Ruina y más ruina
EDITORIAL Libertad Digital 9 Enero 2021
El Gobierno sigue ignorando la debacle económica en la que está
sumida España desde que se declarara la pandemia. Con un cinismo
criminal y con el único objetivo de vender una supuesta recuperación
que está muy lejos de llegar, el socialista Pedro Sánchez y el
comunista Pablo Iglesias no han dudado en tergiversar cualquier dato
para ocultar la realidad de las finanzas del país.
Las cifras de paro y afiliación registradas al cierre de 2020 son
harto elocuentes. Y ni el Ejecutivo intoxicador ha podido alardear
de los datos publicados esta semana por el Ministerio de Trabajo. El
social-comunista no sólo ha terminado el año como el peor gestor de
la crisis del coronavirus, sino con la deshonra de ser el que más
rápido ha hundido la economía de su país y el que más ha deteriorado
su mercado de trabajo.
En el último año, Sánchez e Iglesias han mandado a la cola del paro
a 724.500 personas, lo que supone la mayor subida anual desde el
calamitoso 2009, el peor ejercicio de la crisis financiera. En
términos mensuales, que es la comparativa de la que tanto ha estado
presumiendo el Gobierno en los últimos meses, también ha sido
catastrófico. Así, con 36.825 desempleados más que en noviembre, el
mercado laboral registra uno de sus peores datos de los últimos
lustros. Diciembre es un mes tradicionalmente bueno para el empleo,
ya que se disparan las contrataciones para la campaña de Navidad.
Esta vez, como la única receta a la que son capaces de recurrir es
la de cerrar el comercio, la hostelería o cualquier actividad a la
que puedan responsabilizar de su ineptitud, el empleo lo ha pagado
muy caro.
2020 cerró con la friolera de 3.888.137 desempleados, cifra que
escalaría hasta los 4.532.557 sin el maquillaje inventado por el
Gobierno de Zapatero, que excluye del SEPE a los parados que están
realizando cursos de formación o a los que son demandantes de empleo
con "disponibilidad limitada". Si sumamos las 755.613 personas que
todavía continúan en ERTE –y que siguen denunciando impagos, a pesar
de que el Gobierno tenga la desvergüenza de decir que no le
"consta"–, el total se va más allá de los 5 millones. Por el lado de
la Seguridad Social, 2020 registró 360.105 afiliados menos, lo que
supone su mayor caída anual desde el ejercicio 2012.
El mercado laboral solo podrá remontar si el tejido productivo se
recupera. Y para eso se necesita una política económica contraria a
la que están perpetrando Sánchez e Iglesias, es decir, se necesita
una política económica basada en la libertad y en la eliminación de
trabas a la actividad empresarial. Si los social-comunistas
continúan en el poder, la recuperación será incierta, dolorosa y,
sobre todo, lenta.
Irresponsables, malos gestores,
desaparecidos, incapaces
Carlos Dávila okdiario 9 Enero 2021
Más de setecientos mil parados más en 2020, setenta mil muertos por
el maldito virus le traen a este Gobierno del Frente Popular
exactamente por una higa. Mientras los hospitales y sus UCI se
llenan peligrosamente, mientras la mayor parte de los españoles
denuncia que no cobran sus ERTE, mientras regiones enteras de
España, tipo Cataluña, confinan todos sus municipios, mientras los
médicos hartos de ser paganos de la situación (líneas abajo lo
contaré) explican que ya no pueden más, y mientras, para no ser
exhaustivo, los científicos prevén que en poco menos de diez días
nuestro país sufrirá un «pico pandémico» sin precedentes, el
Gobierno de la nación se esconde, se perpetra en los rescoldos de su
descomunal propaganda, deja que la realidad atropelle sus
pronósticos, y se toma unas largas vacaciones, anticipo sólo de las
fechorías que está preparando para este primer semestre de 2021,
entre ellas la no menor de intentar colocar a la Corona en off side,
como si fuera una porcelana prescindible.
Ahora mismo se mueren «oficialmente» en nuestro país a costa del
Covid más de cincuenta mil personas y otras, casi dos millones, se
han contagiado. Los datos de este periódico son muy superiores. Y
los médicos están diciendo basta. Basta no sólo al propio Gobierno,
sino a los españoles en general. En un documento con increíble
escasa difusión se lamentan, gritan, lo siguiente: «¿Qué pasaría
-dicen- si ante la inconsciencia de la gente y de las autoridades y
ante la terrible situación de todo el personal sanitario, éste
decidiera abandonar los hospitales?».
Y continúan: “Si a la población no le importa la vida de los médicos
y sus familias, ¿por qué el personal de salud se tiene que
sacrificar por la vida de la población inconsciente, indisciplinada,
irreflexiva, insensata, imprudente, alocada y descuidada?”. Es una
posición que naturalmente no aventura la dejación de funciones de
los sanitarios, pero que sí alerta del cansancio brutal que tienen
unos profesionales abocados a cuidar, y sanar si pueden, a los
incontables estúpidos que han contraído la enfermedad por su alto
grado de inconsciencia.
Son los sanitarios que están soportando el peso de la pandemia y
sobre los que ahora, encima, se coloca una imputación horrenda:
estar de vacaciones en estos días en que la vacunación ha empezado
tan lastimosamente. Esta acusación ya se ha volcado desde la infecta
propaganda de unos gobernantes que llevan desde el pasado 28 de
diciembre sin tocar bola. Al parecer, los únicos españoles que
tenían derecho a tomarse este estiaje de invierno son nuestros
gobernantes, invisibles durante todo este tiempo en que se están
conociendo los peores datos de la infección general. Ni siquiera, la
briosa ministra de Trabajo, la comunista Yolanda Díaz, ha tenido la
decencia de comparecer ante el país para explicarle cómo es posible
que oficialmente España tenga ya más de setecientos mil desempleados
más que hace un año. Esta señora, a la que la progresía adula como
se celebra a los trileros más habilidosos, se ha pertrechado en su
silencio porque no sabe cómo justificar que la política de su
Gobierno está llevando -ya lo verán- a España hasta los cinco
millones de parados.
El pasado noviembre, con su infame oropel habitual, el jefe de esta
señora sí apareció en sus televisiones de cabecera para afirmar
literalmente que “desde hace tres meses tenemos un plan
perfectamente articulado de vacunación”. Los medios afines y
cómplices acogieron este anuncio y los colorearon encima anticipando
que la salud estaba ya tan cerca como la Navidad. Una pavorosa
mentira. Según todos los epidemiólogos y los virólogos, es decir los
científicos que realmente saben de esto, aquel plan que con tal
rimbombancia presentó festivamente el presidente, no era más que una
copia mala, desgastada y clonada de los informes, de las líneas
generales que ya habían marcado de antemano tanto la Unión Europea
como la propia Organización Mundial de la Salud. O sea, un
trampantojo fusilado, como le gustan al falaz doctor Pedro Sánchez.
La verdad se ha abierto malamente en una nación que posee las peores
cifras de la pandemia, la gestión más imperfecta, los resultados más
catastróficos, en suma. Este Gobierno que padecemos no sólo parece
dispuesto a volar la estructura institucional de España, sino que
incluso, con su pésima gestión, puede terminar con la Sanidad que,
hasta su llegada al poder, se consideraba la mejor del mundo, solo
detrás de la incógnita de Singapur. Sin irresponsables, sectarios,
malos gestores y sobre todo enormemente incapaces. Pero Sánchez
sigue en primer lugar en las encuestas. Los españoles nos lo tenemos
que hacer mirar antes de que este individuo acabe con nosotros.
El déficit pone en jaque a Sánchez
Fernando Díaz Villanueva. vozpopuli
9 Enero 2021
Una de las certezas que todos teníamos el día 14 de marzo por la
noche cuandoPedro Sánchez anunció que el país quedaba confinado
durante (como mínimo) quince días era que el déficit público se iba
a disparar. El déficit, no hace falta que lo explique, es la
diferencia entre gastos e ingresos del Estado. Podemos medirlo de
manera directa y absoluta o en porcentaje del PIB. Los políticos
suelen emplear la segunda fórmula porque así muestran un frío
porcentaje que la gente no entiende muy bien. Si te dicen que el
déficit es del 2,8% del PIB tampoco te están diciendo gran cosa
porque lo habitual es que no se sepa cuál fue el PIB del año en
curso. Mucha gente ni siquiera sabe lo que es el PIB. En 2019 el PIB
fue del 2,8% o, lo que es lo mismo, 35.637 millones de euros que el
Estado gastó por encima de sus ingresos no financieros.
Lo ideal sería que el Estado gastase la misma cantidad de dinero que
ingresa como hace cualquier persona responsable o incluso un poco
menos para ahorrar algo por si vienen mal dadas, pero eso no es lo
normal, al menos en países como España, donde el estado ha incurrido
en déficits presupuestarios todos los años desde 1980. Con la
excepción de los ejercicios de 2005, 2006 y 2007, cuando registró un
pequeño superávit en plena burbuja inmobiliaria con la recaudación
disparada, el Estado español es adicto a los descuadres. En 2008,
según empezó la crisis, el déficit se fue al 4,5% y al año
siguiente, ya en plena burbuja expansiva de gasto público, se puso
en el 11,2%.
En 2010 vino el primer ajuste presupuestario. Por ajuste hay que
entender que se puso fin a la fiesta de incremento continuo del
gasto público. No fue por convencimiento, sino porque Bruselas
advirtió que el déficit no podía pasar de ahí. En 2011 el
zapaterismo naufragó engullido por un déficit del 9,7% y una deuda
que superaba el 85% del PIB. Para que nos hagamos una idea de lo que
supuso aquel festín de gasto público, la deuda sobre PIB en 2007, un
año antes de empezar la crisis, era del 35%.
