Viva España, manque muera
Pedro de Tena Libertad Digital 11 Septiembre 2017
Relata Galdós en su episodio sobre el Cádiz preconstitucional de
1810 que hubo un tal Lord Gray que vino a España acompañando a Lord
Byron, pero que se quedó por aquella bahía por culpa de Inés, otra
Inés de nuestros amores románticos.Eran tan abierto y liberal que
incluso amaba a España o, cuando menos, la respetaba grandemente.Hay
un momento en que el inglés –es imposible que fuera un español–
exclama:
Adiós España; adiós soldados de Flandes, conquistadores de Europa y
América, cenizas animadas de una gente que tenía el fuego por alma y
se ha quemado en su propio calor; adiós, poetas, héroes y autores
del Romancero… Adiós, holgazanes que en un siglo habéis cansado a la
historia… De vuestra pasta se han hecho santos, guerreros, poetas y
mil hombres eminentes. ¿Es esta una masa podrida que no sirve ya
para nada? ¿Debéis desaparecer para siempre, dejando el puesto a
otra cosa mejor...?
¿Qué nos está pasando y nos ha pasado para que esta gran nación
española, que hasta un historiador catalanista convencido del siglo
XIX como Víctor Balaguer considera la nación previa e
indiscutiblemente común, haya sufrido el mal del rencor infinito?
Puede recurrirse a muchas causas. Yo creo que no puede sostenerse
una nación que no se aprecia a sí misma, que no se ama a pesar de
sus defectos, que no se enorgullece de su historia a pesar de todo.
Desde la confabulación urdida desde una leyenda negra insostenible
hasta su recepción por los separatistas de todos los pelajes y luego
por las izquierdas obtusas cada vez más desmadejadas
ideológicamente, España ha estado en peligro. La Constitución de
1978 no sólo no acabó con el peligro separatista que sublevaba
incluso a Azaña y a Negrín, sino que lo acentuó propiciando la
traición desarrollada a fuego lento, pero a las claras, por las
minorías nacionalistas.
No neguemos más que hay una voluntad separatista en Cataluña, en el
País Vasco e ínfimas pero crecientes en otras regiones. Hay una
voluntad política clara a la que no se ha opuesto ninguna voluntad
política de integración nacional española. Se ha dejado operar a la
voluntad separatista sin apenas dificultad mientras se ha desarmado
la voluntad nacional española. Se han minado los pilares de su
concepción: la lengua, la educación, la historia, la solidaridad
económica en un mercado común nacional con reglas de juego comunes,
las leyes electorales desigualadoras del voto y la autoridad
política esencial y sus instrumentos. Todos los partidos y
organizaciones sociales han sido responsables de la tragedia que
estamos comenzando a vivir. Algunos están incluso siendo cómplices.
Se ha querido creer que cediendo autonomía se combatía la voluntad
separatista. Nunca fue así. Al contrario, se ha alimentado el poder
separatista hasta un punto que estamos a punto de perder España.
Los nacionalismos catalán y vasco, minorías absolutas, tienen una
voluntad política definida. España como nación no la tiene. Ese es
nuestro problema. Es preciso ejercer la voluntad política de ser una
gran nación sin concesión alguna a los partidarios de la
disgregación y el hundimiento. ¿Qué miedo puede tenerse a estas
alturas? Sí, sí, que viva España manque muera, pero hagamos lo
posible por salvarla sin complejos porque es mucho más grande y
mejor que sus enemigos.
Cataluña: una verdad incómoda
Jorge Vilches y Almudena Negro larazon 11 Septiembre 2017
Hay quien dice que la Ley de Transitoriedad y Fundacional de la
República es igual que la que llevó a los nacionalsocialistas al
poder. No es así. Hitler llegó al poder con la Constitución de
Weimar, en enero de 1933. Al igual que los independentistas
catalanes han usado la Constitución Española de 1978 y el Estado de
las Autonomías para construir una comunidad homogénea que legitime
el aumento de su poder hasta llegar al golpe de Estado al que
estamos asistiendo estos días. El diseño autonómico, sin separación
de poderes ni verdadera representación, permitió la consolidación y
desarrollo de las oligarquías locales, que han destruido el ethos de
la nación.
Esa descentralización debilitó la democracia en Cataluña al ponerla
en manos de unos partidos con vocación de Movimiento Nacional, cuyo
objetivo era y es romper el Estado para crear el suyo propio. Esto
demuestra que la descentralización por sí sola no asegura la
democracia, en contra de lo que afirman algunos liberales
deslumbrados por teorías e ignorando la Filosofía Política, el
Derecho y la Historia. Un ejemplo de ello es el uso de la palabra
“secesión” en referencia a la sedición catalana. La secesión supone
(véase EEUU) un levantamiento para recuperar libertades y derechos
cedidos para la creación de una institución superior. Y no es el
caso. En Cataluña no hay secesión que valga. Hay sedición. La del
código penal. Y no hay libertad sin respeto al imperio de la ley. El
Derecho es consustancial a la Libertad.
Otro error común es defender la independencia de Cataluña aludiendo
al “principio de asociación”, cuando no se trata de sujetos
preexistentes equiparables. Cataluña no tuvo jamás entidad jurídica
propia. Sólo como capitanía general militar o diócesis. Una vez más,
insistimos, hay que saber de Derecho, Historia y Filosofía Política.
La verdad incómoda es que todos, al igual que los alemanes de la
república de Weimar, tenemos responsabilidad en que nuestros
nacionalsocialistas, los populismos nacionalistas, llegaran al poder
hace mucho, y con las leyes en la mano. Responsabilidad que se
agrava en aquellos que siguen haciendo números, reduciendo el
nacionalismo a la economía, pero también en partidos, sindicatos,
instituciones y medios de comunicación que les hacen el juego,
asumiendo su lenguaje y tratando de templar gaitas con golpistas.
Urge acabar con el golpe, pero también con el golpismo. Y eso pasa,
además de por las medidas judiciales necesarias, por la recuperación
de competencias en materia de educación, justicia y seguridad.
Porque España y Libertad van unidas.
Inteligencia y seguridad
El Estado Islámico y Cataluña
AICS gaceta.es 11 Septiembre 2017
Durante esta semana, la actualidad está centrada, y con razón, en
los acontecimientos que se están sucediendo en Cataluña. Barcelona,
la que otrora fuera ciudad de referencia en España, en el Reino de
España, de la que aún es y seguirá siendo parte junto con el resto
de provincias que componen la Comunidad Autónoma de Cataluña, es el
centro mediático provocado por el delirio secesionista de unos pocos
que pretenden doblegar la voluntad de unos muchos. Las decisiones
tomadas en el Parlamento de Cataluña, sin entrar en valoraciones
políticas de las que siempre huyo, no tienen lugar ni en el país más
desestructurado políticamente del África negra, sí esa a la que
siempre miramos con cierto desprecio. Podría citar ejemplos, sin
intención de ser aburrido, como Burundi, República Centroafricana,
Somalia y algún otro que seguro me dejo en el tintero. Sinceramente,
a mis ojos y mi entender, no precisamente entrenado en los análisis
políticos, lo que estamos viviendo en España, en el Reino de España,
bien podría ser parte de una de las Alertas de Inteligencia que
diariamente emitimos desde AICS. Y si esa Alerta tuviera el
encabezamiento de localización en Kenia, Uganda, Sudán del Sur o
incluso Libia, no le extrañaría a nadie.
Pero, desgraciadamente, España tiene otros problemas. Problemas
compartidos con Europa y que, de alguna manera, están influenciados
por lo que ocurre en Cataluña. Lo están porque los causantes de esos
problemas ven con buenos ojos lo que se vive en la conocida como
Ciudad Condal.
En anteriores ocasiones, desde esta tribuna de tinta electrónica,
hemos hablado de la táctica de los grupos terroristas actuales de
buscar la desestabilización de Europa, romper sus instituciones
democráticas, y provocar el enfrentamiento entre la población y el
Gobierno. Caray, estamos haciendo su trabajo, y gratis.
Pero España, como decía antes, y me molesta no ser capaz de evitar
llevar el texto a la actualidad del momento, tiene otros problemas
que, de alguna manera, también son graves, peligrosos y actuales.
Hace poco más de veinte días que a las 16:30 horas de la tarde de un
jueves, que debía haber sido un día cualquiera, una serie de
individuos decidieron sembrar el terror en las calles de esa ciudad
que ahora pretende alejarse de España. Ese mismo día, en ese mismo
minuto, nos dimos cuenta que no éramos infalibles, y pudimos
comprobar en nuestras carnes cómo las calles de nuestro país, de
nuestra nación, eran el escenario de actuación del terrorismo
islamista. Es curioso que los terroristas eligieran un escenario que
pretende dejar de ser España, y que al mismo tiempo ellos, los
malos, alardeen de que han golpeado a España. Curiosa dicotomía.
Volviendo a la realidad del momento, España tiene, como Europa otros
problemas que se llaman terrorismo islamista.
Con la eliminación del grupo terrorista de Cataluña, no podemos
pensar que el problema se ha terminado. Primero porque sería una
temeridad, segundo porque estaríamos engañándonos a nosotros mismos.
