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El primero contra Gadafi
Editorial www.gaceta.es 20 Marzo 2011
La improvisada coalición anti-Gadafi se enfrenta a sus propias
inconsistencias. La unidad en la respuesta internacional es más de
cara a la galería que real. El Zapatero del “No a la guerra” se pone
ahora con Sarkozy al frente de la manifestación.
La obstinación criminal del coronel Gadafi ha hecho inevitable una
firme respuesta internacional encaminada no necesariamente a la
destitución del sátrapa ni a su ejecución, tampoco a la ocupación
militar del país, sino a que cese en su terca labor de exterminio,
acoso y destrucción de la población sublevada contra su odiosa
dictadura. No se trata, ni mucho menos, de una operación occidental
que pudiera recibir acusaciones de neocolonialismo; tampoco es una
operación temeraria, precipitada, unilateral, voluntarista y
preventiva. Desde hace semanas llenas de advertencias y sanciones al
coronel, este ha ido colmando la paciencia internacional, derramando
el agua del vaso en lo que, según la Carta de las Naciones Unidas,
Capítulo VII, constituye toda una amenaza para la paz y la seguridad
internacionales.
La respuesta, por tanto, se ha establecido previa acumulación de
voluntades de países con fisonomía política y cultural distintas
–occidentales, árabes y africanos–, aparentemente unificados para
moverse como continuación a una revuelta del pueblo libio, no en
anticipación de esta, ni para provocarla, más bien para impedir su
hostigamiento a manos del coronel y sus esbirros, sus mercenarios y
paisanos de la misma tribu. Esta actuación, en 2011, recuerda la de
la coalición internacional también tan heterogénea que en 1991 se
configuró contra Sadam Husein por la invasión de Kuwait del año
anterior. Con esta coalición sí habría que comparar la que ahora se
levanta contra el coronel, por ser ambas ejemplos de solidaridad
entre las naciones y reflejo de un mínimo común denominador de esos
valores y principios que deben regir la vida internacional.
De todas formas, la improvisada coalición internacional anti-Gadafi,
fruto del multilateralismo y del pacifismo, se enfrenta a sus
propias inconsistencias. Casi nadie tiene ningún interés real en
atacar –en especial una Alemania enfrascada en convocatorias
electorales internas y que ve con desconfianza las intenciones de
los rebeldes–, pero todos de un modo u otro se han visto empujados a
amenazar con hacerlo –Obama, por su cargo, y Zapatero, por ir
durante demasiado tiempo a remolque de la ONU–. Gadafi se ha
aprovechado de la lentitud de la multilateralidad y ahora, en plena
esquizofrenia, un día trata de arrebatar la carta del pacifismo
para, al día siguiente, amenazar con represalias. ¿Se atreverán a
enterrar provisionalmente la visión progre de las relaciones
exteriores o permitirán que Gadafi y su clan sigan señoreando Libia
durante otros 42 años?
Más bien parece lo primero, pero muy poco recuerda esta empresa a la
constituida en 2003 con la invasión militar de Irak por parte de los
EE UU y Gran Bretaña, tanto en sus prolegómenos como, esperemos, en
el falso desenlace de una prematura victoria militar que inauguró
una guerra civil. Y, desde luego, no parece que la intervención en
Libia vaya a desencadenar, como aquella, tanta división entre los
aliados occidentales, tantas discusiones sobre la legalidad y la
oportunidad en la participación.
En cualquier caso, la decisión del presidente Zapatero de brindar el
pleno apoyo español y de mostrar su total solidaridad con el resto
de los países concernidos –y por supuesto con el pueblo libio,
amparándose en la unidad internacional– choca frontalmente con el
comportamiento de este vano aspirante a príncipe de la paz, que
encabezó con un entusiasmo inusitado el “No a la guerra” que tan
rentable le fue en su día. Ahora, en su afán de ser más papista que
el Papa, da una pasada por la derecha a alemanes e italianos y se
pone con Sarkozy al frente de la manifestación, con un apoyo sin
fisuras, poniendo al servicio del dispositivo internacional seis
aviones, una fragata, un submarino y el despliegue de unos 450
militares, aunque esa es una cifra que el presidente Zapatero ha
tratado de ocultar en todo momento, como también las intenciones de
la fuerza internacional de intervención. Para Zapatero el objetivo
no es otro que la creación de una zona exclusión aérea en Libia. Y
las instrucciones se han seguido al pie de la letra en RTVE, que no
ha dudado en discriminar entre “guerra” e “intervención militar”
para referirse a la intervención en Libia. Una intervención que
trataría únicamente de frenar los ataques del sátrapa Gadafi contra
Bengasi. Es decir, una suerte de acción humanitaria pero con fuego
real.
Por si el delirio informativo fuera poco, entre las informaciones de
apoyo que TVE ofrece para ilustrar la decisión de la ONU y el estado
actual de la situación en Libia, se mostraron imágenes de las Torres
Gemelas de Nueva York en llamas el 11 de septiembre de 2001 y
recuerda que los norteamericanos obtuvieron el permiso de España
para utilizar nuestras bases militares en sus incursiones en
Afganistán y posteriormente en la Guerra de Irak.
Así como Bush El Viejo hizo mejor las cosas en la coalición de 1991
que Bush El Joven en la polémica y desgraciada guerra de 2003, el
último Zapatero parece estar actuando con algo más de sensatez en
esta ocasión que en 2003, cuando se retiró de la coalición pero
insultando a los socios, humillando a sus propios soldados con una
espantada deshonrosa según el protocolo militar. No se trata esta
vez de un salto al vacío, ni de la respuesta tan indignada como
inmadura contra un dictador enloquecido y sanguinario, sino de una
operación altamente necesaria y que de manera inevitable ha debido
requerir el uso de las armas, una vez agotados todos los demás
medios de disuasión y advertencia, para librar a Libia, y a la
sociedad internacional, de quien es hoy su principal enemigo.
España no puede permanecer ausente hoy como ayer, sino cerca de los
libios y de nuestro aliados. Pero, por un mínimo de coherencia, el
aspirante a príncipe de la paz debería dar una explicación de este
cambio inopinado.
La guerra de Zapatero y Chacón
Mejor que el Gobierno haga lo que tiene que hacer, aunque sea por
las razones equivocadas.
Rafael Bardají www.gaceta.es 20 Marzo 2011
El ansia infinita de paz de Zapatero se ha convertido, de la noche a
la mañana, en ardor guerrero. Su ministra de Defensa y candidata a
sucederle, Carme Chacón, quien en 2002 se negaba a sentarse en una
mesa con Colin Powell por lo de Irak, ahora corre a prestar nuestros
servicios militares a Estados Unidos. Y todo, dicen, porque la ONU
ha ordenado una intervención militar contra la Libia de Gadafi.
Pero, ay, la ONU ha hecho lo de siempre, pedir a sus miembros que
hagan cuanto esté en sus manos para asegurar, en este caso, que se
protege a la población civil. Nada en 2011, como nada en 2003, de
autorizar el uso de la fuerza; nada ahora, como entonces, de llamar
a la guerra. La ONU de 2011 y su resolución 1973 de 17 de marzo, no
ha ido más lejos que la ONU de noviembre de 2002.
Quienes sí han ido más, pero que mucho más, lejos han sido José Luis
Rodríguez Zapatero y su Gobierno: de la cabeza de la manifestación
del “No a la guerra”, a la guerra a cualquier precio. Sin siquiera
saber para qué ni cómo. Lo único claro es que este Gobierno
profundamente pacifista, está dispuesto a poner a disposición de no
se sabe muy bien quién, todo nuestro arsenal y realizar, así, una
contribución importante a la acción militar. Por tierra, mar y aire.
Ahora bien, Rodríguez Zapatero y su delfina en Defensa, Carme
Chacón, debieran saber algunas cosas básicas. Por ejemplo, que las
guerras se sabe cuándo empiezan pero no cuándo ni cómo terminan.
