Ideas, personas, imágenes
Amando de Miguel gaceta.es 6 Enero 2016
La discusión política en España se resuelve cada vez más como un
juego de nombres propios. Las ideas cuentan poco. En todo caso, las
ideas juegan un papel porque las hacen suyas personas eminentes. Más
que personas, lo que resalta son sus imágenes públicas.
Por mucho que se diga lo del “debate de ideas”, este no florece
porque los actores políticos han leído poco. La combinación de mucho
poder y escasas lecturas precipita la saturación de lugares comunes.
Resulta llamativo que para desempeñar cualquier puesto profesional
se exijan conocimientos proporcionales a la función. La excepción es
la política. Solo se pide ser disciplinado servidor de los que
mandan en el partido. Es más, si el candidato muestra ideas propias,
lo más probable es que sea arrinconado. Es la ley de la mediocridad
en todos los partidos, sindicatos y organizaciones similares.
Según se asciende en la escala del poder, no solo se deja de leer;se
escucha cada vez menos. El gerifalte sabe que le escuchan a él.
Cuanto más vacuo sea lo que diga, mejor.
Hágase un repaso de los titulares de cualquier medio. Solo destacan
personas; raramente, ideas. En el caso de que aparezcan ideas, lo
normal es que se reduzcan a lugares comunes. Por ejemplo, lo
referente al cambio climático, la creación de puestos de trabajo, la
necesidad de pactos, la lucha contra lo que sea y cosas así. La
perfecta ausencia de ideas se tapa muy bien con la palabra“diálogo”.
¿Quién no osará argüir que el Gobierno no crea puestos de trabajo o
que el Estado de bienestar conduce a la ruina? ¿Quién se atreverá a
sostener que el derecho a decidir de una región es una memez? ¿Qué
político se arriesgará a decir en el Congreso de los Diputados solo
deben estar los partidos que representan a todos los españoles?
¿Cómo se nota que un político carece de ideas? Cuando solo dice lo
que tiene que decir para sostenerse en la poltrona. Otro indicio
podría ser la falta de reacción ante las estupideces de los
compañeros de partido. El peligro para un político está precisamente
en destacar en ideas propias. Más raro es todavía que se le ocurra
apoyar las buenas ideas de los políticos de otros partidos.
No, no solo es Mas: ¡son los nacionalistas!
Roberto L. Blanco Valdés La Voz 6 Enero 2016
Artur Mas: se le señala, con razón, como el gran culpable de la
bufonada en que se ha convertido la política catalana de los cinco
últimos años. Quería pasar a la historia como héroe? y lo va a hacer
como villano. Ha destrozado su partido y la gobernabilidad de
Cataluña; elevado a grave discordia civil la brecha entre catalanes
nacionalistas y no nacionalistas; y arruinado, quizá por muchos
años, el buen nombre de un territorio que pasaba por ser la cabeza
de la modernidad de España entera.
Es difícil encontrar en nuestra política de las cuatro últimas
décadas un personaje tan irresponsable, funesto, vanidoso y, a la
postre, vacío y majadero. Pero, ¡dejémonos de historias!, nadie
podría haber hecho, él solito, tanto daño, de no haber contado con
muchos partidarios en la política y mucho apoyo en la sociedad. Y es
que, por más intranquilizador que nos resulte, el problema no es
solo Mas: es el nacionalismo catalán. Para ser más exactos: son los
nacionalismos interiores, hoy el principal factor de distorsión de
la vida política española
Ernest Gellner abre su libro clave Naciones y nacionalismo con una
frase que permite entender nuestro presente: «Para los nacionalistas
constituye un desafuero político completamente inadmisible que los
dirigentes de la unidad política pertenezcan a una nación diferente
de la de la mayoría de los gobernados». Dicho en otros términos: la
aspiración natural de los nacionalistas es convertir su territorio
en un Estado.
Por eso los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos han utilizado
siempre la autonomía, cada uno en la medida de sus fuerzas, para
impulsar procesos de construcción nacional (y de paralela
desnacionalización respecto a España) que, con un lugar privilegiado
en la esfera de la lengua, han tenido como objetivo convencer a los
habitantes de sus respectivos territorios no solo de que los
nacionalistas eran sus partidos genuinos (propios, frente a las
fuerzas españolas-extranjeras), sino de que ser nacionalista era la
única forma de ser buen vasco, buen catalán o buen gallego.
