La vida va en serio
España no debió permitirles equivocarse
hasta el final
Hermann Tertsch ABC 3 Noviembre 2017
«Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde…».
Las escenas ayer a la caída de la tarde alrededor de la Audiencia
Nacional evocaban esos versos iniciales del célebre poema de Jaime
Gil de Biedma. Casi puntualmente a las seis se había sabido que
siete miembros de la Generalidad iban a ser enviados a prisión como
cabecillas de un golpe de Estado. Como dirigentes de una amplia
conspiración criminal. Resulte probada o no esta operación ante los
tribunales, lo cierto es que ninguno de los acusados ha negado
querer arrancar a España parte de su territorio y población para
fundar un cuerpo ajeno y hostil. No es una empresa menor. Por la
gravedad inmensa de sus efectos sobre las vidas de 47 millones de
españoles que quedarían sin la patria en la que nacieron decenas de
generaciones de antepasados antes que ellos. Por el terrible trauma
que supondría para las relaciones humanas y la sociedad mutilada que
esa ruptura dejaría a ambos lados de una herida que surcaría un
cuerpo crecido unido desde que fue provincia cristiana del Imperio
Romano. Han estado años volcados en esta empresa a sabiendas de que
era ilegal y criminal. Desde hace un lustro no se han dedicado las
autoridades autonómicas catalanas a otra cosa. Sin disimulo ni
pudor. Full time y full credit. Han gastado ingentes cantidades de
dinero en ello. Han movilizado todo el capital ideológico xenófobo y
mentiroso que se cultiva en varias regiones españolas desde que se
otorgó a partir de 1978 una carta de privilegio a los nacionalismos
antiespañoles. La arrogante hispanofobia supremacista ha sido su
razón suprema política y de identidad.
Ayer, sin embargo, los amigos de la causa, cómplices de los
imputados en la causa de rebelión, sedición y malversación, parecían
todo menos aguerridos luchadores. Ayer no tronaban sus desprecios ni
sus amenazas a España. Concentrados como un deslavazado grupo humano
en la plaza ajardinada de la Villa de París, todos se mostraban
traumatizados por la noticia. Alguno lloraba, muchos hacían muecas
al borde de las lágrimas, se miraban consternados en incomprensión.
No se lo podían creer. Sus jefes, los menos indignos, los que no se
esconden como comadrejas en el grotesco laberinto belga, iban camino
de la cárcel. En España acababa de pasar lo que en cualquier otro
país europeo habría pasado mucho antes. El Estado ejerce su legítimo
derecho al uso de la fuerza para la defensa del bien común y de las
leyes y sus instituciones. Cierto que, como siempre, lo que hace
bien lo hace tarde. Y probablemente se queda corto a la hora de usar
la fuerza legítima de sus leyes –el artículo 155– para reordenar lo
tanto tiempo desordenado. Para erradicar ese venenoso malentendido
tolerado durante cuatro décadas. Que hace creer a los nacionalistas
que pueden disponer del patrimonio de todos. Hay una dosis de
injusticia en este castigo por parte del mismo Estado que no sacó
antes a los nacionalistas catalanes del malentendido. Lo tenía que
haber hecho hace 35 años y lo debió hacer siempre. Y hace seis
meses, seis semanas o seis días. No lo hizo. Los encarcelados
crecieron creyendo que son mejores que los demás españoles y pueden
hacer lo que otros no con lo que pertenece a todos. Han pasado la
vida jugando a pretender ser superiores a los demás, a violar las
leyes comunes y no tomar en serio a España. Y España lo permitió.
Toleró la impunidad por el interesado desinterés de sus gobiernos
centrales. El Estado no cumplió con su deber y les permitió
equivocarse hasta el final. Debió avisarles hace mucho,
fehacientemente, de que la vida va en serio.
Justicia y Estado de Derecho
EDITORIAL Libertad Digital 3 Noviembre 2017
Afortunadamente, en un Estado de Derecho no todo depende del
Gobierno. La Justicia, o al menos alguna de sus instancias, puede
actuar con independencia y cumplir con su obligación.
Eso y no otra cosa es lo que ha ocurrido este jueves: la maquinaria
de la Justicia se ha puesto en marcha y una juez decente ha cumplido
con su obligación: ha dictado las medidas cautelares que la gravedad
de los delitos de que se acusa a los cabecillas del golpe de Estado
separatista y la huida de parte de ellos hacían no sólo lógicas sino
imprescindibles.
No es algo que haya que apuntar en el haber de un Gobierno que si se
ha destacado por algo ha sido por su escasa voluntad de hacer
cumplir la ley, incluso ante sentencias tan terminantes como las del
Tribunal Constitucional que prohibían la celebración del 1-O, que se
terminó celebrando por la clamorosa incompetencia de Mariano Rajoy y
Soraya Sáenz de Santamaría.
A diferencia del 1-O, y contrariamente también a lo que algunos
están diciendo en los medios de comunicación y las redes sociales,
este jueves no ha sido un día triste ni para Cataluña ni para
España. Al revés: los españoles, y especialmente los que viven en
Cataluña, pueden estar satisfechos no de que determinadas personas
entren en prisión, sino de que se haya podido constatar que la
Justicia alcanza a los que delinquen aunque se trate de individuos
que sólo unos días antes ocupaban sillones que los hacían muy
poderosos.
Muy distinta ha sido la reacción del nacionalismo y de una izquierda
en la que han sido múltiples las voces que se han alzado contra lo
que consideran una inoportuna injusticia. El auto de Lamela está
extraordinariamente argumentado desde el punto de vista jurídico,
pero aún así es legítimo discutir, por ejemplo, si en España se hace
un uso abusivo de la prisión preventiva. Lo otro, por mucho que lo
pregonen los líderes mediáticos y políticos de la izquierda
equidistante, es completamente intolerable: sólo en países como la
Venezuela chavista las decisiones de los jueces pueden adaptarse a
consideraciones sobre su oportunidad o inoportunidad política.
Esta es una de las bases de todo Estado de Derecho digno de tal
nombre. Y lo sería, incluso, aunque se aceptase como cierta la
segunda gran mentira que hay en todas estas afirmaciones: que la
impunidad de los golpistas y la renuncia a la aplicación de la ley
pueden ser el camino para solucionar no ya el problema creado por el
nacionalismo en Cataluña sino cualquier otra cuestión política.
¿Está Carles? Que se ponga
Jesús Laínz Libertad Digital 3 Noviembre 2017
¿Carles, eres tú? ¡Por fin! Hola, soy Mariano. ¿Te llamo en mal
momento? ¿Cómo te va? ¡Qué difícil eres de localizar, carallo! Pero
dime, ¿por qué te has ido, si no tenías necesidad?
¡Si nada nos habría agradado más que te hubieras quedado e incluso
que te hubieras presentado a las elecciones de diciembre! Eres un
caprichoso, Carles. Más fácil no te lo hemos podido poner. Te
concedimos plazos, y cuando esos plazos vencieron, te concedimos más
plazos.
Habríamos hecho cualquier cosa para no tener que aplicar la
Constitución, empezando por ese engorroso artículo 155 que tantos
dolores de cabeza me está dando. ¡Si hasta pedimos perdón por haber
tenido que sacar a guardias civiles y policías para cubrir el
expediente ante el referéndum ilegal que te empeñaste en convocar!
¡Con lo bien que nos estaba saliendo todo, Carles! Tú declaraste la
independencia pero poco, gracias a Dios.
Te pregunté si habías declarado lo que habías declarado o si no
habías declarado lo que habías declarado. Incluso Soraya, que de
leyes sabe un rato, te rogó que tipificaras tú mismo el delito que
no teníamos claro que hubieras cometido. En bandeja. Pero
respondiste con una carta muy rara, admítelo. No había modo de saber
si subías o bajabas. ¡Menudo gallego estás hecho!
El caso es que, a regañadientes, no me ha quedado más remedio que
aplicar el 155, aunque poquito y suavecito, no vaya a ser que me
llamen cosas feas. Pero ya ves que hasta Su Majestad se ha empeñado
en hacer cumplir la ley… Lo más grave es que has conseguido revolver
los gallineros, Carles. Sí, en plural, el tuyo y el mío. ¡A ver cómo
calmas ahora al tuyo tras haberle excitado con banderitas y sacado a
la calle a insultar, perseguir, acosar, empujar, golpear, escupir y
apedrear a policías y guardias civiles mientras tú andabas
escondiéndote por túneles!
Por cierto, hablando de túneles, me han contado últimamente unas
historias muy raras de un tal Capitán Cojones corriendo por las
cloacas de Barcelona en 1934. No sé muy bien de qué va el asunto,
pues ya sabes que lo mío es el ciclismo, pero la gente se está
partiendo de risa con vosotros… Pero volvamos al grano, Carles, que
nos dispersamos. Si tu gallinero está revuelto, no puedes imaginar
cómo está el mío, que además es bastante más grande que el tuyo.
¡Menudas manifestaciones me están organizando! Sí, a mí, Carles, a
mí. Porque eso de "¡Puigdemont a prisión!" no te lo dicen a ti, no.
¡Me lo dicen a mí!
Estos días he leído por ahí que el nacionalismo español se ha
despertado tras cuarenta años de letargo por la resaca
antifranquista. Y ya sabes que el peor nacionalismo de todos es el
español, que me lo han explicado personas de mucha solvencia. ¡Con
lo tranquilos que los teníamos, Carles, y ahora se nos han echado a
la calle! ¡A ver cómo hacemos ahora la reforma constitucional que
veníamos anunciando desde hace meses!
Porque tú sabes tan bien como yo que ni tú ni yo mandamos de verdad.
Aquí los que mandan son los del dinero, tanto los de dentro como,
sobre todo, los de fuera. Y ésos quieren que sigamos teniendo la
fiesta en paz, por el bien de todos y sobre todo por el de sus
bolsillos. Y no olvides que contáis con el total apoyo de la
izquierda, que, como sabes, siempre perderá el culo por daros la
razón en todo.
¡No sabes qué pesado está Pedro con eso de la plurinacionalidad, el
federalismo y otras palabras muy largas! Por eso la reforma
constitucional iba sobre ruedas para fingir que se cambiaban un poco
las cosas a vuestro favor de modo que las cosas siguieran más o
menos igual.
¡Con lo que habríais salido ganando en nuevos puestazos y sueldazos
mediante la profundización del Estado de las Autonovuestras!
¡Si hasta estábamos pensando consagrar constitucionalmente el
monolingüismo en Cataluña, poneros asiento en la ONU y permitiros
tener selecciones deportivas, pues Rosell y Gay de Montellá nos
habían dicho que así dejaríais de estar sometidos!
Pero tal como se han puesto las cosas, me parece que los míos, que,
como siempre, habrían vuelto a tragar cualquier cosa, esta vez no
tragan. Pero no porque estén enfadadísimos contigo, no, sino
conmigo. ¡Y cómo está la prensa, llamándome de todo cada día! Hasta
se burlan de mi magistral manejo de los tiempos. ¡Qué difícil se nos
han puesto las cosas, Carles! Y todo por vuestra impaciencia.
Porque dime: ¿por qué tanto empeño en hacer un referéndum ilegal el
1 de octubre si ya has visto que te lo hemos convocado legal para el
21 de diciembre? ¡Y muy probablemente ganaréis de nuevo! Ten en
cuenta que el 155 es simplemente un parche legal para corregir
algunas cosillas en las que se os ha ido la mano por indiscretos,
admítelo. Y fíjate si somos generosos que ni aun así han sido
procesados Jordi y su banda, y eso que ya los ves, multimillonarios
perdidos cuando no hace tanto que la madre superiora lamentaba no
tener ni cinco.
Por cierto, y perdona que me ría, pero no me digas que no tiene
gracia que estés pagando tú ahora todas juntas las fechorías
cometidas durante cuarenta años por Jordi y Artur. ¡Eres un pringao!
Pero lo que te estaba diciendo del artículo ése del demonio es que
no cambia en absoluto el panorama electoral y mucho menos aún el
ideológico. ¡Si hasta hemos dejado clarísimo que no pensamos tocar
vuestra tele y vuestra radio, que, como habrás podido comprobar,
siguen estando a vuestra entera disposición!
Y en cuanto al largo plazo, ni te cuento: ¿no hemos dejado claro
también que no tenemos la menor intención de tocar las competencias
de educación? Mucho se habla últimamente de adoctrinamiento y de
totalitarismo, por cierto, lo que me sorprende porque por aquí no
teníamos ni idea. Algo mencionó hace poco Íñigo sobre algunos casos
aislados, así que algún informe habrá que pedir a alguna comisión,
pero no te preocupes, que la gente se olvida rápidamente de esas
cosas.
De modo que ya ves que tenéis garantizada la hegemonía ideológica
para siempre, pues ya sabes que a los materialistas vulgares nunca
nos ha interesado el debate ideológico. Lo importante es la
economía. Además, tenéis la continuidad garantizada con ese Santi
Vila, que tan prudentemente se bajó del carro tras habérsele
calentado la lengua hace algunas semanas y que se ha ofrecido a
continuar con los tradicionales pactos con los gobiernos de Madrid
hasta poder conseguir la independencia con calma y, como él dice,
ajustada a derecho.
Ya sabes que en España, cumpliendo el procedimiento reglamentario,
se puede conseguir cualquier cosa. Hasta su destrucción. No seré yo
el que se oponga. O sea, que tampoco tienes por qué tomarte las
cosas tan a la tremenda. Incluso en el peor de los casos, el de que
el Estado de Derecho, que confieso que es un engorro, acabe
enviándote una temporadilla a la sombra, tampoco es para tanto. Te
alojaríamos con los Jordis y así hasta podríais pasar el rato
haciendo proselitismo. Y cuando la gente se haya olvidado de todo
este ruido, un indultillo y a otra cosa. De eso me encargo yo, que
lo de poner a los criminales en la calle antes de tiempo se me da de
maravilla. ¡Y con el pedazo de pensión que te llevarás, picarón! En
fin, querido Carles: ¡pelillos a la mar y vuelve pronto, hombre, que
te echamos de menos!
www.jesuslainz.es
Y tras el 21-D, ¿qué vamos a hacer?
Eduardo Arroyo gaceta.es 3 Noviembre 2017
Las pasadas manifestaciones multitudinarias en Barcelona, en
protesta contra los desmanes independentistas, han llenado de
alegría a multitud de españoles. Hasta en los últimos rincones de
nuestra geografía han podido verse balcones engalanados con banderas
españolas. Esta sensación de patriotismo desbordante es muy legítima
y saludable, después de tantos años de represión del sentir
meramente español. Ahora parece que de repente han surgido numerosos
patriotas, desde Borrell hasta Francisco Frutos pasando por Vargas
Llosa.
No obstante sería interesante hacer algunas consideraciones:
– Las explosiones de júbilo pueden ser más o menos positivas y
deseables pero duran lo que duran. Es necesario tener una idea
precisa y clara acerca de lo que se quiere hacer a corto, medio y
largo plazo.
– La aplicación del artículo 155 ha transcurrido sin mayores
problemas: ni actos de desobediencia masiva ni desacatos a las
decisiones del ejecutivo. Sin embargo esto no quita para que existan
millones de catalanes cuya desafección con España es total. Muchos
de ellos ocupan puestos relevantes en la sociedad civil y en la
“nomenklatura” académica y mediática y, desde luego, no van a
tolerar que se les condene a la eterna irrelevancia política y
social.
– En el mar de bandera españolas de estos días y en las muestras de
rebeldía contra el independentismo ha quedado una realidad bien
establecida: una cosa es el movimiento popular, sinceramente
patriótico, y otra sus portavoces y representantes. Estos son de
carácter heterogéneo –desde ultraliberales hasta socialistas,
comunistas e incluso tradicionalistas católicos- y concurren unidos
por un antiindependentismo que no es necesariamente patriótico.
– La corriente mayoritaria de entre los portavoces de este
movimiento patriótico y antiindependentista está reconduciendo el
patriotismo popular hacia algo que no es en absoluto lo que mueve a
los cientos de miles de manifestantes: se está sustituyendo a España
– como realidad tangible e histórica – por la afección a una serie
de “valores” tales como la legalidad, la convivencia, “las
libertades” o la constitución.
– En realidad muchos de los que hoy se arrogan el derecho a hablar
en nombre de la gente de la calle son en realidad gente que ha
trabajado durante décadas para desposeer a España de su pérdida del
sentido nacional.