¿Qué es lo que busca el Gobierno en Libia? La resolución de la ONU
establece una zona de exclusión aérea a fin de proteger a los
civiles. Pero bien sabemos por Bosnia e Irak que esas medidas acaban
por proteger a nadie y que las peores matanzas se producen sin tener
que emplear los cazabombarderos. Pasó en Sbrenica y en Basora. Es
más, esta medida, salvo que se haga extensiva a muchas más cosas no
especificadas en la resolución 1973, no detendrá a las fuerzas
terrestres al servicio de Gadafi. En el mejor de los casos, lo que
se puede producir es una situación de equilibrio en la que nadie
gane, ni Trípoli ni Bengasí. Algo similar a lo que ocurrió con Sadam
después de 1991. ¿Cuánto tiempo estamos dispuestos los españoles a
invertir en proteger a los rebeldes libios? Ya nadie se acuerda del
coste que supuso una medida de esta naturaleza en Irak entre 1991 y
el 2003 y lo poco efectiva que resultó.
Tal vez es que lo que tengan en mente el presidente y su ministra de
Defensa sea otra cosa que no se atreven a decir: el cambio de
régimen de Gadafi. Pero eso es algo que no ha autorizado la ONU,
para empezar. Aunque posiblemente sea la única salida a la actual
crisis. Es más, la salida más fácil no es el exagerado despliegue de
poderío militar de los aliados de la OTAN adornado con un par de
aviones de Qatar y Arabia Saudí, sino eliminar a Gadafi. El régimen
libio es faraónico y sin el coronel se desharía como un azucarillo.
Claro, que eso iría en contra de la visión beatífica que siempre han
defendido nuestros piadosos socialistas.
Zapatero ha dicho que está dispuesto a acudir al Congreso en cuanto
la mesa del mismo así lo decida, pero lo suyo no es un acto de
graciosa transparencia: la Ley Orgánica de la Defensa Nacional que
él hizo aprobar cuando Bono era su ministro de Defensa requiere de
la aprobación previa del Congreso ante cualquier envío de tropas en
misión al extranjero. No de un debate a posteriori. De hecho,
Cameron así lo hizo ya el mismo viernes ante los Comunes en una
sesión especial. Pero es que aquí lo de la democracia y el respeto
de las leyes nunca se aplica a uno mismo.
El país entero sucumbe a la fascinación de entrar en guerra. Nadie
habla de qué se va a hacer después de los primeros ataques y mucho
menos del riesgo al que nos expone el Gobierno en plan gallito
frente a un Gadafi que puede muy bien que no se vaya pronto. ¿Y si
nos pone en el punto de mira de su terrorismo? Yo todavía recuerdo
el funeral al que asistí por los ocho estudiantes de la Universidad
del Sur de California a los que había enseñado y que murieron por su
culpa en el vuelo 103 de la Pan Am que explotó sobre Lockerbie.
Más vale tarde que nunca y, desde luego, es mejor que el Gobierno
socialista haga lo que tiene que hacer, aunque sea por las razones
equivocadas. Pero no hay nada que haga hoy más necesaria nuestra
participación militar que hace dos semanas y, desde luego, en estos
momentos sí que deberíamos tener más claro qué es lo que
perseguimos. Nos merecemos, por lo que nos jugamos, que no nos
engañen con falsas palabras y demagogia. Yo estoy por acabar con
Gadafi. Si eso es lo que busca Zapatero que lo diga. Y si no, que se
piense bien las consecuencias para él y todos los españoles.
Todos los presidentes tienen el derecho a su guerra. Pero para
ganarla y porque cualquier otra opción es inviable. Con la vida de
los soldados no se juega. Y con el riesgo de los españoles tampoco.
Una foto con Ban Ki Moon no vale tanto.
*Rafael Bardají es director del Grupo de Estudios Estratégicos
(GEES).
711
«El embajador de Rodríguez Zapatero en Washington —Sr. Dezcallar— se
dispone a festejar el próximo 23 de marzo los mil trescientos años
de la invasión árabe-musulmana en el Encuentro "East meets West" del
Virginia Military Institute (Lexington, Virginia). No será el único»
SERAFÍN FANJUL ABC 20 Marzo 2011
EN los últimos años de su vida don Claudio Sánchez-Albornoz,
asustado ante el cariz que iba adquiriendo en Andalucía la
rearabización de guardarropía y subvención, publicó en periódicos
varios artículos de divulgación histórica con el fin de alertar y
concienciar a la población española del contraproducente dislate en
que políticos oportunistas y personajes más comerciantes que
intelectuales estaban sumiendo a nuestro país, en aras de restaurar
una imaginaria justicia histórica en la que la España real era
desconocida y marginada, cuando no escupida, por gentes cuyos
conocimientos eran tan reducidos como enormes sus ambiciones. Los
arabistas que, a la sazón, tenían autoridad y medios para contribuir
a la clarificación permanecieron mudos: no convenía luchar contra la
corriente, por mucho que discreparan en la intimidad de la
falsificación arrasadora.
El intento de don Claudio pasó inadvertido, por su fallecimiento,
que impidió su continuidad, por escribir en diarios del norte que
raramente llegaban a Andalucía («Acaso no hayan sido muy leídos al
sur de Sierra Morena los ensayos en que desarrollé lo sabido sobre
la realidad de la historia andaluza…», se lamenta el historiador) y,
sobre todo, porque la avalancha contraria era demasiado fuerte. El
pánico a de-sentonar con la moda, junto con la exaltación del
tribalismo de taifa y sus pingües beneficios, indujo a parafrasear,
para el propio coleto, a Quevedo: «Con la islamización… ¡chitón!».
So pena de ser condenados al ostracismo moral —y lo que es peor:
editorial— por los beatos adeptos de la nueva doctrina.
En horas veinticuatro el islam, en bloque y sin matices, fue
prohijado por el progresismo hispano como parte de la «España
perseguida por la reacción» y, de inmediato, canonizado en altares
laicos, en batiburrillo deprimente: Blanco White, junto a los
alfaquíes que persiguieron a Maimónides o Averroes; Antonio Machado,
quemándose a la fuerza en la pira que Almanzor dedicó a los libros
de al-Hakam II, los hosannas al pacifismo aureolando las degollinas
de infelices campesinos cristianos en las aceifas estivales que
organizaban los emires cada año, mientras pudieron. Monumento a la
incongruencia, al desconocimiento y al olvido —por cierto— de las
durísimas y hasta insultantes opiniones (insultos puros),
documentos, escritos que los dirigentes comunistas, socialistas,
republicanos dedicaron a los moros durante la Guerra Civil. Esta sí
fue una reconversión industrial: el soplo benéfico del progresismo
reconvirtiendo al islam —porque así convenía— en paradigma de
tolerancia y pacifismo.
Hasta el 11 de marzo de 2004, berrido que nos despierta y testifica
que tanta simpleza exige, al menos, aclaración y matices. El islam
no puso las bombas de Atocha, pero sí —al parecer— los autores
fueron musulmanes que decían actuar por y para su fe. Y, sin
embargo, el embajador de Rodríguez en Washington —Sr. Dezcallar— se
dispone a festejar el próximo 23 de marzo los mil trescientos años
de la invasión árabe-musulmana en el Encuentro «East meets West» del
Virginia Military Institute (Lexington, Virginia). No será el único.
Y si todo quedara en abrazos protocolarios y retórica de
circunstancias, bien estaría la cosa. Pero no, topicazos, medias
verdades y la imagen folclórica e inane de la España forjada por los
anglosajones protestantes están garantizados: «Una fusión entre dos
mundos que empezó hace 1.300 años (…). Únete a nosotros para
conmemorar las brillantes contribuciones resultantes de mezclar las
culturas orientales y occidentales. El programa abordará el crucial
relato de aquellos gloriosos hechos, cuando cristianos, judíos y
musulmanes florecieron codo con codo en la Europa occidental,
construyendo una sociedad que iluminó las Eras Sombrías…», reza el
anuncio. Y todo a ese tenor.
Las dudas sobre al-Andalus —que una mera fecha nos induce a
suscitar— empiezan por el comienzo mismo: la forma, el lugar y hasta
los protagonistas. El profesor Joaquín Vallvé demostró hace años
algo con claridad: la inconsistencia de las noticias y de la verdad
oficial admitida en torno a la conquista árabe. La etimología de
Gibraltar, la batalla del Guadalete y la misma existencia del
personaje histórico Táreq ibn Ziyad quedaron en entredicho. Y otros
muchos detalles anejos. El desembarco había sido por Cartagena, y la
famosa rota visigoda habría tenido lugar en el Campo de Sangonera.
