Un insulto inaceptable: la economía "con
alma"
No se puede defender la idea de un profundo sentido social cuando
nos ha situado como el país de Europa con la más injusta
distribución de la renta y la riqueza
Roberto Centeno El Confidencial 12 Octubre 2015
Siete de cada 10 españoles se consideran perjudicados por la gestión
de Rajoy. Y es que su discurso económico, que garantiza que ya hemos
salido de la crisis y somos un referente mundial de éxito, igual que
Zapatero cuando afirmaba que jugábamos en la Champions League, es de
una falsedad pasmosa. Con todo a su favor -tipos de interés cero,
petróleo hundido y financiación ilimitada-, Mariano Rajoy deja a
España con la mayor deuda pública y exterior de la historia, con la
más alta fiscalidad sobre las familias de toda la OCDE, con un
sistema de pensiones quebrado y con una reforma del mercado de
trabajo que ha dado lugar a una degradación laboral sin precedentes,
con el precariado y el 'seiscientoseurismo' como pilares esenciales
de la política de empleo de este Gobierno.
Que en estas condiciones se pretenda vender como excelente el
desgobierno de Rajoy es un insulto a la inteligencia. Pero que Jorge
Moragas y cuatro amiguetes, a los que ha nombrado vicesecretarios
con el encargo de resucitar el cadáver político que es ya Mariano
Rajoy, pretendan vender ahora que se ha gestionado la economía "con
alma" supone un discurso tan delirante que raya en la insania. No se
puede defender la idea de un profundo sentido social cuando nos ha
situado como el país de Europa con la más injusta distribución de la
renta y la riqueza, con la mayor caída del poder adquisitivo de los
salarios en 70 años, agravada por una subida récord de los impuestos
indirectos, y donde uno de cada tres jóvenes vive en riesgo de
exclusión social. Y es que en Moncloa están convencidos de que los
españoles somos imbéciles.
La herencia económica de Rajoy
El hecho de valorar la herencia económica de Rajoy, auténticamente
desastrosa para la gran mayoría de los españoles actuales y futuros,
no requiere de juicios de valor sino de cifras, por lo que a
continuación expongo puras matemáticas, algo que deja muy poco
margen a la duda y a lo que nos espera. La primera cifra para
valorar la gestión económica de un Gobierno es calcular la riqueza
creada o destruida durante el periodo que ha durado su legislatura.
Y Rajoy lo tenía muy fácil, ya que mejorar la gestión de un tonto
solemne rodeado de los ministros económicos más ineptos de los que
se tiene memoria y de un gobernador del Banco de España que no
cumplió con ninguna de sus obligaciones esenciales era pan comido.
Pero Rajoy nos sorprendería a todos; no solo no la mejoraría, sino
que agravaría todos los fundamentos de una situación considerada
como imposible de empeorar. Si el PIB a precios de mercado o total
de riqueza creada en 2011, último año del indigente mental, ascendió
a 1.070 billones de euros, en 2012 fue 28.000 millones inferior; en
2013, 39.000 millones menos; en 2014, otros 29.000 millones menos
que en 2011 y, finalmente en 2015, 3.000 millones más. En total, y
respecto a lo que hubiera sucedido de haberse mantenido el mismo PIB
a precios del mercado que en 2011, la riqueza destruida por Rajoy
durante su mandato equivale a 93.000 millones de euros.
Pero el tema es mucho peor cuando analizamos la estructura del PIB
desde el punto de vista de las rentas recibidas. La remuneración de
los asalariados, según las últimas cifras corregidas de la
contabilidad nacional publicadas el pasado septiembre, disminuyó en
32.000 millones de euros en 2012, en 54.000 en 2013 frente a 2011 y
en 40.000 en 2014. Es decir, durante los tres primeros años de
gobierno de Rajoy las rentas salariales disminuyeron en 126.000
millones de euros respecto a lo que hubiera ocurrido de haberse
mantenido el nivel de 2011. El excedente bruto de explotación se
mantuvo más o menos igual y los impuestos sobre la producción se
incrementaron en 28.000 millones. Que ante esta realidad hablen de
economía “con alma”, es un insulto a los 14,7 millones de
asalariados.
Pueden decir: vale, al principio fue mal pero ahora gracias a
nuestra sabiduría hemos entrado en el sendero de la recuperación.
Otra falsedad absoluta coreada por medios y analistas que no
analizan o atados al pesebre, porque la situación de 2015 es
excepcional por el gasto electoral que ha elevado el consumo y la
inversión a costa de incumplir una vez más los objetivos de déficit,
algo que acaba de denunciar Bruselas, pero el 21-D se acabó la
fiesta. Según acaba de publicar el servicio de estudios del Banco de
España, el crecimiento medio de los próximos 11 años promediará el
1,25%, lo que significa que será imposible el mantenimiento de lo
que queda de Estado del bienestar, empezando por las pensiones.
Y esta es la segunda cifra a tener en cuenta, el nivel de deuda,
cuyo crecimiento ha sido el mayor de la historia de España. La deuda
total o pasivos en circulación crecería con Rajoy en 497.000
millones de euros (a junio de 2015), en solo tres años y medio Rajoy
endeudó a los españoles lo mismo que en los 11 años anteriores. Y
respecto a la deuda externa neta, la parte más débil de la economía
española, Rajoy la ha elevado hasta 1,1 billones de euros, la más
alta en relación al PIB del mundo desarrollado según el FMI. Ambas
son consecuencia a partes iguales del despilfarro público, que sigue
intacto (Rajoy ni ha tocado las duplicidades entre administraciones
públicas, que cuestan 34.000 millones al año), y de haber hecho
recaer sobre los contribuyentes los errores de los oligarcas del
Ibex y el rescate de los bancos alemanes y franceses. Ha arruinado
las expectativas de vida de los españoles para 50 años.
Aquí es necesario volver a mencionar un hecho que Rajoy considera su
mayor victoria, y que en realidad fue un disparate histórico: el no
haber aceptado el rescate ofrecido por la eurozona en 2012. En ese
año, con la prima de riesgo por las nubes, Grecia y España estaban
en una situación insostenible, por lo que el rescate era la opción
lógica. Fue lo que hizo Grecia, aunque luego sus políticos y
oligarcas volverían a arruinar el país. Grecia pidió el rescate y a
cambio de recortar gasto (que no cumplió) le fue condonado el 70% de
la deuda. Es lo que debería haber hecho Rajoy, pero ¡oh casualidad!,
aparece Draghi y pronuncia su famosa frase: “Haré todo lo que sea
necesario para sostener al euro, y créanme, eso será suficiente”. La
bolsa española subió un 6% ese día.
Rajoy renunció al rescate que hubiera reducido nuestra deuda en
400.000 millones de euros, y se lanzó a endeudar a España
masivamente, pero para ello tuvo que comprometerse con Merkel a que
el pago a las cajas alemanas fuera una prioridad absoluta, algo que
no ha hecho ningún otro país (Islandia no devolvió un euro y metió
en la cárcel a todos los responsables). Y ahora suelta todo un
Himalaya de mentiras diciendo que salvó a España cuando a quienes
salvó fue a las cajas alemanas y francesas, o que evitó el recorte
de las pensiones cuando lo único que se le exigía era reducir el
déficit, y Rajoy podía haber recortado perfectamente el despilfarro
político (unos 100.000 millones año), pero “eso ni se toca”, diría.
Peor aún, al no haber aceptado el rescate tendría que empezar el
saqueo de la caja de las pensiones. A día de hoy, ha liquidado más
de la mitad. Su cinismo no tiene medida.
Competitividad y reformas estructurales
El mantra preferido de los asesores de Moncloa y del Gobierno es la
competitividad. Ninguno de ellos ha trabajado nunca en economía, así
que no es de extrañar que no tengan ni idea de lo que están
hablando, o lo que es peor, lo empleen en forma sesgada para
justificar lo injustificable. Siendo cierto que la productividad es
clave en una economía, no es igual en todos los sectores. En los que
producen bienes y servicios internacionalmente comercializables es
todo, en los dedicados al sector interno, lo es menos. Así lo
demostró el gigante Walmart en EEUU incrementando hace unos meses
los salarios de sus empleados para motivarlos más en su trabajo.
Pero, sobre todo, el factor trabajo, el único que ellos contemplan,
no es el único determinante de la competitividad, y muchas veces ni
siquiera el más importante.
Tomemos el ejemplo del ministro de Industria, Energía y Turismo,
José Manuel Soria, un ignorante donde los haya, que desconoce la
diferencia entre un kWh y una kilocaloría o entre un panel solar y
uno fotovoltaico. Acaba de aprobar un decreto para impedir con toda
una serie de prohibiciones e impuestos totalmente caprichosos la
autogeneración eléctrica con los nuevos paneles fotovoltaicos que
producen electricidad a precio un 30% inferior a la tarifa que
factura el oligopolio eléctrico, y que permitiría a cientos de miles
de pymes y familias abaratar significativamente sus costes. El
indocumentado Soria y su indigno jefe Rajoy se han puesto
incondicionalmente al servicio de los oligarcas, contra los
consumidores y contra la productividad.
¿Y que decir del ministro de Economía y Competitividad, Luis de
Guindos, apóstol de los recortes salariales y de los sueldos de 600
euros, y tan experto que arruinó a miles de inversores vendiéndoles
basura estructurada a precio de oro como presidente de Lehman
Brothers España, permitiendo a los monopolios petrolero y gasista
abusar sin límite de su posición dominante y facturar 'inputs'
esenciales en la economía y en la productividad a precios muy por
encima de la totalidad de nuestros competidores? Y ya el colmo, la
Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) denuncia
que las administraciones públicas pagan por los bienes y servicios
que adquieren 45.000 millones de euros anuales de más de lo que
correspondería en régimen de competencia, y esta legión de inútiles
no mueven ni un solo dedo para evitarlo mientras recortan salarios
para “mejorar la competitividad”.
En cuanto a reformas estructurales, ya esta todo dicho, cero las que
afectan a los oligarcas del Ibex y solo las referentes al trabajo
reduciendo salarios y derechos, una política económicamente y
socialmente inaceptable. Y queda un tema crucial que afecta a 9,5
millones de ciudadanos: las pensiones. Cuando Rajoy llega al poder,
la hucha de las pensiones tenia 67.000 millones de euros y hoy queda
menos de la mitad, y como el agujero es cada vez más grande por los
bajos sueldos y la mala calidad del empleo que se crea, en dos años
la hucha estará liquidada. En 2015, frente a una previsión de
incremento de cotizaciones del 7%, el acumulado a julio era de
-0,7%. Al lado de esto, los gastos por pensiones, también a julio,
habían crecido un 3,8%.
Pero para entender la gravedad de la situación, nada mejor que las
afirmaciones del Gobernador del Banco de España y de la Autoridad
Fiscal Independiente, nada sospechosos de ir contra el Gobierno. El
primero afirmaría en sede parlamentaria que “el sistema público no
va a garantizar el nivel actual de las pensiones” pero no dio
ninguna cifra, el segundo cuantificaría esa afirmación diciendo que
es necesario que las pensiones de viudedad y orfandad, que
representan unos 20.000 millones y que equivalen al agujero actual,
tienen que pasar a ser pagadas por el Estado vía impuestos para
equilibrar temporalmente las cuentas. El problema es que resulta
imposible que el Estado asuma esta nueva carga. Rajoy miente como un
bellaco a los pensionistas asegurando que mantendrá las pensiones
cuando sabe que es imposible, claro que como carece de empatía los
pensionistas le traen al pairo.
