Cumplir con el déficit público con el
Congreso a la contra
EDITORIAL El Mundo 9 Noviembre 2016
El Gobierno se ha comprometido con Bruselas a reducir el déficit
público hasta el 3,1% del PIB en 2017. Ello a pesar del parón
institucional de estos meses y de la prórroga del Presupuesto en
este año, que ha impedido adelantar ajustes que ayudarían a las
cuentas del próximo ejercicio. Se trata de un objetivo ambicioso si
tenemos en cuenta que el Ejecutivo de Mariano Rajoy ha sido incapaz
de cumplir con sus compromisos con Bruselas en toda la legislatura
pasada, a pesar de haber rebajado el desfase en las cuentas del 9,6%
en 2011 al 5% en 2015. Y no lo ha hecho, además, contando con una
mayoría absoluta en el Congreso que le otorgaba una capacidad
legislativa casi absoluta para decidir la estrategia para controlar
el Presupuesto.
Para defender las medidas tomadas por el Gobierno con el fin de
corregir el déficit público excesivo tuvo que comparecer ayer el
ministro de Economía, Luis de Guindos, en el Parlamento Europeo.
España tiene un procedimiento abierto por no adecuarse a los
compromisos adquiridos con la Comisión. El pasado verano se salvó de
una multa a cambio de comprometerse a reducir el déficit al 4,6% del
PIB en 2016 y al 3,1% en 2017. Pero todavía se enfrenta a la amenaza
de ver congelados parte de los fondos europeos que llegan al país.
Guindos expuso que el adelanto de los pagos a cuenta del Impuesto de
Sociedades permitirá ingresar unos 9.000 millones de euros -por
encima de los 8.200 millones previstos- y dejar el déficit en el
4,4%, por debajo incluso de lo pactado con Bruselas. Pero quizá esto
sea lo más fácil que ha tenido que hacer Guindos en este viaje,
aunque reconocer en el Europarlamento que no hemos cumplido nunca
sea un asunto agradable.
Porque lo realmente difícil será conseguir ese ajuste adicional de
5.500 millones de euros que pide Bruselas para el año próximo para
dejar el déficit en el 3,1% del PIB. Guindos había dicho previamente
que no sería necesario llegar a esa cifra porque la economía crecerá
en 2015 y 2016 por encima de lo previsto y esa mayor actividad
repercutirá en un incremento de la recaudación. Pero el ministro
reconoció tras el Ecofín que ya "no existen regates de ningún tipo"
para corregir el déficit: "He contestado hoy la carta que mandaron,
ya como ministro en plenas funciones. En esa carta repito
exactamente los mismos términos. España va a comprometerse en el
proyecto presupuestario, que va a incluir un déficit nominal del
3,1% y un esfuerzo estructural del 0,5%, como no podía ser de otra
forma".
En otras palabras, el Gobierno ha prometido a la Comisión que va a
reducir esos 5.500 millones por medio de una subida de los ingresos
-vía impuestos, en definitiva- o de un recorte de los gastos, y nada
de fiarlo al favorable crecimiento de la actividad. Ahora bien,
¿está en condiciones de conseguirlo? Desde luego, va a tener que
empeñarse a fondo para cumplir esa promesa. Como decimos, el
Gobierno popular no lo ha conseguido en los años en los que ha
gobernado con mayoría absoluta, en los que tenía pleno control de
los Presupuestos y podía aplicar los recortes donde quisiera. Pero
esa libertad de acción ha pasado a mejor vida.
El Ejecutivo necesita acordar los Presupuestos de 2017 con
Ciudadanos y, al menos, con el PSOE o con el PNV. Tendrá que
negociar muy fino para conseguir una mayoría parlamentaria
suficiente que apruebe unas cuentas públicas que tendrán que asumir
irremediablemente una subida impositiva o un recorte de gastos.
El Gobierno, pues, se encuentra ahora con mayor presión que nunca
para cumplir los compromisos contraídos con los socios europeos
-volver a fallar supondría casi con toda seguridad ser multado-, en
el momento en el que ha dejado de tener el control real de los
Presupuestos. El PSOE ya ha dicho que es "imposible" aprobar las
cuentas que presente el Ejecutivo. Y el acuerdo de investidura con
Ciudadanos no apunta precisamente hacia un presupuesto restrictivo
como el que todavía se necesita para 2017.
Estabilidad, no inmovilismo
FERNANDO PALMERO El Mundo 9 Noviembre 2016
Cuando la estabilidad de un Estado se cifra en la permanencia de una
sola persona, en este caso Rajoy, poco puede esperarse de la
democracia, en este caso la española. Ganó las elecciones el PP. No
él. Ni sus ministros, incapaces algunos, cínicos otros, eficaces
unos pocos, confirmados casi todos en sus puestos de manera
desafiante.
Ha repetido hasta la saciedad en esta misma página Luis M. Anson,
que ha sido siempre algo más que un periodista, que la única forma
de frenar a los movimientos antisistema pasa por acometer reformas
internas. La indignación no es sólo una enfermedad de pubertad
crónica, sino la frustración de gran parte de la ciudadanía que se
considera estafada. Porque lo ha sido. O no. Pero poco importa eso
en un régimen de representación.
Y Rajoy es hoy una imagen agotada que se resiste a caer
identificándose con el Estado. Estabilidad e inmovilismo son tan
antagónicos que su confusión puede arrastrar al abismo a un partido
que sí es esencial para evitar el naufragio del sistema. El PP sí es
el Estado. Rajoy, la ciega ambición de poder.
Montoro, el amigo de todos los funcionarios
Pablo Molina Libertad Digital 9 Noviembre 2016
Esto es el comienzo de una serie de medidas destinadas a expandir el
gasto público con el impulso decidido de Cs y el aplauso unánime de
la desleal oposición.
El ministro de Hacienda, que tantas satisfacciones nos ha dado a lo
largo de los últimos cuatro años, ha decidido seguir trayendo la
alegría a los corazones de todos los contribuyentes anunciando una
mejora salarial para los funcionarios. Según Cristobal Montoro, los
integrantes de la función pública española han demostrado una
capacidad de sacrificio sin precedentes durante esta crisis
económica y ahora es justo que el Estado (o sea, usted y yo) les
recompense con las regalías que dejaron de recibir en los tiempos
más duros, ya felizmente superados.
Está muy bien que los empleados públicos reciban esta muestra de
afecto del jefe de las arcas del Estado, sobre todo si el cariño va
acompañado de una regularización al alza de los complementos
salariales. Pero aún estaría mejor Montoro si reservara un poco de
ese cariño a los contribuyentes, que además de financiar estas
alegrías presupuestarias hemos soportado sus continuas subidas de
impuestos con un estoicismo cercano a la santidad.
Pero lo peor para nuestros bolsillos no es financiar esta
recuperación del poder adquisitivo de los empleados públicos. Lo
preocupante es que esto es, con toda seguridad, el comienzo de una
serie de medidas destinadas a expandir el gasto público con el
impulso decidido de Ciudadanos y el aplauso unánime de la desleal
oposición. Pasó la crisis económica, o eso dicen, y los dieciocho
gobiernos de España se frotan las manos porque en los presupuestos
del año próximo van a poder gastar (todavía) mucho más.
