El gran acuerdo nacional
Vicente Vallés. La Razón.
27 Diciembre 2020
El pasado lunes, los Reyes de España hicieron una visita clandestina
a Barcelona para entregar el premio Cervantes al poeta Joan
Margarit. Zarzuela «vistió» el evento con los ropajes de un acto
privado. Pero un acto privado no suele realizarse en la residencia
oficial de los Reyes en Barcelona –el Palacete Albéniz–, ni sus
majestades tienen la compañía de un ministro de jornada, ni se hacen
públicas fotografías de tal acto, ni se informa de que ha finalizado
cuando los Reyes ya están de vuelta en Madrid sin haber dado cuenta
de ello a las autoridades del lugar.
La semana terminó con Felipe VI marcando distancias con su padre al
establecer que los principios morales y éticos están por encima de
consideraciones familiares, en un mensaje fácil de entender salvo
para quienes esperasen la abdicación del Rey en Nochebuena. Pero
había empezado mal para la Corona, porque no se puede generar la
sensación de que el jefe del Estado se esconde en determinadas
partes del territorio nacional. Y no era la primera vez. En
septiembre, el Gobierno no permitió que don Felipe asistiera en
Barcelona a la entrega de despachos a los nuevos jueces, como hace
todos los años.
Al tiempo que los Reyes pasaban su mañana furtiva en Cataluña, el
sondeo del CIS mostraba que la monarquía es una preocupación para el
0,3% de los españoles. Se podrá considerar –con razón– que el
crédito del CIS es limitado. Pero en esos mismos días, el barómetro
de LaSexta reflejaba un apoyo a la monarquía del 54,3%, frente al
30,3% que prefiere la república. Y aún más destacado es otro
titular: el apoyo a la monarquía ha subido veinte puntos desde el
sondeo de septiembre, mientras que el apoyo a la república ha caído
un 13,5%. Es decir, en medio de la controversia provocada por
determinadas actuaciones indefendibles de Juan Carlos I y cuando más
intensa ha sido la campaña de los partidos republicanos contra
Felipe VI, más defensores le han salido al Rey. Ya nos explicó
Newton que si un cuerpo A ejerce una fuerza sobre un cuerpo B
–llamada acción–, ese cuerpo B ejerce otra fuerza de igual magnitud
–llamada reacción– en sentido contrario. En otras palabras, si tiras
muy fuerte de tu lado de la cuerda, no puedes pretender que quienes
agarran la cuerda en el lado contrario no vayan a defenderse
haciendo lo mismo que tú.
Y eso ocurre en un país en el que es difícil encontrar una gran
cantidad de monárquicos ideológicos puros. Lo que sí hay en España
es una enorme masa de partidarios de la Constitución y, por tanto,
de ciudadanos valedores del acuerdo que alcanzaron con mucho
esfuerzo los españoles de un lado y de otro en la Transición. Ese
54,3% de ciudadanos que apoya a la Corona (más que a otras
instituciones, por cierto) está formado, en realidad, por defensores
del modelo de Estado que se pactó en la Constitución –la monarquía
parlamentaria en una democracia liberal y europea– y no tanto por
amantes del oropel que acompaña a la monarquía. Amparan a Felipe VI
como símbolo de aquel pacto, frente a quienes aspiran, precisamente,
a demoler ese acuerdo.
Proponer que España sea una república es legítimo y democrático. Lo
es, incluso, cuando el modelo de república que se nos ofrece es más
bolivariano que francés, italiano o alemán. Pero para que ese cambio
se ejecute tienen que cuadrar los números. Y quienes nos han animado
a debatir sobre la república durante la cena de Nochebuena no tienen
tales números, de momento: solo el 20% de los escaños del Congreso
pertenece a partidos que propongan abiertamente cambiar el modelo de
Estado. No hay masa crítica suficiente para voltear la España
constitucional surgida en 1978.
Aun así, no ayuda mucho a la monarquía que los apoyos más intensos
los reciba, únicamente, de los partidos situados a la derecha del
PSOE. Una mayor transversalidad sería muy conveniente. Pero,
siguiendo ese mismo criterio, la tercera república tendrá pocas
opciones de éxito si solo la defienden fuerzas políticas situadas a
la izquierda del PSOE, o partidarios de trocear España, o
convocantes de referéndums ilegales o sucesores de organizaciones
terroristas.
Para dar por terminado el pacto de la Transición, quienes proponen
el cambio deberán conseguir el mismo grado de consenso que se
alcanzó en 1978 para alumbrar la España constitucional. Y en los
albores de 2021 tal cosa no existe. Un gran acuerdo nacional solo
puede ser sustituido por otro gran acuerdo nacional. Lo contrario
sería la imposición de una parte sobre las demás. Y, precisamente
para evitar imposiciones y privilegiar los consensos amplios, las
Cortes Constituyentes protegieron de forma especial el modelo de
Estado con exigencias más estrictas para su reforma. Así, solo una
amplia mayoría de españoles podrá cambiar lo que otra amplia mayoría
de españoles decidió democráticamente.
Iglesias o la ley del enemigo único
El abuso de la propaganda política y de debates artificiales, como
el de la monarquía, evidencia la debilidad del líder de Podemos
Alejandra Clements larazon 27 Diciembre 2020
El día que Dominic Cummings formuló el eslogan Take back control
(Recuperar el control) empezó a poner las bases de la victoria del
Brexit en el referéndum de Reino Unido de 2016. Un mensaje claro,
directo y sencillo que apelaba al sentimiento patriótico y que
agitaba el rechazo al otro (con mentiras como la inminente entrada
de Turquía en la Unión Europea). Al otro lado del Atlántico, Donald
Trump, repetía consignas parecidas: America First las encabezaba a
todas. Ambos recurrieron a técnicas de propaganda política, un
fenómeno que empezó a gestarse tras la Primera Guerra Mundial, que
consolidó su desarrollo y su capacidad de convicción antes y durante
la Segunda y que los populismos del siglo XXI han rescatado (con la
inestimable ayuda del control a través de los datos, el big data).
Han transcurrido cuatro años desde el plebiscito del Brexit y la
victoria de Trump y el ambiente político internacional empieza a
apuntar en otra dirección: Cummings acaba de ser expulsado del 10 de
Downing Street y Joe Biden se prepara para entrar en la Casa Blanca.
Aunque las consecuencias de aquellas victorias y sus derivadas
perduran (y aún lo harán en el tiempo), la tendencia apunta a un
cambio de ciclo. Puede que el del adiós al exceso de propaganda y el
de la vuelta a un tipo de política alejada de lo emocional, fiel a
la realidad y más consistente.
