin embargo, sólo se
han aprobado pequeños cambios en el mercado laboral que pueden
favorecer ligeramente el ajuste de plantillas, pero que reducen la
flexibilidad.
Como se ha establecido hay que continuar haciendo reformas
estructurales que permitan mejorar la competitividad de nuestra
economía, para lo que es necesario mejorar la eficacia del mercado
de trabajo e incrementar el crecimiento, siendo éste el gran
generador de empleo. Y para conseguir este objetivo, el mercado de
trabajo debería gozar de mayor flexibilidad y movilidad de los
trabajadores por todo el territorio nacional. Así mismo, las
cotizaciones a la Seguridad Social constituyen uno de los elementos
que más inciden en la pérdida de competitividad de las empresas
españolas, por lo que sería necesaria una rebaja generalizada de las
cotizaciones sociales para todo tipo de contratos, ya que las
contribuciones de los empresarios españoles son las más altas de
toda la UE.
Durante estos meses, nuestra Presidencia tendría que haber servido
para procurar que Europa se adaptara con rapidez al nuevo contexto
mundial, en el que jugase un papel más activo ante la Globalización,
pues ésta intensifica los procesos de integración económica
protagonizados por la liberalización del comercio internacional y
por la coordinación de las políticas económicas. Los avances
tecnológicos, la Globalización y la flexibilización de los mercados,
así como la movilidad de la mano de obra, favorecen un crecimiento
prolongado sin tensiones inflacionistas, lo que puede significar
moderar los ciclos económicos, puesto que las características
estructurales son distintas a las del pasado. Y es que un incremento
de la demanda de bienes y servicios no se traduce, necesariamente,
en mayores tensiones inflacionistas si este va acompañado del
aumento de la oferta o es absorbido por la mejora de la
productividad, fruto de los avances tecnológicos. De este modo,
España debería haber intensificado la capacidad europea en el campo
de la innovación, además de responder a los retos tecnológicos que
surgen.
Estos dos fenómenos, la Globalización y la tecnología, se refuerzan
mutuamente, puesto que la primera es consecuencia de la segunda y, a
su vez, un mercado global y más competitivo fomenta la innovación
tecnológica, factor clave del crecimiento, lo que consolida el
proceso globalizador. En este nuevo entorno, la rápida difusión de
los productos y las tecnologías permite, indudablemente, suavizar
los ciclos económicos; y un crecimiento elevado y sostenible en el
tiempo es el elemento fundamental para pasar de una economía
industrial a una economía del conocimiento y mejorar, al mismo
tiempo, los niveles de vida de la sociedad. Han tenido seis meses
para dotarnos de normas que nos permitieran resolver los problemas
derivados de las rigideces institucionales. También se debían haber
analizado, con racionalidad económica, los problemas
medioambientales y haber tratado de dar respuesta a los mismos sin
que mermase la capacidad competitiva de las empresas europeas frente
a las que tienen las de los países de otros continentes. También se
tendrían que haber adaptado los sistemas sociales a los cambios
demográficos y haber garantizado la sostenibilidad financiera de
cara al futuro. En relación con la energía, se debería haber pensado
en solucionar los problemas de abastecimiento y dependencia de la
misma. Y en un ámbito más social, la renovación de los sistemas de
educación y de formación hubiera sido fundamental, para orientarlos
hacia las nuevas necesidades del mercado laboral en permanente
transformación por los efectos de la crisis. Esta Presidencia
tendría que haber tomado más medidas, dentro y fuera de España, pero
se han convertido en seis meses que pasarán a la historia de Europa
sin ninguna trascendencia.
Estatuto
Montilla y los cívicos
Cristina Losada Libertad Digital 13 Julio 2010
Del gran acto cívico celebrado en Barcelona, lo único que se sabe
con claridad meridiana es que Montilla tuvo que salir por piernas.
Tras soportar insultos durante horas, el presidente autonómico tomó
las de Villadiego, rodeado de un cinturón de escoltas que a duras
penas podía protegerle de la marabunta que le acosaba. En el abecé
del agit-prop figura que sólo han de convocarse aquellas
manifestaciones que se puedan controlar. Y, desde luego, no sumarse
nunca a las que, a buen seguro, serán controladas por otros. O el
PSC lleva demasiado tiempo en los despachos o prefiere que Montilla
sufra las iras de la plebe antes que disolver su alianza con el
secesionismo ultramontano. ¿La solución? Borrar la vergonzante
escapada con orwelliana tinta de calamar y de prensa. Todos están
muy contentos del civismo demostrado por los energúmenos. A fin de
cuentas, no llegaron a pegarle.
La costumbre de los últimos años es que sean los del PP los que
acaben recibiendo. Hay que decir que los socialistas hicieron cuanto
pudieron para que se repitiera esa rutina. Mira que insistieron en
quién tiene la culpa de que los catalanes no disfruten de su
Estatuto íntegro. El PSOE concede tanta importancia a la
constitucionalidad de las leyes y alberga tal respeto por el
Tribunal Constitucional, que entiende que aquel texto sería
plenamente constitucional si el PP no hubiera presentado el recurso.
Pero la maniobra falló. El socialismo señaló al auténtico enemigo y
resultó que para los más entusiastas el verdadero enemigo era
Montilla. Previsible. Cría fanáticos, dales alas y luego, echa a
correr.
Nada de eso, por supuesto, ha sucedido. Y, como no ha sucedido,
Montilla sigue montado en el tigre. Lejos de instruir y de
instruirse sobre los fundamentos de la democracia, se ha dedicado a
excitar a esos cívicos que tanto le quieren. Ya anuncia que la
sentencia del TC le traerá sin cuidado a la hora de aprobar leyes. Y
ello por la sencilla razón de que la tal sentencia sólo "toca las
narices" con sus reiteradas alusiones a la "indisoluble unidad de
España". Qué mal gusto el de los magistrados. En lugar de olvidar
ese aspecto esencial de la Constitución, van y lo recuerdan. Aunque
si tanto molesta a los socialistas la unidad de la Nación, lo tienen
fácil: presenten una reforma constitucional para eliminarla. A ver
si hay narices.
Cristina Losada es uno de los autores del blog Heterodoxias.net.
Estatuto
Las narices de Montilla
Guillermo Dupuy Libertad Digital 13 Julio 2010
Decía Quevedo de Góngora que era "un hombre a una nariz pegado".