NOTA: Cataluña es hoy una región sin ley y en estado de caos. Una
banda de matones racistas y antisistema, envalentonada porque nadie
frena sus agresiones, exige un “plan de ruptura irreversible” de
España la quieran o no la mayoría de catalanes, y proclama el
incumplimiento de cualquier ley que no sea su voluntad. Hablaré de
ello la próxima semana, pero la inacción y la cobardía de Rajoy y de
la Fiscalía General, cuyo deber es garantizar el cumplimiento de las
leyes y la persecución de los delitos, son ya absolutamente
intolerables. Es la primera vez en la historia europea que se comete
públicamente un delito de sedición y el Gobierno no hace nada. Igual
que jamás se ha creado nación alguna en base al “derecho a decidir”,
porque tal derecho no existe en ningún lugar del mundo. Solo esta
mafia de cobardes y traidores con forma de partido que nos gobierna
es capaz de aceptar lo inaceptable .
12-O: Españolizar España
Hoy estamos al borde del abismo: en la ruina económica, en el
hundimiento moral y en la desintegración política. No es un paisaje
fácil para nadie. Y sin embargo, otras veces hemos estado peor –y
hemos salido adelante-.
Gaceta.es 12 Octubre 2015
España es un gran país. Uno de los más grandes. Esa grandeza la
tenemos en nuestra Historia y bajo nuestros pies. Hoy estamos al
borde del abismo: en la ruina económica, en el hundimiento moral y
en la desintegración política. No es un paisaje fácil para nadie. Y
sin embargo, otras veces hemos estado peor –y hemos salido
adelante-. Lo que hoy España necesita para dar el paso es, ante
todo, retomar la conciencia de lo que somos. Redescubrir nuestra
identidad para encontrar en ella las energías que nos faltan. En
suma, necesitamos españolizar España.
Como acertadamente recuerda Luis Suárez, España es una de las cuatro
o cinco naciones decisivas en la construcción de la Historia
universal. Desde nuestro suelo se ha salvado varias veces la
supervivencia de la civilización occidental (basta pensar en Las
Navas de Tolosa o en Lepanto), se han explorado mares antes ignotos,
se ha descubierto y poblado un continente nuevo, se ha extendido por
todo el mundo una religión –la católica-, se han sentado las bases
de eso que hoy llamamos “derechos humanos” –punto este
asombrosamente ignorado por la mayoría de nuestros estudiantes de
hoy-, se ha aportado una infinita cantidad de obras cumbre al acervo
cultural humano… Los españoles tenemos razones sobradas para
sentirnos orgullosos de ser lo que somos, más allá de la retórica
pancista del político de turno. Un orgullo que no bebe en el
estrecho nacionalismo moderno, sino en la certidumbre de haber
contribuido de manera determinante a una construcción universal. Sin
España, el mundo habría sido de otro modo.
La Hispanidad es la huella de esa estatura histórica y cultural, la
herencia espiritual de nuestro paso por el mundo. Eso es lo que hoy,
12 de octubre, festejamos. Pero lo elevado de la conmemoración
necesariamente contrasta con lo bajo de nuestra circunstancia
presente, y eso también es preciso decirlo. Aquí la crisis económica
es casi lo de menos. Mucho más relevante parece es la profunda
anemia espiritual y política del país.
Los enormes errores cometidos en los últimos años han llevado a una
situación de profunda injusticia; una situación en la que los
españoles de ciertos territorios ven negado su derecho a ser
propiamente españoles e incluso causa escándalo la mera idea de
“españolizar” a quienes son españoles. El disparate da la medida de
lo bajo que hemos caído. Por el contrario, parecen gozar de entera
impunidad quienes despliegan todo género de violencias verbales e
institucionales contra España, lo español y los españoles, como si
lo legítimo fuera romper la patria y lo ilegítimo defenderla. Que
esa violencia se financie además con fondos públicos convierte toda
nuestra circunstancia en algo propiamente demencial. De aquí nada
bueno puede salir.
A nadie se le oculta que hoy nos encontramos ante una disyuntiva
radical: unos quieren romper España y otros quieren –queremos-
mantenerla unida. Esa disyuntiva no la ha creado un régimen
constitucional que ha amparado la diversidad territorial y cultural
de España en grados muy superiores a los de cualquier otro país
europeo. Al revés, esa disyuntiva la han creado quienes han estado
empleando su singularidad –lingüística, institucional, etc.- como
arma contra la libertad de los españoles. El separatismo no ha
funcionado sólo como una fuerza que intenta separar a una parte de
España del tronco común; también está actuando como instrumento de
segregación dentro de las propias comunidades, creando ciudadanos de
primera y de segunda en función de sus simpatías hacia las
oligarquías dominantes. El caso catalán es transparente. Los
separatistas suelen envolver sus gritos en protestas de “libertad”,
pero si alguien defiende la libertad real de los ciudadanos es
precisamente España, sus leyes y su derecho. En esa disyuntiva atroz
ya no queda sitio para posiciones intermedias. Y La Gaceta estará
siempre en el lado de España, los españoles y sus libertades. Nadie
lo dude.
Sus libertades, sí. Nadie lo dude tampoco. Porque la idea de España,
que ciertamente encarna una esencia histórica que quiere sobrevivir,
al mismo tiempo encarna hoy un proyecto de convivencia en libertad y
en paz, dentro de un sistema democrático que debe perfeccionarse
para que los derechos de los ciudadanos no queden nunca a merced de
minorías totalitarias. Por eso españolizar España no es sólo
reformar la enseñanza para que nuestros hijos aprendan a amar su
país, aunque este sea un punto absolutamente fundamental.
Españolizar España es también, y quizá ante todo, hacer valer la ley
y el derecho allá donde otros quieren romperlo. No podemos dejar que
nuestros compatriotas de cualquier región caigan en manos de quienes
predican el odio al prójimo.
La España moribunda se irrita con el Cupo
vasco
Las viejas banderías han vuelto a salir a la luz. La revisión del
Concierto vasco y navarro que reclaman algunos forma parte de esa
permanente discusión sobre la naturaleza territorial de España
Carlos Sánchez El Confidencial 12 Octubre 2015
Uno de los discursos políticos más relevantes de los últimos dos
siglos -por su significado histórico- lo pronunció Lord Salisbury en
mayo de 1898 en el Albert Hall de Londres. Salisbury, por entonces
primer ministro de Inglaterra y un auténtico experto en política
exterior, puso en circulación el término 'naciones moribundas' para
referirse a aquellos países con un imponente pasado colonial -como
España, Portugal o, incluso, China- que al filo del siglo XX se
arrastraban por el concierto internacional.
Frente a esas naciones moribundas, Salisbury identificó a los países
emergentes de la época, como EEUU o Rusia, pero sobre todo
Inglaterra y Francia, por entonces en plena expansión territorial.
Incluso Alemania (una potencia económica pero no territorial)
buscaba su lugar en el mundo tratando de tener alguna presencia en
Marruecos, Mesopotamia o China. Suele pasar desapercibido que fue la
Alemania del káiser Guillermo quien primero utilizó la yihad -la
guerra santa- contra los británicos en la India o Egipto en aras de
atrapar un buen pedazo territorial del decadente y moribundo imperio
otomano, su aliado, por entonces el verdadero “enfermo de Europa”,
una expresión que suena moderna, pero que tiene más de un siglo.
“Por un lado”, sostenía el 'premier' británico, “tenemos grandes
países cuyo enorme poder crece de año en año, aumentando su riqueza,
aumentando su poder, aumentando la perfección de su organización”,
por otro, decía, “otras naciones que década tras década son cada vez
más débiles, más pobres y poseen menos hombres destacados o
instituciones en que poder confiar y que todavía se agarran con
extraña tenacidad a la vida que tienen”. Salisbury achacaba la caída
de los antiguos imperios coloniales a la existencia de una
Administración convertida “en un nido de corrupción, por lo que no
existe una base firme en la que pudiera apoyarse una esperanza de
reforma y reconstrucción”.
Ya se conocen las consecuencias de aquella crisis finisecular en el
caso español, pero lo que es realmente significativo es que más de
un siglo después el país siga enfrascado en viejas rencillas que se
creían superadas.
No hay mucho más que decir del disparate en que se han embarcado las
clases dirigentes de Cataluña, enfrascadas en un proceso absurdo y
anacrónico que forma parte de esa España moribunda de la que hablaba
Salisbury. Y que se resume en aquel tristemente célebre ¡Viva
Cartagena!’.
La estupidez humana
Pero lo que sorprende es que en los últimos días algunos
irresponsables hayan vuelto a remover uno de los viejos fantasmas de
la política española: los fueros del País Vasco y Navarra. Como
sostiene en privado un veterano dirigente socialista, tenemos un
incendio en Cataluña y alguien quiere montar otro de considerables
dimensiones, lo cual pone de manifiesto que es cierta la primera ley
fundamental de la estupidez humana de la que hablaba Carlo M.
Cipolla: “Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima
el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo”.
Parece evidente, y así lo han puesto de relieve multitud de
artículos académicos, incluso los publicados en revistas de la
Hacienda central, que el cálculo del Cupo en ambos territorios es un
insulto a la inteligencia. Como ha puesto de manifiesto el profesor
De la Fuente, uno de los mayores expertos en financiación
territorial, el origen del desajuste está en las leyes quinquenales
del Cupo, donde los principios y procedimientos de valoración
establecidos en la ley del Concierto se concretan de una forma “muy
discutible”. Por un lado, la valoración de las cargas estatales no
asumidas por el País Vasco está fuertemente sesgada a la baja. Y por
otro, el ajuste por IVA se realiza utilizando valores desfasados de
los coeficientes que recogen el peso del País Vasco en el consumo
nacional y en la base del impuesto. Habría que añadir la ausencia
clamorosa del País Vasco y Navarra en la financiación de los
mecanismos de cohesión territorial.
¿Qué quiere decir esto? Pues que una cosa es discutir cómo se
calcula el Cupo y otra muy distinta cuestionar un modelo de
autogobierno no solo amparado por la Constitución, sino que forma
parte de la racionalidad económica.
Parece obvio que una de las lagunas de todos los modelos de
financiación autonómica puestos en marcha desde los primeros años
noventa tiene que ver con la asimetría entre ingresos y gastos. Las
comunidades autónomas gastan (sobre todo en sanidad, educación y
funcionarios), pero su capacidad para prever los ingresos es muy
limitada. O dicho de otra forma, existe una ausencia de
correspondencia entre la distribución de competencias y la
distribución de los ingresos. De ahí la aparición de frecuentes
déficits que periódicamente deben ser cubiertos por la Hacienda
central, siempre presta a plegarse a los partidos nacionalistas por
razones de supervivencia parlamentaria o a los barones regionales
del mismo partido por motivos internos.
Para evitar esta anomalía que impide la suficiencia financiera,
desde hace décadas se habla de avanzar en la corresponsabilidad
fiscal. Precisamente, para impedir la deficiencia estructural del
modelo. Desde luego, sin hacerlo incompatible con la existencia de
potentes instrumentos de nivelación y solidaridad interregional a
cargo del Estado capaces de garantizar la cohesión social entre
territorios y la prestación de los servicios públicos.
El hecho de que esa capacidad de autogobierno esté solo reconocida
al País Vasco y Navarra, por lo tanto, no es un privilegio. Es
simplemente un factor diferencial emanado de circunstancias
históricas recogidas en la Carta Magna, por lo que lo razonable
sería avanzar en esa dirección en el conjunto del territorio siempre
que, al mismo tiempo, el Estado se asegurase la gestión de grandes
tributos para garantizar la equidad horizontal.