Mensajes que se repiten
Sin embargo, parece que en España se cumple la norma no escrita de
que las modas llegan algo más tarde y el impacto de las estrategias
de la propaganda política se mantiene de la mano del vicepresidente
del Gobierno, Pablo Iglesias, un experto en la materia. Doctor en
Ciencia Política, conoce bien los recursos para capitalizar sus
activos y rentabilizar su presencia en el Consejo de ministros. Pese
a la situación de debilidad en la que se encuentra en el Ejecutivo y
a la pérdida de votos que le atribuye cada encuesta o sondeo que se
hace público (además de la que le han ido marcando las últimas
convocatorias electorales), Iglesias (y sus mensajes) son
omnipresentes buscando una apariencia de poder e influencia mayor de
la que en realidad tiene. Al margen de las cuestiones sociales,
convertidas en su bandera (como si la socialdemocracia del PSOE no
existiera), una de las últimas cruzadas del líder de Podemos es la
monarquía. Con tintes casi obsesivos (o propios de un «cabezón»,
como diría la ministra portavoz, María Jesús Montero), Iglesias
recurre a mensajes que cumplen todas las características de la
propaganda política, como su persistente «monarquía frente a
república». Una consigna simple y breve, que presenta un enemigo
único (ellos frente a nosotros), que se repite una y otra vez
exagerando la realidad o acallando las cuestiones sobre las que no
se tienen argumentos, y que busca ser percibida como algo asumido
por la mayoría y, por tanto, aspira a convencer al ciudadano de que
debe sumarse a esta corriente. A todos estos elementos de las
técnicas de propaganda, enumerados por el escritor francés
Jean-Marie Domenach, se suma el principio o la ley de la
transfusión, esto es, recurrir a un sentimiento preexistente en la
sociedad y agitarlo hasta hacerlo mayoritario.
Si volvemos a los ejemplos del Brexit o la victoria de Trump, estos
sentimientos previos (de arraigo nacionalista y de añoranza de
tiempos mejores) existían en las sociedades de Reino Unido y de
Estados Unidos. Sin embargo, no hay en España una corriente
generalizada que cuestione el modelo de Estado. De hecho, la
monarquía supone una preocupación o un problema tan solo para el 0,3
por ciento de los españoles, según el último barómetro del CIS
publicado esta misma semana, y que coincide, además, con índices
anteriores. Preocupa la crisis económica (a un 42,6 por ciento), la
pandemia (con el 38) y también, y creciendo, la política, los
políticos y su actitud que suman el 72,5 por ciento de menciones,
pero la monarquía parlamentaria, representada en Felipe VI, no.
Aunque el propio Félix Tezanos se declare sorprendido por el
resultado, es una realidad que se consolida en cada barómetro y que
aleja el vaticinio de Iglesias sobre las conversaciones de los
españoles en sus reuniones navideñas.
¿Qué república?
Los datos son claros y muestran que en España no existe (por más que
se intente) ese sustrato social ampliamente antimonárquico ni esa
dicotomía (falaz) planteada por el vicepresidente entre monarquía y
república, tan simplista como vacía de contenido. Porque, ¿qué
monarquía y qué república? ¿Qué tienen en común las sociedades de
Arabia Saudí y Suecia, ambas con familias reales? ¿O qué
características políticas comparten las republicanas China y
Francia?
Como afirma Andrés Trapiello en ese maravilloso recorrido de vida
(individual, social e histórico) que es su última obra Madrid, «que
la monarquía defienda hoy con más firmeza los valores republicanos
de libertad, igualdad y solidaridad que muchos republicanos
sedicentes, nos ayudaría quizá a comprender que en política la línea
más corta entre dos puntos no siempre es la más recta». Existen los
matices y las reflexiones sosegadas que quedan fuera de los
principios de la propaganda política. Y de ese afán por generar
conflictos y debates artificiales desde cargos públicos en
sociedades en las que no existen, frente a la solidez que representa
la monarquía parlamentaria. Confiemos en que el sentido común se
imponga y que el vicepresidente del Gobierno cese en su campaña
contra el modelo de Estado que los españoles se dieron (y además
avalan) libremente. Vamos a creerlo. Que es Navidad.
El Rey piensa en España, no en Cartagena
Federico Jiménez Losantos Libertad Digital 27 Diciembre 2020
Bajo el fuego cruzado de dos bandas miserables, socialistas y
comunistas, el Rey ha sabido resistir.
Durante este año maldito en el que el comunismo ha vuelto a España
por donde más daño puede hacer y siempre hizo, que es en el
Gobierno, y en el que tantos paralelismos, buscados o casuales,
estamos viendo con la llegada de la II República, lo que más me ha
preocupado es que Felipe VI pudiera dar la espantada como su
bisabuelo Alfonso XIII, que antes de contar los votos de unas
elecciones municipales se largó por Cartagena.
El discurso de Nochebuena ha aventado esa preocupación. Nadie sabe
lo que nos deparará el futuro, pero en lo que se refiere al
compromiso personal del Jefe del Estado con el Estado y, lo que es
más importante, con la Nación, no ha dejado lugar a dudas. Bajo el
fuego cruzado de dos bandas miserables, socialistas y comunistas, el
Rey ha sabido resistir en un discurso de seis folios, cuatro y medio
de ellos, obligados y convencionales; uno y medio, personalísimo, en
el que casi nadie ha reparado. Todos parecían empeñados en ver si
seguía o no el guion suicida redactado por Iglesias y Sánchez a
cuenta de su padre, compromiso que solventó nítidamente para los que
sepan leer, una minoría ya en la casta política y en el gremio
periodístico.
Dos mamarrachadas prisaicas
“Sánchez y Calvo han estado encima del discurso hasta el último
momento para ayudar a proteger a la Monarquía”, titulaba “El País”,
firmada por el flexible Carlos E. Cue, su primera noticia de
información nacional. Que, obviamente, ni era noticia, ni tenía
información nacional. La redacción adelantaba la estupidez oceánica
del juntaletras: para “estar encima de un discurso”, o éste es del
género asnal, o Calvo y Sánchez se subieron al cuadrúpedo para
romperle el espinazo, o ayudaban lo protegido o protegían lo que no
precisaba ayuda, porque, aunque Cué no lo intuya, ayudar es una
forma de protección y proteger es un modo de prestar ayuda.
Un antiguo periodista que ahora aspira a dirigir, de la mano de
Zapatero, ese periódico que tan sañudamente buscó su asesinato
civil, fue más lejos y bautizó “renovador” a Felipe, adjetivo
inconveniente en toda dinastía, añadiendo que el fenómeno se
producía “gracias a Sánchez”. O sea, que el responsable de todos los
ataques a la Corona, el que tiene a todas sus televisiones con la
murga de Campechano, el que ha proclamado la “crisis constituyente”
en las Cortes, el que lo mandó a Cuba y le vetó en la entrega de
despachos judiciales en Barcelona, el que afrenta a diario al Rey,
quiere salvarlo, pero “renovándolo”. Lo renovará en Estoril, si
puede. Luego, el Gobierno, que estaba tan “encima del discurso”,
según “El País” no lo defendió frente a los ataques comunistas y
separatistas. Será por el acreditado rechazo de Sánchez a los
derechos de autor. O porque Calvo no quiso presumir de “expertitud”
asesorando a un menor de edad, Felipe VI. Mamarrachadas. El Gobierno
metería tres o cuatro folios de paja, pero el grano, puramente
personal, lo puso el Rey. Y remitiéndose a su coronación.