Sin llegar a una conclusión definitiva sobre el asunto —Vallvé lo
hace, y con fuertes razones— algo está muy claro: la fragilidad y
falta de credibilidad de los cronistas árabes, respecto a los
primeros tiempos de la Conquista, es clamorosa, empezando por que
más bien se puede hablar de fuentes históricas que de crónicas en
sentido estricto, fuera de la ordenación temporal. Díaz del
Castillo, Cieza de León o Francisco de Xerez vivieron e historiaron
los acontecimientos, fueron testigos de los mismos, en tanto que
estos autores árabes escriben dos, tres, hasta nueve siglos
(al-Maqqari) después de lo que narran. Y gustan de entreverar
leyendas, chascarrillos, exageraciones, como si fueran historia.
Pero no se trata de arremeter contra ellos, que, al fin, hacían lo
que podían.
El problema es otro. Hace años que al-Andalus se ha convertido en
diana fija de islamistas fanáticos y árabes en general, sean cuales
sean sus intenciones inmediatas y visibles, máxime en el presente
tobogán de inestabilidad que se corre por el norte de África como
mancha de aceite, enarbolando la espada de internet, pero siempre
con la amenaza islámica de fondo. Han cambiado los métodos, pero no
los objetivos ni las convicciones de los actores. La recuperación de
al-Andalus hace años que dejó de ser ensoñación chistosa de poetas
para trocarse en objeto tangible de codicias colectivas. Palestina,
primero —como meta más acuciante en orden cronológico y por
imperativo geográfico—, y al-Andalus, en tanto que continuación del
destino manifiesto de expansión islámica, constituyen los dos polos
de atracción de islamistas moderados y extremosos. Al-Andalus
desempeña un importantísimo papel, de bandera ideológica y refugio
sentimental que justifique cualquier irracionalidad y sinrazón del
tipo «como fue nuestro, es justo que lo recuperemos». El resultado
de esta clase de juicios arbitrarios solo puede resultar desastroso,
si se insiste con contumacia de neófitos, por parte española, en la
resurrección del conmovedor y tierno al-Andalus que nunca existió.
En otros tiempos, no demasiado lejanos, arabistas de primer orden
como Asín Palacios o García Gómez pudieron disfrutar el lujo de
embellecer y adornar su visión de las parcelas de al-Andalus que
tocaban porque, de aquella, no había en España ni en el resto de
Europa peligro islámico de ninguna clase y por ignorar cómo se
utilizarían a posteriori, años después de su muerte, para recrear en
la práctica un pasado detestable. Una cosa es dedicar un recuerdo
amable y lo más documentado posible a esa parte de la historia de la
Península Ibérica —como hemos reclamado en alguna ocasión—, y otra
olvidarnos de quiénes somos realmente. Miro a mis antepasados y no
veo más que gallegos, asturianos y leoneses: lo mismo que casi toda
la población de Cádiz, Sevilla o Granada.
Esperanza racional
El Gobierno es coherente en el «Guerra No sin la ONU», pero no con
sus prácticas reales del «No a la Guerra»
pedro arias veira ABC Galicia 20 Marzo 2011
PODEMOS valorar la realidad fijando la mirada en aquello que todavía
denota las miserias del pasado. Y deducir por ello que nada ha
cambiado, que no hay grandes causas que valgan la pena, y dedicarnos
a nuestros asuntos personales. Pero podemos también observar lo
nuevo y distinto, los signos de una transformación irreversible de
las sociedades, las personas y el dinamismo del mundo. Entonces
comprobaremos que hay motivo para la esperanza.
La ONU aprueba una acción internacional de guerra frente a Libia
desde los principios de la injerencia humanitaria. Legitima así una
concepción de los derechos del hombre con raíces en el primer
liberalismo español de Suárez y Vitoria, en la teoría del derecho
del holandés Grocio, en la filosofía política kantiana y en la
ilustración inglesa de Mill. Que cobró vigencia contemporánea con el
ejemplo de Kouchner y Médicos sin Fronteras, y se tornó irreversible
en nuestro tiempo con la intervención militar en Bosnia, Kosovo y
Afganistán. Había que superar el provincianismo moral de ocuparse
únicamente de los problemas locales y el estado nacional. La
pasividad internacional no dejaba de ser una complicidad objetiva
con las dictaduras anacrónicas de la tierra.
Los pueblos oprimidos están despertando, tienen derecho a recorrer
sus propias historias en las que no faltarán injusticias, dramas y
fracasos. Pero hay que ayudarles a que tengan su oportunidad, a que
vivan su propia historia. Los acontecimientos del mediterráneo árabe
demuestran que el islamismo no es el motor del terrorismo. Que es
simple tapadera de la acción de las tiranías, sus servicios secretos
y élites del poder. En sí mismas las religiones son pacíficas y
fuentes de valores humanos. Para Tocqueville, las de su tiempo
constituían el fundamento de la democracia más avanzada. Siempre son
los poderes terrenales las que las distorsionan, pervierten y arman
contra los otros.
Hoy nuestro gobierno se ha sumado a una coalición internacional para
frenar a Gadafi. Muestra coherencia oficial con su doctrina «Guerra
No sin la ONU», pero es incoherente con el espíritu de sus prácticas
reales del «No a la Guerra» y de la Alianza de Civilizaciones. Que
suponían objetivamente el apoyo al genocida y dictador Sadam
Hussein. Porque la guerra de las democracias contra su régimen, mal
justificada por el pretexto de las armas de destrucción masiva pero
estratégicamente bien fundamentada, daba el voto nivelador a las
mujeres árabes y desencadenaba el efecto dominó democrático en la
galaxia musulmana. Por eso Irak sigue siendo objeto de ataques
terroristas, muñidos por los servicios secretos de estados
retardatarios.
En el 2004 Zapatero se apresuró a dejar sin el apoyo español al
pueblo irakí que iniciaba su camino hacia la democracia. Hoy ostenta
su sensibilidad con el pueblo libio, porque la solidaridad está
homologada por la ONU. Podría y debería hacerse una foto con
Cameron, Obama y Sarkozy, como Aznar se la hizo con Blair, Bush y
Barroso. Porque la imagen de unidad de las naciones democráticas
occidentales son armas cargadas de futuro para los oprimidos de los
países árabes. Como la hicieron Churchill, Roosvelt y el propio
Stalin, para animar a las fuerzas de liberación contra el nazismo.
La fuerza legitimada democráticamente contra el poder autoritario y
condigno; tal es el inevitable camino que en momentos cruciales hay
que acometer.
En España nos beneficiamos de los caídos internacionales por la
democracia en Europa durante la II Guerra Mundial. Somos rentistas
de su sacrificio. No necesitamos de nueva guerra civil ni de
injerencia humanitaria extranjera para alumbrar esta democracia.
Otros hicieron el trabajo más duro por nosotros. Ya democrática, la
Comunidad Europea apoyó y creó las condiciones para que las
involuciones autoritarias en España fueran imposibles. Tengamos
responsabilidad en el ejercicio de la memoria histórica. Hoy
recibimos buenas noticias, simultáneas a la gesta de los obreros
japoneses que han arriesgado su vida para salvar a sus conciudadanos
de una tragedia colectiva. Con su valor y sentido del deber también
mantienen abierto un debate científico de gran importancia para el
futuro de la humanidad. Y han reivindicado la calidad moral de su
pueblo como ninguna campaña de imagen, acción diplomática o
artificio programado podría hacerlo. Resurge el pueblo anónimo como
la sal de la tierra, como el pilar del desarrollo y la posibilidad
de civilización.
La información internacional viene cargada de esperanza, de una
esperanza racional en que podemos mejorar si nos lo proponemos.
Porque ni el bien ni el mal son el destino. Todo depende de la
libertad de opción de la voluntad humana.
Guerra justa contra un tirano
Editorial ABC 20 Marzo 2011
Del éxito de esta arriesgada misión van a depender las reglas que
definirán el futuro de nuestro espacio geopolítico
LA operación que la aviación militar francesa comenzó ayer tarde
marca un punto de no retorno en las relaciones entre las dos orillas
del Mediterráneo. Del éxito de esta arriesgada misión van a depender
las reglas que definirán el futuro de este espacio geopolítico del
que formamos parte, de manera que todos los países que han decidido
sumarse a este esfuerzo de guerra tienen el mayor interés en que se
lleven a cabo los objetivos que lo impulsan. El Gobierno de
Rodríguez Zapatero, aunque el PSOE debería hacer memoria, cumple con
su obligación al sumarse sin vacilaciones a la coalición militar,
porque Libia no es un escenario lejano como Afganistán sino que su
influencia y la de los sucesos que se desarrollan en su interior,
afectarán directamente a países de la mayor importancia estratégica
para España.