Ese proceso iba a fracasar en Galicia de un modo estrepitoso; tuvo
en el País Vasco un éxito parcial, como lo probó el final fiasco del
plan Ibarretxe; y consiguió triunfar en Cataluña, gracias en gran
medida a la profunda deslealtad de Maragall y del PSC, sin la que no
es posible entender la delirante deriva de la sociedad catalana
hacia el separatismo. Mas ha sido, a fin de cuentas, la punta del
iceberg de ese impulso hacia la llamada construcción nacional en
Cataluña (el cínico fer país); un iluminado que creyó, gracias al
cerrado apoyo de muchos catalanes, que había llegado la hora de
convertir a Cataluña en un Estado. La responsabilidad de tal delirio
está, por esa razón, muy repartida, aunque ahora sea Mas -un tonto
útil- el que se lleva todas las bofetadas de la guerra política, tan
sucia como empecinada, que el nacionalismo lleva librando treinta
años.
¿En qué te has convertido?
Fernando Zurita gaceta.es 6 Enero 2016
La examino con descaro. Con indignación. Y me sale del alma:
-España, ¿en qué te has convertido?.
El inminente encuentro me generaba dudas. Muchas. No en vano las
últimas referencias que tenía de ella no dejaban lugar al optimismo
acerca de su estado. Las fuentes de las cuales recibía noticias con
periodicidad coincidían en sus apreciaciones negativas, y todo ese
bombardeo me generaba una profunda ansiedad. Habían pasado más de
dos décadas desde nuestro último encuentro y mi imaginación fluía de
forma irregular. Si bien es cierto que no había dispuesto de
imágenes recientes que me permitieran generar su aspecto a raíz de
unos datos objetivos, algo me hacía presagiar que no me esperaba
nada bueno.
Pude identificarla desde cierta distancia. Si bien se confirmaban
mis sospechas respecto de su cambiada fisonomía, sus rasgos más
característicos y determinados ademanes me permitieron no albergar
dudas sobre su identidad. No hice aspavientos desde lejos,
intentando aprovechar la distancia que nos separaba para ordenar
imágenes y, sobre todo, las emociones que estaba sintiendo, mientras
intentaba alargar hasta el infinito el trecho que nos separaba.
Reconozco que me costó sobreponerme y mi organismo generó un
improvisado nudo en el estómago al establecer el primer contacto
visual. Frisaría los 40 años, pero su apariencia manifestaba el
deterioro producido por el sufrimiento y la angustia de la
infidelidad reiterada. Me constaba que siempre se rodeó de lo mejor
a nivel material, pero su incapacidad para elegir el componente
humano siempre fue manifiesta. Las malas compañías habían marcado el
ritmo de su vida. Esas mismas que se hicieron millonarias a su costa
y que la abandonaron cuando entendieron que no podrían obtener
ningún otro beneficio. Su carácter magnánimo sólo le sirvió para
obtener de vuelta traiciones y deslealtades, siendo aquel el campo
de cultivo óptimo para todo tipo de conjuras que, a la postre, acabó
envolviéndola en una profunda depresión.
A sabiendas de que su progenitor nunca fue visto con buenos ojos,
quiso demostrar a cualquiera que se tomara la molestia de conocerla
que su gran potencial y el carácter dialogante serían su carta de
presentación. Ella, más que nadie, deseaba con pasión sentar las
bases de una nueva andadura, haciendo olvidar todo aquello que en
modo alguno se le podía imputar, pero que al mantenerse en la
memoria colectiva generaba en ella cierto sentimiento de
culpabilidad. Quizá ese exceso de confianza en aquellos que no
demostraron más que ser unos interesados, originó indeseables
capaces de calcular los tiempos para llevarla al momento actual. Ese
que tatúa en el cerebro el llamado síndrome de Estocolmo. ¿Realmente
no habría hecho ella nada para recibir tanto mal a cambio?.
Mis pasos se ralentizaban a medida que se iba acercando el momento
ineludible de saludarla. Quise volver sobre mis propios pasos un
número indefinido de veces para no tener que quedarme con la imagen
que estaba a punto de protagonizar. Yo la dejé, hace ya más de
veinte años, en un estado envidiable: era muy joven, inteligente,
con aptitudes que le hubieran permitido ser la envidia de las de su
entorno y sin embargo mucho me temo que ahora se trataba de una de
las del montón. Casi percibía su aliento y podía notarla tímida,
retraída, si me apuran hasta acomplejada. Sin la lozanía ni la
frescura materializados en deseos de comerse el mundo. Concedió
permiso a todo y a todos, sin reparar en que lo que realmente hacía
era abdicar de todo lo bueno de que estaba creada. Nunca supo decir
“no” y ahora pagaba las consecuencias de haber desintegrado su
integridad.