Una cosa es necesario clarificar y que, para aquellos que sigan un
poco el desarrollo del fenómeno del terrorismo islamista no será
nada nuevo. Estado Islámico, a pesar de lo dicho por propios y
extraños, expertos y aficionados, versados en terrorismo y
analfabetos en la materia, no está detrás de este atentado. No a mis
ojos, mis entendederas y mis conocimientos. Demasiados aspectos,
propios de un atentado sufragado o auspiciado por la organización
terrorista, no han aparecido. Desde el juramento de fidelidad a
al-Baghdadi, hasta el vídeo imperativo para cualquier ataque
relacionado con la organización. Sin embargo, el lector podrá pensar
que esto choca de frente con los comunicados que el propio Estado
Islámico emitió horas y días después de los ataques. Sí, es cierto
que lo hace, pero debemos puntualizar que una cosa es asumir y otra
atribuirse, y como tantas otras veces, se atribuye el hecho pero no
lo asume, entre otras cosas porque no sabe ni cómo ocurrió. Y solo
hay que leer el comunicado para llegar a esta conclusión.
Sin embargo, y dejando de lado este aspecto puntual, que para muchos
puede ser nuevo, por bendición de esas afirmaciones jurisprudentes
de algunos expertos, lo que sí ha dejado bien claro lo ocurrido el
pasado agosto es que algo necesita ser revisado. España, como el
resto de Europa, tiene ahora un nuevo problema, y muy grave, y es
que ya ha sido violada por el terrorismo islamista. La virginidad
que como nación tenía, gracias en mucho a la actividad profesional,
eficiente y acertada de las Fuerzas de Seguridad, ha sido profanada
por unos individuos, inexpertos, neonatos en el terreno del
terrorismo, mal formados y peor entrenados (básicamente porque ni lo
uno ni lo otro se puede aplicar a ninguno de ellos), pero que han
demostrado que es posible cometer un atentado en España.
España tiene otro problema más allá de los devaneos esquizofrénicos
de unos pocos habitantes de Cataluña, y es la seguridad de la
nación, también de Cataluña porque es parte contratante, inseparable
y constituyente de España. Y en pos de esa seguridad es necesaria la
concurrencia de todos. Cierto es que algo ha fallado, porque cuando
se produce un atentado, islamista o no, es porque algo ha fallado.
Cierto es que alguien no actuó con la diligencia requerida, pero eso
ya es pasado, y el pasado como tal quedó atrás. Ahora, lo necesario,
lo imprescindible es aprender de ese pasado. Es obligatorio sacar
las lecciones aprendidas de lo ocurrido, reflexionar y analizar de
manera crítica los por qué de las cosas, y buscar las soluciones a
esos problemas.
Pensar que ellos han tenido suerte, pero nosotros somos mejores y
esto no va a volver a ocurrir es, cuanto menos, pretencioso, por no
decir imprudente. Porque ellos, los que la mayoría piensan no han
tenido ni suerte ni mala suerte, simplemente no han intervenido y
eso es lo que da más peligrosidad a esta acción. Si unos cuantos
individuos, radicalizados por medio de la propaganda consumida
durante años, con la dirección espiritual de un Imam que aprendió a
fabricar explosivos antes de ayer, han podido cometer un atentado
como el de Barcelona, ¿qué ocurrirá cuando sean verdaderos
profesionales, gente con experiencia de combate los que intervengan?
Eso es lo que debemos pensar ahora, lo que se debe analizar y de lo
que se debe aprender. Dejémonos de luchar, de lanzar pozales de
reproches en uno y otro sentido, apelaciones a la profesionalidad de
unos frente a otros, y creemos un frente común para que no nos
vuelvan a ganar la partida.
Parece que hoy, como ayer o antes de ayer, ya nadie se acuerda de lo
que ocurrió hace menos de un mes. Cierto es que la actualidad,
sangrante por lo que ridícula y sin sentido es, ha desbancado a todo
lo ocurrido anteriormente, pero no podemos olvidarlo. Ellos no
olvidan, y les voy a decir más, a las horas de hoy, los que
escribieron esos mensajes atribuyéndose algo que no han hecho están
contentos de ver lo que ocurre en España. Y se retrepan en sus
sillones viendo la televisión o leyendo nuestros periódicos,
pensando que gracias a ellos estamos discutiendo entre nosotros.
No les demos ese placer y no olvidemos que, desgraciadamente
Cataluña no es el único problema.
Salvador Burguet
CEO AICS
Para más información, visite www.aics-sp.es
¿Hay que separar Islam y Yihad?
La Sharía en el Islam… y en Europa
Fernando Paz gaceta.es 11 Septiembre 2017
Uno de los objetivos del discurso globalista es el de disociar el
yihadismo del islam, para lo que no solo debe recalcarse que la
actividad terrorista del yihadismo es ajena al islam, sino que la
idea misma de radicalismo es masivamente rechazada en los países
musulmanes, pero… ¿es realmente así?
Lo que se pretende sugerir de este modo es que la ausencia de
representatividad de los yihadistas no se debe solo a su carácter
criminal, sino a que las sociedades musulmanas no apoyan siquiera
los objetivos –no ya los medios- del radicalismo.
De este modo, se aísla el fenómeno terrorista de su matriz y se
consigue el resultado deseado: romper el cordón umbilical que une
ambos, lo que alimenta la idea de que los yihadistas no son
verdaderos musulmanes, ya que el islam es una religión de paz.
Yihadistas impíos
Cada vez que se produce un atentado, y siempre que las
circunstancias lo permitan, los medios airean biografías de los
yihadistas en las que se demuestra que, en efecto, estos no han
llevado una vida religiosa, añadiendo detalles de sus peripecias
personales destinados a desacreditar la presunción de ser buenos
musulmanes; es entonces de resaltar el celo –digno de una hoja
parroquial de los años cuarenta- que muestran los medios en subrayar
la impiedad de los zelotes muslimes.
Por supuesto, la mayoría de musulmanes rechazan el terrorismo
yihadista como medio de lucha, y en una mayoría de países no
justifican este tipo de actos. Pero la realidad es que los
musulmanes apoyan de forma creciente la introducción de la sharía en
sus sociedades, como muestran sistemáticamente las encuestas que se
realizan.
Las encuestas, sin embargo, no valen gran cosa si no se las
interpreta, de modo que nos dicen relativamente poco.
Fundamentalmente, porque las diferencias internas en el islam son
enormes, y no tiene mucho sentido asimilar el islam de una sociedad
integrista como la de Afganistán con el de una sociedad en la que no
resulta exótico un cierto concepto de secularización como puede ser
la de Bosnia o Albania.
Para lo que hace a Europa, pues, lo sustancial es el tipo de
interpretación islámica que prevalece en los lugares de emisión de
la emigración hacia nuestro continente, vale decir Oriente Próximo,
el norte de África y Pakistán, pues es su población la que habita
nuestras ciudades.
¿Qué musulmanes?
En ocasiones se extrapolan los datos del conjunto del islam para
afirmar que la mayoría de los musulmanes no está a favor de la
imposición de la ley islámica, pero si analizamos esos mismos datos
por regiones más o menos homogéneas, los resultados son distintos.
Ciertamente, algunas regiones del mundo musulmán muestran
porcentajes inferiores al 15% de apoyo a la sharía, pero estas
regiones emiten poca inmigración o ninguna, al menos hacia Europa.
Por eso, en lo que a nuestro continente atañe, los musulmanes
magrebíes y del Próximo Oriente son favorables a instaurar la sharía
en un porcentaje cercano al 75%, y los de Pakistán lo están en
cifras aún mayores, en torno al 85%, algo indudablemente abrumador;
y eso es lo que está entrando en Europa.
En términos generales, la mayoría de los musulmanes considera que la
música occidental, las películas y la televisión –y, por ende, los
medios de comunicación- constituyen una amenaza a la moral, lo que
no significa que no disfruten de ello de modo más o menos silente,
sobre todo cuando gozan de la suficiente autonomía social. Sin
embargo, eso no parece haber impulsado una mayor integración, y la
mejor prueba es que los musulmanes viven en comunidades cerradas en
las que, cada vez en mayor medida, la ley imperante es la sharía.
¿Qué es la Sharía?
Lo que se conoce como Sharía es el derecho islámico (Sharía, en
árabe significa “lo que está permitido”), aunque su concepción del
derecho tiene poco que ver con lo que nosotros conocemos por tal. En
esencia, se basa en las últimas suras del Corán, las últimas según
el orden de la revelación, no según el orden en que aparecen en el
Corán.
De hecho, una de las fuentes de la Sharía es la sura quinta, que
resulta ser una de las últimas en ser revelada. En esta sura se
tratan cuestiones de orden moral, pero también dietético, la
prohibición de beber y de jugar y de la adivinación como obra del
demonio. Las cuestiones sexuales se tratan en la sura 24, algo
anterior a la quinta: “Flagelad a la fornicadora y al fornicador con
cien azotes cada uno…”
Lo esencial es que las suras más tardías están, lógicamente,
consideradas como las más importantes. Pero los musulmanes conceden
que el Corán a veces no es lo suficientemente explícito: enuncia
líneas generales pero, en ocasiones, está carente de detalles que
concreten las normas.
