Discurso de Nochebuena
El Rey guarda silencio ante el desafío
separatista catalán
Dice que asume las "exigencias de ejemplaridad", pero no se refiere,
ni indirectamente, al caso Nóos.
libertad digital 25 Diciembre 2013
El rey Juan Carlos pronunció su discurso navideño, en medio de la
más grave crisis nacional en décadas y el mayor deterioro de la
institución monárquica desde que fuese nombrado jefe de Estado, tras
el fallecimiento de Franco.
Sin embargo, y a pesar de una coyuntura tan especial, muy poco se
puede sacar en claro de un discurso en el que ha vuelto a emplear un
lenguaje alambicado, plagado de circunloquios, en el que no se ha
referido de manera directa y expresa a los grandes problemas
nacionales.
El discurso volvió a estar marcado más por lo que el Rey calló, que
por lo que dijo. Ejemplo de silencio clamoroso fue el desafío
separatista catalán, que ni lo ha mencionado.
Pocas veces estuvo tan claro el titular que buscaban los redactores
del discurso: "Asumo las exigencias de ejemplaridad y transparencia
que reclama la sociedad". Pero la frase no fue acompañada de ninguna
referencia concreta al escándalo del Caso Nóos, aunque dará lugar a
múltiples especulaciones periodísticas.
"Sé que la sociedad española reclama hoy un profundo cambio de
actitud y un compromiso ético en todos los ámbitos de la vida
política, económica y social que satisfaga las exigencias
imprescindibles en una democracia", ha subrayado el Monarca en su
mensaje de Navidad, en el que se declara consciente de que la crisis
económica ha provocado "desaliento" en los ciudadanos.
Tras reconocer que "la dificultad para alcanzar soluciones rápidas"
a la crisis y "los casos de falta de ejemplaridad en la vida pública
han afectado al prestigio de la política y de las instituciones",
don Juan Carlos se ha referido también a las "voces" que "quieren
una actualización de los acuerdos de convivencia" entre los
españoles.
Sin una sola mención al desafío separatista de Artur Mas, el Rey se
ha limitado a decir que la Corona promueve y cree en una España
abierta en la que caben todos, "un país libre, justo y unido dentro
de su diversidad".
En este contexto, ha recordado que el sistema político nacido con la
Constitución de 1978 ha proporcionado a los españoles el periodo más
largo no sólo de "libertad, convivencia y prosperidad", sino también
de "reconocimiento efectivo de la diversidad" que compone la
realidad de España.
"Conviene que lo tengamos bien presente, pues a menudo se pretende
que lo ignoremos o lo olvidemos cuando se proclama una supuesta
decadencia de nuestra sociedad y de nuestras instituciones", ha
recalcado.
"Siempre hemos sabido los españoles salir juntos de los malos
(momentos) y construir juntos los buenos". "Juntos hemos resuelto
problemas no más fáciles que los que hoy afrontamos", ha insistido,
antes de animar a los líderes políticos y agentes sociales a
combatir "el conformismo, el desaliento y el victimismo" y aconsejar
diálogo y generosidad para "saber ceder cuando es preciso".
"Convivencia", "ética", "juntos" y "democracia" destacan entre las
palabras más repetidas y enfatizadas durante su intervención, en la
que ha hecho llegar a los españoles dos compromisos como Rey: la
determinación de continuar su mandato de jefe del Estado
"estimulando la convivencia cívica". Un mensaje que llega después de
pasar un año convaleciente, tras someterse a varias operaciones de
cadera. Aunque no se ha referido a su salud expresamente, el Rey
parece dejar claro que no piensa dar paso al príncipe Felipe, como
reclaman amplios sectores de la sociedad española.
Don Juan Carlos apela al "funcionamiento del Estado de Derecho para
que la ejemplaridad presida las instituciones" y "se cumplan y hagan
cumplir la Constitución y las leyes", un llamamiento que sigue la
línea de la reivindicación de la ética que incluyó en su anterior
alocución de Nochebuena y del mensaje de Navidad de 2011, días
después de que la Casa del Rey calificara de "no ejemplar" el
comportamiento del esposo de la infanta Cristina, Iñaki Urdangarin.
