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La renuncia no es el final
Ahora viene el peor momento para los socialistas. No tienen
capacidad de formular una alternativa siquiera velada al
zapaterismo, porque se interpretaría que es echar piedras contra el
tejado propio
MANUEL MONTERO El Correo 3 Abril 2011
La renuncia de Zapatero a ser candidato el año que viene inaugura un
nuevo ciclo, pero no cierra el anterior. Abre un interregno
imposible en el que el árbol caído ha de convivir con unas
elecciones locales, las luchas sucesorias internas y varios meses
con su sucesor. A buen seguro, este no tendrá otra que deshacerse en
continuas loas sobre el presidente, entusiasmarse con las medidas
que vaya tomando, sin otra opción que asumirlas, sostenerlas y, con
cierta probabilidad, estrellarse electoralmente. Su única
oportunidad será lucir la herencia ajena. Quedará exento de la
derrota el timonel que ha dirigido la nave hasta el naufragio. Su
imagen será la del que se ha sacrificado por España y por el
partido, renunciando a repetir y haciendo una política
desinteresada. En el reparto le toca la gloria. El que venga detrás,
que apenque.
Se está convirtiendo en hábito. De los cinco presidentes que ha
tenido la democracia española serán ya dos los que pasarán a mejor
vida política sin perder elecciones. Su derrota se carga en el haber
del heredero.
Por eso la renuncia de ZP no es aún el término del zapaterismo, sino
su realización más estilizada: la traca final en la que puede llegar
a sus expresiones esenciales. Hasta cabría el caso de que durante el
año y pico que le queda la política gubernamental no se centre
exactamente en lo que suele entenderse como bien general, sino en la
imagen del líder que día a día se cubre de gloria con su marcha
heroica, todo por la patria. Quizás ZP siga identificando la suerte
de España y la del PSOE con la del presidente optimista
antropológico, como ha venido pasando estos siete años. La misma
manera en que ha anunciado la renuncia parece ideada según tal
esquema. Se ha ido creando la expectación, desplazando el interés de
toda la política a su decisión, pese a la que está cayendo.
Lo de menos son las razones que le han llevado al paso que
escenificó ayer: que si la limitación a dos legislaturas estaba
pensado (en la intimidad) desde el principio de los tiempos; que si
ha habido presiones familiares; que si son normales los apuros en
vacas flacas. Lo importantes es que llega en plena debacle
socialista, con las encuestas por los suelos y una imparable imagen
de deterioro político, hasta el punto de que sus candidatos temían
verle en sus mítines.
Aunque sobreviva en plan zombi, en lo fundamental el zapaterismo ha
quedado liquidado. Ha sido una política centrada en el voluntarismo
y el políticocorrectismo.
Lo fundamental eran las derramas benefactoras, el radicalismo
sectorial y una cohesión social nunca bien definida. Y, por encima,
el discurso, sobre el que ha girado todo: el relato se imponía sobre
la realidad misma. Se negó la crisis cuando llegó, se buscaron
salidas a fuerza de anunciar brotes verdes que no brotaban e
imaginar luces al final del túnel. Probablemente, la quiebra de esta
forma de hacer política la haya precipitado no la crisis -sin negar
su importancia, pues es capaz de hacer temblar al gobierno más
atinado-, sino la manera en que se ha afrontado. En particular, la
renuncia a tomar las medidas necesarias, a ver si pasaba el cáliz, y
la obligación de tomarlas a contrapié, sin antes avisar que llegaba
el sangre, sudor y lágrimas.
En términos políticos ahora viene el peor momento para los
socialistas, por la dificultad de afrontar el hecho sucesorio sin
haber perdido elecciones y sin poder posicionarse contra el tipo de
política que les ha puesto en tal trance. No tienen capacidad de
formular una alternativa siquiera velada al zapaterismo, porque se
interpretaría que es echar piedras contra el tejado propio y porque
el presidente seguirá siéndolo. Tendrán que glorificar el pasado y
prometer continuidad, pues no hay noticias de que en el partido haya
críticas al respecto y no es improbable que los zapateristas estén
bien situados en los órganos decisorios.
En España todos los procesos sucesorios han resultado dificilísimos,
sin que nunca el sucesor primero haya ganado aún unas elecciones.
Esta vez será el más difícil todavía, al tener que producirse entre
las tinieblas de la crisis y el apoyo póstumo a la política
periclitada.
El propio planteamiento de la elección del candidato 2012 se las
trae. Es verdad que anunciando ahora la renuncia ZP se ahorra el mal
trago de hacerlo tras la verosímil derrota de las elecciones de
mayo. Mantiene la ficción de controlar los acontecimientos incluso
en el calvario y da la imagen de un sacrificio personal y político
no forzado. Sin embargo, resulta política-ficción imaginar que en un
partido de gobierno puedan aplazarse los movimientos sucesorios unos
meses y que después será un proceso prístino, de elección según las
querencias ideológicas de una militancia sin condicionamientos. La
imagen es zapaterismo puro. Los 'candidatables' se habrán empezado a
mover ya. Si alguno se ha distraído, lo habrán hecho sus
partidarios, que entenderán que les va el puesto en el envite. En
unos días la organización se irá convulsionando, de arriba a abajo y
viceversa. Todos dirán que lo único que les importa son las
elecciones inmediatas, mientras miran de reojo lo que hace el
compañero. Es posible que como sin querer se escape alguna
zancadilla.
Si nadie lo remedia los catorce meses que quedan de zapaterismo en
ejercicio prometen espectáculo. El parto de los montes.
Aunque quizás suceda que tras los aplausos y las alabanzas que
acompañan al 'sacrificio' de Zapatero, éste descubra que los
ovacionadores están pensando ya en otra cosa y que en política
cuenta más un candidato -incluso un candidatable- que un inminente
expresidente.
¡Albricias! Zapatero se va
Francisco Rubiales Periodista Digital 3 Abril 2011
Zapatero ha anunciado que no se presentará en 2012. No se va, como
se fue Aznar, por voluntad propia, sino expulsado del poder por los
españoles y por su propio partido, aterrorizado porque el simple
nombre de Zapatero resta votos y hunde las expectativas electorales.
La bolsa subirá, la esperanza renacerá, la economía se enderezará y
el suplicio a España cesará o, por lo menos, se mitigará. La caída
de Zapatero ha sido bochornosa. Lo ha hecho contra su voluntad,
empujado por un pueblo que le rechaza masivamente. Aunque no se
atrevan a decírselo, Zapatero, según las encuestas, ha acumulado más
rechazo ciudadano que los expulsados Ben Alí y Hosni Mubarak. Detrás
de si deja una estela de dolor, de derrota y de fracaso: cinco
millones de parados, tres generaciones futuras endeudadas, el erario
esquilmado, la corrupción infectando hasta los capilares de España,
la política desprestigiada, los políticos odiados, la confianza
perdida y el prestigio de España por los suelos, en todo el mundo.
Pasada la euforia inicial, los demócratas espñoles tuvieron un día
agridulce. La buena noticia era que se marcha, pero la mala es que
se queda un año más al frente del país que ha destrozado. El PSOE,
no satisfecho con habernos hecho más pobres, más tristes, más
desprestigiados y más desconfiados, nos mete ahora un cadáver en la
Moncloa y nos obliga a hacernos necrófobos.
El socialismo español queda marcado por la cobardía de no haber
sabido expulsarle del poder hace dos años, cuando todas las luces de
alarma se encendieron y quedó claro que Zapatero era un maestro del
engaño, un lider de lo opaco, un virtuoso del error y un enorme
obstáculo para el progreso de España.
Quien más dolor sentirá por la salida de Zapatero serán los
nacionalistas radicales y todo los que odian a España, un país que,
bajo su mandato caminó siempre, con paso firme, hacia el precipicio.
Los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos, los que persiguen a
los hispanoparlantes, los que llevan pistolas y capuchas, todos
ellos llorarán la pérdida de ZP, mientras que el resto de Españas se
baña en el jolgorio.
Hoy es un día de éxito para la España blanca, la que sigue creyendo
en el proyecto común de convivencia en democracia. Pero, sobre todo,
hoy es un día de fiesta para la democracia, que, sin Zapatero, podrá
reiniciar el camino hacia la necesaria y urgente regeneración. La
desaparición de un enano político que pactaba con los enemigos de la
nación, en contra de la voluntad de la mayoría, que aprobaba leyes
en contra de la voluntad popular mayoritaria y que quiso permanecer
en el poder por todos los medios, a pesar de que la inmensa mayoría
le exigía que se marchara, es siempre un motivo de fiesta y alegría.
Su anuncio de retirada le convierte en un verdadero cadáver político
con autoridad resquebrajada. Le va a resultar difícil resistir en la
Moncloa sin convocar elecciones anticipadas, como desean los
españoles ¿Quien va a respetarle ya, con la fecha de caducidad
grabada en la frente? A lo mejor le regala a España el gesto de
convocar elecciones. Quizás así evite que, cuando se levanten las
alfombras, le declaren "persona non grata".
Cuando desaparezca de verdad, cuando caiga en el olvido, España
podrá reiniciar el camino del resurgimiento, mande quien mande,
libre ya de la losa de plomo que representaba un Zapatero que pasará
a la historia como uno de los peores gobernantes de la historia
moderna de España.