El compromiso personal en la coronación
Es inútil pedir memoria en un país que ha hecho una ley para impedir
que exista. Pero, al menos, los coronistas oficiosos, podrían
recordar que el que durante años dio la batalla contra la corrupción
del campechanato en el primer caso serio, que fue el de Cristina y
Urdangarín, fue precisamente el entonces Príncipe de Asturias. Y que
se quedó solo, traicionado por Elena y su madre -que se fue a
Washington para posar con Cristina en la portada de “¡Hola!” y
finalmente por su padre, que se pasó al bloque dinástico.
Hubo entonces una campaña contra Letizia, supuesto punto débil de
Felipe, teledirigida por el campechanismo, con otra portada de
“¡Hola!”, titulada “Letizia, la princesa de los contrastes”, que la
daba por loca. Hasta el elefantazo, el entorno de Juan Carlos I
conspiró contra su heredero. Los pocos que pedimos la abdicación,
por avalar el pacto de ZP con la ETA, entramos en el mismo saco de
golpes que los “ambiciosos príncipes”. Eso lo habrán olvidado ya
hasta los príncipes, pero ahí está la hemeroteca. Los que luego
defendieron el golpe de Estado en Cataluña insultaban a los que
decíamos que la Corona no sobreviviría a su descrédito moral; y que
era peor el pacto con la ETA (“y si sale, sale”) que los trinques de
La Meca, inseparables de Corina y La Angorilla, covachuela de
alibabás cortesanos.
Pero llegó el discurso de la Coronación, que, hasta esta Nochebuena,
era la vez en que el Rey había hablado más en primera persona, es
decir, que más se había comprometido individualmente, una
responsabilidad que reivindicó como propia de la ciudadanía. En
realidad, el discurso de esta Nochebuena fue una continua alusión a
aquel primer discurso a la Nación como Jefe del Estado. Por lo
visto, nadie se acuerda, con lo cerca que está.
Las frases clave son éstas:
“Ya en 2014, en mi Proclamación ante las Cortes Generales, me referí
a los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de
nuestras conductas. Unos principios que nos obligan a todos, sin
excepciones; y que están por encima de toda consideración, de la
naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares.
Así lo he entendido siempre, en coherencia con mis convicciones, con
la forma de entender mis responsabilidades como Jefe del Estado y
con el espíritu renovador que inspira mi reinado desde el primer
día.”
Y esta es la renovación de aquel no tan lejano compromiso:
“Y como Rey, yo estaré con todos y para todos. No sólo porque ese es
mi deber y mi convicción, sino también porque es mi compromiso con
todos vosotros, con España.”
El Rey no piensa en Cartagena
Yo no sé lo que esperaban, temían o soñaban otros. En todo caso,
pensando en el desastre que supuso para España la espantada de
Alfonso XIII, desasistido de las fuerzas políticas no golpistas -los
republicanos lo habían intentado en 1930, con Galán y García
Hernández, y renovaron su compromiso golpista en el Pacto de San
Sebastián-, lo que yo quería ver era que el bisnieto estaba más
dispuesto que el bisabuelo a defender lo que es más que una
dinastía: el único régimen de libertad posible hoy en España. Y lo
hizo, como siempre, con esa tranquila seguridad en sí mismo que casi
resulta contagiosa. Por resumir: nos transmitió la seguridad de que,
en los días feroces que vendrán, el Rey estará en Madrid, no en
Cartagena.
Adiós a un año maldito (y un rayo de
esperanza)
Jesús Cacho. vozpopuli
27 Diciembre 2020
“Difícil ser optimista cara a 2020”, se decía en esta columna,
titulada 'Un presidente al precio de una democracia', hace
justamente un año, el 29 de diciembre de 2019 para ser exactos. “Con
el viejo PSOE recluido en las catacumbas, el tipo que se ha hecho
con las riendas del socialismo español está dispuesto a aceptar la
ruptura de España antes que renunciar al poder. Y aceptar esa
ruptura significa acabar con la Constitución del 78, que es la norma
que nos ha permitido vivir en paz desde la muerte de Franco a esta
parte. Significa, en definitiva, acabar con la democracia. Que los
Dioses les sean propicios durante 2020”. Es evidente que los Dioses
tenían otros planes para nosotros durante el año que ahora termina,
porque, además de haber consentido la deriva hacia la ruptura de la
unidad nacional que arriba se denunciaba, nos reservaban una
sorpresa terrible, una desgracia sanitaria como la que la covid-19
ha representado para nuestro país y para el resto del mundo, con el
correlato añadido de una crisis económica de consecuencias mucho más
graves que la sufrida en 2008.
Al cierre del ejercicio, el espectáculo que se divisa desde el
puente no puede ser más desolador. La pandemia se ha llevado por
delante la vida de más de 71.000 personas (exceso de mortalidad en
España entre el 10 de marzo y el 21 de diciembre pasado, según el
Instituto de Salud Carlos III y el INE), 71.000 españoles que, como
ese soldado desconocido al que se homenajea tras las grandes
guerras, han fallecido en silencio, muertos sin rostro, a menudo en
el mayor de los abandonos, desaparecidos sin dejar rastro por
expresa voluntad de un Gobierno decidido a ocultar una tragedia cuya
dimensión contrasta violentamente con el enanismo moral de sus
miembros. Tragedia sanitaria y derrumbe económico añadido, porque no
otra cosa se podía esperar del peor Gobierno que le ha tocado a
España en la peor de las circunstancias imaginables. Y junto a la
tragedia sanitaria y el desplome económico, la mayor de las crisis
políticas ocurridas en el país desde la muerte de Franco, crisis
existencial en la que se juega no ya la independencia de Cataluña,
esa pesadilla recurrente en la memoria de los españoles, sino la
propia existencia de España como nación.
El deterioro de las constantes vitales de nuestra democracia es tan
evidente, el desprestigio de las instituciones tan acelerado, las
humillaciones a que los socios de Gobierno de Sánchez –y que Sánchez
consiente mirando hacia otro lado- someten cada día a los ciudadanos
son tan brutales, que para muchos la pertenencia a la Unión Europea
(UE) se ha convertido en la última instancia, el clavo ardiendo al
que los demócratas españoles se aferran para imaginar que no todo
está perdido y que aún es posible el milagro de evitar la caída en
ese abismo de miseria y pérdida de libertades al que el Ejecutivo
social comunista pretende conducir a este gran país llamado España.
Situación paradójica la que vivimos con la UE. Por un lado, mantiene
con vida al Gobierno Sánchez gracias a las compras de deuda pública
que el Banco Central Europeo (BCE) realiza de las emisiones del
Tesoro, evitando así el riesgo de tener que salir a colocarlas en
los mercados. Por otro, permite abrigar la esperanza de que ese club
de democracias liberales al que pertenecemos en ningún caso
consentirá que España se deslice por la pendiente que ha convertido
a países ricos, caso de Argentina, Venezuela, en Estados fallidos
condenados a la miseria económica y la ruina moral.