Para esto existen los hadices, cuyo significado es el de “dichos
tradicionales”, y que están formados por los hechos y dichos de
Mahoma, quien es propuesto como el modelo perfecto de musulmán; esto
hace que la biografía de Mahoma sea tan importante en el islam.
La mayor parte del derecho penal del islam, así como el modo en que
se concretan los Cinco Pilares del Islam, proceden de los hadices.
La Sharía es, pues, una concepción del mundo que abarca todos los
aspectos de la existencia, y que incide tanto sobre lo público como
sobre lo privado. Ningún ámbito humano escapa a su jurisdicción.
Porque la sharía no es un asunto privado, personal, sino que
constituye un sistema legal global, que abarca todos los aspectos de
la vida personal y social.
Para lo que nos ocupa, es evidente que cualquier cesión a la sharía
no puede realizarse sino en detrimento de las leyes occidentales; no
caben compromisos.
La Sharía en Marruecos
Como se ha dicho antes, se produce un claro desequilibrio en las
regiones del mundo musulmán en cuanto a su grado de islamización,
pero el problema reside en que, justamente, quienes llegan a Europa
proceden de las regiones más islamizadas.
Cobra particular importancia la situación de Marruecos, y no solo en
el caso de España, ya que el 70% de los yihadistas que han cometido
atentados en Europa durante los últimos quince años son de origen
marroquí.
Y no es extraño, por cuanto las mezquitas en ese país están muy
inclinadas hacia el radicalismo, en el seno de una sociedad
profundamente islamizada, algo que tanto en España como en el
conjunto de Europa se oculta celosamente. En nuestro vecino
meridional se viene aplicando una cierta versión de la sharía desde
hace décadas.
La eliminación que Hassan II llevó a cabo de la oposición
socialista, sindicalista y democrática en los años setenta y ochenta
dejó el camino abierto a un tipo peculiar de fundamentalismo como
principal fuerza para encauzar la protesta popular, sobre todo entre
los pobres urbanos. Tres décadas más tarde, el 83% de la población
se muestra favorable a la aplicación de la sharía. La dirección
política de la nación tiene esto muy presente, razón por la cual el
proselitismo de otras religiones está prohibido y penado con cárcel,
y la predicación del cristianismo por misioneros representa su
expulsión inmediata.
En Europa
La inmigración que llega hasta nuestras tierras procede, pues, de
estas coordenadas culturales. Es una inmigración juvenil,
radicalizada y fuertemente islamizada, que encuentra en el islam su
seña de identidad, lo que no es raro dadas las condiciones en que se
han desarrollado.
Los emigrantes procedentes del norte de África y del Próximo Oriente
apoyan casi en un 80% que el derecho familiar esté sometido a la ley
islámica; y cerca del 60% son favorables a que se empleen castigos
físicos contra los infractores y que se ejecute a los apóstatas.
Nueve de cada diez consideran que no se puede tener moral si no se
cree en Dios.
El sometimiento de las mujeres a los hombres es compartido por el
87% de la población, y dos tercios creen que los líderes religiosos
deben desempeñar un papel político eminente.
En muchas ciudades europeas, patrullas de jóvenes uniformados
recorren las calles en los barrios musulmanes advirtiendo a sus
correligionarios lo que les está permitido y lo que no. Obligan a
las jóvenes a ponerse el velo si no lo visten y utilizan la
violencia contra los más rebeldes.
En otras ciudades incluso han llegado a verse carteles con la
leyenda: “Está entrando en zona controlada por la sharía”, como
sucedió en Dinamarca hace unos años, algo a lo que hizo alusión el
líder islamista Anjem Choudary cuando presumió de tener en Gran
Bretaña “miles de personas dispuestas a salir a patrullar las calles
para nosotros”.
En Estocolmo la situación es punto menos que insostenible en muchas
zonas de la ciudad, hasta el punto de que la policía reconoce su
incapacidad de controlarla. Barrios enteros aplican la sharía al
margen de la ley del país, y los problemas de seguridad se han
multiplicado; en los conciertos veraniegos al aire libre, las
violaciones son habituales y se han planteado suspenderlos de cara a
los próximos años.
Complaciendo al Islam
Algunas de las principales capitales europeas han comenzado unas
curiosas campañas de moralización, casi siempre de la mano de
partidos progresistas que no hace tanto eran los abanderados de la
más completa libertad sexual.
En París, la alcaldesa socialista Anne Hidalgo –de origen andaluz-
ha determinado que ya es hora de eliminar el sexismo del espacio
público y que París será “pionera” en esta lucha. Casualmente,
coincide con la decisión del alcalde de Londres, el musulmán Sadiq
Jan, resuelto a prohibir todos aquellos anuncios que levanten
“expectativas no realistas sobre la imagen física y la salud de las
mujeres”. En la capital alemana, en fin, también se ha dispuesto que
sean proscritas las imágenes de mujeres que aparezcan “atractivas
aunque débiles, histéricas, tontas, locas, ingenuas o gobernadas por
sus emociones”.
La vestimenta de las europeas se está viendo así mismo modificada.
Ya sucedió cuando los miles de asaltos sexuales en la Nochevieja de
hace un par de años en Alemania y la alcaldesa de Colonia pidió a
las alemanas que pusieran cuidado en no “sugerir” con el vestir;
ahora, los colegios de ese país están enviando comunicaciones a los
padres para que eviten que sus hijas usen ropas “provocativas”: el
obvio objetivo es no incomodar a los musulmanes. Propósito que ha
movido también a los ayuntamientos holandeses a tomar una iniciativa
parecida al pedir a sus empleadas que no usen minifalda.
La sharía se está aplicando en amplios espacios de las ciudades
europeas ante la casi completa dejación de las autoridades. El
discurso de la corrección política se ha impuesto entre las fuerzas
políticas tanto de izquierdas como de derecha; un discurso que
favorece la pujante inmigración musulmana, aunque exija un repliegue
del derecho, de la moral y de la libertad que han sido
características de nuestra civilización.
******************* Sección "bilingüe"
***********************
Independencia: Lastre y negocio
Editorial larazon 11 Septiembre 2017
Hoy, los ciudadanos de Cataluña deberían celebrar su Diada. Pero con
toda probabilidad, como ha sucedido en los últimos años, la jornada
será instrumentalizada al servicio de los intereses de una parte no
mayoritaria de la gente que vive en el territorio. Los separatistas
se encargarán de que el día de todos lo sea de unos cuantos, se
preocuparán, con el Gobierno de la Generalitat a la cabeza, de que
los fastos promuevan la división y no la convivencia. Ellos se
juegan mucho en este envite de la secesión. Es una forma de vida, el
seguro de un alto tren de regalías, sostenido con fondos públicos.
De que este pulso con el Estado no acabe nunca depende que todos los
privilegios y canonjías de ese nutrido grupo de notables de la
independencia perdure en el tiempo. Prebendas y estatus, claro, que
se traducen en un coste y ese coste en unas consecuencias para todos
los habitantes de la comunidad autónoma.
El entramado de entidades,
sociedades, fundaciones, organismos y subvenciones, especialmente,
subvenciones, que sostiene el negocio del enfrentamiento con el
Estado es de unas dimensiones extraordinarias y el esfuerzo
financiero que conlleva va parejo con todo lo que eso supone.
Dinero, claro, que sale de los bolsillos de todos los ciudadanos de
Cataluña, pero sobre todo de los de España en su conjunto. Es una
obviedad, pero conviene insistir hasta la saciedad en que los
independentistas mantienen abierto 24 horas al día, siete días a la
semana, sin poner un euro de su pecunio particular.
La relación de
gastos por hacer de la independencia el denominador común y único de
las políticas públicas de la Generalitat asciende a 836 millones de
euros al año, y van unos cuantos, en un desglose que demuestra como
un gobierno se convierte en un régimen agitador y propagandista con
la misma intensidad que se olvida de sus ciudadanos. Pensar en los
programas sociales que se podrían haber financiado con esas ingentes
cantidades de dinero dedicadas a las ambiciones de unos cuantos
sería motivo suficiente para que la gente que padece el acusado
deterioro de los servicios públicos catalanes reflexionara sobre
esta deriva.
Mientras los hospitales públicos, los centros
escolares, las residencias de ancianos, las farmacias y otras
entidades sociales dedicadas a socorrer a los desfavorecidos padecen
la falta de compromiso de esta Generalitat de los recortes, sus
medios de comunicación se llevan 236 millones; el departamento de
Exteriores, 39 millones; Omnium y la ANC, 7,5 millones, entre otras
partidas difícilmente justificables en aras del bien común. Ese
derroche, que, reiteramos, nunca se tradujo en inversiones en favor
del interés general, engordó una monumental relación de números
rojos hasta convertir a Cataluña en la comunidad autónoma más
endeudada de España y a sus habitantes también en los mayores
deudores del país. Hasta tal punto, que la Generalitat tiene hoy un
nivel de dependencia récord de la financiación del Estado, que cubre
ya cerca del 70 por ciento de su pasivo.