La subida de sueldo a los funcionarios es sólo el pistoletazo de
salida de una serie de hachazos a nuestro bolsillo que nos llevará,
poco a poco, a los tiempos imperiales de la burbuja inmobiliaria,
cuando los políticos autonómicos cesaban a sus asesores porque no
les proporcionaban ideas para derrochar a espuertas con la
suficiente velocidad.
Lo que Rajoy trata de comprar
Guillermo Dupuy Libertad Digital 9 Noviembre 2016
Poco ha tardado Soraya Sáenz de Santamaría en dejar claro –por si
alguien tuviera alguna duda– que su nombramiento al frente del
ampliado Ministerio de la Presidencia y para las Administraciones
Territoriales no está destinado, precisamente, a capitanear ni
resistencia ni menos aun ofensiva alguna contra el secesionismo
catalán.
Como si en España no hubiese gobernante autonómico alguno saltándose
a la torera nuestro ordenamiento jurídico y financiando ilegales
"estructuras de Estado", Sáenz de Santamaría, tras proclamar que
"todo el mundo tiene sus razones", se comprometía a buscar un
acuerdo para un nuevo modelo de financiación autonómica que "todo el
mundo pueda explicar". Teniendo presente que las palabras de la
vicepresidenta se producían horas después de que el nuevo portavoz
del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, anunciara que Rajoy pretende
entablar un diálogo con el golpista Puigdemont "sin apriorismos" ni
"líneas rojas", parece obvio que lo que nuevamente pretende el felón
que nos gobierna con este nuevo modelo de financiación autonómica es
tratar de contentar, vana y contraproducentemente, a los que no se
van a contentar. Y es que tú puedes vender a tus votantes y
desvertebrar todavía más España, pero eso no garantiza que puedas
comprar a los secesionistas catalanes.
A eso se ha dedicado, de hecho, Rajoy durante su primera
legislatura, dedicando todos los años a la Administración regional
en rebeldía la mayor parte de los Fondos de Liquidez Autonómica. Que
esa financiación crediticia extraordinaria, sin la cual el proceso
secesionista hubiera arrastrado a la autonomía catalana a la
suspensión de pagos, pase ahora a formar parte de un "nuevo" y
"estable" modelo de financiación autonómica no va a solventar sino a
agudizar todavía más la crisis nacional que nos aqueja.
Es evidente que una de las razones de dicha crisis nacional está en
nuestro demencial modelo de financiación autonómica, que, por un
lado, hace de nuestras Administraciones regionales las mejor dotadas
de toda la OCDE pero que, al mismo tiempo, exonera a los gobernantes
autonómicos de toda corresponsabilidad fiscal. Sin embargo, es
evidente, que la reforma planteada por el PP no trata de establecer
que cada Administración territorial establezca para su sustento sus
propios impuestos, sino que la Administración central siga
repartiendo en función de la mayor o menor presión de los diferentes
Gobiernos autonómicos, al tiempo que mutualiza la deuda que algunos
de ellos puedan generar.
En tiempos en los que el think tank que preside Aznar tenía algo que
ver con el partido que ahora dirige Rajoy, FAES hizo pública una
propuesta de reforma del modelo autonómico que, sin ser la única
guía de por dónde debería acometerse, al menos introducía algo más
de eficiencia y racionalidad que la que cabe esperar del intento de
congraciarse con unos secesionistas que aspiran a romper con España.
Cuando no se aspira a liderar en el ámbito de la opinión pública el
discurso de por dónde debería transcurrir una determinada reforma,
uno se arriesga a verse arrastrado del ronzal a la reforma que otros
proponen. Que los separatistas no quieran reforma alguna que no sea
la ruptura enquistará la situación pero no resolverá el problema. Lo
malo es lo que aún pueda empeorar con el vano intento de tratar de
contentarlos. Y eso es lo que me temo que se dispone a hacer quien,
como Rajoy, sólo espera a verlas venir.
Yes we Trump
Por su interés, reproducimos a continuación el editorial de
Gaceta.es del pasado lunes, justo cuando el FBI decidió dar un golpe
de efecto a los comicios retirando sus acusaciones sobre Hillary
Clinton.
EDITORIAL gaceta.es 9 Noviembre 2016
Hillary, buena; Trump, malo. Hillary, progresista; Trump, fascista.
Hillary, inteligente; Trump, burdo. Hillary, seria; Trump,
populista. Esas son algunas de las bárbaras simplificaciones que
prácticamente todos nuestros medios de comunicación, con poquísimas
excepciones, han venido repitiendo desde hace meses como “análisis”
de las elecciones presidenciales norteamericanas. Con esa
mixtificación no hacían sino repetir el discurso de los grandes
medios estadounidenses, volcados en el apoyo a la señora Clinton con
una unanimidad propiamente norcoreana. La unanimidad ha llegado al
extremo de que el coro mediático ha jaleado hasta el infinito las
eventuales manchas en el expediente de Trump mientras, al contrario,
ha callado (con un silencio igualmente infinito) las brutales
revelaciones sobre los comportamientos públicos y privados de
Hillary Clinton, comportamientos que incluyen una intimidad más que
inquietante con el dinero árabe, con bancos depredadores y con
fundaciones más bien sucias. Y a pesar de todo…
Y a pesar de todo, esta campaña electoral llega a su recta final en
una atmósfera de plena incertidumbre, porque Trump, en efecto, puede
ganar. ¿Y cómo puede ganar si la inmensa mayoría de los medios lleva
meses arrastrando su nombre por el fango, si todos los poderes
locales e internacionales le condenan? Puede ganar porque el
ciudadano norteamericano, a fecha de hoy, no piensa ni siente lo
mismo que sus elites económicas, mediáticas y políticas.
Hace años que los que mandan –lo mismo en Washington que en Madrid-
viven en un mundo aparte, su propio mundo, cada vez más alejado del
destino colectivo de sus pueblos. Ese fenómeno, descrito por
sociólogos como Christopher Lasch hace ya veinte años, ha alcanzado
hoy su apogeo y ha pasado a convertirse en una constante del mapa
político de nuestro tiempo. En gaceta.es lo venimos diciendo desde
el principio de la campaña, incluso antes, desde las primarias
republicanas: mientras la mayoría de los expertos veían a Trump como
una broma extravagante sin repercusión real, en nuestro medio
explicábamos que su discurso estaba conectando con una buena porción
de la ciudadanía americana. No era ningún misterio: bastaba con
escuchar a los ciudadanos, hablar con ellos, leer sus webs. Por
supuesto, los demás medios también lo sabían. La pregunta es por qué
la mayoría mediática ha preferido ocultar la verdad.