El liderazgo de Francia es precisamente el reflejo de que el
presidente Sarkozy ha entendido perfectamente cuál es el desafío que
encierra la lucha entre una dictadura podrida como la de Gadafi y la
voluntad de las sociedades de los países árabes de levantar sus
aspiraciones a vivir en libertad y democracia y, sobre todo, cuáles
serían las catastróficas consecuencias en caso de que éste pudiera
volver a afianzarse en el poder tanto para ellos como para nosotros.
Es evidente que lo que ha sucedido en Túnez ha hecho cambiar la
percepción de la política que Occidente ha privilegiado hasta ahora
y ha puesto de manifiesto el grave error de vincular nuestras
relaciones con regímenes totalitarios y en este campo no se le puede
reprochar a Francia que intente corregir cuanto antes esta
situación.
Por el contrario, la crisis libia ha puesto de manifiesto la más
absoluta inanidad de la política exterior europea. La gestión de la
Alta Representante Catherine Ashton ha sido especialmente desastrosa
en todos los sentidos, hasta el punto que obliga a reflexionar
seriamente sobre la necesidad de que la UE se haya dotado de un
pomposo Servicio de Acción Exterior cuando ni siquiera en un caso
como éste ha sido capaz de aparecer en escena. Los partidarios de
que la UE refuerce su papel en el mundo deberían empezar a pensar
seriamente en la necesidad de sustituir a la baronesa, cuyas
cualidades podrían ser mejor aprovechadas sin duda en otros
cometidos.
Sentido de Estado
El Editorial LR 20 Marzo 2011
Desde que se conociera el decidido apoyo del Gobierno socialista al
ataque contra Libia ha surgido simultáneamente un esfuerzo en las
filas socialistas por marcar distancias con la guerra de Irak y
reseñar las diferencias en la génesis y el desarrollo de ambos
conflictos. El propio presidente del Gobierno ha hablado de la
resolución de Naciones Unidas como elemento clave de la presencia de
un importante contingente español en esta guerra contra Gadafi. Lo
cierto es que todavía hoy los juristas y expertos en Derecho
Internacional discuten y discrepan sobre la cobertura legal de la
intervención contra Sadam Hussein y existe una línea de opinión muy
pujante que entiende que las resoluciones de la ONU dieron la
cobertura necesaria a la acción contra el tirano iraquí, en la que,
por cierto, las tropas españolas sólo participaron en el plan de
estabilización. Más allá de esa polémica jurídica, entre ambas
situaciones existe una diferencia sustancial en el terreno de la
política nacional. Hoy, el principal partido de la oposición
respalda la posición del Gobierno y de los aliados y renuncia a
instrumentalizar la crisis contra el Ejecutivo.
El PP ha demostrado el sentido de Estado que cabe exigir a las
grandes fuerzas políticas con aspiraciones de alcanzar el poder. La
lealtad en instantes tan cruciales y delicados como son los
derivados de una guerra es un ejercicio de responsabilidad
encomiable. En la contienda de Irak, el PSOE hizo exactamente lo
contrario y colocó sus intereses de partido por encima de los
generales. Se embarcó en una campaña de agitación y propaganda
contra el Gobierno y consiguió en buena medida distorsionar y
confundir las claves en las que se fundamentó la operación
multinacional contra Hussein. Zapatero alentó aquel clima de
desprestigio contra Aznar en colaboración con una izquierda
trasnochada integrada por artistas y sindicalistas. Los mismos que
ayer justificaron el ataque contra Libia como un «mal menor».
El discurso oficial defiende la operación contra Gadafi como
moralmente aceptable y legalmente impecable, mientras que la que
acabó con Sadam Hussein fue del todo repudiable. Lo innegable es el
resultado. Aquella intervención supuso el final de una dictadura
atroz y la implantación con muchas dificultades de una incipiente
democracia con elecciones libres.
No existen guerras inocuas y, muy probablemente, los ataques de la
coalición multinacional provocarán daños colaterales en Libia,
exactamente igual que sucedió en Irak. La doble moral de cierta
izquierda española ha quedado de nuevo al descubierto, así como la
falsedad de su discurso pacifista. No se han escuchado sus voces en
estas semanas de combate en Libia, como tampoco se han oído por los
muertos que se amontonan en países como Yemen, Bahréin o Siria, y de
los que la comunidad internacional no quiere saber nada.
El fin de un régimen terrorista y genocida como el de Gadafi tiene
que ser siempre un deber moral para el mundo libre. La
responsabilidad de los partidos de Gobierno es asumir sus
compromisos internacionales en defensa de un bien común.
Libia: una guerra de perdedores y vencidos
Federico Jiménez Losantos Libertad Digital 20 Marzo 2011
Ni siquiera hay entusiasmo en las huestes del "no a la guerra",
siempre que en ella participen los norteamericanos. El Sindicato
Titiritero de Zapatero (STZ) ha justificado el alineamiento militar
de España desde antes de la resolución de la ONU y del comienzo de
los bombardeos contra Gadaffi como un "mal menor", es decir, como
los países civilizados suelen considerar la política internacional.
Siempre he tenido un profundo desprecio político por estos
chequistas de media jornada, pero ahora el desprecio intelectual y
moral supera en mucho al político. Bien es verdad que su caudillo
intelectual, presidente del Gobierno hasta el 2 de Abril, está a la
altura de sus mesnadas. Y que su sucesor es un Beria sin Siberia. En
cuanto al PP, por una vez no cabe reprocharle nada porque nada ha
hecho. Ni bueno, ni malo, ni regular: nada. Y casi es el único a la
altura de tan penosas circunstancias, porque, no nos engañemos,
estar machadianamente "a la altura de las circunstancias" en la
guerra de Libia es optar entre zanjas y alcantarillas.
Siempre he defendido que la caída de un tirano siempre es buena si
con ello no llega otro peor, cosa harto posible: Ho Chi Minh,
Jomeini, Castro, Mugabe y cien más lo prueban. Creo que la
intervención de las democracias occidentales a favor de las
libertades en los países con regímenes totalitarios debe ser
continua, basada en el apoyo a la población civil que se opone a la
dictadura y sin excluir lo militar. Pero la capacidad y la eficacia
someten a ese principio de injerencia humanitaria al arbitrio del
cálculo a veces, razonable; a veces, abominable. Los Estados Unidos
no invadieron Cuba –Kennedy dejó tirados en Bahía de Cochinos a dos
mil cubanos voluntarios, pero reclutados y entrenados por ellos- y
ojalá lo hubieran hecho. Pero, sea por el voto cubano-americano, sea
por un cierto decoro democrático, al menos no son como el Gobierno
de ZP, dedicado, como toda la patulea titiritera, a defender a
Castro e insultar a sus víctimas.
En Libia, yo no creí posible el ataque a Gadaffi porque el
desconcierto euroamericano en política exterior es total, sin
paliativos, no sin consecuencias. A los dos días del ataque, lo
único claro es la voluntad de Sarkozy, y de Francia, de probar donde
hay que probarlo su condición de potencia mediana pero fiera. Contra
lo que yo pensaba, el águila y el cóndor se escondieron detrás del
gallo aunque finalmente la envergadura de cada uno mostrará su
verdadera capacidad. Pero política, sólo la ha demostrado Sarkozy.
Obama, Premio Nobel de la Paz, hace una guerra remilgada, porque la
de Libia ya no sería heredada sino propia. Y sin los USA, desde las
Malvinas, los británicos no toman nunca la iniciativa, aunque sigan
siendo una potencia militar algo mayor y más fiera que Francia.
Pero da la impresión de que Francia –o al menos Sarkozy- sabe lo que
quiere. Los demás, no. Y España, menos. No era necesario que ZP
hiciera lo mismo que Felipe en la I Guerra del Golfo: mandar los
soldados a la guerra. Le hubiera bastado hacer lo de Aznar en la II:
mandar las tropas después de que los americanos la ganaran, para
asegurar el cambio del régimen de Sadam Hussein. Pero el desertor de
Irak se nos ha vuelto legionario en Libia, cuando no se sabe qué
intereses tenemos allí pero sí sabemos que nuestra aportación no
puede ser muy importante en lo militar, aunque en lo
político-turístico podamos reeditar la conferencia de paz posterior,
como hizo Felipe con Bush padre y Gorbachov. A ZP no le dejaría el
Rey como a González bajar sin él la escalinata del Palacio Real,
pero la intendencia de la paz, la bordaríamos. Potencia turística,
sí somos.