Estas cifras hablan de la
culpable irresponsabilidad de una Administración separatista que no
vaciló en sumir a Cataluña en una situación real de impago y en
poner en riesgo los servicios públicos con tal de que la maquinaria
independentista se mantuviera engrasada en euros. Que mintieran con
descaro con aquel lema del «España nos roba» es una infamia más de
muchas que, más pronto que tarde, se volverán contra una casta de
políticos empeñada en reventar la democracia y de paso en empobrecer
a sus gobernados. Su legado será recordado como uno de los más
nefastos y nocivos de la historia de España.
Sedición anunciada
Antonio Burgos ABC 11 Septiembre 2017
HOY, que es la Diada de Cataluña, será el segundo ensayo general de
golpe de Estado con vestuario de banderas de la estrella solitaria
(que no son precisamente las de Texas, más bien las de Cuba). Ya
hubo otro ensayo general, el primero, con la llamada manifestación
antiterrorista que se convirtió en un colectivo ultraje
independentista contra el Rey, la Constitución, la Unidad de España
y los símbolos patrios. Esto del mal llamado «problema catalán» va
por fascículos, y es completamente previsible. Aunque sea un
topicazo tirar del título de García Márquez, me atrevo a decir que
desde hace muchos años, desde el Clan Pujol en el poder a esta
parte, es la crónica de una sedición anunciada... sin que le hayamos
puesto coto como se lo puso, y en un santiamén, la II República
cuando fue proclamado el «Estat Catalá». No, no es que yo quiera que
la Legión entre por la Diagonal con el cordero por delante. Me
conformo, como muchos españoles, con que hace muchos años se
hubieran aplicado las leyes que la Generalidad y su Gobierno se
saltan a la torera paradójicamente, porque ellos mismos han
prohibido las corridas.
Esta sedición anunciada que celebrará su segundo ensayo general de
golpe de Estado hasta tiene sus símbolos. El último, la señora
Martínez. En esas sesiones pesadas, pesadas, pesadas del Parlamento
Catalán para aprobar el «adiós, mi España querida» sin necesidad de
dar el cante por Juanito Valderrama, ha habido un símbolo indudable:
la señora Martínez, a la que por sus canas presento mis respetos. La
señora Martínez (apellido catalanísimo, por cierto) es como esas
jubiladas que se pasan las mañanas sentadas en un banco del parque
echando de comer miguitas de pan a las palomas y los gorriones. Sólo
que ella se dedica a alimentar la sedición catalana y en vez de
echar miguitas, recoge de muy malas maneras, rayanas en el ultraje,
las banderas de España que dejan sobre sus escaños, junto con la
catalana autonómica de las barras sin estrella, el Bloque
Constitucional que no está por la labor del golpe de Estado, cuando
abandona el Parlamento Catalán para que ellos se lo guisen y se lo
coman.
La señora Martínez quita las banderas de España y no passsa nada.
Queman esa misma bandera de todos en la plaza pública, así como el
retrato del Rey, y no passsa nada. Se pronuncia contra la sedición
el Tribunal Constitucional y no passsa nada. En las Vascongadas
tienen el deporte popular de arrastrar piedras y cortar troncos,
¿no? Bueno, pues en Cataluña el deporte popular es saltarse a la
torera las sentencias del Constitucional. Como su mismo nombre
indica, si lo pronuncia un charnego procedente de Andalucía de los
que con fervor de neoconversos son ahora más separatistas y más
independentistas que la leche que mamaron en Jaén: «Tribuná
Constitucio...ná».
En Cataluña hay un perjurio colectivo al que el resto de España
asiste impasible; algo así como los habitantes de Florida esperan la
llegada del huracán. Como si se tratara no de una sedición en toda
regla, sino de una catástrofe natural inevitable. Los que han jurado
o prometido cumplir y hacer cumplir la Constitución son los primeros
que se la saltan a la torera. De hecho, ellos mismo han aplicado el
famoso artículo 155 de la Constitución. La autonomía catalana,
entendida según dice la Constitución de 1978, no existe ya, la han
derogado ellos. Existen los ensayos generales de la sedición
independentista, y sus pasos previos que nadie impide. El
Constitucional los puede acusar de lo que quiera, que a ellos les
trae sin cuidado. Ellos, a lo suyo, contra el Estado, siendo ellos
el Estado en Cataluña. Consigno con dolor que hay una España que no
creerá en nada, ni en el propio Estado, hasta que vea que a
Puigdemont lo meten detenido en un coche tal como cogieron por el
cogote y empujaron a Rodrigo Rato.
Golpe de Estado en marcha (6)
Vicente A. C. M. Periodista Digital 11 Septiembre 2017
LA DIADA: IMAGEN ROTUNDA DE UN FRACASO POR INCOMPARECENCIA DEL
ESTADO DE DERECHO Y POR LA POLÍTICA DEL “DEJAR HACER”.
Hoy como cada 11 de septiembre de los últimos 37 años, tras el final
de la dictadura franquista y la instauración de la autonomía, el
nacionalismo catalán celebra la Diada, como el Día de Cataluña. Una
fecha que conmemora la caída de Barcelona ese día de 1714 a manos de
las tropas del que sería finalmente Rey de España, iniciando la
dinastía borbónica, en la llamada guerra de sucesión. Una derrota
que conllevó la pérdida definitiva de los fueros del antiguo reino
de Aragón, Valencia y Cataluña y de sus respectivas autonomías. Una
fecha simbólica usada como reivindicación oportunista para conseguir
la plena autonomía que es la independencia de España. Estamos pues
ante el uso mezquino de la Historia para fomentar el frentismo con
España de la sociedad catalana, acudiendo al sentimiento
nacionalista del “Estado opresor y represor” de las aspiraciones y
reivindicaciones justas del pueblo catalán.
Pero la pregunta es ¿por qué hemos llegado a este punto de
enfrentamiento y a esta masiva movilización de los catalanes? Pues
la respuesta, como siempre, es compleja y tiene múltiples facetas,
es decir responsables que no solo señala a ese nacionalismo
decimonónico. Y uno de los principales responsables es sin duda el
Estado, es decir, los diferentes Gobiernos de España habidos desde
la llamada Transición a la democracia desde el régimen de la
dictadura de Franco. Y como primera fuente de conflictos está la
Constitución de 1978. Y no diré que no fue un logro y un indudable
mérito plasmar en un documento la complejidad de pasar de un sistema
centralizado a un sistema de Monarquía parlamentaria y autonómico
donde nada menos que se introdujo el concepto ambiguo de
“nacionalidades” como forma de reconocer la diversidad sociocultural
de diversas regiones. Algo que se especificó con El País Vasco y
Navarra al reconocérseles una situación de privilegio con el
Concierto Vasco y los Fueros, respectivamente. Y la guinda del
pastel fue el establecimiento de dos vías de acceso a la autonomía,
una directa para las llamadas "históricas" como El País Vasco y
Navarra y otra algo más lenta para el resto, y la improvisación de
su creación en el agrupamiento de provincias o su nueva figura en
forma uniprovincial como Madrid, La Rioja, Murcia, Cantabria,
Asturias y las Ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.
En un principio, durante las sucesivas legislaturas con gobiernos
del PSOE con Felipe González como Presidente y unas cómodas mayorías
absolutas, lo que se impuso, más que un Estado de Derecho, fue un
Estado de revancha y rapiña. La política del “pelotazo” y de la
“beatiful y Jet people” de las élites socialistas y conservadoras, y
el auge económico de los Sindicatos UGT y CCOO que recuperaron e
incrementaron su patrimonio y poder sindical, fueron el caldo de
cultivo perfecto para que medraran arribistas y se extendiera la
corrupción. Todos con alguna edad recordarán el célebre despacho de
“mi henmano”( el del VicePresidente Alfonso Guerra) en la sede del
Junta de Andalucía, o personajes como Mario Conde, los Albertos, de
la Rosa, Narcís Serra, Javier Solchaga, Roldán,etc. Y mientras,
Jordi Pujol medraba en su feudo de la Generalidad, bajo la
apariencia de la moderación y del “seny”, reivindicando mayores
competencias y rechazando el “café para todos”, el mismo que Carles
Puigdemont ofreció el otro día a unas divertidas diputadas del PPC.
Pero ha sido a partir de la legislatura de 1996, con el PP de José
María Aznar, cuando el nacionalismo catalán incrementó de forma
sustancial su poder al vender muy caros sus votos para la
gobernabilidad de España. Y es aquí cuando comienza la claudicación
del Estado en un pacto de “dejar hacer” con abandono del Estado de
Derecho, que ha sido en la doble vertiente del adoctrinamiento
ideológico de las nuevas generaciones en el nacionalismo y en la
permisividad en la rapiña de una comunidad a beneficio de una casta
elitista y como medio de financiación de un plan para culminar el
nivel competencial y crear de facto una estructura de Estado con
autonomía plena. Una política de cesiones y concesiones que fue
seguida durante las siguientes dos legislaturas del PSOE con un José
Luis Rodríguez Zapatero, que cedió a las pretensiones de la
federación catalana del PSOE, el PSC liderada por Pascual Maragall,
para aprobar en el Parlamento de España un nuevo Estatuto de
autonomía que era el embrión de un Estado asociado y no una
autonomía administrativa y descentralizada. Una situación que con la
crisis económica se ha visto posteriormente agudizada tras una
legislatura del PP con una mayoría absoluta amplia y una dejación de
responsabilidades ante el desafío secesionista del nuevo Gobierno de
la Generalidad y el vuelco de mayorías parlamentarias a favor del
nacionalismo y la ultra izquierda separatista de ERC y movimientos
anti sistema como la CUP. Y ahora, tras un paréntesis de un año sin
Gobierno, nos encontramos en una legislatura con un Parlamento de
España dividido sin mayorías claras, un Gobierno debilitado sin
apoyos fiables y un órdago secesionista.
