Al rescate de la casta
F. JIMÉNEZ LOSANTOS El Mundo 12 Octubre 2016
Si el PP no hubiera claudicado bajo el rajoyismo de cualquier idea,
principio o valor identificables con el liberalismo, el
conservadurismo o simplemente el Estado de Derecho (con su
separación de poderes y todos los perejiles) y si el PSOE no
estuviera escondido en la habitación del telepánico, hipnotizado por
Revilla, Wyoming, Ferreras y demásfamiglia, habrían comenzado hace
dos días la campaña de demolición de Podemos, que, según el PP, es
el mayor peligro para España y, según Fernández, es el mayor peligro
para el PSOE. Lo es, pero prefieren temerlo a combatirlo.
Hace dos días, Iglesias hizo público su apoyo no sólo a Puigdemont
-último gestor de la banda de los Pujol (CiU, Convergència,
Tresvergencia, El Prusés S.A. o El Colp S.L.)- sino a los aforados
como Homs cuyo suplicatorio pida el Supremo. O sea, que los que iban
a acabar con los privilegios de la casta política defienden el
aforamiento, búnquer de la corrupción partidista; y los que iban a
defender al pueblo se unen a los que quieren liquidar la soberanía
del Pueblo Español, con un plebiscito en el que el pueblo español no
puede participar.
Nada nuevo. Como Lenin y Stalin, Podemos hace suyo un proyecto
separatista para debilitar a un Estado del que se piensa apoderar,
pensando que la futura dictadura comunista recuperará los
territorios entregados a su aliado actual. En tanto, pacto
Molotov-Ribentropp o Hitler-Stalin, que el comunista L'Humanité
presentó como el de los trabajadores europeos contra la burguesía
franco-inglesa y el capitalismo sin patria ni fronteras.
Pero aquí no ha caído aún el Palacio de Invierno. Ni siquiera el de
Oriente. Aunque Zapasánchez y Rajoy sean biznietos de Kerenski, los
partidos mayoritarios, aquí PP y PSOE, entonces Zentrum y
socialdemócratas alemanes o liberales, eseristas y mencheviques
rusos, tendrían a su lado a toda la opinión pública si se decidieran
a atacar juntos y para asear de paso sus vergüenzas el pacto
Pablenin-Cocomochov cuyo doble fin es imponer el apartheid en
Cataluña y destruir las libertades en España. Que están fundadas,
repitámoslo, en la soberanía nacional, base de la Constitución de
1978 refrendada por abrumadora mayoría ciudadana.
¿O es peor abstenerse hoy ante un Gobierno de Rajoy que apoyar ayer
el GAL y mañana y siempre el egoísmo rastrero del separatismo
catalán?
Las reglas no escritas de la política
El Consejo de Europa a través del GRECO acaba de dar un serio toque
de atención a España sobre la falta de independencia judicial en
nuestro país.
Aleix Vidal-Quadras gaceta.es 12 Octubre 2016
El Consejo de Europa a través del GRECO -Grupo de Estados contra la
Corrupción- acaba de dar un serio toque de atención a España sobre
la falta de independencia judicial en nuestro país. De hecho,
ocupamos a este respecto un vergonzoso lugar 73 entre 148 naciones
clasificadas por el Foro Económico Mundial, a nivel similar a Irán e
Indonesia, lo que sería para sacar los colores a cualquiera que no
tuviera la piel de saurio de nuestra clase dirigente. Y en la Unión
Europea ocupamos un oprobioso puesto 23 de los 28 Estados-Miembro.
Esta es una característica de nuestra estructura institucional
sumamente preocupante porque una justicia fiable e imparcial es uno
de los elementos clave de las democracias constitucionales bien
asentadas y su ausencia tiene consecuencias gravemente perniciosas
sobre la economía, la seguridad física y jurídica y el conjunto del
orden social.
Semejante fallo nació de la decisión del entonces Gobierno
socialista encabezado por Felipe González apoyado por una mayoría
absoluta en el Congreso y en el Senado en 1985 de suprimir la
elección de la mayoría de los vocales del Consejo General del Poder
Judicial por los propios jueces para reemplazarla por un método de
cuotas partidistas a pastelear en el Parlamento. Se pronunció en
aquellos días la famosa frase de que Montesquieu había muerto y bien
cierto es que el insigne pensador y padre de la separación de
poderes quedó profundamente enterrado para desgracia de los
españoles. De todos los ejemplos de la invasión de los órganos
constitucionales y reguladores por los partidos, probablemente este
sea el más escandaloso, evidente y dañino.
Pero lo peor de esta triste historia que dura ya treinta años es que
al llegar al Gobierno el Partido Popular en 1996 mantuvo esta tara
de nuestro sistema político hasta 2004 en que los socialistas
volvieron a La Moncloa. En las nefastas dos legislaturas de Zapatero
el escarnio llegó al punto de aparecer en los medios una bonachona
admonición del Presidente de la ceja al líder de la oposición
comentando jocosamente que aquél no se podía quejar porque se había
nombrado para ocupar la Presidencia del Tribunal Supremo y del
Consejo General del Poder Judicial a “uno de los suyos”, ilustre
magistrado, por cierto, que se vio obligado a dimitir por sus
frecuentes visitas a hoteles de lujo cerca del mar debidamente
acompañado sufragadas a cargo del erario. Todo muy edificante. No
acaba aquí este bochornoso relato. Cuando en 2011 tuvo lugar de
nuevo la alternancia y Mariano Rajoy fue aupado a la jefatura del
Gobierno por una abrumadora mayoría absoluta después de haber
incluido en su programa electoral como compromiso estrella la
rectificación de la sucia maniobra de 1985 y la resurrección del
Señor de La Brède, no sólo no lo cumplió, sino que hizo aprobar una
reforma en sentido contrario. No querías caldo, pues dos tazas.
A la vez que España recibía este tirón de orejas procedente de
Estrasburgo, la ciudanía conocía consternada otro episodio más, y
son ya innumerables, de ese paraíso del saqueo del presupuesto en el
que hemos vivido prácticamente desde la Transición. Nada menos que
un plan de formación vía reuniones con alcaldes y mediante power
point organizado por el PP para instruir a sus ediles sobre los
trucos a aplicar a la hora de engañar al Tribunal de Cuentas y poder
así burlar las leyes de financiación de partidos. Aunque se supone
que la desfachatez ha de tener forzosamente límites, hay que
reconocer que en la planta séptima de Génova 13 han batido récords
insospechados.
Me refiero a estos dos casos para ilustrar una realidad que nos debe
conducir si queremos sobrevivir como democracia presentable a la
reflexión siguiente: Si bien un correcto diseño institucional pone a
las sociedades humanas a salvo de la corrupción, la pobreza, el
crimen, los abusos y el caos, tal como la Historia ha probado
ampliamente, existe una condición previa para que precisamente esta
deseable construcción normativa se produzca y nuestro devenir
colectivo desde 1978 lo demuestra de manera palpable. Me refiero a
las reglas no escritas de la política, a esa conciencia moral que,
interiorizada por los responsables públicos y por los ciudadanos en
general, orienta hacia las conductas honradas y hacia el
establecimiento de mecanismos y cautelas que incorporados al
funcionamiento del Estado nos protejan de nosotros mismos y que, por
encima de nuestras pulsiones inevitables de codicia, afán de
dominio, agresividad, pereza, egoísmo, soberbia, vanidad y lascivia,
persigan la verdad, el bien común y la justicia. Mientras este
espíritu que encuentra mayor satisfacción en el servicio a valores
superiores que a las bajas pasiones de nuestra especie mortal no se
implante en nuestras mentes y corazones, el Barón de Montesquieu
seguirá siendo periódicamente asesinado, los alcaldes continuarán
siendo entrenados para la delincuencia y España estará condenada al
fracaso y probablemente a la desaparición.
España, saco de golpes
La idea de España sufre otro colapso emocional. Hay
riesgo de disgregación territorial, moral, intelectual y política
Ignacio Camacho ABC 12 Octubre 2016
El gran fallo del régimen constitucional ha sido el abandono de una
pedagogía de la españolidad. No se puede construir una nación si una
parte significativa de sus ciudadanos no cree en ella. A este
respecto, casi tan grave como la deslealtad de los nacionalismos
excluyentes resulta la responsabilidad pasiva del Estado, su incuria
acomplejada, su apatía para la creación de un sentimiento colectivo
acorde con el orgullo de una sociedad democrática y soberana. Ante
este fracaso identitario no cabe sólo culpar a los separatistas sin
aceptar la evidencia de haberles dado alas permitiéndoles elaborar a
su conveniencia un relato sesgado, falaz, tendencioso, sobre España.
A este colapso emocional de lo español ha contribuido la indolencia
de una derecha inhibida por el remordimiento posfranquista, cargada
de abatimiento histórico y de un complejo de culpa que le ha
impedido hasta muy tarde levantar un pensamiento nacional moderno,
libre, optimista, honorable. Pero sobre todo pesa sobre la izquierda
el débito de su encogimiento ideológico, de su relativismo
disgregador, de su inexplicable deserción del patriotismo
igualitario. El sedicente progresismo ha rechazado la idea de lo
español como un concepto casposo, rancio, heredado de la patraña
imperial de la dictadura, que ha hecho recaer el anatema de facha
sobre cualquier reivindicación de la ciudadanía común. Al exaltar o
comprender el divisionismo y ridiculizar como retrógrados los
símbolos del Estado, la banal propaganda izquierdista ha desterrado
cualquier posibilidad de arraigo entre las nuevas generaciones de
una cierta satisfacción de pertenencia. Sólo el deporte en general,
y el fútbol en particular, ha catalizado alrededor de sus éxitos una
mínima identificación pasional, una superficial sentimentalidad
integradora.