Pero para narices superlativas o, por lo menos, enormemente
sensibles, las de ese otro cordobés de nacimiento y actual
presidente de la Generalidad de Cataluña, José Montilla. Juzguen
ustedes: a pesar de que el Tribunal Constitucional apenas ha
recortado lo que debería haber sido rechazado de plano por ser
esencialmente contrario a nuestra Ley de Leyes, Montilla dice que
"la sentencia está llena de ofensas gratuitas que no tienen efecto
jurídico, pero sí el efecto de tocar las narices". Y pone ejemplo:
"¿Tienen [los ponentes] que reiterar tantas veces la indisoluble
unidad de España?".
Convendremos todos que lo de la napia de Montilla no debe ser muy
normal si siente que se la manosean unos magistrados que se limitan
a recordar algo que, como la unidad de España, forma parte esencial
de la Constitución a la luz de la cual se supone que había que
juzgar la legalidad del Estatut. Una Constitución y un precepto de
unidad de España como nación y como estado de derecho que –dicho sea
de paso– fue respaldado por un número de catalanes muchísimo mayor
que el que respaldó ese engendro soberanista que proclama a Cataluña
como nación.
Pero lo de las narices de Montilla, aunque no sea perceptible a la
vista, es algo descomunal. Si tendrá narices, que dice que se las
toca la unidad de España al mismo tiempo que asegura no ser un
independentista; si tendrá narices, que respalda que la lengua
materna de más de la mitad de los catalanes –incluido él mismo– siga
erradicada como "vehicular" de la enseñanza en Cataluña, al tiempo
que evita a sus hijos la coactiva inmersión en catalán en un colegio
alemán.
Hace falta también muchas narices para hablar de "ofensas gratuitas"
por parte de unos magistrados cuando él ha llegado a la extrema
falta de respeto de negar al Tribunal Constitucional su legitimidad
para juzgar las leyes. Organiza y preside manifestaciones contra
nuestro fragmentado estado de derecho, pero el ofendido es él.
Ahora, tras la sentencia que también niega al parlamento autonómico
la capacidad para crear "vegueries" si se alteran los límites
provinciales, advierte que "las leyes deben aprobarse; puede que con
algunas observaciones del Consell de Garanties Estatutàries, pero no
a la luz de lo que diga la sentencia". Vamos, que Montilla no oculta
que está claramente dispuesto a pasarse la sentencia y la
Constitución por esa parte del cuerpo donde no resulta muy
estimulante acercar las narices. Con todo, el ofendido ha sido, es y
será él. ¿Cuestión de narices? Más bien de caradura.
La sátira
Emilia Casas Baamonde
Fray Josepho Libertad Digital 13 Julio 2010
¿Pese a todo, no se exilia?
Emilia.
¿Virtudes demuestra escasas?
Casas.
¿Y a su señor corresponde?
Baamonde.
Quisiera yo saber dónde,
después de dictar sentencia,
sepulta, entierra y esconde
los restos de su conciencia
Emilia Casas Baamonde.
La prensa digital ayuda a reforzar el
castellano en Internet
Así se asegura en el libro 'El español en la Red' de los lingüistas
Guillermo Rojo y Mercedes Sánchez
www.lavozlibre.es 13 Julio 2010
Madrid.- El idioma español y la prensa digital van de la mano. De
hecho, el castellano tiene en esta forma de hacer periodismo uno de
sus caminos principales para reforzar su presencia en Internet. Esto
es lo que defienden los lingüistas Guillermo Rojo y Mercedes Sánchez
en su libro 'El español en la Red'.
Guillermo Rojo ha cifrado en 8,4 millones los españoles que leen
prensa digital desde sus ordenadores. A esta cifra se han de sumar
otros 2,9 millones de personas que acceden a los contenidos de
prensa desde sus teléfonos móviles, ya preparados para conectarse a
la Red. Dentro de todos ellos, hay diferentes perfiles. Un 20% es
considerado lector intensivo de prensa digital. Esto viene a
resultar unas tres horas mensuales leyendo noticias. El lector medio
suele ser un varón menor de 45 años.
Los escritores también calculan que hay unos 850 diarios digitales
que redactan sus noticias en castellano. De ahí que se refuerce este
idioma y esté situado como el tercero de Internet con 136 millones
de usuarios, tras el inglés y el chino. En los últimos tres años se
ha producido “un aumento considerable en la Red de la comunidad
hispanohablante”. 681 millones de páginas en español son las que
calcula Google que existen, según datos que ofrece el propio
buscador. Delante de él, están el chino con 806 millones y encabeza
la lista el inglés con 9.890 millones de páginas.
El crecimiento del castellano para los autores tiene una de sus
causas en “el aumento registrado en América Latina, que tiene un
especial interés”. Internet es un buen termómetro para medir la
evolución de la lengua, tan cambiante pos los usos y hábitos
juveniles de las jergas. La Red propicia, según Rojo, la causa de
nuevos elementos y fenómenos en todos los subsistemas (fónico,
gramatical y léxico) que forman una lengua.
El libro se enmarca dentro del proyecto 'El Valor económico del
español: una empresa multinacional', de la Fundación Telefónica.
******************* Sección "bilingüe"
***********************
Cabalgando un tigre
La sentencia del Tribunal Constitucional «es más un espaldarazo que
un rechazo del nuevo Estatut. Y, sin embargo, un millón de catalanes
han salido a la calle a gritar porque se sienten heridos. ¿Cómo
explicarlo?»
J. M. RUIZ SOROA El Correo 13 Julio 2010
Pues ya está, los políticos catalanes han tenido por fin su ratito
de 'éxtasis de pueblo'. A base de atizar su 'rauça' han logrado que
salgan a la calle a protestar más ciudadanos de los que salieron a
votar en su momento el texto que ahora consideran mutilado. Incluso
los que estaban en contra del texto. Se pone así, de la misma manera
estrafalaria que comenzó, el punto y seguido a una de las
operaciones políticas más bobas de los últimos años. Pero de una
manera cuyas consecuencias será difícil controlar, lo cual bien
mirado es el colmo de la ineptitud para un político.