Sin embargo, desde ese mensaje de 2011, la Casa del Rey, lejos de
expulsar a la infanta Cristina, no ha hecho más que torpedear la
instrucción judicial para evitar que la hija del Rey sea imputada.
La solidaridad con "aquellos a quienes con más dureza está
golpeando" la crisis económica ocupa asimismo un lugar destacado en
la intervención del Monarca, que ha apelado a instituciones
públicas, empresarios e inversores para que apuesten por la
investigación y la innovación para crear empleo.
Así, ha reclamado un esfuerzo "para que la economía confirme los
indicios de recuperación que se están empezando a ver y que tienen
que ser todavía más sólidos", según ha precisado, antes de advertir:
"No podemos aceptar como normal la angustia de los millones de
españoles que no pueden trabajar; para mí, la crisis empezará
resolverse cuando los parados tengan oportunidad de trabajar".
Tras la grabación de 2012 en su despacho, el Salón de Audiencias de
la Zarzuela ha vuelto a ser este año el escenario donde el Rey ha
comparecido en Nochebuena ante los españoles, sentado tras una mesa
de trabajo en la que se podía ver el ejemplar de la Constitución.
El Rey pronunció el discurso sentado, ya que todavía está muy
reciente su última operación de cadera. Después de una novedosa
introducción televisiva que les ha acercado al Palacio de la
Zarzuela con una imagen aérea, los espectadores han podido seguir un
mensaje algo más largo que el año pasado -once minutos y 35 segundos
y 1.381 palabras, 292 más que en 2012-, en el que el Rey se ha
dirigido a los españoles ante las banderas de España y la UE.
******************* Sección "bilingüe"
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El Rey se compromete con el ‘orden constitucional’
Pablo Sebastián www.republica.com 25 Diciembre 2013
Suele ser habitual con motivo de los discursos navideños del Rey de
España, el que los políticos y los analistas hagan interpretaciones
distintas y a veces contradictorias sobre el alcance y contenido del
discurso del monarca. La ambigüedad calculada de algunas de sus
afirmaciones permiten las distintas versiones interpretativas que
cada uno escoge desde su óptica política y sus intereses. Pero hay
afirmaciones del Rey, en el discurso de esta Nochebuena como el
‘orden constitucional’ y la necesidad de hacer cumplir la ley y la
Constitución que no deben de pasar desapercibidas y que conviene
subrayar, como hay que destacar la frase del monarca sobre su
compromiso de permanencia en la jefatura del Estado, lo que sirve
para acallar las especulaciones sobre su posible abdicación.
Por ello se puede afirmar que el Rey Juan Carlos ha querido decir,
frente al desafío independentista catalán, que en su ‘determinación’
de continuar en el cargo y de no abdicar se incluye su compromiso de
hacer cumplir ‘el orden constitucional’. Añadiendo el monarca que el
Estado de Derecho debe hacer que se cumplan en España la
Constitución y las leyes. Aunque otros observadores, como los del
flanco socialista de la política, pondrán el acento en las palabras
relativas al diálogo y la necesidad de renovar los ‘acuerdos de
convivencia’ en alusión a sus pretensiones de reforma federalista de
la Constitución.
Sin embargo, nosotros apreciamos una doble advertencia que debería
afectar no sólo a la Generalitat de Cataluña, que preside Artur Mas
camino de la autodeterminación para la independencia, sino que
también obliga al Gobierno de España que preside Mariano Rajoy.
Porque esta claro que en Cataluña ya se ha desbordado el marco
Constitucional y no se cumple la legalidad. Se aprecia en el
incumplimiento reiterado de las sentencias de los Tribunales
Constitucional y Supremo que obligan a la enseñanza en castellano y
del castellano. Lo que ocurre sin que el Ejecutivo de Rajoy actúe
con la contundencia y celeridad que le exige la legalidad.