En ese marco desestructurado, zarandeado por la crisis política, el
encono sectario, el hastío popular y el desafío de ruptura
soberanista, la efeméride del 12 de octubre se ha convertido en un
festival del agravio. Dirigentes populistas y autoridades
autonómicas rivalizan en el desprecio a la unidad y al
constitucionalismo con un repertorio de argumentos triviales que
demuestran tanto su irrelevancia intelectual como la manifiesta
delgadez de nuestro tejido de convivencia. España es un saco de
golpes, un cuenco de ventajistas reivindicaciones fragmentarias que
cuestionan el proyecto nacional en uno de sus momentos de mayor
fragilidad. Con la referencia europea en declive, el riesgo de
disgregación es más patente que nunca. Disgregación no sólo
territorial, sino moral, mental, anímica. Un desfallecimiento
derrotista y melancólico que requiere un esfuerzo de rebeldía contra
la visión ensombrecida del nihilismo. Frente a la eterna tentación
autodestructiva, la nueva sociedad española necesita rescatarse a sí
misma sacudiéndose de una vez la impronta de país maldito.
El GEES advierte de la tiranía que quieren
implantar las élites
El think tank más antiguo de España advierte que nuestro tiempo
político debe interpretarse “como un enfrentamiento cuasi
apocalíptico entre la idiota tiranía de nuestro tiempo, obra de
seudo-proclamadas élites y gente colocada varia, y la causa del
pueblo”.
Gaceta.es 12 Octubre 2016
No se lo leerá en diez minutos. Si de verdad quiere sacar todo el
partido a este artículo que explica las claves del verdadero debate
de nuestro tiempo, reserve un hueco, ocupe su sillón favorito y lea
con calma esta reflexión del Grupo de Estudios Estratégicos. ¿Cuál
es la guerra que se libra en el mundo? ¿Qué bandos hay? ¿Hacia dónde
caminan?
Pasen y lean:
Trump, Europa y la causa del pueblo
Statu quo es la manera de decir, en latín, el desastre en el que
estamos”.Ronald Reagan
Sólo hay una pregunta relevante para la sucesión de elecciones
democráticas que habrá en Europa a lo largo de 2017, queremos seguir
como estamos, ¿o no?
Hace tiempo ya que hemos entrado en los grandes países europeos, no
digamos en el modelo de la Unión Europea, en lo que podría
describirse como la democracia liberal inercial. Es el modelo que
reconstruyó Europa, y en general Occidente, tras la II Guerra
Mundial, pero sin la fe en él, sin el alma y sin los principios que
lo rigen. Es la mera cáscara, o formalismo, en que lo ha convertido
su uso por las generaciones más recientes que habiéndolo heredado, y
no teniendo a la vista un modelo enemigo letal, no lo valoran en su
justa medida.
Esto es, claro, un desastre. La cuestión es si ese desastre se
dejará llevar hasta su término, la desaparición efectiva del modelo
de la democracia liberal en el marasmo de la tiranía relativista que
conocemos como lo políticamente correcto impuesto por el progresismo
dominante, o si se cortará la trayectoria temeraria que hemos
emprendido.
De modo que no es excesivo interpretar el zeitgeist actual como un
enfrentamiento cuasi apocalíptico entre la idiota tiranía de nuestro
tiempo, obra de seudo-proclamadas élites y gente colocada varia, y
la causa del pueblo. Expresión que tomamos aquí prestada del título
de un libro de un antiguo colaborador del expresidente Sarkozy,
Patrick Buisson, sobre las indiscreciones de su antiguo jefe.
En este combate épico destaca por el momento la figura de Donald
Trump en Estados Unidos, país tan relevante para Europa y el resto
del mundo. Frente a él se ha alzado toda la Europa oficial en una
actitud que acaso recuerde a la de María Antonieta frente al tumulto
parisino pidiendo pan en las vísperas de la Revolución: “que les den
brioches”.
El “pan” que quiere el pueblo es la soberanía. Las “brioches” que le
quieren ofrecer a cambio, son una magdalena más etérea que la de
Proust: sin mantequilla animal ni harina de trigo ni levadura
artificial. Es la enésima reencarnación de la manera de mantener al
mando a los mismos de siempre, con los mismos efectos, empeorados
por el paso del tiempo.
La soberanía, dice el Derecho político -esa criatura que había antes
de que se la comiera su superior jerárquico en la cadena alimenticia
de los conceptos, la burocracia- es un atributo consustancial a los
estados. Procede de la facultad del soberano de ejercer su poder,
que es el del Estado, sobre su territorio y hacia sus súbditos. Tras
la Edad moderna se ha mantenido como lo que puede hacer -con los
límites de las libertades personales- en su nación, quien manda hoy
jurídicamente: a saber !sorpresa¡ el pueblo. La soberanía nacional
reside en el pueblo, del que emanan los poderes del Estado, dice la
Constitución española. Y lo mismo, poco más o menos, todas las de
los países democráticos. La élite cree que esto es una broma para
endulzar los oídos a la pobre gente ignorante y torpe; que es una
ficción a la que hay que pagar tributo demagógico para sentirse uno
muy bien consigo mismo y luego ir corriendo a hacer lo que hay que
hacer: imponer arbitrariamente aquello que perpetúa la
preponderancia de los intereses de esa élite.
Sin embargo, no siempre fue así. La soberanía significaba algo. De
hecho, la conocemos porque vivimos encaramados sobre los hombros de
nuestros antepasados que construyeron el Occidente de nuestros días
a base de un esfuerzo sólo admisible en un entorno de libertad
personal, respeto a la propiedad individual y gobiernos de leyes y
no de hombres. Esa soberanía, dentro de sus límites, defendía,
protegía y hasta garantizaba, todas esas cosas. Era muy bonito.
Sobre todo porque fuera de esos límites había otras realidades: la
Alemania Nazi, el Imperio Soviético, dictaduras y satrapías varias.
En términos bíblicos también se explicaba muy gráficamente. Estaban
los “ciros” frente a los “nabucodonosores”. Para ilustración de la
élite progre mal versada en estos temas religiosos anacrónicos, más
adelante se encontrará la aclaración a estos crípticos términos.
Total, que la élite actual cree que eso es un mito libresco y que no
estamos para esas bobadas sino para cosas serias como
multi-culturalizar, cambiar el clima, el sexo de las personas pero
sin tocar el código genético de las plantas y presumir de ser todos
muy buenos, tolerantes y amables. Pero claro, para lograr ese nuevo
paraíso terreno exige, y parece natural para tan alto premio, una
adhesión completa. Total. ¿Suena esto a algo?
El proceso, en Europa, es, como corresponde a la ideología que lo ha
puesto en marcha, progresivo. La arbitrariedad se ha convertido en
la segunda naturaleza de los Estados burocratizados que nos
gobiernan. Su capricho del momento es vestido invariablemente como
la solución técnica correcta que el ciudadano no es siempre capaz de
ver. Una nueva Providencia laica administrada por semejantes con una
alta, desmesurada, concepción de sí mismos, vela por nuestro bien.
El poder es visto como un fin en sí mismo que se busca por
frivolidades personales, no como una carga que implica un servicio
que no es fácil prestar correctamente.
- Primer ejemplo. La Unión Europea iba a lograr no sólo una unión
cada vez más estrecha entre sus pueblos sino un crecimiento
económico sostenido. Sin embargo, el sostenimiento económico de
Europa, como el de buena parte de Occidente, depende de factores
relativamente ajenos a ella, y a la élite gobernante, como el precio
del petróleo (bajo en comparación histórica) y de la artificial
supresión del precio del dinero, que debía ser una cosa muy molesta,
reliquia reaccionaria del pasado, destinada sin duda a perpetuar
desigualdades.
El caso es que si C.S. Lewis escribió un libro sobre la decadencia
de los valores titulado “La abolición del hombre”. Bien podría
escribirse hoy uno sobre la decadencia del pensamiento económico que
se llamase “La abolición del dinero”. El dinero, declaran nuestros
banqueros centrales, no vale nada. Lo que significa que tampoco hay
ninguna diferencia entre gastar hoy o hacerlo mañana, afirman; lo
que equivale a derogar de un plumazo milenios de comportamiento
humano. Un observador perspicaz podría pensar que se trata de
propaganda y que realmente no piensan cuanto dicen, pero en todo
caso expresiones tan a contracorriente de la lógica económica de los
últimos veinticuatro siglos no presagian nada bueno. Pero lo cierto
es que la generación de riqueza con las honrosas excepciones de
Reino Unido (antiguamente miembro de la UE, pero ya no) y la España
in-gobernada se mueve a ritmos bajísimos.
No importa. Hay que seguir confiando en la Unión Europea y dejarle
hacer. No moleste.
Pero cuando los tipos están a cero no pueden bajar más – aunque hay
gente curiosísima que hasta esto plantea - y cuando el petróleo ya
ha bajado todo lo que puede bajar, sólo puede subir.
- Segundo ejemplo. Alemania iba a integrar cuantos inmigrantes
vinieran, lo que iba a resolver varios problemas económicos de
producción y empleo además de insuficiencias demográficas, coronando
además de solidaridad, bondad y angelidad (cualidad de los ángeles y
las ángelas) a quienes lo impusieran a los ciudadanos.
Un par de violaciones y atentados terroristas más tarde –que no
cunda el pánico, aún no ha pasado nada realmente grave– hemos
decidido obligar a los vecinos (turcos, marroquíes), previo pago, a
hacer el bien por nosotros, a saber, a ejercer de tapón para que no
nos lleguen tantas oleadas. Bravo. No es suficiente con hacer el
bien, hay que contagiar a otros.
Es cierto que es enormemente complejo no ya integrar, ni siquiera
absorber, sino meramente impedir que mueran transportados como
ganado, casi cómo los judíos durante la solución final, por las
mafias, los inmigrantes causados fundamentalmente por la guerra de
Siria - ese Chernóbil geoestratégico, a decir del General Petraeus -
y la inestabilidad de Oriente Medio. Impedir la guerra de Siria
cuando se estuvo a tiempo mediante el uso de ese otro concepto
reaccionario de la disuasión y favorecer la estabilidad de Oriente
Medio como efecto de la paz garantizada por la presencia de amplios
contingentes de soldados, tampoco hubiera sido mala idea. Pero hacía
mal efecto. Quedaba fatal en un Nobel de la paz con ansias de ser
reelegido. Obama no iba a tolerar tanta debilidad moral habiendo
venido precisamente a decirnos a todos lo que hay que hacer.
- Tercer ejemplo. Francia resiste, como en Asterix, todavía y
siempre, al invasor. ¿Siempre? Se crece al uno por ciento y no
disminuye sustancialmente el paro, pero se come tres veces al día y
no es un atentado de vez en cuando lo que hará desparecer el país.