Como aquí se dijo el domingo pasado, la decisión del BCE de seguir
comprando deuda soberana de los países miembros al menos hasta la
primavera de 2022 augura al Gobierno Sánchez un próximo año
relativamente tranquilo desde el punto de vista de las variables
macroeconómicas, aunque la realidad de un déficit y una deuda
pública desbocadas acabará por imponer su amenazadora presencia ante
la Comisión Europea en el momento en que Alemania, Holanda y resto
de países “frugales” empiecen a crecer con fuerza. Ese será el
momento de nuestro “rescate”, y esta vez no solo económico. España,
que llevaba tiempo deslizándose por la pendiente de la irrelevancia
como país, ha visto ese proceso acelerado con la llegada al Poder de
un Gobierno iliberal y proclive a fórmulas peronistas (Sánchez)
cuando no abiertamente comunistas (Iglesias) en la gestión de los
asuntos públicos. A estas alturas de la covid-19, está claro que los
países que mejor han resistido la pandemia han sido aquellos que han
sabido mantener sus finanzas públicas bajo control (caso de
Alemania, Holanda, Corea del Sur, Taiwán, Nueva Zelanda, etc.), sin
entregarse al frenesí del gasto público urgido por el populismo
rampante. No es solo que el exceso de endeudamiento público y
privado reduzca el crecimiento potencial (Italia apenas ha crecido
un 4% en los últimos 20 años) y aumente las desigualdades sociales,
es que los países que han perdido el control de sus finanzas
públicas han perdido también el control de la crisis sanitaria, son
los que peores resultados han cosechado en la lucha contra la covid.
Y para muestra basta el botón de España bajo el Gobierno de Pedro &
Pablo.
Y lo que vale para España, vale en mayor grado para Italia e incluso
para Francia. El mito del dinero gratis esconde la realidad de un
crecimiento económico muy pobre, un paro convertido en estructural y
un nivel de crecientes desigualdades, con el riesgo de que esas
desigualdades macroeconómicas, traducidas al final en riqueza o
pobreza per cápita, terminen llevando al euro al punto de ruptura.
Es lo que está en juego en esta Europa post Brexit, hoy empantanada
en un cruce de caminos en medio del cual se halla nuestro país.
Desde el punto de vista español, está claro que la moneda única y el
fortalecimiento de la UE no es que sigan siendo la mejor opción a la
hora de frenar nuestra deriva hacia la irrelevancia, sino que se ha
convertido en la única para asegurar la paz social y un cierto
progreso económico. Y lo que es más importante aún, para preservar
nuestras libertades amenazadas hoy por las pulsiones autoritarias de
los nuevos tiranos revestidos de apóstoles del igualitarismo por
decreto.
La libertad en juego
Digámoslo alto y claro: lo que en este final del maldito 2020 está
en juego es ni más ni menos que la libertad. Pocas frases resumen,
con ejemplar economía de lenguaje, el desguace al que está siendo
sometida España, como esta de Félix de Azúa que figura en un breve
texto que bajo el título “Progresamos” fue publicada el pasado 22 de
diciembre: “El último [escarnio de este Gobierno] ha sido el ataque
directo a la cabeza misma. Con razón: el rey Felipe es el jefe de
las Fuerzas Armadas y hay que descabezarlas. El penúltimo es someter
al poder judicial para acabar con el arcaísmo de la división de
poderes. ¿Alguien imagina a un peronista, a un chavista, a un
comunista, obedeciendo al poder judicial? Ya hay una parte de España
que no acata las sentencias jurídicas y no pasa nada. Ahora falta el
resto del país que, menos Madrid, es fácil de someter”.
¿Algún asidero para la esperanza, esa esperanza a la que tan
reiteradamente aludió la reina Isabel II en su mensaje de Navidad a
los británicos? Nada que esperar de una clase política que sigue
ciega, prisionera de los vicios adquiridos a lo largo de una
Transición cuya muerte parecen empeñados en ignorar. Tampoco de una
“intelligentsia” hace tiempo desaparecida como grupo, y menos aún de
unos poderes empresariales y financieros entregados de hoz y coz al
Gobierno Sánchez, dispuestos como están a participar en el festín de
esos 72.700 millones gratis total que la Comisión Europea ha
destinado a España y que van a servir no para modernizar este país,
sino para engendrar un ramillete de nuevas grandes fortunas a las ya
tradicionales. La esperanza se llama Juan Español, ese español medio
que trabaja con dedicación, cumple religiosamente la ley, educa a
sus hijos en los valores de la honestidad y el esfuerzo, defiende la
propiedad privada, paga sus impuestos y se muestra solidario como
pocos cuando la ocasión lo requiere. La esperanza reposa en esos
millones de familias españolas que la noche del 24 se sentaron
frente al televisor esperando divisar un rastro de luz en el
discurso del rey Felipe VI. Ese Juan Español, ¡Dios, qué buen
vasallo si oviesse buen señor!, no está muerto por más que pueda hoy
parecer dormido.
Al servicio de Juan Español quiere estar este diario digital que el
pasado 18 de diciembre estrenó nuevo director en la persona de
Álvaro Nieto. Paradojas de la vida, el año 2020 ha sido el mejor en
la corta historia de Vozpópuli, doce meses en los que hemos doblado
nuestra audiencia y aumentado plantilla en lugar de reducirla. Si la
degradación de los medios de comunicación es una de las mayores
desgracias que le han ocurrido a España en los últimos tiempos, he
aquí un medio liberal y de progreso dispuesto a prestar su humilde
contribución a la tarea de consolidar una sociedad abierta, una
nación de ciudadanos libres e iguales, un país más rico, más libre y
menos corrupto. Un periódico empeñado en la regeneración de este
hermoso oficio hoy prostituido, centrado en hacer el viejo
periodismo de siempre, el bueno, el que consiste en salir a la calle
a buscar noticias, contrastarlas y publicarlas sin miedo a la
reacción del anunciante. Nos alienta la determinación de no ser
portavoces ni marionetas movidas por control remoto por partidos
políticos ni grupos de poder empresarial o financiero. Libres y
fiables. No somos los únicos, cierto, que en este país hay medios
como el nuestro dispuestos a honrar la profesión y millones los
españoles que hacen su trabajo sin corromperse. Pero no queremos
parecernos en nada a quienes babean ante el mundo del dinero en
espera de recompensa, quienes tiran de recortada a la hora de
conseguir publicidad, quienes se han convertido en oficinas de
propaganda al servicio del partido de turno, o quienes, esclavos de
doctrinas pasadas de fecha, diariamente están dispuestos a
sacrificar información por ideología. Al iniciar nuestro décimo año
de vida, quienes hacemos Vozpópuli solo estamos dispuestos a servir
a la verdad en defensa de la libertad. Porque lo que está en juego
ahora se llama libertad. Feliz 2021 para todos.