Voto en Blanco
Balada triste de corneta
Luis del Pino Libertad Digital 3 Abril 2011
Editorial del programa Sin Complejos del domingo 3/4/2011
"El guateque" es una de las comedias más divertidas de Blake Edwards
y de toda la historia del cine. En ella, Peter Sellers interpreta a
un aspirante a actor de origen hindú, que trata de abrirse camino en
Hollywood, sin ningún éxito.
El actor hindú logra arruinar una filmación en la que le han
contratado como extra. Sin embargo, y debido a un error, Peter
Sellers es invitado al fastuoso guateque organizado por el
multimillonario productor de la película. Y a partir de ese momento
se produce una sucesión de escenas hilarantes, a medida que entre
Peter Sellers y un camarero borracho consiguen, involuntariamente,
convertir en un auténtico desastre aquel guateque monumental.
La escena con la que se inicia el film es auténticamente memorable.
Peter Sellers, interpretando a ese actor hindú, está trabajando como
extra en una película ambientada en la India colonial. Su papel es
muy cortito: simplemente tiene que hacer de corneta de un regimiento
inglés y tocar su instrumento para avisar a sus compañeros de que
los rebeldes están atacando. Entonces, los rebeldes disparan al
corneta y éste tiene que caer muerto al suelo.
Sin embargo, como su papel le parece demasiado corto como para poder
lucirse, el corneta decide seguir tocando después de los primeros
disparos. Los rebeldes vuelven a dispararle y Peter Sellers cae al
suelo, pero sólo para incorporarse de nuevo a los pocos segundos y
continuar tocando la corneta. Al final, todo el mundo termina
uniéndose para acribillar a balazos a aquel imbécil que no termina
de morirse ni de tocar la insufrible corneta, en lo que posiblemente
sea la muerte cinematográfica más larga de la Historia.
Ayer, Zapatero anunció que no piensa repetir como candidato en las
elecciones de 2012, lo cual constituye, desde luego, una buena
noticia. Pero tampoco creo que el anuncio sea como para echar las
campanas al vuelo.
En primer lugar, ¿cómo que Zapatero se va sin más? ¿Dice que se
larga después de dejar España como un solar, de arruinarnos
económicamente y de destrozar la Constitución,? ¿Se marcha del
restaurante y nos deja la cuenta para que la paguemos nosotros? ¡No,
hombre, no! Alguien tendrá que hacer que este hombre, uno de los más
nefastos gobernantes que hemos tenido (¡y mira que hemos tenido
malos gobernantes!) pague los platos rotos. Antes de que se marche,
alguien tendrá que pedirle responsabilidades - incluso penales, si
procede - por tanto desafuero cometido, por tanto atropello a los
derechos de todos los españoles y por tanto daño que ha causado.
Pero, en segundo lugar, es que Zapatero no se marcha. Lo que ha
anunciado ayer es simplemente que no se presentará como candidato
dentro de un año. Pero ni deja su puesto a ningún compañero de
partido, ni tampoco convoca elecciones, sino que piensa agotar la
legislatura. O sea, que el anuncio de ayer no es otra cosa que
marketing en estado puro. Estamos hoy igual que estábamos anteayer,
antes del anuncio de Zapatero: con todo un año por delante para
seguir profundizando en la ruina moral, institucional y económica. Y
Zapatero seguirá teóricamente al mando de la nave, para que la ruina
sea lo más absoluta posible.
Como en la película protagonizada por Peter Sellers, Zapatero sigue
aferrado a la corneta del Boletín Oficial del Estado y no termina de
morirse, a pesar de que ya le disparan fuego graneado hasta los de
sus propias filas.
En realidad, estamos todavía peor que anteayer. Porque es la primera
vez que tenemos en España lo que en Estados Unidos se denomina un
"pato cojo": un presidente saliente, que no tiene más remedio que
cumplir con las obligaciones protocolarias del cargo, pero que ya no
tiene mando real, porque sólo está esperando a la ceremonia de toma
de posesión de su sucesor. Pero con una diferencia a peor: aquí no
existe sucesor elegido, con lo que Zapatero ya no manda del todo,
pero no existe nadie tampoco que recoja claramente el testigo, con
lo que la situación de inestabilidad del país no hará sino
acentuarse.
Si quieren que les diga la verdad, la noticia de ayer me parece,
analizándola objetivamente, más bien mala. Porque Zapatero ni se
queda, ni tampoco termina de irse, lo cual representa la peor de las
combinaciones posibles.
Y hay un segundo aspecto negativo: está claro que el anuncio de ayer
se hace con el único y exclusivo fin de tratar de dar la vuelta a
las encuestas que pronostican un sonoro batacazo del PSOE en las
próximas elecciones del 22 de mayo. Básicamente, de lo que se trata
es de evitar que los ciudadanos españoles, hartos ya del desastre en
el que estamos inmersos, le propinen a Zapatero una sonora patada en
las reales posaderas de los alcaldes y presidentes autonómicos
socialistas.
Y lo malo es que ese anuncio de Zapatero puede lograr, en efecto, su
propósito. Porque la desaparición de Zapatero de la escena política,
aunque sólo sea como futurible, va a hacer que los electores
socialistas sientan menos tentaciones de propinar un voto de castigo
al partido de sus amores. Y, al mismo tiempo, disminuye la
motivación de los electores del PP para acercarse a las urnas. Con
lo cual, Mariano Rajoy puede encontrarse, una vez más, compuesto y
sin la novia del triunfo electoral. Si el PSOE consigue, explotando
adecuadamente el anuncio de Zapatero, remontar en las encuestas,
quien va a tener problemas para justificar un resultado mediocre el
próximo 22 de mayo es el propio Rajoy.
Sólo hay una cosa que me parezca positiva en el anuncio de ayer y es
su valor como síntoma. El hecho de que Zapatero se haya visto
forzado a realizar ayer su anuncio indica que el PSOE ve las cosas
lo suficientemente mal como para sacrificar pieza. Vamos, que los
socialistas están blanditos.
Lo cual quiere decir, por supuesto, que habrá que redoblar los
esfuerzos y profundizar en la crítica, para aprovechar el momento y
forzarles a sacrificar más piezas.
Porque no nos engañemos: el problema no es sólo Zapatero. Si
Zapatero se ha paseado por España como elefante por cacharrería es
porque su partido se lo ha consentido. De modo que el PSOE como
partido, sea quien sea su nuevo candidato, es tan responsable como
Zapatero de la ruina en la que nos encontramos.
Y, si quieren ustedes, podríamos ir todavía más allá: el problema no
es Zapatero y ni siquiera el Partido Socialista. El verdadero
problema radica en que tenemos un sistema que permite que nos
gobiernen los golfos. O aprovechamos la crisis para hacer reformas
radicales que devuelvan el poder a los ciudadanos, o será sólo
cuestión de tiempo que aparezca otro golfo que haga bueno a
Zapatero, como éste ha terminado haciendo bueno a Felipe González.
Elecciones generales, una exigencia
nacional
Editoriales ABC 3 Abril 2011
Zapatero ha tenido en cuenta que es un lastre para su partido, pero
no le importa seguir siéndolo para España
Por eso, es el PSOE el que echa a Zapatero de la candidatura
socialista, no solo la crisis. Es el temor de los barones
socialistas a empezar la campaña electoral para los comicios del 22
de mayo con la losa de un presidente rechazado por la opinión
pública y descalificado por los resultados de su gestión. El último
dato de Eurostat cifra en el 20,5 por ciento la tasa de paro en
España, la más alta de Europa y más del doble de la media europea.
Pero Zapatero se va a medias, apañando una decisión que solo busca
beneficiar electoralmente a su partido. Porque si la evolución de la
crisis es buena, según La Moncloa; si el PSOE apoyaba a Zapatero, el
secretario general con más poder, a juicio de José Bono; y si había
margen para remontar las encuestas, entonces no se entiende por qué
el presidente del Gobierno anuncia, con un año de antelación, que no
se presenta a las generales de 2012. La razón es que nada de eso es
cierto y Zapatero se enfrenta al veredicto inapelable del fracaso de
su proyecto político, iniciado en marzo de 2004, tras un atentado
terrorista que cambió el designio electoral de los ciudadanos.
Su anuncio responde a una estrategia electoralista, porque no está
complementado con el de la disolución del Parlamento en cuanto los
plazos legales lo permitieran. Zapatero ha tenido muy en cuenta que
es un lastre para el PSOE, pero no le importa seguir siéndolo para
España. Por eso es falso que su decisión garantice estabilidad al
país. Desde ayer España tiene, de hecho, un presidente en funciones,
que como tal va a relacionarse con los líderes europeos, los agentes
sociales, la opinión pública y su propio partido. No sirve repetir
ahora que ya dijo hace años que con dos mandatos era suficiente para
un político. A diferencia de Aznar, quien marcó las reglas de su
permanencia en el Gobierno desde el primer día, Zapatero ha jugado a
que pasara el tiempo para ver cómo discurrían los acontecimientos, a
decir una cosa y su contraria para siempre tener un precedente al
que agarrarse. Así es como sumió a su partido en la confusión más
absoluta, provocando la aparición anticipada de candidatos y de
movimientos internos de opinión, que no han tenido reparo alguno en
asumir la necesidad de que Zapatero no repitiera. Tanta sinceridad y
falta de pudor ha acabado mostrando a Zapatero el verdadero estado
de opinión de su partido.