A pesar de su notable empeño bélico y de seguridad interior, mayor
al de ninguna otra nación occidental, el socialismo que gobierna
Francia fracasa en encuestas y realidad en los temas claves de
seguridad y economía. Resiste, sí, pero a duras penas. Así que la
expresión nuestros ancestros los galos, propia de los antiguos
libros de Historia – pero impropia de ciertas regiones con
personalidad como Bretaña o Córcega que han vivido muy bien
estudiándola y aplicándosela, o sea integrándose en la Nación, qué
cosa más rara – ha reverdecido en el discurso político. Juppé y
Marine se disputan la corona de la República, valga la paradoja.
-Cuarto ejemplo. Los países del Este no hacen ya ni caso a las
lecciones de sus compañeros de continente del Oeste, sobre todo tras
gozar del tránsito de refugiados que han debido orientar con la
conocida solidaridad de los demás. ¿Seguirán pasando por el aro de
nuestras lecciones occidentales de “moral” democrática actual porque
necesitan nuestras transferencias? No parece.
Toynbee, en su “Estudio de la historia” decía que las civilizaciones
sobrevivían o morían en función de los retos, desafíos o
incitaciones a los que debían hacer frente. Funcionaban gracias a un
mecanismo de incitación y respuesta. Si se las ponía en cuestión o
se sentían amenazadas, las civilizaciones sanas respondían y
sobrevivían. Hoy, siguiendo en esto el discurso ya acreditado del
presidente Obama, como no hay amenazas “existenciales” del tipo de
la Nazi en la II Guerra Mundial o del Imperio Soviético en la Guerra
Fría; al faltar la incitación, no hay tampoco necesidad de
respuesta. Así, lo que puede muy bien haber es, si se cumple la
receta de Toynbee, muerte. Pero no está claro que así sea. En primer
lugar, porque la amenaza existencial, sí existe. Podrá discutirse su
inminencia, no su realidad. La amenaza en Europa es sustancialmente
doble: el acomodo del Islam, del que es expresión máxima Francia; y
la debilidad interna: económica y cultural o social, debida
fundamentalmente a la presión de una elite depravada, hostil a los
valores de Occidente. En segundo lugar, porque hay quien quiere
responder. Media Europa no se resigna a morir.
¿Habrá pues un despertar? Y, de haberlo, ¿será esta causa del pueblo
tan pacífica y benéfica como la (americana) heredada por Trump del
Mayflower, los Padres Fundadores y Lincoln (gran beneficencia,
ciertamente que no impidió los 600.000 muertos de la Guerra Civil);
o tan violenta e ingrata como la que representa la línea (europea)
que va de Robespierre a Lenin, pasando por Napoleón o Hitler?
Los Países Bajos eligen gobierno el año que viene. Francia elige
presidente. Más tarde, Alemania votará en elecciones generales. Las
tendencias son parecidas. La gente vuelve sus ojos hacia la derecha
y atiende a quienes piden revolución frente a corrección política.
Respuesta frente a molicie.
Para la Historia Sagrada, hay dos tipos de gobernantes, dos tipos de
gobiernos: el de Nabucodonosor y el de Ciro. El primero es opresivo
y supone el exilio de la patria (que no es sólo un lugar geográfico,
Israel, sino la tranquilidad que da el orden justo de las cosas); el
segundo es liberal y amable y devuelve al pueblo a su tierra, que no
es sólo una zona específica, sino también el orden justo de las
cosas. Se habita en el primer reino, capital, Babilonia, por castigo
de Dios, por “dureza de corazón”, por haber olvidado y desoído los
mandatos del Señor; y sólo se vuelve al segundo por voluntad divina,
una vez reaprendido el camino.
Es decir es mejor Ciro que Nabucodonosor, y es legítimo – incluso
obligatorio, si queremos renunciar a la idolatría - luchar hic et
nunc por vivir bajo el primero desalojando al segundo.
Artículo publicado en GEES
Una persistente demolición de guante blanco
Vicente Baquero gaceta.es 12 Octubre 2016
La frustrada tentativa de alcanzar una paz a cualquier precio en
Colombia, una nación importante, un estado estructurado, jurídica y
socialmente, con historia, que ha participado durante siglos en el
seno del equilibrio internacional, rebajado a negociar con una banda
de narcotraficantes disfrazados de guerrilleros proletarios, para
llegar a una rendición y dar cabida en una sociedad civilizada a una
cuadrilla de delincuentes, cuya única legitimidad viene dada por la
ingente cantidad de dinero que apalean y la fuerza de la violencia
de las armas, de haber llegado a término para satisfacción de los
señores de la guerra, hubiera sido un fracaso de dimensiones
mayúsculas, desde un punto de vista político con repercusiones
internacionales.
Al legitimar el uso de la fuerza como medio de alcanzar el poder,
una vieja estrategia que se suponía superada como forma de acceder
legítimamente al poder, volvería a instalarse en el seno de naciones
civilizadas. ¿O es que vamos a legitimar de nuevo tales métodos…?
Eso sería abrir la caja de pandora.
Este hecho es grave en sí, pero milagrosamente ha fracasado, a pesar
de haber tenido, y esto es lo asombroso, el apoyo de todo un corifeo
nacional e internacional pasmados ante la palabra “paz”, como si
esta sin más condiciones, fuera un valor aceptable sin condiciones.
Me recuerda otro discurso muy cercano, como para que no me
sorprendan las loas y alabanzas a semejante rendición. Con esa misma
lógica, hoy por ejemplo, les recordaría a los entusiastas de tales
comportamientos que de haberse aceptado ese criterio hoy estarían
todos marcando el paso de la oca…los más afortunados.
Para colmo de conspiraciones retorcidas, porque estas decisiones no
merecen otro calificativo, el comité del Nobel noruego va y le da
¡el premio nobel de la paz! Cuando ese engendro de rendición por
parte de un estado serio, ni es paz ni es nada; quizá hubiera
convenido, para que tales próceres calentitos en su nirvana nórdico,
gracias a su petróleo regalado y la protección militar de Occidente,
en caso de algún percance con sus vecinos del norte o del sur,
hubieran aprendido una lección difícil de olvidar: haberles dejado
solos para quitarse a los alemanes de encima…
Pero tras esas decisiones, igual que la de dar el mismo galardón en
su día al Presidente Obama, cuando ni siquiera había comenzado su
mandato, al igual que otras muchas, en todos los órdenes de nuestra
sociedad actual, no son casualidades, se entroncan en un movimiento
generalizado en la misma dirección y cada vez menos disimulado.
Estamos asistiendo al intento sistemático de erosionar aquellos
valores que constituyen la base del pensamiento filosófico, político
y económico de la cultura occidental. Estamos ensalzando principios
y criterios que hubieran sido rechazados por inaceptables tan solo
hace una generación, pues entrañan la rendición y la decadencia más
descarada del cuadro de principios y del orden de prioridades de
cualquier sociedad.
Lo más llamativo es que quien ha emprendido semejante camino son
instituciones y personas destacadas, representativas, núcleos de
poder que pertenecen incuestionablemente a esta misma sociedad,
organismos, organizaciones, que nos aseguran que son los legítimos
representantes de una “voluntad popular” y que detentan el poder
tanto a nivel estatal como corporativo. Fuerzas que pretenden
alterar el curso de la historia en un sentido determinado y
redefinir las relaciones de los hombres entre sí y con el mundo, sin
consideración a las condiciones efectivas y a la naturaleza del
hombre real.
Se predica acabar con aquellos valores que son los que precisamente
han elevado a los ciudadanos de Occidente en general a disfrutar del
más alto nivel de vida y altura intelectual de todos los tiempos y
lugares que en la historia han sido, defectos incluidos.
La pregunta calve sería: ¿por qué surge este movimiento? ¿Por qué se
pretende destruir lo que tantos esfuerzos, sacrificios y fatigas ha
costado alcanzar? y la segunda pregunta crucial: ¿para qué?
¿Sustituirlo todo por una nueva utopía, o simplemente es el suicido
cultural de una colectividad decrépita y decadente?
La fiesta de todos los españoles
Editorial La Razon 12 Octubre 2016
La España que hoy, 12 de octubre, celebra su Fiesta Nacional no es
ya, por supuesto, la nación que gestó la epopeya americana, completó
para el hombre la geografía de la Tierra y creó una cultura nueva,
pero sin aquella España, continuadora de la «gens» romana, los
españoles no seríamos capaces de entender lo que somos ni podríamos
proyectarnos con luz propia en el conjunto de la humanidad. No
podríamos comprender que los hombres del descubrimiento y la
conquista de América –conquista fue, sin duda– pertenecían a una
época de forja de naciones que resurgía de la oscuridad y a los que
el hallazgo de otro mundo, prístino y viejo a la vez, les abrió los
ojos y las mentes.
No entenderíamos que el Renacimiento, es decir, que la conformación
de Europa, no hubiera sido posible sin el terremoto mental que
supuso aquel 12 de octubre de 1492, obra en la que no sólo
estuvimos, sino en la que fuimos actores principales. Hoy, pues, es
la fiesta de todos los españoles, incluso la de quienes se niegan a
sí mismos, ya sea atrapados en un anacronismo intelectual, ya sea en
virtud de una ideología que sólo medra en el maniqueísmo y que se
justifica en el rechazo del que no piensa igual. Pero quien
conmemora es la España de este siglo, una de las naciones más libres
y avanzadas del mundo, una de las democracias ejemplares de
occidente que ha sabido rehacerse después de una larga y profunda
crisis. Una vez más, porque si algo nos enseña la historia es que
nuestra capacidad para superar casi cualquier adversidad forma parte
de nuestra identidad como individuos y como sociedad.