La clase política catalana ha sido la principal responsable de haber
llevado las cosas al planteamiento de un 'juego de suma cero' en el
que sólo cabe victoria o derrota. Eficazmente ayudados, todo hay que
decirlo, por la feliz irresponsabilidad del presidente del Gobierno
español y de su partido, que no han dudado por puro interés puntual
en embarcarse en un Estatut que sabían perfectamente que chirriaba
en el marco de la Constitución. Igual que no han dudado en estropear
para un largo período una de las instituciones más valiosas que
poseyó en tiempos el sistema democrático: porque al Tribunal
Constitucional se le ha exigido que cuadrase el barroco arabesco que
unos partidos habían dibujado a golpe de capricho. Demasiado para un
órgano tan delicado.
Y lo cierto es que, a pesar de todo, la sentencia final ha sido
benevolente para con el Estatut; lo ha salvado casi en su
integridad, con una argumentación claramente federalista y abierta
al desarrollo del autogobierno (y por una vez comprensible, que no
es poco). Lo que ha eliminado o reinterpretado era de una
inconstitucionalidad tan obvia que nadie en su sano juicio habría
apostado porque podría llegar a superar el trámite. Es más, todos
somos conscientes de que todavía hace un año esta sentencia habría
sido saludada con alborozo y como un triunfo tanto por el Gobierno
de Madrid como por el de Barcelona, pues es más un espaldarazo que
un rechazo del nuevo Estatut. Y, sin embargo, un millón de catalanes
han salido a la calle a gritar porque se sienten heridos. ¿Cómo
explicarlo?
De nuevo por lo mismo: por las necesidades inmediatas y puntuales de
una clase política que ha optado por la huida hacia delante, en un
proceso alocado de 'a ver quién la dice más gorda'. De los
intelectuales catalanes no llegan desde hace tiempo ni reflexión ni
argumentos, sólo sentimientos y dolores. Al grito de 'nadie más
catalán a mi lado', todos se han lanzado a despertar a la sociedad
contándole su aflicción, todos se han puesto a la cabeza del
monstruo político ingobernable que han gestado, y todos se
encuentran ahora cabalgando a lomos de un tigre, el de la dignidad
en carne viva de eso que llamamos un pueblo. Una papeleta de cuidado
para unos equilibristas tan torpes.
Causa vértigo pensar que a Ibarretxe le echaron encima la ley,
cuando reclamó el derecho a decidir, esos mismos que el sábado
decían que es la nación la que decide, que un tribunal no puede
ponerse por encima de un pueblo, que la voluntad popular es el único
valor en democracia, y demás zarandajas mitineras más propias de una
transición predemocrática que de un Estado de Derecho. De nuevo han
pillado al Txiki Benegas de turno con la pancarta errónea.
¿Cómo descabalgarse del tigre sin que devore a los aprendices de
mago que lo despertaron? Todas las supuestas soluciones son malas:
una es el 'conchabeo' politiquero entre Madrid y Barcelona para dar
por debajo de la mesa lo que el Tribunal ha dicho que no cabe por
arriba. Más desprestigio para la clase política y mayor destrozo
para la credibilidad del sistema. Insistir en que la culpa la tienen
los populares no tiene mucho recorrido. Otra cosa sería la de contar
la verdad a una sociedad sobreexcitada. Pero es imposible cuando se
encaran unas elecciones en las que toda racionalidad será juzgada
como debilidad. Queda el amenazar con el 'nos vamos' o intentar
establecer un futuro a base de referendos: azuzar al tigre. Pero me
temo que a los españoles de a pie les importa ya muy poco toda esa
algarabía: se han aburrido del Estatut, y las amenazas ni siquiera
suscitan ya indignación en ellos.
¿Qué queda entonces cuando la política ha abandonado el sentido
común? A Dios gracias, y como siempre sucede en este país nuestro,
nos quedan importantes elementos a favor: nada menos que el tiempo,
el verano y la asentada convicción de los catalanes de que su clase
política es autista y bastante corrupta. Finalmente, el tigre lo
reconducirá el escepticismo y la desafección de la sociedad civil
catalana, que difícilmente se dejará embaucar a largo plazo. Porque
una cosa es que esté dolorida, y otra que sea tonta. Perderemos
todos en términos de desafección democrática, pero ni la sangre
llegará al río ni el país se romperá. España es una realidad a
prueba de sus políticos.
La “nación catalana”, constitucional
Partido Nacional Republicano 13 Julio 2010
El Partido Nacional Republicano califica al régimen juancarlista de
antinacional, antidemocrático y antisocial: hoy da un paso decisivo
en la fragmentación de la Nación española, a la vez que somete a su
pueblo trabajador a los planes de ajuste dictados por la UE y el
FMI.
El fallo del Tribunal Constitucional sobre el Estatut ha fulminado
de un trallazo la soberanía del conjunto del pueblo español.
Entretanto, este pueblo se entregaba con efusión futbolera a la
jarana de la selección “roja”. Soberano no es el pueblo español,
sino Zapatero, Artur Mas, el Parlament català y la banda de
Montilla. Ellos son quienes, cual constituyente, han decidido
proclamar una nueva nación, la catalana, y que el TC, órgano de la
partitocracia juancarlista, la cubra de oropeles de legitimidad.
El PNR ha denunciado sistemáticamente el Estatut, desde su gestación
hasta su aprobación. La sentencia del TC no nos podía sorprender: el
Estatut es la piedra de toque para el despliegue confederal del
Estado Autonómico previsto en la Constitución del 78. Es, además, el
troquel para otros estatutos, especialmente, para la reforma del
Estatuto Vasco en un contexto de “pacificación” para el imaginario
“conflicto vasco”.
El Fallo
En el lenguaje de madera propio de los leguleyos, la sentencia
afirma que la expresión “Nación catalana” carece de “eficacia
jurídica interpretativa”. Pero nadie ignora su enorme carga política
y por eso se mantiene en el Preámbulo, así como se mantienen los
símbolos “nacionales” catalanes. Estamos ya en la “nación de
naciones”: el pastiche del “Estado español” y las naciones étnicas
de trasfondo racista, en vías de confederalización. A la vista del
deficitario resultado del referendo de ratificación del Estatut de
2006, con la participación de sólo un 49% del censo electoral, el TC
ha tenido que echar un capote legitimando el autogobierno de
Cataluña con la leyenda de “los derechos históricos del pueblo
catalán”. También se mantiene el monolingüismo catalán y la mayor
parte de lo relativo a la financiación, a las competencias de
Cataluña y a la bilateralidad entre Cataluña y el “Estado”. El
propio Gobierno de la Generalidad acaba de admitir que “no ve en
peligro cuestiones básicas, como la inmersión lingüística ni el
nuevo sistema de financiación”. Cae solamente el articulado relativo
a la independencia de un órgano del poder judicial catalán y de un
tribunal de justicia de Cataluña como máxima instancia, pero no las
atribuciones que le corresponderían. Zapatero ya se ha apresurado a
declarar que está dispuesto a “tomar alguna iniciativa para reforzar
lo que es el esfuerzo de desarrollo del Estatuto que hemos hecho".
