De la consulta referendaria al proceso
participativo
Luis de Velasco www.republica.com 18 Octubre 2014
“La Historia se repite dos veces. La primera como tragedia, la
segunda como farsa” dejó escrito Carlos Marx. Muchas veces la
Historia le ha dado la razón. En Cataluña, gracias a Mas y su
impagable tropa, hemos pasado de un artefacto más o menos
reconocible con el improbable estrambote de “referendaria” (léase
referéndum de autodeterminación), esto es la tragedia, a un objeto
no identificado ni identificable, esto es la farsa.
Esta es la crónica de una muerte anunciada, desde luego con
muchísima menos grandeza que la narrada por García Márquez. Se sabía
que esa “consulta” no se iba a realizar. Pero no se trataba de eso.
Se trataba de tensar la cuerda, de agudizar el conflicto, de
exacerbar el tradicional victimismo. Como lo ha dicho el propio Mas,
de atacar al “adversario fuerte”, el Estado español. Un adversario
antidemocrático (“No nos deja votar”), que nos roba y nos impide un
inmediato porvenir independiente con abundancia de bienes y en el
que, al fin, no habrá corrupción. “Seremos libres” dice uno de sus
mantras.
Nada como un enemigo externo para aglutinar lo interno. Nada nuevo,
Franco lo hizo muchas veces. El resultado más doloroso de todo este
insensato proceso es la exacerbación del conflicto entre los
ciudadanos catalanes y entre parte de estos y el resto de españoles.
Heridas muy profundas a anotar en el pasivo de un dirigente
fracasado y de unos acompañantes, especialmente fuerzas
autotituladas de izquierda que arrumbaron sus ya escasos principios.
Grave responsabilidad de todos ellos.
Y ahora ¿qué hacer ante esa lastimosa nueva iniciativa? Cabe pensar
en una doble opción. O bien dejar que esa patochada, esa farsa vaya
adelante y dejando así que el nacionalismo que la apoye se hunda en
su propio ridículo o bien recurrir al Constitucional tan pronto sea
posible legalmente. El Gobierno parece en principio dispuesto a esta
segunda opción, lo que parece correcto. No hay que darles un
milímetro y hay que proteger a los ciudadanos catalanes de un
presidente que parece haber perdido la cabeza en aras de un proyecto
mesiánico.
Escribí en esta columna que Mas se creía un Moisés que buscaba
llevar a su pueblo a la Tierra Prometida. Se ha quedado a mitad del
camino porque el Mar Rojo no se ha abierto. Ahora busca un atajo.
Pero en el camino una parte de sus huestes o le ha abandonado o
titubea. Alguien, no sé quien escribió que el único lujo que no
puede permitirse un político es hacer el ridículo. Es lo que le ha
pasado a Mas. Lo malo es que ese ridículo tiene un coste social muy
alto que no lo paga él y los suyos sino la ciudadanía.
El Ecce Homo de UPyD
Luis del Pino Libertad Digital 18 Octubre 2014
Hace ahora dos años, la localidad zaragozana de Borja saltaba a las
portadas de los periódicos porque una vecina jubilada, Cecilia
Giménez, había destrozado una pintura de un Ecce Homo intentando
restaurarla. La historia, entre hilarante y tierna, y que tanto
recordaba a una famosa escena de una película de Mr. Bean, dio la
vuelta al mundo, y Cecilia y su nuevo Ecce Homo se convirtieron
rápidamente en un fenómeno en todas las redes sociales.
No se crean ustedes que el caso de Cecilia es el único, ni el de más
graves consecuencias, de vandalismo pictórico bienintencionado. En
marzo de 1992, un grupo de 70 boy scouts franceses salieron de
excursión a una cueva situada cerca de la localidad francesa de
Bruniquel, la Cueva des Mayrière, dispuestos a hacer la buena obra
del día y a limpiar la cueva de los indeseables grafitis con que los
vándalos la habían decorado.
Dicho y hecho: armados con cepillos de púas de acero, los afanados
boy scouts se aplicaron a la tarea de dejar las paredes de la cueva
limpias y relucientes. Pero lo que podía haber sido un meritorio
ejercicio cívico, terminó convirtiéndose en un desastre, porque, en
su afán de limpiar y dar esplendor, se llevaron por delante una
parte de las pinturas rupestres de bisontes que la cueva contenía,
cuya antigüedad estimada era de 15.000 años.
Ambos casos, el del Ecce Homo y el de las pinturas rupestres,
comparten una misma característica: fueron las buenas intenciones, y
no la maldad, las que provocaron el destrozo. Sin embargo, las
consecuencias finales en los dos episodios fueron bien distintas.
En el caso de Cecilia Giménez, su restauración del Ecce Homo terminó
siendo una bendición para el pueblo de Borja. Porque, en el fondo,
aquel Ecce Homo que Cecilia destrozó no pasaba de ser una pintura
sin ningún valor especial, mientras que la fallida restauración de
la misma situó la localidad de Borja en el mapa y unos 150.000
visitantes se han acercado ya a ver in situ el resultado del trabajo
de Cecilia, con el consiguiente beneficio para el pueblo.
En el caso de los boy scouts franceses, por el contrario, el
destrozo no reportó beneficio ninguno: parte de las pinturas
rupestres se perdió para siempre, sin que ello supusiera,
posteriormente, ningún beneficio para nadie, sino más bien todo lo
contrario.
Son dos las lecciones que cabe extraer de estos episodios: la
primera, que a veces se pueden causar auténticos estropicios con la
mayor ingenuidad del mundo, y llevados de las mejores intenciones.
La segunda, que a veces los desastres pueden terminar
convirtiéndose, por azares del destino, en una bendición.
Ayer conocimos que el eurodiputado de UPyD, Sosa Wagner, deja su
escaño y el partido, después de la polémica suscitada a raíz de que
Sosa publicara en un medio de comunicación una carta abierta,
atacando a su partido e instando a la unión con Ciudadanos.
Cuando Sosa Wagner hizo su propuesta, que en la práctica no era otra
cosa que una liquidación de UPyD, mucha gente bien intencionada
comenzó una campaña de duras críticas a la formación liderada por
Rosa Díez. El mensaje básico de esa campaña era: "Si UPyD no acepta
fusionarse con Ciudadanos (por supuesto, bajo el liderazgo de Albert
Rivera, porque si no las presiones se dirigirían hacia Ciudadanos),
entonces es que UPyD no vale como alternativa".
Muchos de quienes así razonaban (aunque no quienes habían desatado
esa ofensiva) estaban movidos por un deseo loable: construir una
alternativa al actual sistema bipartidista, que evitara que todo el
voto del desencanto se refugiara en Podemos. Sin embargo, esas
buenas intenciones solo han conseguido cometer un destrozo, y además
un destrozo tanto a UPyD como a Ciudadanos.
A UPyD se la ha dañado porque, a base de caricaturizar a Rosa Díez y
a todo el partido, se ha presentado a la formación magenta como un
partido antidemocrático, hosco, poco abierto a la colaboración e
incapaz de constituirse en alternativa.
Pero tampoco a Ciudadanos se le ha hecho un favor, sino todo lo
contrario. Porque, inconscientemente, se ha transmitido a los
electores la idea de que el enemigo de Ciudadanos no es la Casta,
sino UPyD, y de que la formación de Albert Rivera es incapaz de
crecer por sí misma, y necesita que UPyD le aporte unos votos que de
otro modo no conseguiría. Ninguna de las dos cosas habla muy bien
tampoco de la capacidad de Ciudadanos para constituirse en
alternativa de gobierno.
¿Cuál es el resultado? Pues que se han perdido un par de meses
preciosos. Durante este tiempo, UPyD y Ciudadanos podrían haber
estado atacando, juntos o por separado, a la actual casta política,
responsable de nuestra ruina. Pero, en lugar de ello, se han
dedicado a perder el tiempo en disputas absurdas sobre una eventual
unión, los unos acusando a UPyD de poco cooperativa y los otros
intentando defenderse de las presiones.
Es decir, que todas esas personas bien intencionadas que han estado
atizando el debate de la fusión entre UPyD y Ciudadanos, lo único
que han conseguido es que la única oposición seria a PP y PSOE
durante este tiempo sea la de Pablo Iglesias.
En otras palabras: esas personas bien intencionadas que solo querían
que surgiera una alternativa al bipartidismo distinta a Podemos,
podrían haber terminado consiguiendo que Podemos se confirme como la
única alternativa. Es decir: buscando una mejora, habrían terminado
provocando un destrozo. Como los boy scouts franceses o como Cecilia
Giménez.
Sin embargo, no todo está perdido. Porque, como les decía más
arriba, a veces los desastres pueden terminar convirtiéndose en
bendiciones.
Porque, por ejemplo, y aunque todavía no sea consciente de ello, a
UPyD le ha venido muy bien esta crisis, por varias razones. En
primer lugar, porque le ha permitido desembarazarse de algún
elemento nocivo. En segundo lugar, porque ha forzado una autocrítica
interna sobre el modo de encarar las relaciones con los medios y con
las redes sociales, y UPyD ha comenzado a adoptar un papel más
proactivo en el terreno del marketing, que había sido siempre su
flanco débil. Y en tercer lugar, porque esta crisis ha permitido a
UPyD romper el bloqueo informativo. Se ha hablado más de UPyD en
estos dos meses, en algunos medios de comunicación, que en los dos
años anteriores. Es verdad que para criticar a la formación magenta,
pero por lo menos eso ha atraído sobre la formación de Rosa Díez una
atención que hasta ahora le estaba vedada.