En diez pasos estaré delante de ella. La examino furtivamente. Con
descaro. Con indignación. Y me sale del alma: -España, ¿en qué te
has convertido?.
Renaud Camus: “Europa es objeto de una
verdadera colonización”
SANTIAGO FONTENLA lagaceta.eu 6 Enero 2016
Renaud Camus es un escritor y poeta francés. Autor prolífico y de
gran cultura, fue una de las voces más escuchadas de la comunidad
homexual en los años 80/90. Políticamente situado en las cercanías
del Frente Nacional, lleva desde años una lucha contra viento y
marea contra la inmigración masiva, fenómeno calificado por él de
invasión y colonización. Es el autor de la expresión ya consagrada
de “la Gran Sustitución (“Le Grand Remplacement”, título de una de
sus obras) para designar el proceso de sustitución del pueblo
francés (y del conjunto de la población europea) por pueblos
extranjeros y el cambio de civilización que se derivará de ello. Ha
sido llevado en varias ocasiones antes los tribunales acusado de
“incitación al odio racial” y a la “discriminación” contra distintos
colectivos étnicos y raciales.
Renaud Camus sigue no obstante alertando a sus compatriotas sobre la
continua inmigración masiva y los peligros que esta situación
conlleva. El 11 de septiembre de 2013 lanzó un llamamiento con el
nombre de “No al Cambio de Pueblo y de Civilización” (NCPC ),
definido como un frente de rechazo, el movimiento de todos los que
dicen NO a la “Gran Sustitución”. Esa “Gran Sustitución” es
presentada como “la más grave crisis de nuestra historia y el
problema más severo que debemos enfrentar hoy”.
Pregunta: ¿Qué le motiva a dedicar tiempo y esfuerzo a la tarea que
lleva a cabo?
Renaud Camus: Nos desespera constatar que el fenómeno que de lejos
nos parece el más importante de nuestra época, el que perdurará en
la Historia como el más decisivo, el cambio de pueblo y
necesariamente de civilización, la transformación radical del
paisaje demográfico, cultural, y físco de nuestro país y de todo el
continente europeo, se lleva a cabo en el más completo silencio
político sin que los pueblos autóctonos hayan sido nunca
consultados, y sin que esta cuestión mayor, capital, al lado de la
cual las demás, aun las más graves y más dolorosas, son secundarias,
haya sido nunca planteada.
P: ¿Puede explicar a nuestros lectores qué es lo que usted llama la
“Gran Sustitución”
R. C: Es muy sencillo. Había un país, había un pueblo, y en el
espacio de una generación, en este mismo territorio ya había otros
pueblos, con sus propias culturas, sus propias civilizacione, sus
propias religiones, sus propios idiomas y sus propios conceptos
acerca del trabajo, la vida cívica, las leyes, la vida pública, la
vida privada, las relaciones de vecindad, el territorio… Es un
concepto muy bajo y muy humillante de lo que es el hombre, de lo que
son los pueblos, el pensar que con otros hombres, con otras
mujeres,con otros pueblos,con otras religiones, con otras culturas,
se puede seguir teniendo la misma historia, la misma nación, la
misma Europa. Luchamos contra ese concepto del “hombre
intercambiable, el “hombre reemplazable”, atontado por la enseñanaza
del olvido y por la cretinización masiva, que se puede mover de un
sitio a otro como un mueble, que promueven los intereses de la
finanza interncional y las exigencias del poblado universal
P: ¿ Cómo llevar a cabo una “reemigración” (inversión de los flujos
migratorios) de manera humana?
R. C: Sin duda no imitando la brutalidad de Argelia cuando estimó (y
el mundo entero no se opuso a ello) que con un 10% de población
extranjera a sus tradiciones (los llamados Pieds-Noirs, los
franceses de Argelia) no sería verdaderamente independiente. Y esas
minorías europeas, francesas o españolas, cristianas o judías, las
echó al mar, con la violencia que sabemos: “la maleta o el ataúd”
(fórmula con que los independentistas argelinos aterrorizaban a los
europeos). Y no hablemos de los harkis masacrados (los musulmanes
que habían elegido el campo francés). No nada de eso, bien al
contrario. Pero tenemos la intención de tomarle la palabra a los que
reniegan continuamente de su nacionalidad francesa, proclamando bien
alto que no significa nada para ellos, y que desfilan a la menor
ocasión bajo las banderas argelinas o marroquíes, rompiendo todo a
su paso, y devolverlos a su verdadera patria. También hay que
proceder a la expulsión de todos los que cometan delitos en nuestro
país. Por otra parte las incitaciones financieras al retorno hacia
los países de origen son prefectamente concebibles: costarán siempre
menos que la propia inmigración.