El Rey, con su discurso de doble lectura, parece haber cumplido con
su responsabilidad constitucional en su alocución de Nochebuena a
pesar que esta cita con los españoles no era fácil por causa de los
muchos problemas por los que atraviesa España (y la Corona). Y, de
especial manera, frente al disparate secesionista catalán de Artur
Más quien ha aprovechado el inmovilismo de Rajoy y la ambigüedad de
Rubalcaba ante la ilegal posición del PSC favorable a la
autodeterminación, para traspasar todas las líneas rojas de la
legalidad mientras se encamina hacia la confrontación y la ruptura
de España. Y si no fuera cierto que de la alusión del Rey al orden
constitucional y al cumplimiento de la ley se desprenden estas dos
advertencias, entonces mal irán las cosas y el monarca habría perdió
una excelente oportunidad.
El Rey, pues, ha cumplido directa o indirectamente con su mandato
constitucional -como Jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas- y
ahora hace falta que lo cumpla el presidente Rajoy, el Parlamento y
las fuerzas democráticas y constitucionalistas, como lo ha pedido el
Rey.Y el mismo mensaje afecta de manera frontal a la Generalitat y a
CiU, ERC, ICV y CUP como los promotores que son de una ‘consulta’
ilegal de autodeterminación para la independencia de Cataluña, para
lo que están utilizando los fondos públicos del Estado español, lo
que constituye el delito añadido de malversación.
El rey se ha solidarizado con todos los colectivos que sufren la
crisis y también con las víctimas del terrorismo que soportan la
afrenta del anunciado final de la doctrina Parot que ha permitido la
excarcelación de muchos terroristas. Y ha sido prudente el monarca
al hacerse eco de las expectativas de mejoras económicas, que
anuncia el gobierno al decir que mientras no existan oportunidades
para los parados no se podrá hablar de una clara recuperación.
Y tampoco ha eludido el Rey los problemas de la corrupción aunque
ahí pasó ligero sobre las ascuas al pedir ejemplaridad a políticos y
gobernantes, en vez de pedir dimisiones y que se asuman las
responsabilidades políticas de cada caso, sin uso y abuso del
control de la fiscalía del Estado y del Poder Judicial. La continua
protección de la Infanta Cristina por el Gobierno, la fiscalía y la
larga mano del Poder Judicial, le restan credibilidad a estas
palabras del monarca, así como al nuevo compromiso de la Corona con
‘la ejemplaridad y la transparencia’.
Es decir una de arena en favor de la unidad de España, y una de cal
para pasar de puntillas sobre la corrupción, y por causa de una
alusión del Rey que parece contraria a que se reformé la
Constitución de 1978. Porque esa reforma, en lo que se refiere al
vigente ‘sistema democrático’ del que el Rey hizo un elogio tan
desmedido como ahora injustificado, bien merece un impulso y en
profundidad. No en vano muchos de los problemas actuales de España
vienen de las carencias del modelo partitocrático español, ajeno a
las grandes democracias de nuestro entornó europeo y Occidental. De
ahí que las someras alusiones del Rey a las reformas nos parezcan
insuficientes porque se corre el riesgo de que todo quede como está.
www.pablosebastian.com
Acertadas palabras regeneracionistas, veamos los hechos
Editorial El Mundo 25 Diciembre 2013
FUE ELde ayer un mensaje de Navidad de gran calado político, con un
Rey que se esforzó en conectar con el desencanto extendido entre los
ciudadanos mediante un lenguaje regeneracionista que no se le había
escuchado en años anteriores.
Tal vez lo más relevante de su intervención navideña fue la
vinculación expresa que realizó entre la crisis económica y los
graves errores de la clase política dirigente, algo que el Gobierno
de Rajoy siempre ha intentado negar pero que ha calado profundamente
en la opinión pública.
En ese sentido, Don Juan Carlos afirmó que existe «un desaliento»
provocado tanto por la situación económica como por «los casos de
falta de ejemplaridad en la vida pública», que ha afectado al
«prestigio de las instituciones». Incidiendo en esta idea, el
Monarca reclamó a políticos, altos cargos y líderes sociales «un
profundo cambio de actitud -nunca había empleado una expresión así-
y un compromiso ético en todos los ámbitos». Reconocía así que
existe una creciente desafección hacia el sistema y que hay un
profundo divorcio entre las instituciones y la calle.
En este contexto, el Monarca apeló a «una regeneración que no es
competencia exclusiva de los responsables políticos» sino de toda la
sociedad española. También era la primera vez en sus discursos
navideños que empleaba el término «regeneración».