Es una democracia la que conmemora y, por lo tanto, nadie arrastra a
nadie, nadie obliga a nadie a manifestarse como en la Venezuela de
Maduro, la Cuba de Castro y la, por fortuna, extinguida URSS. Es una
fiesta de hombres y mujeres libres, y sí, hay un desfile militar que
refleja a la nación y su voluntad de defender la libertad y la
democracia que se han dado sus gentes. Y hay jornadas de puertas
abiertas en los museos y homenajes a la bandera y recuerdos a los
caídos en la mayoría de los pueblos de España. Y también hay quien
ha pretendido violentar la voluntad de las personas, como a los
funcionarios del Ayuntamiento de Badalona, a quienes los mismos que
jalean a los ayatolás de Irán y enarbolan banderas partidarias, que
dividen, han querido obligar a significarse con el arma del miedo
por el puesto de trabajo. Pero la España que hoy celebra su Fiesta
Nacional es un Estado de Derecho, donde prima la Ley y, como no
podía ser de otra forma, los jueces han ejercido su deber
restaurando la libertad. No. No es esta España una nación que hace
listas de «desafectos», que ejerce la vigilancia de los «enemigos» y
que juzga meras intenciones como en los regímenes totalitarios que
inspiran a nuestro populismo local.
Ese mismo populismo que, no lo duden, militarizaría a las masas
ciudadanas en nombre de una nueva sociedad mientras rechaza a
quienes visten con honor el uniforme y sólo aspiran a defender a sus
compatriotas, muchas veces con la entrega de la vida. Ya hemos dicho
que a nadie se le impone el patriotismo ni se le exige demostrar
afectividad hacia los símbolos nacionales –su escudo, su bandera y
su himno–, pero sí se puede pedir, al menos, respeto a la nación
española y al conjunto de valores que la representan. En los actos
institucionales de Estado faltarán hoy, como en años anteriores,
algunos representantes políticos. Unas ausencias estarán
justificadas; otras sólo reflejarán el frentismo, ese abrir
trincheras entre los ciudadanos con el que justifican sus proyectos
políticos. Lo demás son excusas sobrevenidas, no pocas veces nacidas
de la ignorancia. También, claro, del sectarismo.
Los indígenas podemitas y la Hispanidad
Es muy divertido verles desgañitarse así el día en que los españoles
celebramos con orgullo el legado de nuestra historia más fecunda.
Pablo Molina Libertad Digital 12 Octubre 2016
Un año más, la izquierda ágrafa que dice representar a "la gente"
con pretensiones de exclusividad vuelve a dar lo mejor de sí misma
para hacer el más completo de los ridículos. Los gobiernitos
progresistas, los alcaldes del cambio, los frikis separatistas y el
podemismo en pleno reservan sus injurias más sentidas para el Día de
la Fiesta Nacional, creyendo sinceramente que ultrajan a España
cuando, en realidad, solo insultan a su propia inteligencia, en caso
de que haya ahí algo que insultar.
Casi todos estos odiadores de España creen que el 12 de Octubre es
una fiesta creada por Franco al objeto de celebrar la imposición del
proyecto imperialista español a los pueblos sojuzgados a uno y otro
lado del Atlántico. Todos menos el Kichi, que como es doctor en
Historia está convencido de que los españoles llegamos a América sin
mandato de la ONU para asesinar indios, robar sus riquezas y, no
contentos con ello, fraguar la mayor infamia de la historia de la
Humanidad: imponerles a todos la lengua española... ¡y la religión
católica!, que ya hay que ser criminal.
Como tienen un odio tan primario, no se han enterado de que la
Hispanidad o Fiesta Nacional de España ya se celebraba durante la II
República, cuando Franco, el objeto de su aborrecimiento, era más
republicano que todos ellos juntos. Antes también se celebraba como
el Día de la Raza, que no tiene connotaciones racistas, como
presumen también los jóvenes espectadores de La Secta, sino
precisamente todo lo contrario, como celebración de lo que hoy todos
ellos denominan multiculturalidad.
Este 12 de Octubre asistiremos a una nueva campaña de toda esta
tropa podemita, que, en el Día Nacional de España, asegura no tener
nada que celebrar. En cambio, cuando se trata de rendir pleitesía al
separatismo, a las parodias populares de su historia inventada,
acuden en tropel con sus mejores camisetas y lágrimas en los ojos de
la misma emoción.
Es muy divertido verles desgañitarse así el día en que los españoles
celebramos con orgullo el legado de nuestra historia más fecunda.
Nosotros sí tenemos algo muy importante que celebrar. Ellos, desde
luego que no. Si lo hicieran, nos daría que pensar.
12 de Octubre. Balada triste por España
Josele Sánchez latribunadelpaisvasco.com 12 Octubre 2016
Cuán difícil resulta celebrar este Día de la Hispanidad, rememorar
aquel 12 de octubre de 1492, la llegada de las naves capitaneadas
por Cristóbal Colón a las paradisíacas playas dominicanas, con la
que está cayendo… España, origen e impulsora de la Gran Patria
Hispana, padece la mayor amenaza a su continuidad como nación,
vivida a lo largo de siglos de historia cuestionándose, un día sí y
al otro también, si debe perdurar o si debe suicidarse.
La amenaza, más que evidente, de segregación de Cataluña, no obtiene
respuesta alguna por parte del gobierno de Madrid que prefiere mirar
hacia otro lado, esperando que los problemas se resuelvan por
ciencia infusa.
En las Vascongadas, la presencia de diecinueve diputados proetarras
en el Parlamento vasco, supone un insulto a la verdad, a la justicia
y a la “memoria histórica” de todos los españoles.
La pérdida de la soberanía económica en favor de las instituciones
europeas, la islamización fundamentalista y constante de nuestra
sociedad y la ausencia de todo sentido patriótico entre los
españoles (muy especialmente entre los españoles más jóvenes), son
la guinda de este pastel con el que pretendemos celebrar lo que, en
toda Hispanoamérica, se denomina como el Día de la Raza.
¿Qué ha pasado para que los españoles hayamos perdido nuestra “idea
nacional”?
La respuesta es compleja y extensa y no debe ser despachada en un
par de párrafos que, acaso, no sean el objeto de este artículo. A
pesar de ello, algo debemos reflexionar al respecto: ¿cómo se
redactó la Constitución Española de 1978?, ¿por qué se dio cabida al
término nacionalidades históricas?, ¿por qué se cedió a las
autonomías las competencias en materia de educación, una asignatura
básica para el mantenimiento y fortalecimiento de la “idea
nacional”?, ¿qué ejemplo ha dado la monarquía (tal y como manda el
ordenamiento constitucional), como símbolo de la indisoluble unidad
de la patria?, ¿qué valores, como sociedad, hemos ido perdiendo por
el camino?, ¿qué falta de sensibilidad han tenido los diferentes
gobiernos de España para con sus diferentes regiones?, ¿qué afrentas
se han cometido desde Madrid contra el sentimiento de catalanes,
vascos, valencianos o gallegos? Cuando los españoles colonizamos
América existía una rebosante “idea nacional”, un marcado orgullo en
la propia identidad que permitió la fusión frente a la absorción, la
sanísima contaminación, el mestizaje de razas y culturas sin
reservas hacia lo que venía del otro, hacia lo autóctono, en
contraposición con lo que hicieron otros países que, como los
Estados Unidos, sencillamente exterminaron al indio. España supo ser
fundadora antes que conquistadora porque estaba orgullosa de sí
misma y ese sentimiento de diferencia, “el sentido hispánico” que
como explica el filósofo argentino Alberto Buela, fue: “la
diferencia que funda la igualdad, a la inversa que el sentido
moderno, en donde la igualdad elimina la diferencia en busca de la
nivelación, lo que produce el extrañamiento de sí mismo y del otro.
De allí a la muerte del hombre, sólo resta un corto trecho”. Ese
“sentido hispánico” que dio origen al nacimiento de un nuevo mundo
no provenía de la soberbia, los españoles no se creyeron nunca un
pueblo superior sino que lo que entendían como superior era su
misión y su credo, un ideal supremo que, además, lideraba de manera
oronda la monarquía. Un ideal que se basó en la fe católica y en su
afán de difusión por el haz de la tierra.
Pero España fue perdiendo su “idea nacional”, “el sentido
hispánico”, sus propios valores como nación. Se esfumó la fe y se
impuso el relativismo, la falsa modernidad y el igualitarismo que no
era otra cosa que la construcción de un nuevo totalitarismo de orden
mundialista. A la pérdida de un sentido trascendente de la vida le
siguió la indiferencia, la ausencia de una misión colectiva, la
merma de todo ideal supremo. Monarcas egoístas, políticos corruptos
e intelectuales mediocres convirtieron a la gran España en una
institución desnaturalizada y carente de cualquier propósito
colectivo.
Habiendo abandonado la “idea nacional”, nada queda ya de esa
Hispanidad, de ese “sentido hispánico” empíreo y solidario.
Igual que Judas vendió a Jesucristo por treinta monedas, España
vendió Filipinas a los Estados Unidos por un puñado de dólares. Los
pueblos de América se impregnaron de la misma mierda que les llegaba
desde España: políticos corruptos, una nueva oligarquía
reaccionaria, terratenientes y toda una casta de vividores a costa
del sufrimiento ajeno. Las naciones de América, ricas en su momento,
fueron estableciéndose en la pobreza y en la pereza de cambio, en la
falta de ideales capaces de transformar sus injustas estructuras
sociales. Murió el Imperio Español porque España no supo ser
ejemplo, ni madre, ni tan siquiera hermana, porque España se
comportó como madrastra que ignora a unos hijos a quienes ni si
quiera reconoce como propios e incluso de los que llega a
avergonzarse. América se descompuso en una veintena de repúblicas de
opereta, de abusos y desigualdades a imagen y semejanza de la
corrupción y la insolidaridad exportada desde la península Ibérica.
Y cuando América comenzó a despertar, España no estaba como para
sumarse a nada ni a nadie: la Revolución cubana (sin la cual resulta
imposible entender hoy en día la realidad de Hispanoamérica), el
justicialismo argentino, la Revolución Sandinista, Chile, la
Teología de la Liberación, México, El Salvador, Honduras, Guatemala,
la Revolución Bolivariana… España ha permanecido al margen y eso
cuando no se ha puesto de parte de los tiranos. Por perder, España
ha perdido hasta el término Hispanoamérica para dar paso al vocablo
“latinoamérica”, una cursilada, estúpida desde un punto de vista
intelectual y malintencionada desde su propio nacimiento.
Hace ochenta años afirmaba Ramiro de Maeztu: “Es evidente que todos
nuestros males se reducen a uno sólo: la pérdida de nuestra idea
nacional. A falta de ideal colectivo, nos contentamos con vivir como
podemos. Y así se nos encoge la existencia, al punto de que han
dejado de influir nuestros pueblos en la marcha del mundo”.