Durante los años de Rajoy el gasto se mantuvo e incluso se
incrementó, pero conforme se recuperaba la recaudación el déficit
fue bajando hasta quedarse en un 2,4% en 2018, año en el que se
produjo el cambio de Gobierno. Eso es lo que se encontró Pedro
Sánchez. Una economía que no iba especialmente bien, pero tampoco
especialmente mal. De no haberse presentado la pandemia habría
espacio para expandir el gasto sin que la recaudación se resintiese
demasiado, es decir, habría dinero “para hacer política” como le
dijo Zapatero a Pedro Solbes hace unos años cuando pensaba que de
aquello sólo se podría salir gastando sin medida.
Pero la pandemia se ha presentado y con ella un cortejo de miseria y
malestar que ha disparado el gasto público haciendo trizas la
actividad económica y la recaudación subsiguiente. Según la Agencia
Tributaria la recaudación ha caído aproximadamente un 10% en 2020
mientras el gasto público se ha ido por las nubes. Es previsible
que, a lo largo de 2021, conforme vaya disipándose la crisis
sanitaria la recaudación se recupere levemente, pero el gasto no lo
hará; ya por motivos ideológicos de este Gobierno, ya porque hay que
devolver lo que se ha gastado que en su mayor parte ha sido a
crédito.
El efecto trinquete
Nos encontramos frente a un efecto trinquete de manual. Ilustrémoslo
con un ejemplo del pasado para que se entienda. El brutal aumento de
gasto público en 2008 vino justificado por la crisis financiera,
pero una vez pasada ésta se mantuvieron los niveles de gasto o
aumentaron. Ahí están los números para demostrarlo. En 2007 el
Estado gastó 422.000 millones de euros, en 2012, punto álgido de la
crisis, el gasto fue de 501.000 millones. A partir de 2013 comenzó
la recuperación, que fue lentísima, pero nunca se volvió a los
niveles de gasto de 2007 ya que en 2018 el gasto público fue de
501.000 millones y en 2019 de 523.000 millones.
Es de esperar que el aumento de gasto actual se consolide o, al
menos, trate el Gobierno de consolidarlo. Lo que no sabemos bien es
cómo lo hará porque cuando se destruye tejido productivo y la
recaudación se derrumba, tarda un tiempo en reconstruirse y sólo lo
hace si el ambiente es el adecuado, cosa que con el espíritu
anti-empresa, anti-emprendimiento y anti-sector privado de este
Gobierno no se da en absoluto. Luego, todo indica que Sánchez y su
ministra están condenados a perseverar en el desfase entre gastos e
ingresos mientras pueden hacerlo.
Cuentos de la lechera
Actualmente el Tesoro está enchufado al respirador del BCE, que se
mantendrá operativo mientras en Bruselas consideren necesario.
¿Cuánto tiempo será eso? Lo desconocemos, seguramente hasta el final
del primer semestre, luego verán cómo está la cosa y lo prolongarán
o no. Por de pronto pueden seguir colocando papel sin que se
resienta la prima de riesgo. Sumémosle a eso el paquete de ayuda a
fondo perdido y tenemos seis o siete meses tranquilos para Sánchez.
Lo que viene después es una incógnita.
En la anterior crisis se pensó que tras los planes E y con los
estabilizadores automáticos funcionando a pleno rendimiento, las
empresas volverían a contratar y los españoles a consumir, pero eso
no sucedió. Las empresas que no quebraron se limitaron a restaurar
sus balances y a redimensionarse para soportar mejor las vacas
flacas. Algo me dice que estamos ante un escenario muy parecido. Un
Gobierno chapoteando despreocupado en dinero prestado, haciéndose
las cuentas de la lechera con variables que no dependen de él como
la tasa de ahorro de los hogares o la voluntad de invertir que
tendrán los empresarios que son, en última instancia, quienes
pondrán de nuevo esto en marcha depositando o no su confianza en el
futuro económico del país.
Podemos, el viejo comunismo de siempre
OKDIARIO 9 Enero 2021
Se agradece que Podemos se haya quitado la careta: ya reconoce
abiertamente que trabaja para “eliminar la propiedad capitalista y
garantizar los medios de subsistencia”. Vamos, que apuesta por el
comunismo puro y duro. No es que a nadie que no sea un cándido
redomado le haya podido coger por sorpresa, pero, al menos, ya lo
han dejado meridianamente claro. Los documentos de trabajo de la
fundación podemita que dirige Juan Carlos Monedero son una mina y
están llenos de perlas totalitarias. Además de la nacionalización de
los sueldos y la creación de una industrial estatal, Podemos se
adorna con extravagancias tales como “España debe encabezar una
nueva conceptualización del Estado”. No se sabe muy bien lo que esto
quiere decir, pero viniendo de Monedero cabe interpretar que lo que
pretende es acabar con el capitalismo para que sea el Estado el que
se arrogue en exclusiva el control del mercado y de los medios de
producción. O sea, un paso hacia la superación del neoliberalismo.
Lo que viene a ser el comunismo de toda la vida revestido de una
insufrible pedantería.
El objetivo podemita es triturar la propiedad privada, vieja
obsesión marxista que trata de actualizar con surrealistas
propuestas en el mundo digital que no son más que una coartada para
seguir insistiendo en los mismos dogmas de siempre. En conclusión,
Podemos se saca de la chistera las recetas del comunismo más rancio,
pero con insoportables circunloquios para tratar de despistar. Y,
por supuesto, aboga por la democratización radical de las
instituciones, concepto este que no es otra cosa que someter a los
individuos al yugo del Estado. En definitiva, no inventan nada, pero
tratan de adaptar el viejo lenguaje comunista a los tiempos
actuales. Pero como son tan viejunos, ni por esas. Marx era bastante
más moderno en su visión totalitaria de la sociedad que estos chicos
casposamente reaccionarios.
Bula progre para subirte la luz
Segundo Sanz okdiario 9 Enero 2021
El clásico indio Calila e Dimna publicado en español en el siglo
XIII ya recogía el refrán «Alcaraván zancudo, da consejo y para sí
ninguno». Este pequeño ovíparo estepario emite un sonido bastante
agudo cuando aparece un peligro a fin de alertar a las demás aves de
la presencia de un cazador o de un ave de rapiña. Y lo hace tan
quieto, que termina siendo él al que le dan la caza.
Si Iglesias se reencarnara en un animal, bien podría ser este
alcaraván, por tantas veces cómo ha sido cazado en la incoherencia y
la hipocresía. La última de ese permanente ‘Consejos vendo y para mí
no tengo’ en el que vive el Marqués de Galapagar ha sido la
histórica subida de la luz este enero con los socialcomunistas en La
Moncloa. «Disparar la factura de la luz un día como hoy solo
demuestra la codicia de las eléctricas. Si el Gobierno lo consiente,
será cómplice», decía Pablenin en 2017 estando en la oposición.
«Esta navidad la luz tendrá un precio de un 10% superior a la del
año pasado. Miles de familias no podrán mantener sus casas a
temperaturas adecuadas, lo que repercutirá gravemente en la salud
que los que menos tienen. Ningún gobierno decente debería
tolerarlo», piaba también en la red social Twitter aquel año el hoy
ministro de Consumo. Ergo, ya puede decirse que Alberto Garzón es un
indecente. Entonces, la luz subió un 10%. Ahora, con el sanchismo y
la izquierda radical a los mandos, el facturazo se dispara un 19%.
Casi el doble.
¡Toma «escudo social»! ¡Toma «salimos más fuertes»! y ¡Toma
«nosotros luchamos contra la pobreza energética»! No hay eslogan del
rasputín Redondo que tape semejante inmundicia y fariseísmo de estos
alcaravanes. Entre los que también está el propio Pedro Sánchez,
quien en 2014 graznaba de igual modo: «La subida de la luz del 8%
prueba el fracaso de la reforma eléctrica de Rajoy y alerta del
riesgo de más gente sufriendo pobreza energética».
Con todo, el Vendeobreros morado ha querido lanzar una cortina de
humo sobre su dejadez de funciones. Iglesias ha recurrido a la
Cañada Real para instrumentar este problema, enquistado durante
años, y cargar contra el Gobierno de Díaz Ayuso. Y entretanto, con
Grande-Marlaska y el delegado Franco mirando hacia otro lado, las
mafias y los que aparcan sus Porsches en este asentamiento siguen
haciendo negocio con las plantaciones de cannabis que provocan
sobrecargas letales de la red. Como asevera Naturgy, no ha habido
ningún corte de suministro, si bien en los sectores V y VI sólo
existen cuatro clientes dados de alta mientras se producen alrededor
de 1.500 conexiones. La protección automática de los equipos hace
que salten los plomos. Y los narcos, desesperados por su juguete.
A ello se une que también hay alcaravanes en los medios que ponen la
alfombra roja a PSOE-Podemos, en las teles amigas y entre los
tuiteros más charlatanes. Los mismos que dicen que el coste de la
electricidad lo subía antes Rajoy y ahora es cuestión de la borrasca
Filomena o la «especulación» del mercado. Demagogia por arrobas y
bula progre para subirte la luz.
Dolosa inhibición del Gobierno
Es un drama afrontar una tercera ola con un presidente ausente y un
medio ministro
Editorial larazon 9 Enero 2021
Cuesta encontrar un episodio de esta tragedia llamada covid en el
que el Gobierno haya estado a la altura. Esa mala gestión no ha sido
el fruto de una taimada oposición ni un bulo vertido gota a gota por
las redes sociales. En absoluto. Se trata de una foto fija
compartida por una ciudadanía angustiada, atemorizada y
decepcionada. En estos meses no se ha publicado una encuesta que
aprobara al Ejecutivo.