El discurso de Trump, en efecto, va mucho más allá de la sucesión de
exabruptos que la prensa mundial nos está vendiendo. Lo que Trump ha
venido a decir es lo siguiente: el establishment, los que mandan en
la política, la economía y los medios (que son cada vez más los
mismos), empujan a Norteamérica hacia un proyecto de dominación
global que está secando literalmente al país; apartarse de esa
política y volver los ojos hacia un proyecto de dimensiones
propiamente nacionales devolverá a América su grandeza. Puede ser
verdad o puede ser mentira. Se puede estar de acuerdo o no. Pero la
apuesta va mucho más allá de las simplezas que nos han contado. Y no
debe de resultar inocua para el poder establecido cuando tanto
empeño se ha puesto en matar política y personalmente a Trump.
A estas horas de hoy, lunes, parece que todo va a actuar contra
Trump en la jornada electoral. De momento, el FBI ya ha concluido,
asombrosamente, que no hay razones para procesar a Hillary, y lo ha
dicho –nada asombrosamente- a pocas horas de que los americanos
depositen su voto. Pero incluso si Trump pierde, los debates que el
candidato republicano ha puesto sobre la mesa permanecen vigentes:
frente al multiculturalismo, identidad; frente a la globalización,
soberanía; frente a la ideología de género, defensa de la familia y
del derecho a la vida. Son debates que ya están circulando con
intensidad en todo Occidente. En España, por desgracia, seguimos
girando en torno a nuestro pequeño ombligo, entre Podemos y Rajoy.
En España, por cierto, todos los partidos con representación
significativa han acudido en tropel a defender las banderas de
Hillary Clinton, es decir, los estandartes oligárquicos del
multiculturalismo, la globalización y la ideología de género, ese
nuevo consenso capaz de cobijar lo mismo a Cospedal que a Iceta. El
Partido Popular, que en las elecciones americanas siempre había
enviado delegados a los dos partidos, en esta ocasión sólo ha
colocado observadores en la convención del Partido Demócrata. Es
toda una declaración de intenciones. Es un signo evidente de que el
poder está con Hillary, de que Trump aterra a la nueva oligarquía
global. Razón de más para decir “Yes we Trump”.
DESDE LA TORRE DE BABEL
Bienvenido Mr. Trump
Rafael Bardají gaceta.es 9 Noviembre 2016
Es seguro que muchos norteamericanos odian a Donald Trump. Sus
razones tendrán. En Europa, sin embargo, más que odio que es un
sentimiento muy próximo al amor, simplemente se le desprecia. “Es un
demagogo”, se escucha. Y vulgar. Y machista. Y agresivo… la lista de
calificativos es larga aunque todos se condensa en una frase: “No es
uno de los nuestros”. En realidad nunca antes las élites políticas y
los gurus mediáticos habían coincidido en expresar tanto rechazo
frente a un candidato a presidente de los Estados Unidos.
Es verdad que Trump resulta agresivo en sus discursos y que sus
palabras a veces son gruesas. Pero no creo que ese sea el verdadero
motivo del rechazo de los dirigentes políticos europeos,
sinceramente. Me da que el disgusto de ver a Trump en campaña –y el
shock de imaginarle instalado en la Casa Blanca- se debe más bien a
dos cosas: la primera, que el candidato republicano (a pesar del
establishment de dicho partido, dicho sea de paso) es un fiel
reflejo de la sociedad real en la que vivimos. Por mucho que las
elites se nieguen a aceptarlo, la irrupción del individuo como
fuerza de expresión del descontento social, es el fenómeno político
de nuestro tiempo. Quienes aspiran a manejar a su antojo los
mensajes positivos para ellos en las redes sociales, se rasgan las
vestiduras cuando salen trasquilados en sus intentos. El estado de
malestar contra los ideólogos y gestores del estado de bienestar es
generalizado y trasciende fronteras. Y si a Trump lo apoyan muchos
americanos no sólo es por lo que dice sino también por cómo lo dice:
sin pelos en la lengua.
¿Es inaceptable que Trump diga en privado que la posición de poder
sirve para aprovecharse de las mujeres, convertidas en sumiso y
oscuro objeto de deseo? Me gustaría saber si los millones de fans de
los Rolling Stones, por nombrar una banda musical, quemarían sus
discos porque en algún momento sus ídolos pop no veían en sus
numerosas groupies más que un feliz pasatiempo. Nos guste o no, el
poder impone sus reglas y por mucho que intentemos mantenerlo bajo
control, es lo que es, la capacidad de imponer la voluntad de quien
lo detenta sobre otro, mujer, hombre, institución o país.
O sea, que lo que Trump pone en peligro verdaderamente es el
castillo de cristal en el que han habitados nuestros dirigentes
políticos desde el final de la segunda Guerra Mundial en el caso
europeo y desde el final del franquismo en el caso patrio. Trump no
es que sea grosero, es que es descarnado. No pretende engatusarnos
con las mentiras almibaradas de la política de la izquierda y la
derecha tradicionales. Trump no es el retorno del barbarismo,
representa el final del contrato social imperante en el mundo
occidental hasta ahora, basado en un elitismo encubierto, en la
opacidad institucional y en unas promesas de progreso económico y
social imposibles de sostener.
La segunda razón por la que nuestros dirigentes rechazan a Donald
Trump tiene que ver menos con sus formas y más con el contenido de
sus recetas para salir victoriosos de la crisis en la que estamos.
Tremp apela la nacionalismo y a anteponer los intereses nacionales a
cualquier otro juicio; la nación es su unidad política primaria,
cuyas fronteras deben ser activamente defendidas. Y es verdad, puede
que en Bruselas no se quiera hablar más de naciones y sus fronteras,
pero si hay algo que la Historia debería enseñarnos es que aquella
nación que no defiende sus fronteras se está condenando a
desaparecer. Trump, con sus diatribas contra los ilegales y sus
defensa de los ciudadanos americanos primero, cuadra mal con el
buenismo europeo y las pancartas que cuelgan de ayuntamientos como
el de Madrid de “refugees welcome”. No es una ninguna broma:
mientras que nuestros ministros y presidentes se empeñan en combatir
la crisis económica, Trump nos dice que la verdadera crisis es
civilizacional. Se trata de mantener nuestra identidad frente a
quienes quieren acabar con ella.
Trump personifica un doble dilema para nuestras elites gobernantes:
por un lado, escuchar las pulsiones de los ciudadanos no es algo que
ya pueda limitarse a mentir sistemáticamente cada cuatro años,
sabiendo que lo que se dice en campaña no es para cumplirse; por
otro, deja en evidencia que el sueño europeo es, en realidad, una
pesadilla cuyo único producto sólo puede ser el suicidio de aquel
que lo siga ciegamente.
El mundo del Siglo XXI no va a ser el paraíso terrenal que nos han
prometido durante los años de bonanza. No es ni jauja ni un camino
de rosas, vino y miel. Más bien se parece cada vez más al medioevo.