Pero si el PSOE ha resuelto en parte su problema —solo en parte,
porque ahora tiene ante sí un proceso de primarias, o un congreso
extraordinario, carente de referencias de autoridad en el legado que
deja Zapatero—, agrava el de España. El vecino Portugal, como antes
Irlanda, demuestra que unas elecciones anticipadas no perjudican los
procesos de reformas contra la crisis. Menos aún si estos no están
dando los resultados esperados. El último informe del Banco de
España empeora los pronósticos del Gobierno sobre empleo y
crecimiento para 2011 y 2012. Es evidente que Zapatero no anuncia la
convocatoria de elecciones anticipadas, más allá de los
condicionantes legales, porque sabe, y el PSOE también, que sería
una debacle para su partido. Nuevamente se demuestra que el único
valor político que retiene Zapatero es la potestad para proponer la
disolución del Parlamento.
Ayer se acabó el zapaterismo como opción estratégica de la izquierda
española. Ahora empezarán en el PSOE los repudios a su secretario
general, más o menos velados, más o menos directos. Pero el fracaso
reconocido ayer por Zapatero, aunque no lo expresara, es también el
fracaso de su partido, que lo siguió dócilmente hasta en las
aventuras más lesivas para los intereses nacionales, como la
negociación política con ETA o el intento de descoyuntar el modelo
autonómico del Estado con el Estatuto catalán. Y no solo esto; han
sido siete años de experimentos ideológicos de una izquierda
intervencionista, paternalista y crispadora, que ha dejado fracturas
evidentes en el sistema judicial, el modelo educativo o la
organización territorial. Una izquierda que no tuvo reparo en
secundar la deslealtad de Zapatero con los valores de la Transición
y los consensos de Estado fraguados en la Constitución de 1978. En
efecto, hay un claro fracaso de gestión económica, pero tanto como
el fracaso ideológico del PSOE en sus principales proyectos
políticos, todos los cuales giraban en torno a la liquidación
política de la derecha. Objetivo también fracasado.
La agonía de un fracasado
Editorial www.gaceta.es 3 Abril 2011
Su soledad es fruto de sus errores, de su empecinamiento en ellos.
La legislatura está completamente agotada y los presupuestos para
2012 de almoneda.
La situación de España no se sustancia con la renuncia a una
candidatura, sino con la convocatoria urgente de elecciones
generales. Zapatero, que se sabe derrotado, lleva ya un largo tiempo
tratando de dignificar el final de su mandato. Su decisión,
largamente postergada, de no presentarse a las elecciones, es un
acto más en ese intento de encalar una trayectoria con un balance
muy lamentable. Lo tiene muy difícil, porque quien ha sido, sin
duda, el peor presidente de la democracia española no logrará que la
necesidad consiga disfrazarse de virtud. Zapatero no se va, le
echamos todos los españoles, hasta los de su partido. Le ponen en la
calle sus ruinosos resultados, sus ridículas políticas, su ademán
sectario e iluminado, su revisión absurda y grotesca de la historia
y de la democracia.
Además, le ponen en la calle su delirante gestión de la crisis
económica: eso es lo que le obliga a irse, por mucho que trate de
disfrazar esa expulsión de la política como una dimisión voluntaria,
como un sacrificio en aras de la felicidad de los españoles y del
buen futuro de su partido. Si realmente fuera capaz de tamaña
generosidad, se habría de ir mañana mismo, convocando urgentemente
las elecciones generales, pero va a cometer otro error, que agravará
las cosas, va a intentar gobernar sin ninguna autoridad, en
solitario, porque ningún presidente del Gobierno ha estado nunca tan
aislado y desprestigiado como ahora lo está Zapatero. Su soledad es
fruto de sus errores, de su empecinamiento en ellos. Llegó a la
Presidencia tras una serie de carambolas, y envuelto en el suceso
más triste y siniestro de la historia de España. Pretendió gobernar
como si las palabras fueran suficientes, con una soberbia
intelectual y moral absolutamente inmotivada porque, la verdad, de
su boca no ha salido otra cosa que vaciedades presuntuosas, que
necedades huecas. Se dedicó a dividir a los españoles, a expulsar a
sus adversarios del recinto de la democracia, a modificar insensata
y traicioneramente la Constitución, a tratar de convertir a asesinos
confesos en concejales, y a presentar a políticos decentes como
enemigos del pueblo, de la libertad y de la paz. Su idea de la
democracia la aplicó también a su partido al que ha vaciado casi
completamente de contenido: ha sido vergonzoso ver cómo viejos
socialistas con un mínimo de consecuencia se han plegado a los
dictados caprichosos de un líder tan imprevisible como huero. Ahora,
en el momento más bajo de su popularidad, pretende convertirse en un
estadista, hacer como si España fuese para él lo único importante.
Pero la credibilidad de Zapatero está absolutamente arruinada y ya
nadie puede esperar nada de él. Es una desdicha para todos que el
PSOE sea tan hipócrita, que sus colegas le aplaudan tratando de
sacar algún rédito de la falsa grandeza del que simula un
desprendimiento del que carece.
Insistimos: elecciones ya, el primer día que sea constitucionalmente
posible, porque no tiene sentido ninguna otra alternativa con un
presidente derribado y fuera de combate al que ya no le queda otra
cosa que su exasperante tendencia al disimulo. Que nadie se engañe,
la legislatura está completamente agotada y los presupuestos de 2012
están, nunca mejor dicho hablando de socialistas y nacionalistas, en
almoneda. Si no superara el trance presupuestario, tendría que
convocar elecciones a finales de verano y, para ese viaje, mejor
sería ahorrarnos a todos el desperdicio de tiempo y de razones que
va a suponer una campaña tan artificialmente alargada.
Su discurso a los pares del PSOE demuestra que ni siquiera él cree
ya en que exista ninguna oportunidad de remontada, de ningún brote
verde: solamente tierra quemada. Por eso anuncia su marcha, porque
está convencido de que no hay nada que hacer, de que ha llevado a su
partido al desastre, consecuencia lógica de haber perdido dos
legislaturas casi completas, de haber conseguido empeorarlo todo: la
situación económica, el desempleo, el equilibrio territorial, la
estabilidad constitucional, la política exterior en la que ha sido
un motivo continuo de mofa para los dirigentes del mundo entero,
atónitos ante un personaje tan insustancial y fuera de lugar. Se va
tras haber prolongado artificialmente la decadencia de ETA,
apadrinando una negociación en la que ofrecía esperanzas que bordean
la alta traición, enfangando al Tribunal Constitucional, a la
Justicia, tras poner en la calle a asesinos que debieran permanecer
a buen recaudo, tras ahondar nuestra dependencia energética, tras
pagar cobardemente por rescatar a nuestros barcos de las garras de
piratas de tres al cuarto, tras encabezar una pomposa y ridícula
alianza de civilizaciones que culmina con la intervención de
nuestros Ejércitos en la vecina Libia, sin que nadie sepa
explicarnos para qué demonios estamos allí.
Nos deja un buen reguero de cadáveres políticos a sus espaldas.
Nadie sabe lo que dará de sí la jaula de grillos en la que se va a
convertir el PSOE, tan ayuno de razones como ebrio de ambiciones. No
debería esperar la menor simpatía con su fingido gesto de
desprendimiento, ni que el futuro le reivindique, porque España no
puede permitirse otro presidente que haga bueno a esta pesadilla que
pretende seguir un año más en La Moncloa.
La hora del epitafio
La sociedad española tardará bastantes años en reparar los destrozos
de este personaje
Aleix Vidal-Quadras www.gaceta.es 3 Abril 2011
La crónica de una muerte anunciada ha llegado a su fin. José Luis
Rodríguez Zapatero, el quinto presidente del Gobierno desde la
Transición, ha mordido el polvo y, abrumado por su fracaso, ha
anunciado que renuncia a presentar por tercera vez su candidatura.
Aunque a la luz de su trayectoria previa ya podía adivinarse, sus
ahora perfectamente conocidas capacidades personales han dejado
palpable que el exigente oficio al que fue promovido por la voluntad
mayoritaria de su partido primero y de los españoles después
rebasaba con mucho sus posibilidades de desempeñarlo con acierto.
Equipado con un expediente académico mediocre, sin obra escrita
conocida, carente de cualquier experiencia profesional o empresarial
de cierto calado, deformado por la escuela de la conspiración de
pasillos en la estructura burocrática de una organización política
de provincias, prácticamente inédito como parlamentario, sin otro
idioma que el propio y este manejado con lenta, pobre y torpe
premiosidad, vacío de bagaje intelectual más allá de los cuatro
lugares comunes del progresismo barato, impregnado del rencor hacia
todo lo que represente excelencia típico de los mediocres, limitado
por la mentalidad aldeana del que nunca ha realizado actividad
alguna en el extranjero, desprovisto de escrúpulos morales, incapaz
de evaluar las consecuencias de sus disparates e ignorante incluso
de los rudimentos de economía que posee un ejecutivo medio de una
pequeña compañía, el inefable ZP se encontró un buen día catapultado
a la máxima responsabilidad ejecutiva de una de las mayores naciones
de Europa.