Una media de dos tercios de los españoles han considerado ineficaz
la respuesta del gabinete socialista-comunista a la crisis sanitaria
y económica. Incluso se ha hecho acreedor a la peor valoración en su
aplicación frente al contagio de todos los países homologables del
mundo. Y en esas sigue con el agravante de haber adoptado en la
práctica el rol de convidado de piedra al calor de una cogobernanza
en la que ha traspasado la competencia absoluta a las autonomías. En
estos meses se han cometido gravosos errores, pero desde Sánchez a
Iglesias pasando por Illa y Simón han optado por negar la evidencia
y armar una historia de éxito en medio de la tragedia gracias a la
propaganda y al descaro.
El Gobierno adoleció de liderazgo en la primera ola y luego
directamente se desentendió del que era su deber. Sin ese mando y
coordinación, ha emergido un vacío que las autoridades regionales
han paliado como han podido. El peso de la improvisación es hoy
evidente y el virus lo aprovecha. La campaña de vacunación es la
pauta que ha marcado la calamitosa aportación del Gobierno. Recordar
ahora cómo Sánchez vendía con pomposidad a su Ejecutivo en noviembre
como el primero junto con el alemán en disponer de una estrategia
«única» de vacunación para todo el país, con aquellos 13.000 centros
de atención primaria, retrata la conducta oprobiosa que ha definido
su ejecutoria.
La última desdicha del repertorio monclovita ha sido convertir al
ministro responsable de la salud pública en candidato, otra señal
más de cuál es el orden de prioridades de la coalición. En esas,
Illa anunció ayer «semanas duras» por la evolución del contagio,
pero descartó adoptar medidas adicionales. En realidad, ni siquiera
planteó abrir una reflexión urgente con las comunidades o abordar
cómo otros países están afrontando esta tercera ola, sino que
refrendó que se mantendrá al margen, que no moverá un dedo que pueda
erosionar sus aspiraciones mientras los sondeos no digan lo
contrario.
Es un hecho que el contagio parece incontrolado y que los gobiernos
regionales están solos. La cogobernanza era un timo cuando no una
artimaña para controlar daños en quien debería liderar el país.
Ahora, toca acelerar la administración de las dosis, porque salvan
vidas, con todos los medios disponibles, públicos y privados, y
cualquier entidad que sea operativa. La interacción social y la
movilidad propia de la Navidad causarán estragos, pero el presidente
ha hecho mutis y el ministro seguirá a media jornada. Con 80.000
muertos, dos millones de contagios y más de cinco millones en
práctico desempleo, cabe esperar que a este Gobierno no le salga
gratis tanto desafuero.
Un Gobierno inútil: caos con el COVID, caos
con las vacunas y caos con Filomena
ESdiario 9 Enero 2021
Con Filomena ha pasado lo mismo que con el coronavirus o las
vacunas: se sabía que llegaba, pero las medidas preventivas han sido
desastrosas y los estragos inmensos.
El temporal de nieve que acompaña a la borrasca "Filomena" era
conocido y estaba anunciado desde hace días, los suficientes como
para haber tomado decisiones preventivas que, como en tantas otras
cosas durante un año aciago, se han echado en falta de manera
clamorosa.
La imagen de Madrid enterrada en nieve, aislada y atrapada; resume
una galopante imprevisión que resulta, una vez más, inaceptable.
Porque una tormenta de esta magnitud y duración no se puede evitar,
como sucede con una pandemia, pero sí se puede paliar adoptando
medidas de antemano que minimicen los estragos.
Los avisos eran tan claros como los que, desde enero a marzo,
recibió el Gobierno desde la OMS o la Unión Europea para el caso del
coronavirus. Y la respuesta, de nuevo, ha sido igual de tardía y
torpe: en el primer caso, se resume en las mayores tasas de contagio
y mortalidad del mundo.
El desastre de la vacunación en un dato: Cataluña solo puso dos
dosis un día
En el segundo, en la estampa de cientos de coches y camioneros
atrapados en carreteras en las que nunca debieron estar. O viajeros
prácticamente abandonados en las estaciones de trenes y autobuses
que no se aplazaron, con tiempo suficiente, hasta bien entrada la
noche.
La concatenación de desastres en la gestión se completa con dos
capítulos que reflejan también la abismal diferencia entre el
autobombo que se da este Gobierno y los resultados objetivos de su
gestión: de un lado, la campaña de vacunación sigue a niveles
ínfimos al lado de la urgencia nacional que se sufre en España.
No se ponen miles de vacunas como no se evita que miles de
ciudadanos se queden tirados en las carreteras: es inaceptable
De otro, la brutal subida de la luz en plena ola de frío y de crisis
económica en los hogares y empresas, refleja la demagogia de un
Ejecutivo que hizo campaña de incrementos mucho menores y ahora
asiste como mero testigo pasivo a este repunte histórico del recibo
energético.
Lo cierto es que la Administración Pública se ha tomado vacaciones
desde diciembre, por distintas razones que merecerían un análisis
sosegado y profundo, y que ese antagonismo entre el sufrimiento de
la población y la respuesta de los servicios e instituciones que
sufraga es ya insoportable.
Y encima, subidas de la luz y de impuestos
El virus o la nieve no nacen de los errores u olvidos de ningún
Gobierno, sea el central o los autonómicos; pero su impacto sí está
íntimamente ligado a la eficacia de los poderes públicos. Y lo
cierto es que la imagen final que dejan no puede ser más deplorable.
Cientos de miles de vacunas en el almacén; miles de conductores
atrapados y, además, ERTES, paro, cierres y subidas de impuestos
para sufragar una Administración que se mantiene con ese esfuerzo,
no sufre los mismos rigores y con frecuencia está desaparecida o
actúa con infame retraso.
Los mejores 17 sistemas sanitarios del
mundo
Iván Vélez. https://gaceta.es 9 Enero 2021
El 30 de noviembre de 1803, la Real Expedición Filantrópica de la
Vacuna, capitaneada por el médico personal de Carlos IV, Francisco
Javier de Balmis, que estuvo asistido por la enfermera Isabel
Zendal, cuyo nombre figura en el frontispicio de un reciente
hospital madrileño, partió desde La Coruña para llevar al Nuevo
Mundo el remedio hallado por Eduardo Jenner. Puerto Rico, Caracas,
La Habana, Mérida, Veracruz y la Ciudad de México fueron sus
escalas, lugares desde donde se propagó hasta llegar a Texas y Nueva
Granada. La vacuna cruzó el Océano alojada en los brazos de los
«niños vacuníferos», a los que sucedieron 26 huérfanos novohispanos
que en septiembre de 1805 partieron con Balmis a bordo del navío
Magallanes, rumbo a Filipinas. Desde allí, la vacuna pasó a las
ciudades chinas de Macao y Cantón. Exactamente tres siglos después
de que Nicolás de Ovando fundara en La Española el primer hospital
de América, la expedición venía a completar el prolongado esfuerzo
sanitario hecho por los españoles en un continente cuyos habitantes
sufrieron el devastador efecto de las enfermedades europeas,
comúnmente denominadas «viruelas».
Con el Imperio español transformado en una veintena de naciones
políticas, la respuesta que se está dando a la pandemia coronavírica
permite abordar de nuevo la disputada cuestión del llamado «Estado
fallido», calificativo que, a menudo, han recibido repúblicas como
la mexicana, actualmente inmersa en un proceso de reestructuración
sanitaria que nos remite al año 2015, fecha en la que Carlos Slim, a
través de su poderosa Fundación, facilitó -regalo que luego había
que mantener- un sistema electrónico de cartilla de vacunación que
adoptaron 18 entidades federativas. La irrupción del covid-19 y sus
cepas con diversas denominaciones de origen ha servido para que
Andrés Manuel López Obrador cancelara tal sistema, dando paso a otro
de carácter nacional que permita que todos los mexicanos dispongan
de una tarjeta de vacunación nacional que, por otra parte, servirá
para restringir el acceso a actos públicos. El proyecto, que arrancó
el 1º de octubre con la vacunación contra influenza, pretende
aplicarse a la vacunación contra el covid-19 sin que suponga un
costo adicional, pues debe apoyarse en las capacidades de los
funcionarios públicos, tanto en su aspecto puramente sanitario como
en el digital, factor imprescindible en el éxito de la campaña.
Si esta es la realidad nacionalizadora que se trata de impulsar en
México, la situación en España es muy otra. Desde la época del
franquismo la Seguridad Social dispone de una base de datos nacional
de todos los beneficiados, pero esta, acusando la impronta de
aquellos tiempos de familia, municipio y sindicato, se elaboraba a
partir de las cabezas de familia o los trabajadores y personal a su
cargo, es decir, sin establecer una relación nominal de todos los
individuos. Para corregir estos yerros, en 1988 se inició la
confección de una base de datos universal en la Comunidad Autónoma
Vasca que sirvió para pasar de la cartilla de la Seguridad Social a
la tarjeta individual sanitaria. En ella se incluía a la población
marginal y alegal, pero también a aquellos que, por elevación
económica, no figuraban en las listas de la Seguridad Social. Al
cabo, los procesos infecciosos son ajenos a la dialéctica de clases.
Sentadas las bases vascongadas, el modelo se quiso extender al resto
de las comunidades con el objeto de disponer de una relación
universal de todos los sujetos de los que debía ocuparse la sanidad
pública. Se buscaba que, del mismo modo que Hacienda dispone de una
eficacísima base de datos de contribuyentes, o la policía del DNI,
se contara con una idéntica, vinculada al que se ha publicitado como
«el mejor sistema sanitario del mundo», rótulo que habría que
sustituir, manteniendo una enorme dosis de narcisismo, por el de
«los mejores 17 sistemas sanitarios del mundo».