El Rey no se refirió expresamente a la reforma constitucional en su
alocución, pero apuntó que «hay voces que quieren una actualización
de los acuerdos de convivencia», lo que sugiere que toma nota de que
ese debate está abierto.
No faltaron tampoco oportunas referencias a las víctimas del
terrorismo, con las que todos seguimos teniendo «una permanente
deuda de gratitud». «Sé que estáis pasando momentos especialmente
difíciles», señaló en alusión a la reciente excarcelación de etarras
por la anulación de la doctrina Parot.
Don Juan Carlos aludió al reto soberanista de Mas de forma ambigua y
genérica. Subrayó que «las controversias» hay que dirimirlas dentro
de las «reglas de juego democráticas aprobadas por todos» y
reivindicó la Constitución de 1978 como fuente de prosperidad y
libertad. Pero el Rey no hizo ninguna referencia concreta a la
consulta independentista del 9 de noviembre ni al desafío a la
legalidad que implica, como si hiciera suya la estrategia pasiva del
Gobierno ante un hecho tan excepcional.
Pero sin duda lo más llamativo del mensaje fueron los últimos
parrafos, en los que expresó su «determinación» de continuar su
«mandato» como jefe del Estado con el «fiel desempeño» de «las
competencias» que le atribuye la Constitución, cerrando así toda
especulación sobre su abdicación. Don Juan Carlos recalcó: «Asumo
las exigencias de ejemplaridad y transparencia que hoy reclama la
sociedad», unas palabras que suponen un compromiso personal por el
que se le va a medir de ahora en adelante.
No hay duda de que el Rey es perfectamente consciente del deterioro
de la imagen de la Monarquía y pretende con esa aseveración tan
contundente salir al encuentro del problema. Eso es positivo, pero
seguro que muchos españoles recordaron anoche que hace dos años
aseguró que «la ley es igual para todos» en relación al caso
Urdangarin y luego se ha demostrado que no es así.
La propia Casa del Rey le ha desmentido en 2013 al criticar al juez
Castro, al incitar a la Fiscalía a salir en defensa de la Infanta,
al buscar un abogado que hace lobby político y al atizar a los
medios ultramonárquicos contra las decisiones de dicho magistrado.
En resumen, el de ayer fue un mensaje importante en el que Don Juan
Carlos estuvo a la altura de los díficiles tiempos que atravesamos.
Es evidente que hizo un esfuerzo por mejorar su imagen y demostrar
que conecta con la indignación de los ciudadanos ante la corrupción
y los abusos de la partitocracia. Pero habrá que esperar para
constatar si los hechos están de ahora en adelante en consonancia
con el atractivo regeneracionismo por el que abogó.
En mitad de ninguna parte
Sobre Cataluña, el problema no es de moderación o radicalismo, sino
de naturaleza de las cosas y claridad de ideas. Incluso cuando las
‘terceras vías’ son posibles, no hay razón para atribuirles
superioridad alguna
Félix Ovejero El Pais 25Diciembre 2013
Que yo recuerde, Juan de Mairena en sus clases de retórica no se
ocupa de los artículos intercambiables. Me refiero a esos textos que
avanzan sin otro sostén que un andamio de lugares comunes que, de
tan repetidos, nos parecen indisputables. Nunca se llega a decir
nada, aunque todo suena muy convincente. Permítanme recrear el
género: “Hay que evitar cualquier extremismo. Lo que tienen que
hacer los que están a favor y en contra de X es buscar consensos,
dialogar, ceder en sus radicalismos. Los que no estamos ni con unos
ni con otros nos vemos tironeados por quienes vuelven la espalda a
soluciones democráticas y pactadas. La única propuesta realista y
responsable pasa por establecer puentes y ceder cada uno un poco,
hasta llegar a acuerdos en donde nos encontremos todos. La
intransigencia no conduce más que al enfrentamiento y a extremar
posturas. La moderación y la prudencia han de regir cambios que
opten por soluciones imaginativas”.