Que eso termine siendo bueno o no, dependerá de si UPyD sabe
lanzarse a la ofensiva y aprovechar, en sentido positivo, la
notoriedad que este debate tan absurdo le ha otorgado. El Ecce Homo
de UPyD que algunos medios han presentado es patéticamente feo. Pero
a lo mejor tiene el efecto de conseguir colocar a UPyD en el mapa
informativo y atraer centenares de miles de visitantes. Y termina
siendo una bendición para el partido.
No tan débil
JAVIER ZARZALEJOS. EL CORREO 18 Octubre 2014
·El nacionalismo mantendrá su capacidad para desestabilizar, pero se
engañará si cree que España es una realidad tan artificial y fácil
de romper
No hace falta tener el don de la profecía para anticipar que la
enésima aventura del nacionalismo, en este caso el catalán, se
adentra de nuevo en el fracaso. Que Mas fracase en sus propósitos
últimos no significa que esta apuesta carezca de efectos
desestabilizadores y divisivos, que los está teniendo en Cataluña.
El fracaso de Mas no equivale por sí mismo a dar por superada esta
etapa de convulsión, ni nos va a librar de nuevos episodios que
previsiblemente no serán menos tensos que los que ya se están
viviendo. Pero la peripecia del frente nacionalista de Mas y
Junqueras está sirviendo para extender en Cataluña, al menos en voz
baja, una constatación que si se hubiera tenido en cuenta antes,
habría ahorrado a la sociedad catalana tanto la fractura como la
frustración que se adivinan duraderas. La constatación no es otra
que la que lleva a reconocer que una cosa relativamente simple es
generar un problema político serio pero otra distinta es llegar a
deconstruir el orden constitucional de un Estado y desintegrar su
realidad nacional como si lo uno y lo otro no existieran o fueran
simples productos artificiales de un caduco imaginario centralista.
Lo cierto es que España en las últimas décadas ha resistido con
éxito el ataque continuado de una banda terrorista como ETA, alberga
a dos nacionalismos que han desvelado sus objetivos
independentistas, y tampoco ha contado para fortalecer su conciencia
nacional con una gran parte de la izquierda que ha visto en los
nacionalismos un útil potencial revolucionario o un componente
necesario del antifranquismo, convirtiéndose así, por decirlo en
palabras de Andrés de Blas, en un «agente objetivo de
desnacionalización y deslegitimación del Estado español en tanto que
realidad nacional». Para completar el cuadro, no puede ignorarse los
efectos de la apropiación de lo español por parte del franquismo,
una apropiación que extendió a la imagen de España como realidad
nacional, el rechazo al régimen franquista. A todos estos factores
hay que unir la profunda transformación del Estado, en el que la
emergencia de la nuevas realidades autonómicas, unas necesitadas de
relatos identitarios por construir y otras decididas a reforzar los
que tenían, han oscurecido las referencias comunes, reduciendo el
ámbito simbólico y afectivo que los españoles compartimos.
Un país aquejado de estos factores de debilidad tendría todas las
papeletas para rodar hacia una desintegración acelerada. Y si
embargo, llegado el momento, parece capaz de superar sus propias
debilidades y manifestar una densidad histórica y cívica que sus
detractores suelen subestimar. Seguramente, en ese contexto puede
explicarse lo que algunos llaman la ‘profecía’ de Aznar sobre
Cataluña –«antes se rompería Cataluña que España»– curiosamente
recordada por Iñaki Gabilondo como una clave que los nacionalistas
deberían tener en cuenta a la hora de medir hasta dónde quieren
llegar en el desafío. Es una paradoja ilustrativa que los
nacionalistas sean víctimas de su propia distorsión a la hora de
considerar la historia de España. Creen en sus propias fabulaciones
y eso les suele conducir a errores de cálculo. Si España fuera lo
que las historias de nacionalistas dicen que es, sencillamente no se
entendería que hubiera pervivido. Cuesta entender, por ejemplo, que
Rafael Casanova fuera a la vez protomártir de la independencia
catalana, según el relato catalanista, mientras llamaba a los
barceloneses a resistir a las tropas borbónicas en nombre de España
y terminara sus días 30 años después ejerciendo apaciblemente su
profesión en tierras catalanas. Como tampoco es fácil conciliar la
exhibición del Concierto Económico como identidad genética del
autogobierno vasco y al mismo tiempo demonizar a Cánovas que lo
rescata, asegura su pervivencia y lo inserta en el nuevo orden
político de la Restauración. Ahora bien, un éxito propagandístico
como es «inventar una abolición foral», en palabras de Fernando
Molina, no es una verdad histórica, ni la puede sustituir.
No hay ningún indicio de que el nacionalismo vaya a hacer el mínimo
esfuerzo por salir de esa visión de España y de su historia
fabricada para su propia justificación. Es una visión que ahonda en
la imagen sombría de un país presuntamente carente de densidad
histórica, instalado en atraso y la violencia, posible sólo sobre la
dominación de otros pueblos, artificialmente unidos en contra de su
voluntad. Resulta especialmente delirante la tergiversación de los
procesos históricos que están en la raíz de la construcción de
España como Estado a partir de la consolidación de una realidad
nacional al menos tan clara como cualquiera otra que pueda aducirse
en Europa. Lo estamos viendo con el extravagante trabajo de la
historiografía nacionalista catalana en ese sentido, la
interpretación ‘pro domo sua’ que el revisionismo nacionalista
quiere consolidar de acontecimientos y procesos históricos que van
desde la unión del condado de Barcelona a la Corona de Aragón y el
compromiso de Caspe hasta la extensión del franquismo en Cataluña,
pasando por 1714.
A la hora de afrontar el diálogo y de tratar del ‘encaje’ de unos u
otros en España se suele pasar por alto el profundo desencuentro al
que lleva la persistente distorsión de la historia que el
nacionalismo proyecta sobre el presente. Mientras viva en esta
distorsión, en su burbuja histórica autorreferencial y victimista,
el nacionalismo mantendrá su capacidad para desestabilizar, pero se
engañará si cree que España es una realidad tan artificial y fácil
de romper.
Fiesta
miquel porta perales ABC Cataluña 18 Octubre 2014
Artur Mas quiere ganar tiempo y aplazar unas elecciones que perdería
si se ve obligado a presentarse en solitario
Finalmente, la consulta sobre el «futuro político de Cataluña» -un
referéndum de tapadillo- no se celebrará. ¿Por qué el soberanismo ha
tardado tanto tiempo en admitirlo? Varias razones: nadie quería
asumir el fracaso de la no celebración de la consulta/referéndum;
ningún partido estaba dispuesto a bajarse el primero del autobús
para no ser tildado de traidor por el nacionalismo callejero que
cree en la cosa.
A ello hay que añadir que CiU y Artur Mas necesitaban aparentar un
liderazgo que no tenían y buscaban desesperadamente alguna salida
para salvar los muebles y su propia carrera política. Más: ERC, ICV
y la CUP no estaban dispuestos a lanzar el bote salvavidas a CiU y
Artur Mas. En pocas palabras, unos y otros, desde hace meses,
estaban en plena campaña -mensaje, táctica y estrategia- para lo que
pudiera venir después del colapso de la consulta/referéndum. ¿La tan
cacareada unidad del bloque soberanista? Una ficción.
Y en eso que Artur Mas -impasible el ademán- encuentra el plan de
rescate que tan ansiosamente buscaba: un proceso participativo con
la intención de conocer qué opina el personal. La parroquia, por
mejor decir. Una «consulta alternativa» (?) que se «convoca»
-atención: no es una convocatoria, sino una invitación- sin decreto,
sin censo, sin garantías democráticas y con la inestimable
colaboración activa de veinte mil voluntarios militantes de la
causa.
De hecho, se trata de una fiesta y una movilización -otra más- que
prolonga la ficción de la consulta colapsada. Motivos: Artur Mas
está ya en plena campaña preelectoral; quiere cargar la culpa del
fracaso de la consulta a una ERC a quien presiona -lo mismo hace con
la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural- para que acepte la
fiesta privada del 9 de noviembre; busca que el Estado suspenda el
sucedáneo de consulta -si bien se mira, un placebo- para sacar
tajada de ello. Y, sobre todo, Artur Mas quiere ganar tiempo y
aplazar unas elecciones que perdería si se ve obligado a presentarse
en solitario.
******************* Sección "bilingüe"
***********************
Antes del fraude
xavier pericay ABC Cataluña 18 Octubre 2014
Albert Rivera, líder de un partido, Ciutadans, al que los sondeos
más recientes sitúan ya como la quinta fuerza política española en
intención de voto, por delante de UPyD; Albert Rivera, digo, es
partidario de que el presidente Artur Mas convoque, sin más
dilación, unas elecciones autonómicas. En realidad, ese
adelantamiento electoral lleva pidiéndolo Rivera desde los albores
mismos de la presente legislatura.
La deriva soberanista de Mas y su pacto con ERC han paralizado hasta
tal punto la Autonomía que ninguno de los problemas que en verdad
desazonan a los catalanes —el paro, la corrupción, las crisis de los
sistemas públicos de salud y enseñanza— ha hallado, por parte del
Gobierno de la Generalitat, respuesta alguna —o, por lo menos,
respuesta eficaz alguna—. En síntesis: el gobierno no hace de
gobierno ni la oposición de oposición, por lo que lo mejor es que el
presidente convoque elecciones cuanto antes y dé paso a una nueva
mayoría.