– Es muy dudoso que el “establishment” político –especialmente del
PP, ya que es el partido del gobierno- vaya a romper amarras con su
apoyo secular a los cárteles mediáticos que han aupado al
nacionalismo a su posición hegemónica y que han trabajado para que
el sentimiento patriótico español quedara relegado a la marginalidad
“facha”.
– La lucha contra el independentismo debe llevarse a cabo en las
urnas pero hay que saber que se trata también de una lucha cultural,
educativa y social. Si esto no se tiene claro se perderá la guerra
en las urnas. Por lo visto este planteamiento no interesa, como se
ha evidenciado, primero, tras décadas de dejar hacer aún a sabiendas
de lo que pasaba y, segundo, con la abstención del PP en la
propuesta de C’s contra el “adoctrinamiento” nacionalista.
Todos estas consideraciones llevan a tres de cuestiones de enorme
trascendencia:
– Primero, que sin un plan a medio y largo plazo contra el
independentismo en Cataluña (y tampoco en otros lugares donde este
independentismo existe latente y solo espera su oportunidad), en
breve estaremos donde estábamos. Este problema se planteó en el
editorial de ABC del pasado día 29 de octubre titulado “Cataluña, un
plan más allá del 21-D”. Aunque allí se exponía el problema no se
avanzaba ni una esbozo de propuesta. ¿Por qué? Pues porque son
presos de sus propias servidumbres ideológicas.
– Segundo, que entre las personas que honestamente creen “defender a
España” no se tienen la ideas claras y se admite sin más que el
antiindependentismo equivale sin más a la defensa de España. Esto es
una falsedad de todo punto.
– Por último, el independentismo en Cataluña ha llegado a donde esta
porque se le ha dejado el campo libre y ha podido llevar a cabo una
lucha cultural y social abundantemente financiada. Esto es: ha
triunfado a golpe de cheque. Lamentablemente para los
“fundamentalistas democráticos” (que diría Gustavo Bueno), que
piensan en su delirio que los “individuos” tras cuidadosa reflexión
personal alcanzan decisiones racionales, el criterio de la gente es
increíblemente flexible a la propaganda. De ahí que los
independentistas catalanes no “son” tales sino que les han hecho
tales, lo cual es muy diferente. Así que lo que se hizo a golpe de
cheque podría deshacerse igual; en este caso, para destruir la
alienación en la que viven dos millones de independentistas
catalanes.
Por desgracia, muchos siguen aplaudiendo como pioneros del
antiindependentismo y portavoces de España a los que hoy no son si
no parte del problema y en el pasado contribuyeron a causar el
mismo. Una vez más, tras el júbilo y la alegría es imprescindible
pensar en profundidad qué es lo que se quiere hacer y con qué
compañeros de viaje.
Falta épica
Emilio Campmany Libertad Digital 3 Noviembre 2017
La violencia está proscrita en nuestra sociedad. No sólo la
gratuita, también la legítima y hasta la legal. Cuando la Policía la
emplea en cumplimiento de sus obligaciones es ácidamente criticada.
Y eso que en España tenemos los antidisturbios más sufridos de
Occidente, pues en las manifestaciones violentas que aquí padecemos
de vez en cuando suele haber más heridos entre los policías que
entre los manifestantes. Desde el punto de vista del separatismo
catalán, renunciar a la violencia, aunque en realidad sólo lo hayan
hecho en cuanto a la más evidente y grosera, tiene ventajas e
inconvenientes. La ventaja es que, a poco que el Estado se vea
tentado de recurrir a ella, el habitual victimismo de los
nacionalistas encontrará un modo de justificarse, especialmente
fuera de España. La medidísima violencia empleada por las fuerzas
del orden el 1 de octubre permitió a los nacionalistas hablar de
casi mil heridos cuando no hubo más que dos. Pero,
propagandísticamente, la mentira fue eficaz. Y lo fue porque la
Policía empleó la violencia. Da igual que ésta fuera legal, legítima
y proporcionada. No obstante, la renuncia a las formas más evidentes
de violencia tiene, para los independentistas, también
inconvenientes.
La imagen de David y Goliat que el nacionalismo vende de sí mismo y
de España no termina de cuajar porque este David independentista
renuncia a emplear la honda. Tampoco lo hace la de una Cataluña que
resiste la intervención del Estado como Numancia a los romanos,
porque estos numantinos están muy lejos de preferir el suicidio a
seguir siendo españoles. Tampoco vale la de los Trescientos
defendiéndose en las Termópilas, porque es patente la negativa de
los independentistas a morir luchando contra los Inmortales, entre
otras cosas porque el Leónidas convergente ha salido huyendo al poco
de asomar por el desfiladero un escudo con el 155 grabado.
El movimiento independentista catalán ha querido disfrazarse de
épica y ha salido vestido de ridículo. Y la verdad es que tampoco es
necesario recurrir a la violencia para que haya tragedia épica.
Basta estar resuelto a resistir, aunque la resistencia sea también
una forma de violencia, que sin embargo puede ser disfrazada de
pacifismo. Pero si no se está dispuesto a pelear, si ni siquiera es
uno capaz de plantarse por miedo a ser encarcelado, si se proclama
la independencia y luego deja uno de ir al despacho para evitar que
se agrave la propia situación penal, si se pide a los militantes de
a pie que tengan el coraje que a uno mismo le falta, será imposible
ser Enrique IV y tendrá uno que conformarse con hacer de Falstaff. Y
si todos son así y nadie quiere el papel de héroe, es inevitable que
el drama histórico degenere en comedia burlesca.
Es muy difícil construir una nación sin épica. No basta prohibir el
empleo del español, enseñar en el colegio lo malos que son los
españoles y limitar los puestos relevantes socialmente a los de
rancio origen catalán. Además de esas mezquinas patologías del
nacionalismo hace falta siquiera una pizca de valentía, una miaja de
épica.
La segunda transición ha llegado
Rodrigo de Rato gaceta.es 3 Noviembre 2017
Podemos podría ser el partido estatal más afectado por la crisis
separatista catalana, teniendo que suspender a su propia dirección
en esa comunidad por querer aliarse con los separatistas.
Decía Santa Teresa, en una de sus frases más repetidas, que “se
derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no
atendidas”. Esto viene a cuento sobre la necesidad de una segunda
transición, según la formulación hecha por Podemos y por otros
partidos, algunos nacionalistas. El hecho de que la primera
transición estuviera basada en el consenso político, no en la
ruptura, lleva a estos proponentes a pretender que aquel consenso
fue impuesto por los llamados “poderes fácticos” a los partidos
políticos democráticos.
A eso añaden que una parte de la actual población, la más joven, no
pudo votar la Constitución de 1978 para reclamar una reforma
constitucional. La crisis catalana ha producido ya, como era de
prever, un cambio en la agenda política en España, cuando antes de
su estallido la superación de los efectos de las dos crisis
económicas, junto con la construcción europea post Brexit y para
afianzar el euro, eran los temas que iban a dominar el futuro debate
político español.
La intentona separatista en Cataluña, con sus antecedentes
parlamentarios arrollando a la oposición desde principios de
septiembre 2017, ha puesto en el debate español políticas de muchos
años atrás. La respuesta al separatismo no ha sido la violencia sino
la necesidad de reafirmar el sentimiento patriótico español, para
sorpresa de los separatistas. Los sectarios efectos de la
politización nacionalista en la educación se presentan ya como una
necesidad nacional.
El separatismo se percibe como el mayor riesgo de la democracia
española. No es tanto, o no solo, un debate territorial como una
necesidad de dotar al Estado democrático de los instrumentos
necesarios para defenderse, antes de llegar a la aplicación del
artículo 155 con la suspensión de la autonomía. Todos los españoles
sabemos que el Estado de las Autonomías tuvo en su origen
precisamente en dar a los nacionalistas catalanes y vascos un marco
político para desarrollar su autogobierno. Hoy, transcurridos 40
años, desarrollado totalmente el Estado autonómico la pregunta es si
el nacionalismo es de fiar, para la democracia española.
Seguramente este debate no era el que Podemos y sus socios tenían en
mente como segunda transición. Este tema parece que traspasa la
división política, social y la separación ideológica de izquierda
frente a derecha. Así, Podemos podría ser el partido estatal más
afectado por la crisis separatista catalana, teniendo que suspender
a su propia dirección en esa comunidad por querer aliarse con los
separatistas. Aunque el resultado de las elecciones convocadas para
el 21 de diciembre dará inevitablemente una nueva luz a todo lo que
estamos viviendo.
La aparente decisión de los partidos separatistas de acudir a esas
elecciones convocadas por el Gobierno español, contradictorio sin
duda con haber declarado la independencia de España, llevará a una
legislatura catalana donde la independencia, o un sucedáneo
confederal, serán de lo que se trate, si obtienen más escaños que
los constitucionalistas. Como la legislatura pasada, pero más. En
esas circunstancias el Parlamento Nacional tendrá que afrontar las
distintas opciones de lo que será la segunda transición, con el tema
de la unidad nacional más o menos explícito.
Los constitucionalistas no parecen tener una agenda única
Los partidos constitucionalistas, que tan bien han actuado juntos
las últimas semanas no parecen ahora tener una agenda única:
Ciudadanos busca un compromiso preelectoral (el de la lista más
votada) para gobernar juntos frente al separatismo, pero PP y PSOE
no parecen dar ese paso por ahora. Los dos partidos mayoritarios,
aunque menguados, llevan ya dos años buscando un modus vivendi en un
mapa político en el que ya no son hegemónicos.
Hace solo un año el socialismo tuvo que echar a su entonces
Secretario General, Pedro Sánchez, para dejar gobernar a Rajoy. Hoy
con Pedro Sanchez de nuevo como líder del PSOE la insurrección
separatista ha llevado a una unión con Rajoy para suspender la
autonomía catalana.
La convocatoria inmediata de elecciones ha servido sin duda para
forzar a los partidos depuestos a centrarse en las nuevas
elecciones, en vez de en reaccionar contra la aplicación del 155.
Pero esa reacción estará en la campaña electoral, aunque ofrecer
independencia otra vez chocaría con la realidad empresarial e
internacional. Desde otro ángulo, la convocatoria de elecciones
inmediatas en Cataluña, presupone aceptar el engranaje
educativo-comunicación que nos ha llevado hasta aquí, apoyándose en
una ley electoral sesgada a favor de las zonas con más voto
nacionalista.
Es pronto para saber si “las desgracias nunca vienen solas” o si ”
no hay mal que por bien no venga”. Pero lo vamos a ir sabiendo en
próximas fechas, de momento el toro está en la plaza. Quien sea
capaz de movilizar a los suyos sin asustar a los demás tiene de las
de ganar. Los votantes no separatistas, que habitualmente no votaban
en las elecciones autonómicas, pueden tener su última oportunidad
este diciembre.
Del ridículo al martirio y el heroísmo
Pío Moa gaceta.es 3 Noviembre 2017
Como la gran mayoría de nuestros políticos y periodistas apenas
tienen idea de la historia de su propio país, más allá de cuatro
tópicos, por lo general falsos, conviene intentar ilustrarles
(aunque supongo que será en vano) en relación con el separatismo
catalán y las perspectivas actuales. Son muchos los que se alegran
del ridículo que vienen haciendo los golpistas y de la persecución
judicial a algunos de ellos, y creen que el problema está
prácticamente resuelto. Pues bien, presten atención:
En 1934 intentaron un golpe, como es sabido. Hicieron el ridículo
mucho más que ahora, no solo por la cobardía e ineptitud que
demostraron sino, más aún, por sus meses de campaña previa en tonos
violentos y “heroicos”, como decía Dencàs. Esa campaña la he
detallado en Una historia chocante y en Los orígenes de la guerra
civil. Pues bien, una vez vencidos de manera realmente ignominiosa y
después de provocar decenas de muertos, los órganos de prensa
separatistas, que reaparecieron enseguida con otros nombres,
lanzaron una gran campaña para hacer de Companys y su gobierno unos
mártires y unos héroes. Quizá ustedes crean que era imposible
lograrlo, después de lo que todo el mundo había visto en octubre del
34… pero lo consiguieron más allá de toda expectativa. Es más, en
aquella campaña participaron las izquierdas española.
Unas piezas de muestra: “En el banquillo de los acusados, siete
hombres de Cataluña. Y en torno al estrado y al banquillo, y fuera,
el pueblo”. “Lluis Companys, el Presidente de la Generalidad, es el
primer luchador de Cataluña”, “Companys y Cataluña, magnífica
ecuación. Companys y Cataluña se encontraron juntos el 6 de octubre.
Y no se separarán más” . “Companys es Cataluña. Cataluña es
Companys” . En un libro titulado “Cataluña-Companys escribía, entre
otros, Azorín: “Estos hombres (por los golpistas) son afectuosos,
llanos e inteligentes. Han procedido con lealtad y rectitud en el
gobierno de su nación. Lo han sacrificado todo por el pueblo. ¡Por
Cataluña y todos los pueblos de España, en el acervo de libertad, de
justicia, de progreso!”. Y así sucesivamente (lo he detallado en El
derrumbe de la República). Ante lo que viene ocurriendo uno se da
cuenta, con cierto desaliento, de que en la España actual la
experiencia histórica, por mucho que se exponga, pasa como si no
existiera, no sirve de nada.
En breve: los separatistas consiguieron convertir uno de los
ridículos más grandes de la historia en un relato entre heroico y
martirial, y cuando se celebraron las elecciones del Frente Popular,
un año después, los separatistas ganaron por goleada, y Companys y
su grupo de delincuentes, condenados a treinta años, salieron de la
cárcel en una apoteosis de entusiasmo popular, y vulnerando ya la
ley desde el principio, como lamentaba Azaña.
En nuestros días no hay duda del ridículo hecho por Puigdemont y
toda la banda separatista. Y tampoco de que van a intentar convertir
a los delincuentes en víctimas y en héroes de la democracia, la paz
y el diálogo. Y hay pocas dudas de que lo conseguirán, ante un
gobierno que jamás ha defendido a España, una palabra que para él no
significa nada.
Hace meses describí así la situación, y creo que cualquiera puede
verla: una clase política corrupta, simplemente repulsiva, choca con
el peso histórico, cultural y demográfico de siglos de la nación
española, a la que unos tratan de disgregar y otros de disolver en
la UE. Ese peso e inercia debería generar una resistencia popular
que por entonces no se veía por ninguna parte, pero que por fin ha
hecho su aparición, si bien todavía de modo confuso y disperso.
No obstante, si esa espontánea resistencia no se articula en una
alternativa política, no llegará lejos, y el proceso de putrefacción
del régimen salido de la transición continuará, pudriendo aún más a
la sociedad española, o derivando a salidas traumáticas. Esa clase
política que tantas miserias ha traído al país debe ser expulsada.
¡Qué gran oportunidad para un manifiesto conciso y claro que exponga
la situación y su mejor salida! Lo he propuesto a VOX, pero este
partido parece centrarse exclusivamente en la necesidad de aplicar
la ley, lo que está bien, salvo porque este gobierno nunca la ha
aplicado y su aplicación aparente solo puede ser y será una farsa y
una burla más a los españoles y a la democracia. Y que aunque está
bien la insistencia de VOX, es solo un aspecto de una situación
histórica de mucha mayor envergadura.
Y de momento, así estamos.
Cuando la Justicia genera desorden (o el
caos redentor)
José Javier Esparza gaceta.es 3 Noviembre 2017
Gustaba el señor marqués de hacer cuanto le saliera de la
entrepierna. Era hábito inveterado desde incontables generaciones.
Robaba, asaltaba, violaba, trampeaba, estafaba… Nunca nadie le
chistó. Un soborno aquí, un regalo allá, una amenaza en esta otra
parte, y el señor marqués siempre quedaba impune. Volvía el feroz
señorón de sus correrías y una buena parte de su pueblo le aclamaba,
agradecido porque el señor marqués, rumboso, repartía con frecuencia
las migajas del botín. Protegido por una sórdida coraza de pactos y
componendas, el marqués aumentaba sus bienes y dominios. El propio
rey, acobardado, aconsejaba prudencia y templanza, no fuera a
irritarse el magnate ladrón. Tal era el orden de las cosas.