Esto es, adecuar la ley a las pretensiones del Estatut.
Otoño, las elecciones catalanas
Quizá, por primera vez en su historia el diario “El País” hace una
correcta síntesis de lo que ha pasado: reconoce que “el
Constitucional avala el Estatuto, pero que los escuálidos recortes
darán abundante munición retórica en un ambiente preelectoral como
el que vive Cataluña.”
En efecto, el PSC, al que los sondeos pronostican un descenso y ERC,
cuya caída parece muy acusada, se han lanzado a un desaforado
victimismo, clamando contra la “humillación de Cataluña” por una
sentencia que les parece insuficientemente catalanista. Pero
Montilla, que se cree obligado a encabezar marchas de “desagravio”,
ha dejado claro que acatará la sentencia, si bien se prepara para
entrevistarse con Zapatero con el fin de “restablecer el pacto
constitucional”. Es decir, pedir más dinero para la voraz burguesía
catalana y sus acólitos políticos.
El PSOE celebra la derrota del recurso del PP que, según Rubalcaba,
“pierde 290- 1” . Por su parte, el PP, se ha precipitado a apoyar la
sentencia, manifestando por boca de la sin par Soraya que “ahora sí
ya tenemos un estatuto catalán constitucional, que representa a
todos los catalanes y catalanas”. Rajoy no se ha quedado atrás:
“toca mirar al futuro con ánimo de concordia”. Pasa página y arroja
al retrete los cuatro millones de firmas contra el Estatuto que hizo
recoger a sus militantes para desfogarlos. En su opinión, tras los
retoques del TC, el texto ya cumple las reglas de juego. "Es un tema
que no nos interesa", afirma de cara a las autonómicas catalanas y a
sus posibles componendas con CIU.
En perspectiva
Así, no ha ganado el PSOE ni ha ganado el PP. Ha triunfado el
régimen al completo y lo que queda de España se precipita en caída
libre. Sólo algunos ilusos pueden seguir hablando de soberanía del
pueblo español y de igualdad entre sus ciudadanos. Pero aún podemos
descender más peldaños en la disgregación. Máxime cuando la
disolución de España es funcional a los designios colonizadores del
Euroreich, cuyo palmarés desintegrador es amplio: partición de
Checoslovaquia; desarticulación de Yugoslavia, reconocimiento de la
independencia de Kosovo… Eurolandia es acicate de todas las
tensiones centrífugas que nos asolan. Los intereses del capital
financiero centro-europeo exigen la desarticulación de las naciones
más frágiles, para volcar más fácilmente el fardo de la crisis sobre
sus trabajadores y apoderarse de sus recursos.
De entrada, la sentencia servirá para alentar pasos en otras partes.
Camps ha corrido a reafirmar sus cláusulas de arrastre. Andalucía ha
reclamado una pronta revisión de su Estatuto. Núñez Feijóo ha
asegurado que Galicia también es una nación. Pero, sobre todo, el
Estatut aporta marco formal indispensable a las maniobras que se
preparan en Vascongadas para el “final dialogado de la violencia”.
El lehendakari Patxi López señala satisfecho que el Estatut “cabe en
la Constitución ”. Y añade: "hay cosas que el tribunal ve que ahora
no son válidas, pero que en el futuro pueden ser posibles".
Si la “Nación Catalana” es constitucional, nos sobra la Constitución
española de 1978 y el régimen que la sustenta, con su reyezuelo y
toda su corte de partidos y leguleyos.
¡Abajo el Estado de las Autonomías!
¡Abajo la monarquía!
¡República española unitaria!
Secretaría General del Partido Nacional Republicano
Julio de 2010
La Confederación Catañola y el fútbol (II)
Javier Orrico. Periodista Digital 13 Julio 2010
Si hay algo que revele esa escisión sentimental y política en que
vive la Cataluña moderna desde la Renaixença (el inicio cultural de
lo que luego daría en separatismo político), esa esquizofrenia que
los ha destruido a ellos y a nosotros, es el fútbol, su conversión
en símbolo y ejército de la frustración nazional que ha
caracterizado la trayectoria histórica de Cataluña. La selección
nazional catalana ha sido siempre el F.C. Barcelona, de ahí el “mès
que un club” (“El FC Barcelona es 'més que un club' en Catalunya,
porque es la institución deportiva más representativa del país”, es
lo que dice la página web del Barça sobre sí mismo) , y no la
selección española, un equipo impuesto, según sus desvaríos míticos,
reflejo de la colonización a que España ha sometido históricamente a
la nación catalana y al que se ha obligado a acudir a los jugadores
catalanes contra su voluntad. Por eso, nada más dañino para esa
utilización del fútbol como arma sentimental del separatismo que los
triunfos de la selección española, de la España cuyo nombre han
sustituido, con la ayuda de nuestra sedicente izquierda, por el
color de su uniforme para no ahondar en la llaga de ver a un equipo
integrado mayoritariamente por catalanes representando al odiado
opresor.
Ese conflicto interior, esa grieta por la que se desangra una región
que siempre fue España y bilingüe (al menos desde la llegada de la
dinastía Trastámara a la Corona de Aragón), pero que dejó de
aceptarse a sí misma con las secuelas del Romanticismo, estallaba el
pasado miércoles cuando el equipo de España vencía en las
semifinales de la Copa del Mundo a la poderosa Alemania. Esa mayoría
de catalanes que no existe en la visualización del Régimen, ajena a
los cargos públicos y a la representación oficial, que no vota en
las elecciones autonómicas, que vive, piensa y siente como los
españoles de cualquier otra región, salió a la calle a cantar “yo
soy español, español, español” para escándalo de la casta, pues ese
grito supone la voladura de las bases ideológicas sobre las que la
clase política del cuatripartito (la izquierda gobernante y CiU) ha
construido su camuflada dictadura.