Ese planteamiento, que tiene un indiscutible valor estratégico en la
medida en que refuerza a Ciutadans como principal alternativa
política, ha sido retomado de forma insistente por Rivera esta
semana, desde que Mas convirtiera el 9-N en un esperpento todavía
mayor. Pero no sé, francamente, si sigue siendo estratégico, es
decir, oportuno. Rivera, como es natural, pide unas elecciones
autonómicas ordinarias. Ocurre, sin embargo, que Mas ya ha anunciado
que, en caso de convocarlas, serían plebiscitarias, o sea,
extraordinarias. Esto es, con lista y programa únicos de corte
independentista en el caso de algunas formaciones. Por supuesto,
puede que el actual presidente se vea abocado a convocar elecciones
por falta de apoyos parlamentarios y sin haber logrado ningún
acuerdo soberanista, aunque lo dudo, dado que siempre le quedará el
PSC para ir tirando hasta 2016. En todo caso, si Mas finalmente
adelanta los comicios tras haber llegado a un acuerdo con una o más
fuerzas para convertir unas autonómicas en unas plebiscitarias, lo
que debería hacer Ciutadans —y el PP y lo que quede del PSC— es no
presentarse y promover, en cambio, una abstención activa. No se
puede ser parte de un fraude. Ni en broma.
Argumentos a favor y en contra del
independentismo
Vicente Benedito www.vozpopuli.com 18 Octubre 2014
Me resulta difícil de entender -se me escapan las razones que puedan
existir- que algunos de los actuales poderes quieran que ignoremos
lo que somos y por qué somos lo que somos. O dicho de otro modo,
desconozco porqué quieren que no sepamos, que no pensemos. Se
pretende que, dado que la historia nos ha conducido hasta aquí, a
una sociedad en la que, sólo en apariencia, y más bien una minoría,
vive bien y tiene alguna oportunidad, renunciemos a querer ser y nos
dejemos llevar, por quienes de alguna manera terminaran tomando las
decisiones por nosotros, y sobre nosotros, resignándonos,
simplemente, a aceptar lo que, según ellos, nos ofrecen.
Sin embargo yo estoy convencido de que ello no sólo no debe ser así
sino más bien al contrario, es necesario combatirlo. Del mismo modo
que alguien que no sabe quiénes son sus padres vive permanentemente
en un estado de inquietud, de insatisfacción, de ansiedad
insoportable, pienso que los pueblos, deben conocer por qué son como
son, algo imprescindible para que puedan decidir sobre lo que
quieren ser. Las sociedades deben asumir las consecuencias de su
pasado, ya que de lo contrario, como las personas, vivirán
instaladas en la inseguridad, dejándose llevar por los más decididos
quienes, quizá incluso, de buena fe, creyendo que les hacen un
favor, pero aprovechando esa vulnerabilidad, no duden en
beneficiarse de la situación.
Por ello, ante el debate sobre la independencia o no de Cataluña, y
sin olvidarnos del artículo segundo de la Constitución Española de
1978, los argumentos de unos y otros, los que están a favor y los
que rechazan la separación, han de ser analizados con cierta
honestidad. De esa manera, desterrando del debate la pasión
irracional, poder acercarse unos y otros a un punto de encuentro que
contribuya a evitar la radicalización y el desgarro de la sociedad,
tanto de la catalana como del conjunto de la española.
En un ejercicio de cierta candidez intencionada me he atrevido, sin
acritud y con objetiva, y voluntarista, imparcialidad, a recoger
algunos de los postulados de quienes defienden cada una de las dos
posiciones en cuestión, tratando de subrayar -en un ejercicio no
exento de reconocida simplificación- los argumentos, que cada parte
esgrime, a favor y en contra de la independencia. O lo que sería lo
mismo de una Cataluña dentro o fuera de España.
Argumentos a favor
a) Políticos
- Se facilita el ejercicio de la voluntad popular.
- Se trata de una Nación con una idiosincrasia y un idioma propios
que deben preservarse y desarrollarse plenamente con unas
instituciones también propias.
- A Cataluña le iría mejor fuera de España. Escocia en ocho años ha
conseguido el doble por habitante de lo conseguido por Cataluña en
treinta.
- El Gobierno de España rechaza y se opone al dialogo.
b) Económicos
- Cataluña no se vería obligada a aportar fondos destinados a otras
regiones.
- Un gobierno catalán con la independencia llevaría una política
económica centrada sólo en sus intereses y por lo tanto los
ciudadanos podrían exigir resultados más tangibles al no poder
eludir sus responsabilidades culpando a Madrid.
- Se harían grandes inversiones (por ejemplo, en infraestructuras)
que actualmente no se pueden llevar a cabo como consecuencia de los
impuestos que se lleva el Estado español.
- Mejoraría la educación y la sanidad.
Argumentos en contra
a) Políticos
- La voluntad popular debe ser de todo el pueblo español, pues
Cataluña es parte indivisible, desde hace siglos, de España.
- Cataluña nunca ha tenido soberanía propia. Lo que tuvo lugar en
1714 no fue una guerra de “secesión” sino de “sucesión”. Parte, no
toda Cataluña, defendió y luchó a muerte por un Rey español de la
dinastía de los Austria frente a la llegada de los Borbones.
- La Constitución de 1978 fue votada favorablemente hace tan sólo 36
años por un 91% de los catalanes, con menos de un cinco por ciento
de voto de rechazo y una abstención del 32 por 100. El Estatut
actual no fue votado por la mayoría del censo electoral (50,6% de
abstención) y recibió un voto favorable del 73,90% de quienes
acudieron a las urnas. El rechazo alcanzó casi un 21 % y los votos
en blanco algo más de un cinco por ciento.
b) Económicos
- Cataluña tendría que asumir una deuda de 142.754 millones de euros
y lo más normal es que tuviera problemas para financiarse tanto en
importes como en tipos de interés ¿De qué país recibiría avales?
- Vería reducido su rating al de los bonos basura.
- Quedaría fuera de la UE, pues para continuar tendría que solicitar
su incorporación, que exigiría la unanimidad de todos los socios
comunitarios.
- Tendría que negociar las reglas comerciales con la UE y se le
sujetaría a aranceles.
- Con una alta probabilidad se vería abocada a salir del Euro y
crear una moneda propia que necesitaría devaluarse rápidamente para
no perder competitividad pues sus ventas al exterior se reducirían
en porcentajes superiores al 25 por ciento. Para evitar una
inflación tendrían que trabajar más que ahora, pagar más impuestos y
derivado de ello aceptar ser más pobres.
- Ello podría llevar consigo el establecimiento de un “corralito” y
la fuga de capitales hacia la zona Euro.
- Muchas multinacionales cambiarían su domicilio social hacia esa
misma zona Euro en busca de la confianza y la seguridad. Esto
afectaría gravemente al nivel de empleo. Por su parte, las entidades
financieras, para no quedar fuera del Euro y perder cifra de
negocio, cambiarían de igual forma su domicilio social y fiscal.
- Cataluña ha sido la autonomía más beneficiada, en términos
absolutos, por las inversiones estatales de Fomento durante el
periodo 1996-2011, y donde se ha recortado menos la inversión
pública en 2013.
- El nuevo Estado catalán tendría que asumir servicios como Defensa
(¿quedaría fuera de la OTAN?), seguridad y diplomacia.
- Cataluña, como el resto de autonomías españolas, tiene más
competencia que tendrían si España se transformara en un Estado
Federal, por supuesto no asimétrico.
Pero si no es fácil llegar a un punto de encuentro, desde el debate
razonado y sosegado, ¿qué podemos esperar de unas fuerzas políticas
que anteponen sus intereses partidistas a la ley de leyes que
juraron, o prometieron, cumplir y hacer cumplir? Hoy hemos conocido
un nuevo desvarío del presidente de la Generalitat. Tras el anuncio
de la noche del lunes de reconocer la imposibilidad de la
celebración de la consulta del 9-N, desde el soporte legal de su
propio Decreto, cautelarmente suspendido por el Tribunal
Constitucional, esta mañana nos hemos desayunado con el enésimo
conejo que se saca de su maltrecha chistera. “Habrá consulta,
pregunta, papeletas y urnas” pero desde la interpretación de lo que
él entiende como un proceso participativo de la ciudadanía y sobre
la base de lo que la actual legislación emanada del Parlament,
desconocida para la práctica totalidad de los analistas políticos,
le permite.
El esperpento no puede ser mayor y contribuye a generar una
agobiante frustración en la sociedad catalana y un cansino
desasosiego en la del resto de España. Mas pasará, ya ha entrado, a
la historia como el visionario que fracturó gravemente a Cataluña y
laminó la hegemonía de la coalición que le encumbró a un poder, que
ha constatado le venía muy grande.
Una Europa Federal
Para terminar, e inspirado en las ideas de Francisco de Vitoria
cuando proponía la idea de una comunidad de todos los pueblos
fundada en el derecho natural, soy de los que pienso que la solución
a los problemas de Europa, y de su futuro, es la creación de un
Estado Federal Europeo que absorba la mayor parte de la soberanía de
las naciones que lo conformen, al estilo de los EE.U.U, la República
Federal Alemana o Australia. Ello estará siempre en contra de
cualquier desmembración de las Naciones Europeas.
Catalanes de (im)pura cepa
Manuel Cruz El Confidencial 18 Octubre 2014
Existe un independentismo no nacionalista, es una de las
afirmaciones que más se vienen repitiendo en Cataluña desde que
Carod Rovira refundó ERC. Por extensión, se continúa afirmando, el
procés catalá tampoco tiene que ver con adscripciones identitarias
de ningún tipo. Muchos soberanistas actuales, de los que hasta hace
bien poco ocultaban un apellido poco catalán (aunque también había
variantes suaves de la ocultación consistentes en cambiar su grafía,
catalanizándola, sin olvidar a los que se limitaban a escribir tan
solo la inicial) o no mencionaban nunca el hecho de que su lengua
materna fuera el castellano, ahora incluso hacen ostentación de
ello. "¡Pero si mi padre es de Murcia!", "Yo con mi mujer hablo en
castellano", "Soy un charnego de pura cepa" han pasado a ser, en sus
labios, la prueba concluyente del carácter no identitario de la
dinámica social que el soberanismo ha puesto en marcha.