Cierto, contamos con armas futuristas y más que vendrán, pero
nuestros enemigos se bastan con machetes, allá y aquí. Lo nuestro no
es un problema de stagflación o de cualquier otro concepto del argot
de los economistas. Es un problema de nosotros y ellos. Ante tal
dilema, ¿con quien estaría más tranquilo, con Merkel, Rajoy o Renzi,
o con un Trump al frente de su gobierno? No lo diga en alto si no
quiere, pero sea honesto consigo mismo.
Donald Trump, una batalla contra todo y
contra todos
Donald Trump, un político políticamente incorrecto
Nadie ha apoyado al magnate inmobiliario desde el mundo académico,
de la empresa ni de la política; ni siquiera en su partido ha
encontrado apoyos
Donald Trump se adjudica el estado clave de Florida, la batalla se
traslada a Michigan
PABLO PARDO Corresponsal Washington El Mundo 9 Noviembre 2016
Una de las dudas de un Gobierno de Donald Trump es quién va a formar
parte de él. Nadie en el mundo académico le apoya. Nadie en el mundo
de la empresa le apoya. Nadie en el mundo de la política le apoya.
Nadie en su propio partido le apoya. Nadie en previos gobiernos,
demócratas o republicanos, le apoya.
De los cinco presidentes vivos -tres demócratas, dos republicanos-
ninguno le ha votado este martes. Sólo le han apoyado -en las urnas,
aunque no en público- el presidente de la Cámara de Representantes,
Paul Ryan, y, un poco más en público, el del Senado, Mitch
McConnell. Apenas dos periódicos en todo EEUU le respaldaron. Uno de
ellos, el diario oficial del Ku Klux Klan.
Ningún periódico relevante le apoyó. El segundo mayor diario del
país, 'USA Today', pidió a sus lectores, por primera vez en su
Historia, que no votaran por Trump. La revista The Atlantic también
reclamó el voto por Hillary. Era la tercera vez en sus 156 años de
Historia. Los precedentes: Abraham Lincoln, en 1860, y Lyndon
Sólo le apoyan los votantes, claro está.
Trump ha violado una por una las reglas de oro de toda campaña
electoral. No es sólo que haya insultado a los votantes. Es,
también, que no ha llevado a cabo encuestas serias, no ha organizado
a los votantes para ir a las urnas, ha cambiado de equipo electoral
tres veces, y apenas ha invertido en anuncios de televisión.
En otras palabras: no sólo ha desafiado a la gente que manda, sino
que también se ha reído de los procedimientos que en teoría sirven
para ganar elecciones.
Trump ha demostrado ser una fuerza de la naturaleza que ha derribado
la estructura política y económica de EEUU. Lo ha hecho solo. Y, si
se impone en las elecciones, deberá hacer algo parecido: gobernar
solo.
Trump contra mundum
Carlos Esteban gaceta.es 9 Noviembre 2016
El mundo, como en el célebre titular de El País tras el ataque a las
Torres Gemelas, vuelve a estar en vilo. Pero, esta vez, con una
curiosa particularidad: se trata de unas reñidas elecciones a la
presidencia de Estados Unidos, y todas nuestras cabeceras apoyan al
mismo candidato con igual vehemencia, en contra de, más o menos, la
mitad de la población norteamerica.
¿No es hermoso ver hermanados en una indisimulada propaganda al
vetusto ABC con el joven El Mundo, el agresivo laicista El País con
los meapilas de La Razón?
La fiesta terminó, fuera máscaras. El consenso socialdemócrata se
despoja de sus disfraces, Polichinela y Pantalón se abrazan en el
escenario.
Hoy seré muy breve, porque mis cabeceras de mis entretelas se
limitan amablemente a confirmar y reforzar todo lo que dije ayer.
Que, en realidad, hay una sola visión permitida y que la rivalidad
ideológica de nuestras democracias es un elaborado fraude.
El País: 'El mundo contiene el aliento mientras Estados Unidos
vota'. Es "el mundo en vilo", solo que aún les deben escocer las
risas como para repetir literalmente la expresión. En portada, la
foto de Obama.
ABC: 'Estados Unidos mide hoy la fuerza del populismo'. Todas estas
décadas de políticos prometiéndonos la felicidad NO eran populismo,
no se confundan. Quiten los toros, las sonrisas de Felipe VI y la
profusión de rojigualdas y verán al mismo perro con un collar
distinto. En la imagen, en la que vuelven al simbolismo de andar por
casa, una mano desde abajo sostiene y eleva una bandera americana.
El Mundo: 'Clinton saca una ligera ventaja a Trump en el 'sprint'
final'. Foto de una alegre Clinton llegando a un mitin y despertando
esa eufórica ilusión que suscita el más de lo mismo.
La Razón: 'Ante el abismo Trump'. Media cara del millonario como si
fuera el Monstruo de las Galletas. He observado que la derecha
timorata, siempre que puede, extrema su pasión en los asuntos en que
coincide con la izquierda, a la que ocultamente envidia y cuyo
liderazgo intelectual acepta tácitament
Parlamentos o plebiscitos
F. JIMÉNEZ LOSANTOS El Mundo 9 Noviembre 2016
Si el problema más grave de la política mundial fuera el populismo,
no habría sido derrotado en los USA sino en el Tribunal Supremo del
Reino Unido, que ha dado la razón a una ejecutiva y una peluquera
que acudieron a la Justicia para impedir que el Gobierno de May
consumara el Brexit sin la aprobación del Parlamento.
Como suele pasar, no ha sido la clase política británica, que, como
aquí, merecería la jubilación inmediata sin pensión, sino dos
ciudadanas corrientes las que han defendido la soberanía histórica
del Parlamento sobre cualquier otra instancia, incluidos el Gobierno
y la marabunta político-mediática. Gina Miller y Deir Dos Santos
decían que la salida de la UE tras el plebiscito perpetrado por el
infame Cameron (RIP), con el infame Johnson (RIP) en las calderas y
el Gran Pilatos Murdochconi en los medios, vulnera los derechos
individuales que les amparan en la UE. Y que sólo el Parlamento
puede revocar, desde la Ley, esos derechos que la Ley les garantiza.
"Una legislación sólo puede ser reemplazada por otra legislación",
decía Miller y el Supremo le ha dado la razón.
¿Quiere eso decir que el pueblo, que es el que elige el Parlamento,
no tiene derecho a decidir la salida de la UE? No. A lo que no tiene
derecho el Gobierno es a convocar un plebiscito (tramposo y
demagógico, como casi todos) y aprobarlo sin pasar por el
Parlamento, como quiere May. A lo que se niegan a renunciar Miller y
Dos Santos es a algo sagrado: unos derechos que, por la pertenencia
la UE, habían conseguido, llevándolas a crear, en uso de su
libertad, una propiedad, unas empresas que arruinaría el Brexit.
Naturalmente, el Parlamento puede votar que aprueba el Brexit y
hundirlas, pero sería legal. El sistema plebiscitario, televisivo y
simplificador, no debería sustituir al Parlamento, a la Ley, clave
de la civilización liberal.