España va a la deriva, carece de rumbo y de objetivo. España no es
capaz, si quiera, de administrarse de una manera justa. España no
está para liderar a nadie, ni siquiera posee el coraje necesario
para liderarse a sí misma.
El 12 de Octubre y la identidad nacional
HENRY KAMEN El Mundo 12 Octubre 2016
Un pequeño grupo separatista catalán conocido como CUP ha intentado
recientemente crear tanto revuelo como es posible con el fin de
atraer la atención del público. Ha expresado su deseo de demoler la
famosa estatua de Colón en Barcelona, y declarar laborable el Día de
la Hispanidad, propuestas que se han recibido con irritación y risa
en la prensa. Las propuestas -cualquiera que sea su motivación-, no
han dejado de recibir algunos apoyos en los círculos políticos. Una
iniciativa presentada por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, para
rebautizar a la plaza de la Hispanidad con un nombre diferente ha
añadido todavía más leña a la presente polémica sobre cuestiones
relacionadas con la fecha del descubrimiento de América.
El problema es que la palabra Hispanidad provoca reacciones que se
basan por regla general en una confusión sobre lo que significa
históricamente. En Cataluña, las entidades constitucionalistas
emplean el Día de la Hispanidad, 12 de octubre, para expresar un
rechazo público al nacionalismo. El vicepresidente de una entidad
centrista, Sociedad Civil Catalana, ha explicado este mes que la
intención de su grupo es celebrar "con normalidad esta fiesta como
querríamos que se hiciese en toda España", ya que "la Fiesta de la
Hispanidad es la de toda España". Por desgracia, esta identificación
de Hispanidad con España tiene pocas raíces en la experiencia
histórica de España, y es la razón por la cual muchos españoles
(entre ellos, algunos catalanes) están descontentos con la palabra.
El concepto de la Hispanidad fue inventado no para España, sino para
América Latina, y siempre sin lugar a dudas tuvo connotaciones
imperialistas.
En 1892, en Madrid, el régimen de Cánovas del Castillo se enteró de
que Estados Unidos estaba tomando medidas para celebrar el cuarto
centenario del 12 de octubre, fecha generalmente aceptada del
Descubrimiento de América. Los españoles se apresuraron a imitar a
Estados Unidos para incrementar su propia influencia entre las
naciones de Latinoamérica, que eran ahora independientes. Cánovas
presentó la idea de que todas las naciones de origen hispánico
debían adoptar esa fecha como día festivo en común. Esta iniciativa
no tuvo acogida. Sin embargo, cuando el resto del imperio español
desapareció en 1898 -después de la derrota militar frente a Estados
Unidos-, muchas de las naciones latinoamericanas comenzaron a darse
cuenta de la amenaza que el imperialismo de Washington representaba
para sus intereses.
Un nuevo mito empezó entonces a nacer. Lógicamente, el mito se
retrotrajo a la gloria de 1492. Escritores latinoamericanos como
Rodó y Rubén Darío expresaron su indignación ante el expansionismo
de los Estados Unidos y abrazaron la causa y la cultura del país al
que una vez se habían opuesto: la España imperial. En 1910, en un
banquete en Montevideo, Rodó habló a favor del "sacro sentimiento de
la raza que unía a los españoles y a los hispanoamericanos". Sin
embargo, para esa fecha, el 12 de octubre ya se había convertido en
un día festivo estadounidense ampliamente difundido, celebrado no
por españoles sino por los italianos, para recordar al descubridor
genovés Cristóbal Colón. En Estados Unidos, la fiesta continúa
dedicada a celebrar la herencia italiana-estadounidense, y se
celebra todos los años el segundo lunes de octubre.
El papel de España en la historia del Descubrimiento había caído en
el olvido. Como respuesta, en 1912, un grupo de españoles en Cádiz
durante las celebraciones del centenario de las Cortes de Cádiz,
propuso que el 12 de octubre fuera declarado un día festivo de
alcance nacional. En esas mismas semanas, la República Dominicana
adoptó la versión estadounidense de la festividad y comenzó a
celebrarla con el nombre estadounidense de Día de Colón. A partir de
1913, México y otras naciones también adoptaron este día festivo
pero en una forma diferente, y lo llamaron Día de la Raza.
Cada nación latinoamericana tenía razones específicas para celebrar
el Día de la Raza, pero para España no podía haber ninguna duda de
lo que ese día conmemoraba: la gloria de la raza hispánica. Por fin,
aproximadamente a partir de 1919, la fecha comenzó a celebrarse con
ese nombre en España. Y, antes de que pasara una década, sectores
conservadores comenzaron a maniobrar para cambiar el nombre por Día
de la Hispanidad, para conmemorar específicamente la contribución
que España supuestamente hizo a la civilización del Nuevo Mundo
descubierto por Colón. El principal promotor de este cambio fue el
escritor Ramiro de Maeztu, con su obra clave, Defensa de la
Hispanidad (1934). En la década siguiente, escritores empleaban el
concepto de "Hispanidad" para exagerar la contribución hecha por
españoles a la evolución del continente de América. Hispanidad no
significaba exactamente una afirmación del carácter de España, sino
mas bien una vindicación de España frente a la América colonial.
Esto se observa en el decreto de la fundación de la fiesta (1958),
donde el texto habla de "la enorme trascendencia que el 12 de
octubre significa para España y todos los pueblos de América
hispana".
Tanto el mito de la Hispanidad como el Día de la Raza cambiaron de
nombre cuando España pasó de su fase autoritaria a su fase
democrática. Se desechó el término raza porque recordaba ideologías
políticas específicas. Finalmente, en 1981 un real decreto
estableció la fecha como Fiesta Nacional de España y Día de la
Hispanidad, pero la frase "Día de la Hispanidad", empleada
formalmente desde 1958, desapareció por decreto en 1987. La visión
del imperio también recibió un nuevo lavado de cara, y el énfasis en
las hazañas del siglo XVI se enfocó más en la cultura y el idioma
que en el chovinismo nacional. En 1991 se fundó el Instituto
Cervantes con el objetivo de fomentar la divulgación de la cultura
española. El símbolo utilizado por el Instituto, uno que había sido
central para la ideología imperialista durante el siglo XX, fue la
figura de Don Quijote, cuya valiente lucha contra los molinos de
viento representaba, en cierto grado, el intento de España por
luchar contra los fantasmas de su pasado y resurgir en una época
postimperial más tranquila.
¿Y qué pensaban los catalanes? Vemos claramente que gracias a la
obsesión con América Latina, en ningún momento el concepto de
Hispanidad contenía indicios de agresión contra Cataluña. Es
absurdo, por tanto, que nacionalistas peninsulares lo insinúen, e
igualmente absurdo que antinacionalistas apoyen un concepto que poco
tenía con vindicar la unidad política de España. El 12 de octubre
veremos grupos de activistas ocupando espacios por toda Barcelona,
gritando y proclamándose enemigos o defensores de la Hispanidad,
pero ya que la Hispanidad fue un producto político de su tiempo,
tanto castellanos como catalanes podrían tener motivos sólidos para
dudar de la utilidad del concepto. Ningún otro país europeo tiene un
día festivo que proclama sus propias virtudes nacionales: no hay
días de fiesta de britanicidad o de galicidad. De hecho, lo cierto
es que cuando el Real Decreto de 1981 creó el "Día de la
Hispanidad", sus autores no tenían la más mínima idea de lo que
Hispanidad significaba.
El Estado español es probablemente único en Europa a la hora de
celebrar una fiesta nacional que está estrechamente identificada con
su herencia colonial, en lugar de conmemorar acontecimientos del
propio país. Esa es la naturaleza triste de los mitos: nos acoplan a
conceptos que tienen escaso significado, y al final se espera que la
gente realmente tenga la obligación de vivir e incluso de morir por
ellos.
Henry Kamen es historiador británico.
La Fiesta, La Escopeta Nacional y Don
Dinero
Marcello Republica 12 Octubre 2016
Menuda Fiesta Nacional tenemos hoy encima con un gobierno en
funciones, el PSOE roto y el PP sentado en los tribunales de la
corrupción donde están cantando por soleares algunos implicados,
como empieza a cantar Francisco Granados desde su jaula reconociendo
que aquel maletín que apareció en casa de su suegro con un millón de
euros no era de ‘trabajadores de Ikea’ como declaró su pariente sin
pudor si no un dinero suyo traído de Suiza. Con lo que acaba el
desvergonzado discurso que esta rana cantora de Esperanza Aguirre
exhibía diciendo no saber por qué estaba en la cárcel.
Bueno, ahora ya lo sabe pero la rana tiene que cantar más porque
sabe mucho, como mucho saben los grandes magnates bancarios de las
tarjetas black a los que se les empieza a poner cara de chivos
expiatorios a medida que les crece la nariz, o el hocico, de
mentirosos ante las revelaciones de testigos de cargo como el ex
consejero delegado de Bankia Javier Verdú, el único que no aceptó el
‘plástico negro’ y le advirtió a Rato de la ilegalidad de semejante
bicoca.
Si Berlanga levantara la cabeza ya tendría las cámaras de cine
apostadas a las puertas del Congreso de los Diputados para rodar una
nueva entrega de ‘La escopeta nacional’, con la política, la
aristocracia, los catalanes, el trinque de la corrupción, las
Corinnas reales, los toros, los curas, los tertulianos y demás
farándula de este país. El que asombrosamente funciona mejor sin
gobierno y que en realidad controla el único poder de ese gran y
poderoso caballero que es Don Dinero.
En la España de nuestro tiempo y del eterno Berlanga nunca hubo ni
habrá la famosa separación de los ‘poderes del Estado’ de
Montesquieu porque el ilustrado barón no murió en España como dijo
Alfonso Guerra porque jamas visitó nuestro país, ni sus enseñanzas
en ‘El espíritu de las leyes’ figuran por ninguna parte en nuestra
Constitución.