Quede claro, por si mi redacción pudiera generar alguna duda al
respecto, que celebro esta particular salida del armario por parte
de quienes hasta hace como aquel que dice cuatro días ejercían de
guardianes de las esencias nacionales. Pero no termino de ver claro
que, efectivamente, hoy en Cataluña los sectores hegemónicos
políticamente hayan renunciado al empleo de los recursos emotivos y
sentimentales asociados desde siempre al discurso nacionalista.
Por lo pronto, hay que constatar que muchos de los independentistas
sobrevenidos, han asumido el nuevo credo sin por ello renunciar en
lo sustancial (ya hemos visto en qué dimensiones accidentales llevan
a cabo concesiones) a sus antiguos planteamientos nacionalistas,
fuertemente identitarios. Bastaría con acudir a las hemerotecas y
repasar las declaraciones que todavía a primeros de julio del
presente año hacía Jordi Pujol acerca de la base identitaria de la
nación catalana.
Es posible que no esté acertando con el ejemplo, que alguno
considerará un tanto impertinente, pero ya se sabe que los ejemplos
son como los principios de Groucho Marx: si no les gustan unos,
siempre hay otros de los que poder echar mano. Probablemente -no me
cuesta imaginármelo- muchos independentistas actuales replicarían
que el ex-presidente pertenece a otra época política y que, por
tanto, no representa la especificidad del procés actual (de hecho,
no falta quien le está endosando sus irregularidades contables al
sistema autonómico mismo, e incluso a la Transición -un puro
enjuague de la casta, como es notorio-).
¿Quién entonces podría considerarse representativo del mismo? Dudo
que haya alguien que cumpla mejor dicha misión que Carme Forcadell,
presidenta de la ANC. Pues bien, les remito a Vds. a la entrevista
que le hizo Ariadna Oltra en el programa ".CAT", de TV3 (y que se
encuentra disponible en la página web de la televisión pública
catalana), programa en el que tuve la oportunidad de participar.
Tras las casi preceptivas declaraciones de no identitarismo, cuando
la entrevistadora le pidió que le resumiera los motivos sustanciales
del agravio catalán, las razones mayores que justificaban la deriva
independentista, resultó que eran los ataques por parte de España a
la lengua, la cultura y la identidad (menyspreada y menystinguda,
como también gusta de repetir Artur Mas, otro ilustre converso al
independentismo) del pueblo catalán.
La lista de ejemplos podría ampliarse sin ninguna dificultad, pero
no les voy a aburrir mucho con ellos. Solo añadiré uno: Javier
Marías se preguntaba en El País recientemente por la razón por la
que en este momento, con los niveles de autogobierno que tiene
Cataluña, la situación incomparable de su lengua y su cultura
respecto al pasado, su sistema de financiación que, por más que
mejorable (no lo dudo), muchos independentistas lo consideraban
magnífico en el pasado reciente (concretamente cuando formaban parte
del gobierno autonómico que lo gestionó), etc., se había
desencadenado la dinámica rupturista en la que ahora estamos
inmersos. La respuesta que obtuvo por parte de un acreditado
analista político catalán fue para mí estupefaciente: falta de
empatía.
Parece lógico, pues, que algunos andemos algo desconcertados al
respecto de la presencia o no de elementos identitarios en el debate
político actual. En todo caso, puestos a fijar mi posición al
respecto, diré que entiendo que es poco menos que inevitable que
tales elementos tengan presencia en el mencionado debate. La
cuestión no es que existan o no (que no hay modo de evitar que
existan, y tampoco sería deseable que así fuera) sino qué hacemos
con ellos, qué tratamiento e importancia les concedemos. Habida
cuenta, sobre todo, de que en sociedades complejas como las nuestras
la uniformidad que algunos en el fondo de su corazoncito desearían
poder instituir constituye un objetivo prácticamente inalcanzable.
Pero es que, además de esta complejidad digamos que sincrónica, no
podemos olvidar el carácter diacrónico -procesual, en lo histórico y
en lo biográfico- de las identidades. La gran María Mercè Marçal, en
su célebre poema "Divisa" (incluido en su primer libro de poemas,
Cau de llunes , 1976), escribió unos conocidos versos que, con el
tiempo, acabaron transformándose en bandera del movimiento feminista
de izquierdas y que no creo que precisen de traducción:
A l'atzar agraeixo tres dons: haver nascut dona,
de classe baixa i nació oprimida.
Pensemos en las muchas mujeres que en su momento se reconocieron en
estos versos. Si, andando el tiempo, ser mujer no significara la
misma condición subalterna de antaño, si, merced al ascensor social
(y al propio esfuerzo), muchas de ellas hubieran tenido la
oportunidad de mejorar su posición social y si, por último, su
comunidad de origen se hubiera liberado de la opresión que la
atenazaba en otros tiempos y hubiera alcanzado, libertad mediante,
importantes cotas de autogobierno ¿seguiría valiendo aquella
definición? Solo para describir los orígenes, solo como huellas de
memoria, pero no como una descripción de su identidad presente.
Si coincidimos en postular tanto el carácter complejo como el
procesual de las identidades, probablemente el único rasgo que
podamos acordar para definirlas sea entonces el de caleidoscópicas.
Así entendidas, las identidades no deberían ser de temer. ¿Cómo unas
realidades definidas de tal forma podrían ser consideradas como
normativas? Sin duda no lo son, pero los poderes se empeñan, una y
otra vez, en que tengan efectos normativos (como ocurre en el
eslógan del tricentenario de 1714 "la historia ens convoca"). Pero
en el fondo, al hacerlo, las violentan y deforman y, en la misma
medida, violentan y retuercen los sentimientos de los individuos,
esos sentimientos que, de puertas afuera, declaran respetar y
exaltar tanto.
Veinte martillazos para entender el
“problema catalán”
ernesto milá Minuto Digital 18 Octubre 2014
La “crisis catalana” ha llegado a su última fase. Artur Mas ha
demostrado ser el típico político suicida capaz de llegar hasta el
final de su insensata aventura por el mero interés en destruirse y
destruir a su partido. En esta recta final del drama soberanista
vale la pena apuntar algunos elementos que apenas han sido
mencionados o que, simplemente, se han ignorado desde el inicio de
la crisis. Así pues vamos a “analizar a martillazos” lo que está
pasando en Cataluña, recordando algunos elementos puntuales –pero no
por ello menos importantes– difíciles de integrar en análisis
orgánicos, que esperamos ayuden a comprender lo que ha pasado en
Cataluña y lo que va a pasar. Creemos que estos apuntes de síntesis
pueden servir para interpretar lo que está ocurriendo en Cataluña y
determinar un poco mejor las responsabilidades.
1. Derecho de autodeterminación, derecho a decidir, no son
aplicables al “proceso catalán”.
Tales son las dos reivindicaciones centrales del nacionalismo
soberanista: el derecho a decidir y el derecho de autodeterminación.
Tienen razón los “estatalistas” cuando dicen que Cataluña ya ejerció
su derecho de autodeterminación cuando votó la constitución de 1978
y tienen razón también cuando dicen que “la soberanía reside en el
pueblo español”… Claro, pero esta argumentación parece excesivamente
leguleya: no se puede defender la unidad de una nación y lo que
implica (su destino, su misión histórica, su proyecto) con
argumentos de este tipo: “España” está muy por encima, de la
“constitución”; a fin de cuentas, España ha tenido todas las
constituciones, leyes fundamentales y “ordeno y mando”, que se han
ido sustituyendo una tras otra. Presentadas todas como “eternas e
inalterables”, apenas han durado unas décadas o incluso unos meses.
España como reino dura desde el período visigodo. Hispaniae, como
unidad geopolítica es anterior incluso. Así pues, podría ocurrir que
lo que se votó en 1978… hoy, fuera algo muerto, en estado de
putrefacción o agónico en el mejor de los casos. Y este es el
problema: que la constitución española, cerrada en falso en 1978,
quedó pronto avejentada en los años 80, se mantuvo porque los dos
pilares políticos en los que se sostenía (centro–derecha y
centro–izquierda) gozaron de buena salud. Pero hoy, tanto PP como
PSOE han iniciado una fase descendente que permite augurar que
difícilmente sobrevivirá un sistema ideado para el bipartidismo
imperfecto en una nueva situación de fragmentación de las opciones
políticas y entrada de varias más en el parlamento. El “derecho a
decidir” en tales condiciones habría que enunciar de otra manera:
“derecho a decidir… de nuevo”. Y en esta reformulación se percibe
tanto la debilidad de las posiciones constitucionalistas a ultranza
(Rajoy e incluso la de los nuevos constitucionalistas al estilo de
Ciutadans) como la de los soberanistas.
