Filomena: el Gobierno sabotea la
reconstrucción en Madrid
EDITORIAL Libertad Digital 12 Enero 2021
Las temperaturas inusualmente bajas van a complicar los trabajos de
retirada de nieve en Madrid, una de las comunidades más afectadas
por el temporal de nieve Filomena. El descenso térmico propiciará la
aparición de numerosas placas de hielo, lo que hará aún más
peligrosa la circulación de vehículos y personas e impedirá una
rápida retirada de la ingente cantidad de nieve acumulada en vías,
calles y tejados.
Así las cosas, la solicitud de declaración de zona catastrófica para
Madrid anunciada por el alcalde de la capital, José Luis Martínez
Almeida, parece de todo punto razonable, en vista de los graves
perjuicios que va a sufrir la ciudad y, por su condición de gran
nodo nacional, buena parte del resto de España.
Pero, como era ominosamente de esperar, el Gobierno social-comunista
se ha precipitado a rechazar tal demanda, que tiene por objeto
movilizar recursos económicos y adoptar medidas ventajosas de tipo
fiscal para compensar las pérdidas de las miles de empresas que han
visto notablemente perturbada su actividad.
Una vez más, Pedro Sánchez y sus socios se sirven de la adversidad
para castigar a una región que se resiste a caer en sus manos,
aunque para eso tengan que menoscabar gravemente los intereses de la
ciudadanía.
Madrid es una zona estratégica crucial para el transporte aéreo,
ferroviario y terrestre. El colapso de sus infraestructuras provoca
necesariamente problemas de distribución que afectan al resto del
país, lo cual es especialmente grave justo cuando se está
procediendo a la distribución de las vacunas contra el covid-19.
Pero nada de esto detiene a la banda de Sánchez e Iglesias,
dispuestos a todo con tal de perjudicar a José Luis Martínez Almeida
y a Isabel Díaz Ayuso, dos políticos que, con su trabajo cotidiano,
ponen aún más de manifiesto la ruindad de los peores gobernantes de
la democracia.
Las ciudades congeladas por la negligencia
de la Administración Pública
ESdiario 12 Enero 2021
Es inaceptable que millones de ciudadanos estén aislados en sus
casas y barrios por una congelación que sus ayuntamientos no
atienden mientras derrochan en nimiedades y sueldos.
Millones de personas siguen hoy atrapadas en sus casas, en todo el
centro de España, por la desastrosa gestión preventiva y reactiva de
la borrasca Filomena, que ha exhibido todas las vergüenzas de una
Administración Pública cuyo oneroso coste no da, al parecer, para
algo tan elemental como paliar el hielo primero, con el reparto
masivo de sal, y retirarlo a continuación, con los medios técnicos
oportunos.
La responsabilidad del Gobierno Central es evidente, pues a él le
compete la activación de la respuesta cuando recibe la alerta
oportuna: su galopante fracaso se resume en los miles de vehículos
particulares y de transportes enterrados literalmente en las
autovías porque nadie, en la víspera, hizo algo tan sencillo como
prohibir la circulación.
Hace un año este mismo Gobierno recibió alertas internacionales
sobre el coronavirus que desechó sistemáticamente hasta que ya era
tarde, amplificando con ello los inevitables estragos de una
pandemia que en toda Europa ha golpeado con dureza pero en casi
ningún sitio con la intensidad de España.
Y ahora, de nuevo, ha vuelto a ignorar los precisos avisos de la
Agencia Estatal de Meteorología, aumentando con ello los efectos de
un temporal que añade más daños y frustración a una población
agotada por tantos desastres concatenados.
Pero las administraciones locales tampoco tienen nada de lo que
presumir. La práctica totalidad de los municipios madrileños, con la
capital y toda su corona metropolitana incluidas, permanece
literalmente congelada tres días después de la gran nevada, con
miles de calles anegadas por el hielo sin ninguna atención
municipal. Y algo similar sucede en Castilla-La Mancha.
No hay excusa que justifique este abandono, que pone en riesgo la
integridad física de millones de personas, paraliza empresas y
colapsa la actividad económica, tan perjudicada ya durante meses de
agotadora pandemia.
Otro desastre con Filomena: ni quisieron verlo venir ni atienden los
estragos
Y no hay coartada porque todos esos ayuntamientos disponen de
amplios presupuestos que a menudo les permiten duplicar servicios ya
existentes y engordar artificialmente su parafernalia pública con
toda laya de auténticos chiringuitos que solo sirven para esquilmar
el erario público e inflar la industria política local.