No evocaré mi victoria contra la corrupta Justicia española y su ex
ministro Gallardón en Estrasburgo, donde fue posible que triunfara
la Ley y no el Poder. Lo importante en Londres es que, tras la
sentencia, May ha recurrido nada menos que a la Prerrogativa Real
del absolutismo contra el Parlamento, lo que prueba la actualización
del despotismo a través del populismo, de los tele-plebiscitos
contra la mediación sagrada de la Ley, sin la que no hay Propiedad
ni Libertad.
El declive del imperio americano
José García Domínguez Libertad Digital 9 Noviembre 2016
¿Clinton o Trump? Qué más da.
A todos los imperios les llega el instante fatal de la decadencia.
Más pronto o más tarde, pero a todos les llega. A todos, sin
excepción. Le llegó a Roma, le llegó a España, le llegó a la Gran
Bretaña, le llegó a la Rusia soviética. ¿Por qué no le iba a ocurrir
también a los Estados Unidos? Gane quien gane las elecciones, que en
el fondo es lo de menos, quien todavía fantasee a estas alturas con
revivir el viejo mito del sueño americano lo mejor que puede hacer
es coger un avión y empadronarse en cualquier ciudad de… Dinamarca.
Y es que, a día de hoy, nacer pobre en los Estados Unidos equivale a
tener todos los números de la rifa para morir igual de pobre setenta
y muy pocos años más tarde. En el caso de los Estados Unidos,
hiperpotencia que como siempre ha ocurrido en la Historia despierta
mucha más rendida fascinación entre los metecos de las colonias que
entre los propios nativos, el punto de inflexión, ese instante
fatídico a partir del cual los imperios comienzan a entrever su
ocaso, se remonta a los años sesenta del siglo pasado, cuando se
vino abajo al súbito modo la arquitectura financiera mundial
diseñada en Bretton Woods.
Si hubiera que señalar un instante a partir del cual la República
imperial inició su declive, sin duda, sería ese. Y es que, desde
aquel entonces, 1973, Estados Unidos no ha hecho más que vivir a
crédito del resto del mundo desarrollado, esto es, de Europa
Occidental y Japón. Tan deslumbrante, la exuberancia norteamericana
del último tercio del siglo XX y los primeros ocho años del XXI no
se puede explicar sin el dinero del resto del planeta que no cesó de
acudir en tropel a Wall Street, hasta que el inmenso castillo de
naipes se derrumbó sobre sí mismo. Aunque parezca increíble, sobre
todo a oídos de sus muy devotos admiradores europeos, Estados Unidos
se pasó nada menos que treinta y cinco años seguidos, desde 1973
hasta la bancarrota de su sistema financiero en 2008, gastando cada
año en productos extranjeros un 6% más de lo que podía pagar con sus
ingresos por exportaciones. Pero no solo eso. Durante los mismos
siete lustros consecutivos el Estado yanqui gastó todos los
ejercicios mucho más dinero del que ingresó vía impuestos. ¿Y cómo
lo hizo?, se preguntará el lector. Pues, muy fácil, porque el dinero
llamado a cubrir la diferencia entre sus ingresos y sus gastos
también lo aportó el resto del planeta.
Dicho de otro modo, Estados Unidos ha vivido a crédito (de nosotros)
durante treinta y seis años consecutivos. El cómo lo consiguió sería
materia para otro artículo, pero no hace falta ser un gran
economista para comprender que tal estado de cosas era insostenible
en el tiempo, que antes o después tendría que derrumbarse el sistema
todo. Y Lehman Brothers no fue nada más que eso, el catalizador de
un desplome sísmico que necesariamente tenía que ocurrir en algún
momento. Y el momento llegó en 2008. Pero no acaba ahí la cosa.
Desde 1973, no solo el Estado norteamericano y su sector exterior
estuvieron viviendo a crédito, sus ciudadanos, los habitantes del
país, también lo hicieron. Sí, los norteamericanos de a pie
estuvieron haciendo compras a crédito durante esos mismos treinta y
cinco años seguidos. Hasta el día en que su sistema bancario,
simplemente, reventó. Desde entonces, nadie, ni ellos ni nosotros,
ha vuelto a levantar cabeza. Porque antes del declive del imperio el
mundo disponía de un consumidor de última instancia, el pueblo
norteamericano, que absorbía todos los excedentes productivos de
Europa y Japón, lo que hacía que el engranaje del capitalismo global
siguiese rodando año tras año. Pero el engranaje se paró de golpe en
2008. Y parado sigue hoy. La decadencia, ya se sabe. ¿Clinton o
Trump? Qué más da.
El Vaticano se somete al islam
Giulio Meotti. Vía Gatestone Institute gaceta.eu 9 Noviembre 2016
Si el 11-S fue la declaración de la yihad contra Occidente, el 12-S
será recordado como uno de los arrodillamientos más dramáticos de la
sumisión cultural de Occidente al islam.
El 12 de septiembre de 2006, el papa Benedicto XVI (Joseph
Ratzinger) aterrizó en Baviera (Alemania), donde nació e impartió
sus primeras clases de teología. Se le esperaba allí para dar una
conferencia a la comunidad académica en la Universidad de Ratisbona.
Esa lección pasaría a la historia como el discurso papal más
polémico del último medio siglo.
En el de este año, el del décimo aniversario del discurso, tanto el
mundo occidental como el islámico le debían una disculpa a
Benedicto, pero, por desgracia ha ocurrido lo contrario: el Vaticano
se ha disculpado con los musulmanes.
En su conferencia, el papa Benedicto explicaba las contradicciones
internas del islam contemporáneo, pero también ofrecía un terreno de
diálogo con el cristianismo y la cultura occidental. El papa habló
de las raíces judías, griegas y cristianas de la fe europea,
explicando por qué son distintas del monoteísmo islámico. En su
charla incluyó una cita del emperador bizantino Manuel II Paleólogo:
"Mostradme lo que Mahoma ha traído de nuevo, y no encontraréis más
que cosas malvadas e inhumanas".
Este barril de dinamita quedó suavizado por la cita de una sura
coránica de la juventud de Mahoma, "cuando Mahoma seguía sin poder y
amenazado", señaló Benedicto.
La charla del papa Benedicto no fue ninguna sorpresa. "No es ningún
secreto que al papa le preocupaba el islam", apuntó Christopher
Caldwell en el Financial Times.
Había expresado públicamente sus dudas de que pudiera acomodarse en
una sociedad pluralista. Ha relegado a uno de los principales
asesores del papa Juan Pablo II sobre el mundo islámico y moderado
su apoyo a un programa de diálogo interreligioso dirigido por monjes
franciscanos en Asís. Ha adoptado el punto de vista de los moderados
y conservadores italianos respecto a que el principio rector del
diálogo interreligioso debe ser la reciprocidad. Es decir, que
considera una ingenuidad que se permita la construcción en Roma de
una mezquita con financiación saudí, la mayor de Europa, mientras
que los países musulmanes prohíben la construcciones de iglesias y
centros de caridad.