Uno tiene la impresión -que, naturalmente, deben corroborar los
hechos- de que Gadaffi es uno de esos perdedores cuyo destino está
sellado no sólo por su presente sino por su pasado. Pero los que
deben derrotarlo son, por decisión o dimisión propia, vencidos.
Porque las democracias occidentales, ante el Islam y ante cualquier
dificultad seria, se han rendido, aunque no sepan bien ante quién
deben hacerlo. Ya están los USA pensando en dejar a Gadaffi en el
poder tras derrotarlo, como hicieron con Sadam Hussein en la I
Guerra del Golfo. Y los británicos, viendo las vacilaciones de
Washington, están inquietos. La Liga Arabe ha protestado porque dice
que la intervención, que acaba de empezar, se aleja de lo previsto,
que a saber qué dirán ahora que era. Yo creo que lo sensato, ya
metidos en harina, es acabar cuanto antes con Gadaffi y hacer
administradora de la Libia Libre a Francia, mitad el Elíseo, mitad,
si aún existe, el Club Mediterranée. El que parece dispuesto a
asumir más responsabilidad es Qatar, el patrocinador del Barça, que
anuncia el envío de cuatro aviones. Su publicista Guardiola, tan
arábigo y cirenaico, sería un embajador extraordinario.
Obispos nacionalistas
Aleix Vidal Cuadras www.gaceta.es 20 Marzo 2011
Los prelados no dicen ni una palabra sobre el respeto al pluralismo
en su grey.
Los obispos de las diócesis catalanas han hecho público un documento
pastoral titulado Al servicio de nuestro pueblo en el que de forma
explícita y rotunda hacen suyas las tesis del nacionalismo político.
El texto es un monumento a la consagración de la identidad como
valor primordial en una sociedad, sin que en ningún momento se añada
que otros valores como la libertad, la justicia o la solidaridad
deben prevalecer sobre aquella, tal como establece la doctrina de la
Iglesia y ratifican diversos e inequívocos pronunciamientos de Juan
Pablo II y de Benedicto XVI.
No se entiende muy bien a qué viene una defensa tan cerrada del
“derecho a reivindicar y promover” lo que llaman “rasgos nacionales
propios de Cataluña en el sentido genuino de la expresión” como si
alguien lo hubiera impedido desde que se aprobó la vigente
Constitución, salvo que consideren sus ilustrísimas que la expulsión
de la lengua oficial del Estado del sistema educativo y del espacio
oficial y público, la apertura de pseudoembajadas en París, Rabat o
Nueva York, la capacidad para arruinar a la comunidad creando una
Administración elefantiásica o la eliminación de cualquier apoyo a
actividades culturales en español no sean suficientes herramientas
de reivindicación y promoción de la identidad colectiva genuina.
Por supuesto, siempre se podía mejorar la eficacia de la
nacionalización de los habitantes del Principado recurriendo a la
expulsión de los que se resistan a la normalización o recluyéndolos
en campos de concentración, pero sería poco evangélico. Llama la
atención que los prelados cuatribarrados no digan una palabra sobre
el respeto al pluralismo en su grey, porque se supone que si la
identidad es tan crucial para la dignidad humana cualquiera de ellas
merecerá igual consideración. El viejo eslogan “Volem bisbes
catalans” se ha visto satisfecho, aunque con una ligera pasada de
frenada. Ahora lo que hay son obispos pura y duramente
nacionalistas.
Daños colaterales
Francisco José de la Cigoña www.gaceta.es 20 Marzo 2011
La pastoral catalana es más política que religiosa y ha contribuido
a aumentar el anticristianismo. No se atreven a decir qué es la
“especificidad catalana”. Dos genios de la empresa y de la púrpura
se han cargado la COPE.
Las actuaciones de los obispos consiguen, con demasiada frecuencia,
efectos distintos a los pretendidos. Al menos, de los pretendidos
directamente. Y en ocasiones, enormemente graves. El que fuera
obispo de San Sebastián, hoy emérito, José María Setién, de
malhadada memoria, consiguió alejar de la Iglesia a muchísima más
gente de la que pudo traer a la misma. Si es que trajo a alguien,
cosa que hasta dudo. Son, en cambio, miles los que dejaron la
práctica religiosa –y por supuesto de poner la cruz en la
Declaración de la Renta– por sus repugnantes amores al mundo etarra
y los si cabe más repugnantes desamores a las víctimas. Hoy las
Vascongadas, que eran la región más católica de España, son, junto a
Cataluña, la más descristianizada.
Los catalanes no tuvieron el fenómeno sangriento de ETA, pero
también se volcaron con el catalanismo, siendo activos colaboradores
de la inmersión lingüística a unas personas que sólo hablaban
castellano. El efecto fue el mismo. Esas personas dejaron de pisar
la Iglesia. No importaba que fueran los pobres o explotados. La
Iglesia de los pobres que predicaban era de boquilla. Valía para los
pobres ajenos, pero no para los propios, cuya primera obligación no
era amar a Cristo o vivir como Dios manda, sino hablar catalán.
Los resultados de ese mandamiento de id y predicad el catalán a
todas las gentes irritó al resto de España y no consiguió nada en
Cataluña. En muchos españoles incrementó un sentimiento anticatalán
que ya será difícil corregir. Todos conocemos a alguna persona que
por sistema no compra productos fabricados en Cataluña o rehúye
grandes superficies o entidades bancarias catalanas. Es cada vez
mayor el sentimiento de que ojalá se independicen cuanto antes y nos
dejen en paz. Creo que ambas son posturas equivocadas, pero ganadas
a pulso. Pues los obispos han contribuido a que gentes del resto de
España abandonen la práctica de la religión y no han conseguido que
esta se incremente en Cataluña. Más bien lo contrario.
Hoy ya no hay obispos rabiosamente catalanistas como los lamentables
Deig, Guix, Pont, Jubany, Camprodón, Torrella… Salvo un par de
ellos, no parece que el nacionalismo sea el motor de sus vidas.
Además, qué catalanismo pueden sentir tres valencianos, un conquense
y un balear. Pero, por cobardía en unos, síndrome de Estocolmo en
otros y necedad en muchos, se nos acaban de descolgar con un
documento que ya ha producido no pocos daños colaterales de cabreo
con la religión. Cierto que el escrito que nos acaban de entregar
los obispos catalanes es más aguado que aquel escrito hace 25 años y
que ahora quieren conmemorar. Pues en vez de dejar pasar la ocasión,
a seguir metiendo el dedo en el ojo. Y cuando te lo meten, no te
acuerdas de si la vez anterior lo habían hecho con peor intención.
Vuelves a cabrearte.
El documento es ambiguo. No va a entusiasmar a los nacionalistas y
ha irritado a los que no lo son. Y a los católicos apenas les dice
nada. No se sabe de lo que piden perdón por “un pasado más o menos
lejano”. Que lo mismo es por los almogávares, el tambor del Bruch,
el franquismo, la apropiación de los bienes de la Franja contra la
voluntad de su dueño, el haber alejado de la Iglesia a tanto
murciano, andaluz o extremeño, o el dedicarse a la política en vez
de a la religión. Y tampoco se atreven a decir qué es lo que
comportan la “especificidad catalana” y sus ”rasgos nacionales”.
Un documento más político que religioso y, además, cobarde, que no
atraerá a nadie a la Iglesia y echará a unos cuantos más. Aunque los
que quedamos estamos tan curtidos ante estas memeces episcopales que
aguantamos todo. Hemos dado con el antídoto: no hacer el menor caso.
Y más daños colaterales. Dos genios de la empresa y de la púrpura,
solos o en compañía de otros, se han cargado la COPE en base a dos
palabras mágicas: ideario y crispación. El ideario lo representa,
sin duda, el desembarco de la SER y el convertir la emisora en un
sucedáneo del Marca. Y para crispación, la que provocaron en los
cientos de miles de oyentes de la emisora que se han ido. Después,
no sé si los mismos u otros, pero también obispos, se cargaron
Popular María Visión que hoy agoniza sin que la vea nadie como
Popular TV. Y en vez de intentar levantar lo que han suicidado se
compran con el dinero de los católicos otra televisión que ya lleva
el número de la mala suerte. Y en la que se dice han comprometido 24
millones. Vista la competencia profesional de estos cracks de la
dirección de empresas, doy por casi seguro otro fracaso y otra
ruina. Que aburrirá a más católicos. Son demasiados daños
colaterales.