2. El nacionalismo no tiene más base que la que él mismo ha
pre–fabricado
El “derecho de autodeterminación” hoy vinculado a aquellos pueblos
que hace entre 50 y 70 años accedieron a la independencia después
del período de colonización europea iniciado en el XIX y concluido a
mediados del siglo XX…, no parece que sea el concepto que mejor
encaja con una región como Cataluña que ha gozado de un alto grado
de autonomía y de descentralización administrativa y que, por lo
demás, nunca ha sido una zona colonizada, ni tampoco una entidad
independiente. El territorio geográfico sobre el cual están hoy
asentadas las cuatro provincias catalanes, fue el de la Hispania
Citerior, a la Tarraconense, al Reino Visigodo de Toledo, a la Marca
Hispánica, a condados catalanes feudatarios del Imperio Carolingio o
de la Corona de Aragón, a la Corona de Aragón, a las Españas, a la
España unitaria de los borbones, y así sucesivamente… Ni ha sido una
“nación” (concepto que aparece en las postrimerías del siglo XVIII,
sustituyendo al “reino”), ni ha formado parte de una “federación
catalano aragonesa” (que solamente ha existido en la “historia
imaginativa” de Cataluña ideada por la Generalitat y por las mentes
calenturientas de los nacionalistas), ni ha sido independiente jamás
(la autonomía de los condados catalanes era relativa en tanto que
eran feudatarios de otras entidades y no puede ser equivalente a
ningún concepto moderno), incluso tiene problemas de definición (los
Països Catalans son otra ficción geopolítica en la que el “centro”
catalán nunca ha preguntado a las “partes” lo que opinaban y la
“nación” de Salses a Guardamar y de Fraga a Mahón, genera carcajadas
de conmiseración). Lo catalán es, como máximo, una “nacionalidad”,
solamente si atribuimos a esta palabra un contenido concreto:
nacionalidades eran en el medievo las distintas partes de las que se
componía un reino, dotadas de algunos rasgos característicos
propios. En Cataluña el único “rasgo” diferencial es el idioma. El
resto ha sido construido por el nacionalismo desde el último tercio
del siglo XIX. Incluso, lingüísticamente, está unánimemente aceptado
que el catalán es una lengua “hispano–romance”, en absoluto
“galo–romance” como pretendían los primeros doctrinarios
nacionalistas, con todo lo que ello implica. En cuanto a la “raza
catalana”, nuevamente suscita sonrisas. En cuanto a los elementos de
la cultura catalana, si excluimos a los que fueron creados ad hoc
por los Maragall y los Verdaguer en el XIX, los encargos que el
Conde de Güell pagó para que le construyeran una “cultureta” a
medida, y algunas huellas residuales de carácter antropológico (la
misma barretina no era sino el gorro de los marineros de toda la
cuenca mediterránea, utilizada hoy incluso en Portugal), lo que
queda no está muy diferenciado de la cultura castellana. La Cataluña
de la Generalitat, con su historia, su folklore, incluso con su
lengua, es una construcción nacionalista inexistente que se ha
asentado sobre un “hecho diferencial” construido por los teóricos
nacionalistas y elevado a dogma mediante 36 años de ejercicio del
control sobre la educación, los medios de comunicación, la sociedad
civil, realizada por el nacionalismo a través del entramado de la
Generalitat.
3. Las naciones no se crean ni se destruyen mediante votaciones
Una nación no nace de una votación en la que una parte obtiene el
51% de los votos sobre la otra que se queda con el 49%. Si alguien
ha creído que las naciones nacen como quien fabrica churros tiene un
pobre concepto de lo que es una “nación”. Las naciones son el
resultado de procesos históricos muy complejos y prolongados en el
tiempo. Pensar que una generación, en un momento dado de la historia
–como es el caso actual- a causa de una crisis económica, puede
votar y “crear” una “nación”, es una concepción infantil e ingenua
de la historia. Es evidente que los últimos gobiernos españoles han
acometido políticas económicas y sociales desastrosas, que han sido
receptáculos de corrupción y de mala gestión… y que la Generalitat
de Catalunya no ha sido, durante este tiempo, nada más que la
fotocopia reducida de lo que ocurría en España. Cataluña ha estado y
está a la cabeza de la corrupción en el Estado Español, si bien es
cierto, que en dura lucha con Andalucía. El nacionalismo catalán en
1978 contribuyó a crear un régimen de bipartidismo imperfecto en el
que se aseguraba un papel decisivo para él mismo, al margen de su
importancia numérica dentro del Estado. Tal sistema fue aceptado por
el centro-derecha (ayer UCD, hoy PP) y por el centro-izquierda, que
se aseguraba el poder gobernar a cambio de transacciones con los
nacionalistas, en caso de no obtener mayorías absolutas. Pero la
clase política catalana no es esencialmente diferente de la del
resto del Estado, ni los niveles de ineficiencia política y
corrupción, son inferiores en Cataluña al resto del Estado. Por otra
parte, una nación no puede destruirse por una votación, esto es por
un estado de opinión que comparte en mayor o menor medida una
generación. Una nación, tanto para su construcción como para su
destrucción, es superior al mero cálculo numérico de unos votos que
responden solo a un estado de ánimo en un momento concreto. Nada
importante en la historia se ha hecho votando. En realidad, puede
decirse que las mayores locuras históricas se han hecho,
precisamente, a través de los votos. En muchos casos el “derecho a
decidir”, ha implicado la segura elección de la peor de las opciones
posibles (no hay más que constatar que las auténticas catástrofes
políticas de Cataluña –los Pujol, los Maragall, los Montilla- y de
España –los Felipe, los Aznar, los Zapatero, los Rajoy- han sido
elegidos en votaciones irreprochablemente democráticas… como para
atribuir un “valor histórico” para el “derecho a decidir” mediante
un voto.
4) La Generalitat de Cataluña ha monopolizado el poder durante 36
años con el visto bueno de UCD, del PP y del PSOE, corresponsables
de la actual situación
Ha controlado y marcado a los medios de comunicación social, los ha
comprado al peso con su particular régimen de subvenciones, ha
controlado absolutamente toda la vida cultural en Cataluña
utilizando el mismo sistema; ha condicionado absolutamente la
educación instalando una estrafalaria “historia nacional” que
abochorna a los amantes, profesionales y conocedores de la historia,
llegando a crear ficciones históricas como la “federación
catalano–aragonesa” para evitar aludir al Reino de Aragón o
considerando que el 11 de septiembre de 1714 murió la “Catalunya
independent”, cuando lo que se dirimió entonces fue un pleito
dinástico en detrimento de los austriacistas y en beneficio de los
borbónicos. Ha repartido subsidios, subvenciones y sobornos para
mantener callados a unos y estimular a los otros… Y eso ¡durante 34
años! Estas condiciones son sólo comparables a las creadas por
Marruecos en el antiguo Sáhara Español… condiciones que impiden que
pueda celebrarse un referéndum en condiciones de igualdad. Si 40
años de trasvases de población han hecho imposible incluso la
elaboración de un censo en el Sáhara para establecer quién es
verdaderamente saharaui, en Cataluña, 34 años de imposiciones de
todo tipo por parte de la Generalitat han falseado por completo el
panorama político, social y cultural de Cataluña. Y en tales
condiciones pensar en que puede plantearse un referéndum
“equitativo” y “justo” parece aventurado. Para que pudiera
convocarse un referéndum en tal situación sería preciso que, al
menos durante una década, se restableciera la libertad de educación
en Cataluña, se aboliera la inmersión lingüística, y la Generalitat
y sus departamentos subsidiaran por igual a medios de comunicación
al margen de la lengua en la que se elaboraran. Obviamente, la
Generalitat nacionalista jamás aceptaría un referéndum en estas
circunstancias.
5) Uno de los aspectos más hundidos en Cataluña es el sistema
educativo. Gracias a ese sistema quebrado ha sido posible “fabricar”
generaciones predispuestas a aceptar acríticamente al soberanismo.
Y esto a pesar de que la Generalitat ha tenido las manos libres para
decidir el sistema que quería implantar en las escuelas catalanas,
sin ningún tipo de cortapisa. La inmersión lingüística puesta en
marcha a finales de los años 80 ha demostrado a las claras cuál es
el límite de la catalanización: los jóvenes con menos de 23 años se
han educado ya en ese sistema absolutamente discriminatorio,
injustificable… pero que hace tiempo que ha llegado a su límite. En
realidad, en los últimos 15 años, los niveles de utilización del
catalán, lejos de aumentar, van disminuyendo. Los que hemos vivido
una parte importante de nuestra vida en Cataluña sabemos que hoy se
habla mucho menos catalán que hace 50 años. Incluso los niveles de
utilización del catalán en la enseñanza universitaria van
descendiendo paulatinamente. Apenas el 35% de los habitantes de
Cataluña utilizan regularmente el catalán en sus comunicaciones
cotidianas. Hoy el catalán es una lengua subvencionada y
sobreprotegida por la Generalitat. El nacionalismo ha hecho del
catalán la punta de lanza de su política de catalanización de la
región, aspirando a un plano de igualdad con el castellano. Pero es
difícil poder competir con una lengua hablada por más de 400
millones de personas y que en apenas 25 años hablará prácticamente
todo el continente americano. De ahí que la Generalitat haya optado
por eliminar y liquidar el uso del castellano en Cataluña.
6) En Cataluña existen dos identidades que no están necesariamente
enfrentadas.
Quienes se identifican y comparten la identidad española y quienes
se identifican y comparten sólo la identidad catalana. Lo normal
hubiera sido, que a partir de los años 80, los ciudadanos pudieran
elegir el tipo de identidad en el que querían que se educaran sus
hijos. Esto es todavía más necesario en el momento en el que existe
en la actualidad una gran movilidad laboral y es frecuente que
alguien nacido en Cataluña deba por cuestiones laborales desplazarse
a otra región española y viceversa. Pero la Generalitat se ha
preocupado de instalar barreras lingüísticas que dificultan este
tipo de prácticas. Para alguien abierto y tolerante, es evidente que
las dos identidades que coexisten en Cataluña (y que en buena medida
están fundidas) son contiguas y no tienen por qué entrar en
conflicto. Pero esta concepción es la que el nacionalismo excluyente
no puede aceptar: para él, Cataluña debe ser, no solamente
presentada como antitética con “España”, sino serlo de manera
maniquea. Si aceptara que las dos identidades pueden convivir,
renunciaría por ello mismo al tan cacareado “factor diferencial” y a
la aspiración de todo nacionalismo de aplastar a cualquier otra
muestra de pervivencia de otra nación es su propio territorio…
7) La Generalitat ha generado el conflicto lingüístico intentando
eliminar de la vida pública el castellano y negándose a considerar
la realidad de la existencia de dos comunidades lingüísticas.