Sin embargo, el orden territorial y administrativo español
–cimentado en sus famosas «nacionalidades y regiones»-, ha hecho
inviable la coordinación de lo que, de facto, se ha convertido en un
mosaico de sanidades autonómicas que difieren, incluso, en los
calendarios y vacunas que han de recibir los, permítasenos la
metáfora bovina, españoles estabulados en ellas. Todo ello determinó
la imposibilidad de implantar una tarjeta individual sanitaria de
carácter nacional, a lo que ha de añadirse el fracaso, ya en el
presente siglo, de poner en marcha una central de compras. El
desorden es tal, que cuando Pedro Sánchez quiso impulsar una
aplicación para móviles, la Radar Covid, el fracaso fue rotundo,
pues el sistema de rastreo estaba diseñado por autonomías, sin
contacto entre ellas. Ello por no hablar de la absoluta
descoordinación, para beneficio de un Gobierno encantado de eludir
su responsabilidad en la humareda de datos fraccionarios, entre las
diversas sanidades a la hora de ofrecer las cifras de contagiados y
fallecidos.
A la luz de estas realidades, cabe preguntarse si el alabado sistema
autonómico, que tan buenos dividendos ha dado a sus heraldos en
Hispanoamérica, no es, en realidad, un modelo cuyas disfunciones han
quedado evidenciadas a la hora de establecer medidas sanitarias
eficaces, hacer acopio de equipos de protección o disponer de la
capacidad hospitalaria adecuada. Una ineficaz y disolvente
estructura que ahora ha de enfrentarse a la elección de las marcas
farmacéuticas que compiten dentro del mercado pletórico vacunífero
para su posterior inyección en los brazos de sus sostenedores.
Revolución de colores en EEUU
Pedro Fernández Barbadillo Libertad Digital 9 Enero 2021
En EEUU se ha dado un golpe de Estado, sí. Empezó en noviembre de
2016 y ha concluido ahora… o quizás lo haga cuando Joe Biden dimita
por motivos de salud o por los asuntos de corrupción de su hijo para
dar paso a Kamala Harris.
El golpe empezó cuando Donald Trump ganó las elecciones. Desde el
primer momento y por cuenta del Deep State, ése que no existe según
se nos dice desde los mismos periódicos que publican tribunas
anónimas de miembros del Gobierno reconociendo que conspiran contra
el presidente electo. Un grupo de progres incitó a los
compromisarios a no votar a Trump en la reunión del Colegio
Electoral y varios de éstos, encabezados por la hija de Nancy
Pelosi, reclamaron a la comunidad de inteligencia (poca inteligencia
y mucha comunidad) un informe sobre los vínculos de Trump con Moscú.
Desde el principio, los demócratas, el Hollywood de Weinstein y los
medios de comunicación, muchos de los cuales están controlados por
los dueños de las big tech y Wall Street, negaron a Trump
legitimidad para gobernar y a su electorado, hasta el derecho a
voto. Durante su mandato, se le acusó de ser un agente de Vladímir
Putin. Por primera vez desde la campaña de Jack Kennedy de 1960, en
que superó en anticomunismo a Nixon respecto a los Castro, tener
relaciones con Moscú era para los demócratas motivo de oprobio.
Hasta le presentaron un ridículo impeachment.
Trump ha sido el mejor presidente desde Ronald Reagan. Ha pacificado
las relaciones internacionales; sus medidas económicas y fiscales
han aumentado el empleo y los salarios; ha tratado de recuperar el
Tribunal Supremo del control de los activistas; se ha opuesto a la
corrección política; ha promovido la vida. Etcétera. Sus crímenes:
frenar los negocios de la oligarquía occidental con China y
debilitar la hegemonía progresista, ante la que se ha rendido hasta
Roma. Y sus errores: no haber formado un equipo político propio
(sólo ha confiado en su hija, su yerno y unas pocas personas más) ni
entender cuál era la guerra declarada contra él por el Deep State,
que desea encarcelarlo.
Al final, a Trump le han hecho una revolución de colores. La única
diferencia con Ucrania o Armenia es que no se ha montado en una
embajada, sino en alguno de los edificios desde los que se puede ver
la Casa Blanca.
Twitter y Google censuran al presidente
Las elecciones presidenciales se celebraron no sólo con
prácticamente todos los medios de comunicación en contra de Trump,
sino con la censura por parte de las big tech a las revelaciones
sobre la corrupción económica y sexual de Hunter Biden, incluidos
pagos por parte del Partido Comunista chino, enemigo de los
trabajadores occidentales y socio de las multinacionales a las que
les importan más los beneficios que los derechos fundamentales.
En las elecciones nos llevamos la sorpresa de que Biden, un anciano
senil acusado de abusos sexuales que no llenó siquiera un
aparcamiento con admiradores, venció a Trump, que reunía a docenas
de miles de partidarios en mítines monstruo; y lo hizo con más de 81
millones de papeletas, más que Trump y más que Obama. Desde
entonces, Trump (censurado por Twitter) y su equipo anunciaron que
demostrarían el fraude.
Sin embargo, las pruebas aportadas no fueron aceptadas por los
tribunales. Quedaba la sesión conjunta de las nuevas Cámaras en que
se contarían los votos electorales y se proclamaría al presidente y
al vicepresidente para los próximos cuatro años. Docenas de
legisladores republicanos declararon que impugnarían los resultados
en la media docena de estados disputados. El mismo día de la sesión,
se produjo lo inesperado.
En Washington, ciudad donde sólo obtuvo un 5% de los votos el 3 de
noviembre, Trump dio un mitin a una multitud de seguidores en el que
insistió en el pucherazo y unas docenas de éstos se dirigieron al
Capitolio ¡y entraron en él! Una corresponsal española ha explicado
que ese edificio es un búnker y ya hemos visto un vídeo en el que la
Policía levanta las barreras que cortaban el paso. Policía, por
cierto, que obedece a la alcaldesa de Washington y a la presidenta
de la Cámara de Representantes, ambas demócratas. Igual ocurrió con
el homicidio de Floyd en Minneápolis: los policías implicados
pertenecían a una ciudad gobernada desde hace écadas por los
demócratas, pero los mass-media acabaron convirtiendo la muerte en
una prueba del racismo de Trump y sus votantes.
Quede claro que quienes rodean o irrumpen en un Parlamento para
interrumpir los debates y votaciones pretenden dar un golpe de
Estado. Sean militares, minutemen, catalanistas o socialistas. La
cargante superioridad moral de la izquierda se ha vuelto a comprobar
cuando los mismos podemitas que incitaron y participaron en las
protestas de Rodea el Congreso y negaron legitimidad a la
investidura de Rajoy en 2016 afirman que lo suyo, como los
escraches, es distinto, es democracia verdadera.
Los republicanos se rinden
¿Cuáles han sido las consecuencias de este oscuro tumulto en el que
ya han muerto cuatro personas?
Los críticos han callado; nadie ha puesto en duda la victoria de
Biden. Se ha reconstruido el consenso bipartidista, pues el sector
trumpista del Partido Republicano se ha sometido a los
never-trumpers. Y encima se ha dado la razón a los creadores de
opinión que han proclamado que Trump estaba preparando un golpe
blando para mantenerse en la Presidencia. Pero no creo que concluya
aquí la crisis de EEUU al estilo alemán, donde, desde hace años,
voten lo que voten los ciudadanos, gobierna Angela Merkel, la que
abrió la puerta a millones de inmigrantes asiáticos y africanos.
La ruptura social que comenzó Obama en su primer mandato (éste es el
único presidente reelegido desde 1940 con menos votos que en su
mandato anterior) y que llevó a Trump a la Casa Blanca se está
agravando. Casi la mitad de los ciudadanos está convencida de que
Biden y Harris ganaron mediante el preñado de urnas. Otro porcentaje
altísimo considera que vive en un país donde impera un racismo
estructural y la opresión patriarcal de los pronombres.
En estas circunstancias, con un sistema electoral indigno de la
potencia que envía naves a Marte y con una oligarquía que considera
que el pueblo que no vota como ella quiere es fascista, ¿qué modelo
de democracia puede ser EEUU para los demás países del mundo? ¿y qué
orden interno va a haber?
El vencedor, China
Ha pasado desapercibida la noticia de que la dictadura china no
permite a una misión de la OMS penetrar en el país para investigar
sobre el covid-19. Bill Gates, uno de los antitrumpistas más
destacados, dijo indignado en abril pasado que “China había hecho
cantidad de cosas bien” para combatir el virus. No se dice “virus
chino”, que es xenófobo; pero sí “cepa británica”, que es
europeísta.
El modelo social y económico que se nos va a presentar en los
próximos años será una mezcla de China roja y tecnocracia de
supuestos expertos sanitarios y económicos. De manera
incomprensible, millones de occidentales aceptarán permanecer
confinados en sus viviendas mientras tengan su iPhone y la paguita
con la que hacer pedidos a Amazon.
Yo voy a seguir leyendo El retorno de los dioses fuertes.
Los trumpiflautas y la jauría
Carlos Malpartida Libertad Digital 9 Enero 2021
El domingo pasado el periódico El Mundo publicaba un editorial y una
doble página interior sobre la libertad de expresión, los medios de
comunicación, internet y las redes sociales a propósito de una
sentencia en contra de la revista satírica Mongolia por la
utilización de la imagen de Ortega Cano en la promoción de un
espectáculo de dicha revista. El editorial comenzaba con la
siguiente frase:
La universalización de internet y la aparición de redes sociales que
pretenden sustituir a los medios de comunicación han provocado la
multiplicación de informaciones –no siempre contrastadas– y de
opiniones –que rozan a veces el insulto innecesario– cuya única
razón de ser es la de acumular likes y usuarios, sin importarles
cómo.
Ojiplático.
Hay un debate interesante aquí por lo que está suponiendo la
transformación de la comunicación y ese concepto genérico de opinión
pública del siglo pasado que viene mutando de una forma radical en
los últimos años. Los medios deben hacérselo mirar porque parecen
situarse en un punto equidistante, como si la responsabilidad no
fuera con ellos. Como si este mismo mecanismo de likes y usuarios (o
seguidores) no fuera también la forma con la que se relacionan con
su audiencia. Pero si en El Mundo lleva ya años publicando sus
cositas el Dios Tuitero. Al plato y a las tajadas. Los clicks
chungos y el conseguir tráfico a toda costa es cosa de los otros. De
los populistas. Los populistas son siempre los de la acera de
enfrente. Nosotros no, nosotros somos de los buenos.