Agravios comparativos
Ocurre, sin embargo, que la España autonómica ha derivado en una
suerte de reino de taifas -a lo mejor habría que hablar de simples
bandoleros que hacen la guerra por su cuenta- donde cada barón
regional hace patria para ganar votos mirándose en lo que hace el
contrario, lo que explica la proliferación de falsos agravios
comparativos que convenientemente azuzados explotan los
comportamientos más primarios. Son los políticos, y únicamente los
políticos, quienes han generado tanta confusión.
O dicho de una forma más directa. Ha emergido el populismo más
rancio y barato, que solo pretende tocar la fibra más sensible: los
sentimientos, que por su propia naturaleza son irracionales. Esa
forma de actuar -un tanto tosca y provinciana para un asunto que
tiene mucho que ver con la sensatez económica y el rigor técnico-
tuvo su máxima expresión cuando en el reformado Estatuto de la
Comunidad Valenciana se incluyó la célebre ‘cláusula Camps’, que
obligaba a tener -no se sabe muy bien a quién se podría demandar- el
mismo techo competencial que Cataluña, independientemente de las
necesidades de la región. El absurdo en su máxima expresión.
El resultado de este ensimismamiento en los problemas derivados de
la política territorial ha provocado que el país siga mirándose el
ombligo como si en el exterior no pasara nada.
Como si fuera del ‘planeta España’ las grandes potencias estuvieran
dormidas y no se estuvieran repartiendo el mundo. Algo que
inevitablemente recuerda al comportamiento de esas naciones
moribundas de las que hablaba Lord Salisbury, que solo se recrean en
sus propias miserias: que si Cataluña, que si el País Vasco y
Navarra, que si las banderas o los símbolos, que si el derecho a
decidir, que si somos nación, nacionalidad, región o algo parecido,
que si tú tienes más competencias que yo al margen de mis propias
necesidades… Problemas nominalistas más propios de un país
adolescente y barbilampiño pese a tener 500 años de historia dentro
de las mismas fronteras, pero incapaz de coser sus heridas
interiores.
Sin duda que esto explica la eclosión de fenómenos como la CUP, un
partido del siglo XIX que entra con fuerza en el siglo XXI sin que
nadie se pregunte con espanto -otra prueba fehaciente del pobre y
decadente parlamentarismo español- qué ha hecho tan mal este país
para merecer esto.
12 DE OCTUBRE DE 1492
Lo que nos une: algo más que la historia
común
No es que la América hispana y España compartan una historia común:
es que nuestra historia es la misma. Allí nació algo que lleva
nuestra sangre pero cobró vida propia, y la cobró mucho antes de las
independencias del XIX. Por eso somos hermanos.
José Javier Esparza www.gaceta.es 12 Octubre 2015
El 12 de octubre de 1492, viernes por más señas, tres barcos
capitaneados por Cristóbal Colón tocaban tierra en lo que el
navegante creía que eran las Indias, o sea, Asia. La historia es
bien conocida: los turcos habían cerrado el Mediterráneo, España
necesitaba acceder a los mercados de oriente y Colón llegó diciendo
que él conocía una ruta occidental. Pero lo que había al otro lado
no era Asia, sino otra cosa: las Indias eran América.
Lo mollar de la cuestión es esto: lo que empezó a nacer en 1492 y
crecería sin tregua durante los dos siglos posteriores fue un mundo
nuevo que ya no era la América indígena ni tampoco una simple
prolongación colonial de la metrópoli. En el suelo americano surgió
una realidad histórica nueva con sus propias características
culturales, políticas, religiosas, sociales y hasta raciales. No es
que la América hispana y España compartan una historia común: es que
nuestra historia es la misma. Allí nació algo que lleva nuestra
sangre pero cobró vida propia, y la cobró mucho antes de las
independencias del XIX. Por eso somos hermanos.
Contra la leyenda negra
Hay una tendencia bastante enfermiza a examinar la conquista de
América bajo la luz de sus aspectos más siniestros. Según cierta
vulgata muy en boga hoy en nuestro país, España llegó a América,
arrasó el paraíso, diezmó a los pueblos felices con un genocidio
brutal, esclavizó a los indios y les infligió torturas sin fin para
convertirlos al cristianismo. Todo esto es simplemente falso. Hoy
nadie con un mínimo rigor puede hablar de genocidio. El genocidio
presupone una voluntad de exterminio que jamás existió en la
política española en América. Al contrario, es el primer caso de
conquista en toda la historia que proscribe desde el principio la
esclavitud de los vencidos, persiguiendo a quienes vulneran esa
prohibición y tolerando un proceso de mestizaje. Sí hubo una
catástrofe demográfica sin paliativos que diezmó a la población
amerindia, y hoy todo el mundo sabe (o debería saber) que obedeció,
sobre todo, a los virus llevados a América por los españoles, por
sus animales domésticos y, después, por los esclavos.
Falso es también el tópico de los indios torturados por la
Inquisición. La labor de la Inquisición en América fue
comparativamente minúscula. Por ejemplo: una sola ejecución en todo
el siglo XVIII. Y sobre todo, rarísima vez se aplicó sobre los
indios: los casos tempranos (el cacique Don Carlos de Texcoco, los
tres indios de Tlaxcala) fueron tan polémicos en Nueva España que
llevaron a la propia Inquisición a prohibir expresamente que se
persiguiera a los indios, “neófitos en la fe”. Léase la Historia del
Tribunal de la Inquisición de Lima, de José Toribio Medina, por
poner un sólo ejemplo. En cuanto a la esclavitud, sabemos que la
historia de la colonización es una permanente pugna de la Corona y
la Iglesia contra quienes querían implantarla. Hubo, sin duda, otras
formas de explotación de los indios, pero no la esclavista. Esa la
hubo, y muy brutal, en la América pre-hispana, entre los propios
pueblos indios.
Los indios, sí. Y por eso abrieron el camino a los españoles. Cuando
uno cuenta la historia de la conquista se fija siempre en los
grandes héroes (Núñez de Balboa, Cortés, Pizarro), gentes que
desafiaron a poderes de extraordinaria amplitud y vencieron. Las
gestas de estos personajes son en verdad escalofriantes, pero
ninguna conquista hubiera sido posible sin el concurso –interesado y
vehemente- de las propias tribus indias. Santo Domingo lo
conquistaron los Colón, pero lo hicieron gracias a los taínos que
les ayudaron para quitarse de encima a los caribes, que gustaban de
comérselos a pedacitos. México lo conquistó Hernán Cortés, sí, pero
sus manos y sus pies fueron los centenares de miles de tlaxcaltecas,
tepeaqueños, etc., que se le unieron porque estaban hasta el gorro
de los mexicas (o aztecas). El Perú lo conquistó Pizarro, sí, pero
quienes le llevaron literalmente en andas fueron las decenas de
miles de huancas, chachapoyas, cañares y yanaconas, entre otros, que
le abrieron camino porque ya no soportaban más a los incas. Y así
sucesivamente.
Roma y España
Las civilizaciones amerindias tienen muchos aspectos fascinantes,
pero se derrumbaron al primer contacto con el exterior porque eran
más primitivas y menos aptas para la convivencia organizada que la
civilización invasora. Exactamente igual que pasó en España con las
culturas ibéricas y célticas aplastadas por Roma. Por lo demás, hoy
la población indígena de la América hispana se estima entre 40 y 50
millones de almas, según los distintos tipos de censo. La de la
América anglosajona no llega a los dos millones.
A propósito de Roma: no sabemos cuántos celtíberos fallecieron
durante la latinización de la península, pero no por eso renunciamos
a ser herederos de Roma, ¿verdad? De la semilla que plantó Roma en
Hispania nació una entidad singular con una sociedad mestiza
–hispanorromana-, con estructuras económicas y políticas
evolucionadas, con una lengua latina que terminaría alumbrando las
distintas lenguas españolas, después con una religión que unificó a
los hispanos –el cristianismo- y, en fin, con una cierta conciencia
de pertenencia a un mundo común. Es interesante aplicar el mismo
esquema a la conquista española de América, porque el modelo es muy
semejante. Con la salvedad de que allí, en América, no
desaparecieron los pueblos nativos, sino que numerosas culturas
precolombinas siguen existiendo hoy, y los misioneros predicaron la
fe en la lengua de los indígenas.
Pero ahora fijémonos en lo demás: cosas que ninguna otra potencia
imperial hizo nunca –y apenas haría después- en la Historia
universal. Desde el mismo codicilo del testamento de Isabel la
católica, en 1504, se proscribe la esclavitud de los vencidos: es la
primera vez en la Historia que una potencia vencedora hace algo
semejante. Desde 1511 la Iglesia denuncia los abusos sobre los
indios y desde el año siguiente ya hay una legislación específica
que sería renovada en momentos sucesivos y siempre en la misma
dirección: la protección de los indígenas, lo cual en la práctica
implica el designio de crear una sociedad nueva sobre bases de
justicia. El momento cumbre de este proceso llegará cuando Carlos I
ordene detener las conquistas hasta tener la certidumbre de que obra
conforme a la moral; será la Controversia de Valladolid, entre 1550
y 1551, de cuyos debates nace la primera formulación de lo que hoy
llamamos derechos humanos. Nunca había pasado nada igual.
Simultáneamente España ampara un proceso de mestizaje que es fruto
directo de las circunstancias. La mayoría de los pueblos amerindios
utilizaban a sus mujeres como moneda de cambio, de manera que los
españoles –inicialmente muy pocos- se encuentran rápidamente con
mujeres nativas e hijos mestizos. Desde el punto de vista español de
la época, nada malo había en ello si la cónyuge era bautizada y la
relación devenía en matrimonio. En 1553 Felipe II promulga la
primera legislación para proteger a los niños mestizos sin padre
conocido y en 1557 se funda el primer colegio para niños mestizos
pobres.
El mundo virreinal
Lo que está naciendo ahí no es una colonia como las que Portugal
había sembrado en África y Asia, o como las que Inglaterra empezará
a levantar a partir del siglo XVII, sino que es una sociedad con
personalidad propia que aspira a regirse a sí misma. Desde el primer
momento se erigen catedrales: Santo Domingo en 1512, México en 1523,
Lima en 1535. Y también desde el primer momento surgen
universidades, según el modelo español, destinadas a la educación de
la elite autóctona: Santo Domingo en 1538, Lima y Méjico en 1551.
Cabe recordar que Inglaterra nunca fundó universidades en sus
colonias americanas. Gran Bretaña estructuró su imperio con el
ejército y el ferrocarril. España lo hizo con la religión y una
ingeniería política enteramente nueva.
Ingeniería política, en efecto, porque los virreinatos son entidades
políticas que generan su propia personalidad. La organización del
territorio, las vías comerciales, las rutas marítimas e incluso la
protección militar de las Indias quedaron siempre bajo la
responsabilidad de cada virreinato. Y no debieron de hacerlo tan mal
cuando el invento sobrevivió tres siglos sin alteraciones dignas de
mención ni guerras civiles. Menos guerras, desde luego, que las que
sacudirían ese mismo territorio después de la independencia. ¿Más
blasones? Por ejemplo, este: la América española fue el primer
escenario de la vacunación masiva contra la viruela en fecha tan
temprana como 1803, es decir, sólo siete años después de su
invención por Jenner, y antes de que Napoleón la hiciera obligatoria
en sus ejércitos.