La doctrina de la Generalitat nacionalista implica afirmar que todo
aquel que vive en Cataluña solamente PUEDE tener una identidad
lingüística (y, por tanto una identidad nacional según el “principio
de las nacionalidades” para el que todo grupo humano que tiene una
lengua propia es una “nación” y, por tanto, tiene derecho a la
independencia…), única y obligatoria, promovida desde la
administración, la única que tiene cabida en los medios de
comunicación autonómicos e incluso dotada de censores lingüísticos
que velan por su pureza y por su hegemonía absoluta. Es curioso que
mientras RTVE mantiene programación en catalán, RTVC no tenga ni un
solo programa en castellano en los distintos canales de radio y de
televisión (a menudo ultra deficitarios) y que incluso se negase a
que la señal de la TV valenciana, mientras existió llegara a
Cataluña en la medida en que, aun teniendo programación en
valenciano no podía estar controlada políticamente por el
nacionalismo catalán… Todo esto indica que el nacionalismo catalán
excluye completamente la idea de coexistencia de las dos identidades
y aspira, pura y simplemente, a que la catalana haga desaparecer a
cualquier otra.
8) La inmigración masiva islamista contribuye todavía más a
embrollar el “problema catalán” o, mejor dicho, el problema generado
por el nacionalismo.
La idea de Pujol era que si llegaba a Cataluña inmigración andina no
se esforzarían en hablar catalán porque podrían comunicarse
perfectamente en castellano, pero, en cambio, si llegaba inmigración
magrebí, aprenderían catalán para comunicarse… El resultado ha sido,
no solamente la llegada masiva de magrebíes, sino también de
paquistaníes y subsaharianos, haciendo de Cataluña la región de
España en la que existe una comunidad islamista más densa. Un
vistazo rápido por las calles de las ciudades catalanas indica que
la optimista previsión de la Generalitat se ha demostrado falsa: los
recién llegados y sus miles de hijos que van naciendo en Cataluña,
lejos de integrarse, refuerzan cada vez más sus lazos identitarios.
Ni existe, ni se espera un “islam catalán” como creía Carod Rovira y
los espíritus ingenuos del “tripartito”: no ha aparecido ni un solo
islamista que abandonara el árabe en beneficio del catalán. El árabe
es la lengua sagrada hablada por Dios en la que está escrito el
Corán… el catalán es una lengua ocasional que se habla especialmente
para decir un subsidio, una subvención, una beca de comedor, o para
acudir a la seguridad o a la asistencia social. Fatalmente, quienes
se erigían en defensores de la “identidad catalana”, desde el
nacionalismo soberanista, han terminado siendo los que han
deteriorado más gravemente tal identidad, en un acto criminal que no
ha tenido parangón en lugar alguno de Europa: a diferencia de en
Europa en donde los islamistas han llegado por iniciativa propia, en
Cataluña ¡han sido invitados a instalarse masivamente! Para ello,
Pujol envió a Ángel Colom i Colom, ex-ERC, como “embajador” de la
Generalitat a Rabat para canalizar tales flujos…
9) Hoy, existe un Islam en Cataluña (no un “Islam catalán”) que se
configura como tercera “identidad” presente en aquella región
Pero esta identidad es completamente diferente a las otras dos:
mientras la identidad catalana y la española son identidades
“contiguas”, mientras son lenguas hispano–romances (como admiten
todos los especialistas), y mientras no existen más tensiones entre
Cataluña y el resto de España que las creadas por el nacionalismo…
en cambio, la identidad catalana y la identidad islámica están
separadas por una brecha antropológica, religiosa y cultural
insalvable. En Cataluña, desengáñense nacionalistas y soberanistas,
no se va a lograr lo que no se ha podido alcanzar en lugar alguno de
Europa: la integración de la masa islámica en la sociedad regional,
por mucho que se la alabe, que se la subsidie o que se ceda ante
ella. Tales actitudes –las asumidas en Cataluña por la Generalitat–
son la muestra para los islamistas de que se pueden presionar más.
Ante el islamismo, ceder un poco es capitular mucho. Esta “tercera
identidad”, amenaza a las otras dos: porque, no sólo la identidad
catalana, sino también la castellana, están separadas por el mismo
abismo insalvable de la islamista. El gran error de la Generalitat
es considerar que los islamistas se van a integrar con la misma
facilidad que se integraron en la sociedad regional andaluces,
extremeños, gallegos, etc, procedentes de regiones del Estado
Español. El gran error de la Generalitat nacionalista ha sido no
distinguir entre “grupos sociales contiguos” y “grupos étnicos con
los que existen abismos antropológicos y culturales”. El mismo
énfasis puesto en que la inmigración islamista votara en el non nato
referéndum del 9-N indica el error de perspectiva, la ignorancia de
la realidad de lo que es la inmigración y de cuál es la integrable y
la no integrable y la mano tendida hacia los que no tienen más
interés que islamizar Cataluña y aplicar la sharia en el plazo más
breve posible.
10) Por cada nacimiento de un autóctono en Cataluña, nacen algo más
de tres hijos de inmigrantes.
En las actuales circunstancias y no digamos dentro de 10 años, la
independencia de Cataluña es completamente imposible porque la
sociedad catalana (y muy específicamente, el grupo lingüístico
específicamente catalano–parlante) tiene unas tasas de natalidad que
apenas llegan a 1 (mientras la tasa mínima de reposición es 2,2).
Desde 1999 cada 1 de enero, los medios reconocen que el “primer
bautizado” en las cuatro provincias catalanas, es siempre,
inevitablemente, hijo de inmigrantes. Para colmo, Cataluña, además,
carece de defensa contra una revuelta de la inmigración islámica. El
propio ayuntamiento de Barcelona no pudo hacer frente a disturbios
organizados en el Barro de Sans por una santa alianza de okupas de
Can Víes y magrebíes residentes en aquel barrio, cediendo
bochornosamente a las presiones y violencias. Podemos imaginar lo
que ocurriría en caso de revuelta generalizada de la comunidad
islámica. Una Cataluña independiente tendría muchas más
posibilidades de integrarse en la Liga Árabe que en la Unión
Europea. La diferencial demográfica es la peor pesadilla de una
Cataluña independiente y determina el futuro de esa comunidad
autónoma, tanto si sigue vinculada al Estado Español, como si
realiza el proyecto soberanista. La diferencia entre una y otra
situación es que Cataluña independiente no contaría con nadie más
que con los Mossos d’Esquadra para contener a un islamismo
insurgente. Vinculada al Estado Español este riesgo quedaría
conjurado de partida. A no olvidar que en 1909, durante la Semana
Trágica, la alta burguesía catalana que espoleaba el
independentismo, tuvo que dar marcha atrás cuando percibió que la
clase obrera estaba en otras posiciones y su única defensa era el
Ejército Español. Algo más de cien años después, la situación se
repite: ya no hay “clase obrera española”… pero sí hay inmigración
masiva. Cataluña está indefensa ante una intifada similar a la que
ocurrió en Francia en noviembre de 2005.
11) La lengua catalana corre el riesgo de desaparecer.
De hecho, si hoy dejara de estar subsidiada, si el nacionalismo
debiera abandonar un día el Palau de la Generalitat, si la
legislación sobreprotectora del catalán quedaba desechada, el
catalán correría el riesgo de desaparecer en apenas una generación.
El catalán sobrevivió a cuarenta años de franquismo y en
determinadas zonas se hablaba más catalán entonces que ahora: sobre
vivió porque era una lengua propia de determinadas zonas y grupos de
población. Y conste que nunca estuvo prohibido, sino simplemente que
no fue lengua oficial. Se imprimieron libros en catalán desde 1940,
hubo semanarios en catalán desde mediados de los años 60. Lo que no
estaba era subvencionada. El nacionalismo lo que ha hecho ha sido,
justo lo contrario: intentar liquidar la utilización del castellano,
cuando lo normal hubiera sido ofrecer a la ciudadanía la posibilidad
de elegir entre dos líneas de enseñanza: en catalán y en castellano,
que dependen mucho del proyecto de vida que se forje cada familia.
Pero la lógica y el sentido común tienen poco que ver con el
nacionalismo siempre excluyente. No se puede forzar a los pueblos a
adoptar aquello que no desean, mediante simples estímulos económicos
(subvencionar sólo lo hecho, publicado, escrito y difundido en
catalán), prohibiciones (prohibición de rotular y etiquetar en
castellano en Cataluña) o castigos (multas lingüísticas y censores
lingüísticos en medios de comunicación). La lengua es una de
aquellos elementos en los que la sociedad manifiesta sus
preferencias y una administración ni puede, ni tiene el derecho, ni
debería permitirse que falseara la “libre concurrencia” lingüística.
12) El concepto de co-oficialidad lingüística que mantienen
nacionalistas y soberanistas es uno de los aspectos más grotescos
del soberanismo.
Como se sabe la “co-oficialidad” lingüística solamente rige “más
allá del Ebro”, no en Cataluña en donde la única lengua a utilizar
por la administración autonómica es el catalán. Algunos portavoces
del nacionalismo y del soberanismo han sorprendido diciendo que en
Madrid es donde debe practicarse “co-oficialidad”; no en Cataluña.