Las redes sociales no pretenden sustituir a los medios porque no
creo que les haga falta (ahí están los ejemplos de Instagram y Tik
Tok), son los medios los que han entrado en las redes cambiando por
completo su relación con la información y la transmisión de la
misma. Incluso me atrevería a decir que han cambiado el uso que
hacemos los usuarios de las redes sociales desde que vieran que
había negocio, que era el futuro y se podía monetizar la presencia.
No hay un periodista en este país que no tenga cuenta en Twitter (o
no mire lo que pasa en la red social del pajarito, por muy Juan
Manuel de Prada que se sea). Desde hace unos años es Twitter, el
canal, más importante que el mensaje. La velocidad que el tocino. Y
en ese barro, en esa cochiquera, estamos todos metidos. Desde los
muertos de hambre que opinamos sin saber hasta los directores de
opinión y la intelectualidad de prestigio.
El problema de las redes sociales es que igualan de una forma
radical, uniformando, y al final un gran periódico tiene el mismo
formato, dentro de las plataformas, que cualquier usuario random.
Hay una homogeneidad impuesta que es trágica para los medios
tradicionales, ya que nada es sólido y tangible como lo eran antes
las noticias impresas en papel prensa.
Había ganas de matar al papel. Conseguido. Ya no hay jerarquía ni
orden y todo es múltiple, cambiante y a golpe de tuit, que no es
otra cosa que un titular sin noticia. Ahora no lloremos tanto.
Donald Trump es el Ortega Cano universal y planetario del que reírse
abiertamente sin riesgo a que te condenen. Con Trump hay barra libre
y consenso pleno. Aquí no hay debate, y menos desde España, donde
realmente la historia USA nos cae más bien lejos o lejísimos y se
puede estirar la caricatura sin arrobo de ningún tipo. Ayer, después
del aquelarre de los trumpiflautas visitando el Capitolio, al
presidente Trump le han bloqueado indefinidamente los perfiles de
Instagram y Facebook, y caerá en breve su cuenta de Twitter de la
misma manera. Pues ya está. Conseguido. A ver qué mente de nuestro
establishment periodístico se parte la camisa por la libertad de
expresión de todo un presidente de los Estados Unidos. Ese demonio
que no ha vuelto a reeditar mandato por los pelos de un calvo con
pelliza y cuernos (ni la más remota idea de si con pucherazo
incluido o no). Cuántos editoriales tendremos sobre lo que supone
para la libertad individual (pero también de prensa) el hecho de que
internet expulse a Trump.
A Trump se le odia en bloque y hay que echarlo de las redes porque
se ha enfrentado a los media reinventando por completo la relación
de un líder con sus seguidores y votantes. Ya está bien la broma. El
error del sistema que fue su elección en 2016 parece que se subsana
y podemos respirar tranquilos porque desde Silicon Valley velan por
nosotros y lo correcto y verdadero de nuestras opiniones. No te
salgas del carril que te veo, mongolo.
En el artículo que mencionaba al inicio hay también unas
declaraciones de Arcadi Espada sobre un concepto que viene usando
desde hace tiempo y que a mí me gusta especialmente por lo que tiene
de animal y feroz: la jauría. Arcadi Espada compara las hordas de
las redes con esos perros en busca de presa y a la caza y que te
pueden condicionar la escritura si se sienten ofendidas. La turba
pero en más bicho. Lo que ahora se llama "cultura de la cancelación"
en bonito. Arcadi sabe que en eso de la jauría los hay también de
baja intensidad, de tapadillo, de incógnito y al disimulo. Difuso el
término, aunque quede muy plástico y cinegético. Siempre hay alguno
azuzando (si no es el mismísimo Mark Zuckerberg) y las redes son
sistemas organizados y camarillas. Muchas jaurías y muchísimos
pelajes. Lo realmente difícil, por definición imposible, es ir por
libre y al final es todo muy gregario. Están construidas y pensadas
así de origen. Internet nos quiere en falange y lo hacen todo para
que así sea. El huevo antes que la gallina. Del like al retuit o al
posicionamiento y visibilidad web. Aquí creo que está la mandanga
del asunto y a ver quién es el guapo que le pone el cascabel al gato
o al perro rabioso en este caso.
Más dudas. ¿Quién vigila al vigilante? ¿Es Internet un ente neutral
y aséptico o tiene sus propios intereses? ¿Deberían los medios de
comunicación abandonar unos soportes que no controlan y de los que
no son dueños? ¿Hay otros soportes posibles? ¿Lo del miércoles fue
un golpe de Estado?, ¿de verdad? ¿Habrá algún tipo de reacción
social en redes por la simpatizante de Trump abatida a tiros? ¿Quién
dice lo que que es mentira y verdad de lo que se publica en una red
social? ¿El dueño de la red social? ¿Edu Galán?
Ay, quién maneja mi barca, quién.
Trump destruye su legado
Daniel Rodríguez Herrera Libertad Digital 9 Enero 2021
De no ser por su repulsiva personalidad, probablemente habría
conseguido no sólo la reelección sino ser recordado como uno de los
grandes.
Es la quinta ocasión desde que las elecciones presidenciales de
Estados Unidos se deciden por votación popular en que se presentan
objeciones en la sesión conjunta del Congreso dedicada a certificar
los resultados. La primera tuvo lugar en 1969, a cuenta de un
elector que se negó a votar a Nixon, un suceso más bien
procedimental. Las tres siguientes han tenido lugar durante este
siglo, en concreto tras las derrotas de Al Gore, John Kerry y
Hillary Clinton. Es decir, que ha pasado en todas las últimas
elecciones presidenciales que ha perdido la izquierda, algo que
seguramente sabe muy poca gente porque durante estas últimas semanas
los medios que han berreado sobre la inexistencia de precedentes
para la situación actual se han cuidado muy mucho de recordarlo. De
modo que las peticiones de varios congresistas republicanos a favor
de Donald Trump sólo tenían de particular que es la primera vez que
lo hacía la derecha.
Si todo se hubiera quedado ahí, y especialmente si como consecuencia
el Partido Demócrata hubiese tragado con la necesidad de mejorar los
mecanismos electorales de los estados donde se ha esforzado por
relajar las leyes que permiten controlar algo el fraude,
probablemente los republicanos habrían conservado sus dos senadores
por Georgia y, con ellos, el Senado, y sobre todo el asalto al
Capitolio no habría tenido lugar. Un asalto que, por cierto, tampoco
sucede por primera vez, ni mucho menos. La última tuvo lugar en una
fecha bien reciente, en concreto en 2018. Pero como fueron
izquierdistas protestando por la confirmación del juez Kavanaugh los
medios no le dieron ninguna importancia, claro.
Es cierto que este asalto ha sido mucho más grave, empezando porque
en esta ocasión la policía ha disparado y matado a varios
asaltantes, tras tratar con guante de seda a los anteriores. Es
cierto que simbólicamente es mucho más grave que aquel, y también
que las decenas de manifestaciones violentas que la izquierda del
Black Lives Matter lleva protagonizando desde este verano, en las
que se ha destruido buena parte del centro de las ciudades, se han
quemado comisarías y han muerto una docena de personas. Pero, por
favor, que no se pongan moralistas ni la izquierda norteamericana
que ha hecho arder el país ni la española que acosó las sedes del PP
en día de reflexión, ha convertido en socios de Gobierno a golpistas
y llamó a asaltar el Congreso y no logró hacerlo únicamente porque
nuestros antidisturbios son mucho, pero que mucho mejores que los
norteamericanos. Sánchez, Iglesias, Errejón y toda su banda criminal
han perdido el derecho a quejarse de prácticamente nada de lo que
les pase, ni personalmente ni a sus partidos.
Pero es lo de siempre: como la izquierda, con su inmenso poder
mediático, siempre se encarga de minimizar, cuando no de exaltar, su
violencia política, pero la derecha no está por la misma labor, lo
que hace la derecha es lo único que queda en la retina alimentada
por la manipulación televisiva. Y este asalto al Capitolio permitirá
a los demócratas borrar lo que han hecho durante los últimos cuatro
años, el intento de golpe de Estado del FBI a cuenta de la falsedad
rusa, la violencia en las calles, el martilleo constante sobre un
supuesto fascismo de Trump que sólo existía en sus propias palabras
y acciones. Ahora el fascismo estaría probado y justificaría todo lo
que han hecho y, sobre todo, la destrucción que planean acometer de
todo lo bueno que ha hecho Trump, que ha sido mucho, y que de no ser
por su repulsiva personalidad probablemente le habría permitido no
sólo la reelección sino ser recordado como uno de los grandes.
Con 50 senadores más el voto de desempate de la vicepresidenta
Harris, pero con algún senador centrista como Joe Manchin, lo único
que Biden podría haber desmontado son las medidas tomadas por
decreto ley, que a su vez podrían haber sido reinstauradas en el
futuro por otro presidente. Ahora, pese a contar con la mayoría más
exigua en la Cámara en los últimos 20 años y la mínima
imprescindible en el Senado, es más que probable que hasta
encuentren en este asalto la justificación incluso para las medidas
más graves, como acabar con la necesidad de contar con 60 senadores
para aprobar casi todas las leyes o incluso aumentar el número de
magistrados en el Supremo e incorporar como estados a Puerto Rico o
Washington DC para garantizarse una mayoría interminable en el
Senado. Además, esta acción hace mucho más difícil que se mantenga
unida la coalición entre los republicanos de toda la vida y los
nuevos votantes que Trump ha llevado a su partido.
En definitiva, lo único que le quedaba a Trump tras su derrota, su
legado, va camino de ser destruido por completo. Y en este caso él
es el único a quien culpar.
