Vox, en su primer asalto para rebasar al PP
EDITORIAL Estrella Digital 19 Octubre 2020
El fuerte deterioro que padece España, sumado y como consecuencia de
la crisis sanitaria que aún lleva todos los días a compatriotas a la
UCI y al cementerio, está dejando en términos generales un clima
entre la opinión pública que, políticamente, se puede resumir con
facilidad: el PSOE y el presidente Sánchez no se desgastan; el
Partido Popular no termina de despuntar, incluso padece una leve
erosión; Vox apunta hacia arriba jornada tras jornada.
La moción de censura que llega en cuestión de horas al Congreso de
los Diputados persigue precisamente como objetivo responsabilizar al
gobierno y a las dos formaciones que lo sustentan de la depresión a
la que está empujando a España, y señalar, punto por punto, el
capital social y productivo cuya dilapidación están generando con su
falta de preparación para la gestión.
Simbólica o no esta maniobra, Vox pretende con ella instituirse en
un instrumento vivo al lado de los ciudadanos; por una parte,
aprovechando la crispación que genera el paro y la precariedad,
mientras los políticos no se plantean la reducción de sus
privilegios; por otra, sacando tajada de un liderazgo, el de Casado
al frente del Partido Popular, que no termina de afianzarse ni de
cristalizar a los ojos del segmento del electorado que hace sus
apuestas del centro a la derecha.
Ése es justamente uno de los mayores riesgos que afronta Génova, ya
inevitablemente, con la puesta en escena que se materialice y
visualice ante España entera en la Carrera de San Jerónimo: el de un
partido, que aun a costa de perder la votación, aun a sabiendas de
que se le pueda reprochar su utopismo o su oportunismo, pueda
convertirse para más votantes todavía en el que enarbola la bandera
verdadera y eficaz bajo la que se quiere y se puede proteger a los
españoles de infantería de los desmanes del poder ejecutivo.
Como en su momento la inició Ciudadanos, fracasando finalmente por
razones ya sabidas y analizadas, Vox inicia esta semana una carrera
para arrebatar al PP la hegemonía de un espacio ideológico ancho -en
las antípodas del socialismo y el comunismo reinante- en el que sus
integrantes acumulan ya demasiadas decepciones y frustraciones. Con
la suerte cayendo aún no se sabe de qué raya, lo que es
incuestionable es que la emergencia nacional ha traído con ella la
hora de los valientes, la de de quienes -desde los valores- ni
contemporizan ni se arrugan.
Los motivos de la moción de censura de VOX
al socialcomunismo en España
Redacción https://gaceta.es 19 Octubre 2020
'UNA ALTERNATIVA AL PEOR GOBIERNO'
El partido VOX defenderá esta semana la quinta moción de censura que
se debate en España desde 1978, una iniciativa que le permite llevar
al Congreso de los Diputados el malestar del conjunto de la nación
con la gestión del Gobierno socialcomunista presidido por Pedro
Sánchez y conformado por la formación chavista Podemos.
“Planteamos una alternativa en el peor momento y ante el peor
Gobierno: España no está condenada a la resignación. Otros han
renunciado, nosotros consideramos que es un deber nacional por
lealtad a los españoles”, ha dicho Ignacio Garriga, diputado por
Barcelona en una reciente entrevista concedida al diario español La
Vanguardia. Él será el primero en subir a la tribuna para defender
la moción.
Garriga ha señalado que “este Gobierno socialcomunista es
responsable de la muerte y ruina de miles de compatriotas. Vamos a
denunciar cómo un Gobierno legal pero ilegítimo está dando un
auténtico golpe a nuestro Estado de derecho, asaltando todos y cada
uno de los contrapoderes del poder ejecutivo, como el judicial,
controlando la Fiscalía y utilizando las instituciones para imponer
su ideología totalitaria”. “Pretenden convertirnos en Bolivia o en
Venezuela”.
El debate comenzará este miércoles a las 9:00 horas y se
desarrollará de acuerdo con lo establecido en el artículo 113 de la
Constitución, y el 177 del Reglamento del Congreso.
Los motivos
VOX justificó la moción en la “constitución del actual Gobierno
socialcomunista mediante fraude al electorado y su dependencia de
las fuerza políticas separatistas”. En este sentido, recordó que
Sánchez dijo que “sería un presidente del Gobierno que no dormiría
tranquilo” con Podemos en el Ejecutivo. Y aseveró que no iba a
permitir que la gobernabilidad de España descansase en partidos
independentistas. “Con Bildu no vamos a pactar”, reafirmó.
También en la “gestión criminal de la epidemia de coronavirus“. El
partido opositor recuerda que España es el país con medidas más
restrictivas para combatir al coronavirus y lidera los rankings
mundiales de efectos catastróficos del Covid sobre la vida y la
economía nacional. El exceso de mortalidad en España es ya de casi
60.000 personas.
El tercer punto es la “degeneración democrática y asalto a los
contrapoderes del Ejecutivo“. Incidió en que nombró como Fiscal
General del Estado a la exministra de Justicia Dolores Delgado, y
los ataques a la Guardia Civil y a la Monarquía.
VOX añadió el “inconstitucional cercenamiento de derechos y
libertades del pueblo español“, la vulneración, a través de los
sucesivos estados de alarma, de los derechos fundamentales y
libertades públicas recogidos en la Constitución española: artículos
16, 17, 19, 21, 25, 27, 35 y 38.
En el quinto punto, “la corrupción vinculada a narcodictaduras y
regímenes totalitarios”, recoge la imputación de Podemos por
presunta financiación ilegal y en el sexto, la “quiebra de la
concordia nacional y la deslegitimación de la Transición española”.
Jaque con E de emoción
Fernando Sánchez Dragó https://gaceta.es 19 Octubre 2020
Pasado mañana, por hoy, lunes 19 de octubre del Año del Fin del
Mundo, comenzará a debatirse en el hemiciclo de las Cortes,
convertidas desde hace tiempo en un remedo de circo romano, la
moción de censura con la que el gladiador Abascal arrojará su órdago
a las fauces de las fieras. Algo es seguro: el espectáculo resultará
tan apasionante como apasionante debió de ser el enfrentamiento
entre David y Goliat o entre Leónidas y los marines persas.
Permitan, tal como reza el título de esta columna, que anteponga una
e de España y de esperanza a la moción para transformarla así en
emoción. De sobra sé que el resultado de la apuesta no está en el
aire, pues cincuenta y dos diputados son muy pocos para plantar cara
a los doscientos noventa y ocho que militan en la coalición de los
socialcomunistas, los separatistas, la derechita cobarde y los
poquita cosa, incluyendo en el nomenclátor de esta última al venal
turolense que inclinó la balanza de las últimas elecciones hacia el
lado oscuro de los escaños, pero no se trata de convertir en
algoritmo lo que es sobre todo, aunque no sólo, un beau geste que
honra a su promotor, al movimiento regeneracionista que encabeza, a
la institución en cuyo ámbito se formula, al sentido común y a ese
sueño de todos y de nadie en el que la democracia entendida a la
española se ha convertido.