Se han quejado de que en Canarias o en Sabiñánigo no haya impresos a
disposición del público para poder realizar quejas… en catalán. Este
simple hecho demuestra que la “descentralización” y el “Estado de
las Autonomías” han sido abordados de manera muy diferente por los
nacionalistas catalanes y por los partidos estatalistas. Mientras
que estos últimos, a finales de los 70 y principios de los 80, se
hacían eco de una exigencia muy extendida de descentralización de la
administración estatal en las regiones, los nacionalistas
consideraban que tal descentralización suponía la posibilidad de
abolir el peso, el poder y la presencia del Estado en Cataluña,
creando una administración paralela. No existía de ninguna manera el
concepto de “jerarquía” (el todo, el Estado, es superior a sus
partes, las Autonomías) y ni PP, ni PSOE se preocuparon nunca de
recordárselo al nacionalismo ni al soberanismo. Aquellas aguas,
hechas de ambigüedad y medias tintas, han terminado trayendo los
lodos soberanistas del presente.
14) El Estado de las Autonomías se come al Estado del Bienestar
Este problema no solamente existe en Cataluña sino en cualquiera de
las partes del Estado de las Autonomías. Desde 1978 la carrera para
crear barreras interiores entre 17 comunidades autónomas, ha ido
pareja con la pérdida de prestigio y de poder del Estado central,
cuya gobernación ha dejado en todo momento mucho, muchísimo que
desear. La adhesión de España a la UE (firmada por Felipe González)
que ocasionó el desmantelamiento de nuestra industria pesada y nos
confirmó como país periférico y de servicios dentro de la UE, a
cambio de unos “fondos de cohesión” que se agotaron pronto, seguido
del modelo económico generado por José María Aznar basado en el
desarrollo hipertrófico del turismo y de la construcción, con sus
límites, sus riesgos y su escaso valor añadió, tuvo su colofón en un
Zapatero que nunca entendió por qué crecía el PIB y por qué empezó a
decrecer en 2008… Era fácil, desde esos centros alternativos de
poder que eran las autonomías, atribuir la responsabilidad de todas
las desgracias a la Moncloa y a quien ahí se sentara. En España a
partir de 1980, dejó de haber un “centro de imputación” claro: la
multiplicidad de centros de poder ha hecho que cada uno de ellos
asumiera como propio cualquier éxito e inauguración y atribuyera a
los otros sus propios fracasos. El resultado ha sido un “Estado de
las Autonomías”, desmesurado, gigante, burocratizado, con unas
clases políticas que siempre han querido tener a su disposición más
y más recursos económicos, han gobernado faraónicamente… hasta que
la llegada de la crisis económica y la afirmación de la
globalización como “estado de crisis permanente”, ha vuelto
incompatible el Estado del Bienestar con el Estado de las
Autonomías. Hoy el drama de nuestro país es que tiene, de una vez y
para siempre, que elegir entre uno y otro, a la vista de que nunca
como hoy y nunca a partir de ahora, ha sido tan evidente que el
Estado de las Autonomías, para mantenerse, se come, inevitablemente,
al Estado del Bienestar. Hay, pues, que elegir entre uno y otro.
15) La clase política catana, ante la situación de crisis económica,
atribuye toda la responsabilidad a “Madrid” e intenta hacerse con la
totalidad de los recursos económicos generados por Cataluña,
adoptando una deriva soberanista.
No hay que olvidar que quienes han estimulado en última instancia el
proceso soberanista (CiU) ha sido la coalición que con más
frecuencia ha ido apareciendo vinculada a escándalos de corrupción,
haciendo una vez más patente aquello de que “el patriotismo es la
última trinchera de los bribones”. Durante tres décadas se ha visto
perfectamente que la característica de todo nacionalismo es “siempre
más”, pedir “siempre más y más y mucho más”… hasta el límite extremo
de ese “más”: la independencia. Porque no hay proyecto nacionalista
que, en última instancia, no aspire a la independencia; no hay
nacionalismo sin proyecto de construir una nación. Y no hay “nueva
nación” en Europa sin que se destruya a una pre–existente. Olvidar
esto es lo que ha dado alas al nacionalismo catalán.
16) Se equivocan quienes creen que el día 10 de noviembre dejará de
hablarse del referéndum soberanista y que todo quedará olvidado.
El hecho de que Artur Mas camine a paso acelerado hacia el pudridero
y que ya hoy sea un cadáver político irrecuperable, el hecho de que
CiU ni siquiera se haya preocupado de crear un líder alternativo a
Mas que presentar como mascarón y pasmarote ante las próximas
elecciones, indica que ha terminado, entre el sainete y la
astracanada, un ciclo político en Cataluña. CiU difícilmente llegará
a las próximas elecciones generales, especialmente después del
varapalo que le espera en las municipales de 2015 y en unas
elecciones autonómicas anticipadas e inevitablemente (y otro tanto
puede decirse del PSC). ERC es ya hoy la fuerza hegemónica del
nacionalismo, con la tentación del Ómnium y de la ANC de convertirse
en un “podemos” independentista. Rajoy se equivoca si cree que ha
vencido simplemente porque el 9–N no haya habido ni rastro de
referéndum, sino apenas una consulta de chichinabo, completamente
impresentable y grotesca. Apelar a la “legislación” y al “cúmplase
la constitución” sirve de poco y es poco realista, especialmente
porque la constitución de 1978 está muerta y enterrada. Las heridas
que dejará la actual crisis, tardarán generaciones en cicatrizar (si
es que alguna vez lo hacen) y si tenemos en cuenta que el
nacionalismo está especializado en recoger y asumir fracasos
históricos y derrotas. Esta del 9–N será la guinda que coronará un
pastel excepcionalmente abundante y sin parangón en región alguna de
Europa.
17) La crisis generada por el soberanismo catalán es, simplemente,
un efecto secundario, un daño colateral entre otros muchos, de la
crisis económica iniciada en 2007. Nada más.
Aquella crisis económica, se transformó pronto en crisis social,
cuando el número de parados alcanzó los 6.000.000 millones (a lo
largo de 2012). A partir de ese momento, era imposible disimular la
ineficiencia del Estado constitucional para resolver los grandes
problemas que había ido acumulando nuestro país desde los años 80 y
que se habían agravado con las políticas de Felipe González, Aznar y
Zapatero. La aparición del soberanismo se realiza sobre el trasfondo
inquietante de un país paralizado por la crisis, aterrorizado por el
futuro y al que cada vez se le van oscureciendo las expectativas y
las esperanzas, a una población que ya ha dejado de creer en que tal
o cual sigla habitual resuelva sus problemas y en las promesas de
una clase política corrupta e ineficiente. Así está España. Así está
Cataluña. Porque Cataluña, mal que le pese al soberanismo, es
España. La crisis soberanista aparece en un momento en el que la
monarquía evidencia también sus problemas y ha debido renovar su
rostro; donde la corrupción se enseñorea de cualquier actividad
pública en todos los niveles de la administración y cuando ya se ha
convertido en el rasgo característico de este ciclo histórico (como
el caciquismo lo fue de la restauración y el “morbus gothorum” del
Reino Visigodo de Toledo)… El hecho de que entre el 55% y el 35% de
los electores se abstengan sistemáticamente, voten nulo o en blanco
en cualquier competición electoral; el hecho de que ninguna
institución del Estado sobreviva a las críticas; el hecho de que los
partidos mayoritarios (sin excepción) estén heridos de mayor o menor
gravedad, pero todos desprestigiados ante las masas; el hecho de que
los portavoces del régimen y de la oposición sean cada vez más
contestados y carezcan de credibilidad; el hecho de que aparezcan
nuevas opciones políticas, cuando todos los partidos enarbolan
programas en los que ya nadie cree y que, incluso, aplicándose, no
resolverían absolutamente ningún problema; el hecho de que los
grupos mediáticos que apoyaron la transición en 1975–1980 estén hoy
en vías de liquidación o simplemente hayan desaparecido… todo eso,
junto, absolutamente todos estos elementos, son distintos aspectos
de la crisis económica transformada en última instancia en crisis
política.
18) El nacionalismo soberanista considera que se ha llegado al
“ahora o nunca”.
Si en unas circunstancias como estas, extremadamente favorables para
dar una explicación sencilla (“Cataluña está en crisis porque no es
dueña de su autogobierno”) y establecer un nexo causal (“crisis en
Cataluña = ineficacia del gobierno español”), el nacionalismo no
daba el paso decisivo, jamás lo daría. De ahí el drama catalán y la
aparición de personajillos, a cual más insolvente (la sonrisa
forzada de Artur Mas, las comadres del Omnium y la ANC, las lágrimas
de Junqueras, las chanclas de la CUP…) que tienen enfrente suyo a
otras ilustres nulidades (Rajoy y su tancredismo, Pedro Sánchez y su
vacuidad afectada…), dando como resultado el escenario actual de la
crisis soberanista y de crisis generalizada del Estado. A no olvidar
que los nacionalismos no son más que el resultado del interés de las
altas burguesías locales en controlar los recursos económicos
regionales para conseguir que sus negocios prosperasen más
rápidamente. Para ello precisaron crear factores emotivos y
sentimentales sobre los que asentar algo que era solamente una
ambición económico que para satisfacerse precisaba obtener hegemonía
política. Hoy las altas burguesías regionales han desaparecido como
tales, ya no invierten en sus regiones, sino en los escenarios
mundiales de la globalización, frecuentemente alejados de sus
lugares de origen. Esto hace que el nacionalismo regionalista se
vaya deshinchando medida que la alta burguesía local lo ha
abandonado. De hecho, en Cataluña, la alta burguesía hasta hace poco
industrial, ha pasado al sector inmobiliario, luego al sector
hostelero y de manera creciente orienta sus inversiones hacia el
sector hostelero en el Caribe o en escenarios bursátiles. La novedad
del “proceso soberanista” catalán en su actual fase es que Artur Mas
y el nacionalismo moderado se han visto arrastrados, no por la alta
burguesía catalana, sino por sectores sociales marginales (borrokas
de CUP, eco-rositas de ICV, procedentes de la “Cataluña profunda”,
ERC), generándose un desfase entre lo que es puramente emotivo y
sentimental y lo que es frío y razonado, entre la “rauxa” y el
“seny”, entre los intereses de grupos sociales periféricos y los
intereses de la alta burguesía.