Este experimento absurdo estaba condenado al desastre y así ha
sucedido para desgracia de la sociedad española, que tardará
bastantes años en reparar los destrozos que este personaje entre
ridículo y patético ha provocado en su riqueza material y en su
consistencia ética. Cuando le confesó a su mujer que había
descubierto que era enorme el número de españoles que podían hacer
su trabajo, puso de relieve, aparte de su levedad mental, su
irreversible condición de irresponsable contumaz. De la misma forma
que la sabiduría consiste en la ampliación progresiva del ámbito de
nuestra ignorancia, la apreciación de que la función de cabeza del
Consejo de Ministros está al alcance de cualquiera sólo puede surgir
de una de chorlito.
Un primer augurio sombrío de su entronización lo proporcionaron las
trágicas y oscuras circunstancias en las que tuvo lugar su
inesperada victoria de 2004. Nadie, ni por supuesto él mismo pese a
ocasionales baladronadas inmaduras, pronosticaba un resultado
favorable para el PSOE hace siete años. Los dos mandatos de Aznar
habían saneado las arcas públicas, dinamizado el sistema productivo,
reducido la tasa de paro hasta casi situarla en la media
comunitaria, posibilitado la acogida sin tensiones de cuatro
millones de inmigrantes, modernizado las infraestructuras y
fortalecido el prestigio de España en el mundo. Todavía era pronto
para percibir los peligros latentes en un modelo de crecimiento
exuberante pero frágil y los excesos del sector financiero global
que incubaban una crisis pavorosa.
Nuestro país disfrutaba entonces satisfecho de una etapa de
prosperidad sin precedentes cuya prolongación se creía asegurada.
Fue la reacción emocional ante una atrocidad sangrienta malignamente
explotada por la izquierda y mal gestionada por el PP en términos de
comunicación la que de repente colocó en La Moncloa a un perfecto
inútil. A partir de este suceso aciago, y tras un arranque en el que
se vivió de las rentas acumuladas durante el periodo anterior, los
estragos del diseño zapateril pronto fueron visibles. Su estrategia
ha consistido en impulsar todo lo que pudiera dividir, empobrecer,
embrutecer, desprestigiar y debilitar a España a la vez que impedir
o sabotear las iniciativas o las medidas tendentes a unirla,
cohesionarla o abrirle oportunidades. La combinación letal de
feminismo radical, ecologismo barato, connivencia con el terrorismo,
pacifismo pusilánime, demonización del otro gran partido nacional,
despilfarro galopante, deterioro de la educación, fragmentación de
la nación y castración del Estado, ha sumido a nuestro país en la
postración, la ruina, la confusión y el desánimo. El regreso al
anonimato del que nunca debió salir del peor gobernante que hemos
padecido en los últimos dos siglos únicamente puede producir alivio.
En esta hora feliz de escribir su epitafio político, uno muy
indicado sería: “Nunca soñó subir tan alto, nunca España imaginó
caer tan bajo”.
¿Y España, qué?
Mario Conde www.gaceta.es 3 Abril 2011
Será una sucesión dentro de un modo de hacer gobierno: el
zapaterismo.
Lo previsto. Lo inevitable. Seguramente lo deseado por muchos
potenciales votantes del PSOE. Al tiempo, lo no querido por Botín y
tres empresarios más a quienes no ha atendido el presidente, ya en
camino hacia la ex presidencia del Gobierno y hacia una soledad de
perfiles ignotos. Desde hoy guerra interna más abierta, más visible.
El poder se conquista con la guerra que es instrumento de la fuerza.
Habrá primarias, seguro.
Quizás de un solo candidato. Tal vez peleen el viejo felipismo
(Rubalcaba) con el nuevo socialismo catalán (Chacón), manteniendo un
separatismo semioculto pero sentido. En todo caso será una sucesión
dentro de un modo-de-hacer-gobierno: el zapaterismo. Porque todos
los que han coparticipado en los Gobiernos de Zapatero, de grado o
de fuerza, han comulgado con ese modo de gobernar caracterizado por
un magma de contaminaciones en las que la negación de lo evidente,
las reformas de corte sectario, la incompetencia manifiesta en
ocasiones, el relativismo y la conveniencia electoral como
principios, la mentira elevada a categoría desde el nivel de
anécdota, en fin un modo de comportarse que refleja un modo de
pensar, como decía el viejo socialista francés Jospin.
Y, ¿España qué? Pues lo deseable hubiera sido ahorrarnos el
entreacto y que el anuncio hubiera coincidido con dimisión y
convocatoria de elecciones generales. No digo jurídicamente, sino
política, social y económicamente. Pero no. El anuncio se hace en
clave electoral: se trata de dañar al PP eliminando una posible
barrera al voto socialista en las próximas elecciones, porque aunque
son locales y parcialmente autonómicas se leerán en clave nacional.
Cuentan con que los niveles de rechazo de Zapatero (78) y de Rajoy
(70) son parecidos. Si gracias a esta dimisión-anuncio el PP no
consigue arrasar, como sería su obligación con la que está cayendo,
al socialismo le quedan esperanzas para 2012, porque sin victoria
aplastante se producirán efectos de calado en el PP. Si no, al
tiempo.
Epílogo y agonía del Zapaterismo
«La buena noticia es que se va; la mala, que no se va todavía. Con
su renuncia aplazada, recibida por los suyos con un desapego
glacial, Zapatero abre un vacío de poder y convierte al país entero
en rehén de su crisis de autoridad política»
POR IGNACIO CAMACHO ABC 3 Abril 2011
LO más llamativo fue el desapego. La gelidez emocional, el glacial
desafecto con que la dirigencia socialista recibió el anuncio que
llevaba meses esperando. No hubo un solo ademán de disimulo, ni un
gesto de compasión retórica, ni un leve lamento postizo, ni mucho
menos una ritual exhortación a la permanencia; sólo un alivio
patente, denso, casi corpóreo, como si las palabras del presidente
hubiesen desatornillado una válvula por la que se escapase la
presión colectiva acumulada en muchas lunas de desasosiego. Nadie
expresó un atisbo de pesar ni dio lugar siquiera por cortesía o por
delicadeza a una sospecha de aflicción o de desconsuelo; la consigna
del «respeto» a la decisión del líder apenas disfrazaba la
manifiesta evidencia de una satisfacción mal enmascarada.
Esa indiferencia desabrida, esa cruel, ingrata distancia emotiva de
la nomenclatura socialista hacia quien hasta hace bien poco era su
líder mesiánico, su gurú mesmérico, convierte desde ayer a José Luis
Rodríguez Zapatero en un gobernante fantasmal encerrado en la
burbuja de un vacío de poder. Su segundo mandato concluyó de facto a
las diez y media de la mañana del sábado, en el momento mismo en
que, en medio de un silencio sideral, dio a conocer su voluntad de
no repetir candidatura y abrió un proceso de sucesión electiva. A
las diez y treinta y un minutos, apenas formulada su renuncia
diferida, cumplida la expectativa de revelación en el Sinaí del
comité federal, era ya un presidente interino. Lo hubiera sido en
cualquier caso a partir del instante en que despejó la incógnita
sobre su futuro, pero la ausencia de una mínima empatía sentimental
entre los suyos y la sensación explícita de fin de ciclo abocan el
resto de la legislatura a un agónico intermezzode liderazgo
flotante, bicefalia latente y confrontación intestina. Y su decisión
de agotar los plazos de poder transfiere hacia la totalidad de la
nación lo que hasta ahora constituía un problema de partido.
Quedan más de 300 días hasta marzo de 2012. Una eternidad en el
volátil tempode la política española, condenada desde ayer a una
provisionalidad suspensoria. No tanto por la autolimitación efectiva
del presidente como por su manifiesta carencia de liderazgo
estratégico y su palmaria falta de respaldo interno. Cuando Aznar se
puso fecha de caducidad a sí mismo contaba con mayoría absoluta
parlamentaria, una adhesión incondicional de la militancia y un
control incontestable de los resortes de poder, que mantuvo incluso
durante el período de tránsito en funciones. Aun así, recibió
críticas fundadas a sus evidentes síntomas de autismo. Zapatero es
en cambio un gobernante amortizado por sus propios electores y
repudiado por sus cuadros de dirigencia. El más reciente y
descomunal de sus errores, la contumaz minusvaloración de la crisis
económica que arrasaba el tejido productivo español hasta
arrastrarlo a una sima social, ha sometido su figura a un desgaste
abrasivo que lo ha convertido en pocos meses —datos del CIS— en el
presidente peor valorado de la democracia, con índices de
popularidad inferiores a los de Aznar durante la guerra de Irak y a
los de González bajo el huracán simultáneo de la corrupción y los
crímenes de Estado.
La precipitada reconversión de sus políticas proteccionistas en un
ajuste forzado por la amenaza de quiebra ha sembrado la irritación
en el cuerpo electoral; no tiene credibilidad entre los ciudadanos y
constituye un lastre para su propia causa. Su decisión de hacer
pública por anticipado la renuncia a la candidatura obedece al
clamor de un partido agobiado por la carga que le supone acudir a
las elecciones autonómicas y locales bajo el patronazgo de un líder
caído en desgracia. El anuncio de ayer contribuirá sin duda a
rebajar ese estado de desesperanza entre los suyos, pero la voluntad
de permanecer en su puesto hasta el final y agotar el mandato
aferrado a la nada convierte al país entero en rehén de su crisis de
autoridad política. Y lejos de suponer un gesto de generosidad
personal, establece una prioridad diáfana del patriotismo de partido
frente al patriotismo de patria; es decir, de los intereses
sectarios frente al sentido de Estado.