La biblioteca de 'La vuelta del comunismo'
de Federico Jiménez Losantos (Parte 2)
Nuria Richart recorre con Federico Jiménez Losantos la extensa
bibliografía utilizada para su nuevo ensayo La vuelta del comunismo
(Espasa, 2020).
Nuria Richart Libertad Digital 7 Enero 2021
En el apartado de bibliografía que cierra el nuevo libro de Federico
Jiménez Losantos, La vuelta del comunismo, figuran 134 libros (88
españoles y 46 traducidos). Los contó el también escritor y director
del programa Música y Letra en esRadio, Andrés Amorós.
Federico Jiménez Losantos llegó un día a Libertad Digital con un
maletón y una gran caja. Me fue a buscar a la redacción... y me dejó
hacer los honores. Ambos estaban llenos de libros, más un centenar.
Juntos los fuimos sacando, comentándolos y, cuando nos quisimos dar
cuenta, habían tomado su despacho en la sede de Libertad Digital:
mesas, sofás, sillas. Impresionante. Pero lo que hasta allí había
traído Federico desde su casa no era una pila de libros, sino las
llaves de una vida dedicada a encontrar la verdad e identificar al
gran monstruo liberticida y criminal, una religión sustitutoria
llamada comunismo. Dice en La vuelta,
La naturaleza proteica, cambiante y engañosa del comunismo no altera
su condición esencial: la de ser una doctrina contra la propiedad
privada que necesariamente destruye la libertad individual y
cualquier forma de Estado de derecho.
Buena parte de la bibliografía "autobiográfica" tiene que ver con la
idealizada Segunda República española, las elecciones fraudulentas
de 1936 y la Guerra Civil. Biografías, ensayos, libros de estrategia
militar, de memorias, de historia... Hechos ocultados o falseados,
víctimas olvidadas o golpes inventados, como el atribuido al coronel
Segismundo Casado. En estos andurriales nace el pecado original de
la izquierda actual.
Nadie vio llegar la República, y la tenían encima. Nadie vio llegar
el Golpe, y lo estaban anunciando. Nadie vio llegar la guerra civil,
y ya la había proclamado el PSOE de Largo Caballero.
Otro montón son los de la historia de los grupos terroristas y
revolucionarios marxistas de la última década del franquismo, por
ejemplo el FRAP, y su vinculación con la China de Mao Tse-Tung.
Otra parte de la biblioteca son libros sobre los Iglesias, "una
dinastía leninista". Ese abuelo, Manuel Iglesias, que "le puso
tantas velas a Dios que acabó confundiendo al Diablo", y es que pasó
de presidir un Tribunal Militar republicano que dictó penas de
muerte a ser "el primer propagandista del régimen de Franco y censor
moral". O el padre, Javier Iglesias, que tiene un libro sobre los
años de la guerra cuya tesis es "que todo el que no era de Stalin
era un miserable", nos cuenta Federico. También forman parte de esta
biblioteca varios libros sobre el nieto, Pablo Iglesias y Podemos,
"que es el FRAP" y su intento por deslegitimar la transición
española, cuando "la democracia la traen los franquistas y los
comunistas y el PSOE, pero muy al final".
En la entrevista Federico Jiménez Losantos analiza esa vuelta del
comunismo que "admira a la ETA". Dice, "hay muchos que quieren ser
criminales por procuración: no me atrevo a matar pero me gusta que
éste mate por mí. Es el rojerío que se lleva ahora. Yo no sería
etarra pero yo admiro a los etarras. Y en eso está Podemos"
Por supuesto en la biblioteca hay otros tantos volúmenes sobre los
crímenes y el latrocinio en la Venezuela bolivariana de Chavez y
Maduro. En la entrevista nos comenta Federico "el comunismo mágico"
al que se entregan estos dos delirantes líderes socialistas.
La tesis de este libro: lo de menos es si cobraron o no de la
narcodictadura y cómo. Lo esencial es lo que hacían para que les
pagaran.
Y más libros, por ejemplo, sobre teoría marxista, Freud o los nuevos
"viejos" comunismos, modelos morales totalitarios calcados de aquel
mayo de 1968 que tras la caída del muro de Berlín resucitaron en las
universidades.
El fascismo siempre son los otros. La democracia, siempre ellos
Son los que Federico llama "los frentes secundarios del comunismo"
cuyo objetivo es sustituir "cualquier barrera moral por el principio
del placer, de la revolución, de hay que destruirlo todo" y, sobre
todo, "partir la sociedad y la familia". El último capítulo del
libro de Federico recoge un texto de Ratzinger en el que describe
cómo "las ideas de la revolución sexual del 68, incluyendo la
pedofilia, tomaron la Iglesia desde dentro".
Pasen y vean. Este reportaje es la segunda entrega. La primera está
disponible pinchando aquí.
https://tv.libertaddigital.com/videos/2020-12-17/la-bibliografia-de-la-obra-la-vuelta-del-comunismo-de-federico-jimenez-losantos-parte-1-6076136.html
******************* Sección "bilingüe" ***********************
Un año de Pedro Sánchez, de largo el peor
presidente de la historia de España
ESdiario 9 Enero 2021
Este Gobierno ha agravado todos los problemas sobrevenidos en un
tiempo terrible y ha generado otros, muy graves, que no existían y
ha inducido de manera irresponsable.
Se cumple un año de la investidura de Pedro Sánchez como presidente
del Gobierno y ni en la peor de las pesadillas el balance hubiera
sido peor. Nada funciona en España y, a los problemas inevitables
como la pandemia, se le han añadido otros irresponsablemente
inducidos por el peor Ejecutivo de la democracia.
Incluso en la crisis sanitaria, motivada por un virus ajeno a la
responsabilidad de cualquier dirigente, su rendimiento ha oscilado
entre la negligencia, el error y el ocultismo.
Primero desechó las incontables alertas internacionales; después
escondió su retraso con un estado de alarma tan prolongado como
ineficaz y, finalmente, se quitó de en medio, dio por vencido al
virus y ha alimentado la tercera ola con su indiferencia absoluta.
La misma que le lleva, aún hoy, a esconder hasta la cifra real de
fallecidos.
Grave crisis institucional
De todo ello se ha derivado una crisis económica sin precedentes,
que va a hipotecar el país tal vez por décadas y se demuestra con la
cadena de estragos en todos los epígrafes: el paro, la deuda y el
déficit están desbocados, a niveles solo superados en el mundo por
Argentina; el cierre de empresas se cuenta ya por decenas de miles y
los remedios anunciados son inútiles o contraproducentes. Porque más
gasto público con dinero europeo y más impuestos solo agravarán el
drama.
Sánchez ha agravado todos los problemas sobrevenidos y ha creado
otros nuevos en la peor gestión desde 1978
A todo eso, se le añade una crisis institucional sin precedentes,
sustentada en una agenda ideológica frentista que divide como nunca
a la sociedad española, resucita fantasmas absurdos del pasado y
excava trincheras donde deberían construirse puentes.
En lugar de entenderse con el PP; Sánchez ha optado por hacerlo con
Podemos, Bildu o ERC; convirtiendo en propia una hoja de ruta
marcada por la fractura, el populismo y el desafío a la
Constitución.
La degradación democrática que supone atacar a la separación de
poderes; poner en discusión el papel de la Corona o avalar las
aspiraciones rupturistas del separatismo completan un cuadro
desolador y retratan la catadura política de un presidente que en el
pasado hipotecó los valores clásicos de su propio partido y, en el
presente, alquila los cimientos del país: entonces fue para llegar y
ahora es para perpetuarse. Y siempre, al precio que sea.
Los cuernos de Abascal
Javier Somalo Libertad Digital 9 Enero 2021
Mientras Nicolás Maduro puede decir lo que quiera en Facebook y
Twitter y nadie ve riesgos inminentes, el verdadero peligro del
asalto al Capitolio está en que lo emule Santiago Abascal en el
Congreso de los Diputados o en el mismo Palacio de La Moncloa. De
hecho, aunque ni se le ocurra, ya se le puede condenar porque no
cabe duda alguna de que se le va a ocurrir. Quizá en vez de con
cuernos, como imagina Isa Serra o los memes de siempre y hasta una
parte del PP, irrumpa a lomos de Babieca blandiendo la Tizona y
acompañado por un batallón de arcabuceros de los Tercios. No lo ha
hecho pero lo hará. La izquierda siempre ha tenido querencia por el
pre-crimen, como le hicieron, entre otros muchos, al juez Javier
Gómez de Liaño.
Sin embargo, intentan borrarnos los episodios que sí han sucedido.
Este viernes, El País llevaba a su portada digital la siguiente
pieza memorable: “ESPECIAL. Reconstrucción visual de los momentos
más tensos del asalto”. Se refieren al Capitolio. No hubo
reconstrucción similar ni ESPECIAL alguno cuando la Generalidad de
Cataluña dio un golpe de Estado en toda regla, se asaltó todo lo
asaltable y se destruyeron coches patrulla de la Guardia Civil
robando el armamento del interior. Los Jordis usaron aquellos coches
de tarima para arengar con vistas.
Una secretaria judicial, Monserrat del Toro, tuvo que huir por el
tejado de la Consejería de Hacienda donde se estaban practicando
registros porque nadie podía garantizar su seguridad. Sí se vieron
imágenes “violentas” de —no contra— la Policía y a la famosa Marta
“dedos-rotos” que no recordaba qué mano era la gravemente lesionada
ni el momento exacto en el que fue mancillado su honor.