En España no hay separación de poderes del Estado. A lo más, solo
existe una separación de funciones ejecutivas, legislativas y
judiciales en el doble sentido de la palabra ‘función’: de
funcionamiento y de función teatral. Sobre todo porque el verdadero
y único poder, Don Dinero, utiliza a los políticos, los jueces y los
periodistas como actores que entretienen al personal. Malos actores
de un tiempo a esta parte, con la sola excepción de Rajoy que es de
traca, si los comparamos con los de otro tiempo, González, Pujol y
Aznar.
Pero pasados los años duros de la crisis y acabado el bipartidismo
camino del fin de Régimen ahora estamos en período de reconstrucción
de las que han sido la viejas estructuras de poder de este país,
empezando por la crisis del PSOE, pilar fundamental del edificio
donde habita Don Dinero y siguiendo por la regeneración y renovación
del PP a nada que se descuide Rajoy. Así está diseñada la hoja de
ruta española en el día de la Fiesta Nacional en el que ¡por fin!
lloverá lo que algo es algo. Y de momento lo mejor que en un día tan
poco festivo como éste nos puede pasar.
Barcelona, capital del español
G. Núñez. Madrid. La Razon 12 Octubre 2016
No salió bien parado Don Quijote de su visita a Barcelona. De allí,
vencido por el caballero de la Blanca Luna, regresaría a su pueblo
para recuperar el juicio y, finalmente, morir. Pero antes de eso,
tuvo tiempo para deshacerse en elogios a la Ciudad Condal:
«...archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de
los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y
correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza,
única». (Capítulo LXXII. Segunda Parte). Si hemos de hablar de eso
tan manido como es «la diversidad» de España, que para algunos es
riqueza y para otros garante de otras pretensiones, no podemos
olvidar que, como en tantas otras cosas, todo está en «El Quijote».
Por eso ayer, al hilo del IV Centenario del fallecimiento de
Cervantes, y durante el transcurso de la reunión del Patronato del
Instituto que lleva su nombre en la también cervantina localidad de
Aranjuez, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, propuso que una
de las próximas reuniones de dicho patronato se celebre en
Barcelona, el lugar que visitó el manco de Lepanto dos o tres veces
(que en esto hay controversia) y la única ciudad a la que llevó a su
Caballero de la Triste Figura. «Sería, sin duda, el homenaje debido
tanto a la letra y al espíritu de Cervantes como a la riqueza
cultural que, vivamos donde vivamos, nos une como españoles», señaló
el presidente después de que el Rey inaugurara la sesión con estas
palabras: «Debemos subrayar la extraodinaria tarea de Cervantes al
estrechar las relaciones entre las naciones de lengua española y al
tender puentes con países de otras culturas».
Y es que, como dijo Cervantes, «viajar hace al hombre discreto» y su
Don Quijote levantó acta de la realidad española (desde La Mancha a
Andalucía, de Andalucía a Cataluña) y de los distintos usos,
costumbres, dialectos y lenguas. En su visita a Barcelona no deja de
testimoniar el uso del catalán: «Venía sobre un poderoso caballo,
vestida la acerada cota y con cuatro pistoletes (que en aquella
tierra se llaman “pedreñales”)»; «diciéndoles en lengua catalana que
estuviesen quedos y se detuviesen hasta que llegase su capitán»;
«¡Viva Roque Guinart muchos años, a pesar de los “lladres” que su
perdición procuran!» (Citas del Capítulo LX. Segunda Parte). Además,
el autor se hace eco de personajes populares de su propia época (el
bandolero Roque Guinart, sin ir más lejos) o la lucha de poderes
locales entre «nyerros» y «cadells». Ante los facinerosos de
Guinart, el Quijote se muestra benévolo. Como apuntó el estudioso
Martín de Riquer, «aparte de la recreación artística, no deja de ser
chocante dibujar con tal simpatía a un grupo social que, además de
sus delitos, se suponía que mantenía relaciones con los hugonotes
franceses».
Para el secretario general del Instituto Cervantes, Rafael
Rodríguez-Ponga, la propuesta de trasladar puntualmente la reunión
del Patronato «ha sido muy bien acogida. Es una propuesta muy
cervantina, ya que efectivamente el propio Cervantes introduce
palabras en catalán en ‘‘El Quijote’’». Aunque la fecha está por
determinar, sería a lo largo de 2017, precisamente un año que se
prevé complicado por el nuevo órdago soberanista.
- Argentina espera
El encuentro del Patronato en Aranjuez sirvió también para revalidar
la apuesta del Cervantes por el vínculo con hispanoamérica. Hace
sólo una semana se anunció que el próximo Congreso de la Lengua
Española se celebrará en Córdoba (Argentina), que tomará en 2019 el
testigo de Puerto Rico (el evento tiene periodicidad trienal). En
él, la lengua volverá a ser ideología por la hermandad, pues, como
recordó el Rey, «Miguel de Cervantes logró articular un pensamiento
universal al servicio de la libertad y aportó a nuestra lengua
compartida una riqueza extraordinaria».
Aseguran desde la institución, que cumple 25 años, que goza de buena
salud y mantiene una progresión al alza. El español interesa, atrae
y «vende» dentro y fuera de nuestras fronteras. Este año se han
tramitado 142.794 matrículas. Los candidatos al certificado DELE han
subido un 32% en el último curso (90.000 en total), el DELE 2 ha
incrementado sus aspirantes en un 255% y los centros de examen
crecen en un 5%. Con un total de 5.350 actividades culturales en su
extensa red de centros y colaboraciones en 2.605 iniciativas de
otras entidades, el Cervantes ha dado un impulso también a la
enseñanza virtual. En cuanto a las pruebas de conocimiento para
obtener la nacionalidad española, se han presentado 62.114
candidatos de 140 nacionalidades distintas, con una tasa de aprobado
del 97%. La institución ha incrementado un 37% sus ingresos
ordinarios y su presupuesto inicial para el presente ejercicio sube
a 115,36 millones de euros, un 0,4% más que el año pasado.
- «Rellenar huecos»
Entre los retos inmediatos del Cervantes figura la reapertura del
centro de Nador y una nueva instalación en El Aiún (Marruecos),
además de «rellenar huecos» en Asia, África y Europa. Países como
Corea del Sur, por ejemplo, tienen una alta demanda de estudios
hispánicos.
No obstante, al igual que otras instituciones del Estado, el
Cervantes aguarda la conformación de un nuevo gobierno para que se
puedan ejecutar todos los planes. «Estamos trabajando en el
cumplimiento de la nueva legislación, en la preparación del Plan
Estratégico 2017/2019, en nuevos planteamientos académicos y en la
presencia geográfica. Así que estamos haciendo nuestro trabajo,
cumplimos con los deberes, pero todo queda supeditado a la formación
de Gobierno», señaló a LA RAZÓN Rafael Rodríguez-Ponga. La apertura
de nuevos centros, sin ir más lejos, depende del visto bueno del
Consejo de Ministros, algo que en la actualidad, al estar en
funciones el Gobierno, no es posible. A este respecto,
Rodríguez-Ponga reconoce que hay «muchas propuestas» de nuevas
instalaciones que su equipo no ha elevado porque «no hay un
funcionamiento normal» del Estado.
El 25 cumpleaños de la institución concita, a pesar de todo, los
parabienes. «Tenemos ya una experiencia acumulada de mucho tiempo y
unos grandes profesionales», asegura el secretario general. Mil
trabajadores se reparten por entre las 89 sedes distribuidas por el
mundo, además de los 192 centros acreditados. En la red de 60
bibliotecas se custodian 1,3 millones de volúmenes. Se prestan
547.000 libros al año entre los 58.000 socios de la red. Los
responsables del Cervantes consideran que, a pesar de la «juventud»
de esta institución, cada vez más puede hablarle de tú a colosos
como el British Council o la Alliance Français.
Víctor García de la Concha no repetirá
Una de las noticias que ha dejado la reunión del Patronato del
Instituto Cervantes en el Palacio de Aranjuez ha sido la
confirmación de que Víctor García de la Concha, director de la
institución, dejará la entidad en los próximos meses y no volverá a
presentarse al cargo. De hecho, García de la Concha (de 82 años) ya
anunció que su mandato se limitaría a una sola legislatura. Accedió
a la dirección en 2012 y, aunque su etapa al frente debía expirar
este año, coincidiendo con la formación del nuevo Gobierno que
saliera de las elecciones de diciembre de 2015, el hecho de que no
se haya podido conformar dicho gabinete, ha retrasado su salida.
Ésta se hará efectiva cuando se pueda conformar un nuevo Consejo de
Ministros, encargado de elegir al director del Instituto Cervantes.
El propio García de la Concha, que fue también director de la Real
Academia de la Lengua entre 1998 y 2010, apuntó algunas ideas de
cara a la elección de su sucesor, como que sea un buen conocedor de
«la administración complejísima» de esta institución, familiarizado
con las «criaturas recién nacidas» del Cervantes, como el Servicio
Internacional de Evaluación de la Lengua Española (Siele). «Yo no
olvidaré al Cervantes, mientras pueda lo ayudaré sin título alguno,
porque se coge cariño a las cosas», confesó el actual director. Su
secretario general, Rafael Rodríguez-Ponga, consideró «todo un lujo»
poder contar con una persona como García de la Concha al frente de
un Instituto que, recordaron ambos, ha logrado capear la crisis y
evitar el cierre de varios centros amenazados por la coyuntura
económica.
******************* Sección "bilingüe"
***********************
La destrucción del Estado de derecho en
España
El Estado de derecho es aquel en que la ley afecta a todos,
incluyendo a los gobernantes, cuyas atribuciones deben sujetarse a
reglas establecidas.
Pío Moa gaceta.es 12 Octubre 2016
El estado de derecho es aquel en que la ley afecta a todos,
incluyendo a los gobernantes, cuyas atribuciones deben sujetarse a
reglas establecidas. Normalmente las normas y leyes particulares se
articulan en torno a una Constitución votada por mayoría. Realmente
ningún estado es plenamente de derecho, por cuanto en la práctica
política surgen situaciones a las cuales es difícil aplicar las
leyes preexistentes, lo que deja un margen de discrecionalidad; y
por otra parte el poder puede realizar, y de hecho es frecuente que
realice, acciones o promulgue leyes en conflicto con los principios
jurídicos básicos. Además una Constitución puede ser discutida y
discutible aunque la haya votado una fuerte mayoría, máxime cuando
fue elaborada de forma tan peculiar como la española. Siguiendo con
ello, la Constitución española fue votada por una mayoría algo
exigua para la trascendencia del documento, que por lo demás muy
pocos ciudadanos habían leído o comprendido en sus implicaciones. El
caso de la fallida Constitución europea, aceptada en España y
rechazada fuera, resultó en verdad descarado. Pero no vamos a entrar
ahora en los muchos problemas en torno a estos asuntos. Daremos por
adecuada, sin más, la definición habitual.