Esa ha sido precisamente una característica esencial de todo el
ciclo zapaterista. Sus proyectos angulares —la negociación con ETA,
la reforma subvertida del modelo territorial, las leyes de
ingeniería social y civil y la convocatoria de los demonios
familiares de la guerra al amparo de la memoria histórica— obedecen
a un mismo impulso de fraccionamiento ideológico que ha despreciado
a sectores cruciales de la sociedad española y ha roto la mayoría de
los consensos básicos de la Transición que sirvieron para refundar
la convivencia democrática. Combinado con el concepto posmoderno de
la democracia instantánea, es decir, la política gestual y de
inspiración demoscópica y el cortoplacismo táctico, ese designio
rupturista ha dominado una acción de gobierno centrada en el
propósito de consolidar una hegemonía banderiza en detrimento del
interés de Estado. Y su fracaso final, que comenzó a fraguarse poco
después del triunfo en las elecciones de 2008, se debe a la falta de
competencia, solidez y experiencia para hacer frente a una crisis
estructural de gran alcance que superaba el estilo de oportunismo
maniobrero para imponer la necesidad de un compromiso nacional con
visión panorámica, capacidad de renuncia y liderazgo estratégico.
El frágil espíritu de liviandad política que constituye la esencia
del zapaterismo gravita sobre el incierto epílogo abierto ayer con
la expectativa sucesoria. El discurso del presidente saliente
representó una nueva entrega de su voluntarismo iluminado, de ese
infantil optimismo negacionista capaz de dibujar la realidad
ilusoria de un país en recuperación pese a las evidencias de
estancamiento y al desolador panorama de de-sempleo y zozobra
financiera. Agarrado a esa ficción transparente, Zapatero disfraza a
conveniencia un horizonte inquietante en el que pretende seguir
gobernando España sin potestas ni auctoritas, sin capacidad de
convicción moral ni poder efectivo. Por más que constituyan un
impecable procedimiento democrático, las primarias socialistas
sacudirán la escena pública con todo su ruido de convulsión
fratricida en una coyuntura extremadamente ino-portuna, y abocarán
después a una inevitable bicefalia en la que el presidente titular
perderá toda capacidad de referencia jerárquica y quedará
imposibilitado para dirigir el país con un mínimo de peso
específico. Sin la razonable disolución anticipada del Parlamento y
la consiguiente convocatoria de elecciones, lo que espera es un año
terminal de estertores y de política catatónica sometida a una
estéril respiración asistida. Para aliviar en parte —sólo en parte—
los problemas inmediatos del PSOE, un gobernante expulsado de hecho
por sus propios compañeros se dispone a dilatar el desenlace durante
once meses de moribundia. Y ni siquiera le ha quedado el consuelo de
una magra comprensión o de un piadoso amparo cosmético: como Adolfo
Suárez hace treinta años, lo único que escuchó ayer, en su
ceremonial de inmolación ante su gente, fue el sordo rumor de un
hondo suspiro de alivio.
IGNACIO CAMACHO ES PERIODISTA
No me lo creo
Si ha estado ocho años mintiéndonos, ¿cómo ahora va a decir la
verdad? Si ha dicho que se va, hará justo todo lo contrario
ANTONIO BURGOS ABC 3 Abril 2011
PUES, ¿qué quieren ustedes que les diga? Usted se lo creerá. Todo el
mundo se lo ha creído. Han tragado. Pero yo no me lo creo. Y no es
que sea incrédulo. Hasta creo en los dones del Espíritu Santo, que
es bastante más complicado que lo que pueda decir este personaje
siniestro. Porque les juro por lo más sagrado, aunque esto de jurar
y de lo sagrado sean políticamente incorrectísimos, que yo no me
creo que este tío vaya a coger a sus Sonsoles y a sus niñas góticas
y se vaya a largar, con lo encantado de haberse conocido que está.
No es que yo sea un incrédulo, como les digo. Es que tengo memoria.
Y si este tío coge el portante y la media manta y se va, como ha
anunciado, y le larga a otro el mochuelo de perder las elecciones,
será la primera verdad que haya dicho en todo este tiempo que lo
hemos padecido como presidente del Gobierno, en el que ha dejado a
España rota y en ruinas, mucho peor que el de Mienmano pudiera
imaginar nunca cuando predijo que no la iba a conocer ni la madre
que la parió.
Aunque no soy analista político (ni Dios lo permita), mi argumento
es bien sencillo: si este tío, desde que llegó al poder, no ha hecho
más que colocarnos solemnes mentiras y ampulosos embustes, ¿cómo va
a ser posible que haya roto en verdad al cabo de tanto tiempo, que
yo creo que hasta se le ha olvidado ya que existe la verdad?
Llegó con el buen rollito del talante y en todo este tiempo no ha
habido ni buen rollito ni talante, sino que ha resucitado
peligrosamente a las dos Españas. Menudo rollito la crisis en que
nos ha metido y la última comparación de las cifras de paro de
España con la media de la Unión Europea, y menudo talante el
despilfarro y la inepcia como modos de actuación de su virtual
Régimen.
Revalidó el poder cuando España chorreaba literalmente sangre de las
mochilas de Atocha, que aquí nos olvidamos muy fácilmente de los
muertos si son a cientos: los 900 de la ETA o los 192 de vaya a
usted saber quién en el 11-M. Sobre esa sangre, volvió a ganar las
elecciones porque hizo justo lo contrario que había prometido: usó
el terrorismo con fines políticos. Y porque mandó decir a esta
nación de borregos que España no se merece un Gobierno que le
mienta. ¡Anda que no! ¡No ni ná! Anda que no le ha mentido veces
desde aquella frase famosa coreada por los pancarteros, en las horas
del «¡Pásalo!».
Dijo que en España no sólo no había crisis, sino que no la iba a
haber nunca. Que los que tal decían eran unos antipatriotas, pues
estábamos que lo tirábamos de bien. Luego vino lo que todos
padecemos, el paro terrible, la deuda de caballo, España al borde
del rescate. Antipatriotismos, vamos, porque aquello era sólo, ¿cómo
le decía? Ah, si: la desaceleración. ¡Menuda mentira la
desaceleración! ¿Y lo de que nuestro sistema bancario era el más
fuerte del mundo, cómo se les queda el cuerpo al recordar aquella
mentira?
Y luego, cuando el vil Proceso de Pazzzzz y los muertos de la T-4,
dijo que no habría más negociación con la ETA, cuando se ha
constatado que les comían en la mano a los asesinos para maniatar a
la Policía y callar a los jueces.
Así que si ha estado ocho años mintiéndonos, ¿cómo ahora, al humo de
las velas, va a decir la verdad? Si ha dicho que se va, hará justo
todo lo contrario, como siempre: se quedará. Y bien que lo siento,
porque ya tenía enjauladas las palomas para soltarlas y comprados
los mazos de cohetes para tirarlos.
Demolición de un país
Su único ideario fue el poder, a cualquier precio
LUIS VENTOSO ABC 3 Abril 2011
EN contra de lo que pueda parecer, Zapatero sí ha suscitado un gran
consenso. Y es que ha logrado ponernos a todos de acuerdo en algo:
ha sido de largo el peor presidente de nuestra democracia. El
diagnóstico lo comparten en privado muchos de sus más relevantes
compañeros, vergonzosamente silentes, pues callaron mientras sabían
que su líder estaba acometiendo la demolición de España desde la
propia Presidencia de la nación. Un ejercicio inaudito, animado por
un puro oportunismo personalista, y que ha abierto heridas de toda
índole que costará restañar. La hoja de servicios del que hoy
anuncia que se va (pero que aún pretende atornillarse hasta el 2012)
es simplemente pavorosa. Cuando llegó a la Moncloa (merced, no lo
olvidemos, a la conmoción inesperada del 11-M), la economía española
crecía al 2,8 por ciento, había dos millones de parados y España,
prestigiada exteriormente, jugaba a sobrepasar a Canadá e Italia.
Hoy somos un país rendido. El paro, con 4,2 millones de
desempleados, semeja una plaga bíblica, inabordable. El crecimiento
en el 2010 fue negativo (-0,1 por ciento). En lugar de competir con
los mejores, ahora sudamos tinta en la triste liga de Portugal y
Grecia. No olió la crisis ni ha sabido vadearla. El resultado de sus
reformas, tardías, dubitativas, es nulo.
Hay más. Y tal vez peor. Zapatero agitó el avispero territorial,
dando alas a un Estatuto catalán que desmontaba el andamiaje
constitucional. Reabrió los olvidados enconamientos de la Guerra
Civil. Arruinó la imagen exterior de España, con una diplomacia
frívola y voluble, que dinamitó un consenso histórico. Agredió a la
sociedad civil, con un ejercicio de ingeniería social laicista que
supuso un gancho al mentón de un país que sigue sintiéndose
mayoritariamente católico. Mancilló el prestigio de las
instituciones y quebró la lealtad institucional básica (¡un
presidente de España que decía a los catalanes que buscaría la
manera de incumplir la sentencia del Constitucional!). Por último,
lo más imperdonable: mintió a sus ciudadanos. Y no fue en un tema
menor, sino en el asunto medular de ETA. Siguió negociando tras
asegurar que no lo hacía. Solo eso le habría costado el puesto en
una democracia anglosajona.