España no tiene, pues, un problema en Cataluña. Si los catalanes
fueran mayoritariamente separatistas, se habrían ido ya y adiós. El
problema es de Cataluña, de una comunidad que sin ser separatista
vive formalmente como si lo fuera. El problema es que en Cataluña la
democracia es un inmenso embuste que no sólo no representa su
pluralismo interno, sino que en nombre de la España plural del
falsario PSOE de hoy, ha aplastado, ocultado y perseguido a la
auténtica Cataluña plural, hasta que unos muchachos de ‘rodalíes’
(el modo en que los nazis nombran con desprecio a la gente de las
afueras) salen a la calle a gritar ¡Viva España!, a agitar la
bandera rojigualda, a celebrar el triunfo de un equipo de todos que
es una bofetada para los nazionalistas. Su desgarro es que ni
siquiera la mayoría de los catalanistas mismos quieren lo que su
corazón les dicta y su discurso dice, porque saben que no les
conviene.
Esa esquizofrenia ha vuelto a encarnarla mejor que nadie, tras la
etapa de claridad de Laporta, el nuevo Barça del astuto Sandro
Rosell. Unos días después de presentarse en Extremadura a
desagraviar a su principal sucursal barcelonista en España
–recordemos que Laporta había llamado imbécil a su presidente,
Fernández Vara, por quejarse de un Barcelona nazionalista, cuando
nunca fue otra cosa, y allá Fernández Vara si no se entera-, el fino
Rosell se afiliaba a Òmnium Cultural, la principal entidad civil del
separatismo, organizadora de la manifestación del sábado, y ponía al
club “al servicio del país” y de sus instituciones, confirmando que
una alta representación del Barça estaría presente en la
manifestación.
Un acto abierto de reclamación de soberanía y privilegios, de
rechazo y odio a España, encabezado por un socialista cordobés y con
el lema “Somos una nación. Nosotros decidimos”. Lo que quiere decir
que los demás españoles no decidimos nada, y a crujírnosla, con
perdón de la mesa, como fue siempre. Eso sí, no engañan a nadie,
puesto que el texto del Estatut les reconoce la nación, y el
Gobierno de ZP la decisión, en la medida en que van a usar las leyes
para traicionar a la Ley y darle a la Generalitat la parte de
soberanía judicial, casi completa en lo demás, que el TC le ha
recortado.
Y todo un día antes de que España, el equipo nacional español,
ganara la Copa del Mundo y un turbión de catalanes saliera a las
calles a expresar su contento. A explotar frente a tanta estupidez y
a la inexistencia a que se les ha condenado durante treinta años. Lo
decía muy bien, con intención sarcástica, claro, una web catalanista
refiriéndose a la celebración en Canaletas (¡horror, en el lugar
simbólico del barcelonismo!) de las victorias españolas: “El
patriotisme espanyol surt de l’armari (El patriotismo español sale
del armario)”.
En la misma página, E-noticies, aparecían también unos jóvenes de
Esquerra cantando el “I puta Espanya…” mientras veían el partido con
Alemania, o el delator Santiago Espot, presidente de una asociación
que se dedica a denunciar comercios que no rotulan en catalán,
pregonando su apoyo a Holanda. Por su parte, en El Punt-Avui la
información sobre aquel partido aparecía en la sección Europa-El
Món, o sea, en internacional. Es suficiente. A los que han llenado
estos días Barcelona y toda Cataluña con banderas de España los
llaman “colonos”. Pues colonos todos. Lo que ya empieza a fatigar a
muchos españoles es tener que convivir con esa Cataluña frustrada
que ni siquiera sabe vivir consigo misma
Estatut
En calzones y a la carrera
Clemente Polo Libertad Digital 13 Julio 2010
Tras conocerse el fallo del Tribunal Constitucional (TC) sobre el
Estatut que declara inconstitucionales 14 de sus artículos y
reinterpreta a la baja otros 27, el Gobierno catalán y los líderes
de los partidos nacionalistas catalanes (CiU, PSC, ERC e ICV-EUiA)
se apresuraron a escenificar ante los medios de comunicación su
rechazo a un auto que todavía no era publico y que con independencia
de sus fundamentos jurídicos prejuzgaban una afrenta y humillación a
Cataluña. La revuelta contra España se escenificó con todo lujo de
banderas el 10 de julio en una manifestación convocada por la
Generalitat y los partidos nacionalistas catalanes, agazapados bajo
el parasol de Òmnium Cultural, una de esas instituciones bien
engrasada con subvenciones públicas para difundir los mitos de uno
de los nacionalismos más rancios de Europa. En el lema elegido para
encabezar la manifestación, "Somos una nación. Nosotros decidimos",
eché en falta los adjetivos "grande y libre" que tan bien describen
los ideales étnico-lingüísticos totalitarios de sus convocantes y
las políticas represivas empleadas por el Gobierno catalán para
imponerlos en las últimas décadas.
Después de varios intentos fallidos para sacar adelante una
sentencia que "constitucionalizara" el Estatut, el Gobierno catalán
inició hace un año una campaña sistemática dirigida a deslegitimar
al TC ante la opinión pública. Durante los últimos meses, el
president Montilla i Aguilera no ha dejado de repetir que el Estatut
es un "pacto político" sobre cuya contenido el Tribunal no podía
pronunciarse y ha amenazado con las siete plagas de la desafección
de Cataluña si los magistrados osaban tocar una coma de un texto
que, por cierto, respaldaron únicamente el 36% de los ciudadanos.
Fracasado el intento de amedrentar a los magistrados, el Gobierno
catalán y el Parlament dirigieron hace unas semanas dos recursos al
propio Tribunal Constitucional exigiéndole que, contraviniendo el
artículo 161 de la Constitución, se declarase incompetente para ver
los recursos presentados contra el Estatut hace cuatro años por el
PP, varias comunidades autónomas y el defensor del Pueblo. El
esperpento culminó cuando el president Montilla, tras conocerse las
líneas maestras de la primera sentencia, acusó al TC de
irresponsabilidad, llamó a los catalanes a manifestarse masivamente
y demandó al presidente del Gobierno español que iniciara de
inmediato una negociación con el Gobierno catalán para "recuperar"
los artículos declarados inconstitucionales.