P: ¿En qué difiere su discurso del que tiene el Frente Nacional?
R. C: Europa se enfrenta a una verdadera conquista, una colonización
que no quiere confesar su nombre. Europa no es nuestro adversario.
Debemos defender una unión con los demás pueblos europeos que deben
despertar de su letargo, debemos volver a la historia, a una idea de
Europa como actor de su historia, basada en una de las más altas
civilizaciones que la tierra ha conocido. Personalmente me siento
tan europeo como francés.
El Frente Nacional está obligado a tomar acta del cambio de pueblo y
resistir la tentación de considerar la Gran Sustitución como un
hecho cerrado, irreversible. El tema de la invasión y colonización
de Francia debe constituir el núcleo de su pograma político.
Mientras así sea, apoyaré al Frente Nacional en su lucha para el
renacer de Francia.
'Flat
tax': por una fiscalidad moderna
La 'necesidad' de cada vez mayores y más recurrentes
ingresos llevó a los gobiernos a generalizar el uso
de este instrumento que ha devenido en tan habitual
que parece que no pueda existir vida sin él
Juan Manuel López-Zafra El Confidencial
6 Enero 2016
"En este mundo solo hay
dos cosas seguras: la muerte y pagar impuestos".
Benjamin Franklin
Fue la guerra con Francia la que llevó a Pitt a crear
el primer impuesto general sobre la renta de los
británicos en 1798. Desde entonces, los estados han ido
acaparando más y más parcelas privativas de los
ciudadanos siempre alegando razones de interés
general y justicia social. La ‘necesidad’ de
cada vez mayores y más recurrentes ingresos llevó a los
gobiernos a generalizar el uso de este instrumento, que
ha devenido en tan habitual que parece que no pueda
existir vida (en el sentido social del término) sin él.
"Doté a Francia de una fiscalidad moderna", declaraba
Joseph Caillaux, padre del IRPF
progresivo en Francia; lo hacía en el tomo III de sus
memorias, pomposamente titulado 'Clarividencia y fuerza
de ánimo en la presión'. Corría el año 1914, y fue
nuevamente la guerra la que provocó su definitiva
ejecución, tras estar bloqueado por el Senado desde su
primera aprobación por la Asamblea Nacional en 1909. El
tipo máximo se estableció inicialmente en el 2% de la
base imposible, y no afectó a más del 20% de la
población hasta los años cincuenta del siglo pasado.
Seamos conscientes. Lo moderno tiene ya más de 100 años,
y ahí seguimos.
Seguía Caillaux la senda marcada por Suiza (1840),
Australia (1844), Alemania (1850) e Italia (1864).
España lo instauró en 1900 y EEUU en 1913,
tras una primera intentona en 1894 declarada
inconstitucional un año después, y que obligó a
introducir la 16ª enmienda en la Constitución. “El
Congreso tendrá facultades para establecer y recaudar
impuestos sobre los ingresos, de cualquier fuente que
provengan, sin diferenciación entre los diferentes
estados y sin atender a ningún censo o enumeración,”
señala. No es casualidad, como recordará el lector
avezado, que ese mismo año se crease la
Reserva Federal, de forma que las dos armas de la
planificación central permitían a los dirigentes
norteamericanos pervertir el sentido original que los
padres fundadores idearon para su país.
Así pues, tras varias generaciones y múltiples
reformas, siempre en pro de la igualdad y del interés
general, parece que hemos finalmente asimilado la cita
de Benjamin Franklin que encabeza esta
columna para abandonar nuestra condición de ciudadanos
por la más moderna de contribuyentes.
De los que tenían
opción de gobernar, ninguno ha presentado propuesta
fiscal alguna que suponga una modernización real de la
Hacienda Pública
Y sin embargo, no tiene por qué ser así. Solo dos
partidos políticos españoles, el P-LIB y VOX, lo
llevaban en sus programas electorales. De los que tenían
opción de gobernar, ninguno ha presentado propuesta
fiscal alguna que suponga una modernización real de la
Hacienda Pública. Quien más cerca estuvo alguna vez,
Ciudadanos, acabó sucumbiendo a la canibalización de los
inspectores de Hacienda que pueblan sus filas y
cuadros y que impidieron algún atisbo de reforma
sugerido en algún momento en los textos de su economista
de cabecera, el profesor Garicano.