Pero no para disponer de quitanieves, tractores y otros medios
capaces de atender a una ciudadanía que sufraga las Corporaciones
pero ahora es abandonada a su suerte. Auditar el gasto y el
rendimiento de la Administración Pública es una urgencia inaplazable
que la crisis global que sufre España exige a voces: el ciudadano no
puede ser una mera excusa para sostener un despilfarro sistemático
que le olvida en el momento que más necesidades tiene.
Sánchez ausente, Gobierno congelado
Editorial ABC 12 Enero 2021
Cuatro días después de que comenzara la intensa nevada provocada por
el temporal Filomena, el Gobierno por fin se abrió ayer a declarar a
Madrid, y quizás a otras provincias, zona catastrófica. Pero por el
momento sigue declinando hacerlo hasta tener una valoración más
detallada de los múltiples daños. La tormenta ha arrasado
literalmente zonas de la capital, tres millones más de ciudadanos
que residen en localidades de la comunidad anexas llevan ya casi
cien horas inmovilizados, y en algunas de esas poblaciones hay un
incipiente desabastecimiento de productos esenciales. Las
dificultades, agravadas aún más por temperaturas extremadamente
bajas, también afectan en distinta proporción a una treintena de
provincias.
Jurídicamente, el Gobierno aún no declara zonas catastróficas porque
no quiere, no porque haya impedimentos de ningún tipo. Se ha
propuesto rebajar la gravedad y excepcionalidad de esta tormenta a
la espera de acontecimientos, lo cual es sintomático de que Pedro
Sánchez no se encuentra cómodo ante crisis sobrevenidas como ésta,
que ha superado con creces las previsiones meteorológicas y las
expectativas de todas las administraciones. Pero precisamente por
eso, porque España se ha visto superada, la situación demanda un
liderazgo que Sánchez se niega a afrontar. Cinco días después, sigue
sin comparecer ante la opinión pública y sin responder a los motivos
por los que en situaciones menos gravosas el Gobierno sí ha
declarado emergencias que afectan a poblaciones menores que Madrid.
Si el Ejecutivo reconoce, como han hecho tres ministros, la gravedad
del temporal, no tiene demasiado sentido medir los tiempos como si
de obtener algún tipo de rédito político se tratase. El colapso de
seis millones de personas solo en Madrid así lo aconseja, y
escudarse en que primero es preciso hacer un ingente peritaje de
daños es retrasar lo aparentemente inevitable.
La supuesta paz entre administraciones de PSOE y PP se rompió ayer
con un notorio intercambio de reproches de pasividad, indolencia,
sobreactuación política o desinterés por las prioridades del
ciudadano. Antes o después, la cuerda de la leal colaboración tenía
que romperse mientras los ciudadanos se afanan en colaborar para
restablecer la normalidad, dentro de lo posible, ayudando a
sanitarios, a enfermos, a miembros de las fuerzas de seguridad, a
bomberos o al Ejército. Pero lo cierto es que Sánchez está
inexplicablemente ausente. Su aparato habitual de propaganda ha
decidido que su protagonismo público sea muy inferior al que le
diseñó para el seguimiento de la pandemia y ha limitado al extremo
su protagonismo como «portavoz» de esta crisis. La única explicación
posible es que no quiere asumir desgaste alguno y por eso acota la
respuesta del Gobierno a criterios puramente técnicos, delegados
sobre un reducido número de ministros. Antes no dudaba en insuflar
«resiliencia» y «moral de victoria» a los ciudadanos. Ahora
permanece ausente para que las responsabilidades solo salpiquen, en
su caso, a presidentes autonómicos y a alcaldes. Sánchez huye de la
asunción de daños cuando ya es posible tomar conciencia de su
entidad. Si no incurre en una dejación de funciones, al menos lo
parece.