Así creció el señor marqués en osadía y audacia, cada vez más lejos
en sus desmanes. Hasta que un día, en el colmo del atrevimiento,
llegó a robar la manzana de oro del rey. Ni siquiera entonces
pareció nadie conmoverse. “No me obligues a hacer lo que no quiero
hacer”, gimió el rey por única respuesta. Pero era la manzana del
rey, así que el guardián de las manzanas, protocolario, envió un
alguacil. Y el alguacil, que no conocía de pactos y componendas,
acudió al ecuentro del señor marqués.
Vio el alguacil al marqués. Interceptóle. Descabalgóle. Léyole el
fuero. Apresóle y a galeras envióle. Y el estupor se adueñó del
Reino.
Aullaba el señor marqués, amarrado al duro banco. Clamaban justicia
los vasallos del señor marqués, heridos en su orgullo. Temblaban los
cómplices del señor marqués, temerosos de que aflorara su propia
podredumbre. Trémulo gemía incluso el rey, que había llegado a
valorar más la satisfacción del conde que la propiedad de su
manzana. Sólo el pueblo respiraba aliviado, pero ¿a quién le
importaba el pueblo?
Convocó el rey al aguacil. “¿Es que no ves lo que has hecho?”,
espetó el monarca al funcionario, entre atribulado e iracundo.
“¡Estás poniendo en peligro el orden público! ¡Vas a hundir el
Reino! ¡Eres un subversivo, un perturbador!”.
Miró el alguacil al monarca. Compuso una humilde reverencia y se
limitó a exhibir el fuero. Llevaba la firma de Su Majestad.
Carraspeó el alguacil y dijo: “Esta es la ley. Si la primera vez que
el marqués la violó le hubierais amonestado, habría sido suficiente.
Si la segunda vez que lo hizo le hubierais sancionado, habría habido
mayor quebranto, pero también habría sido suficiente. Si la tercera
vez le hubierais embargado, el quebranto aún habría sido más severo,
pero también habría sido suficiente. Ahora bien, no hubo ni primera
vez, ni segunda ni tercera, de manera que la costumbre del delito se
hizo ley, y el desorden, orden. De forma tal que, ahora, para volver
al fuero no hay más remedio que desordenarlo todo, aunque la ley
parezca injusticia y el orden, alteración”.
Y el rey calló. Y el alguacil se marchó. Y a los magnates del reino
ya no les quedó otra preocupación que ver cómo sacaban de galeras al
señor marqués.
CRÍMENES DEL COMUNISMO
García Atadell, la represión organizada por
las izquierdas
Juan E. Pflüger gaceta.es 3 Noviembre 2017
La actuación de García Atadell demuestra que la represión
republicana fue organizada desde la administración pública y no,
como afirma la izquierda, obra de incontrolados
Agapito García Atadell fue el responsable de la checa instalada por
la Brigada de Investigación Criminal en la calle Martínez de la Rosa
número 1 de Madrid. Allí fueron asesinadas más de un centenar de
personas de las más de 800 que pasaron por las instalaciones y que
fueron, en su mayor parte, torturadas.
La historia de García Atadell es otro de los hechos que demuestra
que la represión en la retaguardia republicana fue organizada desde
el Gobierno del Frente Popular y que los centros ilegales de
detención no estaban en manos de “un puñado de incontrolados”, como
aseguran los historiadores de izquierdas y los defensores de la Ley
de Memoria Histórica.
García Atadell nació en 1902 y era tipógrafo de profesión. Desde muy
joven se vinculó al sindicato UGT, y al PSOE. En 1921 se afilió al
recien creado PCE, donde promocionó hasta ser nombrado secretario de
las Juventudes Comunistas. En 1928 volvió a la UGT y el PSOE.
Formando parte de la Ejecutiva Federal del sindicato y siendo uno de
los hombres de confianza de Indalecio Prieto, de cuya escolta fue
uno de los dirigentes.
Su carácter agresivo quedó claro en los años veinte. Donde sus
detenciones y multas son continuas: en 1922 fue detenido tras
agredir a un impresor, Benito López García, que se negó a afiliarse
a su sindicato; dos años después se le detuvo por incitar a la
sedición; y ese mismo año, 1924, cumplió un año de cárcel por una
agresión durante una huelga.
Llega a 1931 bien posicionado dentro de la UGT gracias a sus
contactos con Prieto. En 1934 participó en la revolución de 1934 y
pasó un tiempo en la cárcel hasta que en 1936 fue uno de los
escoltas del líder socialista. Gracias a estas relaciones, al
comienzo de la guerra se le nombró jefe de las “Milicias Populares
de Investigación”. Un cargo que dependía del ministro de
Gobernación, Sebastián Pozas, que quería reforzar la Brigada de
Investigación Criminal. Su jefe directo fue el inspector de la
Policía Antonio Lino.
Las autoridades republicanas le cedieron el palacio de los condes de
Rincón, en la calle Martínez de la Rosa núemero 1, donde recibió el
encargo de organizar un centro de detención, una checa y se le
encomendó el mando de 48 agentes que eran antiguos milicianos del
PSOE y la UGT a los que se había nombrado agentes de policía.
Atadell era el dirigente de la denominada como “Brigada del
amanecer” y del siniestro grupo “Los linces”. En los dos meses que
ocupó su cargo detuvo a 800 personas, de las cuales más de cien
fueron asesinadas. Practicó centenares de registros y las
incautaciones de objetos de valor que realizaba no tenían ningún
control, con lo que junto a sus lugarteniente, Luis Ortuño y Pedro
Penabad, consiguió reunir un gran botín que ascendía a 25 millones
de pesetas de la época. Salieron hacia el puerto de Alicante en
octubre de 1936.
La historiografía de izquierdas insiste en señalar que fue el
encargado de negocios George Ogilvie quien le convenció de que
abandonase la represión. Pero la realidad es que el plan de Atadell
era escapar junto a sus socios con el botín y escapar a
Hispanoamérica. Los milicianos comunistas llevaban tiempo intentando
apropiarse de parte del botín conseguido por Atadell, pero éste
siempre lo impidió, lo que le granjeó importantes enemigos en
Madrid.
Para fugarse, no dudó en saquear una cuenta a nombre de su esposa,
una antigua monja, a la que abandonó para escapar con sus socios. Se
trasladó a Alicante donde compraron documentos de identidad cubanos
falsos. Pero fue delatado a las autoridades francesas para que fuera
detenido en la escala que el barco en el que viajaban iba a realizar
en Vigo. El embajador republicano en Francia, Luis Araquistáin, fue
autorizado para delatar al fugado ante las autoridades franquistas
para que fuera detenido al ser considerado un traidor tras su fuga.
El barco, de bandera francesa, estaba bajo la autoridad del país
vecino, pero en ese momento el Gobierno galo no autorizó la
detención al hacer escala en Vigo. Sin embargo, el 24 de noviembre,
en una escala en Las Palmas, la autorización se concedió y fue
detenido y trasladado junto a sus compinches a Sevilla, donde se le
ingresó en un módulo de alta seguridad.
Durante el juicio al que fue sometido, se practicaron diligencias
completas. Los testimonios en su contra fueron demoledores frente a
cualquier defensa posible y se le condenó a muerte. Una sentencia
que fue cumplida el 15 de julio de 1937.
Desde su cautiverio hasta su muerte, Garcia Atadell se convirtió al
catolicismo y adjuró de sus acciones y anteriores creencias
socialistas. Murió encomendándose a Cristo Rey.
******************* Sección "bilingüe"
***********************
Destruir el español, desintegrar España
Santiago Navajas Libertad Digital 3 Noviembre 2017
La clave está en la lengua española. El gran filólogo Rafael Lapesa
lo escribió en Cuenta y Razón en 1989:
Lo que sucede hoy –y mi responsabilidad de intelectual me obliga a
denunciarlo– es que estamos asistiendo a un calculado intento de
desintegrar España.
Se refería Lapesa al ataque nacionalista contra todo lo español, y
en especial contra la lengua española. Un indicio de por dónde iban
los tiros se tuvo cuando la Constitución dictaminó, contra el
criterio de la Real Academia de la Lengua, que la lengua común de
los españoles debía denominarse castellano. La ofensiva nacionalista
tenía desde el comienzo de la democracia el objetivo de eliminar
cualquier vestigio de la nación española constitucional e histórica.
La canonización franquista de la lengua española mutó durante la
democracia en la santificación de las lenguas particulares de
Cataluña, País Vasco y Galicia. El español fue perseguido en dichas
comunidades, se castigó a quienes rotulaban sus comercios en dicho
idioma y los hispanohablantes fueron sometidos a acoso institucional
en los centros educativos. La Constitución de 1978 era un intento
magnífico de reconciliar a todos los españoles a través del
establecimiento de un bilingüismo sólido en las comunidades con dos
lenguas propias. Sin embargo, cuando Cataluña, País Vasco y Galicia
establecieron sus leyes de normalización lingüística traicionaron el
espíritu de concordia de la Constitución instituyendo un clima de
persecución y acoso de los ciudadanos que preferían expresarse y
estudiar en español. Los centros educativos se convirtieron,
permítanme la analogía, en campos de exterminio de todo lo que
oliese a español, empezando, claro, por el idioma. Sobre todo en
Cataluña, donde normalización no es sino un eufemismo para un procés
de supresión del español hasta llegar a un utópico y totalitario
monolingüismo catalán. No faltaron tontos útiles en el lado
constitucionalista que aceptaron escribir en español Girona en vez
de Gerona, sin que ello llevara a aceptar en catalán Zaragoza en
lugar de Saragossa.
Desintegrar España, como bien vio Lapesa, pasa por destruir el
español como lengua común. Escuchando las graves incorrecciones
lingüísticas de Puigdemont y su consejera de Educación cuando se
expresan en español, cabe deducir que para acabar definitivamente
con España no solo pretenden eliminar su denominación (refiriéndose
a ella como "Estado español"), sino que también han tratado de
arrancar de cuajo el propio idioma, porque para ellos constituye una
visión del mundo. Siguiendo su ideología de racismo lingüístico,
matar una lengua es equivalente a exterminar una cosmovisión. La
prohibición de las corridas de toros no era sino la guinda del
pastel nacional-totalitario hispanófobo.
Es necesario que los liberales postulen un tipo de Estado liberal,
pequeño pero fuerte, que amplíe los espacios de libertad de todos
los ciudadanos catalanes y, por ende, de todos los españoles y
europeos. No estamos jugando mucho más que la supervivencia de
España: la existencia misma de la libertad.
Es esta utopía catalanista la que ha conducido a la violencia
insurreccional del golpismo. Porque, como argumentó Karl Popper, hay
una causalidad entre la acción utópica y la violencia. Para el
maximalismo utópico, no cabe ninguna etapa de compromiso y
negociación, sino la imposición de dogmas a priori. Por eso se
justifica la violencia en sus diversos modos, del terrorismo al
golpismo. De ahí esa alianza entre lo que simboliza Otegiy lo que
representa Puigdemont. Ideólogos contrarios al plurilingüismo han
dado cobertura teórica a la tesis de que normalitzar una llengua
implica sempre reduir la presencia de l’altra llengua.
Por tanto, la idea subyacente al nacionalismo es que para acabar con
España hay que derrotar al español como lingua franca de todos los
españoles. Se ha usado el sistema educativo, de Primaria a
Universidad, para el "adoctrinamiento lingüístico". Y para ello ha
sido crucial blindar el acceso a dicho sistema a los docentes de
otras comunidades, usando el requisito del idioma particular de cada
comunidad. Por eso no solo no basta con aplicar el artículo 155,
sino que para restablecer la normalidad en lo relacionado con los
derechos fundamentales y la igualdad de oportunidades dentro de un
paradigma liberal hay que establecer un sistema educativo en español
en paralelo al sistema educativo en catalán. De esta forma se
apostaría por un modelo educativo bilingüe que tenga en cuenta tanto
a Juan Marsé como a Quim Monzó. En el mismo sentido, hay que
permitir que profesores de toda España puedan acceder a las
oposiciones docentes en Cataluña en igualdad de condiciones con los
que dominan su lengua particular. El vértice de un Estado liberal en
Cataluña también implica el cierre de la televisión pública
catalana, la hermana gemela del adoctrinamiento educativo. Valerie
Bemeriki, una de las presentadoras de la radio que incitó al odio en
Ruanda, explicó con posterioridad:
En el colegio nos enseñaban a odiar a los tutsis. Nos decían que
cuando recuperaran el control del país nos exterminarían.
Una propuesta liberal para Cataluña pasa, por tanto, por defender
los derechos de todos los ciudadanos y garantizar la igualdad de
oportunidades. Con respecto a la cuestión nacional, en España el
problema no es que haya demasiado Estado, sino que el que hay es muy
poco liberal. El Estado central debe retomar competencias que han
sido usadas torticeramente por los nacionalistas para crear un
Estado autoritario. Lo que implica luchar contra el proteccionismo
lingüístico, que lleva a otros tipos de proteccionismo, sociales,
culturales, laborales y económicos.
En resumen, el nacionalismo como ideología, el clasismo como método,
la xenofobia como actitud y el golpismo como política constituyen un
paradigma absolutamente opuesto al liberalismo y su modelo de
sociedad abierta y plural, respetuosa con la democracia
representativa y los derechos fundamentales. La reconquista de un
espacio lingüístico común es condición necesaria para la
reconstrucción de un espacio político liberal. Para ello es
necesario que los liberales postulen un tipo de Estado liberal,
pequeño pero fuerte, que amplíe los espacios de libertad de todos
los ciudadanos catalanes y, por ende, de todos los españoles y
europeos. No estamos jugando mucho más que la supervivencia de
España: la existencia misma de la libertad.
Sobraban las urnas
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS El Mundo 3 Noviembre 2017
Precisamente porque como dijo Rajoy, antes de desdecirse y tras
haberse desdicho, había que restaurar la democracia en Cataluña, lo
último que se debía hacer antes de que la Justicia acometiera su
tarea tal y como empezó a hacer ayer, que es mandando a la cárcel a
los golpistas, era convocar elecciones autonómicas. Generales,
puede; catalanas, no.
Recordemos el tracto acusatorio-reculatorio de Rajoy: 1/ "No nos
obliguen a hacer lo que no queremos hacer"... y era cumplir la ley;
2/ Artículo 155 con todas sus consecuencias y elecciones "pasados,
al menos, seis meses"; 3/ Elecciones en 56 días, sin intervenir TV3
y dejando en manos de los jueces la persecución de los que, no
obstante, "verían con agrado" que se presentaran a las elecciones,
según dijo Méndez de Vigo. Supongo que ahora verán con agrado que
los presos encabecen una lista única, respaldada por Podemos y
Colau, para ir cuanto antes a los dos tripartitos: el de Cataluña en
enero y el del resto de España en junio.
¿O es que alguien ve al PP de Soraya y Millo, de Méndez del Agrado y
Lasalle, de Catalá y Zoido, de Mariano y de Rajoy dando la batalla
que hay que dar, día y noche, ante la opinión pública para defender
no sólo la legalidad sino la vital necesidad de que la Justicia haga
honor a su nombre y castigue ejemplarmente a los golpistas? ¿Quién
frenará en televisión el paragolpismo de Iglesias, que ayer llamó
"presos políticos" a Junqueras y sus cómplices? ¿La Gran Muralla
Constitucional de Ferreras en La Sexta, Ruiz en La Cuatro, Juliana
en TVE y Espinar en Telemadrid? ¿O Catalunya Radio, RAC1, TV3 y La
Vanguardia?
No se puede poner en marcha la Justicia para restaurar un Estado de
derecho que en Cataluña no rige hace décadas y, al tiempo, someterlo
al baño maría de unas elecciones abocadas al victimismo; menos aún
con los medios de comunicación en contra. Rajoy -lo dijimos aquí,
cuando tantos lo reputaban astutísimo- eludió su responsabilidad
endosándoles a dos tontos que van de listos, Sánchez y Rivera, la
convocatoria de unas elecciones de puro escaparate que, salvo
milagro, perderá Ciudadanos y ganará un PSC-PSOE esquerranizado y
podemizado. En ello está; por eso vetó intervenir TV3.
Pero aunque en mal terreno y peor compañía, hay que dar todas las
batallas por la supervivencia de España. Así que, ¡bien por la juez
Lamela!