19) El órdago soberanista es difícilmente sostenible.
Cualquier especialista sabe perfectamente que la secesión catalán
implicaría una caída en picado del PIB catalán, un situarse al
margen de la zona euro con todo lo que ello implica especialmente en
caída de las exportaciones, con una deuda insoportable y con un
lastre de partida (el pago de la parte alícuota de la deuda
española, el pago de las infraestructuras dejadas por el Estado en
Cataluña), sin olvidar que el bono catalán, a un paso del
bono–basura en este momento, caería aún más bajo, compitiendo en
insolvencia con el de Kosovo… La independencia catalana, no es que
no sea deseable… es que no es viable. Sin olvidar que muchos
catalanes abandonarían Cataluña, que otros no aceptarían ni la doble
nacionalidad que ofrece “generosamente” la Generalitat, y optarían,
simplemente por irse, acelerando aún más el fenómeno de llegada de
inmigrantes islamistas atraídos por un “nuevo Estado” que accede a
sus exigencias, les mira con buenos ojos y les acoge calurosamente
para cubrir los huecos dejados por la población española. También
harían bien los nacionalistas y soberanistas en recordar que la
secesión catalana excluiría, al menos de partida, la venta de
productos catalanes en lo que quedara del Estado Español, que miles
de firmas seguirían a las que ya hoy están abandonando Cataluña en
un nuevo “cruce del Ebro” que solamente en los dos últimos años ha
llevado a 6.000 empresas a desplazar a otras regiones su sede
social. Cataluña nunca entraría en la UE, no solamente porque España
se opondría sistemáticamente, sino porque ni Francia ni Alemania
quieren que se generen en sus territorios fenómenos similares. Así
pues, el drama del soberanismo es que siempre, adopte la vía que
adopte, conduce a un callejón sin salida. Es una vía muerta.
20) Restaurar la autoridad y el prestigio del Estado.
Descentralizar, pero no descoyuntar al Estado. España es algo más
que un Estado-Nación.
El Estado es hoy la única barricada contra la globalización. Si no
existieran las legislaciones nacionales, si no existieran los
parlamentos y las fuerzas de seguridad de los Estados, sino
existieran instituciones nacionales… la globalización ya habría
impuesto en todo el mundo su rodillo. Así pues, quien está en contra
de la globalización, no puede sino defender a los Estados
Nacionales. Tanto más un Estado es fuerte, tanto mejor contiene a la
globalización y le impide avanzar. Cuando más pequeño es un Estado,
cuando más débil es, cuándo más lastres tiene, más vulnerable es a
los “señores del dinero”. De ahí que la defensa del Estado Español
sea una necesidad urgente que debe plantearse toda la sociedad,
incluida la sociedad catalana. España es una cultura, es una
tradición común, es un proceso histórico que arranca desde la más
remota antigüedad y cuya legitimidad deriva a la vez de la
geopolítica, de la historia, de los enemigos comunes, de una lengua
vehicular y de unas lenguas como el catalán con el mismo origen que
el castellano y que es, cualquier cosa, menos una tierra fracturada
por identidades irreconciliables. Esto no es Canadá en donde existen
dos lenguas de distinta raíz cuyas comunidades hasta hace 150 años
se iban combatiendo entre sí, o Bélgica, Estado–tampón con el mismo
problema lingüístico, esto no es Yugoslavia en donde distintos
grupos étnicos y religiosos fueron aprovechados por Alemania, por el
Vaticano y por los EEUU para hacer estallar un Estado, generar tres
guerras balcánicas en los años 80–90 y dar lugar a media docena de
Estados en donde antes sólo había uno, simplemente para inhabilitar
a un aliado eslavo de Rusia. Esto es España, o si se quiere, “Las
Españas” según la concepción de los Austrias a la que, debería
volverse. Está claro que todos somos hijos de una tierra, la tierra
natal, la patria carnal con la que nos identificamos. Somos hijos de
una historia que no tenemos más remedio, nos guste o no, que asumir,
pero que no podemos ni reinventar, ni falsear. Somos hijos de una
cultura que tiene sus orígenes en Grecia y Roma. Somos europeos. Es
inevitable que nos sintamos miembros de tres niveles de identidad:
la tierra natal (la patria chica en la que hemos nacido), él
Estado–Nación, España, construido por las generaciones que nos han
precedido como producto de una voluntad y de un impulso histórico y,
finalmente, esa Europa a la que pertenece nuestra cultura y que, por
sí misma, constituye un “gran espacio económico” que es preciso
desenganchar lo antes posible de la globalización y convertir en una
“zona libre de mundialismo”. Ante esto, me parece que el soberanismo
catalán (que no es nada más que la hipertrofia del primer nivel de
identidad y su absolutización) apenas hace otra cosa que explotar la
emotividad y el sentimentalismo de un pueblo para crear falsos mitos
en los que basar una aberración histórica.
Adenda
El problema de gentes como Oriol Junqueras han construido su opción
política en base a unas pocas obsesiones de tipo emotivo y con
fuerte carga emocional que no pueden soportar el choque con las
realidades y que generan su incontenible llanto ante los micrófonos
de Catalunya Radio: ese llanto no es solo el de Junqueras es el de
todo un soberanismo que durante 10 años ha creído que Cataluña podía
ser independiente y que ahora solamente empieza a entrever que no
solamente no podía serlo, sino que ni siquiera convenía que lo
fuese. Es triste saber que, cuando el nacionalismo choca con la
realidad, se disipan sus posibilidades y mitos como una telaraña
ante la luz del Sol. Es triste saber que cuando el suelo desaparece
bajo los pies y se disipan sus mitos, solamente quedan los
presupuestos de la Generalitat para justificar su lucha… Entendemos
más que nunca que Junqueras llorara a moco tendido.
González y Guerra advierten de la deriva
totalitaria del nacionalismo catalán
El ex presidente del Gobierno con el PSOE alerta de que igual que
"durante la época de Franco se hablaba de los buenos y malos
españoles", ahora el nacionalismo también habla de "los buenos y
malos catalanes". El ex vicepresidente destaca que "la política del
contentamiento no funciona con los nacionalismos", que se basan en
"la manipulación y el engaño".
Redacción www.cronicaglobal.com 18 Octubre 2014
El ex presidente del Gobierno y ex líder del PSOE Felipe González y
el diputado socialista y ex vicepresidente del Gobierno Alfonso
Guerra han cargado este jueves duramente contra el nacionalismo
catalán, tildándolo de "destructivo" y comparándolo con
totalitarismos del pasado reciente.
Así lo han denunciado durante sus intervenciones en un acto
organizado por el PSOE para conmemorar el 40 aniversario del
Congreso de Suresnes -que encumbró a González como secretario
general del partido-, y en el que también ha participado el actual
líder de la formación, Pedro Sánchez.
"La política del contentamiento no funciona con los nacionalismos"
Guerra ha expresado sus dudas sobre la posibilidad de reformar la
Constitución, debido a las posiciones contrapuestas que tienen las
diferentes fuerzas políticas actualmente, y ha advertido de que "la
política del contentamiento no funciona con los nacionalismos",
porque "la base del proyecto nacionalista es el descontento y el
victimismo, y su técnica, la manipulación y el engaño; conocemos
bien las experiencias de los años 30 de embelesar a millones de
personas tras un político que es un monumento a la vanidad y la
arrogancia con final trágico".
También ha criticado, sin citarle, al presidente de la Generalidad,
Artur Mas, por su deriva rupturista: "Algunos políticos, borrachos
de vanidad, empujan a su Comunidad a una secesión suicida bajo las
presiones del nacionalismo".
"Es heroico gritar 'Visca Catalunya', pero denigrante gritar 'Viva
España'"
Guerra ha subrayado que "socialismo y nacionalismo son
incompatibles", por lo que, cuando un socialista se declara
nacionalista, "es seguro que no es socialista". Y ha indicado que la
izquierda no ha actuado con suficiente "lucidez" en esta cuestión,
ya que la "patrimonialización del concepto de España por la
dictadura" ha creado en la izquierda una reticencia particular a
hablar de España que ha facilitado la política nacionalista.
El ex vicepresidente del Gobierno ha puesto como ejemplo de esta
realidad el hecho que en la izquierda esté "considerado heroico
gritar 'Visca Catalunya' o 'Gora Euskadi', pero denigrante gritar
'Viva España'".
"Con Franco había buenos y malos españoles, ahora buenos y malos
catalanes"
González, por su parte, ha alertado de que "de nuevo cabalga el
mismo nacionalismo que fue tan destructivo en Europa": igual que
"durante la época de Franco se hablaba de los buenos y malos
españoles", ahora el nacionalismo también habla de "los buenos y
malos catalanes".
El ex líder del PSOE ha advertido del peligro de deriva totalitaria
que, a su juicio, se cierne sobre Cataluña: "Lo hemos vivido en
España y me temo que lo vamos a vivir, eso de: el que no piensa como
yo". González ha subrayado que en España existe una "grave crisis
territorial" que hay que "enfrentar seriamente", y, en ese sentido,
ha considerado que el PSOE necesita un "proyecto de país".
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