Nada. Escondida detrás de aparentes bajadas de
impuestos, aparecía siempre más presión fiscal.
En su 'Return to Prosperity: How America Can Regain
Its Economic Status' de 2010, Laffer y Moore señalan las
cinco claves para devolver la prosperidad a los
EEUU, cinco claves sencillas que pueden y deben
ser aplicadas por cualquier país preocupado por el
crecimiento, el empleo, la prosperidad, el mérito y la
igualdad de oportunidades, a saber: acompañado de la
contención del gasto, del dinero real y no 'fiat', el
libre comercio y la reducción regulatoria aparece, en
primer lugar, el tipo impositivo único.
Pero ¿qué es 'flat tax'? ¿En qué
consiste esa tarifa plana fiscal? Es un sistema que
aplica el mismo tipo impositivo a todos los
ciudadanos independientemente de su nivel de renta, sin
deducciones ni exenciones. Por supuesto, cumple
con los principios del sistema tributario español, a
saber, el de igualdad y generalidad (todos los españoles
son iguales a la hora de pagar impuestos), el de
capacidad económica (el tipo se aplica por igual, de
forma que detraerá más renta siempre a quien más
ingrese), el de legalidad (que se centra en el art. 133
de la Constitución para declarar que solo el Estado, en
sus distintos niveles, central, autonómico y municipal,
tiene capacidad para establecer tributos) y el de no
confiscatoriedad (algo que el Sr. Echenique, de Podemos,
físico para más señas, olvida cuando exige un tramo del
95% para “los muy ricos”, que obviamente serían
determinados por él y su grupo).
En cuanto al principio de progresividad
(“Cuanta más capacidad económica tenga una persona, más
tributos pagará de forma progresiva”), bastaría con
incorporarlo al de capacidad económica, pues es evidente
que quien ingrese 60.000 euros pagaría una cantidad de
impuestos cinco veces mayor que quien ingresase solo
12.000.
La facilidad en la tramitación del impuesto
(curiosamente, una de las mayores trabas reales que los
inspectores y asesores fiscales le ponen, al vaciar de
contenido una gran parte de su trabajo actual) así como
su mayor justicia (al tratar a todos los ciudadanos por
igual, sin penalizar a quienes más valor añadido crean)
provocan que los países que lo han adoptado hayan tenido
crecimientos económicos muy importantes. Del caso de los
países bálticos y Estonia en particular ya hablamos
aquí hace mucho tiempo; por supuesto, no es
únicamente el 'flat tax' el impulsor de crecimiento de
estos países (que DNB fija en una media de más del 2,5%
anual en cada uno de ellos para 2015, 2016 y 2017),
también lo son una ejemplar disciplina fiscal y una
deuda pública muy contenida. Tras una brutal recesión
entre 2007 y 2009 (con caídas del PIB de alrededor de 20
puntos), los tres países bálticos lideran el incremento
del PIB de la UE28 desde entonces, con crecimientos
acumulados en 2014 superiores al 16% desde 2010.
Rusia rompió con el sistema
progresivo en 2001 fijando un tipo plano del 13% en el
IRPF; los ingresos crecieron un 25% el año siguiente, un
24% el siguiente y un 15% el tercero, siempre sobre el
valor incrementado del año anterior, al tiempo que la
economía (que abandonaba de forma progresiva la
planificación que ahora algunos nos quieren imponer,
aludiendo a fallos de mercado y sin recordar el hambre y
la miseria que sus correligionarios han provocado
siempre allí donde han tenido ocasión de organizar la
sociedad) lo hacía a ritmos acumulativos del 5% anual.
Véase en ese sentido 'The Russian Flat Tax Reform', de
Ivanova, Keen y Klemm (2005) o
este 'paper' de Martínez-Vázquez de 2007.
Bulgaria, economía en transición desde la
planificación centralizada hacia el libre mercado, es
solo otro país que adoptó el sistema de 'flat tax' para
mejorar la recaudación gracias a la simplificación de la
misma y el desincentivo a la evasión que suponen tipos
bajos; algo, esto último, que entiende todo el mundo
salvo mis colegas defensores de los estímulos y el gasto
público.