Asombra a quien esto escribe la ceguera suicida del Partido Popular
y de Ciudadanos, que tanto si votan que no como si se abstienen lo
harán al precio de convertirse en cómplices del único Frente Popular
Es posible, si no seguro, que Abascal se haya precipitado un poco,
pues la situación sanitaria, económica, política y moral se está
deteriorando con una rapidez que excluye la posibilidad de que las
razones esgrimidas para censurar la gestión del gobierno y proponer
su cese pierdan virulencia. Mucho más probable es que la ganen, que
el descrédito del gobierno se exacerbe y que en un futuro nada
lejano la moción encuentre más eco del que suscita ahora. Pero, aun
así, y descontado el factor de la impaciencia, la jugada de los
voxitas y de su líder es, a mi juicio, magistral desde el punto de
vista estratégico.
Con ella, pase lo que pase y sea cual sea el conteo de votos que
arroje al final el marcador, habrá puesto en evidencia a los ojos de
toda la nación no sólo los garrafales errores cometidos por el peor
gobierno existente desde los tiempos del Rey Felón y de la Reina
Castiza (Abascal se quedó corto al restringir ese cómputo a los
últimos ochenta años), sino también, y de rebote, la indignante
renuencia a la colaboración demostrada por quienes en el espectro
‒¡y tan espectro!‒ del centro derecha se empeñan en acatar las
consignas de la ultraizquierda, y subrayo lo de ultra por ser como
las lentejas, pues moderada no la hay. Asombra a quien esto escribe
la ceguera suicida del Partido Popular y de Ciudadanos, que tanto si
votan que no como si se abstienen lo harán al precio de convertirse
en cómplices del único Frente Popular, ese cadáver genocida de la
historia, que hoy vuelve a hacer de las suyas en el mundo
occidental.
Señor Casado (¿con qué?), señora Arrimadas (¿a qué?): o Moriles, o
Montilla. ¿Recuerdan aquel eslogan o son demasiado jóvenes para que
les suene? La elección, rezaba aquel anuncio legendario, es muy
sencilla: apoyar la moción de censura no es votar a favor de Vox,
sino hacerlo en contra de Sánchez, y oponerse a ella por activa o
por pasiva es convertirse en cómplice de éste. Así de simple y así,
en efecto, lo interpretarán quienes ya nunca volverán a votarles.
Piénsenlo. Aún, por los pelos, están a tiempo. Santi Abascal, si
ustedes no se apean de su actitud cerril y dejan de demonizar a sus
únicos aliados posibles, lleva con este jaque todas las de ganar.
Carambola a tres bandas: la del gobierno, la de los maricomplejines
y el cordón sanitario, y ‒rien ne va plus!‒ la de Vox. Al tiempo. El
cartero, en esta ocasión, no llamará dos veces.
Diario de la pandemia: ¿Qué hemos aprendido
de la pandemia?
Agapito Maestre Libertad Digital 19 Octubre 2020
Quizá el terrible deseo de inmortalidad, lejos de haberse visto
afectado por la realidad, se ha convertido ya en un prejuicio barato
al alcance de cualquier botarate. Pocos quieren asumir lo evidente:
el ser humano es mortal. Si el ámbito de la moralidad está peor que
hace un año, el orden político de carácter nacional e independiente
parece haber desaparecido. El Parlamento y el Gobierno solo pueden
desempeñar un papel meramente administrativo; sí, el Gobierno y la
Oposición han ido a la UE para que sus instituciones arreglen
nuestro desaguisado "nacional". Imposible. Unos no quieren reconocer
que son dictadores y otros no se atreven a llamar por su nombre al
gobierno de Sánchez. Vivimos entre frívolos y fanáticos.
Nuestros políticos han despreciado las pocas instituciones españolas
y buscan legitimidad fuera de nuestras fronteras. Sinvergüenzas.
Nadie los escucha. Nuestros políticos son la hez de un país sin
hechuras culturales, políticas y nacionales. Nadie les presta
atención. Ni en España ni Europa tienen credibilidad. Todo el mundo
desconfía de ellos. Nadie cree que puedan hacer nada por su país. El
nivel de desafección ciudadana es tan alto que pronto dejarán de
emitirse los programas políticos-basura, como los de la Sexta y Tele
5, porque nadie los verá. La chusma sectaria y fanatizada acabará
por ver solo programas-basura de cocina y cotilleo. En estos
espacios, como quería Stalin, no hay secretos.
De esta terrible epidemia sale, pues, reforzada mi convicción sobre
este viejo país: España, como Estado-nación, está al borde del
abismo. No se trata de un "Estado fallido", una expresión de corte
politológico que sólo explica lo más superficial del asunto, sino de
la muerte entera de la nación. No es asunto nuevo. La cosa viene de
lejos. Nadie se llame a engaño. Repasemos y repasemos. Es la base de
la sabiduría. Repitamos lo aprendido: los líderes políticos actuales
son el resultado final de 43 años de engaños y mentiras, de
soluciones falsas y época de bonanzas, de vivir de las arcas llenas
y de las instituciones clave del franquismo, empezando por su
principal legado: la Monarquía parlamentaría.
Sabemos bien qué fue la Transición y el Socialismo, las cositas de
Aznar, el régimen basura de Rodríguez Zapatero, las cobardías de
Rajoy y lo de ahora… ¿Quién no sabe qué cosa sucede ahora? Todos los
sabemos, aunque algunos se escondan y digan con la boca chica: nada
tengo que ver en esto. La dictadura, o el régimen político basura
que padecemos, nada tiene que ver con nosotros. Pero, ay, amigos,
todas las "elites" intelectuales, políticas, sociales y económicas
tienen mucha relación con "esto". Vaya que la tienen. Y son los
primeros que tendrían que dar cuenta de sus irresponsables
comportamientos y cesiones a los dueños del poder político, pero no
lo harán porque su cobardía es congénita. Y su base de actuación en
la vida política ha sido destruir, destruir y destruir las
instituciones nacionales. Y sin nación no hay nada. En eso estamos.