Todas estas cosas son tan verdad como los episodios más o menos
truculentos de la conquista. Y son precisamente las cosas que
diferencian a la huella española en América de cualquier otra
aventura imperial en la historia de Europa. España no se trasplantó
a América; España se injertó. Así nació una realidad autónoma, con
vida propia. Porque las Indias, como decía el argentino Ricardo
Levene, nunca fueron colonias. Desde este punto de vista, que los
virreinatos terminaran ganando su propia independencia era
inevitable. Y es interesante, porque en los textos de Vitoria sobre
la conquista de las Indias, en pleno siglo XVI, se contempla ya la
emancipación de los territorios americanos como objetivo natural de
la acción misionera española.
¿Lo que nos une? El cordón umbilical. Un tipo de unión que permanece
aunque el cordón se corte.
Lo que nos separa
Hoy una parte notable de la opinión hispanoamericana vive en la
convicción de que la culpa de todos sus males la tiene España. Los
españoles “se llevaron nuestro oro”, “arruinaron nuestras culturas”,
“exterminaron a nuestra gente”, etcétera. Eso lo dicen personas que
se apellidan Martínez o Echevarría (o Chávez) y que en general son
mestizos o blancos, es decir, descendientes directos de los que
cometieron aquellos crímenes que ellos imputan a un enemigo
exterior. Este discurso tiene algo de psicopatológico, pero está
profundamente arraigado en parte de la sociedad hispanoamericana,
hasta el punto de preferir el término francés “Latinoamérica” para
así desprenderse de la odiada hispanidad. Ese antiespañolismo es muy
temprano: nació en los primeros momentos de la emancipación, a
principios del XIX, como fundamento retórico de las nuevas
repúblicas; resurgió con fuerza en los años 60, en la estela de los
movimientos anticolonialistas del tercer mundo, y hoy lo han
recuperado los ideólogos bolivarianos. El venezolano Nicolás Maduro
proclamaba en un reciente viaje a China: "Ahora estamos
deslastrándonos de los siglos de colonialismo, dominación y
esclavitud que sufrimos, ahora comenzamos a ser independientes".
Venezuela lleva casi doscientos años siendo independiente, como
México y Argentina. Son estados más viejos que la Alemania o la
Italia modernas, o que Bélgica o la India. La persistencia del
discurso victimista podría no ser otra cosa que la cortada de una
clase política poco edificante para mantenerse en el poder mediante
la invención de un chivo expiatorio. Deberían reflexionar sobre eso
en ultramar.
Educar en patriotismo
Editorial La Razon 12 Octubre 2015
Hoy, 12 de octubre, España y los españoles celebramos nuestra Fiesta
Nacional. Es la gran conmemoración de la Hispanidad, de lo hispano,
ese monumental hito que vertebra a decenas de millones de personas
por todo el mundo y que se hizo posible gracias a una gesta sublime
de generaciones de gentes de nuestro país a lo largo de los siglos.
Hoy, como ayer, España tiene fundadas y demostradas razones para
reivindicarse y presentarse ante el mundo como una gran nación, la
más antigua del planeta, y los españoles podemos sentir el orgullo
de pertenecer y compartir un lugar extraordinario en el pasado, en
el presente y, con seguridad, en el futuro.
Llega este 12 de octubre en unas circunstancias más favorables que
en los últimos años, en los que la durísima crisis económica nos
puso de nuevo a prueba, como tantas otras veces a lo largo de
nuestro periplo conjunto. También en esta ocasión, como en otras,
España ha sido capaz de sobreponerse y salir todavía más firme de
situaciones complejas, que nos han exigido dolorosos sacrificios.
Como hemos dicho, nada de esto es nuevo para nuestro país. Echar la
vista atrás nos enseña que nuestra capacidad para superar casi
cualquier adversidad forma parte de nuestra identidad como
individuos y como sociedad. «España es el país más fuerte del mundo,
los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han
conseguido», dijo Bismarck, el padre del Estado alemán moderno. Y
hemos dado razones para entenderlo así.
Como en casi cada Fiesta Nacional, surge el debate del respeto a los
símbolos y del sentimiento nacional, de si los españoles somos más o
menos patriotas que las personas de otros países, de si tenemos
complejos o nos avergonzamos de aparecer en público con nuestra
bandera o nuestros colores. El ministro García-Margallo decía ayer
en nuestro periódico que «el complejo de lucir nuestros símbolos
nacionales es realmente triste». Y, sin duda, así es. No se puede
obviar ni relativizar que una parte de nuestra sociedad, con vacíos
educativos evidentes sobre la nación y lo que supone, tiene
dificultades para valorar en sus justos términos lo que representan
la bandera, el escudo y el himno nacionales y la relevancia de
preservar su dignidad y de guardar el respeto que merecen.
Tras más de tres décadas de democracia, que una parte de nuestros
compatriotas, por minoritaria que sea, mantenga una neutralidad
afectiva respecto a los símbolos de todos es un déficit colectivo no
menor. Lo que corresponde es aprender de lo que se haya podido hacer
mal en estos años para que seis de cada diez españoles entiendan que
deberíamos ser más patriotas, por mucho que el 75 por ciento se
sienta orgulloso de ser español. Necesitamos que las nuevas
generaciones, las que se están formando ahora en los centros
educativos, entiendan que el patriotismo no es de izquierdas o
derechas, ni de ricos o pobres. Es un conjunto de valores, una
actitud, en torno a los principios de libertad e igualdad, de
respeto a los derechos fundamentales que conforman España; de
reconocimiento también a nuestra historia, con sus aciertos y sus
errores, con sus gestas y sus fracasos, y a todo aquello que nos
hizo llegar hasta hoy y ser como somos. Nada hay de negativo en
ello, sino todo lo contrario. La bandera, el escudo, el himno y las
instituciones simbolizan y representan todo eso, y cuando se los
menosprecia o, lo que es peor, se los ultraja, en realidad, se nos
ofende y ataca a todos.
Es importante que los poderes públicos alienten esa labor educativa
y formativa porque redundará en fortaleza individual y colectiva y
aportará los elementos de juicio precisos para que los españoles del
futuro puedan tomar sus decisiones con conocimiento de causa. En
este sentido, que el partido en el gobierno tenga previsto dar una
relevancia especial a la cohesión nacional en su programa electoral
nos parece un acierto. Mariano Rajoy incluirá una ley que dotará de
mayor protección a la bandera y al resto de símbolos nacionales.
Priorizar el amparo de su dignidad para responder de manera más
eficaz a las ofensas es una necesidad que, por lo demás, contemplan
todas las legislaciones de las democracias desarrolladas, y que,
como tal, debe ser bienvenida. España es una gran nación, y su
fortaleza nos ha permitido superar una tremenda crisis sin dejar a
nadie atrás. Debemos ser conscientes de que, con todos nuestros
defectos y carencias, hemos sido afortunados de nacer en esta vieja
pero magnífica piel de toro. Hoy, los alumnos de los colegios Divina
Pastora y Eurocolegio Casvi celebran ese sentimiento de españolidad
con los dibujos que ilustran las páginas de LA RAZÓN.
Del patriotismo español
josé garcía domínguez ABC Cataluña 12 Octubre 2015
Ahí se esconde para mí el secreto poder seductor del hecho
diferencial español: en que no exista tal cosa
Yo, lo confieso, soy eso que llaman españolista porque nunca nadie
me ha impuesto una forma canónica de ser español. Ahí se esconde
para mí el secreto poder seductor del hecho diferencial español: en
que no exista tal cosa. Uno se quiere español porque se siente
íntimamente unido a Cervantes, a Gracián, a Quevedo, a Larra, a
Baroja, a Pla, a prójimos que le han ayudado a crecer sin
encadenarlo a la gleba espiritual del terruño. De ahí la paradoja
aparente: sentir como propia a esta vieja nación llamada España
porque ha engendrado a lo largo de los siglos a grandes hombres que
pensaron y crearon al margen y más allá de ella, cuando no contra
ella. Y es que un españolista, esto es un patriota español, resulta
ser justo lo contrario de un nacionalista de cualquier nación.
Para un nacionalista, es sabido, todo el mundo tiene que ser
nacionalista. A sus ojos, se es nacionalista igual que se es rubio o
daltónico: por imperativo genético. Así los nacionalistas catalanes,
que toman por nacionalistas españoles a cuantos descreen de su fe.
Pues se les antoja inconcebible que cualquier crítica a los
cimientos de su nacionalismo no proceda de otro nacionalismo
alternativo. A nuestros pobres separatistas les resulte
extravagancia inaudita el que no todos comulguemos con el mantra de
que las naciones son unidades de destino en lo universal (o en lo
comarcal, como es su caso). Y, sin embargo, nuestro españolismo
busca su fundamento último en no pretender imponer norma alguna de
la españolidad a nadie. Un nacionalista combate por esa brumosa
entelequia metafísica que llaman identidad; un patriota, en cambio,
lo hace por la muy concreta idea de ciudadanía. Un nacionalista cree
que lo que hace concebible a su nación es la cultura nacional; un
patriota, por el contrario, puede reconocerse a sí mismo, y sin
trauma mayor, en varias culturas nacionales. Porque un patriota es
un nacionalista que se ha curado. ¡Larga vida a España!
Día de la Hispanidad
12 de Octubre, España gritó: '¡Tierra a la
vista!'
El 12 de octubre de 1492 España rompió la barrera del
sonido de la realidad al cambiar el mapa del mundo y crear una
cultura universal: la Hispanidad.
Eduardo García Serrano www.gaceta.es 12 Octubre 2015
Doce de octubre, Día de la Hispanidad, signo tangible de alianza
entre la sangre y la palabra, entre la carne y la cultura de los
hombres urbi et orbi. Hispanidad, la Historia, tu historia Mater
Hispania, tiempo concebible, palpable y coagulado fluye en torno al
fuego de una idea y de la piel canela del mestizaje hispano con mil
acentos distintos en una lengua común fraguada en las velas
atlánticas, en la herrumbre de los yelmos y en el acero de las
espadas, en las sandalias de los monjes y en las espuelas de los
capitanes, en el cuero de las monturas y en la tinta de las Leyes de
Indias... ¡ Mater Hispania, quédate entre nosotros y con nosotros !
Una mar azul mahón escondía la Terra Incógnita. Es hermoso el viento
de la noche en las ramas de los olivos, pero también en las velas de
los barcos. Nuestros campesinos se convirtieron en marinos del arado
y labraron la mar con tanta energía como las tierras de sus
antepasados. Las águilas de España extendieron las alas, nos arrojó
el mar a extrañas playas y saludamos al sol ascendente, a la lejanía
crepuscular y al barro de una nueva tierra. Dominamos el mundo de
levante a poniente y nuestra patria fue toda la tierra.
España rompió la barrera del sonido de la realidad en aquel tiempo
en el que la voluntad de los españoles no tenía límites porque las
obligaciones y las metas que se marcaban tampoco los tenían. Fue
entonces, cuando no éramos polvo a la deriva en la Historia, sino
que moldeábamos su cauce con orgullo, cuando España llevó más allá
del Atlántico el camino que condujo a Dario el Grande hasta Maratón,
a Jerjes hasta Salamina, a Filipo hasta el Helesponto, a Alejandro
Magno hasta Babilonia y a Escipión hasta Itálica. Iberia, Hispania,
España, puro metal de la fundición grecorromana, escribió la
historia más grande jamás contada desde Troya, donde comienza la
memoria de Occidente, hasta nuestros días , sin un Homero que la
cantara. España llevó al Nuevo Mundo la Filosofía Griega, el Derecho
Romano y la Luz del Evangelio.