En Ratisbona, Benedicto escenificó el drama de nuestro tiempo y, por
primera vez en la historia de la Iglesia Católica, un papa hablaba
del islam sin reciclar clichés. En esa conferencia, el papa hizo lo
que está prohibido en el mundo islámico: debatir libremente sobre la
fe. Dijo que Dios es diferente de Alá. Nunca volveremos a escuchar
algo así.
La cita de Manuel II Paleólogo rebotó por todo el mundo, agitando a
la umma [comunidad] musulmana, que reaccionó con violencia. Incluso
la prensa internacional se unió a la cantinela unánime de condena
del "ataque del papa contra el islam".
La reacción al discurso del papa demostraba que éste estaba en lo
cierto. Todos, desde los líderes musulmanes al New York Times,
exigieron que el papa se disculpara y se sometiera. Los principales
medios lo convirtieron en un defensor incendiario del "choque de
civilizaciones" de Samuel Huntington. En la región bajo la Autoridad
Palestina, se prendió fuego a iglesias cristianas, y los cristianos
se convirtieron en blanco de ataques. Los islamistas
británicospidieron "matar" al papa, pero Benedicto les retó.
Al mismo tiempo, en Somalia, una monja italiana fue fusilada. En
Irak, Al Qaeda decapitó y mutiló a un sacerdote ortodoxo sirio
después de que los terroristas exigieran que la Iglesia Católica se
disculpara por el discurso. Los Hermanos Musulmanes de Egipto
juraron tomar represalias contra el papa. Un líder paquistaní,
Shahid Shamsi, acusó al Vaticano de defender a la "entidad
sionista". Salih Kapusuz, número dos del partido del entonces primer
ministro (y ahora presidente) Recep Tayyip Erdogan, comparó al papa
Benedicto XVI con Hitler y Mussolini. El líder supremo de Irán, el
ayatolá Alí Jamenei, insistió en que las palabras del papa
correspondían a la "cadena de la conspiración
estadounidense-israelí", y acusó a Benedicto de formar parte de la
"conspiración de los cruzados".
Enseguida se aumentaron masivamente las medidas de seguridad en
torno al papa Benedicto. Dos años después, el papa fue vetado para
hablar en la universidad más importante de Roma, La Sapienza. Tras
el caso Ratisbona, Benedicto ya no volvería a ser el mismo. Los
apaciguadores islamistas y occidentales lograron cerrarle la boca.
Unos días después de la conferencia, agotado y asustado, el papa
Benedicto se disculpó. "Lamento profundamente las reacciones en
algunos países a algunos pasajes de mi conferencia [...] que fueron
considerados ofensivos hacia la sensibilidad de los musulmanes", les
dijo el papa a los peregrinos en su residencia veraniega de
Castelgandolfo. Esa cita "no expresaba en modo alguno mis opiniones
personales. Espero que esto sirva para aliviar los corazones".
El papa pudo haberlo dicho para evitar más violencia. Pero desde
entonces, las disculpas hacia el mundo islámico se han convertido en
la política oficial del Vaticano.
"Las posturas predeterminadas frente al islam militante recuerdan
desgraciadamente a las posturas predeterminadas de la diplomacia del
Vaticano frente al comunismo durante los últimos 25 años de la
Guerra Fría", escribió George Weigel, destacado investigador
estadounidense. La nueva agenda del Vaticano busca "alcanzar un
acomodo político con los Estados islámicos y renegar de la rotunda
condena pública de la ideología islamista y yihadista".
Diez años después de la conferencia de Ratisbona, tan relevante como
siempre después de los ataques del ISIS en suelo europeo, otro papa,
Francisco I, ha tratado de muchas maneras separar a los musulmanes
de la violencia, y siempre ha evitado mencionar la palabra
prohibida: islam. Como escribió Sandro Magister, uno de los
periodistas sobre asuntos católicos más importantes de Italia: "Ante
la ofensiva del islam radical, la idea de Francisco es que 'debemos
mitigar el conflicto'. Y olvidarnos de Ratisbona".
Todo el cuerpo diplomático del Vaticano se cuida mucho hoy de evitar
las palabras "islam" y "musulmanes", asumiendo en su lugar la
negación de que exista un choque de civilizaciones. Cuando regresaba
del Día Mundial de la Juventud en Polonia el pasado agosto, el papa
Francisco negó que el islam fuese intrínsecamente violento, y afirmó
que a toda religión, incluido el catolicismo, subyace un potencial
violento. Antes, el papa Francisco había dicho que hay "una guerra
mundial", pero negó que el islam tuviese algún papel en ella.
En 2006, papa Benedicto XVI (izquierda) dijo lo que ningún papa se
había atrevido a decir: que hay un vínculo entre la violencia y el
islam. Diez años más tarde, el papa Francisco (derecha) jamás llama
por su nombre a los responsables de la violencia anticristiana y
jamás pronuncia la palabra 'islam'. (Imágenes: Benedicto:
Flickr/Iglesia Católica de Inglaterra | Francisco: Wikimedia
Commons/korea.net).
En mayo, el papa Francisco explicó que el "concepto de conquista" es
fundamental para el islam como religión, pero se apresuró a añadir
que algunos podrían interpretar el cristianismo, la religión de
poner la otra mejilla, de la misma manera. "El verdadero islam y la
lectura correcta del Corán se opone a toda forma de violencia",
afirmó el papa en 2013. Un año después, Francisco declaró que el
"islam es una religión de paz, compatible con el respeto a los
derechos humanos y la coexistencia pacífica". Afirmó que son los
males de la economía global, y no el islam, los que inspiran el
terrorismo. Y hace unos días, el papa dijo que "aquellos que se
dicen cristianos, pero que no quiere refugiados en su puerta, son
unos hipócritas".
El pontificado del papa Francisco ha estado marcado por su
equidistancia moral entre el cristianismo y el islam, lo que también
hace sombra a los crímenes de los musulmanes contra su propio
pueblo, los cristianos de Oriente y Occidente.
Pero también están los cardenales valientes que dicen la verdad. Uno
es el líder católico estadounidense Raymond Burke, que participó en
una reciente entrevista con los medios italianos, en la que dijo:
Está claro que los musulmanes tienen un objetivo último: conquistar
el mundo. El islam, a través de la sharia, su ley, quiere gobernar
el mundo y permite la violencia contra los infieles, como los
cristianos. Pero nos cuesta reconocer esta realidad y responder a
ella defendiendo la fe cristiana [...]. He escuchado varias veces
una idea islámica: "Lo que no logramos hacer con las armas en el
pasado, lo estamos haciendo hoy con la tasa de natalidad y la
inmigración". La población está cambiando. Si esto persiste, en
países como Italia la mayoría será musulmana. [...] El islam se
autorrealiza con la conquista. ¿Y cuál es la conquista más
importante? Roma.
Por desgracia, el primer arzobispo de Roma, el papa Francisco,
parece estar sordo y ciego ante estas importantes verdades.