Hoy, asistiremos a una Diada donde se evidenciará en las calles la
fragmentación de una sociedad, la catalana, la que sale a
manifestarse y la otra que permanece callada, que recuerda mucho a
la que se venía dando en El País Vasco en el “Aberri eguna”, el
equivalente a la Diada, con concentraciones separadas de las
distintas fuerzas políticas y las siempre ruidosas, folclóricas y
multitudinarias manifestaciones de las fuerzas abertzales ligadas a
la ETA, y su fijación con la capital navarra de Pamplona desde la
ápoca de Batasuna (Herri Batasuna) con Jon Idígoras la frente de la
pancarta, Euskadiko Eskerra y demás marcas posteriores del nacional
socialismo vasco proetarra. Hoy asistiremos a un nuevo intento de
coacción y amedrentamiento de la sociedad catalana por parte de los
independentistas, como parte del desafío para la celebración del
referéndum ilegal del 1 de octubre, que avale el proceso de secesión
lanzado en los últimos años por el Gobierno de la Generalidad y el
Parlamento de Cataluña. La duda es si será pacífico o se buscará la
fricción mediante grupos "incontrolados" asediando la Delegación del
Gobierno o la sede del TSJC y sedes de los partidos de la oposición.
Se dice que, de aquellos polvos, vienen estos lodos. Y la verdad es
que tenemos una autonomía totalmente enlodazada porque se ha dejado
acumular el polvo del cínico victimismo, de la rapiña descarada, de
las reivindicaciones sin límite, de la violación de los derechos de
los españoles (que también son catalanes) y del adoctrinamiento
ideológico en el odio a España, a su lengua y a la que consideran su
cultura y símbolos más tópicos y típicos.
Este va a ser un día muy largo y es seguro que será el que marque el
pistoletazo de salida hacia la última carrera del secesionismo con
meta en la declaración unilateral de independencia de la nueva
república de Cataluña. Tras décadas de incomparecencia, me queda la
duda de si por fin se impondrá el Estado de Derecho y se acabará con
la rebelión lo mismo que se acabó con la de 1714.
¡Que pasen un buen día!
Entre dos golpes
SANTIAGO GONZÁLEZ El Mundo 11 Septiembre 2017
Tenía razón el presidente de la Junta de Galicia al decir que: "La
aprobación de la ley del referéndum independentista es lo más grave
que ha pasado en España después del 23-F". Quienes tengan la edad
suficiente recordarán, y si no para eso están las hemerotecas o uno
mismo, que aquella noche larga empezó a desaguar por la mañana,
cuando los guardias de Tejero se descolgaban por las ventanas del
Congreso y el golpista Pardo Zancada firmaba con el teniente coronel
Fuentes Gómez de Salazar las condiciones para la rendición de los
asaltantes, lo que se llamó el pacto del capó por haberse firmado en
la cubierta de un Land Rover. En lo esencial era la discreción en la
salida de Tejero del Congreso (sin cámaras) y la impunidad para los
guardias de teniente para abajo.
Fue el aspecto más lamentable del asunto, aunque aún puede ser
superado por el desenlace previsible cuando se frustre el golpe que
los sediciosos catalanes están desarrollando desde el miércoles de
la semana pasada. El consejo de guerra celebrado en Campamento en
1982 condenó a distintas penas de cárcel a 29 militares y a un
civil. Cada vez son más los ciudadanos españoles partidarios de que
los golpistas catalanes sean procesados y condenados, como Companys
y su Govern en junio de 1935. ¡Y Companys había proclamado su estado
dentro de la República federal española!
El golpismo debe pagarse con cárcel y que los agentes de la Justicia
fueran precisamente los Mossos d'Esquadra. Bastarían docena y media
de procesados: un presidente, un ex presidente, consejeros, ex
consejeros, parlamentarios y esa tipa que detenta la Presidencia del
Parlamento y que llevaba las instrucciones del golpe por escrito.
Cataluña está gobernada por una cuadrilla de delincuentes que
esperan salirse de rositas por esto y por el 3%, la cifra
cabalística de lo que ellos consideran su nación. Ya no hay
barreras, códigos morales ni respeto a la ley. Este fin de semana
los cabecillas gritaban con entusiasmo no tinc por! como lo hacían
sus seguidores tras el atentado de las Ramblas. Hay una diferencia:
los manifestantes mentían tratando de conjurar la jindama. Esta
tropa dice la verdad: no tienen miedo porque cuentan con la
impunidad. Por eso la chusma se pone farruca ante la Guardia Civil.
No tienen miedo y deberían tenerlo.
No van a poder celebrar su referéndum. Rajoy lo impedirá, como
cualquier otro presidente en su lugar, porque permitirlo sería el
suicidio del Estado. El problema es que hay mucha voluntad
apaciguadora que propone un diálogo para compensar a los golpistas
por las buenas lo que no pudieron conseguir por la brava: aliviar la
frustración de tantos catalanes de buena fe que han ido detrás de la
chusma. No hubo buena fe. Sebastian Haffner describía la frustración
de tantos buenos alemanes que se echaron a la calle tras los nazis:
"Ese rasgo delirante, esa locura fría, esa determinación ciega,
imparable y desaprensiva de querer lograr lo imposible, la idea de
que 'justo es lo que nos conviene' y 'la palabra imposible no
existe'. Es evidente que este tipo de vivencias traspasan la
frontera de lo que los pueblos pueden vivir sin sufrir secuelas
emocionales". Tómese como analogía.
Hoy, en la Diada, Mas sigue limosneando para que los más tontos de
sus adeptos le paguen a escote los cinco millones largos de euros
que el Tribunal de Cuentas les exige a él y a sus secuaces. ¿Será
posible que ninguno de sus paganos haya levantado la voz para
exigirles que se nieguen a pagar? ¿Qué tiene el Tribunal de Cuentas
para infundirles el respeto que no guardan al Constitucional o al
Supremo?
La Diada no es la 'fiesta' de Cataluña
EDITORIAL Libertad Digital 11 Septiembre 2017
Este lunes, Cataluña vuelve a celebrar su fiesta regional, la
denominada Diada, que de festiva no tiene nada y que tampoco es lo
que pretende ser, el día por antonomasia del Principado. La
oficialización de la Diada, de hecho, fue un tremendo error, como no
deja de demostrarse año tras año.
Jamás debió convertirse en el Día de Cataluña una fecha extraída de
una guerra civil española, que evidentemente en el Principado
enfrentó a catalanes contra catalanes. La Guerra de Sucesión no fue
de ninguna de las maneras una guerra de secesión, por lo que
convertir el 11 de Septiembre en la fecha fundamental del calendario
local no hace sino dar la razón a los que no la tienen, los
nacionalistas falsarios que mienten que en aquel conflicto lo que se
dirimía era la independencia de Cataluña y que los vencedores fueron
forasteros opresores secundados por infames traidores locales, los
tristemente célebres botiflers.
Por lo que verdaderamente fue la Guerra de Sucesión y por lo que el
nacionalismo orwelliano quiso siempre que fuera, la Diada estaba
condenada desde el primer momento a ser una efeméride divisiva,
cívicamente tóxica; un instrumento en manos de los peores enemigos
de Cataluña, esos nacionalistas que la desprecian tanto que deforman
su pasado, prostituyen su presente y pretenden secuestrar su futuro.
La Diada, habrá que insistir en ello, fue un tremendo error. Como lo
fue conferir la condición de himno local al sanguinario Els
Segadors, también utilizado hasta la náusea por la canalla
separatista para excitar el odio a España.
La Diada jamás debió ser la fiesta catalana por excelencia.
Cataluña, de hecho, ya tiene una gran fiesta, verdaderamente cívica,
que disfrutan todos los catalanes y que despierta admiración en el
resto de España. Es el Día de Sant Jordi, pletórico de libros y
rosas. PP y Ciudadanos ya han pedido en alguna ocasión que se
proceda a la sustitución. Sería una magnífica noticia, el mejor
punto de partida para la normalización de Cataluña.
1714: victimismo y mentiras
Desmontando falacias: la Guerra de Sucesión no fue nunca de
secesión, la matanza de Roser es un mito y el 'Bando de los Tres
Comunes' era españolista.