La actuación del Sr. Montilla durante todos estos meses ha puesto de
manifiesto su completo desprecio por la división de poderes, la base
sobre la que se sustenta cualquier Estado democrático, y su
deslealtad a los procedimientos e instituciones que la encarnan en
España. Por eso me pareció muy apropiado que la Sra. Cospedal le
recordara hace unos días que llamar a los catalanes a manifestarse
contra el del TC es propio de los regímenes antidemocráticos y
fascistas; y encontré fuera de lugar y ridícula la réplica del
Senyor de Girona que la acusó de faltar al "respeto institucional
debido" al president de la Generalitat de Cataluña. No es, Sr.
Nadal, la Sra. Cospedal, al fin y al cabo secretaria de organización
de un partido de la oposición, quien ha faltado al respeto al
president sino el Gobierno y el Parlament de Cataluña los que con
deslealtad e irresponsabilidad pretenden situarse por encima de la
Constitución española y el Tribunal encargado de interpretarla. La
Constitución que votó el pueblo español reconoce la existencia de
comunidades autónomas cuyos gobiernos y asambleas o parlamentos
están sujetos a la propia Constitución y a las leyes conformes con
aquélla. No tengo ninguna duda de que bastantes catalanes –no creo
que pasen del medio millón– quieren un Estado propio, pero esa
aspiración no cabe en la Constitución actual, ni por lo tanto en
ningún estatuto, y hay que agradecer al TC que lo haya clarificado
de una vez por todas.
Por cierto, que para falta de respeto institucional hacia el
president Montilla la de sus socios de manifestación, CDC, que
exhiben en sus sedes unos pasquines donde bajo una imagen del
President de la Generalitat en calcetines y calzón corto puede
leerse: "Montilla: no hipoteques Cataluña". Hace falta ser bastante
bobo y candoroso para aceptar ponerse al frente de la manifestación
independentista de la mano del Sr. Mas y acabar teniendo que salir
por piernas para evitar que algunos de los jóvenes leones convocados
acabaran rompiéndole la crisma. Me refería hace unos días al PSC
como el convidado de piedra a la interminable y constitucionalmente
imposible marcha del nacionalismo catalán hacia la independencia,
pero el pasquín de CDC y el intento de agresión que sufrió Montilla
durante la manifestación me hacen pensar que fui muy generoso con
ellos: para el Honorable Pujol, Mas y su banda de comisionistas, por
mucho que Montilla defienda el Estatut nunca pasará de ser el Mal
Ladrón que les ha usurpado la Masía Gran (Generalitat) durante los
últimos cuatro años estropeándoles un negocio de décadas.
Clemente Polo es catedrático de Fundamentos del Análisis Económico
en la Universidad Autónoma de Barcelona. Escribe regularmente en su
blog.
Adiós España, sí, pero la legalidad ya no
existe
Núcleos de Oposición Antinacionalista. Comunicado 41.
13 Julio 2010
Ya está, el alto Tribunal Anticonstitucional se ha destapado
en forma y tiempo conveniente a las estrategias de las distintas
facciones de la casta política, produciendo una sentencia que, como
no podía ser de otra manera, resulta claramente anticonstitucional
(no hace falta ser un leguleyo para darse cuenta). Esos
jueces-delincuentes zarandeados por los manejos de los políticos,
presionados e incluso amenazados, no podían caer más bajo. No hay
infamia que les repugne.
La Constitución ya venía siendo vulnerada y desbordada a
troche y moche, tanto por los sucesivos gobiernos, en su actitud
genuflexa ante los nazionalistas a quienes, además, frecuentemente
han alentado y encubierto, como por los gobiernos autonómicos. Nunca
la Constitución ha sido la norma de referencia, sinó la norma a
batir. No es nuevo.
Hemos visto como todas las instituciones del aparato del
Estado han operado constantemente en pos de la destrucción de España
y sus instituciones, democracia incluida.
Ahora es el “reino” de los jueces quien nos ha confirmado que
también está podrido hasta la médula –lo que ya sospechábamos- desde
el mínimo de los juececillos hasta la más alta magistratura.
Analistas y comentaristas se han abalanzado sobre el fallo.
Para unos los retoques han sido mínimos y el texto “ya es
constitucional” frase mágica, ¡respirad!, para otros se ha
desactivado su peligrosidad, etc.… y todos mienten. El estatuto de
los nazionalistas es expresamente anti-constitucional y
anti-español, y no ha sido desactivado ni en lo más mínimo: se
reconoce la autodenominación de nación para esa región y se
dice que “sin eficacia jurídica” ¿cómo se le ha quitado tal
eficacia, si persiste, y en el lugar más importante del documento?,
¿si se refieren a ella en numerosísimos puntos del documento, y de
las leyes y reglamentos ”autonómicos” que se han ido emitiendo?. Se
permite el fraccionamiento de la soberanía “indivisible” del
“pueblo español”, admitiendo un origen distinto y
extraconstitucional al “derecho a decidir” de una fracción sobre
el resto y queda consagrado. Se establece la “bilateralidad”
en las relaciones de esa nazión con un estado que hay por ahí al
lado (que como dijo en su día P.Maragall, tendrán que inventarse un
nombre para “eso”) y que ya sólo puede reconocerse, momentáneamente,
como el país de BotellónPuteríoyPorro, hasta que el resto de
“pueblos” dolientes, secuestrados por aquel gran mal absoluto que
era España, establezcan sus “estatutos-constitución” análogos,
logren liberarse, y despertar de la pesadilla a una mañana radiante
y esplendorosa en que podrán, ¡por fin!, entregarse a sus
respectivas expansiones territoriales.
Se quiera o no, se diga como se diga, se utilicen todos los
eufemismos que se quiera, y se recurra a toda clase de tecnicismos
burocráticos: si esa región es una nación, España no, lo contrario
es imposible, si la población en esa regioncilla tiene soberanía, el
resto de la población española no, lo contrario es imposible, y si
esa administración trata en plan de igualdad al Estado vecino, es
tan Estado como él (no hace falta proclamar de nuevo el “Estat
Català”, ya lo es de hecho), por lo que sobre ese territorio no hay
ni puede haber ya ningún poder definido por encima del que se han
arrogado ellos mismos, lo contrario es imposible.Y todo eso mediante
un referéndum en el que participó menos de un 50% de la población y
que sólo arrojó un 70% de votos favorables, es decir, menos del 30%
de la población, y que ha estado aplicándose sin sentencia favorable
del tribunal Anticonstitucional, y también, se quiera o no, el
voto de la población, sea el que sea, no implica la legalidad de lo
votado ni lo convierte en legal.