Benedicto XVI tardó cinco días en disculparse por su valiente
conferencia. Pero abrió la veda, que cumple ya una década, de las
excusas del Vaticano sobre el terrorismo islámico.
Aún se espera que el papa Francisco visite la iglesia de
St.-Étienne-du-Rouvray, donde el padre Jacques Hamel fue asesinado
por islamistas este verano. Ese asesinato, diez años después de la
conferencia de Ratisbona, es la prueba más trágica de que Benedicto
estaba en lo cierto y Francisco se equivoca.
La sorpresa americana
Si gana Clinton, no habrá
cambio, seguirá la expansión del Islam y del Globalismo de
amiguetes, cambiando la demografía del sujeto constituyente
americano, desangrando a Occidente y engordando a China.
Luis
Riestra vozpopuli.com 9 Noviembre 2016
Por supuesto no nos
referimos al resultado electoral americano - del
que Ustedes estarán recibiendo los primeros
resultados -, entre otras razones porque en el
momento en que enviamos este artículo a
redacción ni siquiera están abiertos los centros
de votación, aparte que "aquí" no nos dedicamos
a hacer predicciones de ningún tipo, como mucho
evaluamos los escenarios más probables. El caso
es que, dado el sistema electoral allí, con un
país está tan dividido, salvo los Cuatro Santos
Coronados u otro santo del día, por decir algo,
no hay quien sea capaz de adelantar un ganador.
Lo que sí haremos es ver un elemento clave común
a cualquier resultado que conviene tener muy
presente.
¿Cuál es la sorpresa entonces?
Pues un buen dato del PIB que los
Mass Media, en otro
ejercicio de parcialidad (antes
habían pasado las preguntas de un debate a
Clinton), se apresuraron a inflar a bombo y
platillo en otro esfuerzo por apoyar a Hillary
Clinton, campaña que, finalmente, fue eclipsada
por la reapertura de la investigación del FBI y
que luego se cerró en extrañas circunstancias.
Los Clinton, que han llevado la corrupción
sureña - algo muy peculiar de los E.E.U.U.- a
otro nivel, prácticamente aseguran una
legislatura
con impeachment de
salir vencedores; siendo optimistas, diríamos
que el impacto económico recordaría al de Dilma
Rousseff y
que analizamos en su momento.

El caso es que, pensando en la
inercia del sistema, el cacareado 2,9% de
crecimiento anual era al típico error (o
manipulación) de anualizar el crecimiento
respecto al trimestre anterior (tabla anterior)
y no en relación al mismo trimestre del año
anterior (siguiente gráfica), que da un 1.5%. De
todas formas esa tasa deficiente, que es una
estimación sujeta a revisiones y muy
provisional, muestra cosas interesantes, por
ejemplo: el consumo se ralentiza pero la
Inversión privada sale de su particular recesión
y
el comercio exterior genera una buena aportación
al crecimiento, un movimiento, en conjunto,
más sano.
Otra peculiaridad es que el único
candidato que tiene una política específica para
los cuatro componentes del PIB, es Donald Trump,
atacando la Oferta (también la laboral, vía
inmigración controlada) y Demanda agregadas. De
sus muchas promesas, incluida la de derogar la
reforma sanitaria de Obama y arreglar su
inviabilidad sistémica (easy
to say), la reducción de impuestos a
empresas y familias estimula consumo e
inversión, sus inversiones en infraestructuras,
el gasto público en ese área y, con su política
comercial, el déficit exterior; tema distinto es
que sea viable hacerlo
big leagueand fast,
como le gusta decir. En todo caso son promesas
electorales; Clinton es continuista, más
Obamanomics, y poco a mencionar salvo el
análisis de Peter Navarro, economista de
cabecera de Trump (enlace);
personaje del que tal vez hablaremos si ganan.

Conviene recordar lo comentado en
otras ocasiones pues,
antiguamente, hasta 2007, cuando el PIB
repetía trimestre por debajo del 2% la
probabilidad de recesión era cercana al 70%, hoy
no, que este final de ciclo largo económico va
así; lo que no habrá es crecimiento perpetuo y
sin recesiones, sueño pertinaz de la mayoría
ilusa.
La inversión privada
La española no la vimos porque el
INE no la separa adecuadamente, pero estos sí, y
lo que se observa es que el flujo de inversión
casi se mantiene, aunque, el destinado a
producción por antonomasia, la inversión en
equipo, baja homeopáticamente; nada por lo que
preocuparse, de momento.

El otro aspecto de interés es la
rotación de inventarios (siguiente gráfica) que,
al aumento de los inventarios (primera tabla),
sigue bajando, indicando que los productos "no
se quedan en las estanterías". Luego ha de
hacerse la excepción del petróleo, cuyo aumento
en inventarios ha producido la fuerte caída de
precios reciente y que, en los neófitos,
despierta la esperanza de
que la OPEP haga algo con el excremento del
Diablo y les resuelva sus errores.

Así las cosas, pareciera que la
oficialía, ante la llegada de un nuevo capitán
(o capitana), hubieran dejado la nave a la
mínima velocidad para gobernarla, a la espera de
si habrá o no cambio de rumbo en estos mares
agitados que navegamos.
Dos rumbos muy distintos
Si gana Clinton, no habrá cambio,
seguirá la expansión del Islam y del Globalismo
de amiguetes, cambiando la demografía del sujeto
constituyente americano, desangrando a Occidente
y engordando a China; la tensión con Rusia
seguirá in crescendo con
consecuencias impredecibles, EE.UU. seguirá
perdiendo aliados de Turquía a Filipinas y el
establishment de Washington
tendrá su fiesta hasta que destituyan a Clinton
y gobierne
Tim Kaine. Su mandato se prevé bloqueado por
mayoría republicana en la Cámara de
Representantes (dan envidia sana de tenerlos),
que se renueva al completo, mientras que el
Senado solo lo hace un tercio y está más reñido.
Trump dice que cambiará ese rumbo
anterior,
tema que tratamos en su momento y no es
necesario extenderse ahora. Pero para mí, lo más
claro y fascinante desde el punto de vista de
la Teoría Generacional de Howe y Strauss,
que tanto hemos trabajado aquí, es que ambos
candidatos son baby boomers,
esa generación que
lleva el sistema a sus límites y, dada la
forma de gobierno americana (representatividad
de los electores y división de poderes) y
campañas mediáticas aparte, el más benéfico para
un cambio de ciclo con pocos traumas es, aunque
parezca paradójico, Donald Trump. Yo diría que
voy a tener un cumpleaños inolvidable. Esperemos
que haya suerte.
******************* Sección "bilingüe"
***********************
Entrevista a Juan Arza:
'El PSC ha adoptado el discurso chantajista
de los separatistas'
Este impulsor de la resistencia catalana contra el separatismo
afirma en GACETA.ES que el PSC "ha alimentado varios discursos que
han acabado por engullirlo, y va camino de la marginalidad y la
irrelevancia".