En España, el Estado de derecho salido de la transición sufrió desde
muy pronto, al tomar el gobierno iniciativas que probablemente
corresponderían más bien a un referéndum, como la entrada en la OTAN
aplicada directamente por el gobierno de Calvo Sotelo. Y embates tan
fuertes como la expropiación de Rumasa. Pero me referiré en
particular a la política seguida con lo que puede definirse
adecuadamente como un grupo de asesinos profesionales por la espalda
con pretensiones políticas, es decir, la ETA. Desde muy pronto en la
transición se impuso la política, totalmente incompatible con el
estado de derecho, de que había que aceptar las pretensiones de los
asesinos dándoles una “salida política”, lo que equivalía a
legitimar el asesinato como una forma de hacer política. Que casi
casi nadie haya reparado en el tremendo desmán o lo haya denunciado,
dice mucho de la calidad democrática de nuestros políticos y
periodistas. El único que aplicó, aun con fallos, una política
adecuada, legal aun con fallos, tratando a los delincuentes como
tales, fue Aznar, que consiguió llevar a la ETA “al borde del
precipicio”.
En esa situación crítica, el gobierno de Zapatero acudió al rescate
del grupo asesino, premiando literalmente su historial de crímenes
con relegalización, dinero público, proyección internacional y
convirtiéndolo en una potencia política en Vascongadas y Navarra.
Esto ha sido un ataque directo y brutal al estado de derecho, a la
más elemental norma jurídica y a la estabilidad e integridad de
España. Conviene recordar que ETA y PSOE comparten un 80% de
ideología. La democracia permite una alternancia en el poder y el
cambio de políticas que se revelan nefastas, pero el posterior
gobierno de Rajoy ha proseguido la línea ilegal, antidemocrática y
antiespañola de Zapatero. A partir de ahí, aunque casi nadie quiera
darse cuenta de ello, el estado de derecho se ha convertido en una
farsa que está pudriendo la vida política. No voy a extenderme sobre
el sistemático incumplimiento de la Constitución en Cataluña y
Vascongadas y sobre todo por el gobierno nacional, que al no hacer
cumplir la ley tampoco la cumple.
Pondré otro caso en cierto modo más grave. Otra de las hazañas de
Zapatero fue la ley de memoria histórica. Esta ley, a pesar de sus
enredos retóricos, trata de deslegitimar radicalmente al franquismo,
imponiendo una visión de la historia y definiendo como “víctimas” a
las personas ejecutadas o perjudicadas por aquel régimen. Ahora
bien, en un estado de derecho es completamente inadmisible que se
imponga desde el poder una versión particular de la historia, algo
propio más bien de tiranías como la cubana o la de Corea del Norte.
Y una vez más vemos cómo la masa de los políticos y partidos han
aceptado una fechoría de tal calibre que, nuevamente, vuelve
precaria la estabilidad del país. Está bien claro que la cultura
democrática de nuestros partidos es inexistente, son incapaces de
percibir los límites a su actuación, un problema más de corrupción y
mucho más grave que la económica. En La guerra civil y los problemas
de la democracia he abordado este hecho, la ausencia de un
pensamiento democrático en España, tanto en la derecha como en la
izquierda. El problema se agrava porque la ley declara “víctimas” a
los miles de asesinos, torturadores y chekistas ajusticiados en la
posguerra, e implícitamente declara tales a los etarras a partir de
1968, que supuestamente luchaban “por la libertad”. Es indudable que
los autores de la ley se identificaban con tales “víctimas”, a las
que exaltan como tales al nivel de las inocentes que, dadas las
circunstancias, también tuvo que haber. Es decir, ellos mismos se
declaran cómplices de tales "víctimas"
El alcance de la ley de memoria histórica va más allá: al
deslegitimar al franquismo deslegitima implícitamente la transición,
la democracia salida de ella y la monarquía, puesto que las tres
proceden directa y esencialmente de aquel régimen. Esto coloca al
régimen actual en una posición jurídicamente incierta, que están
aprovechando movimientos radicales diversos para socavarlo. También
aquí volvemos a comprobar la ausencia de un pensamiento y principios
democráticos y de respeto al estado de derecho entre nuestros
políticos y partidos.
Un aspecto de esta situación de podredumbre progresiva lo tenemos
ahora con una “moda” que parte de Barcelona: el negocio de los
“okupas” que se meten en una casa ajena y exigen a los dueños una
especie de “indemnización” o chantaje para irse de ella. Como, según
una ley absurda, el propietario tendría que perder un año en
reclamaciones judiciales para recuperar lo que es suyo, muchos ceden
al chantaje: es la ausencia de un estado de derecho en la que un
poder autodeslegitimado provoca la indefensión de los ciudadanos. En
tales circunstancias, algunos de estos han decidido tomarse la
justicia por su mano: han contratado a tipos forzudos para desalojar
por la fuerza o la intimidación a los okupas.
Desde luego, es plenamente legítimo que los ciudadanos se tomen la
justicia por su mano si los gobernantes no cumplen la exigencia más
elemental de protegerlos frente a los delincuentes (algo así pasa
con las víctimas de la ETA, desasistidas por los gobiernos): no son
los ciudadanos, sino unos gobernantes que de hecho se convierten en
cómplices de los delincuentes, los culpables de tales situaciones.
Ahora bien, la dinámica es muy peligrosa: así empezó la mafia
siciliana. Ante los continuos robos, los cultivadores de agrios
pagaron grupos de protección, que salvaron sus cosechas. Sin embargo
esos grupos evolucionaron ampliando su “protección” a todo tipo de
negocios y convirtiéndose en unos delincuentes más. En todos estos
casos, lo que ha fallado es el estado de derecho, que no solo debe
respetar las leyes sino hacerlas cumplir, un deber al que faltan
cada vez más sistemáticamente los partidos y gobiernos. De manera
inadvertida, como si no pasara nada, España va encaminándose a una
situación sin ley efectiva. Como casi nadie quiere darse por
enterado, al menos el historiador que conoce precedentes como la II
república, debe exponer los hechos, y que cada cual asuma su
responsabilidad.
Los ilusos contemporizadores. Un peligro
para España
“Conservar enhiestos los castillos en el aire resulta muy costoso”
E.Bulwer Lytton
Miguel Massanet diarioalsigloxxi.com 12 Octubre 2016
Es posible que la prudencia, como suele recomendar, quizá con
demasiada frecuencia, nuestra vicepresidenta en funciones, señora
Sáez de Santamaría, sea una virtud que, normalmente, suele dar sus
frutos y evita que, una excesiva ligereza en tomar decisiones, un
apresuramiento en ejecutar una determinada acción o en emitir
juicios de valor, pueda llevar, en algunas ocasiones, a cometer
errores o a lo que, vulgarmente, se conoce como “meter la pata”. No
obstante, cuando el aplicar soluciones a problemas que puedan llegar
a convertirse en endémicos y que, con el tiempo, puedan irse
agravando o, incluso, llegue un momento en el que ya estén tan
enraizados y emponzoñados de modo que ya no haya tiempo para
solucionarlos con buenas palabras, con reconvenciones circunspectas
o por medios pacíficos; entonces, señores, aquella prudencia que
hubiera sido recomendable en un momento determinado, se convierte en
estupidez, negligencia o, incluso, en algo más grave; si lo que se
pudiera haber evitado con una acción más ágil y oportuna, por miedo
a sus consecuencias, por mojigatería de quienes tenían la obligación
y el deber de cortarlo de raíz, no lo hicieron, pensando que
contemporizando, cediendo, suavizando las críticas o evitando
enfrentamientos, se evitarían males mayores. Estos, sin duda,
pudieran ser los culpables de una actuación dolosa por haber actuado
en menoscabo de los intereses del Estado y de sus ciudadanos, cuando
no se ha tenido el valor, la decisión, la visión de futuro y la
serenidad para enfrentarse con la diligencia requerida a una
cuestión que, si se la dejaba incubar, desarrollarse y enraizar,
acabaría por desembocar en algún grave perjuicio para la nación.
Por desgracia, ya estamos acostumbrados a que, estos ilusos o, en
ocasiones, retorcidos amigos de la contemporización, nos los
encontremos en todos los estamentos de la sociedad, desde aquellos
que en las tertulias de café abogan para que los poderes públicos
traten con guante banco determinadas actitudes revolucionarias para
evitar lo que ellos califican como el “victimismo”, algo que los
españoles hemos tenido ocasión de contemplar en casos como es el
nacionalismo catalán y vasco, hasta en los medios de comunicación
como la prensa, TV o radios; donde es frecuente, en las tertulias,
entrevistas, confrontaciones etc. encontrarnos con los habituales
defensores de la paciencia, la no intervención, el no judicializar (
una palabra últimamente muy usada), el “dialogar”, la no
participación de las fuerzas del orden y, en el peor de los casos,
si no quedara más remedio que su intervención se produjera con
porras de seda y balas de algodón, no fuera que aquellos que se
orinan en las botas de la policía o les tiren adoquines, cocteles
molotoff o quemen contenedores, pudieran sufrir algún arañazo que,
como todos sabemos, será inmediatamente filmado, para la posteridad,
por algún fotógrafo que está a la espera de que “la policía se
sobrepase en el cumplimiento de su deber”, para luego publicarlo con
todos los pelos y señales en los periódicos y TV, para denunciar “la
actitud brutal de las fuerzas del orden”.
Lo peor de todo es cuando, estos “apaciguadores”, se instalan en el
Gobierno o en aquellas instituciones, como son la magistratura, la
fiscalía o cualquier órgano relacionado con la seguridad del Estado.