Los defensores a ultranza del paradigma fiscal
señalan que son economías pequeñas (cuando les citas
Rusia, dicen entonces que es demasiado grande y
compleja, claro), no comparables con un sistema como el
nuestro. Y entonces resulta que al menos tres candidatos
a la Presidencia de los EEUU por el partido republicano,
como son Ted Cruz, Rand Paul y Rick Santorum, llevan en
sus programas electorales el 'flat tax' como medida
estelar. También el gobernador de California Jerry Brown
lo llevaba en el suyo para la presidencia de 1992… por
el partido demócrata.
La tarifa plana fiscal es la verdadera
revolución. Devuelve libertad al ciudadano, que
puede por fin decidir qué hacer con el dinero que gana;
reduce el fraude fiscal sin necesidad de acudir a
instrumentos coercitivos ni escarnios públicos mediante
listas de morosos, y obliga a los gobiernos a
racionalizarse y a explicar qué puede hacerse con los
dineros y por qué. Fue la elección entre recursos
escasos lo que hizo a la economía ciencia, y lo que los
políticos socialdemócratas manipularon y siguen, hoy,
manipulando. Sean valientes, señores dirigentes,
reduzcan sus privilegios y su poder sobre el pueblo y
apuesten por el 'flat tax'.
******************* Sección "bilingüe"
***********************
Una cuestión de representación
Alejo Vidal-Quadras vozpopuli.com 6 Enero 2016
La tragicomedia de la investidura de Artur Mas como Presidente de la
Generalitat, salvo un improbable giro de ultimísima hora, parece
haber llegado a su fin. La pregunta relevante en estos momentos de
frustración para el movimiento independentista, de desconcierto en
la sociedad catalana y de esperanza para todos los que, dentro y
fuera de Cataluña, desean que España no descarrile, es por qué la
CUP ha decidido, si bien por una estrecha mayoría, negarle su apoyo
al candidato convergente.
La respuesta la ha dado, sin ser consciente de ello, el portavoz de
Convergencia cuando ha dicho “no se trata de la persona, es lo que
representa”. Efectivamente, los revolucionarios de extrema izquierda
que están evitando que Mas repita en la poltrona presidencial han
tomado esta drástica opción precisamente por lo que encarna y
simboliza este personaje tan mediocre como aferrado desesperadamente
al poder.
Artur Mas fue durante muchos años el lugarteniente y heredero de
Jordi Pujol, el gobernante más corrupto que ha conocido nuestro país
en los últimos treinta y cinco años
Artur Mas fue durante muchos años el lugarteniente y heredero de
Jordi Pujol, el gobernante más corrupto que ha conocido nuestro país
en los últimos treinta y cinco años y seguramente en el último
siglo. La historia de los latrocinios del clan que ha saqueado
sistemáticamente Cataluña a lo largo de las dos décadas de la era
pujolista es tan asombrosa por el volumen de lo robado y por la
desfachatez con la que la dinastía del padrino nacionalista
perpetraba sus fechorías que sin duda marcará un hito en la dilatada
galería de desaprensivos que jalona la política española desde la
Transición.
La figura de Mas y de su agonizante partido es hoy el reflejo
genuino de una época oscura trufada de cohechos, prevaricaciones,
tráficos de influencias, evasiones fiscales y blanqueos de capitales
sin parangón. Por consiguiente, cualquier analista medianamente
lúcido podía advertir que la CUP, una formación que, aunque
ideológicamente disparatada, hace de la pureza ética de los
representantes públicos una de sus principales banderas, jamás
allanaría el camino hacia su tercer mandato presidencial de un
arquetipo tan destacado de la cleptocracia.
Dos generaciones de mangantes
Hay que reconocerles a los dirigentes de esta fuerza antisistema
nacida, como Podemos, al calor de la crisis económica y de la
indignación ciudadana ante la corrupción generalizada de nuestras
instituciones, que nunca han engañado sobre sus intenciones. Desde
el minuto uno tras las elecciones autonómicas del pasado 27 de
septiembre declararon que nunca apoyarían a Mas como Presidente y lo
han reiterado sin interrupción desde entonces. Sin embargo, sus
interlocutores de Junts pel sí y, en particular, el ínclito
presidenciable, acostumbrados a la politiquilla carente de
convicciones en la que los principios se cambian al viento de la
conveniencia, creyeron que al final la CUP cedería mordiendo el
anzuelo cebado con algunas concesiones programáticas y la llamada a
la gloriosa aventura secesionista. No entendieron en ningún momento
que los descamisados de estética punkie y las némesis de desafiante
flequillo que tenían delante funcionan con otros parámetros morales
en los que la coherencia es un valor de referencia.