Cuando los políticos son el problema
A más de la mitad de los españoles les preocupan, mientras la
monarquía solo al 0,3 %. Los expertos consultados por La Voz
analizan las causas
Enrique Clemente La Voz 27 Diciembre 2020
Los políticos son uno de los tres principales problemas para los
ciudadanos, junto a la crisis económica y los peligros del covid-19,
según el último barómetro del CIS. Si se suman «los problemas
políticos en general (22,1 %); «el mal comportamiento de los
políticos» (20,3 %); y «lo que hacen los partidos políticos» (9,7 %)
la conclusión es que más de la mitad de los españoles (52,1 %)
consideran a la clase política como un factor negativo en plena
crisis de la pandemia. En contraste, la monarquía solo es citada
como problema por el 0,3 %. Los expertos consultados por La Voz
explican las causas de la desafección política.
¿Por qué son un problema?
Desunidos frente al covid-19. «La falta de coordinación para manejar
la pandemia y la poca altura de miras de nuestra clase política, que
no ha sabido unirse pese a las circunstancias, sin duda justificaría
estos pésimos resultados en la evaluación de nuestros políticos»,
sostiene José Rama. «No es nada nuevo, ni único del caso español,
encuestas europeas como el Eurobarómetro ya viene señalando que
menos del 22 % de los europeos confían en los políticos, mientras
que la confianza en instituciones no representativas, como la
policía y las fuerzas armadas, sube del 65 %», destaca.
«Es un tema que ya venimos arrastrando especialmente desde la crisis
económica del 2008 y el movimiento de los indignados», recuerda
Carlos Barrera. «Hay una crisis agravada de representación por la
que los ciudadanos no ven reflejados sus intereses y problemas en la
acción política que desarrollan sus representantes electos»,
explica. «Añádanse los episodios de corrupción y de falta de
ejemplaridad de las dos últimas décadas y se forma un cóctel
explosivo de una percepción de inutilidad de los políticos para
resolver los problemas, que más bien se agrandan al entrar en
conflicto entre ellos mismos, incapaces de llegar a grandes acuerdos
incluso en momentos graves», concluye. «Su capacidad de dar
respuestas y soluciones, su honestidad y sentido de la
responsabilidad son las variables que determinan su proyección
pública y la valoración o percepciones de la ciudadanía», estima
Magda Gregori.
Las causas
Del incumplimiento de promesas al cortoplacismo. Santiago Martínez
analiza siete elementos que hacen que los políticos sean un
problema:
1. «Una desafección constante debido al continuo incumplimiento de
promesas».
2. «Con el sistema actual es innecesario el número de cargos
electos. Nuestro sistema de listas cerradas propicia que el diputado
le deba el cargo al partido y no a los votantes de la
circunscripción que en teoría representa. También provoca que haya
cargos designados por el partido ad eternam, que pueden pasar
décadas viviendo de la política sin que haya una regeneración
efectiva. Esto es un efecto bola de nieve que se va acrecentando con
los años»
3. «Excesivo poder de los partidos, fruto de la transición
democrática. Interfieren demasiado en otros poderes del Estado, y
eso acaba cansado a la ciudadanía».
4. «Cortoplacismo. No existe política de Estado, la oposición
siempre ataca al Gobierno haga lo que haga y viceversa, y esto da
una imagen mediocre de los política».
5. «Percepción de que los espacios de poder están ocupados por gente
poco capaz y preparada, que busca medrar con la política».
6. «La gente no percibe que el interés general y los problemas de
las personas sean lo importante, sino que suele primar el interés de
poderosos grupos privados».
7. «El exceso de información ha producido un efecto de intoxicación
del debate público. La gente no sabe discernir lo verdadero de lo
falso, y su comportamiento y pensamientos cada vez son más
instintivos y menos racionales».
¿Quién es responsable?
Falta de reformas. ««Obviamente, los partidos mayoritarios que han
ejercido el poder y perpetúan el sistema sin que haya reformas de
calado para pulir los defectos fruto de una transición democrática
posterior al franquismo», señala Martínez.
«Los partidos clásicos como PSOE y PP tienen mayores cuotas de
responsabilidad, sea por acción u omisión, pero incluso los nuevos
se contaminan de los vicios de la que denominaban vieja política»,
asegura Barrera. «Depende del partido, pero cada político, a nivel
particular, puede también desarrollar acciones que determinen su
proyección pública y su capacidad de seducir al votante. Dentro de
un mismo partido no todos los líderes tienen las mismas valoraciones
ni son analizados igual», afirma Gregori.
«Ya desde los 70 se habla de una crisis de los partidos
tradicionales. Las formaciones que dominaron la política europea
tras las guerras mundiales hace ya un tiempo que se alejaron de los
ciudadanos, se instalaron en las instituciones y terminaron por
desconectarse de las demandas ciudadanas. Se alejaron de los
votantes y les fallaron», explica Rama. «Esto permitió el
surgimiento de nuevas formaciones que, en un contexto de desenganche
entre partidos y votantes, como si de empresarios se tratasen,
aterrizaron en la arena política y supieron canalizar las
preocupaciones de una buena parte de los electores», señala. Los
cambios para contrarrestar la desafección política
Martínez enumera los cambios para contrarrestar la desafección hacia
los políticos y la política:
—Listas abiertas que obliguen al cargo a responder ante su
circunscripción territorial concreta.
—Reforma del sistema judicial y de designación del fiscal general.
—Reforma del Senado hacia una cámara de verdadera representación
territorial.
—Reducción de diputados.
—Introducir mecanismos que fomenten la negociación en un modelo win
to win que permita a Gobierno y oposición transigir en temas claves
que requieren de una visión a medio y largo plazo.
—Fomentar modelos de participación interna y selección de
candidatos, que premien la meritocracia y la capacidad, y no el
seguidismo y caciquismo.
Para Gregori, la clave es que «acerquen sus acciones a la ciudadanía
e intensificar la transparencia, dos elementos bien valorados por la
ciudadanía». Barrera considera que «no se conseguirá que dejen de
ser un problema con medidas superficiales o parches, vengan de
obligaciones legales de mayor transparencia o de códigos
deontológicos compartidos; pueden ayudar, pero el problema es más de
fondo y afecta a la sociedad». En su opinión, «la falta de valores
morales y democráticos firmes es un mal endémico, a la que la
política no es ajena; es muy fácil echar la culpa a los políticos
pero antes de que la sociedad lance la primera piedra hay que hacer
examen de si se está libre de pecado», añade. A juicio de Rama, «el
remedio es la regeneración de los partidos; esto pasa por una
organización interna democrática y transparente, por desarrollar una
ley de financiación de partidos clara y, sobre todo, por que los
partidos empiecen a ser responsivos, es decir, a dar cuentas ante
los electores, y responsables, esto es que cumplan con aquello que
proponen».
El festín de Baltasar
Alejo Vidal-Quadras. vozpopuli 27 Diciembre 2020
La inefable vicepresidenta Carmen Calvo ha explicado con su verbo a
la vez culto y preciso que el Gobierno se ha dotado de instrumentos
legales potentes para gestionar los fondos europeos que comenzarán a
llegar el año próximo junto con la vacuna y otras maravillas. La
sorprendentemente catedrática de Derecho Constitucional ha aclarado
que los mecanismos de evaluación, seguimiento y control de los
proyectos que sean beneficiados con el oro de Bruselas serán
“ágiles”, “acortarán tiempos” y todo ello ”sin perder rigor”,
anuncios que producen escalofríos en cualquier ciudadano mínimamente
avisado.