La manifestación-protesta decretada por los Nazis catalanes
por una parte está orientada al servicio de las estrategias
electorales particulares de la partitocracia, que nos importan un
bledo, pero sobre todo es una escenificación de su recientemente
proclamado poder exclusivo. No es irrelevante, es un aviso. Las
llamadas a su carácter pacífico pretenden ocultar su verdadera
naturaleza: es una amenaza.
En consecuencia lo que los
“magistrados-delincuentes-complacientes” (y da igual quién ha votado
qué) han determinado es que el estatuto está por encima de la
Constitución y la sobresee de hecho; el resto de legislación del
anterior estado, que ha de someterse al nuevo estatuto, debe ser
modificada para ajustarla a él. Mediante ese artificio se pasa de la
antigua “legalidad” a la nueva “legalidad” pero naturalmente
cometiendo una felonía por el camino, “alguien” carente de
escrúpulos ha vendido su alma al diablo.
Si quienes debían defender la Constitución la apuñalan de
esta manera, derogándola de matute, han liquidado la legalidad.
La legalidad ya no existe.
La situación consecuente es sólo una caricatura de legalidad
que hay que mantener ante el mundo para que el actual sistema
partitocrático (partidos y personajes) pueda seguir invocando su
legitimidad frente a posibles, imprevistas, y desagradables
evoluciones, mientras se nos impone, de nuevo, a la fuerza, un hecho
consumado, ilegal, fraudulento y abominable.
Así culmina este largo, astuto, y paciente proceso
emprendido por los Nazionalistas, de compra de voluntades,
corrupciones, amenazas y chantajes mezclados con victimismo y
asesinatos de cuando en cuando (si omitimos el pequeño detalle del
11-M, producto del ya evidente complot entre los nazionalistas, el
psoe y Marruecos, y tal vez algún otro amigo, y que curiosamente,
ningún partido quiere aclarar). A eso se le llamaba “hacer
pedagogía”, eran los tiempos en que se aceptaba que el nacionalismo
era caro, si bien el traidor español resultaba bastante baratito.
En conjunto, dicho proceso, y en especial su fase final,
constituye un verdadero Golpe de Estado.
Por otra parte la
casta política que parasita todas las estructuras del poder en los
múltiples y macrocefálicos parlamentos, que arruinan el país, donde
encuentran cobijo una infinidad de personajillos infectos, mantiene
la mascarada democrática mientras la ha vaciado de contenido
degenerándola en un régimen partitocrático-cleptocrático
compuesto por sinvergüenzas corruptos y saqueadores.
No solamente eso,
sinó que ninguno de los partidos del sistema han vacilado en
pactar con los secesionistas para alcanzar sus fines particulares, y
ya sabemos que el precio de esos pactos siempre ha sido descoser
España. Han estimulado el secesionismo, han mirado hacia otro lado
ante los excesos de sus socios, y han preferido pagar a cualquier
precio el apoyo de los mismos antes que unirse frente a las mayores
amenazas a la Nación española, ahora ya, gracias a ellos, extinta.
A grandes rasgos, y
muy simplificadamente, la causa de este disparate no debe achacarse
al “fracaso de las elites”, como se dice, sinó a su defección
en la lealtad debida a la Nación española y a la participación en su
destrucción activa o pasivamente. En realidad hablamos de la
inexistencia de verdaderas “elites” (en el sentido positivo del
término), se trata simplemente de las minorías dirigentes que
tenemos, de bajísimo nivel. Simples oportunistas.
Dicho de otro modo,
las minorías dirigentes no han manifestado ninguna voluntad de
defensa de la Nación, de la Constitución (aunque sea infecta), del
Estado que debían gestionar y no han intentado derogar la ley
electoral que les pone en manos de las exigüas fuerzas
nazionalistas, estrictamente antidemocráticas antiespañolas y
golpistas, a las que otorga un poder descomunal y anula el principio
democrático que da igual valor a todos los votos.
Por el contrario,
de una forma prácticamente explicíta y creciente, se ha fomentado
entre la población el desprestigio de la Nación española e incluso
se ha negado su existencia; se ha impulsado fuertemente el
antiespañolismo promovido anteriormente por la “oposición” al
régimen franquista al que, interesadamente, se identificó con la
Nación histórica que es España, como consecuencia de la abducción de
la llamada izquierda por los nacionalismos.
Actualmente la
autodenominada izquierda, con el psoe a la cabeza, que no tiene que
ver con la izquierda histórica de la que son sólo detritus
residuales compuestos por progres radicales destructivos
antiespañoles y saqueadores, y las “derechas” (encabezadas
genéricamente por el pp) históricamente indiferentes cuando no
hostiles a la Nación española, y también saqueadores, la han
deslegitimado frente a unas delirantes naciones inventadas. Poco ha
importado que España como país y como nación emerja fruto de un
proceso histórico muy temprano, milenariamente anterior a la
denominación de esas nuevas naciones, e incluso a la propia
ideología nacionalista –de origen germánico Herder, Fitche etc.-
que las ha inspirado, a la que en consecuencia la Nación española
nada debe y por lo tanto no necesitó gestar, para ser, un
nacionalismo español como el de éstos advenedizos que nunca fueron.
Visceralidad, odio
irracional, cobardía y falta de convicciones se mezclan en esta
actividad destructiva casi frenética. Disgregar, liquidar el país,
requiere previamente el fraccionamiento de una sociedad
históricamente consolidada y a ello se han entregado intensamente
los nazionalistas mediante sus inventados “hechos diferenciales” y
al uso político, con finalidad excluyente, de las lenguas cuando han
estado disponibles (en otros casos se inventan).
A ello se suma la
dejación que se ha hecho de la enseñanza, entendida certeramente por
la antiespaña como un bastión fundamental en la labor destructora, y
que fue rápidamente colonizada tanto por los nazionalistas como por
una progresía infantilode que la han degradado intensamente hasta
convertirla en meros centros de indoctrinación.