ENTREVISTA PARA MINUTODIGITAL | TERESA JIMÉNEZ BECERRIL
Teresa Jiménez Becerril: “Cuando la
política se antepone a la ley, pasa lo que pasa y vemos lo que
estamos viendo”
Minuto Digital
20 Marzo 2011
Hermana del concejal del PP Alberto Jiménez Becerril, asesinado
junto a su esposa por ETA, y actual eurodiputada por el Partido
Popular en Estrasburgo, Teresa Jiménez Becerril es una de las
dirigentes más activas en contra de la posible legalización de Sortu
y la participación de los círculos abertzales en las próximas
elecciones municipales.
Es licenciada en Ciencias de la Comunicación en la Universidad
Complutense de Madrid. Estudió Diseño en el Instituto Marangoni de
Milán y habla español, inglés, francés e italiano.
El próximo día 9 de abril la sociedad civil saldrá de nuevo a la
calle siguiendo la llamada de las víctimas del terrorismo.¿Cree que
ETA va a conseguir estar en los ayuntamientos vascos de la mano de
Sortu u otro partido?
No sé si ETA logrará entrar en los ayuntamientos de la mano de Sortu
o lo hará con independientes que se adhieran a otra formaciones
políticas legalizadas. EA ya ha abierto los brazos a Sortu si es
legalizada lo que quiere decir que están del lado de quienes apoyan
a ETA. Espero que Sortu no pase la prueba del algodón, pero
desgraciadamente encontrarán el modo de entrar en los ayuntamientos,
ya lo hicieron con ANV y PCTV y lo volverán a hacer, porque en el
fondo tienen muchos adeptos a su causa.
Si lo están ¿quién cree que será el culpable?
Culpable de que entren en los ayuntamientos seremos todos porque no
habremos hecho presión suficiente para que eso no ocurra. El
Gobierno tiene una gran responsabilidad, ya que está en su mano
evitarlo, los jueces deciden según ven y no siempre abren bien los
ojos. Yo quisiera creer plenamente en la justicia, pero los que la
imparten no siempre aciertan. En la anterior legislatura vimos como
la fiscalía se plegó a veces a la voluntad negociadora del gobierno.
El clima político empuja o frena concesiones a ETA según convenga.
Pero la sociedad tiene mucho que decir y puede ser protagonista a la
hora de frenar la locura de permitir a ETA entrar en los
ayuntamientos, el problema es que no siempre tenemos el coraje de
ejercer nuestros derechos y alzar nuestra voz y callando otorgamos
razón a quienes no la tienen pero se venden bien.
El consejero de Interior del Gobierno Vasco, Rodolfo Ares, ha dicho
que esta manifestación va en contra del Gobierno. ¿Qué le parece
esta afirmación?. ¿No sabe que la manifestación es contra
ETA-Batasuna y su entorno?.
Buenos si el Gobierno tiene pensado que ETA este en los
ayuntamientos con Sortu o de otro modo, entonces sí, esta
manifestación será contra el Gobierno. Pero si están seguros de que
ETA no podrá estar no tienen de que preocuparse. La gente no es
idiota y tiene memoria sabe quien es Zapatero, sabe que negoció con
ETA y lo negó una y otra vez, es normal que seamos tantos los que no
nos fiamos. Será imposible que no se refieran a Zapatero y Rubalcaba
en la manifestación, pero la culpa será solo de ellos que no han
sido capaces de tener un mensaje claro contra ETA. Porque no solo se
trata de detenerles,!hasta ahí podríamos llegar! Además hay que ser
contundentes en cuanto al cumplimiento integro de condenas y hay que
ser tajante en impedir que entren en los ayuntamientos. En estas dos
batallas, los presos de ETA y su política no son claros y la gente
lo percibe. No queremos palo y zanahoria, queremos palo y basta, al
menos hasta que estos mal nacidos no se rindan y nos supliquen
perdón, que ya veremos si se lo damos.
¿Por qué algunos políticos solo hablan de las víctimas para
criticarlas y, por otra parte, callan ante casos como el de el bar
Faisán?.
Critican a las víctimas porque ellas son muy directas y los
políticos no están acostumbrados a su lenguaje. Son incómodas porque
no se avienen a pactos y componendas con los terroristas y sus
complices y por tanto estorban en esa “solución final” infame que
quieren alcanzar seacomo sea pero que no consiguen, pero no por las
víctimas, que a ellos no les importan mucho, sino por ETA, que sigue
armada y con ideas asesinas.
¿Cree que se está tratando con ‘guante blanco’ a los etarras?
¿Piensa que en un futuro no lejano podríamos tener a, por ejemplo,
De Juana Chaos dando conferencias en cualquier punto de España?.
Sí, se les trata de lujo si pensamos en lo que merecerían como
criminales que son. Y lo hacen porque quieren volver buenos a los
más posibles sin preocuparles el cumplimiento de las penas ni nada
de nada, a firmar el papelito del arrepentimiento y a casita los
fines de semana, un convertido más. ¿Pero de verdad creen que se
arrepienten de algo esta gente? No. No lo creen, pero ese no es su
problema, lo que quieren es sacarlos para ver si así logran acabar
con ETA y si su experimento no triunfa, pues que más da! Siempre
dirán que era por el bien de la sociedad. ¿Que sociedad? La suya, la
que les vota a ellos, porque somos muchos los que no queremos que
excarcelen a los terroristas y a nosotros no nos escuchan. Cuando la
política se antepone a la ley, pasa lo que pasa y vemos lo que
estamos viendo.
Algunos políticos, de diferentes formaciones, han dicho que
tendremos que ser generosos con los etarras. ¿Qué le parecen este
tipo de afirmaciones por parte de políticos vascos?
Claro que De Juana Chaos podrá dar conferencias, si la sociedad cae
tan bajo de permitirlo, podemos ver cualquier cosa. ¿No es Gerry
Adams jefe de un partido en Irlanda y escribe leyes sobre víctimas?
Ah, para quien no lo sepa Adams es un asesino que se entretenía
asesinando a inocentes en sus años mozos. Vivir para ver
Es fácil ser generoso con lo que no es tuyo. Imagino que pocas
víctimas de ETA le dirán que hay que ser generosos, pero con el
dolor de los demás, estos políticos impresentables, lo son. Creen
que quedan bien, que son mejores, menos rencorosos, ¡Es una
verguenza oirles hablar! Además siempre con el País Vasco a cuestas,
como si no hubiera habido víctimas de toda España, Alberto, mi
hermano era sevillano y Ascen su mujer de Cadiz y cuantos policias y
guardias civíles eran de todos los rincones de nuestra patria. Allí
es donde más se sufre, pero el problema es de todos los españoles y
permitid que seamos todos los que decidamos sobre la generosidad que
merecen quienes han asesinado a nuestros seres queridos. Menos
palabras bonitas insensatas y más responsabilidad. Cuando ETA
abandone las armas, hablaremos, hoy los políticos vascos y no vascos
deberían ser muy avaros con ETA y dejad la generosidad para un
futuro en el que de verdad el terrorismo haya desaparecido. Eso se
llama poner los buyes delante del carro.
¿Por qué debemos acudir a la manifestación del día 9 de abril?
Deben acudir porque si no lo hacen y Sortu es legalizada no podrán
quejarse, porque no basta fiarse del Gobierno y de los jueces, hay
que prevenir, porque ya sabemos que si la sociedad cierra los ojos y
deja hacer… ¿O se nos ha olvidado cuando zapatero dijo que De Juana
Chaos y Otegui eran hombres de paz? En fin, es nuestro deber hacer
ver a quienes tienen la tentación de hacer entrar a ETA en los
ayuntamientos que somos muchos los que estamos en contra. “Before is
too late” Para luego es tarde, sería en cristiano. Y de verdad que
si ven mucha gente en la calle, entre ellos se dicen-“Oye, a ver si
la vamos a liar” Y al final oyen al pueblo que quiere que los etarra
cumplan integramente sus condenas y no se sienten en otro sillón que
el de la cárcel , aunque para estos criminales basta una silla.