Cárcel para los golpistas
EDITORIAL ABC 3 Noviembre 2017
La decisión de la juez de la Audiencia Nacional Carmen Lamela de
encarcelar provisionalmente a Oriol Junqueras y a ocho consejeros
del Gobierno catalán destituidos por su rebelión contra el Estado no
solo es proporcionada y ajustada a Derecho dada la gravedad del
delito y el evidente riesgo de fuga, sino que encierra algo de
justicia poética. Los ejecutores de todo un golpe de Estado no
podían quedar libres porque el mensaje que nuestra Justicia enviaría
a la ciudadanía sería difícilmente digerible. Dieron un golpe a
sabiendas de su incumplimiento flagrante de la legalidad, lo
retransmitieron en directo renunciando voluntariamente a ser
considerados «presuntos», y se vanagloriaron de su ataque al Estado
de Derecho con palmadas en la espalda y abrazos. La Audiencia
Nacional no podía hacer oídos sordos a un clamor social, ni asumir
el riesgo de una idea de la justicia selectivamente permisiva o
condicionada por criterios de conveniencia política. Con Junqueras y
sus consejeros ya en prisión, ahora queda arrestar a Carles
Puigdemont, oficialmente fugado de la acción de la justicia y sobre
quien está a punto de pesar una orden internacional de busca y
captura que debe ejecutarse con urgencia. Por eso, e
independientemente de lo que tarde en cumplirse esa orden, la única
certeza es que cuando Puigdemont vuelva a pisar territorio español
será en condición de detenido para ingresar en prisión.
De la justicia penal podrán criticarse los plazos, su grado de
dureza o su eficacia en la reinserción de los condenados. Pero tarde
o temprano termina resultando eficaz cuando se convierte en un
instrumento útil de la democracia para defenderse de ataques como
los vividos en Cataluña. A Puigdemont y a sus cuatro cómplices
huidos en Bélgica ya no les queda ni un solo argumento para no
entregarse de inmediato a la Justicia española y asumir, sin parecer
unos cobardes, el peso real de la Justicia. Buena parte del equipo
de gobierno de Puigdemont ya duerme en prisión, consciente de que
les ha perjudicado notablemente esa fuga. Ahora, es de esperar que
Bélgica no pierda un solo instante en localizar a los prófugos,
detenerlos y entregarlos a España, porque cualquier mínima
consideración que haga el Gobierno belga sobre una mendaz
«persecución política» en España será una patraña que nadie en
Europa creerá. El aparato de agitación y propaganda del
independentismo ya no es eficaz ni siquiera a esos efectos. Queda
pendiente la decisión del Tribunal Supremo respecto a los miembros
de la Mesa del Parlament que tramitaron ilegalmente las iniciativas
para la declaración de independencia. Ayer pidieron más tiempo a la
Justicia para poder defenderse y se les concedió. Pero su destino a
partir del 9 de noviembre no debería ser distinto al de Junqueras,
que al menos ha tenido el arrojo de comparecer ante la juez.
Puigdemont ya solo podrá ser tratado como un delincuente.
Editorial: Una decisión judicial impecable
Editorial larazon 3 Noviembre 2017
Si alguien había podido creer que la fuga cobarde a Bélgica del ex
presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y de cuatro de sus
ex consejeros no iba a pesar en la decisión de la juez de la
Audiencia Nacional, Carmen Lamela, a la hora de dictar graves
medidas cautelares para el resto de los imputados, habrá comprobado
que se equivocaba. De hecho, en el auto de la magistrada, a la hora
de valorar el riesgo de fuga de los ex miembros del Gobierno catalán
procesados, se cita textualmente que «no puede olvidarse el poder
adquisitivo de los querellados, que les permite abandonar fácilmente
el territorio español y subsistir en el extranjero.
En este punto, baste recordar el hecho de que algunos querellados ya
se han desplazado a otros países, eludiendo las responsabilidades
penales en las que pueden haber incurrido. Es, sin embargo, el del
riesgo de fuga, sólo uno de los elementos valorativos que, de
acuerdo a la reiterada jusrisprudencia del Tribunal Constitucional,
ha contemplado la juez para dictar la prisión provisional sin fianza
del ex vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, y de los
ex consejeros Jordi Turull, Raül Romeva, Josep Rull, Dolors Bassa,
Meritxell Borrás, Joaquim Forn y Carles Mundó.
Ha contado, y mucho, la gravedad de las penas a las que se enfrentan
los procesados por los delitos de rebelión, sedición y malversación,
que, como razona la juez en su auto, «a mayor gravedad de los hechos
y de la pena, más intensa cabe presumir la tentación de la huida»,
pero, sobre todo, la existencia de motivos más que suficientes para
estimar criminalmente responsables a las personas contra las que se
ha dictado el auto de prisión provisional. En este punto, y aunque
la juez Lamela se extiende prolijamente en la exposición de los
hechos, no creemos necesario detenernos en la descripción de unas
conductas que todos los españoles han presenciado en directo, salvo
para recalcar que sin las atribuciones de los cargos públicos de los
que estaban investidos, no hubieran podido llevar a cabo el proceso
separatista.
Ningún reparo, pues, puede ponerse a la resolución de la magistrada,
por más que a nadie pueda alegrarle la privación de libertad de una
persona que todavía no ha sido juzgada. Y es así, porque en este
caso –con la excepción, tal vez, del ex consejero Santi Vila, que se
apartó de sus compañeros en el último y más grave momento y para el
que se ha acordado una fianza que le permitirá salir de prisión– hay
circunstancias agravantes especialmente notorias: la ausencia total
de arrepentimiento por parte de los encausados, como si no fueran
conscientes de la gravedad de los delitos cometidos, y la contumacia
que han venido demostrando a lo largo de todo el proceso. Podría
decirse, incluso, que su incomprensión de la realidad, en la que se
arraiga un concepto propio de impunidad, escapa a cualquier
razonamiento lógico.
Así, pese a las advertencias leales, las admoniciones de todas las
instituciones y las resoluciones judiciales, parecían incapaces de
entender que la pretendida secesión de Cataluña, por ellos
intentada, era una acción de consecuencias terribles, no sólo para
la propia sociedad catalana, sino para el conjunto de España e,
incluso, de la Unión Europea. Incapaces de comprender que un Estado
de Derecho como el nuestro utilizaría todos los instrumentos a su
alcance para preservar la unidad de la nación, el ejercicio de la
soberanía nacional y la democracia representativa. Así ha ocurrido
y, frente al relato victimista, más propio del teatro del absurdo
que de la racionalidad política, sólo existe la actuación inevitable
e independiente de la Justicia. Pero si la fuga de la realidad
preside las reacciones de los querellados, capítulo aparte merecen
las actitudes de quienes, desde el oportunismo político más
pedestre, tratan de llevar al ánimo de la opinión pública la idea de
que los impulsores del golpe separatista son objeto de un ajuste de
cuentas político llevado a cabo por el Gobierno y por unos jueces a
su servicio.
Si es comprensible que se extienda este tipo de acusaciones entre
los fanatizados del separatismo catalán, azuzados por los partidos y
asociaciones que lo representan, es del todo inaceptable que
participen del esperpento político quienes, por sus
responsabilidades institucionales, parlamentaria o de cualquier otro
tipo, deberían contribuir al fortalecimiento de la democracia
española, atacada por unos individuos que, si no acatan sus propias
leyes, menos respetarán la división de poderes que garantiza
nuestras libertades. Ayer, simplemente, la Justicia siguió su curso.
El peso de la ley no es virtual
EDITORIAL El Mundo 3 Noviembre 2017
Sólo quien está habituado a la impunidad se sorprende cuando esta
acaba. Y en democracia, tarde o temprano, o acaba la impunidad o
acaba la democracia. Pocas metáforas hay más ajustadas que esa del
peso de la ley. Porque la justicia es lenta pero a veces, cuando la
gravedad de los delitos lo exige, cae a plomo sobre quien resulta
hallado culpable. Y si no cayera sobre cualquiera que la desafía,
sin reparar en su ideología, posición u oficio, ya no podríamos
decir que vivimos en una sociedad de ciudadanos libres e iguales.
La juez Lamela ha mandado a prisión sin fianza al vicepresidente y a
los siete consellers del Govern que renunció a la representación de
todos sus gobernados, destruyó el orden legal en Cataluña, extendió
la inseguridad jurídica, puso en fuga a los creadores de riqueza,
desgarró la convivencia y finalmente aspiró a presentar todo eso
ante instancias internacionales como el cumplimiento de un sonriente
anhelo popular. No constituye una noticia particularmente edificante
que nadie entre en prisión por causa de una ejecutoria fraudulenta,
pero ni el ejercicio de la política está eximido de la vigilancia
del código penal, ni es más apropiado pasar un año en la cárcel sin
juicio por robar el dinero de todos los ciudadanos que por tratar de
robarles su soberanía. De hecho es bastante más grave lo segundo,
como bien recogen las penas decididas por el legislador. De lo que
sí cabe felicitarse es de la enésima constatación de que el Estado
de derecho, en España, sigue sus procesos al margen de la
conveniencia política y con sólido arreglo al texto legal.
Por eso no se entiende la catarata de protestas que la decisión de
la magistrada ha provocado en ciertos sectores. Porque tras esas
quejas, que insisten en la falta de soluciones que supone la prisión
preventiva, subyace una desconfianza en la separación de poderes que
sólo puede ser fruto de la ignorancia o de la maldad. Hay políticos
-y periodistas- que parecen maliciarse que es Rajoy quien dicta los
autos. O quien puede regular su contundencia a rebufo de los tiempos
políticos "para no fabricar independentistas". O que debe responder
en persona por cada cargo público catalán trasladado a una
penitenciaría. De hecho, el auto aduce el riesgo de fuga -además de
la probabilidad de reincidencia delictiva- como razón principal de
que Oriol Junqueras y el resto de consellers se encuentren en
prisión, y fundamenta ese argumento en "el hecho de que algunos
querellados ya se han desplazado a otros países eludiendo las
responsabilidades penales en las que pueden haber incurrido". Es
decir, que el delirante periplo belga de Puigdemont -para quien la
Fiscalía ha solicitado ya una orden de detención internacional- no
sólo ha supuesto el descrédito final para la causa independentista,
sino que ha arruinado las estrategias de defensa de sus ex
compañeros.
No hace falta leer a Gil de Biedma para comprender que la vida va en
serio, y que los actos de los adultos tienen consecuencias. Los
altisonantes llamamientos a la resistencia de Junqueras camino de la
cárcel, las lágrimas de Marta Rovira o el descarnado posicionamiento
de Ada Colau -que ayer, alardeando de insumisión, adoptó ya nítida y
temerariamente el rol de argamasa del bloque separatista con vistas
a las elecciones- están fuera de lugar: despojados de su retórica
emocional, sólo revelan la rabia pueril de quien no está
acostumbrado a que su soberana voluntad limite con la ley. Pero si
la independencia nunca fue real, los destrozos producidos en su
consecución reclaman responsables. De eso, y no de otra cosa, va la
tarea que el Estado de derecho confía a los tribunales.
Nadie celebra que medio Govern -a la espera de los huidos, y de los
miembros de la Mesa del Parlament juzgados en el Supremo- esté
encarcelado. Nadie dudará ya, por si lo hacía, de que quien echa un
pulso al Estado lo pierde.
Los catalanes son los grandes damnificados
del 'procés'
EDITORIAL Libertad Digital 3 Noviembre 2017
Los partidos separatistas iniciaron el famoso procés bajo la promesa
de que la independencia de Cataluña conllevaría un futuro de gran
abundancia y prosperidad económica, ignorando por completo el
desastre que supondría no ya solo la ruptura con el resto de España,
sino la salida de la UE y del euro, así como el aislamiento
internacional y la profunda fractura social que traería consigo el
plan separatista. Pero lo más grave, más allá de ese burdo listado
de mentiras, es que hicieron creer a los catalanes que la puesta en
marcha de su particular utopía política estaría exenta de costes y
riesgos, articulando con ello un gran engaño colectivo cuyos
nefastos efectos empiezan a pasar factura a la población.
Los últimos datos de paro evidencian los problemas por los que ya
atraviesa, hoy por hoy, la economía catalana. Problemas causados,
única y exclusivamente, a la irresponsabilidad y sinrazón de sus
desnortados políticos. Así, mientras que el conjunto de España sigue
creando empleo al mayor ritmo desde la época de la burbuja
inmobiliaria, Cataluña se está quedando rezagada de una recuperación
económica que, hasta hace poco, lideraba a nivel nacional. La
economía catalana apenas generó 1.700 empleos el pasado octubre, una
tercera parte de los registrados hace un año, frente a los cerca de
94.000 creados en todo el país. Asimismo, dicha comunidad autónoma
encabezó el aumento del paro, con casi 15.000 desempleados más, el
doble que en el mismo mes de 2016, muestra inequívoca del negativo
impacto que dejó tras de sí la celebración del referéndum ilegal y
la posterior declaración de independencia.
Desde el 1 de octubre, más de 2.000 empresas han abandonado
Cataluña, trasladando sus sedes sociales a otras regiones de España,
debido a la inseguridad jurídica que reina en esta autonomía, las
reservas turísticas han caído un 30%, las inversiones se han
paralizado, la matriculación de coches ha descendido y la venta de
pisos se está frenando, entre otras tantas señales de ralentización
económica. De mantenerse el actual clima de incertidumbre y tensión,
el PIB catalán podría estancarse el próximo año e incluso volver a
caer en la recesión, según advierte el Banco de España, la AIReF e
importantes organismos privados, con todo lo que ello supone en
cuanto a creación de riqueza y empleo. Y eso sin tener en cuenta que
muchas de las empresas que se han ido ya no volverán, tal y como
aconteció en su día en Quebec tras su referéndum de independencia.
Además, Cataluña es una región insolvente, cuya deuda cotiza como
bono basura y, por tanto, sin credibilidad alguna a nivel
financiero, tras la desastrosa gestión presupuestaria llevada a cabo
por los separatistas con el único fin de alimentar el falaz discurso
victimista de "España nos roba". La otrora rica, próspera, solvente
y admirada economía catalana se ha convertido hoy en una región en
declive que ahuyenta a sus empresas, genera desconfianza entre los
inversores y provoca el hazmerreír de medios y analistas
internacionales debido al ridículo y cobarde comportamiento de su
expresidente y exconsejeros. Éste y no otro ha sido el fruto del
‘procés’ y sus principales damnificados están siendo los propios
catalanes.
El difícil retorno a la legalidad (7)
Vicente A. C. M. Periodista Digital 3 Noviembre 2017
IMPECABLE AUTO DE LA JUEZA LAMELA QUE DEBERÍA SONROJAR AL GOBIERNO
DE ESPAÑA. PODEMOS INJURIA EL ESTADO DE DERECHO DICEINDO QUE LOS
GOLPISTAS SON PRESOS POLÍTICOS. TV3 EMITE UN VIDEO DEL HUIDO
PUIGDEMONT EN HORA DE MÁXIMA AUDIENCIA.
Ayer, como no podía ser de otra manera, el foco informativo estuvo
en la comparecencia de los cesados Vicepresidente y Consejeros del
Gobierno de la Generalidad ante la jueza Lamela de la Audiencia
Nacional, así como la comparecencia de los miembros investigados de
la Mesa del Parlamento de Cataluña ante el juez Vera del Tribunal
Supremo. En la primera comparecencia se confirmó la ausencia de
Carles Puigdemont y cuatro Consejeros desplazados (más bien huidos)
a Bélgica para eludir la Justicia de España, a la que el
despreciable abogado de etarras y ahora de Puigdemont, Paul Bekaert,
acusa de no ser confiable, diciendo “que no me fío ni un pelo de la
Justicia española”. En cuanto a la segunda no hubo ausencias, pero
atendiendo a la petición de los abogados de los citados a declarar,
se pospuso la comparecencia para el próximo 9 de noviembre (día
festivo en Madrid por celebrarse la Virgen de la Almudena).
Tras las no declaraciones de todos los citados, a excepción del
Consejero dimitido Santi Vila, que se acogieron a su derecho de solo
declarar las preguntas de sus abogados, se produjo un receso en el
mediodía en la hora de la comida y tras largas horas de espera de
los investigados, la jueza Lamela emitió un Auto en el que describió
un extraordinario relato de los hechos acaecidos desde el año 2015
desde las elecciones autonómicas y la obtención de la mayoría
parlamentaria por las fuerzas independentistas hasta la declaración
de independencia. Basándose en la gravedad de los delitos imputados
y las altas penas de prisión consiguientes, así como la existencia
de una alta probabilidad de fuga de los investigados y de su
reiteración en los delitos, decidió declarar la prisión provisional,
incondicional y sin fianza para todos, excepto para Santi Vila
eludible con una fianza de 50.000 euros.