Basta un examen superficial para reparar en que la naturalidad del
chisporroteo anterior escamotea supuestos que están lejos de
resultar obvios. Sin ir más lejos, el de que siempre hay soluciones
intermedias. Algo discutible. Si sustituyen X por pena de muerte lo
comprobarán. El problema no es de discrepancias o actitudes
políticas, de moderación o radicalismo, sino de naturaleza de las
cosas y claridad de ideas. Se puede estar más o menos cansado o
gordo, pero no se puede estar un poco embarazada o muerto. La
distinción entre la calidad de las cosas y la calidad de nuestras
ideas sobre ellas no es una tontería. La próxima vez que alguien le
diga “piensa y aclárate, ¿me quieres o no?” recuerde que, con toda
la razón del mundo, le puede contestar: “tengo muy claro que mi
sentimiento es confuso”. Tener claro que una realidad es confusa no
es lo mismo que tener una idea confusa sobre la realidad.
La secesión es uno de esos asuntos que no toleran el equilibrismo.
Una frontera se levanta o no. La ciudadanía, a diferencia de la
estupidez, no admite grados. A partir de determinado momento dejamos
de compartir derechos y libertades con millones de conciudadanos.
Por voluntad de una parte, ya no integramos la misma comunidad de
decisión y de justicia. La voluntad y el oficio de los nacionalistas
nos ha situado en ese terreno y, a estas alturas, entregarse al
consolador conjuro de los buenos deseos comienza a ser algo peor que
deshonestidad intelectual. La disposición a ignorar las malas
noticias, a creer que lo que se quiere llegará a ser y que podemos
jugar con situaciones dramáticas sin instalarnos en el drama, es un
ejercicio de adolescencia política que no nos podemos permitir. La
falta de limpieza mental, a fuerza de hurtar o edulcorar los
problemas, los ahonda.
El independentismo busca reducir el perímetro de la ciudadanía solo
a unos cuantos, ‘los nuestros’
Ejemplos de esa inmadurez no faltan. El más evidente está en la
trastienda de la esperada pregunta, que han resultado ser dos y
malas: ni claras ni distintas no descartan resultados
inconsistentes. En el trasfondo del despropósito no hay más que el
intento de satisfacer la imposible exigencia de ICV de “una pregunta
que permita contestar afirmativamente tanto a los independentistas
como a los federalistas”. En realidad, solo había una pregunta,
condición de posibilidad de cualquier otra, que permitiera salir de
ese atolladero y que yo hubiera ofrecido gratis si me hubieran
consultado: “¿Debemos abolir el principio de contradicción?”. Solo
bajo el supuesto de que cabe apuntarse a una cosa y la contraria,
tenía sentido la reclamación de ICV.
Algunos podrían creer que estas ocurrencias son herencias de los
tratos de ICV con la dialéctica hegeliana o —esto quizá sea mucho
suponer— con las lógicas paraconsistentes. Pudiera ser, aunque hay
razones para pensar que la causa última se encuentra en una
atmósfera juvenilmente atolondrada común en la política catalana,
tan gestera y ampulosa. Al cabo, no es menor el desatino de ciertos
socialistas cuando defienden que en el PSC caben independentistas,
nacionalistas, confederalistas y federalistas, esto es, unos que
quieren discutir cómo vivir juntos y otros que quieren convertir en
extranjeros a sus conciudadanos.
Nadie que piense limpio puede decir estas cosas. Un socialista,
menos aún. El independentismo busca reducir el perímetro de la
ciudadanía. Los derechos y las redistribuciones solo se contemplan
para unos cuantos, los nuestros. Por decisión de unos, otros no
cuentan. De hecho, de estar justificado el derecho de secesión (de
la rica Cataluña respecto de España), la posibilidad de levantar
unilateralmente una frontera, habría que contemplar un equivalente
derecho de expulsión (de la pobre Extremadura de España).
Las cosas son exactamente al revés. El acuerdo importante se sitúa
al otro lado de la pregunta de ICV o del fantasioso partido “oh,
benvinguts, passeu passeu, ara ja no falta ningú”. Federalistas y
jacobinos, socialistas y conservadores, no ponen en duda quiénes son
sus conciudadanos. Quienes se toman en serio la democracia comparten
un compromiso con una comunidad de ciudadanos iguales en derechos y
libertades, donde la procedencia territorial es una simple
circunstancia geográfica y parcialmente cultural que jamás puede ser
fuente de privilegios ni fundamento de exigencias políticas. Sobre
esa convicción compartida, los ciudadanos levantan sus discrepancias
razonables, la posibilidad misma del debate democrático, de abordar
los problemas —entre ellos, una financiación más justa y más eficaz—
sin otros avales que la apelación a lo justo y debido.