Los socialistas procedían del franquismo
Tengo la memoria llena para escribir un tomo sobre qué es el PSOE y
su espejo deformado, el PP, pero baste decir que los dos tienen
puntos comunes que han llevado al país a la hecatombe. Conocemos
bien la procedencia de los socialistas: las camisas azules del
Movimiento se cambiaron por las chaquetas de pana de González y
Guerra. Los socialistas procedían del franquismo, o peor, eran los
hijos de papá del franquismo. Sabemos de lo qué hablamos. Lo
decisivo para esta gente era destruir. Nada más llegar al poder, en
1982, instalaron una maquinaria de poder no tanto para desmontar el
Estado cuanto para ocuparlo. Se trataba de convertir España en una
empresa para hacer más ricos a los ricos y darle las migajas a los
pobres… Un nuevo "pancismo", sí, impuso el PSOE en toda España.
Y lo consiguieron con la ayuda inestimable de los separatistas y los
partidos políticos que hicieron del PER, de los Planes de Empleo
Rural, las bases de su política social. También las elites
intelectuales y universitarias tragaron con este anacrónico
"igualitarismo". El pancismo siguió con el PP. Nunca se ha roto.
Nunca quisieron superarlo. Llenar la "andorga" de los ciudadanos,
como sea y a cualquier coste moral, para convertirlos en
consumidores, es el principal objetivo "político" que han perseguido
estos dos partidos sin otro objetivo que controlar el poder. Ninguno
de los dos se ha preocupado por continuar, afianzar y desarrollar
las bases de un Estado-nacional, que el antiguo régimen creó con
mejor o peor fortuna y, sobre todo, con el esfuerzo de varias
generaciones de españoles. Eso es todo: el Estado se derrumba y la
nación no existe. Sobre esos escombros la dictadura de
Sánchez-Iglesias se enseñorea, e incluso "ninguneará", con la
colaboración del PP, al tercer partido nacional, Vox, en la
presentación de la moción de censura contra un gobierno autoritario.
Iglesias ya tiene su PDVSA: se llama UE
Domingo Soriano Libertad Digital 19 Octubre 2020
En los últimos años, miles de venezolanos, huyendo del chavismo, se
han instalado en España. Y en muchas ocasiones, cuando hablamos con
ellos, les preguntamos: ¿Cómo pudisteis votarles? Cómo pudo Hugo
Chávez hacerse con el poder en un país de clases medias, con una
historia democrática, con sus problemas pero relativamente próspero,
al menos en el contexto latinoamericano.
En realidad, la pregunta pierde el foco de lo esencial. Que Chávez
ganara puede explicarse de muchas formas: la corrupción de los
partidos tradicionales, la crisis económica de los noventa o los
engaños de una campaña en la que se presentó como un corderito
socialdemócrata. Lo que debería llamarnos la atención es que
repitió: y sí, había manipulación, medios de comunicación sometidos,
trampas electorales... lo que nosotros queramos, pero ganaba fácil.
En su primera década de existencia, el régimen disfrutó de un
inequívoco apoyo popular a pesar de todas sus tropelías.
La clave fue el petróleo: a partir del año 98, el precio del crudo
comenzó una década de subidas que duró hasta la crisis financiera de
2008-2010. E incluso, tras esos años, durante un tiempo se mantuvo
muy por encima de sus niveles de comienzos de siglo. Destrozar un
Estado y una economía no es sencillo ni barato: tienes que comprar
muchas voluntades en las instituciones (Chávez, por ejemplo, tomó el
Ejercito a golpe de cheque), crear una red clientelar que te asegure
miles de votos, consolidar una trama de subvenciones para mantener
el apoyo de aquellos a los que estás sacando de la economía
productiva, etc. Porque ésa es otra: todo eso lo tienes que hacer al
mismo tiempo que vas socavando la posición de las empresas, un
mercado mínimamente operativo, cualquier asomo de competitividad o
emprendimiento...
No es barato ni sencillo, pero el chavismo se sentaba sobre las
mayores reservas de crudo del planeta y, hasta que mató a su gallina
de los huevos de oro, PDVSA (la compañía petrolera estatal de
Venezuela) financió la destrucción de la democracia y la
consolidación del nuevo régimen.
¿La salvación?
En España no tenemos petróleo. No sólo eso. Es que estamos en
quiebra. Sí, quiebra: sin el apoyo de nuestros socios europeos
tendríamos complicado el acceso a los mercados y el Estado tendría
que afrontar un ajuste muy duro, en gastos e ingresos. Muchos
analistas con los que he hablado en los últimos años utilizaban esta
posición para tranquilizarme con argumentos del tipo: "No podrán
hacer nada. No tendrían dinero. Incluso si llegan al poder [me
decían] tienen las manos atadas: sin cash, no hay revolución".
Ahora que la crisis de la covid-19 ha agudizado todavía más el
descuadre de las cuentas públicas y nos ha hecho todavía más
dependientes del exterior; y ahora que ya están en el poder y son,
por lo tanto, verdaderamente peligrosos; la salvación parece estar
en Europa. "El que paga manda", me dicen, "no harán nada porque
necesitan el dinero de la UE para sobrevivir y la UE no les dará
ningún margen; los gobiernos alemán u holandés no se pueden permitir
la imagen de España dilapidando los fondos de los diferentes
programas de reconstrucción".
En la mitad de su argumentación sí les doy la razón: en eso de que
la UE tiene la sartén por el mango y que no se hará nada sin su
consentimiento, implícito o explícito. Lo que me genera muchas más
dudas es la otra parte: la de las restricciones, las reglas y el
control.
Soy escéptico mirando al pasado y al futuro. Sin necesidad de irnos
a Venezuela: los sucesivos gobiernos griegos destrozaron el país (y
mintieron a troche y moche) no ya con la aquiescencia de Bruselas,
sino con su colaboración directa. Quizás una colaboración
involuntaria, pero necesaria. Les financiaron sus tropelías durante
años. Arrasaron su economía productiva con el dinero de la UE. Sin
esas transferencias, el daño habría sido menor.
Esto es importante tenerlo en cuenta, porque siempre se da por hecho
que los fondos son una buena noticia. Y no tiene por qué. Depende de
para qué los uses. Es como ese hijo de 25 años tarambana que te pide
dinero por enésima vez: si es para pagarse un máster con el que
reconducirse y empezar de nuevo, prestarle el coste de la matrícula
puede ser una buena ayuda; si es para pagar las deudas de juego
pasadas y seguir con la fiesta, lo peor que podrían hacer sus padres
es realizar la transferencia.
De PDVSA a la UE
Leo este sábado a Luis Garicano en El Mundo: "O Pedro Sánchez cambia
o me temo que terminamos intervenidos por los hombres de negro". El
eurodiputado de Ciudadanos (que, por cierto, está demostrando que se
pueden hacer muchas cosas y ser influyente en Bruselas, si te lo
curras, desde una posición aparentemente secundaria y en un partido
en horas muy bajas) lo dice como si fuera un problema, pero yo lo
leo y pienso: "Ojalá... pero no lo veo".