******************* Sección "bilingüe"
***********************
Tontos e independentistas
Carlos Dávila www.gaceta.es 20 Marzo 2011
Duran i Lleida manifiesta en Madrid su nula tendencia al separatismo
pero en Barcelona apoya las querencias centrífugas no sólo de
Convergència, sino de su propio partido.
Admito que no he encontrado la referencia exacta; sí la frase. De
más joven aún me dio por hacer acopio de frases insertas en tarjetas
de visita. Llegué a recopilar un centenar pero, como suele ocurrir
con todas las cosas importantes de la vida, aquel tesoro se me
extravió en un algún viaje, en algún estúpido traslado. Conservo
memoria de algunas y en eso estoy trabajosamente laborando. Una de
las últimas incorporaciones que hice no más allá de las últimas
Navidades se refiere a los tontos, cualidad universal que en España
adquiere valores insuperables.
Sobre los tontos ofrezco humildemente mis últimos hallazgos para
quienes deseen incorporarlos a su bolsillo: uno está extraído de un
libro que se conserva en el Congreso de los Diputados (todavía no ha
podido confiscarlo Bono) y me fue remitido en las fechas entrañables
de diciembre por la correosa y eficaz Ana Pastor. Es de un cronista
fingido que llegó en el siglo XIX a afirmar lo siguiente: “En Madrid
todos los días entra un tonto por la Puerta de Toledo”. Realmente
inmejorable, sólo un pero; ahora entran a “cienes”, que diría Manuel
Chaves, por las diferentes autovías de acceso a la capital, esos
sumideros de automóviles que Sebastián, un personaje con mucha
bibliografía presentada sobre el particular, quiere dejar
prácticamente en senderos como él, luminosos.
Crece y crece
El otro es aún más reciente y me viene de mis recuerdos juveniles.
Reza así y en pareado: “Cada día que amanece el número de tontos
crece”. El recuerdo me vino como por ensalmo el pasado miércoles,
cuando siendo las 12 de la mañana los diferentes digitales del país
colgaron una afirmación de un tal Alfons Godall que, al parecer, fue
vicepresidente de aquel gran gaznápiro, Joan Laporta, que durante
años presidió el Fútbol Club Barcelona. Dijo el mentecato: “El
destino y la desdicha nos han llevado a tener que ser españoles, por
eso entendemos la desdicha de Japón. Viven en la desgracia de sufrir
los terremotos y los tsunamis”. El tío lo dijo sin ponerse colorado;
le salió así, como improvisando. Este sujeto ya tuvo no hace más de
un año una reyerta con nuestros pilotos de Fórmula 1, a los que
descalificó e insultó por ser “madridistas y españoles”. En fin,
este no necesita amanecer como Garzón; este cada vez que amanece es
más tonto.
Pero si su capacidad para decir estupideces fuera individual e
intransferible, como los antiguos carnés, no tendría demasiada
importancia; su caso empieza a ser general más aún por el odio que
destilan a todo lo español que por su indudable y merecidísima
estructura de tonto contemporáneo. El asunto es más delicado. Vean.
No hace ni siete días que, recientemente constituido, el Parlamento
de Cataluña ha votado una proposición de ley por la que se apoyan
los ilegales y fantasmales referendos financiados, naturalmente, con
dinero procedente de los impuestos de todos los españoles. El Grupo
Parlamentario de Convergència i Unió apoyó la opción sin fisuras. Y
esto es lo que quiero decir a continuación.
Contradicciones
CiU, la coalición, está formada, aparte de por Convergència, cuyo
factótum directamente independentista es el hijo de Jordi Pujol,
Oriol se llama el retoño, por UDC. La otra parte es el partido de
procedencia democristiana Unió Democràtica de Cataluña, cuyo líder
es Josep Antoni Duran i Lleida, natural de la franja aragonesa,
sobre la que Cataluña mantiene una reivindicación política y
territorial permanente. De común, Duran es un personaje de
apariencia sensata, que vende sentido de Estado por doquier y que,
fruto de sus muchos años en Madrid y de estar siempre a las maduras
(el entendimiento con el Gobierno de turno) disfruta de una
popularidad que, en opinión de los más expertos sociólogos
electorales del país, “no resulta [frase de uno de ellos muy
reconocido] muy inteligible”.
Durán manifiesta a menudo en Madrid su nula tendencia al
separatismo, pero en Barcelona apoya todas las querencias
centrífugas no sólo de su partido hermano, sino del suyo propio; por
tanto, parece imprescindible a estas alturas de la película
democrática española preguntar con toda la intención del mundo: ¿es
usted, con toda claridad, tan independentista como Mas? ¿Apoya los
referendos de soberanismo que Mas patrocina con nuestro dinero? ¿Qué
van a hacer sus diputados y militantes en estas consultas? ¿Es
lógico permanecer en una coalición que propende, sin ambages y con
amenazas sucesivas, a la separación de España? ¿Es coherente su
pertenencia a una formación independentista con sus pertinaces
proclamas a favor del entendimiento con partidos españoles, léase el
PP o el PSOE?
Claridad urgente
Llegado el momento de ruptura por fases pero con urgencia, planteado
por el actual presidente de la Generalitat, aquí cada cual debe
aclarar su posición. Ni más engaños ni más triquiñuelas. El
escenario que está dibujando el nacionalismo catalán deriva en
opiniones como las del profundo bodoque Godall pero también en otras
actitudes, aún muy iniciales pero significativas, que favorecen el
enfrentamiento que, estoy personalmente seguro, detesta Duran i
Lleida.
Las exigencias agobiantes del nacionalismo catalán están deparando,
como excreciones indeseables, estos dos tipos humanoides: los tontos
de capirote que son capaces de comparar una tragedia espantosa, la
de Japón, con la propiedad (y disfrute) de un pasaporte determinado,
y la de los rabiosos separatistas, que empiezan a mostrar sus garras
no sólo en los campos de fútbol, sino en muchas otras plataformas
sociales de Cataluña. A este individuo, Godall, atacado de idiocia
clamorosa, le mueven tanto la radicalidad de Mas y los suyos como el
odio absolutamente irracional a un país como España que, en el peor
de los casos, le proporciona, por ejemplo, la posibilidad de
largarse a Japón a actuar como cooperante social, cosa que, con toda
seguridad, no va a hacer.
Quiero decir con todo esto lo siguiente: que ya está bien de que los
españoles nos tengamos que defender, casi a diario, de las
diatribas, bienintencionadas o no, que proceden invariablemente del
nacionalismo catalán. Vamos a ver: ¿en qué consisten los agravios,
la estafa a que estamos sometiendo los demás al llamado pueblo
catalán? Porque si es una cuestión de perras, discutámosla para
siempre, pero no con vocación de perentoriedad. Nadie como los
catalanes sabe que las condiciones de un negocio son revisables,
pero lo que resulta insoportable (utilizo un adjetivo admisible) es
que España entera esté pendiente de si los catalanes se encuentran
bien o no con nosotros.
Es más: ¿quién nos garantiza que si hoy les damos el máximo de los
que ahora piden estarán contentos en el episodio siguiente? Lo
siento: es que en esta España de hoy mismo que Zapatero ha
convertido en una realidad discutible y en un mercado persa al
propio tiempo, ya no nos fiamos nadie de ninguno. Por tanto,
claridad. Que se quieren ir, y aquí apunto sin ambages a los
democristianos de Unió, que lo digan, lo proclamen, y que no nos
envuelvan con frases difusas dependiendo del kilómetro en que las
pronuncien. Estamos en España en una situación terminal y en estas
circunstancias, por favor, ni una coña más; digamos cada uno lo que
creemos y lo que queremos. Por eso, con afecto y simpatía, que diría
la llorada Encarna Sánchez, Josep Antoni Duran i Lleida, di con
quién quieres estar. Definitivamente.
Políticos con mayúscula y con minúscula
EMILIO GUEVARA SALETA El País
20 Marzo 2011
Se ha escrito mucho sobre el proceso de transición en España de la
dictadura franquista a la democracia. Sin embargo, creo que al
enumerar los factores que
hicieron posible esa transición no se ha dado la relevancia debida a
uno: las características de quienes protagonizaron esa transición en
las distintas
instituciones, así como el modo de funcionar los partidos políticos
entonces. Cuando el común de los ciudadanos considera hoy a la clase
política como un
grave problema, se impone reflexionar sobre el modo de corregir esa
percepción, ya que en una democracia el desprestigio de los
políticos contiene el germen
del populismo, cuando no de otros males mayores. Y para ello se ha
de contrastar a los políticos de la transición y a los de ahora, y
el funcionamiento de
los partidos en uno y otro momento.