Jorge Vilches elespanol 11 Septiembre 2017
Los nacionalismos tardíos, como el catalán, no son hijos de la
Ilustración y de la Revolución francesa. No se fundaron en el “We,
the people”, o en la Declaración de Derechos del Hombre y del
Ciudadano, ni siquiera en la Constitución española de 1812. No
vincularon la construcción de su Estado nacional sobre la idea de
libertad, igualdad y progreso. Todo lo contrario. Los movimientos
nacionalistas surgidos a finales del siglo XIX y que cobraron fuerza
a comienzos del XX, se fundaron en el darwinismo, el biologismo
político y la invención de la tradición, desde una posición
defensiva y victimista.
El supremacismo de aquellos nacionalismos, trufados de xenofobia y
racismo, de desprecio a la inmigración, que alertaban sobre la
“contaminación” con culturas foráneas, se desbordó en las dos
guerras mundiales del siglo XX, y alimentó los totalitarismos. Como
escribió Fichte: todo nacionalismo termina en socialismo, y todo
socialismo concluye en nacionalismo. De ahí que los independentistas
catalanes de las décadas de 1920 y 1930, como Nosoltres Sols! o
Estat Català –organización que estaba dentro de ERC-, tuvieran como
modelo el fascismo italiano, y mantuvieran buenas relaciones con el
nacionalsocialismo alemán.
La construcción de “comunidades imaginarias”, como escribió
Anderson, procedió de pequeñas élites culturales que definieron la
Historia y las costumbres de un pueblo, mezclando verdades con
mentiras. Luego, esa élite se convirtió en una organización política
con el propósito de conservar y exaltar esa “historia nacional” que
“otros” querían ocultar. Forjada esa nueva identidad y convertida la
cultura en cuestión política, accedieron a las instituciones. Su
objetivo fue siempre ir catalanizando espacios del régimen hasta
destruir el Estado que los cobija y construir uno propio. Desde los
resortes institucionales, controlando el presupuesto y la educación,
poco a poco, desde la Mancomunidad catalana en 1914 en adelante,
aquella oligarquía forjó una comunidad que debía ser homogénea.
Esa construcción, una especie de imperativo histórico, legitimaba
cualquier acción política que condujera a un Estado propio, en el
que, como dijo Josep Dencàs, uno de los golpistas de 1934, “no
debería haber más que un partido y no se habría de consentir ningún
otro, porque el sistema de una pluralidad de partidos, respondiendo
a una variedad de opiniones, iba desapareciendo de los pueblos
modernos”.
La construcción totalitaria de esa comunidad necesitaba una revisión
de la Historia para pergeñar un relato victimista.
La construcción totalitaria de esa comunidad necesitaba una revisión
de la Historia para pergeñar un relato victimista, en el que se
demostrara la perversidad del enemigo, del extranjero, del opresor y
explotador, frente a la bondad de las gentes propias, verdaderos
ejemplos de las más grandes virtudes, que siempre defendieron, como
ellos, la independencia de su nación catalana. Así se creó el mito
de 1714; porque un mito, como escribió Georges Sorel, es un relato
fantasioso, mentiroso y emocional cuyo objetivo es movilizar
fácilmente a la gente. Ese mito está lleno de mentiras. Merece
recordar lo que ocurrió:
El 'malvado' Felipe V fue traicionado
Entre los catalanes de comienzos del XVIII perduraban aún los
recuerdos de las campañas bélicas francesas en tierras catalanas, en
especial con motivo de la efímera incorporación de Cataluña al país
vecino en 1641. Felipe V quiso hacerse con el favor de las
oligarquías y estamentos de toda España, y el primer paso era
aceptar sus normas. No vino a imponer el absolutismo, sino a reinar.
Por esta razón, el 4 de octubre de 1701, en Barcelona juró los
fueros y abrió las Cortes catalanas.
La buena disposición dio como resultado las “constituciones” de
1702, en las que el Principado quedó más favorecido que nunca. Así
se celebró un pacto contractual, como recuerda el historiador Óscar
Uceda, entre el rey, la Cortes catalanas y las instituciones
representativas, como el Consejo de Ciento o la Paería de Lérida. El
contrato consistía en respetar las leyes a cambio de reconocer la
soberanía del Borbón.
La Guerra de Sucesión obligó a Felipe V a dejar España. A su marcha,
el bando catalán austracista, los vigatans, fue creciendo desde el
momento en el que las noticias parecían decantar la victoria del
lado de los enemigos de Felipe V. Un grupo de nobles vigatans fue en
1705 a Génova para negociar con un representante inglés el cambio de
bando en la guerra. La traición se rubricó el 20 de junio de 1705.
El compromiso era alzarse en armas contra el rey, ese mismo al que
habían jurado tres años antes, a cambio de dinero y armas. En el
caso de vencer, los aliados contra el Borbón se comprometían a
respetar las constituciones de 1702; sí, las mismas que habían
elaborado con Felipe V.
El cambio de bando supuso un enfrentamiento armado entre catalanes,
entre los 'vigatans' y los 'botifler'.
El cambio de bando supuso un enfrentamiento armado entre catalanes,
entre los vigatans y los borbónicos –apodados botifler-, lo que
muestra que no fue una guerra de castellanos contra catalanes, sino
entre austracistas y defensores de Felipe V.
Finalmente, por no alargarme, tras la caída de Barcelona en
septiembre de 1714, Felipe V abolió las constituciones, esas mismas
que las instituciones catalanas habían violentado demostrando así
una inseguridad jurídica, una desconfianza tras la traición, que el
nuevo rey no deseó. Por tanto, es falso que “los catalanes” lucharan
por mantener los derechos y libertades de Cataluña, porque se
pactaron en 1702 y luego sus instituciones las traicionaron.
La guerra no fue España contra Cataluña
Oriol Junqueras, historiador, se dedicó durante años a dar
conferencias convenientemente financiadas por la Generalitat, en las
que explicaba que la Guerra de Sucesión era en realidad de Secesión,
demostrada, a su entender, en la resistencia del pueblo catalán
frente al invasor castellano y francés.
El mito del pueblo resistente se forjó durante la Renaixença, un
movimiento romántico tardío, a finales del XIX, para recuperar y
reinventar la historia y la lengua como señas de identidad
segregacionistas. Bofarull, por ejemplo, difundió en 1878, el mito
de los segadors de 1640 como un grupo homogéneo con un interés
exclusivamente político. Esa interpretación la siguieron Rovira i
Virgili, Ferrán Soldevilla y Segarra, entre otros del XX, que
reforzaron la visión de un bloque compacto de resistencia catalana
contra el centralismo. Esto se hizo retorciendo la Historia con un
discurso político y emocional, lleno de adjetivos y sin
documentación. Ese esquema interpretativo se aplicó a la Guerra de
Sucesión, por la que la llamaron “de Secesión”.
Reducir una guerra internacional por la posesión de España y de su
Imperio a un conflicto local resulta grotesco.
Sin embargo, la Historia dice otra cosa. El conflicto se produjo por
la disputa del trono de España entre el candidato borbónico y el
austriaco, Felipe V y el archiduque Carlos. La posesión de España y
de su Imperio era algo tan determinante para la política mundial que
limitarlo, como denuncia el historiador Luis Ribot, a un conflicto
local por la conservación de una “protodemocracia” catalana resulta
grotesco. Inglaterra, Portugal y Holanda apoyaron a Austria frente a
Francia, constituyendo de esta manera una alianza que provocó una
guerra internacional. Incluso algún historiador la califica como la
verdadera primera guerra mundial porque se desarrolló por todo el
planeta.
La división entre españoles fue evidente. Madrid y Toledo fueron
austracistas, por ejemplo. La Cataluña interior y el Valle de Arán
se decantaron por el Borbón; no en vano lucharon contra los vigatans
en 1705. Lo mismo ocurrió en otras regiones españolas. El conflicto
entre españoles no respondió a identidades nacionales, sino a
proyectos políticos, a lealtades regias, a borbónicos contra
austracistas, como señala el historiador Ricardo García Cárcel. Así,
en Cataluña combatieron unidades francesas, holandesas, portuguesas,
austriacas e inglesas, junto a españoles de los dos bandos. Un
ejemplo es el caso de Tarragona, bombardeada por los aliados
austracistas y asediada por tierra por las tropas de Nebot, un
coronel catalán.
Oriol Junqueras, sin embargo, decía en 2007 que los ejércitos de
Felipe V contra los catalanes estaban compuestos por castellanos que
llevaron a cabo un “terrorismo militar”. Lo cierto es que en toda
guerra hay barbaridades, en este caso también por parte de los
migueletes, tropas austracistas en Cataluña. Estos soldados, sin
sueldo ni disciplina, y catalanes, fueron una auténtica plaga para
los campesinos.
La supuesta matanza de 700 catalanes a manos de tropas castellanas
en Lérida en 1707 nunca ocurrió.
Ese concepto de “terrorismo militar” alimenta el uso del victimismo
de la oligarquía catalanista. Por ejemplo: cada año en Lérida se
celebra un homenaje a la supuesta matanza de 700 catalanes a manos
de las tropas castellanas, en el convento del Roser, el 13 de
octubre de 1707. Las investigaciones arqueológicas e históricas de
Óscar Uceda han demostrado que ese episodio nunca ocurrió, sino que
el catalanismo del XX lo inventó. A pesar de eso se sigue
celebrando.