Rosalina Moreno gaceta.es 9 Noviembre 2016
“La imagen que mejor define al PSC tuvo lugar en la clausura del
congreso, cuando los socialistas cantan Els Segadors, que es un
himno claramente nacionalista, en el que se invita a cortarle el
cuello al enemigo primero castellano, y luego entonan La
Internacional”. Así lo manifiesta a GACETA.ES Juan Arza, uno de los
impulsores de la resistencia catalana contra el separatismo, que
analiza en GACETA.ES al partido liderado por Miquel Iceta tras el
cónclave celebrado por la formación este pasado fin de semana.
Este promotor de Societat Civil Catalana considera que la citada
estampa “retrata muy bien qué es el PSC, qué ha sido, y lo que
quiere seguir siendo”.
Cabe recordar que Iceta ha presentado en este congreso un “nuevo
PSC”, que defiende una reforma constitucional que incluya el
“reconocimiento de Cataluña como nación y la pluranacionalidad de
España”; se abre a la “más estrecha colaboración con las fuerzas de
izquierdas presentes en el Parlament”; y aboga por “volver a ser el
partido con personalidad jurídica propia, soberano y autónomo de su
fundación”.
Frente a quienes les haya sorprendido esto, Arza afirma que “estamos
ante el PSC de siempre” y que no hay “ninguna novedad a lo que la
formación ha ido planteando en estos últimos años”.
La formación anda ahora suplicando al PSOE que no lo expulsen de los
órganos de dirección estatal tras su ‘no’ a la investidura de
Mariano Rajoy, y de ser la primera fuerza en Cataluña en 2003 ahora
es la cuarta y porque se han unido ERC y Convergéncia, que si no
sería la quinta. Preguntado acerca de si el PSC va camino de la
autodestrucción, Arza afirma que “sino de la autodestrucción, por lo
menos va hacia la marginalidad y la irrelevancia”.
En este sentido, dice que el PSC “ha alimentado varios discursos que
han acabado por engullirlo”. “Primero, ha alimentado el discurso
nacionalista porque nunca lo ha combatido ni negado, sino que lo ha
asumido perfectamente, y en segundo lugar, ha sido de todas las
agrupaciones del PSOE en España la que más ha alimentado el discurso
podemita”, argumenta.
Respecto al guiño de la formación a posibles pactos con el partido
que prepara Ada Colau, manifiesta que "esto no es nuevo" y que "el
discurso podemita de odio a la derecha, de cordón sanitario contra
el PP quien lo inaugura y lo lidera es el PSC, que es el que firma
el pacto del Tinell”. “Es quien inaugura la política de odio y de
cordón sanitario contra la derecha, y de alianzas con la extrema
izquierda, con el Tripartit, que al fin y al cabo es lo que ha
hundido al partido socialista en toda España”, subraya Arza.
Lo cierto es que la apuesta de Iceta para el futuro del PSC ha
durado tan sólo dos días ya que este lunes el líder de En Comú
Podem, Xavier Domènech, ha descartado una posible alianza
pre-electoral con los socialistas catalanes de cara a unos comicios
autonómicos. "Sería extraño" plantear "alianzas o tripartitos", "es
prematuro", ha señalado en una entrevista con Catalunya Ràdio.
Por otra parte, frente a quienes les haya sorprendido que la
formación pida que Cataluña sea reconocida como una nación, Arza,
que es un defensor a ultranza de la unidad de España, asegura que a
él tampoco le ha chocado en absoluto y que “en este congreso no ha
habido ninguna novedad a lo que la formación ya ha ido planteando en
estos últimos años”.
Al respecto, indica que en el PSC “son muy entusiastas con todo lo
que tiene que ver con la supuesta nación catalana y los símbolos
nacionales, se abrazan a la simbología nacionalista más rancia, más
anacrónica y más antihistórica, mientras que, por otra parte, son
completamente críticos y duros con todo lo que tiene que ver con la
simbología nacional española”, lo que evidencia que “las élites del
PSC son básicamente nacionalistas”.
Asimismo, apunta que “si los socialistas catalanes fueran igual de
fríos y distantes con cualquier simbología nacional uno podría
entender que se corresponde con la actitud de un partido
internacionalista, socialista”, pero insiste en que “no es así” y
que “nunca veremos una bandera española en un acto del PSC”.
Juan Arza dice que “quizás en el resto de España no se conoce
suficientemente a este partido” si a alguien también le ha pillado
por sorpresa que el partido de Iceta haya rechazado que los
funcionarios hablen en castellano, consintiera un apartheid
lingüístico en Cataluña, y ahora esté ‘permitiendo’ que actúe como
Estado en el exterior.
'El PSC ha sido cómplice de las políticas del nacionalismo'
Explica que, por desgracia, en Cataluña los que no son nacionalistas
han “sufrido al PSC durante muchos años porque ha sido cómplice y un
actor importantísimo, fundamental, en todas las políticas que el
nacionalismo ha llevado a cabo, comenzando por la política
lingüística y siguiendo por todas las políticas de marginación y de
desprecio a lo español en Cataluña”.
Hace hincapié en que el PSC “ha acompañado todas esas políticas y ha
sido un entusiasta de las mismas”. “En algunos casos por convicción
y en otros por interés porque, por ejemplo, cuando se formó el
tripartito le interesaba acentuar su perfil nacionalista para
Esquerra pactara con ellos, y de ahí que pusiera en marcha el
Estatut y siguiera muchas políticas claramente nacionalistas”,
detalla Arza y recalca: “A mí y a los que hemos combatido el
nacionalismo en Cataluña no nos puede sorprender la actitud del
PSC”.
'El PSC hace un chantaje permanente al PSOE y a los españoles'
Lo que sí le ha llamado la atención de este cónclave del PSC es que
se presentaba una ponencia política en la que se proponía una vía
canadiense para Cataluña en el caso de que fracasara la reforma
federal de España, pero generó muchísima polémica y a última hora la
retiraron.
Arza considera que “lo han hecho para congraciarse con el PSOE y no
irritar todavía más a sus compañeros, que suficientemente ya lo
están con el voto contrario a las directrices del Comité Federal”, y
destaca que “lo han planteado como si fuera un acto de generosidad,
en términos de el PSOE tiene que aceptarnos porque sino nosotros nos
hacemos independentistas”.
Denuncia que “el PSC hace un chantaje permanente al PSOE y al resto
de españoles” y que “ha adoptado completamente el discurso
chantajista y ventajista del nacionalismo de si ustedes no me hacen
caso, entonces Cataluña se volverá independiente y de si ustedes no
aceptan mi reforma federal, si no aceptan que mis ideas son las
buenas, entonces tengo que ir por libre y Cataluña será
independiente”.
“Es un discurso absolutamente chantajista y ventajista, de quien
quiere mandar y participar para lo que le conviene, pero no quiere
participar y no quiere aceptar lo que no le conviene, algo
completamente inaceptable”, lamenta Arza, a quien le parece
“tremendo” el “grado de caradura que los socialistas catalanes le
ponen al asunto". “Uno se queda boquiabierto”, expresa.
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