Pretenden también borrar las espontáneas estrategias de rodear el
Congreso de los Diputados que ahora se quedan en que “queríamos
rodearlo pero no entrar”. Porque las intenciones de la izquierda sí
son buenas o así hay que presumirlas. Ellos no iban a hacer nada
malo aunque lo tuvieran planificado; Abascal va a entrar con Babieca
y los Tercios aunque no lo haya imaginado. Porque la ley de la
izquierda dicta que es Vox, y no Podemos o ERC o Bildu, el que está
frontalmente opuesto a la democracia, como Trump. No importa que el
propio Abascal haya condenado el lamentable espectáculo del
Capitolio porque —también el PP insiste en ello— lo ha hecho de
forma tibia y recordando otros episodios en los que no se denunció
nada y eso no puede ser. Si se va Trump se tiene que llevar a
Abascal para que vuelva el orden al planeta. Es la alerta
antifascista global
Es mejor que se vaya Trump, pero no es mejor que venga Biden. Las
elecciones americanas han sido sucias y el proceso electoral
necesita una auditoría urgente para ser realmente democrático. Pero
los escándalos sólo alarman cuando benefician a la derecha y la pena
es que con un personajillo como Donald Trump y con el grave asalto
al Capitolio se haya perdido la oportunidad de desenmascarar de una
vez por todas a ciertas facciones demócratas que no merecen la raíz
de su nombre y que campan por todas partes sin llevar cuernos.
Vox todavía no ha asaltado nada. Por eso les sale kétchup cuando les
dan pedradas en la cabeza y por eso Santiago Abascal tuvo el
capricho de llevar escolta desde joven. Un excompañero suyo del PP
ha dicho este viernes: “Trump, Iglesias, Abascal, Puigdemont & Co
son la misma mierda”. Se llama Borja Corominas, es el sustituto de
otro Borja, Sémper, y no le recuerda nadie en la constitución del
Ayuntamiento de Llodio en 2003 junto a Carlos Urquijo y el propio
Abascal. Era el PP vasco protegiendo la legalidad frente a ETA, la
que ahora aprueba Presupuestos. Conviene ver de vez en cuando aquel
episodio antes de meter a nadie en el saco de la “misma mierda”, más
que nada para no mancharse las diplomáticas manos por querer
resultar simpático a la clase dominante que ya se codea con los
asesinos de siempre.
Mal camino lleva el PP de Casado y Teodoro si también pretende
aprovechar la caza a Trump para acabar con Vox, salida de sus
entrañas. Al fin y al cabo, los Puigdemont & Co, los Iglesias, los
de Bildu y hasta Maduro suelen escribir “la misma mierda” que el
fino Corominas. Si ya quieren coincidir hasta en eso… tendremos
siempre más de lo mismo.
Y a Isa Serra, que es la que imagina a Abascal astado, sólo cabe
recordarle las palabras que dirigió a una mujer policía:
Hija de puta, zorra, que te follas a todos los policías municipales.
Vergüenza, si fuera tu hijo tendría que cogerte un arma y pegarte un
tiro.
Y no llevaba cuernos.
Fallos del Estado
Juan Manuel López Zafra. vozpopuli
9 Enero 2021
"¿Qué entendemos por 'fallo del mercado'? Normalmente, nos referimos
al fracaso de un sistema más o menos idealizado de instituciones
trabajando bajo precios de mercado para sostener actividades
'deseables' o para impedir actividades 'indeseables'" Francis M.
Bantor.
La iluminación de las calles, el encintado de las aceras, el
transporte de pasajeros y de mercancías por ferrocarril, la
provisión de infraestructuras como las carreteras y los aeropuertos…
todos ellos son ejemplos habituales que se estudian en las
facultades de Economía y en las escuelas de Negocios de todo el
mundo para explicar los denominados 'fallos del mercado'. En su
clásico de 1958, La anatomía del fallo del mercado, Bantor explicaba
por qué falla el mercado y por qué el Estado debe corregir esos
fallos. El precio como sistema de información deja de tener sentido
cuando el mercado falla.
No voy a entrar a recordar la enorme cantidad de casos que,
diariamente, la prensa y mis colegas se empeñan en mostrar para
justificar mayores niveles de intervención pública, a costa de
reducciones crecientes de libertad. Las crisis bancarias o las
quiebras de autopistas son sólo algunos ejemplos recientes de la
necesidad de un Estado corrector y salvador, en el que la
desaparición de cualquier agente privado resultaría en el ahorro de
desgracias personales, sociales y empresariales; cuando se plantea
que la quiebra es necesaria, entonces los mismos te dicen que no,
que ellos vinieron para salvar incluso a quien arriesgó más de lo
que debía, creando la diabólica paradoja del salto al vacío con
paracaídas, airbag y flotador. El límite es el socialismo,
representado en nuestro Gobierno por la coalición Unidas Podemos,
para la que el propio mercado estorba. La socialdemocracia que
defiende la otra parte del Ejecutivo (y que orienta al principal
partido de la oposición) es más sutil y suele plantear con tanta
displicencia como suficiencia que el mercado es estupendo, salvo por
esos errores que ellos han venido a corregir.
La mayor operación logística desde la Segunda Guerra Mundial está en
marcha. Desde hace semanas sabemos la fecha en la que la primera
dosis de la vacuna contra el SARS-CoV-2 iba a estar disponible.
Luego supimos la hora a la que se administraría y conocimos a los
primeros beneficiados. El Estado nos daba una lección a todos
aquellos que planteamos que debe ser del menor tamaño posible.
Incluso algún partisano presente en las instituciones nos da “jaque
mate” a los liberales ante la evidencia de que "la vacuna no se
vende, sino que se distribuye", obviando los cerca de 20 dólares que
cobra Pfizer por cada dosis. No importa, “el mercado ha fallado, y
el Estado te salva.”
Inmunidad de rebaño
En el caso de España, y según informaciones que los medios llevaban
repitiendo semanas, la farmacéutica distribuiría alrededor de
350.000 dosis semanales para alcanzar, al cabo de 12 semanas, un
total de 4,3 millones. El ministro Illa, por entonces a tiempo
completo, hoy tan preocupado por la pandemia como por su candidatura
a la Generalitat, avanzaba hace algo más de un mes que entre 15 y 20
millones de españoles podrían estar vacunados contra la covid-19
para mayo o junio. Unos días después, la euforia del hoy candidato
crecía y le llevaba a afirmar que el 70% de la población lo estaría
al final del verano, utilizando la mentira piadosa de Fauci ante una
inmunidad de rebaño que sólo se alcanzaría, realmente, con el 90%
inmunizado. En todo caso, hablamos de más de 33,5 millones de
personas vacunadas a finales de septiembre.
Da igual cómo hagamos las cuentas. Es sugerir la dificultad de la
empresa, y los defensores del Estado saltan para explicarnos
nuestros pecados y exigirnos disculpas por dudar de la palabra.
“¡Negacionista!” gritan los mismos que hablaban de gripe hasta bien
entrado marzo, los mismos que rechazan la existencia de 80.000
muertos directos por la enfermedad. Demuestran los fallos de mercado
recordando que ha sido el el Estado quien ha financiado la
investigación de la vacuna, mostrando un gráfico… que resultó ser
falso y que la propia BBC, fuente secundaria del mismo, tuvo que
rectificar.
Han pasado menos de dos semanas desde que empezó la campaña. Cuando
aún no ha acabado el viernes, el Ministerio de Sanidad informaba de
que el número de dosis administradas representaba hasta ese momento
menos de una de cada tres de las distribuidas. El día cuatro de
enero, el candidato Illa, en su papel de ministro, se felicitaba por
su magnífica gestión (esa que el presidente Sánchez ha calificado
como “sobresaliente”) y hablaba de la correcta evolución del plan,
mientras prometía que se alcanzaría la velocidad de crucero esta
misma semana. Su secretaria de Estado, Silvia Calzón, hablaba a las
pocas horas del inmenso esfuerzo de España y de Europa y de la
transparencia del gobierno que le nombró y que la universidad de
Oxford desconocía sólo 48 horas antes. The Economist califica de
glacial el ritmo de vacunación europeo, sin posibilidad de
comparación con el 1-2% de los EE. UU. o del Reino Unido, y a años
luz del 19.55% de la población ya vacunada en Israel.
Da igual cuáles sean las razones. El retraso en la decisión de pagar
a los laboratorios para asegurar la vacuna es una de ellas; mientras
aquí discutíamos si la asistencia a una manifestación era cuestión
de vida o muerte, el presidente Trump se había ya reunido, una
semana antes, con la fuerza de choque contra la covid19 (el comité
de expertos, ese, sí, con nombres y apellidos) de las principales
empresas farmacéuticas y biotecnológicas para informarse de las
posibilidades de la vacuna; mientras en verano la administración de
Trump avanzaba un pago de 2.000 millones de dólares a Pfizer para
asegurarse 100 millones de dosis y 50 millones de vacunados antes
del verano del 21, con la vacuna aún en sus primeros estadios de
desarrollo (lo que técnicamente se denomina comprar a riesgo), la UE
dudaba entre esperar un poco más o sólo un poquito más. Cuando
llegas el último a la cola de la desesperación, es muy complicado
que nadie te deje pasar.
Sabemos que Cataluña no dispondrá de los congeladores para almacenar
la vacuna hasta mediados de febrero; sabemos que Madrid ha comprado
dos ultra congeladores, pero no sabemos si están o no disponibles en
este momento. Al ritmo actual, el 70% de la población estaría
vacunada dentro de casi cinco años, y los 15 primeros millones lo
estarían en los primeros meses de 2023. Todos esperamos que esto no
ocurra y que, efectivamente, se pueda acelerar el proceso con la
llegada de más vacunas a los centros de salud.
Esta es la historia de un fracaso basado en la mentira, en el engaño
y en la creación de expectativas falsas, algo habitual en los
políticos, a lo que estamos acostumbrados pero que no acabamos de
penalizar con la fuerza suficiente. Una empresa privada desarrolla
una vacuna en tiempo récord, la entrega de acuerdo con las
condiciones pactadas, y otras empresas privadas de transporte la
distribuyen a los centros designados. El Estado, que previamente ha
expulsado a casi todos los proveedores privados de salud con su
política de ausencia de precios (la famosa sanidad “gratuita”), se
ve entonces reflejado en el espejo de su incompetencia y resulta
incapaz de llevar a cabo la tarea que él mismo se ha arrogado en
exclusiva. El mercado ha cumplido, quien falla es el estado.