No fue el 11 de septiembre, sino el 12
El asedio de Barcelona no terminó el 11 de septiembre de 1714. En el
torrente de invenciones y manipulaciones históricas, hasta la fecha
es errónea. A media tarde de ese día, los defensores enarbolaron
bandera blanca, y una comisión fue a entrevistarse con el duque de
Berwick en la brecha principal, quien les dio de plazo hasta el
amanecer del día 12 para la rendición. Al no suceder esto, ordenó
incendiar la ciudad, y prohibió el saqueo. A mediodía del 12, los
defensores sacaron de nuevo la bandera blanca y se rindieron.
Berwick accedió a respetar sus vidas y propiedades, y en la tarde
del 12 de septiembre, no del 11, las tropas borbónicas entraron en
la ciudad.
A pesar de esto, de la Historia y la documentación, el 11 de
septiembre de 1891, un pequeño grupo de simpatizantes de la Unió
Catalanista organizó el primer acto ante la estatua del que era
Conseller en Cap en septiembre de 1714: Rafael de Casanova. Y de ahí
en adelante. Pero Casanova no es quien dice que fue los
catalanistas.
El Tratado de Utrecht, firmado el 14 de marzo de 1713, puso fin a la
guerra. El acuerdo consistió en la retirada de las tropas aliadas en
Cataluña, Menorca e Ibiza. A cambio, Felipe V se comprometió a una
amnistía, al olvido de las responsabilidades y prometió a las
instituciones catalanas los mismos derechos que tenían las
castellanas; en especial, el acceso al comercio con América, que
hasta entonces era un monopolio del puerto de Sevilla.
Inglaterra prometió un acuerdo mejor al del Tratado de Utrech, lo
que explica la resistencia de Barcelona.
Inglaterra, que siempre enturbió la relación de la metrópoli con
Hispanoamérica por motivos comerciales, “convenció” a las
autoridades catalanas para que no aceptaran el Tratado, prometiendo
un acuerdo mejor y diciendo que les ayudarían militarmente, lo que
no ocurrió. Esto explica la resistencia de Barcelona desde el 9 de
julio de 1713, aunque con muchas discrepancias internas. De hecho,
Villaroel, que dirigía la resistencia de la ciudad, acabó
dimitiendo, y fue sustituido, ante la ausencia de candidatos, por la
Virgen de la Merced.
El 11 de septiembre de 1714, antes del asalto de las tropas
borbónicas, Casanova colocó en la muralla el estándar de Santa
Eulalia. Fue herido en un muslo, trasladado al colegio de la Merced,
y luego a la finca de su hijo en Sant Boi de Llobregat. En 1719 fue
amnistiado y siguió ejerciendo la abogacía durante décadas.
El bando de los Tres Comunes era españolista
El 11 de septiembre, las autoridades de Barcelona publicaron un
bando -de los Tres Comunes- que llamaba a resistir para no caer
esclavos de Francia, “como los demás españoles engañados”, y animaba
a que “todos como verdaderos hijos de la Patria, amantes de la
Libertad, acudirán a los lugares señalados a fin de derramar
gloriosamente su sangre y vida por su Rey, por su honor, por la
Patria y por la libertad de toda España”.
El españolismo de los defensores de Barcelona en aquellos días
también se reflejó en las palabras de Villarroel a los soldados y al
pueblo: “Hoy es el día en que se han de acordar del valor y
gloriosas acciones que en todos los tiempos ha ejecutado nuestra
nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos de ser
catalanes e hijos legítimos de nuestros mayores. Por nosotros y por
toda la nación española peleamos”.
Casanova tampoco luchó por la independencia de Cataluña, sino por
una España libre de Francia.
Casanova tampoco luchó por la independencia de Cataluña, sino por
una España libre de Francia. Estos documentos los recogió el
historiador catalán, Francisco de Castellví y Obando en sus
Narraciones históricas desde el año 1700 hasta el año 1725, páginas
en las que se lamenta de la “guerra civil en la que la nación
española fue homicida de sí misma”.
La Historia se utiliza para argumentar discursos políticos. Es en
ese momento en el que deja de ser conocimiento histórico y pasa a
ser mito y, por tanto, falsedad. Quizá lo resumió mejor Prat de la
Riva en su Compendio de doctrina catalanista (1894): “bajo los
nombres viejos hicimos pasar la mercancía nueva y pasó (…) y con
calculado oportunismo, insinuábamos en sueltos y artículos, las
nuevas doctrinas, barajando con intención región, nacionalidad y
patria para acostumbrar, poco a poco, a los lectores.”.
***Jorge Vilches es profesor de Historia del Pensamiento y de los
Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense.
El despropósito independentista
Carlos Navarro Ahicart larazon 11 Septiembre 2017
Hay que ver, la de amigos nuevos que algunos pueden hacer en las
trincheras del proceso independentista catalán. No hay más que ver
la nueva relación de armonía existente ahora entre el terrorista y
asesino Arnaldo Otegi y los dirigentes separatistas más sonados.
Parece ser que, 30 años después del atentado de la banda terrorista
ETA en el Hipercor de la Avenida Meridiana de Barcelona, que se
cobró la vida de 21 personas y mandó a otras 45 al hospital, a este
energúmeno le ha aflorado el gran amor que dice tener por Cataluña
con su ridícula foto de “We love CAT”.
Pero no iba a quedar ahí la cosa. Este tipo de criminales va más
allá y declaraba hace nada que el Estado español está utilizando los
atentados terroristas en Cataluña del pasado mes para frenar el
procés, “como hizo con ETA”. Unas declaraciones de lo más repulsivo,
especialmente cuando uno se para a pensar quién ha utilizado
verdaderamente la vía de la violencia y el asesinato como
herramienta política: precisamente quien acuda a otros de hacerlo.
Y es que el gallinero independentista que se ha formado en Cataluña
a lo largo de los años tiene de todo, no solo asesinos. También
encontramos corruptos millonarios, mártires políticos expertos en el
cobro de comisiones, personajes que se asemejan más a una tribu de
salvajes hidrófobos que a alguien con aspiraciones reales de
gobierno, y muchos otros actores políticos que no puedo enumerar por
falta de espacio (no por ello menos memorables). En general, la
clase política favorable a la independencia tiene más similitudes
con una obra de teatro esperpéntica que con cualquier otra cosa. Si
la cosa no cuaja, tal vez podrían montar un circo ambulante e ir de
pueblo en pueblo animando y asqueando (a partes iguales) a los
lugareños.
Todo esto podría quedarse en una lamentable y cómica anexos si no
fuese porque supone un atentado real al Estado de Derecho y nuestro
sistema legal y constitucional establecido. No lo decimos solo los
españolitos. Allá fuera, en la Europa que tanto evocan los líderes
independentistas, contemplan atónitos el golpe de Estado cutre y
aparatoso que están organizando y consumando estos compatriotas. Ser
ignorante no es delito, y cargar contra el marco legal que tienen
que acatar por su pleno desconocimiento del mismo era de esperar.
Pero el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. Y la
ley es más que clara a este respecto: pretenden celebrar un
referéndum completamente ilegal. Eso, queridos indepes, sí es
delito.
Huelga decir que las independencias no son negativas per se. Grandes
países han surgido basando su independencia en la libertad frente al
marco restrictivo del país original, como Estados Unidos en su
momento. El problema llega cuando un proceso independentista se basa
en el odio irracional hacia un país que no hace más que esforzarse e
invertir miles de millones de euros en el territorio en disputa para
garantizar su bienestar; en unos preceptos con aspiraciones
constitucionales más propios de una república soviética que de un
país moderno y desarrollado; y en un nacionalismo tremendamente
sectario que supura rechazo absoluto hacia “lo español”,
peligrosamente cercano al nazismo.
Eso sí, no veremos que tengan problemas en la recepción masiva de
inmigración islámica, siempre y cuando su sistema de coberturas haga
que estas comunidades apoyen incondicionalmente la independencia.
La mayoría de los que ocupan puestos de responsabilidad en esta red
cobran más de 80.000 euros, muy por encima de lo habitual en el
sector público
La sucia trama soberanista que cuesta 836
millones anuales a los catalanes
Instituciones, asociaciones y entidades públicas, pero también
privadas, han hecho del proyecto de ruptura con España su modo de
vida
Periodista Digital 11 Septiembre 2017
Solo en transporte se ha presupuestado un gasto de más de 670.000
euros, y la mayor parte se destina a viajes al exterior para hacer
propaganda del secesionismo
Lo de servir con neutralidad a los intereses de todos los catalanes,
ni se lo plantean. Con el Presupuesto de la Generalitat se sufragan
cuantiosos gastos de los movimientos independentistas, y se mueve un
amplio negocio de dinero público dirigido a sostener una amplia red
de colectivos, personas físicas y entidad empresariales. Han hecho
del proyecto de ruptura de España un negocio redondo.
La Administración catalana da cobijo a activistas cuyo único mérito
es servir al ideario independentista, y a cambio reciben sueldos que
superan con crecer los usuales en otras administraciones: el
desmadre les cuesta a los catalanes 836 millones de euros.