Y es que merece la pena leer con detenimiento y centrarse en ese
relato exhaustivo de los hechos y actuaciones no basados en indicios
o conjeturas sino en pruebas. Un relato, que como digo en mi resumen
del artículo, debería hacer sonrojar al Gobierno de España que
simplemente ha estado remiso a la hora de actuar con mayor
determinación ante el desafío secesionista. Porque el Gobierno de
España, en mi opinión repetidamente expresada a lo largo de este
tiempo, nunca ha estado a la altura del reto. Nunca ha querido hacer
uso de los medios que disponía la legislación, ni la Constitución,
hasta que las circunstancias han hecho inevitable aplicar el único
artículo de la Constitución que, aunque no estuviese apoyado por un
cuerpo legislativo que detallase su aplicación, era el apropiado
para contrarrestar la escalada de la insumisión y rebeldía del
Gobierno de la Generalidad y del Parlamento autonómico de Cataluña.
Ha tenido que ser la jueza de la Audiencia Nacional titular del
Juzgado Central de Instrucción nº 3, la que de una forma exquisita y
una lógica aplastante haya elaborado un relato pormenorizado de lo
que ha sido sin duda el plan perfectamente definido por los
independentistas para culminar la declaración de independencia,
basándose en la desobediencia a la Constitución y legislación
española y la creación de una legalidad jurídica paralela como
soporte de la secesión. Una actuación que estaba perfectamente
coordinada con las asociaciones civiles ANV y OMNIUM y que se nutría
de subvenciones realizadas con fondos públicos. Y no tengo la más
mínima duda de que este relato era perfectamente conocido por el
Gobierno de España que subestimó siempre la determinación de los
independentistas. Una actitud de menosprecio del alcance real del
problema. Pero si bien el relato se centra en estos dos últimos
años, no podemos obviar que la principal causa del auge del
sentimiento independentista en la sociedad en Cataluña ha venido por
la abdicación de los diferentes Gobiernos de España de PSOE y PP en
mantener y aplicar el Estado de Derecho ante el avance del
adoctrinamiento y creación de estructuras y organizaciones cuyo
objetivo era conseguir la independencia de España. Basta recordar el
énfasis nacionalista cada vez mayor creado en torno a actos
conmemorativos de fuerte significado político, el ensalzamiento de
figuras del separatismo, la reivindicación entre festiva y
reaccionaria de las sucesivas Diadas, etc.
Se ha permitido el que partidos como CiU y su principal líder el
nada Honorable Jordi Pujol, ese ex President de los nidos del árbol,
campasen a sus anchas y creasen un sistema seudo mafioso implantando
una especie de impuesto revolucionario, el famoso 3%, que en casos
llegaba hasta el 10% y que ha hecho que la fortuna personal del clan
familiar de los Pujol, evadido en paraísos fiscales, sea del orden
de varias decenas de miles de millones de euros. Una causa penal que
incomprensiblemente lleva atascada años y que redunda en que su
principal imputado siga sin ser juzgado y condenado, y ni siquiera
haya entrado en prisión. Y es que robar a espuertas no parece ser
tan grave como dar un golpe de Estado. O sea, que para los Gobiernos
de España del PSOE y del PP, era preferible no mirar y dejar hacer,
como mal menor ante la amenaza de avanzar en las reivindicaciones
nacionalistas, cosa que finalmente no han podido evitar. Y es así,
que ante esa pasividad, llegamos durante el Gobierno de Zapatero a
la mezquina aprobación de un Estatuto de Autonomía que declaraba ya
sin tapujos en su preámbulo que Cataluña era una nación y se dotaba
de estructuras de Estado en plan de igualdad con España. Algo que el
PP, espoleado por un espíritu españolista presidido por un
desconocido Mariano Rajoy, impugnó ante el Tribunal Constitucional,
logrando una sustancial merma de ese Estatuto.
Y en esas ha seguido Mariano Rajoy, en mantener como metodología la
impugnación de las sucesivas ilegalidades que iban cometiendo los
Gobierno de la Generalidad de Artur Mas y de Puigdemont. Nunca ha
habido intención de acometer de una vez el verdadero problema
yacente en una sociedad que ha sido dividida y enfrentada, donde una
parte que no comparte las ideas independentistas ha sido sometida y
acosada por la otra parte y desde el propio Gobierno de la
Generalidad con una legislación abusiva y coactiva de los derechos
fundamentales de los españoles, bajo la pasividad y dejación del
Gobierno de España de Mariano Rajoy Brey. Una dejación que ha
causado un sentimiento de frustración y de abandono en esa parte de
la sociedad sometida y silenciada. Un problema que ha llegado al
extremo de que esa misma sociedad haya tenido que salir en defensa
de sus derechos y hacer militancia de su catalanidad y españolidad,
donde PSOE y PP han sido los grandes ausentes, por lo que deberían
sentir sonrojo, vergüenza y pedir perdón.
Y en este escenario resalta un partido de ultra izquierda, PODEMOS,
que, en coalición con IU, se ha posicionado claramente del lado de
los golpistas catalanes. Su desvergüenza ha llegado al extremo de
injuriar al Estado de Derecho calificando a los detenidos por la
jueza Lamela de presos políticos, cuando son unos contumaces
delincuentes que han violado la Constitución de España, desobedecido
las sentencias de los Tribunales de España y promulgado leyes
inconstitucionales para finalmente declarar de forma unilateral la
independencia de Cataluña como República. Hay que ser miserable y
cínico y profundamente mendaz para injuriar de esa manera al Estado
de Derecho. Ya sabemos que PODEMOS y sus socios no respetan las
Instituciones y usan el Parlamento de España como pista de su circo
particular como auténticos payasos que son. Así que no es de
extrañar que se alineen con otros payasos como ellos como los
golpistas de ERC, la CUP y los fanáticos del PDeCAT. Simplemente es
que PODEMOS no está dentro del sistema democrático y lo mejor que
puede hacer es abandonar como ya hace, las Instituciones, pero
siendo coherente y dejando sus bien remunerados cargos a costa de
los impuestos de todos los españoles.
Por último he de referirme a la desvergüenza de la televisión
pública autonómica TV3, que por razones inexplicables no ha sido
intervenida y sigue siendo el reducto de sectarios favorables a los
independentistas. Ayer noche ha emitido en hora de máxima audiencia
un video grabado por el expresidente del Gobierno de la Generalidad
cesado en aplicación del artículo 155. Este video de poco más de
tres minutos de duración grabado en lo que parece una habitación de
hotel, recoge las vomitivas declaraciones de un alienado que sigue
presentándose como Presidente legítimo, que exige a libertad de los
golpistas mandados a prisión por la jueza Lamela y que arenga al
pueblo catalán, acusando al Estado de haber metido en prisión a
dirigentes políticos por haber cumplido con el compromiso electoral
y el concreto del Parlamento de Cataluña y los califica de vulnerar
y atacar los principios básicos de la democracia. Avisa al pueblo de
Cataluña que se espera una represión larga y feroz y les conmina a
combatirla, pero a la manera catalana¿?: Sin violencia, en paz y con
respeto a todas las opiniones de todas las personas, justo lo
contrario de lo que han venido realizando desde su Gobierno y el de
su antecesor Artur Mas-.
¿A qué espera el Gobierno para impedir esta grave manipulación
informativa de una TV3 convertida en altavoz del golpismo? ¿A qué
espera el PSPS de Pedro Sánchez para no entorpecer la intervención
de una autonomía cuya mitad de la sociedad se ha declarado en
rebeldía? ¿Es esa la vuelta a la normalidad en el caso de que
vuelvan a ganar las elecciones los independentistas? Estoy harto de
tanta hipocresía, de fingidos apoyos y de cierres en falso de
situaciones enquistadas que volverán a expandirse como el verdadero
cáncer que son.
¡Que pasen un buen día!
Una semana después, Cataluña sigue donde
estaba
José Luis González Quirós vozpopuli.es 3 Noviembre 2017
Los sucesos de la pasada semana son de los que pasan a la historia.
En este caso, no por haber dado paso a una novedad, sino por algo
menos habitual, por haber demostrado la rotunda imposibilidad de una
aventura irresponsable, antihistórica, insolidaria y,
desgraciadamente, llevada a cabo mediante una serie profundamente
grotesca de episodios, cada uno más chusco que el precedente. Por
eso creo que se equivocan los que advierten del riesgo de que en las
próximas y tempranas elecciones todo vuelva a quedar igual, porque
nunca es nada lo mismo después de haber hecho el ridículo, eso que
según la sabiduría del viejo Tarradellas nunca se debiera hacer en
política.
Todo cambia y todo sigue igual
Muchos albergábamos el temor de que la situación abocase a un
conflicto civil abierto, largo, y muy doloroso; afortunadamente no
parece que vaya a ser así, y es algo de lo que hay que alegrarse,
pero esa alegría, no debiera ocultarnos una verdad de fondo; el
problema del supremacismo catalán no queda resuelto por el clamoroso
fracaso de una intentona chapucera hasta la náusea.
De hecho, a medida que pase la fase más aguda de la sensación de
espantoso ridículo, es muy fácil que, si las causas de fondo no se
corrigen, se vuelvan a plantear problemas similares, aunque
probablemente de manera muy distinta, porque no es razonable suponer
que nadie vaya a empecinarse en conseguir lo que ahora se ha
demostrado imposible, por la formidable oposición de dos fuerzas que
no siempre se perciben a primera vista en la superficie, allí donde
el aventurerismo de la política goza de mejor presencia, pero que
determinan muy hondamente el curso de los acontecimientos: la
primera, la realidad de una economía pujante que no resiste ni la
inseguridad jurídica ni la parcelación de mercados, y una segunda,
la rotunda oposición de Europa entera, y, en la práctica, del
universo mundo, a que se inicien movimientos que pongan en riesgo lo
que se ha conseguido en los últimos sesenta años, y de ahí que los
supremacistas catalanes solo hayan podido obtener un atisbo de ayuda
de los enemigos de esa idea, sean los populistas antieuropeos, sea
Putin.
Un arreglo episódico en algo que requiere medidas mucho más hondas
Gracias a esos dos fenómenos casi telúricos, las medidas del
gobierno han obtenido, hasta ahora, un éxito que puede ser equívoco.
La inmediata convocatoria de elecciones es, en efecto, un movimiento
muy arriesgado, pero si se obtuviese un resultado notablemente
distinto a los más recientes nos pondría en camino de una solución
duradera. El riesgo de que se repitan los resultados, que es lo que
al parecer detectan ahora mismo las encuestas, es algo que puede ser
molesto, pero no peligroso, pues para nada cabe suponer que lo que
ha sido imposible hace una semana pueda llevarse a cabo dentro de
dos meses. No ha habido choque de trenes, sino un absurdo empeño en
abatir un muro conduciendo un vehículo ligero y averiado. Sea cual
fuere el resultado de las elecciones, será el de unas elecciones
autonómicas, algo que no permitirá que nadie pueda saltarse la ley
ni obrar contra el más elemental sentido de la realidad.
El Estado, sin embargo, no puede conformarse con aplicar aspirinas a
un enfermo grave, tiene que poner en marcha una serie de reformas de
fondo que logren que la situación se normalice a largo plazo, para
que el independentismo catalán pase a ser definitivamente el sueño
de unos locos, por extendidos que hayan estado los síntomas de esa
dolencia. La forma en que los partidos diseñen esa tarea puede
acabar determinando de manera muy fuerte el porvenir político de
toda España, y sería un error colosal no acometer prontamente ese
objetivo. Si la reforma de la Constitución parece conveniente, es
precisamente por la necesidad que existe de corregir lo que en ella
ha hecho posible que disparates como el del supremacismo catalán
hayan estado a punto de darnos un susto mayúsculo.
El gobierno se ha permitido, incluso, el lujo equívoco de no tocar
TV3: ha debido sentirse muy seguro de lo que hacía. Todo puede
cambiar en relativamente poco tiempo, pero los indepes están
inconcebiblemente más débiles que hace seis semanas. Ya digo que el
mérito no ha sido de los políticos, sino de la realidad, pero, al
menos esta vez, el gobierno tampoco ha puesto palos en las ruedas,
como sí estuvo a punto de hacerlo entre la convocatoria del
referéndum y los primeros días de octubre.
El paisaje tras la batalla
Los sucesos recientes han supuesto una auténtica convulsión social
en toda España, cuyos frutos tardarán en hacerse completamente
evidentes y en traducirse en resultados electorales tangibles, pero
se hace necesario resaltar algunas novedades de notoria importancia:
en primer lugar, que la Nación española está viva, incluido, por
supuesto, en Cataluña, de forma que el Estado se verá obligado a
tenerlo más en cuenta de lo que les pueda convenir a las minorías
políticas muy propensas al arreglo inter nos. Sean cuales hayan sido
los méritos de los apaciguadores de ocasión, no está claro que el
sentido político indique que la solución de fondo haya de venir por
continuar con algo extraordinariamente parecido al malhadado procés,
solo que esta vez conducido por las fuerzas de carácter estatal.
Podemos y sus secuaces han incurrido en ese error, y es presumible
que lo vayan a pagar muy caro, por mucho que quieran disimular
haciendo de la ambigüedad la virtud cardinal de sus propuestas. A
este respecto, el número de tontos puede seguir siendo relativamente
alto, pero no será crecedero.
Los partidos nacionales, salvo, en cierta medida, el caso de
Ciudadanos, han ido a remolque, y se han refugiado en las medidas
paliativas. Eso no bastará. Nuestra Constitución recoge el principio
de autonomía, y ha dejado muy abierto cuáles son sus límites, en lo
que, sin duda alguna, consistió en una apuesta histórica por la
generosidad y la convivencia, pero ya se ha visto que existen
fuerzas desleales capaces de traicionar al conjunto de la Nación, y
se hace muy necesario darle una vuelta de tuerca al tal principio
para que quede meridianamente claro lo que no resulta admisible. Los
supremacistas catalanes nos han brindado una oportunidad que la
Nación no debiera desaprovechar, es responsabilidad de los partidos
hacerlo, pero creo estar razonablemente seguro de que la opinión
pública va a tolerar muy pocas mojigangas al respecto, y espero que
emerja con claridad una izquierda sin ninguna clase de complejos
dispuesta a defender sin la menor vacilación la unidad española, la
libertad y la igualdad esencial entre todos. No hacerlo será, sin
duda, una traición de lesa patria.
La profecía fallida del separatismo
Cristina Losada Libertad Digital 3 Noviembre 2017
Desde la fuga de Puigdemont no paro de pensar en uno de los
experimentos sociológicos más sensacionales que conozco. Lo hizo el
psicólogo social Leon Festinger y lo describió –junto a otros– en el
libro When Prophecy Fails ("Cuando falla la profecía"), de 1956.
Interesados por un pequeño culto ufólogo que había en Chicago,
Festinger y sus colaboradores infiltraron a varias personas en él.
El grupo, que estaba dirigido por una mujer, creía que el fin del
mundo iba a tener lugar el 21 de diciembre de 1954; pero lo más
importante, al menos para ellos, es que estaban convencidos de que
horas antes del apocalipsis una nave extraterrestre iría a
recogerlos para salvarlos y conducirlos al planeta Clarion.
Sí, era una marcianada total. El experimento permitió observar cómo
los creyentes en una marcianada reaccionan al fallo de la profecía.
La noche antes del fin del mundo, el grupo de elegidos estuvo horas
reunido esperando a los extraterrestres, sin que los de Clarion se
dignaran aparecer. Por fin, después de un silencio sepulcral y del
llanto desconsolado de la profeta, la divinidad tuvo a bien
comunicarse con ella. Le dijo que gracias a la intensa vigilia del
grupo había decidido darle más tiempo al mundo antes de destruirlo.
Los creyentes no sólo se fueron contentos a casa. Además, redoblaron
sus esfuerzos para tratar de extender su mensaje y convencer a más
gente de la veracidad de aquello que se acababa de demostrar falso.