Siendo consciente de que toda generalización es peligrosa, creo sin
embargo correcto afirmar que la mayoría de quienes al morir Franco
acceden a los cargos
públicos tenía una característica: eran personas, aún jóvenes, pero
con una experiencia profesional, empresarial y laboral previa. No
necesitaban de la
política para vivir. Muchos de ellos sabían que, cumplido su
mandato, volverían a su trabajo o profesión anterior. Sabían que una
democracia de calidad
necesita de personas que consideran un deber dedicarse al servicio
de la comunidad durante un tiempo. Para ellos, la política era una
tarea noble y no una
profesión más o menos lucrativa. Todo ello les daba independencia y
prestigio ante sus compañeros y ante la sociedad, y un margen
considerable de libertad
para gestionar los asuntos públicos sin constricciones partidistas.
No decidían en función de sus intereses personales ni pensando en lo
que más convenía
para una carrera política que no se planteaban. No eran sectarios ni
dogmáticos, o al menos no se comportaron como tal. Así fue posible
que se construyeran
los acuerdos sobre los que se hizo la transición.
Hoy el perfil de la mayoría de los políticos y el funcionamiento de
los partidos es, en términos generales y con todas las excepciones
que se quiera, muy
diferente. Su formación académica, científica y cultural es inferior
a la de la generación de la transición. Carecen de experiencia
profesional o laboral
privada. Han vivido desde siempre en la inevitable burbuja en la que
se ha convertido la clase política actual, desconectada de la vida
real. Son tributarios
del aparato de su partido, porque para seguir ostentando cargos
habrán de ser dóciles y disciplinados. Para ellos el poder acaba
siendo un fin en sí mismo,
hasta confundir el interés general con el de su partido o el de
ellos mismos. Si íntimamente no lo son, tienen sin embargo que
mostrarse de modo dogmático,
incapaces de reconocer la parte de razón que pueda asistir al
adversario. Acaban siendo genéticamente inhábiles para concertar
cualquier acuerdo sobre
cuestiones básicas, salvo para mantener su cuota de poder. Son los
artistas de la política con minúscula. Y así nos va.
Un ejemplo de cuanto digo lo acabamos de vivir en Euskadi. Cuando el
PNV propuso a Mario Fernández ser presidente de la BBK actuó de
manera inteligente:
Fernández era y es, no solo una persona de carácter, excelente en su
profesión y con unos conocimientos y una experiencia inmejorables
para ese cargo, sino
también y sobre todo el candidato ideal para mí por una razón muy
simple: no necesitaba en absoluto ese cargo, como tampoco necesitó
en su día ser
vicelehendakari en la primera etapa del Gobierno vasco. Lo fue
porque, como a otros de aquella época, la tarea le ilusionó hasta el
punto de aceptar
evidentes sacrificios, sabiendo que acabados los deberes volvería a
lo suyo. Por ello no me ha sorprendido su reacción cuando un
determinado sector del PNV
ha pretendido entrometerse en el proceso de posible fusión de las
Cajas de Ahorro vascas, con planteamientos inasumibles de índole
partidista que responden,
no al beneficio de las Cajas y de los ciudadanos, sino a la obsesión
por seguirlas controlando hasta la asfixia.
Pero otra reflexión más se impone. Las generaciones que han seguido
a la que hizo la transición están más preparadas que ésta. ¿Por qué,
entonces, el nivel
de la clase política es menor? ¿Por qué todos los partidos tienen
evidentes dificultades a la hora de encontrar candidatos solventes,
que supongan una
renovación? Las razones pueden ser muchas, pero yo descarto una y
destaco otra. No creo que hoy exista más egoísmo y menos capacidad
de sacrificio, como lo
demuestra el número considerable de quienes han hecho de la
cooperación y del activismo social un elemento clave de su vida
personal. Son los propios
partidos los que han perdido en buena parte su capacidad para
convocar y organizar a quienes estarían dispuestos a hacer política
para los ciudadanos. Y es
que cuando en cualquier organización manda una nomenclatura que teme
el debate interno, que impone consignas y argumentarios desde
arriba, que al seleccionar
a las personas valora más la docilidad que la lealtad a un
compromiso de servicio público, no es de extrañar que sólo se
apunten quienes se sirven de la
política para prosperar en mayor grado de lo que son capaces de
hacerlo fuera. De esta manera se cierra un círculo vicioso: el
ejercicio de la política
pierde prestigio social, y, al estar cada vez menos valorado, sigue
creciendo la dificultad para atraer a los más preparados. Y al final
perdemos todos. Y
seguiremos perdiendo mientras quienes pueden y deben no se fijen
como un objetivo prioritario devolver a los ciudadanos el respeto y
la ilusión por una
política con mayúscula.
Gloria Lago en La Coruña
La lengua azul, según nos mostró la conferenciante, también es
síntoma del nacionalismo virulento cuando algunos de nuestros
simpáticos nacionalistas se la pintan así
alfonso de la vega ABC Galicia 20 Marzo 2011
CON dos furgonetas de la Policía Nacional a la puerta de la sede de
Novacaixagalicia del Cantón coruñés para preservarnos de los
posibles actos violentos o agresiones de los nacionalistas —así
estamos aún en la España del siglo XXI—, Gloria Lago pasó revista al
estado de los daños y averías democráticas de la política sobre
derechos civiles en materia de lengua de la actual Xunta.
La presidente de Galicia Bilingüe desgranó el suma y sigue de
fechorías y batasunismo larvado que so pretexto de defensa de la
lengua gallega perpetran sobre los discentes. Tiernas criaturitas en
la flor de la edad intelectual y emocional indefensas ante los
abusos y embustes del nacionalismo que practican algunos de los
grupos subvencionados por la Xunta que forman un entramado similar
al batasuno vasco. ¡Luego se lamentan del fracaso escolar y del
atraso de Galicia!
Pero lo que resulta más chocante, incoherente, amén de lamentable,
es que, según iba mostrando Gloria Lago con datos y más datos,
subvenciones y más subvenciones, millones y más millones de euros,
este batasunismo es financiado contra su voluntad por el vejado y
sufrido contribuyente español y administrado por la actual Xunta,
que en este tema capital para los derechos civiles y contra sus
promesas electorales apenas se diferencia del bipartito. «Culo veo,
culo quiero», se trata de una especie de imitación galeuzca, aunque
sin ETA, de la tradicional complicidad o sinergia entre Batasuna y
el tartufesco PNV, servida aquí por los grupos extremistas y el
acomplejado PP «de» Galicia. Que, o bien engañó conscientemente al
electorado liberal pro derechos civiles, o bien no tiene la valentía
de cumplir sus promesas electorales.
Curiosamente, consigna o casualidad, pese a estar la sala llena, en
el acto apenas había militantes conocidos del PP, no ya dirigentes
como Carlos Negreira, que dentro de unas semanas van a volver a
pedir el voto al que creen amorfo y olvidadizo elector. Tampoco de
algunas las supuestas asociaciones civiles denominadas liberales que
parecen estar más bien en la órbita presupuestaria del poder.
Sin embargo, mantengamos el humor con el que se toma las cosas la
oradora. Lo de las lenguas azules estuvo memorable. Hasta ahora
creía que la enfermedad de las lenguas azules era propia de
rumiantes, tanto domesticados como salvajes, o de cierta raza de
perros muy estimada como delicatessen en China; pero resulta que no,
según se puede ver en las fotos que nos mostró la conferenciante
también es síntoma del nacionalismo virulento cuando algunos de
nuestros simpáticos nacionalistas se la pintan así.
Gloria Lago es un gran valor de la sociedad civil gallega. Una
especie de Mariana Pineda de la Libertad entre tantos serviles del
nacionalismo que ocupan todos los partidos parlamentarios y
distorsionan hasta neutralizarla lo que debería ser una política
verdaderamente democrática, dirigida a fomentar el progreso
intelectual, cultural y económico de los ciudadanos españoles que
viven en Galicia.
Y es que el discurso fluye fácil, ágil, sencillo, cuando se
encuentran en conjunción mente y corazón, pensamiento y voluntad,
como es el caso de Gloria Lago. Un personaje que tiene la osadía de
propugnar ¡la libertad de elegir! Y no se amilana por mantener su
postura frente al poder.
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