Así lo cuenta 'La Razón' en su edición de este lunes 11 de
septiembre de 2017, donde desgrana este entramado en el que hay
instituciones, asociaciones y entidades públicas, pero también
privadas.
LOS SUELDOS
La Generalitat lleva tiempo dedicada a intentar crear estructuras de
Estado en ámbitos de competencia exclusiva del Gobierno central. Y
en esta acción destaca todo lo que afecta a las instituciones de
acción exterior. La mayoría de los que ocupan puestos de
responsabilidad en esta red cobran más de 80.000 euros, muy por
encima de lo habitual en el sector público.
Es sabido que el presidente de la Generalitat cobra un 78 por ciento
más que el presidente del Gobierno de España, en concreto 145.471
euros. Pero luego hay que seguir sumando. En viajes y transporte se
ha presupuestado un gasto de más de 670.000 euros, la mayor parte
del cual es gasto en viajes al exterior, utilizados para hacer
propaganda del secesionismo. Este capítulo del presupuesto se
incrementó en 2017 un 5,6 por ciento.
Los actos institucionales de Carles Puigdemonty las atenciones
protocolarias de sus altos cargos ascienden a cerca de un millón de
euros. En 2017, esta partida se incrementó un 8,8 por ciento. Se
incluye el gasto de la Casa de la Generalitat en Perpiñán, que
asciende a 147.000 euros. Sus funciones teóricas son potenciar y
dinamizar las relaciones transfronterizas y organizar actividades
para la difusión cultural, turística, social y económica de
Cataluña.
Los gastos de la Delegación de la Generalitat en Madrid ascienden en
2017 a 300.000 euros, con un incremento del 50 por ciento. La
Delegación desarrolla actividades cada vez más orientadas a la
propaganda independentista. El delegado en Madrid, F erran Mas ca
relli Canal da, percibe una retribución de 84.919,56 euros anuales y
acompaña a Puigdemont y otros cargos en sus desplazamientos
oficiales.
El último de los gastos relacionados con la Presidencia de la
Generalitat y su actividad de promoción es el que genera la
denominada «oficina del ex presidente», con tres puestos de trabajo
adscritos a su servicio, una dotación para gastos de oficina, un
automóvil de representación con chófer y los servicios de seguridad
necesarios. Artur Mas recibió en 2016 una retribución anual de
111.519 euros y sus gastos de oficina ascendieron a 41.723 euros.
Mas está realizando muchos viajes al exterior para defender la causa
independentista, que se imputan al presupuesto de la Generalitat. En
marzo viajó a Oxford y Harvard, y el coste, asumido por la Oficina
del ex presidente, fue de 8.055 euros.
LA ACCIÓN EXTERIOR
Otra de las estructuras propagandísticas es el departamento de
Asuntos y Relaciones Institucionales Exteriores y Transparencia,
enmendado por el Tribunal Constitucional. Su consejero Raúl Romeva
recibe una retribución anual de 109.663 euros, un 34 por ciento más
que el presidente del Gobierno. Y su director de Gabinete, Iván
Altisent Fornons, gana 74.379 euros.
En la misma línea, se pueden seguir sumando los sueldos de los
directores generales de Relaciones Exteriores, de Asuntos
Multilaterales y Europeos y de Cooperación al Desarrollo, que
ascienden a 81.396 euros, ligeramente inferiores al que recibe
Rajoy, 81.744 euros. Igual que estos directores generales cobran los
diez delegados de la Gen er ali tat en el exterior, y hay otros tres
pendientes de designación.
En dos años se han duplicado. Además, la Generalitat anunció al
inicio de este proceso de expansión que tenía la intención de abrir
hasta 50 delegaciones. Al frente de ellas hay periodistas, una
diseñadora gráfica, un técnico en electrónica industrial, una
licenciada en Filo-
logía y Literatura catalana o una consultora de gobiernos y de
clubes de fútbol. Todos con más empleados a su cargo, que también
viven de la expansión independentista. El presupuesto total del
Departamento de exteriores asciende a 39,6 millones de euros. Y en
2017 se incrementó en más del 80 por ciento.
Esta acción exterior se completa con una importante estructura de
entes públicos, que en muchos casos cuentan con personal en el
extranjero, y en los que muchas veces la mitad del presupuesto es
para gastos de personal. Del Departamento de Exteriores depende la
Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo, cuestionada por la
sindicatura de cuentas catalana; y el DIPLOCAT, que ha creado
incluso un Consejo Consultivo formado por 39 miembros.
También el Memorial Democratic, con 22 trabajadores y un presupuesto
para 2017 de 1,87 millones de euros, produciéndose un incremento
este año del 32 por ciento. El Instituto Catalán Internacional para
la Paz cuenta con 14 empleados y un presupuesto de 1,42 millones de
euros. El Consorcio del Museo Memorial del Exilio tiene un
presupuesto de 442.000 euros, y el Consorcio Memorial del Espacio de
la Batalla del Ebro, 360.650 euros.
PRESIDENCIA
Esta radiografía se repite en los organismos dependientes del
departamento de Presidencia. Intracatalonia, Agencia Catalana de
Noticias, tiene un presupuesto de 3,33 millones de euros, el 73 por
ciento destinado a gastos de personal. Según un informe de la
Sindicatura de Cuentas de Cataluña, en 2013 incumplió las
limitaciones vigentes sobre incrementos de plantilla y contratación
de personal.
Mientras que del departamento de Cultura depende el Instituto
Catalán de Empresas Culturales (58,7 millones de euros), el
Consorcio para la Normalización Lingüística (29 millones de euros) y
el Consorcio del Instituto Ramón LLull (8,4 millones de euros). Por
último, dependientes del departamento de Empresa y Conocimiento
están la Agencia para la Competitividad de la Empresa (77,6 millones
de euros) y la Agencia Catalana de Turismo (23,2 millones de euros).
Además, amparándose en la Ley de Acción Exterior la Generalitat
apoya 116 comunidades catalanas en el exterior, que tienen derecho a
ayuda económica, a la participación en programas, delegaciones y
cualquier otro tipo de iniciativa organizada por la Generalitat, a
la firma de convenios para la prestación de ciertos servicios o el
ejercicio de las funciones que les sean delegadas y a un fondo
editorial e informático sostenido con fondos públicos.
OTROS COLECTIVOS
La Generalitat también se esfuerza en mantener contactos con
catalanes en el exterior que realizan actuaciones en favor del
independentismo. Algunos se han agrupado en colectivos que apoyan
públicamente el proceso como el Colectivo Wilson, el Colectivo EMMA
y el Colectivo Praga. Por otro lado, Puigdemont se encarga de
contratar servicios a instituciones y lobbies privados que les
asesoran o ayudan a que se exteriorice cierto apoyo a la causa
catalana, como el Independent Diplomat, que habría recibido 1,4
millones de euros por servicios de asesoramiento a través de tres
contratos desde 2013.
Todo este despliegue exterior genera unos costes desproporcionados
para una comunidad autónoma. El gasto en propaganda exterior se
estima en 266 millones de euros, y en 2017 ha crecido un 32 por
ciento. Más de 74 millones se destinan a retribuciones de personal y
más de 90 millones a transferencias al sector privado, tanto
empresas como a familias e instituciones sin ánimo de lucro. Viajes
al exterior y actos institucionales tienen un objetivo puramente
propagandístico. No parece casual que muchas de las personas que
ocupan puestos de acción exterior sean expertos en comunicación.
Los resultados diplomáticos han sido nulos hasta ahora. Al margen de
la acción exterior existe un entramado de órganos y organismos
destinados a la causa independentista. La Secretaría para el
Desarrollo del Autogobierno y el Instituto de Estudios de
Autogobierno, con 15 empleados. Múltiples estudios que defienden el
independentismo están subvencionados por el Instituto de Estudios de
Autogobierno, y en 2016 concedió ayudas por 93.430 euros. Hay que
añadir la Oficina para la Mejora de las Instituciones de
Autogobierno, que depende de Junqueras. El reparto de consejerías
entre el PdCat y ERC ha duplicado ciertas estructuras.
ESTRUCTURAS DE ESTADO
A esta red hay que sumar las partidas destinadas directamente al
referéndum y los organismos que pretenden constituir las estructuras
de Estado de la Cataluña independiente, como el Centro de Seguridad
de la Información de Cataluña (CESICAT). La inversión de la
Generalitat en estrategias de ciberseguridad se ha multiplicado por
13 en los últimos cinco años hasta alcanzar los 12,3 millones de
euros. La actuación del CESICAT está siendo investigada por los
tribunales.
También forma parte de estas estructuras el Centro de
Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información (CTTI), a través
del cual se licitaron los contratos para el 9-N. Tiene unos gastos
de personal de 4,7 millones de euros. Además del Centro de Estudios
de Opinión (1,45 millones de euros), que ha sido utilizado para
contratar a una empresa privada que realice una encuesta de opinión
para el proceso independentista, con un coste de 56.785 euros. Otro
organismo es la Escuela de Administración Pública de Cataluña, con
un presupuesto de 3,18 millones de euros.
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