Sánchez e Iglesias son dos trileros intentando jugársela al otro (y
jugársela, al mismo tiempo, a Bruselas). Uno quiere ser Grecia o
Italia: economía estancada, que vive del apoyo de sus socios y que
posterga de forma indefinida cualquier reforma sustancial. El otro
mira a Argentina: cambio de régimen, peronismo asentado en el poder
durante décadas y una red clientelar eterna que empobrece al país
poco a poco, pero que se sostiene con lo que saca de chupar la
sangre a los exportadores de soja, maíz o carne. Y materias primas,
en Argentina, siempre habrá; como España tendrá 60-70 millones de
turistas, como mínimo, cuando las cosas se normalicen, sea cuál sea
el Gobierno.
Por supuesto, los dos están dispuestos a darle lo que sea al
nacionalismo para consolidarse en el poder. Esto último sin mucho
esfuerzo, porque el objetivo final del nacionalismo y Podemos es el
mismo: destrozar el actual marco institucional. No seamos ingenuos,
estamos en un cambio de régimen y quieren que se lo pague Alemania.
Ahora pensemos en los líderes europeos. Esos en los que tanto
confiamos para controlar a nuestro Gobierno. Por ejemplo, Mark
Rutte, el primer ministro holandés. Ya lo apuntábamos con aquella
batalla de los Eurobonos, que parecía que no pero al final sí: a
este hombre, el mercado laboral español, el asalto del Gobierno a
las empresas públicas o la competitividad de nuestra economía se la
trae al pairo. Y es lógico que así sea. Su prioridad es ganar las
elecciones que tiene el año que viene. ¿Querrá ir a las urnas con un
mensaje de mano dura con el sur? Sí, pero ese mensaje no tiene por
qué basarse en hechos reales. ¿Qué conocemos nosotros de la política
holandesa? Pues tirando a poco. Y lo mismo ellos de nosotros.
Escuchan algo de un pacto del partido socialista español con otro
partido de izquierdas que se llama Podemos y les suena al típico
acuerdo socialdemócratas-verdes del norte de Europa. No piensan en
Venezuela. Eso lo sabemos aquí. ¿Que, en alguna de las próximas
cumbres, Rutte o Merkel se pondrán la careta de tipos duros y
exigirán alguna declaración del Gobierno español en la que prometa
que reformará las pensiones o controlará el déficit? Sí, es
probable. Y el Gobierno mandará un Plan Presupuestario a la Comisión
con un par de promesas vagas. Y ellos volverán a su país con cara de
"A mí no me la juegan estos españoles".
Pero no seamos ingenuos. Lo que Rutte (por no hablar de Merkel)
quiere son unos años tranquilos. Poder reconstruir su país tras el
huracán de la covid sin tener que estar pendiente de lo que pase en
la UE. Y sólo de pensar en volver a abrir la negociación sobre los
fondos, el reparto del Presupuesto, las amenazas de veto (y España
las tiene, como todos los socios, en temas clave)... se lo imagina y
ya le da dolor de cabeza.
No tengo ni idea de quién tiene razón en el conflicto de la UE con
Hungría y Polonia. Leo a gente muy sensata que me dice que sus
gobiernos quieren destrozar el Estado de derecho. Y leo a otros, de
los que también me fío, que me dicen que es una lucha ideológica y
que la Comisión no admite que un Gobierno realmente conservador
aplique su programa. Pero no quiero discutir eso ahora. Lo que me
importa es la negociación: llevamos casi una década de amenazas
desde Bruselas y los resultados han sido nulos. Cada tres meses, un
informe de la Comisión o del Parlamento contra el Gobierno de
Hungría; y cada tres meses, Orban hace lo que le da la gana.
Aceptémoslo, lo normal es que nos den el dinero (los 180.000
millones de euros que nos han prometido si sumamos todos los
programas en marcha) y no hagan muchas preguntas. ¿Y eso no
alimentará un problema todavía más importante de aquí a diez años?
Sí, pero entonces que se lo coma el que esté en las cumbres europeas
dentro de diez años (si es que quedan cumbres y UE para entonces).
Los que regalaron el dinero a los gobiernos del Pasok durante toda
la década de los 90 y les permitieron entrar en el euro no fueron
los que tuvieron que aguantar el chantaje de Varoufakis en 2015.
Además, para eso está Calviño. Para poner buena cara, idiomas y su
agenda de contactos en la Comisión. Y para traerse el dinero con el
que destrozar las instituciones españolas. Iglesias ya lo sabe: él
no tiene PDVSA, pero tiene a la UE. Ni tan mal: mancha menos y no
tienes que reunirte con el resto de países de la OPEP, con esas
fotos tan feas rodeado de tanto dictadorzuelo.
La agenda de un Gobierno sectario
Editorial ABC 19 Octubre 2020
El Gobierno de Pedro Sánchez ha definido con absoluta transparencia
una agenda de prioridades políticas que no son las que se
corresponden con un país en crisis -sin precedentes- económica y
sanitaria. Son las prioridades de un Ejecutivo de coalición que se
forjó con el propósito de ejecutar un proceso de desmantelamiento
constitucional, sin necesidad de modificar una sola letra de la
Carta Magna. Todo sistema constitucional se asienta en un texto
escrito, salvo el británico, y en un código de conducta basados en
los valores y el espíritu de ese texto. Esto es lo que se llama
lealtad constitucional. Por eso, el Gobierno de Sánchez es el más
desleal con la Constitución desde 1978, porque, consciente de que
carece de mayoría parlamentaria y social para un cambio
constitucional explícito y formal, se está dedicando al vaciamiento
de los valores constitucionales con el apoyo de quienes, por
definición, quieren dañar a España. En vez de buscar las
transacciones con la oposición que reclaman los ciudadanos en un
estado de angustia colectiva por el Covid-19, Pedro Sánchez y Pablo
Iglesias no han cedido un milímetro ni un segundo de su acción
conjunta para abrir lo que el ministro de Justicia, Juan Carlos
Campo, el más sincero y el menos indicado para decirlo, calificó
como «crisis constituyente».