Esta reacción era la que habían previsto los investigadores. La
hipótesis confirmada era que, al producirse un fallo evidente de la
profecía, los creyentes iban a hacer lo posible por aferrarse a
ella. Sobre todo cuanto mayor fuera su inversión en la creencia,
cuantas más cosas hubieran hecho que fueran difíciles de revertir,
como lo eran, en aquel caso, dejar trabajo, estudios y familia, o
entregar dinero y posesiones. Para esas personas, la manera de
lidiar con el trauma de la profecía fallida era conseguir alistar a
más gente. Cuanto más apoyo social tuviera la marcianada después de
muerta, más podían convencerse de que a pesar de todo era verdad.
Quítenle a esto el fin del mundo, los extraterrestres y el bonito
planeta Clarion. Pongan en su lugar la creencia en que la
independencia se haría realidad desde el instante de su
proclamación, en que el reconocimiento y los apoyos exteriores iban
a llegar enseguida para salvarla y en que la flamante república
catalana sería el paraíso terrenal. Ahora pongámonos en el lugar del
creyente cuando lo esencial de todo eso se viene abajo. ¿Va a dejar
de creer ya mismo?
No. Lo que hará primero será tratar de integrar lo sucedido en su
sistema de creencias. Para facilitarlo, ya circulan marcianadas como
que las elecciones del 21-D han sido impuestas por Europa a modo de
un (nuevo) plebiscito. Si lo ganan, dice el bulo, Europa obligará a
España a hacer un referéndum legal o a reconocer la independencia
sin más. Es el equivalente al mensaje divino transmitido por la
visionaria: la profecía no se incumple, se posterga.
Por más que hayan quedado al descubierto las mentiras separatistas,
no hay que esperar caídas del caballo en masa entre los fieles.
Digerir lo sucedido les va a llevar un rato largo. No aceptarán la
realidad ni reconocerán que han creído en mentiras de la noche a la
mañana. Esto no es una buena noticia de cara a las elecciones
autonómicas. Pero se puede compensar. Porque no todo el voto
separatista es cien por cien creyente y junto a los que han hecho
una inversión emocional en el procés están los que han hecho un
cálculo: algo se sacará de este lío, y en cualquier caso no tendrá
costes.
Ahora, los costes económicos y sociales han quedado tan claros como
la inviabilidad de imponer la ruptura por encima de la ley y la
democracia, y en contra de la mitad de la población catalana. Al
tiempo, los costes para los dirigentes del delirio empiezan a estar
a la vista. Esto es particularmente importante por una razón: fue
una revolución impulsada de arriba abajo, no de abajo arriba. Si los
que han llevado la batuta han de responder ante la justicia, si no
hay tratos de favor –ni amnistías como la que ya proponen los
comunes, cada vez más abrazados al partido de los Pujol–, serán
menos temerarios.
Por volver al culto ufólogo de Chicago: éste no se hundió por el
fracaso de la profecía, pero sí por la fuga de la profeta ante la
posibilidad de ser detenida e internada en una institución
psiquiátrica. No estoy dando ideas. Pero, sí, también huyó.
Lo normal, Oriol
Cumplir y hacer cumplir la ley no podía ser
una rareza
Luis Ventoso ABC 3 Noviembre 2017
Cunde la sensación de que la política catalana debería salir del
ámbito de los politólogos sesudos para pasar al de Íker Jiménez y
Uri Geller. Figura destacada en ese mundo paranormal es Ada Colau.
Hace dos años ya dio el primer aviso de su anemia intelectual cuando
reinventó el Derecho y proclamó que si una ley no te gusta debes
incumplirla. Ayer, la pensadora pro separatista –de abuelos oscenses
y sorianos– manifestó que reconoce a Puigdemont como presidente,
pero no su República. Con los puntapiés que le arrea a la lógica, se
entiende que la dulce Ada no lograse acabar Filosofía. Puigdemont se
ha proclamado presidente de la República independiente de Cataluña,
lo cual le ha valido su inevitable cese. Hoy el prófugo belga ya no
preside nada, salvo que reconozcas su República, que posee el valor
legal de las de los felpudos de Ikea. Ergo lo que dice nuestra Ada
es como sorber y soplar al tiempo. Un disparate más de una
oportunista que foguea abiertamente el separatismo, pero siempre con
algún guiñito cosmético al otro lado para cubrirse sus espaldas
electorales. Cantamañanismo transversal.
Paranormalidad en Cataluña ha habido mucha, pero los sucesivos
inquilinos de La Moncloa prefirieron dejar a hacer. Mientras pasaba
por ponderado estadista que contribuía a apuntalar el sistema, Pujol
montó bajo las narices de González y Aznar el Estado catalán en la
sombra, que ahora ha emergido en toda su osadía. ¿Nadie se percató?
¿Nadie sabía tampoco que además el molt honorable era un cleptómano?
Simplemente el Estado optó por no mirar. Paranormal era también que
una Generalitat separatista montase una red de embajadas, pagada por
todos los españoles, con el evidente ánimo de minar España. Pero se
toleró, como que TV3 sea un cañón de propaganda xenófoba (de manera
inaudita sigue siéndolo tras el 155, por merced de Sánchez).
Paranormal es la prohibición del español en los rótulos, o su
marginación de facto en las escuelas. Paranormal es regalar la
seguridad del Estado a una policía política, pues en eso degeneraron
los mossos. Paranormal y delirante es que hasta hace diez días
Sánchez e Iceta abogasen por dialogar con los golpistas, o que el
Gobierno no se sacudiese su modorra hasta que el Rey dio un
palmetazo en la mesa.
Durante años hemos vagado tan espesos que lo de ayer en la Audiencia
Nacional, lo normal, a muchos les parece anormal. Nos enfrentamos a
unos delincuentes previamente advertidos y multirreincidentes, que
han cometido un flagrante golpe de Estado. ¿Cárcel para Junqueras?
Nada más normal, querido Oriol. Democracia pura, pues sin respeto a
la ley esta no existe. Gran lección además de nuestro Estado de
Derecho, pues a buen seguro Gobierno y PSOE habrían preferido una
decisión más liviana de la jueza. Pero en España pervive
Montesquieu, la división de poderes. Este es un gran país, una
democracia asentada, y no el aquelarre bananero de Junqueras y ese
Puigdemont que lo ha apuñalado desde Bélgica con su saga-fuga,
fulera y cobardona, oprobioso resumen del envite que ahora expira.
El cuento de la "fábrica de
independentistas"
José García Domínguez Libertad Digital 3 Noviembre 2017
Recordemos primero lo obvio: están en la cárcel no por sus ideas,
una doctrina que comparten con otros 1.850.000 ciudadanos, ninguno
de los cuales ha sido procesado ni por la Audiencia Nacional ni por
el Tribunal Supremo; sino por haber incurrido, y de forma tan
contumaz como alevosa, en muy graves delitos tipificados de forma
expresa en el Código Penal. En segundo lugar, sigamos abundando en
lo obvio. Y es que, desde hace algo así como varios miles de años,
ciertas leyes, las que apelan a cómo proceder ante conductas
particularmente graves, incluyen prescripciones punitivas en sus
múltiples enunciados; castigos cuya existencia continuada en todo
tiempo y lugar debemos atribuir al rasgo también universal de su
contrastado poder disuasorio. Los castigos existen porque son
eficaces, no por razón alternativa alguna. Mas vayamos a lo no tan
obvio, al menos para el grueso de la opinión publicada en Cataluña,
si bien no sólo en Cataluña. Veamos, durante años, y con particular
intensidad a lo largo del lustro previo a la consumación material
del golpe de Estado diseñado por el Gobierno de la Generalitat, se
nos ha venido insistiendo desde innúmeras instancias creadoras de
opinión en la premisa de que molestar a los nacionalistas apelando a
las leyes por ellos ignoradas equivaldría, según latiguillo célebre,
a promover una "fábrica de independentistas".
Así, siempre que el poder central acometía alguna medida, por lo
general tímida y tardía, para tratar de frenar los largos
preparativos del golpe, una legión de almas sensibles periodísticas
nos advertía de la terrible eficacia involuntaria de esa supuesta
fábrica de churros separatistas. Los términos del chantaje eran, por
lo demás, bien simples: no se haga jamás nada que contradiga en lo
más mínimo la voluntad de los caudillos secesionistas, pues siempre
será peor todo lo que no sea cruzarse de brazos ante sus múltiples
labores previas. Tal fue la doctrina segregada por la opinión
dominante. Pero es que una vez realizado el punch, esa prescripción
canónica, la del quietísimo tancredista, no se ha alterado ni un
ápice. De ahí que estas últimas horas proliferen por todas las
pantallas compungidas plañideras mediáticas, todas alarmadas ante lo
terrible e inadmisible de que una señora juez haya osado decidir que
el Código Penal también existe para ese santo laico, Oriol
Junqueras, y el resto de los conjurados de Barcelona. Y nos vuelven
otra vez con el cuento, tan manido ya, de la fábrica de
independentistas. Sin embargo, la realidad, siempre tan tozuda ella,
se empeña en compadecerse poco con el cuento (ya sé que ahora se
impone decir "relato", pero yo soy un premoderno) de las plañideras.
Porque si el golpe de los catalanistas ha podido ser parado, ello ha
sido merced al miedo, un miedo que llegaría a extremos de cobarde
pánico incontrolado en el caso del prófugo Puigdemont. Ese miedo tan
desmedido como paralizante, el que en el último minuto se apoderó
del Gobierno de la Generalitat en pleno, el mismo miedo que a estas
horas comparte la trama civil, desde los temblorosos y acongojados
sustitutos de los Jordis hasta la dirección de la CUP y los
cabecillas no internados de la Esquerra y el PDeCAT. Pánico coral,
el de los catalanistas asilvestrado ante la desconcertante novedad
de descubrir que la Ley existe también para ellos. Eso y solo eso es
lo que garantiza hoy nuestra libertad, la de los ciudadanos de
Cataluña leales al orden constitucional español. Porque la cuestión
no es que puedan ganar o no las elecciones del 21 de diciembre. La
verdadera cuestión es que, en caso de que ganen, el miedo a la Ley,
ahora sí, cortocicuitará cualquier tentación de seguir jugando a las
revoluciones de la Señorita Pepis. Cada semana que pase Junqueras
entre rejas habrá mil separatistas menos en Cataluña. Esperemos,
pues, y por el bien de Cataluña y del resto de España, que sean
muchos años los que permanezca entre rejas. En cuanto a las
inconsolables plañideras de la tele, dejémoslas llorar. Ya se les
pasará cuando firmen el siguiente contrato con otra productora no
barcelonesa.
El 155 no lo ha solucionado
Adrià Pérez Martì vozpopuli.es 3 Noviembre 2017
¿Y todo esto para qué? ¿Tanto estrés, tanto ultimátum, y tanta
proclamación, para que el movimiento nacionalista catalán se
desvanezca como un azucarillo? Parece que la opinión mayoritaria,
incluso entre los propios secesionistas, sea la de que todo ha sido
un desastre inútil. El que fuera President, huido a la fuga, y sus
consejeros no fugados y los parlamentarios correligionarios, en la
cárcel o enfrentándose a unos procedimientos judiciales abiertos en
la Audiencia Nacional o el Supremo.
Sin embargo, ni el estado de euforia para unos ni el de zozobra para
otros está plenamente justificado. En realidad, la aplicación del
artículo 155 de la Constitución Española (dos palabras, por cierto,
difíciles de escuchar entre los nacionalistas catalanes que
solamente nombran el número) no ha acabado con el "procés", lo ha
parado.
El movimiento secesionista se rehará. Ahora emergen las críticas de
unos a otros. Incluso algunos empiezan a dar explicaciones
delirantes: que la República está en las mentes de los
independentistas o que, en realidad, el "Govern", en su sabiduría
estratégica, va a realizar un desacatamiento selectivo,por fases...
etc. En las tertulias radiofónicas catalanas alguna vez surgen las
discusiones de cómo se ha realizado el proceso y sus defectos.
Incluso el propio Gobierno autonómico dejó de mantener una
unanimidad cuando uno de sus consejeros, Santiago Vila, dimitió
justo antes de La Proclamación.
No obstante, el mencionado consejero ha reiterado innumerables veces
que no es que deje de ser independentista, todo lo contrario, sigue
siéndolo pero simple y fundamentalmente, no estaba de acuerdo en que
mediante este procedimiento no se lograra la independencia. Y, al
igual que en el caso de Vila, la aplicación de un artículo o las
consecuencias judiciales no terminarán con el movimiento
secesionista.
Al final, después del aturdimiento tras la aplicación del 155 de la
CE y las citaciones judiciales, las infraestructuras secesionistas
siguen siendo las mismas. Se reharán, pero habiendo aprendido de los
errores y aciertos durante lo que llevamos de 'procés'.
¿Qué errores? Pues uno de los errores fundamentales, contando con la
información aparecida hasta el momento, parece que haya sido
claramente la ineficaz, para sus propósitos, labor del departamento
de Junqueras y la creación de una Administración Tributaria propia.
Pensemos que una de las tres patas sobre las que se asienta la
obediencia es la legitimidad (junto con la represión y el consenso).
De hecho, suele emplearse la expresión "choque de legitimidades"
para describir el problema catalán. Pues bien, la legitimidad
entendida como fuente de la obediencia, siguiendo a Anthony de
Jasay, es la propensión de los ciudadanos a obedecer las órdenes del
Estado sin que existan castigos o recompensas por hacerlo. Dado el
éxtasis emocional que los dirigentes del procés, los medios de
comunicación, la educación pública catalana, etc., han creado en
muchos independentistas, me atrevería a decir que una parte muy
importante de la población independentista que aguardaba en los
aledaños del Parlament o de la Generalidad, y que se rasgaba las
vestiduras cuando el President posponía la proclamación, habría
optado por pagar a la hacienda del nuevo Estado catalán. Como dice
Jasay, la legitimidad no es tanto un atributo del Estado sino un
estado de ánimo de sus ciudadanos.
De hecho, me es imposible saber cuál era el plan original del
llamado 'procés', pero no parece descabellado suponer que lo que
terminó de echar al monte y envalentonar a sus dirigentes ha sido
reunir a grandes masas de la población. Lo que en principio era un
pulso (extraña definición), el éxito del 1-O les terminó de
precipitar a proclamar la República, pero, según conversaciones
grabadas, iban a ciegas, no tenían nada detrás de las bravuconadas
demagógicas y demás palabrería colectivista.
No tenían, en definitiva, una de las más importantes estructuras de
Estado que les falta, el mecanismo de exacción de ingresos. Es
decir, los políticos secesionistas sólo fueron capaces de utilizar a
las grandes masas de población en un mal llamado referéndum y lograr
así material para propaganda fuera de nuestras fronteras y avivar el
necesario y muy útil victimismo. Ya decía Isaiah Berlin lo
provechoso de utilizar la humillación para avivar y enriquecer esa
mentalidad romántica aislacionista creadora del ego puro; utilizar
la derrota para crear una necesidad emocional por parte de la Nación
humillada de restaurar su respeto hacia sí misma mediante la
reclusión en una ciudadela interna que no puede ser tomada por el
conquistador (véase aquí un ejemplo).
Como digo, si esas grandes masas hubieran sido utilizadas para el
paso final, la Hacienda pública catalana y la financiación parcial
del nuevo Estado, el escenario podría haber sido distinto pues esa
nueva organización estatal hubiera obtenido mucha mayor lealtad y
obediencia por parte de los elementos orgánicos del estado, los
mandos intermedios clave que permiten controlar un territorio, como
demostró la revolución bolchevique. Eso no hubiera creado una
República catalana, pero la situación interna y el contexto
internacional quizá si hubiera obligado a emplear otra estrategia al
gobierno central que el artículo 155: negociación y cesión.
Pero la cuestión es que se aplicó el 155 de la CE y en apenas 50
días se pretende solucionar el problema. Milagrosamente, el bloque
constitucionalista ganará. Rajoy habrá sorprendido a todos, de
nuevo, con una genial estrategia política (ya sorprendió a la
izquierda durante la crisis adoptando y radicalizando su política
fiscal e impositiva).
La realidad, por el contrario, es que la propaganda, la educación y
el pesebre público, todo el entramado de organizaciones y empresas
públicas creadas por el movimiento, siguen intocables. Incluso en
pleno auge e impulso en la aplicación del 155 CE fue posible
intervenir la televisión autonómica. Entonces, ¿es la intervención
lo que propongo? ¿La recentralización? No. La liberalización.