La papeleta envenenada
Eduardo Goligorsky Libertad Digital 9 Enero 2021
La papeleta del PSC es la pantalla detrás de la cual se ocultan
todas las mentiras y las traiciones que han sido la marca de fábrica
del PSOE.
El ciudadano español nacido o radicado en Cataluña que se ha dejado
dominar por las ensoñaciones míticas y las emanaciones telúricas y
se ha enrolado en cualquiera de las sectas que se disputan con saña
fratricida el usufructo de la tribu, tendrá a su disposición un
abanico de papeletas con una sopa de letras para armar el scrabble
de la independencia. Su compatriota español nacido o residente en
Cataluña que optó por disfrutar de los valores de la sociedad
abierta, compartida con sus conciudadanos libres e iguales
repartidos por el resto de la piel de toro, tendrá a su disposición
las papeletas de Ciudadanos, el Partido Popular y Vox para preservar
y robustecer los derechos y libertades sustentados por la
Constitución de 1978.
Habrá otra papeleta. Una papeleta envenenada. Con las siglas PSC.
El mayor fraude
La tildo de envenenada porque todas las otras apelan a los votantes
adictos a sus respectivos programas, con una propuesta clara, que a
unos atrae y a otros repele, pero sin trampas. Cada cual sabe lo que
desea conseguir con su voto y elige la papeleta en función de este
deseo. En cambio, la papeleta del PSC es la pantalla detrás de la
cual se ocultan todas las mentiras, los engaños y las traiciones que
han sido la marca de fábrica de su casa matriz, el PSOE, desde los
tiempos del agitador guerracivilista y correveidile chavista José
Luis Rodríguez Zapatero hasta ahora.
El mayor fraude lo perpetraron los embaucadores del PSOE en las
elecciones del 10 de noviembre del 2019 con papeletas impregnadas en
la cicuta del perjurio. Estas le dieron el triunfo –relativo– a
Pedro Sánchez, y al día siguiente el Gran Felón, que se había
comprometido a no pactar con los comunistas de Unidas Podemos,
corrió a abrazarse con Pablo Iglesias y lo entronizó, junto a su
corte familiar y partidaria, en puestos clave de la gobernabilidad
del Estado. Con luz verde para conspirar contra la clave del arco de
bóveda constitucional encarnado en la Monarquía parlamentaria y
contra la cohesión territorial de España, urdiendo pactos espurios
con los rufianes supremacistas y con los albaceas de los matarifes
terroristas.
Vulnerables al timo
Ahora la papeleta impregnada en el veneno de la felonía es la que
postula a Salvador Illa para la presidencia de la Generalitat de
Cataluña. Entrevistado por la directora adjunta de La Vanguardia,
Lola García (3/1/2021), Illa miente con la misma soltura con que lo
hizo el doctor Sánchez en su campaña preelectoral. “No va a haber un
gobierno del PSC con ERC, ni apoyo a ningún gobierno liderado por
nadie que defienda la independencia (...) No hay posibilidad de
formar gobierno con ERC, pero eso no significa que no se pueda
llegar a pactos”. Siempre ese “pero” que encubre la coartada para el
amancebamiento. En este caso para el tripartito ERC, PSC, Comuns,
que pone de los nervios a los energúmenos puigdemontistas y que
sentará como una patada en los dientes a los constitucionalistas
que, vulnerables al timo, voten al PSC.
Porque este tripartito entre renegados del socialismo histórico,
supremacistas étnicos y paleocomunistas antisistema es el que
votarán, a ciegas, quienes depositen en la urna la papeleta
envenenada del PSC.
La cruda realidad
En otro tramo de la entrevista, Lola García pone al candidato ante
uno de sus embustes y le pregunta: “¿Cómo puede confiar la gente en
un político si miente?”, y el interpelado solo atina a responder con
evasivas.
No hay evasiva que valga cuando se hace el balance de la cruda
realidad. Lola García le pregunta al candidato: “¿Qué Catalunya
quieren que vuelva? ¿La del Tripartito?” Él responde: “La Catalunya
en que todos nos hablábamos, puntera en avances sociales,
económicos, que tenía ambición, cohesión social, excelente en
sanidad”. Precisamente la que puso en marcha el hoy ninguneado Josep
Tarradellas y después desmontaron gradualmente los depredadores
pujolistas y sus sustitutos tripartitos. Hoy los patrocinadores de
la decadencia, socialistas y puigdemontistas, cohabitan en la
Diputación de Barcelona, y socialistas y esquerranos y colauitas
cohabitan en el Ayuntamiento de Barcelona, con parecidos
contubernios repartidos por todo el Principado.
A la papeleta del PSC debería acompañarla, en honor a la verdad, la
enumeración de los aportes reales y no ficticios del partido madre,
el PSOE, al escenario idílico con el que nos quiere engatusar
Salvador Illa: pésima gestión anárquica de las sucesivas olas de la
pandemia; cogobierno con los promotores de la transformación de
España en un mosaico de enclaves étnicos sovietizados; aprobación de
una ley que penaliza la enseñanza y el uso de la lengua común de
todos los españoles e hispanoamericanos y que además estimula la
desidia y la mediocridad en las escuelas; ofensiva contra el Poder
Judicial acompañada por iniciativas para indultar o amnistiar a
delincuentes contumaces con sentencia firme; relaciones
preferenciales con países sometidos a dictaduras totalitarias de
estirpe comunista, chavista, peronista, islamista o sencillamente
ajena a la civilización occidental.
El antídoto
No es tarea fácil condensar tanto veneno en una papeleta. La
degeneración sanchista del tronco socialista lo ha conseguido.
¿Es esta la sociedad que el ciudadano fiel al ideario socialista
quiere legar a sus hijos? Deberá pensarlo antes de votar. Y deberá
pensar también que abstenerse implica allanar el camino a estos
indeseables. Solo falta exigir que las cúpulas del Partido Popular,
Ciudadanos y Vox, que son el antídoto para el cúmulo de venenos que
atacan a España, estén a la altura de sus responsabilidades. De
común acuerdo, mejor.
ETA y el efecto Qadesh
Victor V. Cotobal larazon 9 Enero 2021
La batalla del Qadesh entre Ramsés II (Egipto) y Muwatalli (Hatti),
1274 a. C., en la región que hoy conocemos como Turquía y Siria es
la primera gran guerra de la historia que se puede reconstruir
gracias a los numerosos documentos que hemos obtenido, sobre todo
egipcios. Los hattitas cuando tenían al ejército de Ramsés II
sitiado se preocuparon tanto de conseguir las riquezas que había en
el campamento rival que propiciaron el repliegue de los egipcios, y
estos finalmente consiguieron que los hattitas huyeran. Pero después
de la batalla las huestes de Ramsés II no pudieron continuar con su
plan expansionista por la merma de su ejército que fue el gran
perjudicado. A grandes rasgos este sería el primer relato bélico de
nuestra era en la que nadie nunca se ha atrevido a escribir quien
ganó debido a que los hattitas, casi con seguridad los vencedores,
se vieron aplastados por la maquinaria propagandística de la época.
Fueron los egipcios quienes tallaron en piedra una gran victoria
pese a la derrota. Miles de años después la historia se repite si
contextualizamos a ETA y sus organizaciones satélites.
Históricamente diferentes Gobiernos han intentado ganar la batalla
al terrorismo y ser los valedores de la derrota de ETA, acabar con
la banda asesina era la máxima prioridad de todo aquel que se ponía
al frente del Ejecutivo, sobre todo cuando los muertos se apilaban a
las puertas de La Moncloa. También, forma parte de nuestra historia
que a lo largo de más de medio siglo son muchas las ocasiones en las
que el ansia por rentabilizar los innumerables éxitos policiales y
querer llevar al extremo las negociaciones han propiciado una
reorganización de los terroristas cuando estaban prácticamente
desahuciados. Y qué decir de los atentados de ETA que poco a poco se
ven difuminados por las contranarrativas y lo malicioso que supone
aceptar el término “conflicto” donde solo hubo víctimas y verdugos.
Una vez más la propaganda del perdedor crea realidades de victoria y
como sucediera con el ejército de Muwatalli (Hatti) la historia no
es para el vencedor sino para quien la escribe.
Pero el “efecto Qadesh” en el 2021 d. C. se vuelve ahora contra ETA,
o mejor dicho, contra lo que queda de ellos tras su mutación hacia
las Instituciones. Las víctimas del terrorismo son la memoria de las
atrocidades de la banda asesina y de ahí nace el afán de los
terroristas por rentabilizar la desmemoria lo antes posible. Pero
estas prisas permiten a la sociedad replegarse y posibilita la
reacción de quienes no podemos olvidar. Gracias a ese adelanto sobre
la ficción abertzale y a querer reescribir la historia durante la
guerra, la justicia, que es justa, vuelve a enjuiciar al “gordo”
(Otegi). Los ciudadanos, que siempre han querido compensar el dolor
de las víctimas, han puesto precio a la captura de los terroristas
más buscados por la Policía Nacional y la Guardia Civil, e incluso,
recientemente han duplicado la recompensa inicial. La cuantía es
simbólica, pero representa el poder de la ciudadanía, y el valor es
máximo porque son donaciones voluntarias. Hoy la sociedad despierta
y reacciona con claridad bajo el lema #StopHuidosETA aportando
fondos para localizar etarras huidos de la justicia y esto es debido
a la ansiedad de ETA por amortizar lo que no han conseguido todavía;
relegar a las víctimas del terrorismo.
Egipcio o Hattita, el “efecto Qadesh” no entiende de bandos, pero sí
de historia, y la historia se repite.
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