El borrador de la ley de Memoria Democrática, la reforma a la baja
del delito de sedición, el golpe de mano contra el Consejo General
del Poder Judicial, el asalto fiscal a las clases medias y hasta la
descalificación del sistema educativo público, condenado a ser una
fábrica de jóvenes sin futuro, conforman el guion de un plan
sectario y autoritario contra la libertad individual, el Estado de
Derecho y la concordia social. La pandemia es una cortina de humo
para colar en la «nueva normalidad» la ingeniería social a la que
nunca renuncia la izquierda española, porque, en mayor o menor
grado, sigue pensando que el pacto del 78 fue una concesión
vergonzante al franquismo. Su constante regreso a los años treinta
del siglo pasado no es un ejercicio de nostalgia, sino la
declaración formal de que aún tienen cuentas que ajustar con media
España. Su agenda política es, por tanto, la expresión de una
estrategia que busca desterrar del código de valores sociales la
independencia de los jueces, el reencuentro histórico entre
españoles, la protección penal de la Constitución y hasta la
fortaleza de las clases medias. Este empobrecimiento económico, pero
también político, que está viviendo la sociedad española es, para la
izquierda extrema que lidera Pedro Sánchez a través de Pablo
Iglesias, la oportunidad de crear un país subsidiado y sumiso.
Avisados estamos.
Señor Aznar, ¡claro que es oportuna la
moción de Vox!
Miguel Ángel Belloso okdiario 19 Octubre 2020
El insigne autor catalán Josep Plá dejó escrito hace ya mucho tiempo
que la juventud es la época más estúpida de la vida. Carecemos de
experiencia y sobre todo de lecturas, en caso de que se tenga una
cierta afición. En mis años mozos, cuando ejercía el periodismo de
trinchera y era incluso más estúpido que ahora, me dio por pensar
que no había alternativa al socialismo de Felipe González, que ha
sido el gobernante más longevo de la historia reciente, conservando
el poder desde 1982 a 1996 tras ser derrotado por la mínima.
Cuando comentaba estas sensaciones en casa, mi padre ponía cara de
póquer, como arrepintiéndose del dineral que había invertido en mi
educación. Naturalmente, estaba en lo cierto. Durante la estancia de
González el país prosperó -qué duda cabe-, pero convendría recordar
que abandonó la Moncloa dejando la nación en un estado comatoso: un
desempleo que superaba el 20%, una inflación desbocada y un déficit
público del 7%, que ya entonces era un escándalo.
Con la llegada de Aznar caí definitivamente del guindo. Me di cuenta
de que había alternativa política, y de que generar prosperidad y
bien común para todas las clases sociales es lo más alejado de las
habilidades de la izquierda. Para mí Aznar es un tótem. Le guardaré
admiración eterna. Fue capaz de que España ingresara en tiempo y
forma en la Unión Monetaria contra la opinión de la mayoría,
incluidos los del Ibex 35 -muchos de los cuales eran partidarios de
una segunda velocidad-, del gobernador del Banco de España Luis
Ángel Rojo e incluso de su propio vicepresidente Rato.
Aznar forjó y engrandeció la derecha apocada y temblorosa de la
época. Abrazó sin fisuras el liberalismo y el atlantismo, y la dotó
de un programa consistente en la reducción del tamaño del Estado, en
el recorte del gasto público y en la rebaja de los impuestos. Apostó
con una determinación no exenta de vacilaciones por la economía de
mercado y por la sociedad abierta -después del largo secuestro del
socialismo-, pero falló a la hora de librar con la potencia de fuego
precisa la batalla cultural contra la hegemonía ideológica de la
izquierda y su falsa superioridad moral. Falló clamorosamente a la
hora de arreglar el sistema educativo.
Mi admiración por Aznar no equivale, sin embargo, a que coincida
siempre con sus opiniones. Por ejemplo, él sostiene que la moción de
censura de Vox, que se debatirá esta semana en el Congreso, es
inoportuna y que sólo contribuirá a agudizar la división de la
derecha. Esto último es posible. Que es inoportuna, desde luego que
no. Cuando un país está dirigido por un psicópata que tiene el
récord de más muertos por la pandemia -a causa de su negligencia y
de su desidia-, que nos condena a la depresión económica más
descarnada de todos los estados desarrollados y que impulsa la
degradación institucional más acusada de la historia, hasta el
extremo de violar la separación de poderes -incurriendo en un sesgo
dictatorial inédito-, la moción de censura de Vox es pertinente y
está sobradamente avalada por la incuria criminal de Sánchez.
Moción obligada
Esta moción de censura era obligada desde que el felón que se sienta
en la Moncloa empezó a esconder el número de muertos de la pandemia,
desde que con el confinamiento brutal ha devastado el aparato
productivo y desde que con sus embustes y añagazas empezó a hundir
irremisiblemente la reputación del país. Esta moción de censura la
tendría que haber presentado el PP, pero es evidente que Pablo
Casado, rodeado de la tropa mediocre y acomplejada que sigue siendo
santo y seña del partido desde que lo contaminó con su abulia y su
falta de nervio moral Mariano Rajoy, se dejó comer el turrón. Se vio
preterido cuando era previsible que Vox no iba a dejar pasar la
oportunidad.
Tengo una enorme simpatía por Vox. La causa de su advenimiento es
responsabilidad exclusiva de Rajoy, que -todo hay que decirlo- ha
sido el mejor parlamentario desde la Transición, el que nos salvó de
la intervención europea después de la gestión del desalmado
Zapatero, el que saneó milagrosamente el sistema financiero -con la
ayuda del ministro Guindos y de Bruselas- y el que reformó, menos de
lo debido, el mercado laboral dotándolo entre otras cosas del
instrumento de los ERTE de los que ahora quiere apropiarse el
Sánchez mendaz. Dicho esto, su gestión del conflicto catalán fue
pésima, ya aclaró durante el infausto Congreso del PP de Valencia
que su aprecio por el liberalismo era perfectamente descriptible, y
jamás ha sentido emoción alguna por el debate ideológico, que
siempre le ha importado un pimiento. Como a los cerdos las
margaritas.
De esta indolencia imperdonable es de la que nace Vox y su obsesión
indeclinable por combatir todo vestigio del progresismo deletéreo,
su afán de luchar contra el pensamiento políticamente correcto -que
está devorando la libertad de expresión y la moral colectiva- y su
voluntad de apadrinar a los miles de huérfanos que ha ido dejando el
PP a lo largo de los últimos años, y que pueden crecer si Casado,
que ganó las primarias con un discurso inconmensurable, se arruga
asediado por el cainismo interno, los barones de medio pelo faltos
de enjundia intelectual y los timoratos que le dicen al oído que el
PP tiene que ser un partido de Estado y estar abierto a acuerdos.
¿Un partido de Estado? ¿Abierto a acuerdos con un psicópata que
abrirá las cortinas de la bañera cuando te estés duchando para
clavarte el cuchillo como en el filme de Hitchcock? Lo que procede
con Sánchez es castigarle el hígado hasta que deje de sangrar, y
persuadir a la opinión pública de que este ejercicio de autodefensa
-es verdad que más propio de Mike Tyson que de Cassius Clay- es el
mayor despliegue de patriotismo que conviene en los momentos aciagos
que atraviesa la nación.