Formar parte de la misma comunidad política implica que unos a otros
nos otorgamos la elemental dignidad de debernos razones. Tenemos la
obligación de explicar nuestras propuestas y el derecho a esperar
explicaciones de los demás. Con los extranjeros eso no sucede. El
que quiere levantar una frontera excluye a sus conciudadanos de su
comunidad de justicia y de decisión, no los considera dignos de
recibir razones. Por eso, la discrepancia política fundamental se
establece entre quienes quieren la ruptura de la comunidad civil y
quienes no, entre quienes defienden la secesión y quienes nos
reconocemos conciudadanos. Una vez trazada esa línea, comienza la
pasión de la democracia, entre gentes que aspiran a entenderse y a
resolver sus discrepancias.
El problema de las soluciones intermedias es su imprecisión, su
contenido mudadizo
Pero hay otro problema en la retórica de las “soluciones
intermedias”. Y es que, incluso cuando son posibles, no hay razón
para atribuirles superioridad alguna. Algunos defensores de la
tercera vía no tienen más argumentos que la vacua cháchara con la
que comenzaba este artículo, ese “ni unos ni otros”. Tampoco ahora
hay que confundir el sesgo cognitivo en favor del “camino de en
medio”, la fascinación de la equidistancia, del que tanto provecho
obtienen encuestadores y defensores de la superstición del “centro
político”, con las buenas razones. El único atractivo de la tercera
vía es su indeterminación. El alivio de la vaguedad ante los malos
diagnósticos. Para confirmar la eficacia balsámica de los buenos
deseos basta con ver la alegría con la que desde el PSOE se
defienden dos propuestas incompatibles, el federalismo y el trato
diferencial para “las comunidades históricas”. Todos están de
acuerdo aunque no se sabe en qué y mejor no entrar en detalle, no
sea qué. El problema de las soluciones intermedias es su inexorable
imprecisión, su contenido mudadizo, subordinado a unos extremos que
perfilan otros. Si mañana se interviniera la autonomía catalana,
como hicieron Eisenhower, Kennedy o Johnson en diversos Estados de
la Unión o Blair en el Ulster, el camino de en medio sería otro bien
distinto.
La tercera vía no es nueva. Llevamos la vida entera en ella. La
situación actual es la tercera vía respecto a otra previa que era la
tercera vía de otra que también se presentaba como solución. En ese
guion falaz ha instalado el nacionalismo su identidad y su
estrategia: crear problemas para los que se presentan como solución
y vuelta a empezar. Un somero paseo por Google confirma que, ya en
los días en que se gestaba el Estatut, quienes ahora reescriben la
historia y presentan los “recortes” del Constitucional como el
origen de su independentismo, nos anticipaban que, fuera cual fuera
el resultado, no bastaría para satisfacerlos, que el Estatut era
solo estación de paso. La vida entera en la tercera vía y estamos
peor que nunca. La política como promedio es, casi siempre, la
política mediocre.
Félix Ovejero es profesor de la Universidad de Barcelona.
Artur Mas, el «Gran Hermano» del
independentismo
MARÍA JESÚS CAÑIZARES / BARCELONA ABC Cataluña 25 Diciembre 2013
Seis acciones del Gobierno catalán que invaden el terreno de los
derechos y libertades ciudadanas
Desde que hace un año se entregó a la causa independentista, el
Gobierno de Artur Mas ha intensificado sus esfuerzos en materia de
adoctrinamiento. Es más, algunas acciones del Ejecutivo autonómica
invaden el terreno de los derechos y libertades, pues en su afán de
controlar las afinidades secesionistas de los ciudadanos catalanes,
ha impulsado algunas iniciativas que recuerdan al "Gran Hermano"
orwelliano. A continuación, las seis injerencias gubernamentales más
polémicas de la Generalitat:
1. Fichero patriótico: La Generalitat estudió la creación de un
fichero de "adhesiones a propuestas impulsadas por el Gobierno de la
Generalitat". De esta forma, el Ejecutivo de Artur Mas pretendía
"recoger la opinión y/o adhesión de la ciudadanía" en el marco de
las políticas de "mejora de la agilidad y la transparencia en el
funcionamiento de la administración", según consta en el borrador de
la orden que preparaba la Consejería de Presidencia, dirigida por
Francesc Homs. La polémica suscitada obligó a suspender el proyecto
"sine die".