Y para completar el
acoso se han lanzado intensas campañas de destrucción colaterales de
todos los valores que habían sido el acerbo moral e histórico de la
sociedad española: ataques a la religión católica en favor de
confesiones foráneas y extrañas a nuestra cultura, banalización de
la sexualidad y el desenfreno hasta prácticamente promover la
perversión de menores, el debilitamiento y práctica ilegitimación de
la familia, así como la negación del individuo y la desvalorización
de la vida humana mediante la trivialización del aborto, de hecho
irrestricto, y la introducción de la eutanasia, ¿para cuándo la
eugenesia?
El resultado de
todas estas acciones conbinadas es el decaimiento, el hundimiento
moral de la sociedad española. El último obstáculo ha sido
removido.
Así pues tanto
desde el “gobierno” como desde la “oposición” éste régimen
partitocrático es subversivo respecto a sí mismo, respecto a
las propias instituciones y la legalidad en que se fundaban, a la
que debían ajustarse y preservar. Consecuentemente es ilegítimo.
El sistema político
puesto en marcha a partir de la transición, ha llegado a su término,
se ha agotado la dinámica que ciegamente lanzó y que ha desembocado
en esto. Se inicia ahora una nueva fase, independiente de su origen,
con características nuevas, en la que el retorno a cualquier momento
anterior ya no es posible.
La liquidación de la legalidad y la ilegitimidad del sistema político
actual hacen lícito y necesario su derrocamiento para: refundar el
Estado, restituir la legalidad, restituir la democracia, recomponer
la sociedad y erradicar a los nazionalismos.
Si, en general, el
progreso y bienestar de una sociedad requiere, entre otras cosas, un
cierto grado de lealtad y colaboración entre todos los sectores, una
reacción capaz de alterar el curso dramático de los acontecimientos,
como es el caso, exige la existencia de una conciencia ciudadana.
Pero mal puede
hablarse de ciudadanía, que implica un cierto nivel de
responsabilidad, cualificación moral y valores que la fundamenten
cuando en buena proporción somos una población que carece de todo
ello, en parte a causa de la manipulación y en parte debido a
nuestra propia irresponsabilidad y abandono al hedonismo egoista e
insolente emergido de un período de bonanza económica (sin mérito
propio en ello) henchidos de nuevorriquismo y de éste
individualismo de masas que distorsiona todas las percepciones. No
somos víctimas inocentes sinó más bien culpables de habernos
convertido en una grey de población vacuna (pedazos de carne con
ojos, de mirada obtusa) pasmarotes cobardes, grotescos, deformes,
zafios y envilecidos a quienes se puede ofender, escupir e incluso
ir matando impunemente.
Para muchos lo
único importante es el paro y la profunda crisis que no ceja, es
perfectamente entendible; para los “liberales” lo importante es que
los negocios continúen funcionando con normalidad. Por razones
distintas, para ambos, “lo demás” es accesorio. Pues bien, ese
“accesorio” prescindible y molesto, la destrucción del país de la
que todos parecen desentenderse pero que está en el origen de la
crisis y la hace intratable, nos producirá más de aquello que ya
tenemos: paro y penuria.
Si como indivíduos
hemos fallado, otro tanto cabe decir de los numerosos grupos activos
(algunos grandes): narcisistas, ombliguistas, desdeñosos de los
demás, infatuados de sí mismos, lamelibranquios incapaces de unirse
para plantar cara al enemigo común y a la amenaza concreta que se ha
cernido sobre nuestro país. Un enfrentamiento que ninguno por sí
solo podía abordar. Nadie ha estado dispuesto a abandonar sus
particularidades domésticas, “derechas”, “izquierdas”,
“liberalismo”, “república”… y tantas otras etiquetas ridículas para
la magnitud del envite.
Ante la unidad de acción y la organización unitaria imprescindible ha
faltado grandeza y voluntad.
Cada uno ha
permanecido encerrado en su pequeño cascarón de autosatisfacción. Y
son más culpables quienes han tenido, y tienen, más medios y
capacidad.
Aquí cabe mencionar
proyectos cuyo sectarismo en un caso y la falta de definición en el
otro, les ha impedido aglutinar y canalizar la esperanza de muchos.
Sólo nos referiremos a los dos que se han hecho más visibles: UpyD y
Ciudadanos. Pero no son únicos.
A UpyD España se la
suda; y como España ya no existe, suponemos que sus sudores se deben
haber terminado y ya habrán alcanzado el Nirvana acariciando su
confeso “federalismo” (o confederalismo, ahora ya no se sabe donde
están, es un enigma). Incapaces de afrontar el problema real de la
liquidación de las Autonomías, único camino posible, se recrean y
debaten acerca de un regeneracionismo blando e imposible, pero eso
sí pergeñado de matices y cautelas.
En cuanto a
Ciudadanos, el caso es más trágico. Despertó la ilusión de muchos,
decepcionó a casi todos. Iban de “no nacionalistas” y rechazaban
todas las banderas…excepto las de los nacionalistas, para que no les
llamaran no se qué (y se lo llamaron igualmente), su mimetización
resultó un fiasco. No querían ser el “partido de la lengua”, había
otras cosas importantes de las que ocuparse. Y efectivamente, no lo
fueron, y al no querer ocuparse obstinadamente y machaconamente, del
único problema para el que estaban allí (puesto que para los demás
no hacían ninguna falta), al no querer mencionar a la bicha, no han
sido nada. Se convirtió rápidamente en un amasijo de arribistas, de
oportunistas bien conocidos, e incluso de criptonacionalistas.
Nada.
Finalmente como
tras la liquidación de España, lo que queda es un magma confuso, no
bien definido, pronto tendrán que emerger las restantes, estas sí,
indiscutidas e indiscutibles naciones que suponemos abocadas al
choque y al conflicto, pues motivos no les faltarán (anexiones
terrritoriales, cuencas hidrográficas etc…).
Todos hemos sido
culpables y tenemos lo que nos merecemos.
Pero la lucha
continúa, como continuó el 2 de mayo de 1808, como continuó en la
época cartaginesa y romana, como contra el imperialismo británico.
Jamás nos rendiremos.
Pero hace falta
poner los medios.
La organización
unitaria, la resistencia. La conciencia de todos, la meta única y
obsesiva. La Nación y el Pueblo. Esos somos. Reflexionad.
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