La Hispanidad es nuestra moira, la forma definitiva de nuestro
destino, la línea que lo circunscribe, nuestra misión, nuestro
objetivo y la parte de gloria que Dios nos adjudicó en aquel tiempo
en el que los españoles, con sal en los poros y mar en las venas,
vivieron como si fueran inmortales saciando la sed de sus corceles
en los abrevaderos de Bucéfalo porque fuimos los primeros en gritar
"¡Tierra a la vista !". El 12 de octubre de 1492 España comenzó a
desgarrar las costuras de la vieja Piel de Toro para mezclar su
sangre, tostar su piel y cocer su lengua y su cultura, su historia y
su destino en el barro del Amazonas y al sol de la América Hispana.
Si España fuese un país normal
Pedro de Hoyos Periodista Digital 12 Octubre 2015
Si España fuese un país normal a estas horas estaríamos todos en la
calle celebrando la fiesta nacional, como los norteamericanos el
cuatro de julio. Si España fuese un país normal el Estado
conservaría poder y atractivo suficientes para limitar
democráticamente los nacionalismos a la menor posibilidad electoral.
Algo parecido a Francia. Si España fuese un país normal celebraría a
Castilla, sus fiestas y sus victorias, (Las Navas de Tolosa,
Descubrimiento de América o Dos de mayo) como Portugal hace con
Aljubarrota.
Pero está claro que somos un error histórico y no solo ponemos en
cuestión la bandera de la nación, cambiándola según cambien los
regímenes, sino que tenemos presidentes que aceptan que el concepto
de nación es discutido y discutible, haciéndolos más fuertes y
dotándoles de argumentos.
Como somos un país enemigo de sí mismo somos los primeros en
patrocinar y votar a una izquierda que quiere organizar juicios
sumarísimos por genocidio a Cristóbal Colón y la conquista de
Castilla… o a su heredera España, aplicando conceptos sociales,
mentales y legales del siglo XXI a hechos del siglo XV… olvidando
que por el medio hay una declaración de los DDHH, descubrimientos
mil, avances médicos y sociales de todo tipo, la conquista de la
luna y cochecitos paseándose por Marte. Con el cambio cultural y
social que todo ello supone. ¿Qué harían con estos individuos,
cuántos seguidores tendrían, en la Inglaterra que casi terminó con
la población autóctona de Norteamérica? ¿Dónde enviarían a estos
personajes en la Francia que estuvo a punto de acabar con los
aborígenes de parte de África? ¡Y ya era el siglo XIX!
Como somos una excepción a la evolución de nuestro entorno, para
castigarnos por haber votado políticos corruptos, falsos y
embaucadores escogemos políticos que quieren acabar con el Estado,
con la libertad o con ambas cosas. Como somos un bicho raro dentro
de la competencia general de las naciones la cultura popular no está
dirigida y gobernada por unas leyes educativas aceptadas por los
partidos más importantes, sino que está dirigida y gobernada por
Gran Hermano o Sálvame y Mujeres y Hombres o Viceversa
Siendo así, siendo un país insólito, ajeno a su entorno político
europeo, social o culturalmente, estando educados por Telecinco, ¿a
quién puede extrañar que nuestro mayor enemigo seamos nosotros
mismos, a quién puede extrañar que haya españoles enemigos de
celebrar la fiesta de España?
¿No es por este desprecio que sentimos por lo nuestro por lo que los
españoles enmarranamos nuestra lengua con tres tacos cada dos
palabras? ¿No es debido a esta mala opinión que tenemos de nosotros
mismos que preferimos los extranjerismos innecesarios “porque dan
más nivel” a lo que decimos? ¿No es por este menosprecio que
sentimos por nosotros mismos por lo que escogemos las tradiciones
extranjeras, Halloween, y arrinconamos las propias? ¿No es debido a
esta mala opinión que tenemos de nosotros mismos que Ada Colau
califica de genocidio, con criterios éticos y morales del siglo XXI,
lo que ocurrió en el siglo XV? ¿La izquierda inglesa califica de
genocidio la desaparición de los apaches, arapahoes, sioux y tantas
otras naciones de América?
El fantasma del nacionalismo español
Cristina Losada Libertad Digital 12 Octubre 2015
Hace un par de días puse en Twitter: "Joseph Conrad, de familia
polaca, nacido ruso, hablaba polaco y francés y decidió escribir en
inglés. ¿Qué harían con él los nacionalistas?". En su momento, el
propio escritor explicó cómo había adoptado el inglés, mejor dicho,
cómo el idioma inglés lo había adoptado a él, para ilustrar a
quienes lo observaban por ese motivo "como si fuese una especie de
fenómeno, posición que, fuera del mundo del circo, no puede tenerse
por deseable”, según escribió en el prólogo a la edición de 1919 de
su Crónica personal.
Había, respecto de su elección de idioma, algunos malentendidos que
allí aclaró. Pero lo que me movió a exponer su caso sucintamente era
que me parecía exponente de una complejidad que el nacionalismo no
puede entender y detesta. Una complejidad que entiende menos y
detesta más el nacionalismo afincado en la cuestión de la lengua,
que es el asunto nuclear del nacionalismo desde que el otro asunto,
el que subyace, el de la raza, quedó definitivamente invalidado como
pieza del discurso político después de los horrores del
nacionalsocialismo alemán. Es probable que cuanto más tenga que
ocultar un nacionalismo su veta xenofóba, más radicalice la cuestión
de la lengua.
A raíz de mi pregunta sobre Conrad, me llegaron decenas y decenas de
respuestas de nacionalistas catalanes. Se daban por aludidos, pero
trasladaban o proyectaban la alusión. Muchas respuestas eran como
éstas: "Le dirían ¡habla en cristiano!"; "decirle que es un aldeano
ignorante porque no habla español"; "gritarle muy alto: habla
español que estamos en España"; "los españoles se reirían de él,
otros le felicitaríamos"; "los nacionalistas españoles lo lincharían
por traidor, en Cataluña sería admirado".
La pauta común de las réplicas era denunciar la absoluta
intolerancia de los españoles hacia los compatriotas que usan una
lengua que no sea el español, y proclamar su propia y enorme
tolerancia en casos similares. La realidad, naturalmente, es
distinta. La Constitución protege especialmente las diversas lenguas
que se hablan en España, y les confiere rango cooficial. Las leyes y
prácticas lingüísticas de la Generalidad catalana excluyen el idioma
español de la vida pública, en primerísimo lugar de las aulas, y
facultan la imposición de multas a establecimientos que rotulen en
español. Es tan curiosa la tolerancia lingüística que prima en
Cataluña que se llega a hostigar a las familias que reclaman una
enseñanza bilingüe, como sucedió hace bien poco en Balaguer.
Lo más interesante de mi experimento involuntario a propósito de
Conrad no fue, sin embargo, que los nacionalistas catalanes que
intervinieron presumieran de cosmopolitismo y tolerancia, al tiempo
que hacían gala de lo contrario. Por más que los dirigentes
políticos del secesionismo, a fin de atraer el voto de los
castellano-hablantes, intenten limar ocasionalmente las aristas del
odio instigado durante años, ese odio aparece, sórdido y ciego, en
cuanto hay ocasión. Pero lo interesante, en fin, fue que esos
nacionalistas que replicaban a mi pregunta necesitaban que hubiera
al otro lado un nacionalismo español.
Necesitan, en fin, un nacionalismo laminador de la diversidad
lingüística y de cualquier otra. Un nacionalismo excluyente y
homogeneizador. Un nacionalismo que sea la imagen especular de su
nacionalismo. Un nacionalismo opuesto y sin embargo, o por ello, en
esencia exactamente igual. Y para conseguirlo equiparan español y
nacionalista ¡y ya está! Todo español que no comulgue con el
nacionalismo catalán sería, así, nacionalista español por
definición.
Sin ese fantasma del nacionalismo español al que tanto invocan, al
que tanto se esfuerzan por dar corporeidad, francamente no sé qué
harían. Porque quien más molesta a un nacionalista no es otro
nacionalista, que aun de signo opuesto es como él. Quien más le
molesta, al punto de que tiene que negar su existencia, es un no
nacionalista. Es esa complejidad, la de la nación no nacionalista,
la nación que no excluye, lo que el nacionalismo detesta, rechaza y
quiere destruir.
Una Fiesta que debería servir para unir, no
para separar
EDITORIAL El Mundo 12 Octubre 2015
UN PAÍS que está constantemente cuestionando su identidad no parece
estar anhelando otra cosa que su ruina. Y en esa actitud suicida
parecen estar empeñados quienes han hecho de la defensa de la
desmembración territorial de España el elemento central de sus
propuestas políticas. Es patológica la obsesión de determinados
sectores políticos, culturales y económicos por mantener durante
décadas una pulsión autodestructiva cuya única finalidad sería la de
dar al traste con la estabilidad del Estado aun a riesgo de
perjudicar la prosperidad y el bienestar logrado entre todos con no
pocos esfuerzos y sacrificios.
Hay, por desgracia, quienes siguen tercamente defendiendo que son
más importantes los derechos territoriales, levantados sobre relatos
mitológicos y legendarios, que los derechos ciudadanos, cuya
garantía está sustentada en una Constitución que objetiva, partiendo
del inviolable principio de igualdad ante la ley, los derechos y
deberes de cada uno sin distinción de convicciones religiosas e
ideológicas. Caben pocas dudas, después de las terroríficas
lecciones que nos brindó el siglo XX, con dos conflictos mundiales y
el sangriento epílogo que significó en el corazón de Europa la
Guerra de Yugoslavia, de que sólo un Estado que se rija por
principios democráticos puede garantizar la libertad de los
ciudadanos. Un Estado que, lejos de replegarse sobre sí mismo,
participe activamente en la creación de realidades supranacionales
capaces de dar solución a los problemas que plantea el actual mundo
globalizado. Ese era el sentido de las palabras de Hollande
pronunciadas el miércoles en el Parlamento Europeo: "El nacionalismo
es la guerra", reforzadas por las de Merkel, quien afirmó que "no
podemos volver a pensar en nacionalismos, sino todo lo contrario.
Necesitamos más Europa, no menos".
El rey Felipe VI no quiso tampoco desaprovechar la oportunidad para
defender la idea de una España unida al servicio del proyecto
europeo: "Europa", dijo el monarca, que hoy presidirá el desfile
militar y estará al frente de los actos conmemorativos de la Fiesta
Nacional, "se ha construido sobre la voluntad de sumar y no restar,
de aunar y no dividir, de saber compartir y ser solidarios. Tengan
así pues, señorías, la seguridad de poder contar con una España leal
y responsable hacia el proyecto europeo; con una España unida y
orgullosa de su diversidad; con una España solidaria y respetuosa
con el Estado de Derecho".
Por eso, aunque se repitan año tras año, son incomprensibles las
anunciadas ausencias de Urkullu y Mas, a las que se unen en esta
ocasión los desplantes de Uxue Barkos y de Pablo Iglesias. Con su
actitud, los cuatro líderes políticos están explicitando un
desprecio al Estado impropio de quienes aspiran a defender los
intereses de todos los ciudadanos hayan o no votado a las siglas que
representan. Y esos intereses pasan, como demuestra la experiencia
de convivencia y prosperidad que se inició con la muerte del
dictador Francisco Franco hace ahora 40 años, por la reafirmación de
los valores que fija la Constitución, refrendada por los españoles
en 1978.
Pero con ser irresponsable la actitud de Pablo Iglesias no extrañará
a nadie. Era de esperar en quien ha construido su perfil político
sobre un ideario, el leninista, de larga tradición antidemocrática.