Torpeza y vacuidad. Incompetencia y una carencia de valores casi
desconcertante. Se va Zapatero y queda la sensación de que hemos
vivido bajo la férula de un iluminado que sólo creía en sí mismo. No
se le conoce un ideario estable. Hizo real el chascarrillo de
Groucho Marx: «Estos son mis principios. Pero si no le gustan, tengo
otros». Se postuló como el abanderado de los derechos sindicales,
para acometer luego un recorte sin precedentes. Tomó medidas contra
el déficit solo 24 horas después de decirle a Rajoy que no tocaba.
Nació en Valladolid, se crió en León… y acabó emparejado con los
nacionalismos periféricos más desgarradores (aquella imperdonable
alianza con un partido antisistema como Esquerra…). Se fue de Irak
atolondradamente, para chapotear en Afganistán, Líbano y Libia.
Nombró ministros de fuste que le duraban un año (Molina, Bernat
Soria). Quiso reformar su partido, pero acabó en manos del viejo
valido del felipismo, Rubalcaba, oscuro telón de fondo de todo
paisaje. Su único ideario fue el poder, a cualquier precio. Su
legado, un hoyo del que España saldrá, sí, pero con sudor y
lágrimas.
Otra vez la abulia española
Estamos ante una dolencia idiopática, esto es, constitucional en el
doble sentido, médico y político. No hay ciudadanía que valga
mientras se inhiba el derecho a protestar por las injusticias. La
apatía de la opinión pública es correlativa a la indolencia en el
trabajo y en el estudio. Ahora somos un país de propietarios: casa,
coche, ahorrillos y títulos educativos. No sé si el toro de Osborne
va a tener que cambiarse por la silueta de un borrego o de un oso
panda. La abulia consiste en que cada uno sólo se queja de lo que le
toca y cree que otros son los que deben protestar.
Amando de Miguel www.gaceta.es 3 Abril 2011
Celebramos este año el centenario de la muerte de Joaquín Costa. En
su epitafio de Zaragoza pusieron como gran mérito final: “No
legisló”. Es decir, las grandes transformaciones que necesitaba la
España de su tiempo no eran leyes sino cambios de costumbres; hoy
diríamos de estilos de vida, de reformas estructurales, de valores.
Esa crítica regeneracionista fue realmente castiza y la podemos
aplicar hoy a la sociedad española actual. Después de todo, somos la
misma estirpe, los españoles de la Restauración y los de la
Transición.
Decían los regeneracionistas que la enfermedad principal de España
era la abulia. Consistía en una suerte de indiferencia ante las
injusticias, una resistencia a la cultura, una incapacidad para
movilizarse fuera de los estallidos de violencia. Aquella era una
sociedad mayormente rural y analfabeta, una especie de Tíbet que
destacaba en la Europa civilizada. Hoy las circunstancias materiales
han cambiado radicalmente. España se alejó del Tíbet y se ha
acercado a Holanda, por lo menos en el aspecto económico. Esa
oscilación pendular ha sido tan impresionante que nos ha hecho
olvidar que continúa en el sustrato colectivo la abulia inveterada,
ahora por otros motivos. La inesperada afluencia económica nos ha
hecho a los españoles acomodaticios.
Habrá que volver a las metáforas organicistas del regeneracionismo
de Costa. España sigue siendo un organismo que está enfermo. No hay
que recurrir ahora a la virtud taumatúrgica de un “cirujano de
hierro”, hartos como estamos de autoritarismo. Antes bien, lo que
ahora detectamos en la resonancia magnética del país es que menudean
las prohibiciones, los arbitrismos, las corrupciones. Lo
sorprendente es que esa nueva versión de oligarquía y caciquismo se
pueda dar en una sociedad desarrollada, de servicios, con educación
general. Pero la sombra del poder es generosa.
La cuestión quizá esté en que la enfermedad actual no es infecciosa
sino degenerativa. No se trata de sajar, ni siquiera de administrar
antibióticos. Estamos ante una dolencia idiopática, esto es,
constitucional, en el doble sentido médico y político.
Nos sentimos alarmados todos por esa estrambótica cifra de los cinco
millones de parados. Bien es verdad que muchos de ellos trabajan en
la llamada economía sumergida, pero esa salida es tan natural como
la del mercado negro cuando hay racionamiento. Más grave aún es que
haya 10 millones (por redondear) de personas en edad productiva que
trabajan poco. Los estudiantes que no estudian, los parados que
viven del subsidio, los trabajadores en baja caprichosa, los
funcionarios que no funcionan y los prejubilados suman un
onerosísimo ejército de indolentes. Añádanse los empresarios que
viven de las subvenciones o de los contratos privilegiados con los
organismos públicos. Se trata al final de un inmenso despilfarro del
erario. De ahí que la necesaria salida sea la elevación continua de
los impuestos, tasas, licencias, cánones, multas, precios
intervenidos. Lo peor no es el derroche de recursos que ya es malo
sino la mentalidad resultante de indiferencia de la opinión pública,
de resignación. En definitiva, con la misma Constitución, muchos
españoles se van transformando en meros súbditos, por más que se les
halague a troche y moche con lo de “ciudadanos y ciudadanas”. No hay
ciudadanía que valga mientras se inhiba el derecho a protestar por
las injusticias. En todo caso hay una minoría de críticos en los
medios de comunicación, pero sus protestas no se ven recogidas por
los partidos, los sindicatos, la calle. La abulia actual consiste en
que cada uno se queja de lo que le toca, pero considera que son
otros los que tienen que protestar. Es la exclamación de “dele caña”
con que se ven saludados por la calle algunos tertulianos o
comentaristas de los medios de comunicación. Es como lo del
aficionado a los toros que gritaba al torero: “¡Arrímate más!”. El
torero le hizo un gesto como diciendo: “¡Baja tú!”.
La apatía de la opinión pública es correlativa a la indolencia en el
trabajo o el estudio, de la supremacía de los valores hedonistas en
un mundo saturado de cachivaches. La prueba es que, en plena sima de
la crisis económica, lo que no disminuye tanto es la apetencia de
viajar, de contemplar espectáculos. Resulta sorprendente que la
demanda turística se haya hecho inelástica, es decir, que, ante una
disminución de los ingresos familiares, no decaiga tanto el consumo
de vacaciones y diversiones. En el imperio romano funcionó ya la
política de panem et circenses.
Es decir, los que mandan se sienten muy a gusto si los
contribuyentes se conforman con satisfacer en silencio las
necesidades elementales, incluida la de divertirse.
Hace cien años España era todavía mayoritariamente una nación de
proletarios. Ahora somos un país de propietarios: casa, coche,
ahorrillos, títulos educativos. Esa ha sido una buena
transformación, y eso que ahora todo se ha devaluado: el piso propio
vale menos de lo que creíamos y lo mismo pasa con los títulos
educativos. Hemos asistido a una inflación de patrimonio. Pero el
coste fundamental no es económico sino de psicología colectiva. Ese
bienestar nos ha llevado al desinterés por la cosa pública, a la
insensibilidad por el dolor ajeno, a la prescindencia del sentido de
culpa. No sé si el toro de Osborne va a tener que cambiarse por la
silueta de un borrego o de un oso panda.
Incluso las organizaciones que canalizan el interés colectivo
(partidos, sindicatos, asociaciones empresariales, fundaciones)
sestean alimentadas por el erario. En su día se privatizó el INI y
las empresas conexas. Pero ahora han surgido como setas miles de
empresas públicas, muchas de ellas perfectamente prescindibles. Al
depender tanta gente de la munificencia del Estado, es lógico que
cunda la pasividad ante los desmanes de los políticos y otros
hombres públicos.
Haría falta un refuerzo de las asociaciones privadas de todo tipo.
Se necesita un sistemático cultivo de la moral del esfuerzo en las
familias, en las escuelas y en los medios informativos. Algunos ya
lo hacen, pero el empeño está muy lejos de ser general. En
definitiva, mala es la crisis económica, pero peor es la
desmoralización.
Hay, sí, muchos casos de altruismo y solidaridad: voluntarios para
múltiples causas, adopción de niños extranjeros, trasplantes de
órganos. Ahora bien, se trata por lo general de sucesos individuales
o reducidos al círculo familiar. Faltan muchos esfuerzos colectivos
que vayan más allá de la defensa de los intereses personales,
legítimos pero insuficientes. Se dirá que para eso están los
partidos políticos, pero faltan instancias de control para que no
aparezcan en ellos las tendencias oligárquicas. Hay partidos que, ya
en su misma denominación, se refieren a los intereses de una parte
geográfica de la sociedad española. En esos casos es claro que están
en contra del espíritu de la Constitución, pero nadie parece
alarmarse de esa incongruencia.
Hemos llegado a una situación liminar en la que la defensa de las
posiciones sedicentemente progresistas se hace difícil a los
turiferarios del poder. Se habla con naturalidad de que el
presidente del Gobierno pueda ser acusado del delito de traición.
Eso es lo más grave que podría ocurrir en una democracia. Eso es
así, además, porque al tiempo la economía española puede pasar a ser
un protectorado económico de Alemania y las otras grandes potencias.
Realmente ya lo fuimos en el siglo XIX, pero ahora resultaría un
caso estrambótico al tener lugar dentro de la Unión Europea, en la
que no somos un socio pequeño o de última hora.