Sólo Sánchez ha ganado una moción de censura en España. Con trampas,
vulnerando el espíritu constructivo con el que está diseñada
constitucionalmente. ¡Pero qué más da! El caso es que las mociones
de censura, las otras que se han sucedido a lo largo de los años
fracasando, se promovieron para ganar o recobrar protagonismo y para
dejar en evidencia al adversario, confiando en que la victoria del
Gobierno fuera pírrica. El PP parece decidido a votar en contra de
la de Vox. Creo que es un error, y desde luego el argumento de que
no tiene posibilidad de salir adelante es de una obviedad infantil.
Me parecería más prudente una abstención. ¿Qué más da lo que diga
Sánchez después, si ya sabes que está determinado a matarte en la
ducha a nada que te descuides?
Hacer oposición al albur de la propaganda que diseña con un éxito
feroz Iván Redondo desde la Moncloa es una equivocación. Lo
importante es tener una estrategia propia y robusta. Pero Casado no
la tiene, o no consigue transmitirla. A día de doy, por ejemplo,
seguimos desconociendo su discurso económico, más allá de los
habituales lugares comunes. No sabemos qué haría para detener la
caída por el precipicio de una economía que va camino de los seis
millones de parados, ni cuál sería su plan para aprovechar
eficazmente los 140.000 millones que recibiremos si Dios quiere de
Bruselas y que los socialistas y comunistas van a dilapidar sin
ningún género de duda. La moción de censura de Vox servirá al menos
para comprobar si el partido de Santiago Abascal tiene más claras
algunas de estas cosas, y si alberga un programa político y
económico de envergadura. Capaz de desarbolar la caricatura grotesca
con la que le persiguen Sánchez e Iglesias, apoyados por la mayoría
de los medios de comunicación. Ya saben, ¡los fachas!, a los que me
adhiero. Sería una pena que desaprovechara la oportunidad.
Tengo una opinión formidable del señor Casado. Creo que conozco sus
valores, que sé cómo piensa. Por eso me duele verlo desdibujado, en
ocasiones sin pulso, penosamente acompañado y sobrepasado por
cuestiones estrictamente internas. Fruto de ellas prescindió de
Cayetana, con lo bien que nos vendría en estos momentos, y está
cometiendo la enorme torpeza de renunciar a la batalla cultural, que
Vox libra a diario sin cuartel y que debe ser sin duda la prioridad
política de la derecha, por encima del Covid. Este patógeno infernal
sigue cobrándose vidas, pero la corporación totalitaria que gobierna
España, una potente terminal de la confabulación planetaria contra
el mercado y la democracia liberal, está condenando a la muerte
civil a más de la mitad del país. Hay que enfrentarla a sangre y
fuego.
Hablar de impuestos y no de bajar el gasto
Primo González republica 19 Octubre 2020
El debate sobre la fiscalidad está en el centro del debate sobre lo
que tienen que hacer los políticos en los próximos meses para tratar
de sacar a la economía del frenazo en el que vive como consecuencia
del coronavirus. El punto de partida es bastante crítico: España ha
alcanzado niveles de deuda que resultan posiblemente insoportables,
es decir, que pueden lastrar nuestra capacidad de crecimiento para
los próximos años.
Hemos roto la barrera del 100% de déficit sobre PIB y todo apunta a
que el año 2021 veremos porcentajes superiores al 115% e incluso
cercanos al 120% del PIB. Es decir, una deuda que supera la
capacidad de producción anual del país. Por muchas vueltas que se le
dé al asunto, este es un nivel de endeudamiento inviable, ya que
exigirá como primer paso volver al superávit anual (es decir, cada
año ingresar más de lo que se gasta), lo que resulta difícil de
considerar debido a que la economía se quedaría sin fuerza para
afrontar servicios esenciales, como la sanidad, la educación, la
seguridad, las obras públicas,…
El Gobierno ha propuesto un aumento de los impuestos para el año
próximo de unos 7.000 millones de euros. No está claro de dónde van
a salir estos ingresos fiscales adicionales, ya que el logro este
objetivo exigirá nuevas figuras fiscales o reforzamiento de algunas
de las ya existentes. Es un camino inverso al que están proponiendo
los Gobiernos de los principales países de la Unión Europea, en los
que predominan las propuestas de rebaja de impuestos con objeto de
impulsar la inversión y la actividad y, de este modo, crear empleo y
acelerar el crecimiento económico (el PIB) para, de este modo,
sanear la economía, con un balance más adecuado para la creación de
riqueza.
La propuesta generalizada en Europa choca con los propósitos
anunciados por las autoridades españolas. No está nada claro que ir
a contra corriente facilite la creación de riqueza en España, ya que
ahuyentará la inversión extranjera e incluso desviará flujos de
inversión que están apostando por España y que, en condiciones
adversas, escogerán otras vías.
La subida de impuestos en España tropieza con el sentido común (los
demás, es decir, nuestros competidores más próximos, están haciendo
lo contrario, en detrimento por lo tanto de nuestras expectativas de
mejora) y va a encontrar la oposición de algunas instituciones
comunitarias, que no se mostrarán muy dispuestas a conceder a España
las ayudas previstas en los planes de apoyo económico. Nadie quiere
tirar el dinero ni apostar por un país que no tiene claras sus
prioridades económicas y sociales.
No se han explorado las posibilidades de frenar el gasto, que sería
una de las estrategias posibles, y desde luego necesarias, para
reducir el endeudamiento. Hablar de más impuestos, cuando los demás
países de nuestro entorno están predicando lo contrario, es bastante
suicida y sobre todo presenta el lado más oscuro de la estrategia
económica. Desde luego el problema no solo radica en que no se estén
adoptando medidas de frenazo al gasto público sino que ni siquiera
se habla de ello y el país carece de sensibilidad para detectar este
asunto como un problema. Quizás una mezcla de ajuste de gastos y
retoques de impuestos sería una solución más útil.
El FMI confirma que la política económica
del Gobierno lastra a España
José María Rotellar Libertad Digital 19 Octubre 2020
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha confirmado que España se
quedará rezagada en cuanto a la recuperación económica y, con ello,
en la evolución del mercado laboral, punto débil de nuestra economía
debido a su menor productividad y la mayor intensidad de la mano de
obra en nuestra estructura económica.
Ello se debe a la equivocada gestión de Sánchez en la gestión de la
doble crisis provocada por el coronavirus, tanto la parte sanitaria
como la económica, pero no hay que olvidar que el daño a la
estructura económica viene de lejos, de su propio programa de
Gobierno.