El de los tres presidentes autonómicos nacionalistas es, además, un
reprobable acto de deslealtad hacia el Estado del que forman parte
como representantes oficiales de las instituciones y una falta de
respeto hacia la inmensa mayoría de los españoles, que no quieren
renunciar a la pluralidad cultural que garantiza la Carta Magna ni a
los principios de cohesión y solidaridad territorial. Lejos de lo
que pretende Artur Mas, fracturando en dos la sociedad catalana,
nadie tiene derecho a obligar a ningún ciudadano a elegir entre ser
catalán o español, porque nuestra Constitución posibilita que nadie
se vea obligado a realizar esa renuncia.
La de hoy debería ser una celebración que fomentase los lazos de
unidad entre todos los españoles, sin complejos ni rencillas
ideológicas, como ocurre en la mayor parte de los países
democráticos de nuestro entorno. Una celebración que reconociese los
logros pasados y presentes de una nación que ha conseguido
sobreponerse a las más difíciles situaciones a lo largo de la
Historia.
12-O: españoles en Vietnam
Pablo Planas Libertad Digital 12 Octubre 2015
Las manifestaciones de signo contrario al separatismo en Cataluña
son un hecho verdaderamente extraordinario. Cualquier tipo de
manifestación, de las artísticas a las callejeras, pasando por las
académicas, las deportivas, las mediáticas o las políticas. La calle
es nacionalista y las fachadas también. El entramado compuesto por
los partidos, las administraciones y sus parapetos civiles la monta
parda cuando quiere, como quiere y a la voz de ya. ¿Cuántos en esta
Diada? Medio millón, no caben más. Pon dos. Y punto. ¿Que hay que
presentarse ante el TSJC en manada? ¿Día y hora?
Tal vez resulte exagerado decir que para ellos es simple organizar
una manifestación. Llevan cinco años de prácticas masivas, con los
medios de comunicación bombardeando consignas; cinco años de Guerra
de Sucesión, de derecho a decidir, de "volem votar", de llantos y
quebrantos. Además de tres décadas de adoctrinamiento. Y los
organizadores directos alegan que si no meten la directa a
principios del verano, a la Diada asistirían cuatro de Vich y para
conocer de paso la Sagrada Familia.
Necesitan calentar las vísperas, mucho agit-prop, mucha tele y mucha
tela, que les llega de la Generalidad vía Estado. El ambiente previo
a una Diada oscila entre lo tóxico y lo aberrante, con fletes de
autobuses, bandos de munícipes y sermones de trabuco. El patrocinio
público cubre los gastos mientras se propagan planteamientos como el
de convertir Cataluña en un Vietnam para españoles, tal que si las
bombas tuvieran metáfora en vez de metralla. Y mucho ji ji ji. Qué
frikis los "unionistas", que además han perdido las elecciones como
siempre. Sí, igual que en Bielorrusia.
Así pues, que una pequeña organización denominada Movimiento España
y Catalanes reúna a cinco mil personas con banderas españolas en el
centro de Barcelona es, como poco, chocante. Cinco mil al lado de un
millón es verdaderamente poca cosa. Para los nacionalistas, otra
prueba más de su superioridad, incluso moral.
Sin embargo, y a diferencia de los millones de millones de
separatistas, estos cinco mil (que encima eran más este 12-O en
Barcelona) no cuentan con el respaldo de ningún partido político, de
ninguna administración, de ningún medio de comunicación, de ningún
grupo de presión, de ningún clan empresarial, de nadie. Y ya la cosa
cambia, porque nadie les paga el viaje y les puede salir caro. Ir
con banderas de España por la calle en Barcelona. Habrase visto
mayor provocación, aparte del riesgo físico y de las miradas que
matan. Banderas constitucionales y nada de cabezas peladas
vigoréxicos, que eso es competencia de Raül Romeva.
GUERRA EN SIRIA
La Era de la Inseguridad
FRANCISCO DE BORJA LASHERAS El Mundo 12 Octubre 2015
Para Hannah Arendt, "el mayor peligro en reconocer el totalitarismo
como la maldición del siglo sería obsesionarse con él hasta el
extremo de quedarnos ciegos con los numerosos males pequeños, y no
tan pequeños, que siembran la carretera al infierno". Arendt estaba
marcada por una admirable comprensión, demasiado buena para su
época, del concepto del mal y su desconcertante banalidad. Una
banalidad reflejada en Adolf Eichmann y otros tantos Eichmanns.
Amables vecinos, policías locales o simples brutos de taberna, un
día; concienzudos ejecutores de trenes de la muerte a Auschwitz,
'chetniks' serbios en Srebrenica o 'ustachas' croatas en Jasenovac,
el día siguiente.
Arendt anticipó que el problema del mal sería la cuestión
intelectual clave de la Europa de la posguerra. Pero temía que, ante
la desmemoria entonces reinante, no supiéramos hoy tratar este tema
ni comprender sus manifestaciones. Erró parcialmente en lo primero,
pues este tema no ha tenido tal centralidad hasta hace poco, incluso
ante Ruanda o Yugoslavia. Digo parcialmente, pues la idea del mal
vuelve con fuerza en este siglo de la interminable Guerra contra el
Terrorismo, IS o Daesh, presos en naranja y ejecuciones visibles al
clicar sobre el hipervínculo. No obstante, como alertaba el
visionario Tony Judt poco antes de morir, Arendt podría acertar en
su segunda predicción. Pero no por olvido, sino por abuso del
concepto del mal y sus implicaciones, resultado de miopías
gubernamentales, agendas internacionales enfrentadas y, sobre todo,
un discurso público marcado por la demagogia y la simplificación.
Nos cuesta discernir de dónde vienen estos males, por qué nos
acechan y qué podemos hacer para erradicarlos, sin crear otros
nuevos.
El debate político sobre la continua guerra en Siria, en otra fase
de escalada con la intervención rusa, y sobre el IS es un ejemplo de
ello. Nuestros líderes, utilizando machaconamente términos como "el
enemigo" y retóricas de la lucha contra Hitler y de Tercera Guerra
Mundial, nos insisten en que el IS (y otros, según convenga) son "el
enemigo" al que hay que «dar duro». El mal de males, el problema y
la amenaza a la seguridad nacional. El olvidado concepto de
seguridad humana, la de los desgraciados pueblos más afectados, los
propios musulmanes, cuenta poco.
El mensaje de fondo es que otros males como los regímenes
totalitarios y opresivos de la región, desde Assad hasta Irán y los
saudíes, y sistemas autoritarios con su propia agenda, como la Rusia
de Putin, son males menores, tolerables y socios necesarios en esta
lucha. Independientemente de su papel o contribución al drama
actual. El terrorismo internacional se convierte así en ese Otro, el
elemento antagónico unificador en una guerra universal. Una guerra
en la que nos mantenemos en el desconocimiento absoluto sobre cuáles
son los objetivos y parámetros concretos, o qué escenarios serían
deseables para nuestros países y cuáles para los 'kanatos' de turno
(ambos no siempre compatibles).
Uno de los problemas de este discurso y del pensamiento único que
promueve, es que nos invita a no hacernos preguntas y a unirnos a la
lucha contra un concepto movilizador: el Mal. Descontextualizando
los conflictos y los orígenes de crisis dramáticas como la de Siria,
mezclando confusamente efectos con causas, nos invita a perder la
perspectiva y la memoria de cómo demonios hemos llegado aquí y de
dónde han aparecido estos demonios. E invita, inevitablemente, al
cinismo, vista la calidad del plantel de personajes en esta
coalición universal contra el terrorismo. O vistos los horrendos
abusos perpetrados o tolerados por Occidente (y Europa) desde que
George W. Bush lanzó el concepto tras el 11-S, uniéndolo luego a la
noble idea de liberación democrática, y pervirtiéndola por
generaciones. Guerra contra el Terror a la que se unió raudo y veloz
el siempre inefable Vladimir Putin, pensando entonces en Chechenia y
sus propios terroristas, rebeldes y disidentes. Hoy piensa en unos
cuantos beneficios más, como Ucrania, la presencia estratégica rusa
en Oriente Medio, y su campaña personal para reescribir el orden
internacional. Todo ello nos lo recordó, con otra forma de cinismo
(el que distorsiona la realidad, creando otra paralela), el otro día
en la Asamblea General de la ONU.
Sí, vivimos en tiempos de 'Charlie Hebdo', matanzas en Kenia o
bombazos en Oriente Medio; de globalización del odio y del 'know
how' para causar atentados masivos. Son, pues, tiempos de miedo e
inseguridad, en los que este discurso público se revela tentador.
Sin embargo, en nuestras sociedades democráticas, con instrumentos
para exigir responsabilidades políticas, debemos resistirnos a esta
visión unidimensional. O, por lo menos, hagamos preguntas. Preguntas
básicas, como por qué surgió el IS -pues no es un hecho de Dios o
Allah- y qué factores han contribuido a su creación. Un mero repaso
al estallido y desarrollo de la guerra en Siria, y a cualquiera de
los informes de Naciones Unidas o Human Rights Watch, complican esta
narrativa. Informes que recogen evidencias de la brutal campaña del
régimen de Assad, contraviniendo normas internacionales imperativas,
y que le atribuyen responsabilidad sobre la mayoría de las bajas
civiles, además de sistemáticas torturas. Hechos que han llevado a
un tribunal francés a iniciar un procedimiento judicial contra el
Gobierno de Assad. El IS es el mal, sí, pero, parece que para muchos
sirios y refugiados, Assad y su sistema, 'también'. Algunos dicen
que Assad "es parte de la solución política". Al margen de que Siria
quizá ya no existe como Estado y que sea dudoso concebir una
solución política verdadera con Assad en el poder, puede que el
realismo político, nuestros propios errores y la meridiana línea
roja rusa hagan que ése sea el caso en el contexto actual. Milosevic
también fue parte de un acuerdo de paz y por hechos en escala
comparativamente menor a los de Siria, terminó en el banquillo de La
Haya. Claro, se quedó sin amigos poderosos.
Es preciso también cuestionar la agenda interesada e íntimamente
unida a este discurso. Una agenda de seguridad y 'Realpolitik'
barata (y mercantilista) que, frente a los IS, se apresura en
legitimar a los Abdel Fattah Al-Sisi, Assads y compañía. La premisa
es que son «nuestros hijos de puta». No es cierto: suelen ser los
suyos propios, o los de Putin, Rouhani y otros. En las trampas de
esta mal llamada agenda de seguridad caen, gozosos, líderes de la
izquierda popular y anti-autoritaria (occidental), con sus abrazos a
Putin y 'Russia Today', y líderes de derecha, con los suyos,
pongamos, a este Irán de Rouhani con el que «hay que llevarse bien».
Un Irán que, dicho sea de paso, alimenta la guerra en Siria; bate
récords mundiales en ejecuciones de criminales menores,
homosexuales, etc., y condena a muerte en vida a activistas o
artistas como el brillante director de cine Jafar Panahi. En este
chabacano juego de «tú, tus dictadores y yo, los míos», derecha e
izquierda son cómplices por igual, ilusos unos, fervorosos ideólogos
otros. Ello nos muestra lo limitado de tales conceptos frente a
otras de las grandes cuestiones de nuestro tiempo, como el
autoritarismo.
El terrorismo mundial es un mal mayor y, como parte de una
estrategia hoy inexistente, requerirá una dimensión militar. Pero
urge una agenda de fortalecimiento de la gobernanza global, en
crisis, con 4 de los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad
implicados en Siria, cada uno por sus intereses e incapaces de
acordar una solución común. Y, si aún valoramos nuestras sociedades
libres, asediadas por la incertidumbre, tenemos que recuperar un
discurso público que exija responsabilidades por esos otros males,
vengan de Washington, Damasco o Grozni. Un discurso que no aparque
siempre objetivos de justicia, empoderamiento popular y libertad que
llevaron a muchos sirios a la calle en 2011. Necesitamos, en fin,
seguir haciéndonos preguntas, como si Siria sería la tragedia que es
hoy si hubiéramos respetado nuestras propias líneas rojas, por
ejemplo, en 2013, tras el ataque con gas sarín en Ghouta.