De ahí el fracaso del "proceso" en una fase clave de su desarrollo.
Convergencia, como en su día Unió Mallorquina en Baleares, está
condenada a la desaparición sepultada por su venalidad sin freno. La
circunstancia de que sus verdugos hayan sido no los igualmente
contaminados PP y PSOE, sino una minoría radical, independentista y
descorbatada, deseosa de implantar el colectivismo expropiatorio, da
la medida de la miseria en la que se ha hundido la otrora prepotente
casa común del catalanismo. Cuando ya no se representa la épica de
la creación de una nueva nación, sino la podredumbre de unas elites
depredadoras de manos tan largas como corta su decencia, no hay
discurso heroico que valga. La CUP ha sentenciado a la muerte
política a dos generaciones de mangantes y, dicho sea desde sus
antípodas ideológicas, ha actuado correctamente y ha hecho justicia.
Los cuatro errores garrafales de Artur Mas
EDITORIAL El Mundo 6 Enero 2016
Los catalanes serán llamados a votar de nuevo el próximo 6 de marzo
de no producirse un milagro antes de la medianoche del domingo, hora
en la que expira el plazo para investir a un candidato. Así lo dejó
claro ayer Artur Mas en una comparencia ante los medios, en la que
anunció que habrá nuevas elecciones si la CUP no rectifica y decide
apoyarle como presidente de la Generalitat. Mas insistió en que él
ya no va a negociar nada con la formación anticapitalista, a la que
acusó de haber antepuesto su ideología radical a los intereses de
Cataluña.
La intervención del líder de CDC se produjo horas después de que
Oriol Junqueras, presidente de ERC, hiciera un llamamiento casi
dramático para volver a la negociación con la CUP y evitar unos
nuevos comicios. Mas se mostró tajante: no va a hacer ninguna oferta
ni va a mover un solo dedo para que la CUP cambie de posición. Ello
muestra la fractura con sus socios en Junts pel Sí, que se ha ido
agrandando en las últimas semanas.
Su estrategia no sólo aboca a la convocatoria de elecciones, como él
mismo reconoció, sino que además intenta culpabilizar a la CUP, a la
que reprochó ser una pequeña minoría "revolucionaria" que quiere
imponer su voluntad a la sociedad catalana.
Mas subrayó que a la CUP le ha importado "el quién", que, según él,
era lo de menos, y ha despreciado "el por qué, el cómo y el cuándo",
achacando su falta de apoyo a su carencia de compromiso con Cataluña
y su sectarismo político.
El análisis del presidente en funciones de la Generalitat es
totalmente sesgado y falaz, porque él es el único responsable de la
situación. Fue Mas quien tomó la decisión de convocar unas
elecciones plebiscitarias, en las que pidió a los ciudadanos una
amplia mayoría para poder seguir la hoja de ruta que llevaba a la
independencia. Los resultados fueron mucho peores de lo que esperaba
y los votos de los partidos independentistas quedaron por debajo de
los que no lo eran.
De aquí viene el primer error de los cuatro garrafales que ha
cometido desde el pasado 27 de septiembre y que explican por qué
Cataluña ha llegado a una situación de ingobernabilidad. Esa
equivocación es la mala lectura de los resultados, que Mas presentó
como un gran triunfo. El líder del CDC aseguró que contaba con la
mayoría suficiente para desconectar con España, creando unas
expectativas que no podía cumplir porque necesitaba los 10 escaños
de la CUP. Resulta imposible emprender un proceso de ese calado con
tan exigua mayoría y con tanta falta de sustento social.
El segundo error fue la propia negociación con la CUP, a la que se
le hicieron concesiones desmesuradas para conseguir su respaldo. El
propio Mas las enumeró ayer: declaración independentista del 9 de
noviembre, una nueva estructura de Gobierno, plan de choque social,
cuestión de confianza a los 10 meses e inicio de un proceso
constituyente inmediato.
La CUP se siguió manteniendo en el veto a Mas, que ayer afirmó
literalmente que la presidencia de la Generalitat "no es un subasta
de pescado". Eso es lo que él ha hecho en estos tres meses: pujar
para mantenerse en el poder.
Éste ha sido su tercer error porque ha demostrado -contra lo que
proclama- que lo único importante para él es seguir en su cargo.
Junqueras le pidió sin mencionarle un gesto de generosidad para
evitar las elecciones. Mas dejó claro que eso no se le pasa por la
cabeza. Él va a optar a revalidar su mandato como cabeza de lista de
CDC, de Junts pel Sí o de alguna nueva marca que ya estará fraguando
en su cabeza. Prefiere que la causa que defiende se hunda antes que
renunciar voluntariamente a su poder.