Así, desde que fue investido presidente del Gobierno, tras la moción
de censura de mayo de 2018, Pedro Sánchez ha aplicado una política
económica que se ha alejado de los parámetros establecidos en el
Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea, relativo a
las condiciones para mantener una convergencia económica que hiciese
posible la convivencia armónica de los países que integran el euro
en materia económica, elemento imprescindible al haber entregado
todos ellos la política monetaria y mantener la política fiscal.
Esos criterios nunca fueron un capricho, sino la forma de asegurar
que las medidas de política monetaria que tomase el Banco Central
Europeo, que lo hace en función de lo que más conviene a la media de
la eurozona, afectasen a todos los países por igual, y la única
manera de garantizarlo era que todos los países se comportasen de
manera muy similar.
Sin embargo, desde que Sánchez fue elegido, la política económica de
España sufrió un cambio completo: modificó los objetivos
presupuestarios para 2018 y 2019 y elevó el gasto. Eso hizo, por
ejemplo, que el objetivo de déficit para 2019 negociado por Rajoy
con Bruselas, que era del 1,3%, pasase a ser del 2% al llegar
Sánchez. No obstante, el incremento que Sánchez le imprimió al gasto
fue tal que la UE siempre consideró que el déficit sería todavía
mayor, cerca del 2,2%. El propio Banco de España llegó a estimar un
2,5%.
Entre esos gastos, se incluyen todas las rigideces que fue
introduciendo Sánchez, la mayoría en los consejos de ministros de
los viernes, que él llamó sociales y la oposición tildó como
electorales. Todas esas medidas incrementaban el gasto en 9.025
millones de euros
Adicionalmente, la subida artificial del salario mínimo un 22,3% en
2019, más el incremento de 2020, destruyó empleo (casi 205.000
afiliados a la Seguridad Social en enero de 2020), que sólo por
estabilizadores automáticos incrementó el gasto (más prestaciones
por desempleo) y disminuyó los ingresos (caída de recaudación por
menor actividad), que agrandó el déficit.
Así, del 1,3% pactado con Rajoy y el 2% anunciado por Sánchez,
España comunicó un déficit del 2,64%. Sin embargo, pocos días
después Eurostat se lo corregía a 2,82%, en un hecho poco común, que
debilitó aún más la credibilidad del Gobierno.
Y llegó el coronavirus
En cuanto a la crisis del coronavirus, Sánchez actuó tarde y mal en
las medidas de prevención, que podría haber adoptado en enero, de
manera que con medidas más suaves habría podido evitar tanto
contagio y el colapso de la sanidad, lo cual habría impedido que
falleciesen tantas personas y no habría sido necesario cerrar la
economía. Sin embargo, su imprevisión le llevó a decretar el cierre
productivo de casi toda la actividad económica. Su lento plan de
reapertura, la inseguridad jurídica creada al hablar el Gobierno de
nacionalizaciones -Iglesias y Garzón-, de subida de impuestos, la
derogación de la reforma laboral pactada con Podemos y con el
antiguo brazo político de ETA (aunque después se desdijesen en
parte), y la imposición de una cuarentena a los viajeros extranjeros
hicieron que el horizonte de recuperación español fuese menos
intenso y más largo que el de nuestros socios de la UE, que unido a
la más baja productividad de la economía española provoca que el
mercado de trabajo se resienta más que el del resto de países
comunitarios. Bruselas le pedía reformas estructurales y Sánchez les
mostró una involución en las reformas existentes. Mal camino para
ejecutar la ayuda europea, que cada día que pasa vemos que va a
estar sometida, lógicamente, a un mayor control para que se emplee
en reformas estructurales, y no en las ideas “buenistas” en las que
parece querer aplicarlas el Ejecutivo.
Con todo ello, ¿con qué nos encontramos? Con que el FMI certifica
que la evolución de la economía española es peor que la del resto de
países avanzados. Así, España, es el único país de las economías
avanzadas que ve retrasar su recuperación de manera importante en
comparación con la anterior estimación, del mes de junio.
Estados Unidos, por ejemplo, mejora su previsión de manera que va a
caer sólo la mitad que lo previsto en junio (un 4,3% de caída frente
al descenso del 8% de junio). Lo mismo sucede con la economía
global, que mejora su caída en ocho décimas, la de la zona euro y la
de Alemania, que la mejoran casi en dos puntos o la de Italia, cuya
mejoría es superior a los dos puntos. De hecho, Italia iba a caer
tanto como España en 2020 en la estimación de junio y ahora deja en
solitario a nuestro país, cuyo retroceso cifra el FMI en el 12,8%
del PIB.
Esto deja al descubierto que las previsiones que el Gobierno ha
elaborado para el cuadro macroeconómico se pueden convertir en papel
mojado, al ser mucho más optimistas que el conjunto de
instituciones, entre ellas, el FMI.
De esa manera, mientras que el Gobierno cree que la economía
retrocederá en 2020 un 11,2%, el FMI empeora esa previsión más de
punto y medio, hasta el -12.8%. Adicionalmente, esa previsión tiene
otro componente negativo: es la misma que en junio, de manera que no
sólo es que España vaya a registrar la mayor caída del PIB, según el
FMI, de entre los países desarrollados, sino que además su evolución
es la peor de entre todos ellos.
Es cierto que para 2021 el FMI considera que España es el país que
más crecerá, esto se debe a dos factores: que la caída en 2020 es
mayor y que la recuperación se retrasa en España, al no haber
mejoría alguna entre la estimación de junio y la de octubre, cuando
el resto sí que mejora. De ahí que debido a esa anticipación de la
mejoría el resto de países no vaya a tener tanta potencia en 2021,
pero anticipan la recuperación y, por tanto, la creación
subsiguiente de empleo, y crecen, en neto entre los dos años, con
más fuerza de lo que lo iban a hacerlo antes. Es decir, la mejora
del resto de países vendrá antes, ya en 2020, mientras que la de
España verá retrasar su inicio a 2021. Adicionalmente, la mejoría
que en 2020 tienen esos países es mucho mayor que la menor
estimación para 2021, mientras que la mejoría conjunta en España,
entre los dos años, es menor respecto al resto.
Por otra parte, las cifras de 2021 indican, de nuevo, que las
previsiones del Gobierno en el cuadro macro vuelven a ser
optimistas: consideran que en 2021 la economía española crecerá un
7,2% tras caer un 11,2%, mientras que el FMI considera que en 2021
crecerá esa cifra, un 7,2%, pero tras retroceder mucho más, un
12,8%. Por tanto, el punto de recuperación llegará más tarde según
el FMI, ya que el punto de inicio será inferior en el caso estimado
por el fondo.