De otro modo, en esta Era de Inseguridad crearemos leviatanes
incontrolables, y un mundo en caos y guerra constantes. Un día
podríamos no acordarnos ya de cómo comenzó esta espiral de violencia
y no nos quedará más remedio, que, ciegos y tuertos, destruirnos
hasta el final.
Francisco de Borja Lasheras es director adjunto de la Oficina en
Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
******************* Sección "bilingüe"
***********************
Arantza Quiroga
Ernesto Ladrón de Guevarawww.latribunadelpaisvasco.com 12 Octubre
2015
Reconozco que siento compasión por la situación en la que se ha
visto envuelta Arantza Quiroga. Ha sido víctima de una simple
palabra, que tanta ilusión le debió proporcionar al conglomerado
Bildu-Sortu, o, que más bien la utilizó como el abrazo del oso para
asfixiar a la líder del PP vasco.
La dirigente vasca es una buena persona, con valores y buenas
intenciones, cosa que no es muy frecuente hoy en día en la política.
No me casa en absoluto la versión de la aproximación de la líder
popular al mundo de Bildu-Batasuna, cuando ella misma fue víctima
del acoso y de la amenaza terrorista siendo concejal en el
Ayuntamiento de Irún.
Sin embargo pienso que, probablemente, Arantza Quiroga haya pecado
de ingenuidad, al querer seguir la política desarrollada por su
partido en continuidad con la que practicó el ilustre nefando José
Luis Rodríguez Zapatero, el del “pensamiento Alicia” según la
calificación del filósofo Gustavo Bueno padre. Bajo ningún concepto
supondría ella que la descalificación desde filas de su propio
partido, y más aún de su propio compañero de filas vascas, el actual
ministro de Sanidad, le llevaría a la actual postración política.
Esto huele a revancha política del protector de Iñaki Oyarzábal,
cuando se enfrentó a la Presidente del PP vasco al remover de su
cargo orgánico en la cúpula de esta organización en el País Vasco.
No sé si habrá motivaciones de este tipo en la decisión de
desautorizar a su compañera de viaje o será simplemente una
prevención ante la proximidad de las Elecciones Generales, pero
tanto si es una cosa como la otra, esto no es un juego leal entre
compañeros del mismo partido, más aún cuando el PP nacional no se ha
caracterizado por dar un giro radical a las políticas de los
socialistas, que tanto abrumaron a las víctimas de ETA.
Yo creo, sinceramente, que Arantza Quiroga no se merece esto. Hay un
síndrome de Tánatos encerrado en ese pPartido que deja malparadas a
todas las mujeres que lo han dirigido, empezando por María San Gil,
otra Agustina de Aragón vasca que se quedó amargamente decepcionada.
Y no sabemos la razón de fondo por la que el pPenúltimo Presidente
popular, el Antonio Basagoiti, dejó la presidencia y huyó a tierra
firme más allá del Atlántico.
Sin embargo, dicho esto, yo creo que Arantza se equivocó en el tacto
político al buscar un suelo de aproximación y preservar de su
fracaso una ponencia para la paz imposible en el Parlamento; pues
los nacionalistas en su conjunto, incluidos los herederos políticos
del mundo proetarra, juegan constantemente de forma tramposa
intentando diluir la memoria, la justicia y la verdad, en un juego
de la confusión en el que se mezclan víctimas de ETA con otras de
otra especie, que es como si se incluyeran a los caídos en la guerra
de Corea. Actuar con una mezcla de bondad y candidez para fines
loables como alcanzar un acuerdo donde se superen décadas de terror,
de antidemocracia y extorsión a amplias capas no nacionalistas de la
sociedad vasca, es estar fuera de la realidad, que es mucho más
áspera.
Y como prueba de lo que digo, y de que no hay ninguna voluntad de
lograr el entendimiento, la justicia y la verdad, y menos aún
arrepentimiento por los actos de lesa humanidad cometidos a lo largo
de más de cuarenta años por ETA y sus secuaces políticos, véase lo
que sigue…
Vayamos a territorio colindante a tierra vasca, la de la Comunidad
Foral de Navarra, que, como se sabe, es objetivo de conquista por
las huestes independentistas para, lograr la gran Euskal Herria.
Solo cuatro hechos que se conozcan, que seguro que hay más:
1º) Bildu no autorizó una exposición sobre las víctimas de la
Policía Nacional en la Ciudadela, nada más hacerse con el
Ayuntamiento de Pamplona.
2º) El Gobierno navarro ha decidido apartarse del procedimiento
judicial que se sigue contra un docente acusado de boicotear el
Riau-Riau de los Sanfermines de 2012, a pesar de la gravedad de los
hechos, como es dar patadas a los policías municipales que protegían
a la Pamplonesa. El profesor, que seguro es un diestro pedagogo del
adoctrinamiento abertzale, es un viejo conocido del radicalismo con
antecedentes penales de kale borroka. Lo que no se explica cómo
nadie de los que han pasado por la política navarra o nacional ha
sacado al citado de la noble función docente. Me tendrán que
explicar qué tipo de educación humanística puede dar gente de este
pelaje, y por qué no se ponen cribas suficientes para erradicar a
elementos destructivos de los valores cívicos como el citado. Es
simplemente inaudito. Esto no ocurriría en ninguna parte del mundo
civilizado, pero ya sabemos que “España es diferente”.
3º) Leo literalmente de un medio de comunicación una noticia también
difundida por otros medios: “El Gobierno de Barkos [la presidente de
la Comunidad Foral de Navarra, futura Euskal Herria de seguir
dejando hacer a esta gente] nombra Jefe de Negociado en Educación a
un antiguo etarra” El negociado es el de Escuelas de Idiomas y
Acreditación del Departamento de Educación. Ya sabemos como se las
va a gastar el interfecto con aquellos profesores que no pasen el
redil de la perfilación del euskera que es como decir el aprobado en
la asignatura de la formación del espíritu nacionalista. Pero, como
se vuelve a poner al descubierto, no parece que haya ningún espíritu
de contrición ni de propósito de la enmienda respecto a las hazañas
de los chicos de la gasolina, de las balas y del amoxal. El
individuo nombrado fue miembro del Comando Otzadar que fue
desarticulado por ETA, y fue condenado por su pertenencia a la
Banda.
4º) Leo: “Bildu, que ocupa la concejalía de Seguridad de Pamplona,
ha colocado como director de Seguridad del Ayuntamiento de Pamplona
a un exmiembro de Ekin, juzgado por amenazar a escoltas. El recién
nombrado responsable de la policía municipal en Pamplona fue juzgado
por gritar a la Policía ‘Txakurras, vais a morir’, tal y como cuenta
este lunes el diario LA RAZÓN”
Sobran las palabras.
Así que, no hay cabida para la ingenuidad y los buenos propósitos.
Con esta gente no hay acuerdo posible.
Quiroga no es la única culpable
Cayetano González Libertad Digital 12 Octubre 2015
El desaguisado protagonizado la pasada semana por la todavía
presidenta del PP vasco, Arantza Quiroga, al presentar una moción en
el Parlamento vasco en la que rebajaba sustancialmente la exigencia
a la izquierda abertzale para que esta condene la historia criminal
de ETA, es consecuencia de toda una trayectoria vacía, frívola y
superficial, seguida por los dirigentes populares vascos en los
últimos años. Concretamente desde mayo de 2008, cuando la entonces
presidenta María San Gil, viendo la deriva que iba a tomar Rajoy
tras perder por segunda vez las elecciones generales contra
Zapatero, en dos cuestiones clave en el ideario del PP –el
posicionamiento contra el nacionalismo y la lucha contra ETA–
decidió irse a su casa y no convertirse en cómplice de lo que luego
ha pasado tanto en el PP vasco como en el PP nacional.
Rasgarse ahora las vestiduras por lo que ha hecho la difunta,
políticamente hablando, Arantza Quiroga no deja de tener su punto de
hipocresía. ¿Habrá que recordar que fueron los Oyarzabal, Maroto,
Semper y Alonso de turno los que, tras la marcha de San Gil, no se
cansaban de hablar de la necesidad de sacar al PP vasco de las
"trincheras" en las que según ellos se había instalado en los años
en que ETA perseguía y mataba como conejos a los concejales y cargos
públicos populares en el País Vasco y en otros lugares de España?
¿Habrá que recordar que las expresiones "PP pop" y "PP guay" tienen
como autor intelectual a ese Demóstenes de la política que es Iñaki
Oyarzabal, nombrado por Rajoy en el Congreso del PP del 2012
secretario del área de Justicia, Derechos y Libertades del partido y
como tal miembro de la Ejecutiva Nacional?
¿Habrá que recordar que fue Borja Sémper –el mismo que no se atreve
a ir, por miedo a ser abucheado, a los homenajes de quien debería
ser su referente al frente del PP de Guipúzcoa, Gregorio Ordóñez– el
que dijo aquello de "El futuro de Euskadi hay que construirlo con
Bildu"? ¿Habrá que recordar que el ahora presentado como símbolo de
la regeneración pepera, Javier Maroto, manifestaba no hace mucho
tiempo que él no tenía ningún problema en ir a tomar txikitos con
los de Bildu?
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Toda esta generación de dirigentes del PP vasco ha conseguido en
siete años convertir su partido en algo absolutamente irrelevante en
la política vasca. No condiciona nada al Gobierno del PNV, nadie
cuenta con ellos para nada, son absolutamente prescindibles, que es
lo peor que te puede pasar en política. De hecho, como ha sucedido
en las últimas elecciones municipales y volverá a pasar en las
autonómicas del próximo año, muchos electores sociológicamente de
centro-derecha, ante el temor de un triunfo de Bildu, la marca de
ETA, optan por votar al PNV antes que al PP.
En estos años, en los que los Basagoiti –el más listo de todos,
porque cuando vio lo que pasaba cogió la maleta y se fue a México a
vivir y trabajar– Alonso, Oyarzabal, Maroto, Sémper, Quiroga,
Damborenea, han ido desvirtuando al PP vasco, estos han llevado al
partido de los 327.000 votos (23,1%) que con Jaime Mayor Oreja como
candidato a lehendakari consiguió en las elecciones autonómicas de
2001 a los 102.000 (9,4%) que han sacado en las municipales del
pasado 24 de mayo. Es decir, han perdido dos de cada tres votos. Y,
a tenor de lo que dicen las encuestas, la posibilidad de seguir
bajando está muy abierta.
De hecho, en las elecciones generales de diciembre el PP, muy
probablemente, sólo obtendrá dos escaños en el País Vasco: uno en
Vizcaya y otro en Álava; ninguno en Guipúzcoa. En las elecciones
generales de 2000, cuando la mayoría absoluta de la segunda
legislatura de Aznar, los escaños de los populares vascos –Carlos
Iturgaiz era su presidente– fueron siete: tres por Vizcaya, dos por
Álava y otros dos por Guipúzcoa.
Y ante todo lo que ha venido sucediendo durante estos años en el PP
vasco, ¿qué han hecho Rajoy o la dirección del partido en Génova?