Eliminar la propaganda por parte del Estado, eliminar el pesebre
paraestatal y abrir la educación a los ciudadanos. Eso, y un tiempo
difícil de estimar (una década, ¿dos?) sería necesario para que las
naciones que puedan existir (antiguas o nuevas) en Cataluña puedan
solaparse e, incluso, fusionarse y enriquecerse, ¿por qué no? Pero
mientras pensemos en esto como política ficción, seguiremos
periódicamente teniendo que estar ante sediciones, rebeliones o
acontecimientos políticos que nos hagan temer por el estallido de
violencia y conflicto. Es mucho mejor pensar que lo que resolverá el
problema es que en lugar de unos gobernando estén otros (como si lo
fueran a estar para siempre y de repente). También parece ser mejor
pensar que "debemos normalizar la situación", sin que nadie haya
dicho cómo exactamente. Incluso parece que sea más realista pensar
que será el porcentaje de descentralización el que logre resolver el
problema (para algunos una mayor descentralización y para otros la
recentralización). Cualquier cosa, antes que dejar de permitir que
los políticos de toda condición y pelaje se adueñen de la educación,
televisiones, etc. etc.
Aunque sus dirigentes terminen encarcelados o multados, el "procés"
habrá servido de enseñanza. ¿Cuál de los dos bloques de políticos
-independentistas o constitucionalistas- habrá aprendido más? ¿Cuál
de los dos tiene más ansias de aprender de los errores y tiene más
ganas de modificar el statu quo? ¿Cuál de los dos es más homogéneo,
es más capaz de unirse y tiene un objetivo más claro?
TV3, golpe a golpe
OKDIARIO 3 Noviembre 2017
La televisión pública catalana sigue ejerciendo como portavoz
irredenta del golpismo. En vez de desmarcarse y poner distancia con
todos aquéllos que están en contra de la legalidad vigente, TV3
rinde pleitesía al destituido Carles Puigdemont. El Gobierno debe
reclamar responsabilidades a Vicent Sanchis, director de una cadena
que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos y que, de
ninguna manera, puede seguir funcionando como amplificador de un
mensaje y unas acciones perseguidas tanto por la Audiencia Nacional
como por el Tribunal Supremo. Este mismo jueves, el fugado
Puigdemont ha vuelto a dar un discurso a todos los catalanes a
través del canal autonómico. En él, reincidiendo en la concatenación
habitual de falacias, ha dicho que “espera una represión larga y
feroz”.
Un cadena pública española no puede dar cabida a la alocución de un
cobarde incapaz de responder ante la justicia. Menos si es para
retransmitir una serie de mantras tan vacuos y falsos como su propio
compromiso con los catalanes —a la primera oportunidad que tuvo,
salió corriendo camino de Bélgica—. Equiparar España a una dictadura
tachándola de represiva es una falsedad y una peligrosa exageración
que debilita nuestra imagen a nivel internacional y es combustible
para los más radicales. Un argumento que queda desmontado por el día
a día que se vive en Cataluña, donde la normalidad es la gran
protagonista gracias a la proporcionalidad y mesura con la que el
Ejecutivo de Mariano Rajoy ha aplicado el artículo 155. Ahora que la
región está recobrando poco a poco el orden constitucional, es
momento de limitar también la connivencia de TV3 con los golpistas.
No se pueden dar hechos como el del pasado 28 de octubre, cuando los
responsables de dicha televisión rotularon el mensaje grabado de
Puigdemont como “presidente de la Generalitat” a pesar de que había
sido destituido. Incluso se prestaron a retransmitirlo mientras
hablaba desde el atril de la Generalitat, colaborando así a una
ilegalidad. La Corporación Catalana de Medios Audiovisuales ha
contribuido en innumerables ocasiones al circo independentista sin
ninguna consideración por la legalidad vigente. En uno de sus hechos
más vergonzosos y recordados, la periodista Empar Moliner llegó a
quemar una Constitución en directo. Esos comportamiento deben ser
erradicados. Libertad de expresión, toda. Pero respeto a la ley,
también.
Las dos caras de España
HENRY KAMEN El Mundo 3 Noviembre 2017
Las imágenes interesantes y con frecuencia contradictorias de España
presentadas en la prensa europea como resultado de los problemas en
Cataluña, nos llevan a admitir que los europeos nunca han estado
seguros de lo que realmente piensan sobre la Península Ibérica.
"¡Qué difícil es entender debidamente a los españoles!", dijo una
vez el duque de Wellington, basándose en sus experiencias durante la
Guerra de Independencia. En realidad, a los europeos a menudo les
resulta fácil volver a caer en las perspectivas clásicas y
desfavorables que eran comunes en siglos pasados, cuando España
parecía representar una amenaza para la seguridad de Europa. Son
estas imágenes las que han resucitado por razón de la propaganda
populista sobre los acontecimientos en Cataluña, que presentan a
España como una amenaza violenta para la vida y la propiedad de la
gente común y, de hecho, de todos los europeos.
El hecho sencillo es que la historia se repite. Cuando la reina Ana
de Inglaterra en 1705 inició negociaciones con los secesionistas
catalanes, declaró que había sabido que ellos estaban tratando de
luchar contra las cadenas de la esclavitud española, "y que ustedes
intentan, como hombres valientes, liberarse de ella". Más de un
siglo antes, la misma imagen de la opresión española circulaba en
Inglaterra y en Holanda. Se afirmó que España deseaba imponer la
Inquisición a los pueblos de Europa. El juego de mentiras y
exageraciones se puso en marcha. La diferencia ahora es que los
propagandistas saben muy poco de ese lejano pasado histórico, por lo
que hoy intentan identificar la opresión que perciben con los
acontecimientos de los años 1930. Los periodistas extranjeros a
veces sufren del mismo desconocimiento de la Historia de España, y
están dispuestos a aceptar una información manipulada que parece
estar de acuerdo con la imagen tradicional de torturas y opresión.
Recordemos, sin embargo, que la imagen desfavorable no era la única
cara de España que se veía en Europa. También había otra cara, de la
que los españoles mismos rara vez son conscientes. ¿Cuántas personas
saben que los holandeses y los ingleses, que lucharon durante tanto
tiempo contra la amenaza militar de España, se convirtieron
rápidamente en los admiradores y amigos más fuertes de España? Por
coincidencia, esta semana he estado leyendo una de las mejores guías
turísticas escritas sobre España, la del escritor inglés Richard
Ford en el siglo XIX, cuyas páginas revelan claramente la dualidad
de imagen que los europeos educados siempre abrigaban acerca de un
país que, de hecho, pocos visitaron. Ford criticó a algunos
escritores europeos que "han dado a España un nombre peor del que
merece" y que presentaban una mera "caricatura" del país. Reconoció
el sorprendente atraso tecnológico del país, pero al mismo tiempo
estaba dispuesto a expresar su admiración: "Cuán agradable ha sido
escribir sobre los logros de habilidad y de valor, de señalar las
muchas bellezas y excelencias de esta tierra altamente favorecida, y
de hablar de la gente generosa e independiente de España".
Ford identificó algunas debilidades importantes en el país. Por un
lado, su falta de unidad. "España es hoy, como siempre lo ha sido,
un conjunto de pequeños cuerpos atados por una cuerda de arena que,
al carecer de unión, tampoco tiene fuerza". También comentó sobre la
propensión al populismo. "Compuestos de contradicciones, los
españoles habitan en una tierra de lo imprevisto, donde el accidente
y el impulso del momento son los poderes móviles y donde los
hombres, especialmente en su capacidad colectiva, actúan como
mujeres y niños. Una chispa, una bagatela, pone a las masas
impresionables en acción". Las líneas fueron escritas hace casi 200
años, pero la realidad que describen ha cambiado muy poco, incluso
hoy en día.
Después de la era del imperio español, los europeos empezaron a
compensar la imagen desfavorable que habían creado. En las décadas
posteriores a la Guerra de Independencia, quizás por primera vez,
España fue descubierta y apreciada por el público europeo culto. El
aspecto que atrajo la imaginación fue, sobre todo, la España del
islam, su cultura y su música, que parecían haberse desvanecido,
pero que los visitantes europeos ansiosamente descubrieron. A
finales del siglo XVIII, el poeta alemán Johann Herder incluyó
canciones sobre Granada en una colección de canciones folclóricas
europeas que publicó. Los británicos ya tenían algún conocimiento
del pasado musulmán romántico de España, gracias al poema de Byron
Don Juan (1819). Los europeos que visitaban el Mediterráneo a
finales del siglo XVIII y principios del XIX también se inspiraron
en temas "clásicos", es decir, griegos y romanos, en el arte y la
música, y en las ruinas de la civilización clásica romana.
Este rostro favorable de España significaba que los europeos y los
estadounidenses comenzaban a comprender las características
positivas del país, pero el nuevo semblante también era en sí mismo
una exageración, porque adoptaba una visión romántica que no
coincidía satisfactoriamente con la realidad. En tiempos de crisis,
y más notablemente durante los años 1930 y 1940, la imagen favorable
de España se colapsó y tanto europeos como españoles tuvieron que
aceptar muchas realidades desagradables. Tuvieron que penetrar
debajo de la superficie de las dos caras, la favorable y la hostil,
que hasta ahora habían estado asociadas con España.
Entre los que visitaron la península durante los años de la guerra
civil se encontraban dos periodistas que tenían enfoques
sustancialmente diferentes, Ernest Hemingway y George Orwell. Al
igual que Hemingway, Orwell vino a España para defender la justicia.
A diferencia de Hemingway, tenía una ardiente dedicación para buscar
la verdad. Un hombre que iba en busca de la verdad estaba obligado a
reaccionar con fuerza cuando su propio lado decía mentiras, no solo
contra sí mismo, sino también contra su esposa y sus camaradas.
Orwell se sintió destrozado por la España republicana. Él y su
esposa escaparon por poco de Barcelona, y una vez en Inglaterra,
inmediatamente comenzó a escribir el relato clásico de lo que había
visto allí. Hoy es una práctica común elogiar su libro Homenaje a
Cataluña, porque fue una declaración honesta de un hombre que había
venido a luchar por la democracia y la libertad. Con demasiada
frecuencia, sin embargo, este elogio es hipócrita, porque en
realidad Orwell descubrió que la traición de la libertad por la
izquierda no era menos terrible que la perpetrada por la derecha.
Sus experiencias, sobre todo, le llevaron a demostrar el corrosivo
peligro del nacionalismo, "el hábito de identificarse con una nación
u otra unidad, colocándolo más allá del bien y del mal y
reconociendo que no hay otro deber que el de promover sus
intereses". Orwell comentó sobre la propensión de los nacionalistas
a crear un pasado de fantasía para proyectar un futuro de fantasía.
"Cada nacionalista está obsesionado por la creencia de que el pasado
debe ser falsificado. Pasa parte de su tiempo en un mundo de
fantasía en el que las cosas suceden como él cree que deberían
hacerlo, y transferirá fragmentos de este mundo a los libros de
historia siempre que sea posible. Gran parte de la escritura
nacionalista de nuestro tiempo equivale a una simple falsificación".
Orwell, en efecto, había ido más allá del hábito tradicional y a
menudo superficial de contemplar los aspectos positivos y negativos
de la civilización española, esas dos caras que parecían ofrecer a
los europeos visiones alternativas de España. En el nacionalismo
identificó una amenaza que en la década de 1940 ya estaba
destrozando toda Europa, y que mas adelante en el año 2017 parecía
decidida a destruir la unidad de España.
Henry Kamen es historiador británico; su último libro es Carlos
emperador. Vida del rey césar (La Esfera de los Libros).
Uno de los encarcelados reveló torpemente
la prueba de las tropelías del Govern
Miguel Blasco esdiario 3 Noviembre 2017
El independentismo intenta hacer pasar por presos políticos a
quienes desobedecieron sistemáticamente al Constitucional e
ignoraron sus advertencias. Josep Rull se delató de forma absurda.
En su auto de encarcelamiento de Oriol Junqueras y siete
exconsellers de la Generalitat, la juez Carmen Lamela resalta
textualmente: "Con los actos ejecutados en desarrollo práctico de
esta hoja de ruta, se han venido desobedeciendo sucesiva,
sistemática y frontalmente todas y cada una de las decisiones del
Tribunal Constitucional".
Tribunal al que, por cierto, la Generalitat recurrió la semana
pasada en amparo por el artículo 155, después de ningunearlo durante
años. Aunque este viernes el TC rechazó el recurso del Govern por
presentarlo antes de que el Senado aprobara la aplicación de tal
precepto de la Carta Magna.
"Impulsaron y consiguieron la aprobación de leyes y resoluciones
dirigidas a dotar de aparente cobertura normativa al proceso de
separación del Estado español, propiciando numerosos
pronunciamientos del Tribunal Constitucional declarando la
inconstitucionalidad y nulidad de todas ellas", continúa el
demoledor relato de la magistrada de la Audiencia Nacional.
La cuestión es que Carles Puigdemont y los suyos no sólo han
ignorado reiteradamente todas y cada una de las decisiones y
advertencias del Constitucional, sino que además se han jactado de
ello.
La mejor prueba de ello es un tuit colgado hace poco más de un año
por uno de los exconsejeros ahora encarcelados, Josep Rull, con este
texto: "El TC se puede empeñar en advertirnos sobre las
consecuencias de sus resoluciones. Nosotros nos empeñaremos en
obedecer al pueblo de Cataluña".
En el mismo adjuntaba una escrito del Tribunal Superior de Justicia
de Cataluña en el que le notificaba personalmente a Rull uno de los
muchos autos del Tribunal Constitucional que los independentistas
han venido ignorando.
En concreto éste se refería a las decisiones adoptadas por el
Parlament de Cataluña el 27 de julio de 2016, cuando los 72
diputados independentistas desafiaron por enésima vez al Estado de
Derecho y al propio Constitucional y aprobaron las conclusiones de
la llamada comisión del Proceso Constituyente. Es decir, la hoja de
ruta de la desconexión.
"Le advierto del deber de abstenerse de realizar cualesquiera
actuaciones tendentes a dar cumplimiento a la resolución 263/XI y de
su deber de impedir o paralizar cualquier iniciativa, jurídica o
material, que directa o indirectamente suponga ignorar la nulidad de
dicha resolución, apercibiéndoles de las eventuales
responsabilidades, incluida la penal, en las que pudieran incurrir
en caso de incumplimiento de lo ordenado por este Tribunal".
Y ahora les quieren hacer pasar por presos políticos.
Un sindicato con 900 mossos: “Protejamos
con nuestras vidas los derechos de nuestro pueblo”
Carlos Cuesta okdiario 3 Noviembre 2017
“Ahora nos toca a cada uno de nosotros defender el cuerpo […]
haciendo lo que mejor sabemos hacer: proteger, y en su caso con
nuestras vidas, los derechos, las libertades y la paz de nuestro
pueblo”. Se trata del comunicado emitido por la Unión Sindical de la
Policía Autonómica de Cataluña, un sindicato que agrupa a unos 900
agentes, y que ha despertado las alertas de la Policía Nacional. Y
es que ese llamamiento a defender con su vida los derechos de su
pueblo no viene acompañado de una sóla referencia al acatamiento
constitucional ni de las nuevas autoridades en Cataluña tras la
intervención por el 155.
En el comunicado, a cuyo contenido ha accedido OKDIARIO, este
sindicato se define “como representativo del cuerpo de
Mossos-Policía de la Generalitat de Cataluña, y en él reacciona
“ante la aplicación del art. 155 CE”.
El sindicato en ningún momento menciona en el comunicado compromiso
alguno con la Constitución Española o la legalidad vigente. Pero sí
menciona “el compromiso del cuerpo de Mossos”, que cita como
“absoluto e incondicional con toda la ciudadanía, a la que debemos
nuestro mandato, aceptando nuestra misión y divisa principal de
protección de la libertad y seguridad, de protección de las personas
y mantenimiento del orden público”.
El comunicado, emitido en un momento en el que el mando de la
Generalitat ha sido trasladado al Gobierno central, señala, sin
embargo, que “el mando supremo de la Policía de la
Generalitat-Mossos d’Esquadra, así como la coordinación de las
policías locales, debe recaer en la Generalitat, como representante
del pueblo de Cataluña”. Y reclama, tanto a la Generalitat como al
Gobierno de España, que se deje “de utilizar políticamente y
judicialmente” a los Mossos.