Y el cuarto error, el más grave, fue la declaración independentista
aprobada por el Parlament, que suponía un abierto desafío al Estado
y una incitación a desobedecer las leyes, algo que mostró a Europa y
a la comunidad internacional la verdadera naturaleza de su proyecto.
Ningún gobernante democrático hubiera incurrido en una conducta como
ésta, que le descalifica incluso entre sus seguidores menos
sectarios.
Todo esto es ya agua pasada, pero debe quedar constancia de que han
sido sus graves errores los que han llevado a Cataluña a esta
situación de fractura social y de ingobernabilidad. Sólo cabe desear
que las urnas le hagan justicia.
Pueblos, razas, lenguas, religiones
Jesús Royo Arpón lavozlibre.es 6 Enero 2016
Lingüista
Una de las preces de los fieles, esta Navidad en una iglesia de
Barcelona: “Vós, Senyor, alliberàreu el vostre poble de l’esclavitud
d’Egipte: allibereu els pobles, races i llengües que encara viuen
sota l’esclavatge d’altres pobles, races i llengües. Aquests que són
dominadors, il.lumineu-los perquè reconeguin la seva injustícia.
Veniu, Senyor Jesús” . O sea, “Señor, que liberaste a tu pueblo de
la esclavitud de Egipto: libera a los pueblos, razas y lenguas que
todavía viven bajo la esclavitud de otros pueblos, razas y lenguas.
Y a los que son dominadores, ilumínalos para que reconozcan su
injusticia. Ven, Señor Jesús”
Se le entiende todo: lo maravilloso es esa apariencia de
plausibilidad y beatitud de la plegaria. Pero, si descarnamos un
poco, podemos ver su esencial toxicidad. Hablar de razas, pueblos y
lenguas como verdugos y víctimas es la mejor manera de equivocarse.
Porque esas entidades son abstractas, no cometen delitos. La “raza
alemana” no es culpable de los crímenes de los nazis. Ni la lengua
alemana, aunque a menudo se la utilice para representar a “los
malos” de los dibujos manga. Los culpables son las personas, los
ciudadanos.
Los yijadistas se cubren con la religión islámica: que dejen en paz
a la religión, que el asesino es lo mismo si lo hace por Dios o por
la Patria o por robar a su víctima. Los derechos y los deberes son
de las personas individuales: no hay religiones asesinas, razas
asesinas, naciones ni lenguas asesinas. A la Iglesia en especial le
está costando adaptarse al “paradigma republicano”, al laicismo
sustancial del poder público, en el que el ciudadano es el principio
y el fin de la soberanía, de los derechos y de la responsabilidad.
Las lenguas, las religiones y los “pueblos” no definen comuninades
políticas, o sea Estados. Los sentimientos religiosos o nacionales
son eso, sentimientos personales, y no pueden producir ninguna
ventaja social: dentro del Estado, ser de una u otra religión debe
ser absolutamente igual, como hablar una u otra lengua, o “sentirse”
de una u otra nacionalidad.
Pero la plegaria aparentemente cristiana tiene su trasfondo en el
pleito actual independentista catalán. Cuando se habla de “lengua
dominadora” todos sabemos de qué está hablando, del castellano,
lengua mala donde las haya. No se habla de la inmersión lingüística
obligatoria en las escuelas, que es buena por naturaleza, ya que
protege la necesaria prioridad de la “lengua nacional”. Cuando se
habla de los “pueblos que todavía (¡!) viven bajo la esclavitud de
otros pueblos” se nos está colando el tema de la “emancipación
nacional”. Y cuando se dirige al Señor como “el que liberó a su
pueblo de la esclavitud” se está sumando a Dios mismo a la causa
independentista, porque liberarse de la esclavitud es bueno, es un
deber patriótico. O incluso religioso. Como ven, un ejercicio de
hipocresía meliflua y absolutamente podrida.
Por descontado, esta tesis no es inherente a la fe cristiana. Su
fundador empleó su munición más terrible contra los fariseos,
“sepulcros blanqueados”. Y si acabó ejecutado en la cruz en parte
fue por “antinacional”. Más bien tiene que ver con la más que
discutible alineación de la Iglesia con la reacción, el antiguo
régimen (feudal) y la sociedad estamental. Cosas que tienen muy poco
que ver con el cristianismo. Aunque sí, y mucho, con los curas.
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