Y aquí es donde, precisamente, nos aprieta el zapato a los españoles
y, muy en particular, a los que estamos residiendo en territorios en
los que algunos quisieron inventarse una historia, por supuesto
apócrifa, de supuestos reyes, de imaginarios derechos ancestrales y
de no menos importantes y diferenciadoras especificaciones somáticas
que, según ellos, los sitúan por encima del resto de los españoles
de otras regiones. “Dejémoslos y no intervengamos porque si lo
hacemos los convertiremos en víctimas ante el resto de la población
catalana” o “No se preocupen que, si no intervenimos, esta tendencia
nacionalista se apagará tal y como ha aparecido” o “Si aplicáramos
lo establecido en el artículo 155 de la Constitución nos
expondríamos a que tuviéramos problemas de orden público, es mejor
intentar dialogar con ellos”, estas o similares expresiones, los
ciudadanos de a pie las hemos escuchado cientos de veces, desde que
el señor Mas lanzó su gran desafío al Estado español cuando,
derrotado en las municipales y autonómicas y desesperado para
salvarse de aquella debacle, decidió lanzarse al abismo de la
inconsciencia y del despropósito, amenazando con la escisión de
Cataluña del resto del Estado español.
Se salvó y junto a él empezó a tomar forma lo que, debido a la falta
de reacción del Gobierno y de la judicatura, ha ido tomando forma,
aumentando, consiguiendo nuevos militantes y convirtiéndose en un
tumor nacionalista que, en estos momentos y gracias a la debilidad
del Estado, empeñado en discusiones bizantinas sobre si debe existir
un bipartidismo o si, a cambio, deberemos sumergirnos en el reino de
las izquierdas, ayudados por partidos como Podemos y toda la
colección de formaciones extremistas dispuestas a acabar con lo que
ha sido España, con su historia, con su bienestar y sus
posibilidades de progreso; para llevarnos a lo que, en 1936, no
fueron capaces de conseguir, o sea, a un sistema de gobierno al
estilo del comunismo bolivariano o, lo que es lo mismo, a imagen y
semejanza del bolchevismo del pasado Siglo XX en la URRS.
Que haya quien, en las redes, se manifieste en favor de que, un niño
que padece cáncer, se muera por querer ser torero o quien amenace de
muerte a uno que tiene ideas diferentes a las propias o que, por ser
partidario o jugador de un equipo determinado, se le insulte y se le
degrade; parece que ya no nos preocupa, que se debe tener paciencia,
no actuar, dejarlo pasar no fuera que, si lo llegaran a procesar,
este sujeto se hiciese popular e intentaría explotarlo. Ocurrió en
tiempos de la ETA, cuando había quienes pensaban que debía cederse
ante ellos, que se debía abrir camino para darles lo que
solicitaban, que entendían que era una cuestión política y no una
banda de rufianes armados que era necesario dialogar con ellos.
Hoy todavía los hay que, con su “buenismo”, piensan que se le
debería haber facilitado a un etarra, como Otegui, el escalar al
parlamento vasco, olvidándose de su pasado en la kale borroca y en
Herri Batasuna. Un país sin código penal y sin cárceles para
aquellos que no aceptan las reglas de la convivencia, las normas del
respeto mutuo, los valores democráticos (algunos, como ocurre en
Cataluña, pretenden hacerse una democracia a su imagen y semejanza,
olvidándose que están inmersos en un país democrático, que está
regido por una Constitución aprobada por todos, también por los
catalanes y que, en consecuencia, no cabe que una parte díscola
decida, en minoría, excluirse y formar una nación aparte) sería un
país ingobernable, un caos, una mera entelequia del absurdo y,
evidentemente, un país condenado al fracaso y la desintegración.
Lo que ocurre, con estos contemporizadores, es que pretenden nadar
entre dos aguas, poner una vela a Dios y otra al Diablo, para que
así nunca les pille el toro, sea quien fuere que llegara a ocupar el
poder. En el fondo son sacos vacíos, débiles y volubles que siempre
ven el lado pesimista de las cosas y que le temen a todo lo que
signifique energía, decisión, valentía y audacia, sin cuyas virtudes
un gobernante no tiene la menor posibilidad de mantenerse en el
poder y, mucho menos, de sacar adelante al país. Periodistas,
presentadores, articulistas, comentaristas etc. han contribuido a
que, durante años, se haya tenido una actitud excesivamente generosa
con aquellos cuya finalidad no ha sido otra que la de boicotear el
Estado de Derecho; se haya permitido, por miedo a ser masacrado por
los medios de comunicación, que los nacionalismos, especialmente el
catalán, hayan progresado a una velocidad que era impensable hace
apenas unos pocos años. Gobernantes pendientes de sus votos,
autoridades apoltronadas en sus rutinas, políticos en busca de
notoriedad, y ciudadanos mal informados, peor instruidos y
utilizados para nutrir la causa independentista, son los que, en
conjunto, como un totum revolutum, han sido los que nos han llevado
a esta situación en la que nos encontramos en la actualidad.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie,
acostumbrados a llamar las cosas por su nombre, a no arrugarnos
cuando tenemos que emitir una opinión y seguros de que España está
en una situación, quizá la más comprometida en mucho tiempo, tenemos
que abominar de todos aquellos que por su flojera, su miedo a
definirse, su empeño en no afrontar los temas de cara o su tendencia
a intentar acudir a medios poco efectivos para resolver cuestiones
que, en modo alguno, pueden dejarse en barbecho, cuando, en muchos
casos, esto es lo que pretenden aquellos a los que, permitiendo que
ganen tiempo, se les ayuda a conseguir sus objetivos. Y cuando,
estos objetivos, consisten en romper la unidad de España, entonces,
señores, ya no se trata de unos insensatos ilusos, sino de unos
traidores secesionistas.
Ofensiva internacional de la Generalitat
contra la justicia española
José Oneto Republica 12 Octubre 2016
Cuando parecía que el contencioso catalán había desaparecido
prácticamente de la Agenda política, entre la moción de confianza
presentada por el presidente Puigdemont con la que ha ganado tiempo
para superar la crisis interna de su Gobierno, gracias al apoyo de
la CUP (Candidatura de Unidad Popular), y los distintas reacciones
de los Tribunales a decisiones unilaterales y al margen de la
legalidad por parte de la Generalitat y de sus representantes, la
agenda catalana, en vísperas de la investidura de Mariano Rajoy, que
se celebrara entre el 28 y el 30 de este mes de Octubre, ha vuelto
al primer plano de actualidad. Una actualidad que este martes pasa
por la Ofensiva internacional del Govern catalán para denunciar ante
la ONU y el Consejo de Europa de lo que llaman “persecución a los
representantes electos que apoyaron la Resolución del Parlament de
Catalunya en la que se declaraba solemnemente el inicio del proceso
de creación de un Estado catalán en forma de República”.
Esta ofensiva internacional responde a actuaciones, durante las
últimas semanas, de los o´rganos judiciales que comenzaron actuando
con la petición de la Fiscali´a Superior de Catalun~a de 10 an~os de
inhabilitacio´n para Artur Mas y nueve para la exvicepresidenta
Joana Ortega y la exasesora Irene Rigau, por desobediencia y
prevaricación, en el proceso abierto sobre la consulta del 9 de
noviembre, y en principio han terminado con la remisio´n del
Tribunal Constitucional a la Fiscali´a del Estado, del procedimiento
abierto contra la presidenta del Parlament Carme Forcadell por haber
hecho votar las conclusiones de la comisión sobre el “proceso
constituyente” y de Francesc Homs por dos delitos, desobediencia y
prevaricación, por la consulta soberanista de 9 de noviembre de 2014
en Cataluña. En medio, la sentencia del Tribunal Constitucional que
anula parte de la Ley catalana sobre la Paridad entre mujeres y
hombres, así´ como otras 34 leyes catalanas ya impugnadas en los
últimos siete an~os, quince de las cuales de naturaleza social.
La respuesta del Parlament a esa actuación de los Tribunales para
que se cumpliese lo establecido en las leyes, llegaba con la
aprobación´n de la propuesta de un Referéndum unilateral, con el
consentimiento o no del Estado, a celebrarse no ma´s tarde de
septiembre de 2017, a petición de los independentistas y con la
abstención de la confluencia de izquierda Catalunya Si´ Que Es Pot.
El proceso podri´a afectar pro´ximamente incluso a los toros, ya que
se espera, en pocos días, la sentencia del Constitucional, sobre el
recurso presentado por el Partido Popular, de la ley aprobada por el
Parlamento e impulsada por una Ley de Iniciativa Popular, que
prohi´be la celebración de las corridas en Catalun~a.
Empeñado en la celebración del Referéndum el presidente de la
Generalitat Carles Puigdemont
se presentó el lunes en Madrid para negociar con el Gobierno, una
consulta sobre la independencia de Cataluña, consulta muy difícil de
encuadrar dentro de la Constitución española. El Presidente de la
Generalitat que consiguió el apoyo de Pablo Iglesias no sólo para
esa consulta, sino también, para oponerse a cualquier suplicatorio
que los Tribunales pidan contra Homs, quiso dejar claro en Madrid,
que las prioridad de los catalanes es “llegar a un acuerdo con el
Estado para el Referéndum. El independentismo existe aunque gires la
cabeza y hagas como que no lo ves”.
Pero quizás lo más sorprendente sea esa ofensiva internacional
invocando la intervención del Alto Comisionado de la ONU para los
derechos Humanos y el Comisionado de la ONU del Consejo de Europa en
la que en una carta, de la que informa La Vanguardia, se da cuenta
del “carácter antidemocrático vigente de las instituciones
judiciales españolas y la vulneración evidente de los derechos
fundamentales y políticos de los catalanes mediante la persecución
de los cargos electos”.
También se comunica, la resolución de la comisión de Justicia del
Parlament en la que se “reprueba el fiscal jefe de la Audiencia
Nacional, Javier Zaragoza, por la circular con la que da
instrucciones de persecución de los cargos electos catalanes”, al
tiempo que “lamenta la voluntad de instrumentalización política de
los órganos jurisdiccionales por parte del Gobierno del Estado, con
la intención de vulnerar los derechos fundamentales y políticos de
los cargos electos catalanes”. Una situación que, a tenor del
Parlament, “impide que cumplan el mandato recibido de la ciudadanía”
y así se lo expresan a los responsables internacionales.
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