El sindicato lanza una fuerte crítica “ante la ineficacia de TODOS
los gobernantes”, y hace un llamamiento a sus agentes porque “ahora
nos toca a cada uno de nosotros defender el cuerpo“. Momento en el
que pide a sus 900 afiliados del cuerpo de policía de los Mossos que
hagan “lo que mejor sabemos hacer: proteger, y en su caso con
nuestras vidas, los derechos, las libertades y la paz de nuestro
pueblo”.
Fuentes policiales han recordado que, evidentemente “todos los
empleados públicos y funcionarios están sometidos a la autoridad y
legalidad vigente y que cualquier desacato será castigado tal y como
recordaba el plan de actuación del 155. Un plan que recoge
responsabilidades administrativas, patrimoniales y hasta penales”.
La Policía descubre que 80 mossos
separatistas se dedicaban al espionaje político
Carlos Cuesta okdiario 3 Noviembre 2017
La Policía ha empezado a pasar informes de la labor realizada por
las cloacas de los Mossos en los últimos años. Y ha topado con una
de las unidades más radicalizadas y politizadas, según fuentes de la
Policía Nacional. La Unidad Central de Recursos Operativos (UCRO).
Los informes que está elevando la Policía recogen espionajes
realizados por esta unidad, utilización con fines políticos de
defensa del separatismo y prácticas que nunca deberían haber tenido
cabida en un cuerpo de policía autonómica.
Las primeras informaciones apuntan a una dotación de cerca de 80
agentes, de contenido ideologizado, que se habrían convertido en una
especie de servicio de inteligencia interno de los Mossos. Un grupo,
en teoría, coordinado en la Brigada de Información de los Mossos
d’Esquadra, pero que, sin embargo, no figura especificado con las
funciones que está detectando la Policía.
La unidad saltó al protagonismo hace tiempo ya, en el año 2014,
precisamente relacionada con acusaciones de seguimientos a partidos
políticos. En especial a las fuerzas constitucionalistas, pero no en
exclusiva: las investigaciones realizadas ya en aquel momento por la
Policía apuntaban a labores de información sobre el PSC y el PP,
pero también a miembros de ERC y de la CUP.
La sorpresa de la Policía en estos momentos ha sido volver a
encontrarse con el rastro de este grupo de agentes. Un colectivo que
estaría funcionado coordinado con el denominado CNI catalán, el
Cesicat, pero que tendría entidad propia.
La Policía sospecha que este grupo puede haber contado con
presupuesto asignado y haber realizado labores de aprovechamiento
puramente político y no estrictamente policial.
La documentación de la que cuenta la Policía hace alusión al perfil
de los integrantes de esta unidad. Y es que, según sus datos, los
agentes son seleccionados por su perfil separatista, por su
adscripción al pensamiento dominante entre los jefes que se
encuentran en estos momentos investigados por formar parte del golpe
rupturista.
La Policía está realizando en estos momentos el volcado de todos los
datos posibles de los ordenadores policiales para saber el alcance
de sus labores y el nombre de los mandos o responsables. El objetivo
final es trasladar de inmediato la información a las sedes
judiciales en cuyas salas se encuentra el futuro de los golpistas.
La Generalitat se gasta 82 millones
diarios, y el 40% se le va en sueldos
Tras años de deriva independentista, la Administración catalana
dedica el doble a propaganda mediática que a apoyar al tejido
empresarial de la región
Roberto Pérez ABC 3 Noviembre 2017
Un sector público que debe más de 76.000 millones de euros, que
gasta diariamente 82 millones y que, pese a sus depauperadas arcas,
lleva años disparando el gasto en sueldos, que ya representa
prácticamente el 40% del gasto total. Son algunas de las notas que
definen el entramado de la Generalitat de Cataluña, su
Administración y el largo listado de entes y empresas públicas. En
suma, el entramado con el que el Gobierno central tiene que lidiar
-y en la medida de lo posible, embridar- desde que hace una semana
tomó su control al destituir al gabinete rebelde de Puigdemont.
La deriva independentista ha acentuado todavía más los
desequilibrios económicos de esta Administración autonómica, enorme
en dimensión y en gasto agregado, pero con pies de barro en términos
financieros y lastrada por el peculiar «orden de prioridades» de los
sucesivos gabinetes nacionalistas. Por ejemplo, para todo este año
la Generalitat independentista se había reservado el doble de
presupuesto para propaganda mediática que para apoyar al tejido
empresarial de Cataluña. En concreto, el programa presupuestario
«medios de comunicación» lo dotó con 309,5 millones, más las decenas
de millones de gasto en publicidad oficial. Sin embargo, a
promocionar el tejido empresarial catalán, la Generalitat de
Puigdemont reservó apenas 170 millones de euros para todo este 2017
-50,4 millones para «apoyo a la industria», 46,29 millones para
«emprendedores y fomento empresarial», y 72,6 millones para
respaldar a la agroindustria y la comercialización agropecuaria-.
El gasto salarial, al alza
Tras décadas de gobiernos de corte nacionalista, la Generalitat
tejió un enorme sector público que no ha parado de crecer, tanto en
estructuras como en asalariados. Este año lo empezó con un total de
234.915 empleados públicos, a los que hay que sumar los cientos de
puestos políticos del Gobierno de Puigdemont -180 altos cargos y 153
asesores- y 333 directivos.
A la vista de cómo ha seguido creciendo el gasto salarial durante el
presente año, la plantilla ha seguido aumentando desde el 1 de
enero. Hasta agosto, los gastos de personal del sector autonómico
catalán han aumentado un 4% respecto al mismo período de 2016. Si se
comparan con el año 2013, el repunte ha sido del 16,15%: 1.600
millones de euros más este año que en 2013 en gastos de personal.
Para pagar las nóminas de los 180 altos cargos y 153 asesores que
conformaban la cúpula política del Gobierno de Puigdemont, la
Generalitat se reservó este año 40 millones de euros. Y eso sin
contar el multimillonario coste en cotizaciones a la Seguridad
Social. Ese gasto se aminorará por las destituciones que se han
producido en la última semana, ya que los eventuales (asesores) y
algunos altos cargos han cesado tras ser destituido el Ejecutivo de
Puigdemont.
Tras muchos años de gasto público sobredimensionado, la Generalitat
acabó sumida en una crítica escalada de déficit y de endeudamiento.
Entre vencimientos e intereses, la Generalitat reserva al programa
presupuestario de deuda pública unos 6.000 millones de euros
anuales. Este 2017, exactamente 5.996,14 millones. Son 300 millones
más de los que dedica a Educación, área dotada con 5.684 millones de
euros en los presupuestos, si bien la mayor parte de los 5.996
millones son vencimientos de pasivo que no se pagan en el año, sino
que se renuevan.
Otros ejemplos ilustrativos de la política económica desplegada
durante años por la Generalitat: destina a «relaciones exteriores y
cooperación» internacional 35,48 millones anuales, 14 millones más
que a políticas de apoyo a la familia. Dedica 37 millones al año a
promocionar el catalán, siete millones más que a políticas de
juventud y diez más que a programas de innovación tecnológica. Y
-otro ejemplo- hay años que al sector público catalán se le va más
dinero en pagar intereses por su deuda pública que en invertir en
infraestructuras y equipamientos.
Intereses: 1.100 millones
Según los datos de contabilidad nacional certificados por el
Ministerio de Hacienda, el sector público de la Generalitat se gastó
el año pasado 1.122 millones de euros en hacer frente a los
intereses de su deuda pública. Entre el 1 de enero y el 31 de agosto
del presente año, el desembolso por el mismo concepto ascendió a 764
millones. Para hacerse una idea de la dimensión de esta «factura»,
basta con compararla con la partida presupuestaria reservada este
año por la Generalitat para conservación y mejora de la red de
carreteras de la región: 415 millones de euros.
Echada en brazos del Estado desde 2012, la Administración regional
catalana lleva subsistiendo desde entonces a base de las
multimillonarias inyecciones financieras que le llegan mes a mes
desde el Gobierno central. Asfixiada por la deuda acumulada, la
Generalitat acabó siendo incapaz de financiarse por sí misma,
incapaz de acceder a precios mínimamente razonables a los mercados
ordinarios de deuda pública. Y el dinero que necesitaba era cada vez
más.
Desde el año 2000, el endeudamiento de la Generalitat se ha
incrementado un 654%. De los 10.177 millones de euros de finales del
año 2000, ha pasado a los 76.727 millones que debía al acabar el
pasado junio. Durante los cinco años que Artur Mas estuvo al frente
de la Generalitat -entre diciembre de 2010 y enero de 2016-, la
deuda pública se disparó en unos 37.000 millones de euros. Y durante
los 21 meses en los que ha sido presidente Carles Puigdemont, el
endeudamiento de la Generalitat ha engordado en otros 4.000
millones.
Jean-Marie Colombani: «Cataluña ha pasado
de modelo a contraejemplo nacionalista»
El influyente exdirector del vespertino «Le Monde» y cofundador del
portal «Slate.fr» habla con ABC del terremoto catalán y del fenómeno
Macron en los primeros meses de presidencia
F.J. CaleroF.J. Calero ABC 3 Noviembre 2017
Cuando el relato independentista se imponía en las portadas
internacionales, tanto Emmanuel Macron como la plana mayor de la
prensa francesa condenaron fieramente las aspiraciones secesionistas
y respaldaron al Gobierno español en contraste a la tibieza de los
medios anglosajones. En pleno terremoto político catalán, Jean-Marie
Colombani (Dakar, 1948), influyente exdirector del vespertino «Le
Monde» y cofundador del portal «Slate.fr», ha visitado esta semana
el Instituto Francés de Madrid para explicar el fenómeno Macron: uno
de los pocos presidentes franceses en prometer en campaña la
implantación de una agenda «girondina» -más descentralizadora- para
la centralista Francia. Colombani, como ensayista de reconocido
prestigio en el país galo, ha abordado en varios libros los desafíos
de la V República, entre los que se encontraba el encaje de Córcega,
isla gobernada hoy por una coalición entre autonomistas e
independentistas. Mientras que el sector mayoritario de la alianza
de gobierno (autonomista) anhela una autonomía «a la catalana»
previa al «procés», sus socios, los independentistas liderados por
Jean-Guy Talamoni (presidente de la asamblea corsa), aspiran a
independizar con un referéndum en los próximos años la isla que vio
nacer a Napoleón.
Desde el clásico jacobinismo (centralista) francés, ¿cómo ve la
deriva secesionista?
Lo que pasa en Cataluña tiene una gran repercusión en Francia desde
hace años. Primero representó un modelo nacionalista como autonomía
en el cuadro nacional español. La esperanza para consolidarlo ha
tenido como punto culminante los acuerdos aprobados por el Gobierno
de Zapatero con los dirigentes catalanes que convertían a Cataluña
en una nación dentro de la nación española. Parecía un modelo
posible: una nación compuesta por otras nacionalidades. Pero esta
visión fue invalidada por el Tribunal Constitucional por la deriva
que constataba. Córcega aspiraba en el fondo a ser reconocido como
pueblo dentro de la identidad francesa, sin embargo esta noción fue
recusada e invalidada por la presidencia de François Hollande. En la
próxima década habrá un problema por las presiones para organizar un
referéndum de esta naturaleza. Cataluña ha pasado de modelo a
contraejemplo para Córcega. Cataluña ha organizado un referéndum, en
el que solo participaron los independentistas, sin acuerdo político
con Madrid. Esto no es un ejemplo a seguir para Córcega, donde se ha
pasado del combate violento al político en los últimos 15 años, ha
sido un cambio importante. sería desastroso: los independentistas
representan una minoría y si esta se manifiesta en un referéndum en
el que solo votarían ellos sería muy nocivo para sus intereses.
¿Por qué Francia y sus medios han sido más contundentes que los
anglosajones en la crisis catalana?
Hay una gran diferencia entre Francia y Gran Bretaña: Francia está
en Europa y Gran Bretaña no lo quiere estar de momento, al menos
oficialmente. Evidentemente, Europa no reconoce la identidad de una
secesión dentro de un Estado miembro porque puede suponer un peligro
para la propia Unión Europea. En la tradición francesa, jacobina,
refractaria a la descentralización, constituida República en contra
el feudalismo de provincias fuertes y la monarquía, ha habido
siempre un poder central en París y un temor a ir demasiado lejos en
las reformas que despierten el particularismo y problemas como el
corso.
La izquierda «bobó» (burgués-bohemia) sí que ha mostrado simpatías
por la causa independentista.
Sí, es lógico, la extrema izquierda apoya a la extrema izquierda,
aunque sigue una posición menos ligada al nacionalismo catalán que
al hecho de querer propiciar contradicciones y provocar un choque
que lleve a una revolución. La insolidaridad de los partidos
independentistas de regiones ricas como Flandes o Véneto que se
quieren abstraer de la ayuda a las pobres debería hacer reflexionar
a la extrema izquierda.
Ya no se habla tanto de las dos Francias.
El gran centralismo del Estado asfixia a la economía, pero no hay
dos Francias en las que el norte se oponga a la del sur y viceversa,
según los resultados de las elecciones. Hay una brecha enorme por
territorios en cuestión de economía, educación… Vemos que cuanto más
alejado se esté del centro de las metrópolis hacia lugares más
despoblados más votos consigue el FN. Con Macron parece haber un
movimiento de franca descentralización, pero hace falta esperar si
hay un pacto girondino, por cuestiones económicas es difícil de
aplicar, y qué mete dentro. No está claro porque, de hecho, como
presidente ha suprimido una tasa que es el principal recurso de los
territorios y el Estado la va a suplantar esta tasa. ¿Habrá más
autonomía de Córcega? Sin duda, pero por el momento no hay nada
desarrollado al respecto.
El Frente Nacional sufre en estos momentos su peor crisis como
partido de los últimos cinco años. Frente al inmovilismo de otros
políticos con el populismo, Macron dice que hay que confrontarlo, no
evitarlo. ¿Está en lo cierto?
Es lo que ha hecho durante su campaña. Toda su campaña presidencial
ha consistido en enfrentarse directamente al Frente Nacional.
Cualquier cosa que proponía el FN, Macron decía lo contrario. El
mejor ejemplo de eso es Europa: no había que dejar la UE ni
debilitarla, había que reforzarla. Sobre muchos temas él ha buscado
el contrapié de Marine Le Pen.
¿Se ha apagado el sentimiento antieuropeo en Francia?
La opinión francesa está muy apegada a la construcción de la Unión
Europea y el discurso crítico no forma parte de las mayorías. La UE
supone una ambición y una adquisición francesa considerables. Es uno
de los problemas de Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa), que ha
ido demasiado lejos en la crítica de Europa.
Los franceses ven a Macron como un presidente muy arrogante y que
solo mira por los ricos.
Sí, es arrogante, es verdad. Desde pequeño, piensa que es más
inteligente que el resto, y además porque cree que ha ganado de
forma inédita y extravagante: no existe en la historia política
francesa otro caso de llegada tan rápida al poder y con un éxito
construido con tanta inteligencia y audacia. Esto le incita a pensar
que es el mejor e infalible. Es un defecto que la opinión percibe. Y
si es el presidente de los ricos, ya se verá. Es pronto para ver si
será siempre visto así. Era muy popular cuando ganó y ha pasado a
ser impopular en cuestión de meses. Sin embargo, ninguna de las
manifestaciones de septiembre contra él ha funcionado porque los
franceses entienden que acaba de ser elegido y que se necesita
tiempo.
Para el filósofo Régis Debray, con la victoria de Macron, Francia
pasa de «cato-laica» a «neoprotestante» por la ideología de la
transparencia. ¿Comparte su análisis?
No, no estoy nada de acuerdo con el señor Debray. No comprendo estas
distinciones. Es absurdo. Francia es un país de cultura y orígenes
católicos, pero al mismo tiempo hay una gran diversidad interna. La
obsesión de Régis Debray es Estados Unidos, él forma parte de una
corriente antiamericana y cree que la importancia de la
transparencia en política se ha importado de allí. Para él, la
República es una cuestión mítica y autoritaria, el jacobinismo puro
y duro. La Francia de hoy no puede llevarse a una naturaleza así, no
corresponde a nuestra realidad. Ni el protestantismo está en los
hechos ni en los gestos de la política actual, está claro.
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