2. Denuncias contra medios de comunicación: La Generalitat anunció
que emprendería acciones legales contra Intereconomía y 13TV por
considerar que en tertulias e informativos de estas cadenas se
comparó la acción de regímenes totalitarios, particularmente el
nazismo, con procesos «radicalmente democráticos» como, asegura el
Gobierno catalán, la petición de celebrar una consulta soberanista.
La decisión del Ejecutivo autonómico se basaba en un informe del
Consejo Audiovisual de Cataluña.
3. Una agencia de espionaje catalana: El Gobierno catalán lo niega,
pero las actividades realizadas por el oscuro Centro de Seguridad de
la Información de Cataluña (Cesicat) se acercan bastante a las que
realiza cualquier servicio secreto. Según consta en las denuncias
presentada por PP y PSC en la Fiscalía, Cesicat, en coordinación con
los Mossos d’Esquadra, ya ha utilizado programas espías y ha hecho
seguimiento de altos cargos de la Generalitat, diputados, activistas
sociales y abogados, entre otras actividades que podrían vulnerar el
derecho a la intimidad y a la privacidad. A estas prácticas se une
la aparición del borrador de lo que sería la futura Agencia de
Seguridad de Cataluña, desvelado por Ciudadanos, que contempla
conexiones con el Mossad israelí vía la Ertzantza.
4. Censo de la consulta con tarjetas sanitarias. El Gobierno catalán
se ha planteado utilizar las tarjetas sanitarias como censo en la
consulta independentista, ya que no podrá utilizar el censo
electoral oficial. Esta información que no se puede utilizar ya que
es de carácter confidencial, vulnera la Ley de Protección de Datos y
se necesitaría la autorización de los ciudadanos, así como la
autorización de los padres en caso de menores de edad, pues está
previsto que los menores de 16 años puedan votar en la consulta.
5. Adoctrinamiento a menores. La emisión de un informativo infantil
en la televisión catalana en la que aparecían menores defendiendo la
independencia e incluso hablando en clave de "derrota de España"
hizo sonar las alarmas. En paralelo, el Gobierno catalán ha tolerado
la colocación de banderas independentistas en escuelas públicas. De
hecho, la celebración del tricentenario de 1714 que tendrá lugar el
año próximo incluye enseñar esos hechos en las escuelas.
6. Simposio histórico tutelado. El título del simposio "España
contra Cataluña" recientemente celebrado en el Instituto de Estudios
Catalanes, ya apuntaba maneras. Pero es que, además, fue inaugurado
por el consejero de Presidencia de la Generalitat, Francesc Homs
-que se ha ganado el apelativo de "consejero de propaganda"-, lo
cual dejó el rigor académico por el suelo.
El entorno etarra capta a los niños utilizando al
Olentzero al mostrarlo enjaulado entre fotos de etarras
Idoia Bidaurrazaga. Minuto Digital 25 Diciembre 2013
La izquierda abertzale no pierde oportunidad para reivindicar su
‘causa’. Este año, como otros anteriores, se han centrado en lanzar
su mensaje a los niños. Así, no les ha costado utilizar al
Olentzero, el ‘Papá Noel vasco’, como apoyo a los presos etarras en
muchas localidades vascas.
Un rápido paso por Euskalerria Yndimedia ha sido suficiente para
comprobarlo. El Olentzero entre rejas, y con banderas y adhesivos
alusivos a los presos etarras, es la imagen habitual de esta web de
la izquierda radical.
El Olentzero es un personaje mitológico que el nacionalismo ha
impuesto, utilizando para ello los medios de comunicación que
controla, a los niños
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