Quizá lo que resulta pésimo sea la extendida insensibilidad para
distinguir lo que está bien de lo que está mal. Se ha llegado a la
degeneración conceptual de que los terroristas puedan pasar por
patriotas, los extravagantes por progresistas, los pícaros por
emprendedores, los tontos por listos. Lo inaudito es que los
liberales podamos ser tachados de fachas.
*Amando de Miguel es sociólogo.
******************* Sección "bilingüe"
***********************
Las actas de ETA resucitan el fantasma del
GAL
Preocupación en Moncloa ante la posibilidad de que algún negociador
acabe en el banquillo
Inmaculada G. de Molina La Razón 3 Abril 2011
MADRID- Lejos de que llegue la calma, la tempestad se cierne de
nuevo sobre el Gobierno. Por eso, a menos de dos meses de la cita
con las urnas, las luces de alarma se han disparado, una vez más, en
La Moncloa. El «caso Faisán», que investiga el novel juez Pablo Ruz,
amenaza con convertise en un juicio sumarísimo al frustrado «proceso
de paz», iniciado por ETA con la declaración del alto el fuego
permanente en 2006 y que la banda concluyó ese mismo año con el
atentado de la T-4. En este escenario, la preocupación se ha
apoderado en los últimos días del Gobierno. «Una cosa es que se
juzgue el “caso Faisán” y otra muy distinta es que el “proceso de
paz” pase por el tamiz de la Justicia», asegura a este diario un
destacado miembro del Ejecutivo.
El «caso Faisán» permaneció durante «largo tiempo en el cajón» del
superjuez Baltasar Garzón. «Probablemente, si se hubiera
desempolvado antes se hubiera remitido al juzgado de Irún»,
localidad donde está el bar Faisán, escenario del chivatazo a ETA.
Años después, el celo del juez Ruz le ha llevado hasta la reputada
jueza antiterrorista francesa Le Vert. Molesta con el comportamiento
de Garzón, y a petición del juez de la Audiencia Nacional, puso en
manos de Ruz las actas etarras de las negociaciones entre el
Gobierno español y la organización terrorista ETA. Con esta
documentación, la investigación del «caso Faisán» ha dado un giro de
180 grados, que inquieta al Ejecutivo.
El Gabinete de Zapatero está preocupado ante la posibilidad de que
sus «negociadores» o algún miembro del Ejecutivo se siente en el
banquillo, como les ocurrió en el «caso Gal» al ministro del
Interior y al secretario de Estado de Seguridad de la época, José
Barrionuevo y Rafael Vera, respectivamente. De momento, los
negociadores del Ejecutivo durante la tregua de 2006 (el ex ministro
Javier Moscoso, el presidente del PSE, Jesús Eguiguren, y el vocal
del CGPJ José Manuel Gómez Benítez) han declarado en calidad de
testigos ante el juez Ruz. Fuentes gubernamentales no descartan que
la imputación de revelación de secretos oficiales que pesa sobre los
implicados en el «caso Faisán» se pueda tornar en un delito de
colaboración con banda armada si lo que se juzga es el «proceso de
paz». En este escenario, el vicepresidente primero del Gobierno, que
no cree en complot de los suyos, no está dispuesto a tirar la toalla
y abandonar la política. «No considera necesaria su salida del
Ejecutivo, sobre todo, por el “proceso de paz”. Sería una auténtica
ironía del destino que se marchara por la tregua de 2006, cuando él,
precisamente, puso los puntos sobre las íes a los terroristas»,
asegura un amigo del vicepresidente.
Rubalcaba está dispuesto a dar la batalla y a asumir las riendas del
PSOE, una vez el presidente ha deciddido no volverse a presentar a
las elecciones generales. De hecho, el fin de semana pasado abordó
esta cuestión con Zapatero. Pero Rubalcaba no ha sido el único que
desfiló en los últimos días por el despacho del presidente para
tratar la sucesoria y las consecuencias del «caso Faisán».
Impacto en la lucha contra ETA
Con independencia del malestar y preocupación que existe en el
Ejecutivo por este caso, la realidad es que la publicación de las
actas etarras ha impactado directamente en el corazón de la política
antiterrorista. La inmensa mayoría de la población reclusa de la
organización terrorista «se había embarcado en un proceso de
respaldo a Batasuna y a su apuesta por desmarcarse de ETA».
Sin embargo, tras publicarse en la prensa las actas, se ha frenado
en seco este clima favorable a los postulados de la izquierda
abertzale, admite a este diario un miembro insigne en la lucha
antiterrorista. Amén del recelo que ha despertado entre la banda
comprobar negro sobre blanco la falta de cumplimiento de lo dicho
durante las negociaciones, advierten fuentes de los socialistas
vascos. Pese a ello, el PSE continúa con sus puentes tendidos con la
izquierda abertzale. Además, mantiene tomas de temperatura con
algunos miembros de la banda. Mientras, Rubalcaba niega en público
que el «caso Faisán» esté afectando a la política antiterrorista. Es
más, sigue manteniendo que «estamos en el principio del fin de ETA».
Su convencimiento nace de que «las cosas se hicieron bien» en el
«proceso de paz», al no fiarse de los terroristas y dar la orden de
continuar con las detenciones de comandos. Pero en privado, se
reconoce una cierta preocuapción por cómo ha afectado el caso en la
política antiterrorista.
ESPAÑA | El trasfondo de las actas que ha sacado a la luz EL MUNDO
Los diez puntos clave en la negociación con
ETA
Ángeles Escrivá | Madrid El Mundo 3 Abril 2011
La publicación por parte del diario EL MUNDO de una parte de las
actas incautadas al etarra López Peña 'Thierry' han ocasionado una
fuerte conmoción política. Por el contenido, por el contexto, por el
planteamiento de quienes mantuvieron las conversaciones y porque
resultan esclarecedoras de lo que puede estar ocurriendo. Las actas
han sido descalificadas por el Gobierno por constituir un relato de
parte y, efectivamente, el etarra que las redactó para que el resto
de la dirección de la organización estuviese informada, pudo
haberlas enfocado de modo que les interesase. Pero se ha comprobado
que muchos de los hechos que se describen en ellas, fueron
publicados por este periódico en las crónicas escritas en 2006 y
2007. Los puntos fundamentales de la negociación son los siguientes:
1- "Antes de iniciar el proceso estábamos en guerra. Vosotros
hacíais unas acciones, nosotros otras. Vosotros matabais y
secuestrabais, nosotros os deteníamos y abríamos procedimientos
judiciales". Esta frase demuestra que los interlocutores del
Gobierno plantearon la negociación como un trato de igual a igual
entre el Estado de derecho y una organización terrorista. Podría ser
una cuestión estratégica, pero lo cierto es que, desde el primer
momento, desde 2005, éste es el planteamiento y por eso, a cambio de
que sea declarada una tregua que abarque hasta el final del proceso,
el Gobierno pone en marcha un acuerdo político y se compromete a no
detener, a abordar algunos aspectos de los presos o a intervenir en
los casos judiciales.
2- El Gobierno a ETA tras la T-4: "El acuerdo político es posible".
El ejecutivo negó contactos tras el atentado de Barajas y negó que
se estuviera hablando de política. Según El Mundo del 9 de enero de
2007, "PSE y Batasuna se reúnen en secreto para tratar de salvar el
proceso con ETA". El 29 de octubre de 2006 ya había anunciado que
"el PSE, PNV y Batasuna debaten en secreto la cosoberanía entre
España y Euskadi" y en julio de 2007 publicó que, en la mesa
política el "PSE pactó con Batasuna y el PNV un órgano común
compartido entre el País Vasco y Navarra con capacidad ejecutiva y
legislativa". Un asunto, el de los acuerdos políticos que fue
llevado a las conversaciones de Suiza con ETA de cuya existencia
informó este periódico en los primeros meses de 2007.
3- "El objetivo final del proceso no es la rendición de ETA. Tampoco
es la independencia de Euskal Herria, ni el estatuto único. El
objetivo final del proceso es que la izquierda abertzale y ETA
puedan defender su proyecto político en igualdad de condiciones y
que ETA desaparezca porque existen vías políticas. Finalmente, la
desaparición de los presos y exiliados porque ya no existen causas
para que los haya".
4- "Habrá que ver cómo abordar el tema de la legalización y
desactivar elementos de la Ley de Partidos. El Ejecutivo recuerda a
los mediadores internacionales que al gobierno tampoco le gusta le
ley de Partidos, pero que esta Ley respondió a los asesinatos que
cometía ETA contra los cargos políticos". Estos dos puntos explican
el hecho de que el Gobierno haya permitido que la izquierda
abertzale se haya revitalizado y no haya impedido la celebración de
actos públicos y la coalición de partidos protagonizados por una
formación ilegalizada. El Ejecutivo considera que si los más
posibilistas, se desarrollan actuando como si estuviesen legalizados
de facto, van a conseguir imponerse sobre la rama militar de ETA.
Indicaría que, como señalan los socialistas vascos, se prefiere la
reconciliación entre vascos a la derrota. En los documentos de la
banda venían otras dos frases: "Hoy está Batasuna como está pese a
los esfuerzos del gobierno de legalizarla de facto" y "estamos
trabajando para que en septiembre o en octubre Batasuna sea legal".