En esencia, el reparto de la ingente suma que la UE pondrá a nuestra
disposición entre transferencias directas y créditos en condiciones
muy favorables, estará a cargo del Consejo de Ministros asistido por
un comité técnico del Ministerio de Hacienda y una unidad de
seguimiento dirigida por el asesor económico del Presidente, Manuel
de la Rocha. El ilegible Decreto-Ley que fija esta estructura ha
sido cocinado en La Moncloa sin participación alguna de organismos
independientes, en contra de la recomendación de la Comisión
Europea, ni del mundo académico ni de organizaciones empresariales
ni por supuesto de las fuerzas de la oposición. Al fin y al cabo,
allí donde se sientan Alberto Garzón, Irene Montero y Pablo
Iglesias, cualquier fuente externa de sabiduría poco puede aportar.
Este “yo me lo guiso y yo me lo como” para diseñar proyectos
estratégicos y decidir qué propuestas procedentes del ámbito
empresarial encajan en los fines, experiencia y solvencia técnica
requeridas revela un afán sospechoso de dirigismo que, a la luz de
los antecedentes de los dos partidos aliados en el Ejecutivo y de
sus socios parlamentarios, suscita la más viva inquietud. A
diferencia de la metodología elegida en otros Estados Miembros de la
Unión, poniendo al frente de este complejo proceso a una figura de
la sociedad civil de competencia probada, honradez indiscutida,
dilatado currículo en el manejo de grandes inversiones y acreditada
inteligencia estratégica, con participación de un amplio abanico de
actores sociales y económicos, Pedro Sánchez en un impúdico arrebato
cesarista se ha autoungido cabeza visible y omnímoda de este
formidable tinglado.
Ciento cuarenta mil millones de euros es una cantidad mareante que,
puesta a disposición de la arbitraria e inescrupulosa voluntad de un
personaje que ha hecho de la mentira su divisa y que está al frente
de una organización que se ha dedicado al saqueo de las arcas
públicas hasta extremos inauditos, además de flanqueado por otro
elemento que reconoce paladinamente que la política consiste en
cabalgar contradicciones y cuyo partido está investigado por uso
delictivo de fondos públicos, augura los peores abusos. Si a tales
precedentes, se añade que los separatistas y filoterroristas que les
garantizan la estabilidad gubernamental son conocidos por su
insaciable voracidad y su corrupción desatada, el cuadro se vuelve
más y más sombrío.
La facultad de formalizar consorcios público-privados mediante
atajos administrativos y legales abre la puerta a una progresiva
estatalización de nuestro sistema productivo que Podemos no
desaprovechará y que nuestras grandes corporaciones, ansiosas de
acceder a una parte de la jugosa tarta, aceptarán sin resistencia.
Las víctimas de esta merienda de subsaharianos que se avecina serán
las empresas de tamaño medio y alta tecnología que, por excelentes
que sean los proyectos que presenten, se verán con frecuencia
preteridas si su sometimiento al poder no es completo o si carecen
de los enganches políticos necesarios.
Diques de contención
Sin embargo, esta magnífica oportunidad de ejercer su dominio
totalitario sobre la sociedad mientras la Unión Europea paga la
factura, encierra también para el Gobierno sanchista-comunista y sus
adláteres subversivos un considerable peligro. Conociendo el percal,
la tentación de manipular la concesión de subvenciones para llenarse
los bolsillos puede ser irresistible, sobre todo porque ya se han
asegurado de que no exista ninguna vigilancia independiente externa
que pueda tocar el silbato si detecta alguna tropelía. A poco que se
cieguen con el brillo del tesoro bruselense, el famoso 3% de Pujol
puede ser una broma comparado con el botín con el que algunos ya
sueñan.
Los únicos diques de contención de la orgía que se prepara son la
poca prensa libre que queda, la Justicia, las instancias
comunitarias y los funcionarios honrados que si descubren un
desaguisado tengan el heroísmo de exponerse a terribles represalias
al denunciarlo.
Como en el bíblico festín de Baltasar, no hay que descartar que
Pedro Sánchez, ahíto de manjares y ebrio de exquisito vino servidos
en la vajilla expoliada al Templo de Jerusalén, pierda su reino por
ignorar el ígneo aviso que ya se está trazando en las paredes de La
Moncloa.
Fallece el académico Gregorio Salvador a
los 93 años
GRANADA, 26 (EUROPA PRESS) DiarioSigloXXI 27 Diciembre 2020
El filólogo y académico Gregorio Salvador Caja ha fallecido este
sábado en Madrid a los 93 años, según ha informado la Real Academia
Española (RAE) con la publicación de un obituario en su página web.
Gregorio Salvador contaba, entre otros reconocimientos, con la Gran
Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio (1999) y la Medalla de
Andalucía (2010).
Nacido en Cúllar (Granada) el 11 de julio de 1927, Salvador era
experto en lexicología y dialectología, ocupaba la letra q desde el
15 de febrero de 1987, cuando tomó posesión de su silla con un
discurso que trataba precisamente sobre esa letra y al que le
respondió, en nombre de la corporación, Manuel Alvar, ha informado
la RAE en su web.
Fue bibliotecario (1990-1998) y vicedirector (2000-2007) de la
Academia y ocupó la presidencia de la ASALE entre 1992 y 1998.
Doctor en Filología Románica, Gregorio Salvador fue catedrático de
Lengua Española en las universidades Autónoma y Complutense de
Madrid y de Gramática Histórica en las de La Laguna y Granada.
Estas dos últimas le nombraron doctor honoris causa, distinción que
le otorgó también la Universidad de Alcalá de Henares.
Fue miembro de honor de la Asociación de Hispanistas de Asia, de la
Asociación de la Prensa de Madrid, correspondiente de la Academia
Nacional de Letras de Uruguay, de la Academia Chilena de la Lengua,
de la Academia Argentina de Letras y de la Academia Hondureña de la
Lengua.
Fue académico honorario de la Academia Colombiana de la Lengua y de
la Academia Nicaragüense de la Lengua.
Fue presidente de la Sociedad Española de Lingüística (1990-1994).
Recibió la Medalla de Honor de la Universidad Internacional Menéndez
Pelayo (2004) y los premios de periodismo José María Pemán (1987),
Mesonero Romanos (1995), César González Ruano (2001) y Mariano de
Cavia (2004).
ATLAS LINGÜÍSTICO Y ETNOGRÁFICO DE ANDALUCÍA
Fue autor de una decena de obras filológicas, entre las que cabe
citar el Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía (ALEA) -en
colaboración con Manuel Alvar-, Semántica y lexicología del español
(1985), Estudios dialectológicos (1987) y La lengua española, hoy,
en colaboración con el también académico Manuel Seco (1995).
Escribió igualmente obras de ficción, como Casualidades (1994), El
eje del compás (2002) y Nocturno londinense y otros relatos (2006).