En definitiva, la situación es muy preocupante, cada vez más. No
sólo el Gobierno quiere aplicar políticas de gasto desmedido e
impuestos altos, sino que, con su gestión de la crisis, nos ha
llevado a la aplicación de políticas medievales que han arruinado
nuestra estructura económica, haciendo mucho más difícil y lenta la
recuperación de nuestra economía, como muestra también el FMI en sus
previsiones de octubre. O rectifica de inmediato, cosa que no parece
que vaya a suceder, o incluso esas previsiones del FMI pueden
resultar, desgraciadamente, optimistas.
¿A qué espera Marchena? (II)
Adrián Dupuy Libertad Digital 19 Octubre 2020
El Derecho es sentido común normalizado. Al enfrentarnos a cualquier
encomienda, lo primero que tenemos que considerar los que aplicamos
el Derecho debe de ser el sentido común.
Aquí los hechos son conocidos. Una grave enfermedad contagiosa, que
se propagaba incontrolada por todo el mundo, incluida España;
reiterados informes de Seguridad Nacional sobre la gravedad y la
fácil transmisión de la enfermedad, y reiteradas advertencias del
Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades, la
última el 2 de marzo, un informe a todos los Estados miembros de la
Unión Europea (UE) titulado Evaluación rápida del riesgo: brote de
la nueva enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19): mayor
transmisión a nivel mundial. Quinta actualización. El informe pedía
a todos los Gobiernos de la UE que dictaran “medidas de
distanciamiento social individual”, consideraran “la cancelación de
las concentraciones masivas en casos excepcionales” y recomendaran a
sus ciudadanos “evitar acudir a actos multitudinarios”, como medida
preventiva. Y a pesar de ello el Gobierno rechazó adoptar medidas y
esperó a que se celebrasen las manifestaciones del 8-M y, de la
mano, todos los demás eventos multitudinarios de ese fin de semana.
Es evidente que las multitudinarias manifestaciones provocaron
contagios y muertes. Hasta la juez Rodríguez Medel lo reconoció: “Es
cierto y seguro que de haberse evitado dichas manifestaciones se
habría evitado una amplia difusión de la enfermedad”.
¿Qué dice el sentido común? Pues que hay que investigar. ¿Qué haría
cualquier fiscal honesto, obligado por el art. 1 de su Estatuto
Orgánico? Pues abrir la correspondiente investigación, sin esperar
siquiera a las denuncias particulares. Nada distinto de lo que están
haciendo en Francia, Italia e Inglaterra.
He tenido la paciencia de leer el informe del fiscal Navajas,
ejemplo descorazonador de la miseria humana. Lo asombroso es que
reconoce que concurren todos los requisitos para investigar.
Reconoce la posición de “garante” con cita de los artículos 14 y 52
de la Ley General de Salud Pública; reconoce que es factible la
comisión por omisión también en el delito de homicidio imprudente,
con cita de la STS 4821/2017, e incluso que en los delitos de
omisión sólo se debe requerir una causalidad hipotética, “es decir,
la comprobación de si la realización de la acción omitida [la
prohibición de las manifestaciones] hubiera evitado la producción
del resultado con una probabilidad rayana en la seguridad” (la
amplia difusión de la enfermedad, que Rodríguez Medel reconocía era
algo “cierto y seguro”). Lo mismo que dijo la sentencia de la colza.
Pero de forma incomprensible, y mediante una torera larga cambiada,
afirma:
Los querellantes se han limitado a atribuir al Gobierno de España un
número indeterminado de delitos (…) sin identificar [a los
fallecidos], las condiciones en que se produjo el contagio, y las
razones por las que cada uno de aquellos contagios trae causa de la
acción u omisión culpable.
Recordando a las ridículas explicaciones del señor Simón sobre el
“efecto muy marginal [del 8-M]” porque los contagios también podrían
haber sido en el metro de Madrid, yendo o volviendo de la
manifestación, Navajas proclama:
Igualmente tampoco se ha justificado siquiera indiciariamente en qué
contribuyó la actuación de los querellados a crear o aumentar un
riesgo que, además de no resultar preexistente, parece evidente que
jamás se halló, ni pudo hallarse controlado, extremo que impide
equiparar la inacción que se les atribuye a la causación activa de
los resultados que se les imputan.
No hay más ciego que el que no quiere ver.
Hace unos meses publiqué en este periódico dos artículos espero que
premonitorios. En el titulado “¿A qué espera Marchena?” concluía:
La búsqueda de la justicia debe de llevar a todo juez competente que
se precie de serlo a investigar si las manifestaciones del 8-M
provocaron muertos por coronavirus (que parece que sí) y si, con la
información de que se disponía entonces, el Gobierno cometió una
imprudencia grave o leve al no prohibirlas (que parece que también).
La búsqueda de la justicia es el único homenaje verdadero y honesto
que podemos hacer a los muertos. No sé a qué espera el juez Marchena
para abrir la investigación penal.
En el otro, “Proceso penal y cambio de Gobierno”, decía:
Tengo una ensoñación, quizá fruto del confinamiento, pero no me
resisto a exponerla. El Tribunal Supremo admite a trámite la
querella contra Sánchez y sus ministros en un procedimiento por una
imprudencia que ha provocado cientos de muertos, al permitir las
manifestaciones del 8-M en contra de las recomendaciones e informes
previamente recibidos de Europa y del propio Ministerio de Sanidad.
Todos los investigados dimiten. El PSOE forma Gobierno con sus más
sensatos (que los tiene, aunque muy callados) y pacta con el PP un
Gobierno de concentración que afronte con sensatez el sacarnos de la
inevitable crisis económica y financiera a la que estamos abocados.
Nos libramos de Sánchez, Iglesias, Montero, Montero, Calvo, Ábalos,
Marlaska y el resto de incompetentes... Estoy soñando…. Pero así
debería ser.
Esa ensoñación, visto cuanto ahora acontece (con un Gobierno que
prevarica groseramente, sea con la declaración y mantenimiento del
estado de alarma en Madrid, modificando los criterios de forma
arbitraria, sea con la proposición de ley para modificar el
nombramiento de los miembros del CGPJ, a sabiendas de que es
inconstitucional, por contraria a la doctrina contenida en la STC
108/1986), la imputación del Gobierno no es que sea per se
jurídicamente procedente, sino que deviene una necesidad democrática
para frenar lo que perfectamente puede calificarse de golpe de
Estado.
Espero que los letrados del Congreso hagan las oportunas
advertencias sobre la inconstitucionalidad de la proposición de ley
(como hacen sus valientes colegas de Parlamento catalán) y espero
que Marchena, que antes de magistrado fue fiscal, y el resto de los
magistrados de la Sala de admisión, corrijan el criterio gubernativo
del vergonzante Navajas y promuevan la acción de la Justicia en
defensa de la legalidad.
******************* Sección "bilingüe" ***********************
Recortes de Prensa Página
Inicial
|