5- Sobre el 'caso Faisán': "Es un accidente grave (las 13
detenciones) [el presidente Zapatero empleó la palabra accidente en
una comparecencia pública para referirse a atentados o acciones
violentas]. No sé qué deciros. Es algo que viene desde hace dos años
y es un asunto que viene del juez. Es un accidente importante y
cuando lo escuché me irrité y entiendo que vosotros también lo
estéis"..."Dicen que lo han intentado pero que no han podido
pararlo".
Más adelante, en otra de las reuniones el enviado mostrará como
prueba de buena voluntad del Gobierno sobre el proceso el hecho de
que estén siendo investigados por el juez, un inspector de San
Sebastián y un jefe de Seguridad del PSOE. El Gobierno replica que
en las declaraciones ante el juez, los altos mandos de los
diferentes servicios policiales han asegurado que el Gobierno no les
dio la orden de parar las detenciones sino al contrario. Pero
hubiera sido inverosímil que un responsable policial compareciese
ante el juez para admitir que había delinquido porque se lo había
mandado el Gobierno. Durante los meses de la negociación se
produjeron detenciones pero no tantas como en meses anteriores y por
causas ya abiertas o por delitos perpetrados durante el alto el
fuego. Los agentes de Policía y Guardia Civil eran conscientes de
que una actitud de entusiasmo por la práctica de detenciones, no les
reportaría nada bueno.
Ocurrió con el terrorismo callejero, cuyos responsables no fueron
detenidos y ocurrió con a detención de la Mesa Nacional de Batasuna.
En una de las operaciones de desarticulación, el juez Garzón avisó
de su incomodidad. El comisario general de Información, Telesforo
Rubio, dejó la dotación de policías españoles en Francia reducida de
60 u 80 miembros a no más de 20, según informó entonces este
periódico (10 de septiembre de 2006). ("Hay detenciones que vienen
de sumarios abiertos y esas no se pueden parar", distinguen los
enviados del Gobierno." No es voluntad del Gobierno practicar
detenciones, es decir, tirar piedras a su tejado")
6- "El ministro tiene un montón de cartas que no ha hecho públicas.
Sabiendo que se pide dinero, decimos que no consta que se pide".
Igual, con la violencia callejera. "Lo que perjudica al Gobierno os
perjudica también a vosotros y viceversa". Este periódico publicó el
15 de abril de 2006 que "ETA envía cartas de extorsión con
matasellos posterior a la tregua", el domingo 25 de junio añadió "La
Policía constata que ETA ha enviado en junio cartas de extorsión" y
el 26 de abril de 2006 que "Las Fuerzas de Seguridad definen los
atentados como 'kale borroka'". El Gobierno declaraba entonces que
los causantes eran "grupos incontrolados".
7- Control de la judicatura: "El Gobierno ha hecho cambios con la
intención de blindar el proceso: cambio de Gobierno, cambio del
fiscal jefe de la Audiencia Nacional" [Alfredo Pérez Rubalcaba que
coordinaba el proceso desde la portavocía del grupo socialista en el
Congreso pasó a ministro del Interior y José Bono salió del
ministerio de Defensa. Hasta ese momento, el fiscal de la Audiencia
había sido Eduardo Fungairiño]. El Gobierno ha hecho lo imposible en
el campo de la judicatura".
"Hemos fallado en los cálculos, hace dos años se pudo realizar
Anoeta, hoy se prohíbe una rueda de prensa que nunca se había
prohibido. La situación ha ido evolucionándose, torciéndose". "El
fiscal lo ha hecho bien excepto en una ocasión". [El fiscal retiró
la acusación de casos como el de Egunkaria]. El Gobierno se
comprometió a dejar sin efecto la ley Parot. En el caso de ANV o
Tierras vascas, se vio respaldado por el juez Garzón. Tras el robo
de Vauvert, después de amagar dos veces con romper y no consolidar
la advertencia, el Ejecutivo abordó, ante una ETA amenazante, la
libertad del secuestrador de Ortega Lara y la de De Juana Chaos. [La
primera no prosperó por el atentado de Barajas, la segunda sí. Este
periódico publicó en 2006 que Batasuna había conseguido un acuerdo
al respecto tras reunirse con el PSE y tratar el asunto con el
Gobierno]
8-"Si el problema es el dinero, siempre se puede arreglar por medio
de una organización internacional o...." El interlocutor del
Gobierno estaba sugiriendo una idea que se puso en marcha durante el
proceso de paz irlandés, según la cual, los terroristas que lo
dejaron recibieron un respaldo económico que les permitiera
mantenerse en su incorporación a la sociedad. El PNV propuso
recientemente a las instituciones europeas encontrar una salida de
esas características cuando todo acabe. Algunos socialistas vascos
en los últimos meses han resucitado esa idea en privado.
9- "No contábamos con el nivel de ataque del PP, de la mayoría de la
prensa y de la AVT". "El PP ha encontrado su agarradero en la
judicatura y en las víctimas".
10- "Hay declaraciones que dependiendo quien las haga, la opinión
pública lo entiende de una u otra manera. En todo caso, hay que
entender el ropaje con el que se visten ciertas declaraciones. No se
puede salir de la noche a la mañana con el discurso de lo que va a
ser el fin del proceso. El discurso hay que ir moldeándolo pero esto
no implica que se vaya a alterar la hoja de ruta".
Vargas Llosa suscribe "de principio a fin"
el documento de las víctimas por un final de la banda sin impunidad
www.gaceta.es 3 Abril 2011
El premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, ha manifestado su
apoyo al documento elaborado por las víctimas del terrorismo en el
que se pide un final de ETA sin impunidad.
El escritor hispano-peruano ha remitido recientemente una carta a la
presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo (FVT), Maite
Pagazaurtundúa, en la que muestra su apoyo al documento "de
principio a fin" al tiempo que lo califica de "sereno, sólido y
profundo".
"Acabo de leer el documento firmado por todas las Asociaciones y
Fundacones de víctimas del terrorismo, y me parece un texto sereno,
profundo, sólidamente argumentado, inspirado en firmes convicciones
democráticas, y desde luego que me siento solidario con él y lo
suscribo de principio a fin. Ojalá la admirable tarea que llevas a
cabo tenga todo el apoyo que merece", dice la carta de Vargas Llosa,
según publica el último número de la revista de la Fundación de
Víctimas de Terrorismo recogido por Europa Press.
Fue el pasado 23 de noviembre cuando la práctica totalidad de las
asociaciones de víctimas aprobaron el llamado 'Documento de la
Justicia' cuyo objetivo es trasladar las reflexiones éticas de este
colectivo para contribuir a un final del terrorismo de ETA sin
impunidad. Desde su presenación en rueda de prensa han transcurrido
tres meses en los que el documento ya ha sido analizado por
representantes del mundo intelectual, social, económico y político.
El texto --que se puede leer en www.fundacionvt.org-- ha pasado por
las manos de escritores, filósofos o pintores como Raúl Guerra
Garrido, Fernando Savater, Agustín Ibarrola, Javier Corcuera, José
María Ruíz Soroa o Joseba Arregi, entre otros. También se ha
elaborado un folleto, que se ha remitido a los representantes
políticos del Congreso y del Senado, así como a los partidos
políticos y diversas instituciones.
Copia a Zapatero y Rajoy
Entre los destinatarios de este folleto se encuentra el presidente
del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, todos los ministros del
gabinete socialista o el líder del principal partido de la
oposición, Mariano Rajoy. El documento original se remitió también a
los parlamentarios vascos y navarros llegando a ser objeto de debate
en el Parlamento de Vitoria.
En el marco de ese debate, la Cámara vasca ha aprobado, con el
respaldo de PSE, PP y UPyD que las víctimas "tienen derecho a que su
voz sea escuchada en un hipotético final de la violencia terrorista"
aunque precisa que "la competencia para conseguir terminar con el
terrorismo y abordar su final corresponda a los representantes de la
ciudadanía democráticamente elegidos". PSE, PP y UPyD coincidieron
con las víctimas en que el final del terrorismo deberá regirse por
lo previsto en el Estado de Derecho, así como en el rechazo a la
impunidad, y al cumplimiento de las previsiones que establece el
ordenamiento jurídico en materia de reinserción. La iniciativa
aprueba que las víctimas "tienen derecho a la verdad, a la dignidad,
a la justicia y a la memoria".
El texto transaccionado entre PP y PSE, y respaldado por UPyD.
consideraba que "la paz no tiene precio político" por lo que, "en
consecuencia, no puede ser fruto de negociación política alguna con
la banda terrorista ETA" y para alcanzarla "es fundamental la
existencia de consensos básicos entre todos los partidos
democráticos".
La proposición no de ley, que no se votó por puntos, fue rechazada
por los nacionalistas. El portavoz del PNV, Joseba Egibar, argumentó
que "con esta iniciativa el PP pretende que la Cámara asuma el
documento y lo acoja como su hoja de ruta. También expresó que hay
"situaciones de impunidad,¿casos olvidados, no juzgados, tanto en el
caso de victimas de ETA como en el de víctimas de otro tipo de
violencia".
Por su parte, el representante de EA, Juanjo Agirrezabala, expresó
que la iniciativa "no quiere conseguir la paz ni normalización
política sino dificultar el proceso hoy abierto que posibilitará que
todas las opciones políticas estén en las elecciones y que la paz
llegue a Euskal Herria".
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