Absolutamente nada. Mejor dicho: permitir por omisión el
desmoronamiento y la descomposición de lo que en otro tiempo fue la
parte más noble del PP, y más admirada en el resto de España, por su
coraje, gallardía y fortaleza moral para defender la libertad, para
resistir a pie de calle y enfrentarse desde las instituciones
–cuando el PP estuvo en el Gobierno de la Nación, de 1996 al 2004– a
ETA, a su entorno político y al nacionalismo obligatorio y
asfixiante que propiciaba el PNV.
Por eso, lo de Arantza Quiroga no deja de ser una consecuencia, todo
lo rechazable que se quiera, de esa deriva vivida en el PP vasco en
los últimos años. Pero ni ella es la única culpable ni, por
supuesto, con su sustitución por los Oyarzabal o Maroto de turno se
garantiza que algo vaya a cambiar. Más bien se puede asegurar que
todo seguirá igual o peor, es decir, que se ahondará en la
desaparición del PP en el País Vasco. Al menos, admítase que, aparte
de las personas citadas, hay otro gran responsable de que esto haya
sucedido y siga sucediendo. Pero sabido es que Mariano Rajoy sólo
está para ocuparse de la macro y de la microeconomía y también para
pasárselo pipa con las encuestas, como declaró este fin de semana en
un acto electoral en Toledo. Veremos si en la noche del próximo 20-D
conserva ese estado de ánimo o si se tiene que ir a su casa para
seguir pasándoselo pipa.
Sobre la valentía de los vascos
Raúl González Zorrilla. Director de La Tribuna del País Vasco 12
Octubre 2015
Leo en un comunicado de una agencia de noticias que el presidente
del PNV, Andoni Ortuzar, ha retado a Susana Díaz, responsable del
Gobierno andaluz, a asumir el Concierto vasco (una privilegiada
relación económica entre una autonomía y el Estado central que
solamente mantiene el País Vasco) en vez de intentar modificarlo.
Pero lo que más me ha llamado la atención de las palabras de Ortuzar
es la coletilla con la que ha terminado su declaración: “los vascos
no somos unos privilegiados, sino unos valientes”, ha dicho el
máximo responsable el PNV. Y nadie ha dicho nada.
Ciertamente, la verdad es que tampoco me sorprende demasiado esta
ególatra declaración sobre el presunto valor de “los vascos”. He
nacido en esta tierra y sé que, en materia de creernos los mejores
del mundo, no hay quien nos gane. El sentir independentista que, por
las buenas o por las malas, predomina en estos lares tocó corneta
hace varias décadas y, desde entonces, cualquier estudio social
siempre deja al descubierto que los vascos somos los mejores, los
más esforzados, los más guapos, los más antiguos, los más más de
todo, especialmente en todos aquellos aspectos en los que nuestro
posicionamiento supera con creces al de quienes los abanderados de
la patria vasca consideran sus más directos enemigos: el resto de
los españoles.
Carece de importancia que, en demasiadas ocasiones, una humilde
mirada a la realidad deje al descubierto conclusiones mucho más
patéticas y negativas. Lo sustancial es proporcionar titulares
bravíos que luego recogerán con aspavientos de todo tipo los medios
de comunicación amigos y bien subvencionados (prácticamente todos).
La directriz a seguir es sencilla: somos los mejores, somos los más
importantes, somos los que más cosas hacemos, somos quienes las
hacemos más rápido y somos, por supuesto, quienes no tenemos miedo a
nada.
El etnocentrismo más ridículo, el patriotismo más grotesco, la
cerrazón más absoluta y la petulancia más cerril y falsaria han
llevado a muchos vascos a considerarse a sí mismos, a los suyos y a
su presunta nación, como entes privilegiados en un mundo plagado de
indignos y mediocres, especialmente cuando se hace referencia al
resto de los españoles. Cualquier acontecimiento que suceda en el
universo ha de girar sobre la gran construcción nacional vasca y,
por ello, hasta en los aspectos sentimentales, estéticos y
comportamentales más frívolos siempre destaca una raza que, según
nacionalistas, independentistas y proetarras nos recuerdan
periódicamente, además de tener un perímetro craneal determinado, un
dibujo genético característico y un factor sanguíneo predominante
(RH negativo), también tiene unos orígenes muy particulares, tanto
que, hasta el momento, resultan desconocidos.
Como les contaba antes, soy nacido en un pequeño pueblo de
Guipúzcoa, he vivido y trabajado toda mi vida en Euskadi y, de
verdad, creo que podría contarles algunas cosas sobre la valentía de
muchos de nuestros conciudadanos.
Durante años he visto cómo la mayor parte de los vascos, tan
valientes ellos, han mirado hacia otro lado mientras los terroristas
de ETA sembraban nuestras calles de cadáveres; durante años he
contemplado cómo no pocos vascos, tan bravos ellos, aullaban
extasiados demandando a los criminales más sangre, más muerte, más
amenazas y más horror; durante años he sido testigo de cómo muchos
vascos, qué audaces ellos, seguían celebrando sus fiestas
patronales, sus "poteos", sus juergas y sus reuniones culinarias en
las sociedades gastronómicas apenas unos minutos después de que el
“Txapote” de turno hubiera asesinado cobardemente a uno o varios de
nuestros vecinos; durante décadas he contemplado cómo miles de
vascos valerosos, muchos de ellos del PNV, negaban y ocultaban que
miles de sus vecinos, de sus compañeros y sus amigos estaban
abandonando Euskadi por la violencia, las amenazas, la extorsión y
el miedo; durante años he visto, en fin, cómo demasiados vascos, tan
bizarros ellos, han despreciado, humillado y mancillado a las
víctimas del terrorismo, han glorificado y han convertido a los
verdugos en líderes de sus instituciones y de su futuro, y han
convertido las libertades individuales de los ciudadanos no
nacionalistas en una broma macabra pactada con los terroristas de
ETA.
Vascos valientes, sí. A veces, arrojos como el de Andoni Ortuzar
producen náuseas.
El independentismo acosa a una entidad
cultural por... ¡escuchar el himno español!
La Colla Gegantera de Puigcerdà viajó a Torrrejón de Ardoz. Allí
participó en el desfile durante el cual se interpretó el himno
mientras los miembros de las entidades conformaban la bandera
nacional
Antonio Fernández El Confidencial 12 Octubre 2015
Algo se mueve en Cataluña y no en la dirección que debía. La tensión
ideológica comienza a calar como gota de aceite en la sociedad y la
fractura entre paisanos se va agrandando a pasos agigantados. Ya no
existe el oasis catalán. Lo que está en juego es la supremacía de
unos símbolos sobre otros, arrinconando o persiguiendo abiertamente
a los segundos. ¿Un nuevo totalitarismo está en marcha?
La Colla Gegantera de Puigcerdà es la última entidad que ha notado
el zarpazo de la discriminación. El domingo 4 de octubre, la colla
viajó a Torrrejón de Ardoz. “Las collas funcionamos por invitaciones
y era una invitación que debíamos a Torrejón”, explica a El
Confidencial Rafael Jiménez, 'cap de colla' (jefe de colla). Y, como
deferencia a sus anfitriones, participaron en el desfile, durante el
cual se interpretó el himno español, mientras los miembros de las
entidades conformaban una bandera española. “Ellos iban de amarillo
y nosotros, de rojo”. Los colores suficientes.
El vídeo colgado en Facebook (ya ha sido retirado) fue una bomba.
Desde los círculos radicales de Puigcerdà comenzó entonces una
guerra sin cuartel contra una institución que data de 1914 y que ha
intentado a lo largo de su historia deslindar cultura y política.
Algunas fuentes señalan que fue la Asamblea Nacional Catalana (ANC)
la que comenzó una ácida campaña contra la entidad cultural. Las
agrupaciones locales de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y de
Reagrupament Independentista se sumaron a la campaña contra la
entidad cívica como si hubiese cometido un crimen de guerra.
“Fueron unos hechos improvisados y los hicimos como deferencia a
nuestros anfitriones”, explica Rafael Jiménez. El dirigente de la
colla subraya: “Yo respeto a todo el mundo, pero con esto se ha
perdido el respeto a las personas y, lo que es peor, a una
institución a la que hemos tenido que rescatar del olvido. Esta es
una asociación exclusivamente cultural”.
Hace un par de años, la ANC pidió a la institución que participase
en sus actos enarbolando la bandera estelada (independentista), pero
la colla se negó porque insiste en que es una entidad apolítica. De
ahí que a los militantes radicales catalanes les haya sentado muy
mal el acto de Torrejón de Ardoz. Tanto los representantes de la ANC
como de ERC y de Reagrupament pidieron públicamente que se le
retirasen todas las subvenciones públicas (que recibe como todas las
demás collas similares), que se la desalojase de su sede y que se le
prohibiese llevar el nombre de Puigcerdà y el escudo de la ciudad,
que lucen en sus cinturones.
La presión ha sido enorme, hasta el punto de que un buen puñado de
socios se han dado de baja como consecuencia de la ofensiva política
en su contra. ”Se trata de gente joven, a la que sus padres han
retirado. Es el peor daño que nos pueden haber hecho, porque nos han
tocado la cantera”, se duele Rafael Jiménez. Pero enfatiza que la
intención de la colla es no desaparecer. “Hemos luchado mucho por
esta asociación como para abandonar ahora. A ver si podemos
resurgir. Pero que sepan que nosotros hemos intervenido en un acto
cultural, no político. Lo que pasa es que cada uno lo interpreta
como quiere”.
Desde los grupos radicales, se justifica la campaña en su contra por
el hecho de que en más de una ocasión habían hecho retirar las
banderas esteladas de los desfiles, como signo de su apoliticismo.
“Se habían negado a que el himno catalán, ‘Els Segadors’, acompañase
algunos desfiles e incluso habían rechazado el himno del Barça”.
Uno de sus detractores, J. A. A., arremetía en internet contra los
responsables de la asociación y, en especial, contra el ‘cap de
colla’. “Tiene opciones, claro está: la de cambiarle el nombre a la
colla, por ejemplo; pero si usted está en desacuerdo con lo que el
propio Ayuntamiento ha proclamado también puede marcharse de la
villa”, decía. Y continuaba luego: “Es una pena; esta tarde,
hablando con algunos comerciantes del tema, pude comprobar la
indignación que sienten y la primera reacción es que no piensan
colaborar más económicamente con la colla a no ser que usted pida
perdón públicamente y exponga las razones que lo empujaron a hacer
lo que ha hecho”.
Terminaba exigiendo que “pida disculpas públicamente si es que tiene
algo de respeto por sus vecinos”, porque, aunque se autoproclamaba
no militante de ningún partido, lo sucedido fue “una clarísima
demostración de apoyo a la monarquía española”, agravada porque
Jiménez, como directivo de la entidad, “representa a una villa que
de por sí se declaró municipio independentista. Si usted no está de
acuerdo con ello y se va a Madrid a formar la bandera española en
una foto, y por si fuera poco ordena que toquen el himno español,
creo sinceramente que no merece seguir al frente de una colla que
dice representar a Puigcerdà”.
El alcalde de la localidad, Albert Piñeiro, de CiU, tuvo que salir
al paso de las críticas. Pidió que las asociaciones cívicas eviten
acciones que puedan molestar a la mayoría de los vecinos pero
recordó que la colla es una entidad privada que recibe subvenciones
en función de su labor cultural y no por su ideología política.
Jiménez señala que la actitud del alcalde ha logrado apaciguar un
poco los ánimos. También que “la mayoría del pueblo está con
nosotros, aunque algunos nos quieran crucificar, juzgar y sentenciar
al mismo tiempo. Y todo por no querer participar en actos
políticos”. Rafael Jiménez tiene una frase que condensa su ideario:
“La política y el odio no se pueden mezclar”.
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