Publicó recopilaciones de sus artículos periodísticos, con títulos
como El destrozo educativo (2004) y El fútbol y la vida (2007).
ALCALDE DE GRANADA: REFERENTE INTELECTUAL DE ESPAÑA
El alcalde de Granada, Luis Salvador, ha subrayado en su cuenta de
Twitter sobre la muerte de Gregorio Salvador que entraña la pérdida
de "uno de los mejores refentes intelectuales de nuestra querida
España", al tiempo que ha expresado "el cariño y la admiración"
hacia su figura entre las diversas reacciones suscitadas,
sentimientos que ha dicho tener "toda la familia", después de aludir
al filólogo y académico como "mi tío Gregorio Salvador".
Junto al alcalde de Granada una de las reacciones ha sido la del
también escritor y académico Arturo Pérez Reverte, quien también en
su cuenta de Twitter ha subrayado sobre Gregorio Salvador que era
"el académico perfecto, tal vez, el último todavía en activo de los
verdaderamente grandes".
Pérez Reverte ha explicado que "durante 17 años nos sentamos uno
junto al otro en las comisiones y en los plenos" y ha recordado que
"fue él quien dio la réplica a mi discurso de ingreso en 2003".
"Era mi padrino en la RAE, y uno de los hombres a los que más quise
y respeté en mi vida", ha apostillado el escritor y académico.
******************* Sección "bilingüe" ***********************
Piensa en una república
Jorge Vilches larazon 27 Diciembre 2020
La mejor forma de comunicar una idea abstracta y evitar explicarla
para que no se descubra su contenido es criticar la idea opuesta de
tu enemigo. Esto se consigue, como vio George Lakoff, teniendo la
iniciativa para marcar las cuestiones políticas de debate, y
etiquetar a los adversarios con el lenguaje y los valores propios.
De esta manera, los republicanos norteamericanos conseguían que los
demócratas discutieran los temas que querían, con sus palabras, y
que, por tanto, estuvieran siempre a la defensiva. Así, el Partido
Demócrata asumía los problemas concretos, mientras que el
Repúblicano representaba la mejora abstracta. Lakoff aconsejaba a
los demócratas que cuando debatieran con sus adversarios «no
pensaran en un elefante» -símbolo del Partido Republicano; es decir,
que no lo hicieran usando el marco lingüístico y moral de sus
contrincantes.
En España, este sistema lo sigue una parte del PSOE, Podemos y los
nacionalistas para referirse a la institución monárquica y a Felipe
VI. Esta coalición critica la idea de la monarquía parlamentaria sin
presentar una alternativa porque es la mejor manera de que cuele su
idea abstracta de República. Ya pasó antes de 1931 y fue un desastre
cuando llegó. Por eso han mitificado aquel régimen con mentiras y
ocultaciones.
La actitud defensiva para hablar de Felipe VI y de la monarquía es
justo la que necesitan la izquierda y los nacionalistas para su
juego. Es preciso tener una postura más elevada, que comprenda todo
el marco constitucional, no solo la Corona, y que no se limite a ser
una negación del discurso antimonárquico. Es hora de decir la
verdad: ir contra el Rey es cargar contra el sistema político del
78, es formar bloque con los que quieren su destrucción.
No es casualidad que quienes critican a Felipe VI sean los mismos
que repudian el artículo 2 de la Constitución, el estado de las
autonomías, la separación de poderes, la libertad de expresión y de
educación, o el derecho de propiedad, y que quieren dulcificar la
pena por dar un golpe de Estado. Son los mismos que desprecian el
parlamentarismo, la Unión Europea y la democracia liberal, pero
aplauden dictaduras comunistas o islámicas.
Tampoco es una coincidencia que sean los mismos que tratan de
ocultar su negligencia en la gestión de la pandemia, sus cesiones a
los planes independentistas, la colonización del Estado, el fin de
la independencia judicial, o la catástrofe económica que se nos
avecina. Por esto Pablo Iglesias propuso que en Nochebuena la gente
hablara de monarquía o república en lugar de charlar sobre la
nefasta gestión gubernamental de los ERTE y del Ingreso Mínimo
Vital, la mala coordinación autonómica, el acoso al CGPJ y a la
Fiscalía, o el acercamiento semanal de presos etarras. ¿Para qué
hablar en Nochebuena del funesto Fernando Simón, que aseguró que
solo habría «como mucho algún caso diagnosticado» de COVID-19, que
dijo que las mascarillas eran innecesarias, y que mintió sobre la
existencia del comité de expertos?
En todo esto la labor de los intelectuales y periodistas cercanos al
gobierno socialcomunista es decisiva. Tratan de que los españoles no
piensen en los errores y mentiras que el Ejecutivo presidido por
Pedro Sánchez llevó a cabo durante el 2020, especialmente con la
COVID-19. Quieren que los ciudadanos cierren el año pensando que lo
crucial es que Felipe VI no respondió a la supuesta demanda popular
de pedir públicamente perdón por su padre.
«Piensa en una república», usando la expresión de Lakoff, es lo que
la izquierda y los nacionalistas quieren transmitir cuando hablan de
los asuntos políticos cotidianos, que discutamos los temas que
eligen, con su lenguaje y sus valores, desde una actitud defensiva.
Es hora de que la derecha cambie el discurso.
CATALUÑA
La "deriva hitleriana" del separatismo:
aumenta el señalamiento y acoso a los castellanohablantes
Varias asociaciones denuncian la violencia y la persecución a padres
de alumnos, periodistas y comercios "señalando como los nazis a los
judíos".
Marcos Ondarra elespanol 27 Diciembre 2020
Restaurantes que amanecen con pintadas por no atender en catalán,
camareras acosadas por expresarse en castellano en TV3, periodistas
insultadas y vejadas por denunciar que una plataforma subvencionada
por la Generalitat espía a los niños para saber si hablan o no
catalán en el recreo...
2020 ha sido un año difícil para los castellanoparlantes en
Cataluña, que han sufrido la enésima vuelta de tuerca en la
radicalidad separatista. Prácticamente cada semana se ha saldado con
un incidente en este sentido. Y ya hay quien habla de "deriva
hitleriana".
Para justificar tamaño calificativo, se remiten al señalamiento a la
pizzeria Marinella, que amaneció con pintadas xenófobas ("habla
catalán o emigra") por atender en castellano a sus clientes. A la
izquierda de la entrada, los radicales pintaron el número 33
-"Cataluña Catalana", que proviene del posicionamiento de la C en el
alfabeto latino-. Una obvia imitación del uso que los nazis daban al
88 -Heil Hitler-.
M., restauradora que regenta el cenador italiano, llevaba tiempo
"recibiendo amenazas diarias" por atender en español a un cliente y
rogarle que, si hablaba en catalán, lo hiciera "despacio" para
poderle entender. Una afrenta imperdonable para el sector más
radical del separatismo.
Pero no ha sido el único incidente de este tipo sucedido en
diciembre. El caso más reciente ha sido el boicot al supermercado
Primaprix -que acaba de abrir su primera tienda en el barrio
barcelonés de Poblenou- por no disponer de vinos catalanes en sus
estanterías.
El establecimiento sí que cuenta con tres tipos de cava producidos
en la Comunidad Autónoma, pero no es suficiente para impedir el
hostigamiento de los radicales separatistas. La campaña estuvo
auspiciada por el digital El Món y su director, Salvador Cot, que
estallaba en Twitter: "¡Atención! Los supermercados madrileños
Primaprix aterrizan en Barcelona ofreciendo cero vinos catalanes en
las estanterías".
La empresa explicó al medio independentista que no han podido
encontrar vinos catalanes a un precio "atractivo" para su modelo de
negocio, pero aseguró que más adelante los habría. Pese al matiz, el
daño estaba hecho y muchos usuarios de la red social anunciaron su
boicot al supermercado.
Un episodio que recuerda al protagonizado por Abacus, una
cooperativa que se dedica a la venta de material escolar y que
señaló a una cajera de una de sus tiendas por hablar en castellano a
una clienta.
"Ostras, sinceramente me choca que en un lugar como Abacus la cajera
se me dirija en castellano de entrada, tengamos toda la conversación
en catalán y, una vez pagado, me vuelva a decir: tome su tiquet,
muchas gracias. ¿Abacus, sabes? No sé, como socios de hace 40 años
me entristece",se quejó -también en Twitter- una trabajadora de la
Consejería de Agricultura de la Generalitat.
Mensaje de Abacus en Twitter pidiendo la identidad de la cajera que
habló en castellano.
La empresa entró en el juego de la separatista y respondió pidiendo
la identidad de la cajera: "Hola Aïda. Nos sabe mal la situación que
nos describes. Ya sabes que, por nuestro compromiso con el país, la
cultura y la educación, nuestra lengua de comunicación primaria es
el catalán. ¿Serías tan amable de indicarnos en qué tienda ha sido,
por favor?". Abacus ya había participaco con anterioridad en actos
en favor de la inmersión.
Más casos
Y todos estos episodios antes descritos corresponden al mes de
diciembre. Si uno se retrotrae un poco más, se encuentra con el
acoso a la periodista Anna Grau por defender en televisión que la
Generalitat -a través de Plataforma per la Llengua- espía a los
niños catalanes en el recreo. Una realidad demostrada, pero cuya
denuncia pública desquició a los radicales separatistas.
"Hace mucho tiempo que muchos periodistas sufrimos amedrentamientos,
vetos, insultos, que nos echen de determinados círculos…", denunció
Grau en conversación con EL ESPAÑOL. "No soy, ni de lejos, la única
víctima. En Cataluña las cosas están muy tensas. Se ha conseguido
una polarización muy fuerte", aseveró.
El pasado mes de octubre, una trabajadora de una panadería de la
avenida Meridiana de Barcelona fue acosada por atender a dos
clientas en castellano. Tal y como se apreciaba en un vídeo que
circuló por redes sociales, las dos señoras espetaron a la
dependienta: "Me importa una mierda que estés trabajando, tía. Si
estás aquí, a aprender el catalán". También le pedían una y otra vez
la hoja de reclamaciones.
El mismo motivo por el que se hostigó en septiembre a Amparo, la
camarera del Parlament que apareció en TV3 hablando en castellano.
Un pecado imperdonable para los espectadores nacionalistas, que
lincharon a la trabajadora tachándola de "colona", "lerda" o
"chusma". Además, pidieron "que la echen a la calle".
"Deriva hitleriana"
Àlex Serra, vicepresidente de la entidad joven y constitucionalista
S'ha Acabat!, considera que este repunte de señalamientos y acosos a
comercios que utilizan el castellano responde a la "deriva
hitleriana" del procés.
Esa deriva consiste en "señalar a los castellanohablantes como los
nazis señalaban a los judíos; en la privación de derechos de forma
impune a quienes usan el español".
"Me preocupa especialmente el señalamiento que hicieron a la señora
de la pizzeria. Escribieron con pintura "habla en catalán o emigra"
acompañado del 33. En la época de Hitler usaban el 88 en referencia
a Heil Hitler; ahora, Cataluña Catalana", explica Serra.
El joven constitucionalista advierte de que durante años se ha
estado preparando el caldo de cultivo y ahora estamos en la "fase de
frustración de los procesistas": "Han vivido durante mucho tiempo de
un cuento y ahora se están dando cuenta de que todo aquello a lo que
aspiraban no va a poder ser".
Una "frustración" que él ha sufrido en sus carnes. "A mí me han
llamado colono, siendo catalanoparlante, por pedir que se respete la
diversidad lingüística catalana": "No aceptan que es igual de
catalán el que habla catalán que el que habla español; el 53% de la
población catalana tiene como lengua materna el castellano".
Y el 2021, lejos de antojarse esperanzador, dibuja un panorama poco
halagüeño. Los líderes del procés insisten en que lo volverán a
hacer y la Ley Celaá abundará en el modelo de inmersión lingüística,
eliminando el castellano como lengua vehicular en Cataluña.
"Celaá no tiene conocimiento alguno de la situación que hay en
Cataluña; ciertos sectores del PSOE se ríen cuando decimos que aquí
el español está discriminado", lamenta Serra, que prosigue: "Celaá
no sabe cuál es la situación porque no la vive a diario, y por eso
formuló una ley con esa enmienda... se la coló por la derecha
Plataforma per la Llengua, que es una asociación de gente xenófoba y
racista".
"Ante el desconocimiento de muchos y la violencia y acoso de otros,
tenemos un cóctel molotov en Cataluña", lamenta el vicepresidente de
S'ha Acabat!.
Plataforma per la Llengua
La presidenta de la Asamblea por una Escuela Bilingüe, Ana Losada,
atribuye estos esperpénticos episodios a Plataforma per la Llengua:
"Ellos hacen una campaña continua en contra de aquellos comercios o
establecimientos que rotulan en castellano o que tienen dependientes
que se expresan en castellano".
En este sentido, Losada recuerda que existe una aplicación
-CatalApp- creada por la plataforma separatista que, bajo el
pretexto de "mejorar la situación del catalán en comercios y
establecimientos", señala a quienes rotulan en castellano.
"Hay que poner la diana en Plataforma per la Llengua, ellos son
culpables de esas campañas y de animar a los radicales a que
denuncien a estos establecimientos", arguye. La presidenta de AEB
califica de "vergonzoso" que esta asociación separatista "esté
reconocida por el Ayuntamiento de Barcelona como una de las
asociaciones que lucha contra la discriminación" y que tenga
"subvenciones directas del ayuntamiento y de la Generalitat".
Y eso que Ana Losada sabe de lo que habla. Como presidenta de la
Asamblea por una Escuela Bilingüe, denuncia que "los padres que
piden a los colegios la comunicación en castellano son ninguneados
día sí y día también": "Tienen derecho a recibir las comunicaciones
en las dos lenguas cooficiales, catalán y castellano, pero aun así
las piden y tienen que librar una guerra psicológica con los
centros".
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