No obstante, la ciudadanía está dando de nuevo un ejemplo de
solidaridad a una clase política a la que parece resultarle
imposible entenderse cuando más lo exige la situación. Ese ejemplo
es doblemente valioso si se compara con la gestión de la otra
vertiente del Gobierno, la de Podemos. Con Pablo Iglesias
literalmente desaparecido y con su demagogia limitada solo a
intoxicar en las redes sociales, esta es la segunda gran crisis en
la que Iglesias desaparece como si no fuese vicepresidente del
Gobierno. Debe ser que esta inmensa nevada no afecta a «asuntos
sociales» de los ciudadanos.
glesias amenaza a Sánchez con kilovatios
de demagogia
OKDIARIO 12 Enero 2021
Podemos parece empeñado en desenterrar el hacha de guerra y Pablo
Iglesias trata de culpabilizar a Pedro Sánchez de la subida de la
luz. En el fondo, lo que hace la formación morada es tratar
inútilmente de tapar sus vergüenzas y su demagogia. Fue Podemos el
que culpó al Gobierno de Mariano Rajoy de estar detrás de las
subidas en el precio de la electricidad durante el mandato del PP y
hasta el hoy ministro de Consumo, Alberto Garzón, se permitió el
lujo de llamarle indecente por estar al servicio de las eléctricas.
Resulta que con un gobierno socialcomunista la subida del precio de
la luz ha superado todos los récords históricos y ahora Podemos,
que forma parte del Gobierno, quiere tapar su hipocresía acusando a
Pedro Sánchez de no hacer nada por evitar el incremento de la
factura eléctrica.
A estos chicos habría que levantarles un monumento al cinismo. En
lugar de declararle la guerra a las eléctricas y culpabilizarlas
del incremento del precio de la luz, Pablo Iglesias podría revisar
la última factura de su chalet de Galapagar y comprobar cómo las
dos terceras partes de la factura son impuestos. De modo que ya sabe
el vicepresidente segundo lo que tiene que decirle al presidente:
“Pedro, esto no es de recibo”. Pero no lo hará, porque el IVA, los
impuestos a las ayudas al carbón, los impuestos autonómicos y
otras cargas fiscales que engordan la factura son el sustento que
alimenta las arcas del Estado y, en consecuencia, el líder podemita
exigirá que Sánchez meta en cintura a las eléctricas. Hubo un
día no muy lejano que incluso pidió su nacionalización.
Lo que le ha ocurrido a Iglesias es que una cosa es predicar
-llenarse la boca de demagogia- y otra bien distinta dar trigo. En
el primer año del socialcomunismo, la luz ha registrado en enero
subidas mayores que las registradas durante el Gobierno de Rajoy.
Prometieron ayudas sociales, bonificaciones para los más
desfavorecidos y, a la hora de la verdad, el precio se dispara
estando ellos en el Consejo de Ministros. En todo caso, los
kilovatios de demagogia con los que Pablo Iglesias amenaza a Pedro
Sánchez van a tenernos entretenidos durante un tiempo. Otra crisis
de Gobierno en ciernes. La sangre, seguramente, no llegará al río,
pero Podemos agitará las redes sociales para tratar de culpabilizar
al presidente del Gobierno de la subida. Esto de erigirse en
oposición, con la boca pequeña, al mismísimo Ejecutivo del que
forman parte es de aurora boreal. Y Alberto Garzón, ministro de
Consumo, el que acusó a Rajoy de indecente cuando subía la luz,
calladito en su despacho. Se ha puesto de canto mirando a Cuba.
El odio demócrata contra Trump
Francisco Marhuenda larazon 12 Enero 2021
La decisión de los demócratas de comenzar un nuevo impeachment
contra Trump por “incitación a la insurrección” muestra claramente
que quieren una confrontación dura y frontal con los republicanos.
Es cierto que algunos congresistas y senadores de esta formación les
apoyan, sobre todo los damnificados por el actual inquilino de la
Casa Blanca, pero la gran mayoría, así como sus votantes no están
por la labor. El objetivo de la iniciativa es destruirlo
políticamente e impedir que se pueda presentar en 2024.
Es muy significativo que Biden haga apelaciones a la concordia
mientras Pelosi embiste como un miura. Me recuerda la doble cara de
nuestro gobierno, como el dios Jano, que dice una cosa con respecto
al PP y luego hace la contraria jaleado por la corte de periodistas
sanchistas y neosanchistas. Biden ganó las elecciones, pero Estados
Unidos ha quedado más dividido, si cabe, de lo que estaba. El odio
irracional de Pelosi, que sufrió las afrentas de Trump lo acabará
convirtiendo en un mártir para sus seguidores. Al tratarse de un
“juicio” político, emprendido por la oligarquía demócrata con la
aquiescencia de los grandes electores republicanos ignorados por el
presidente, es difícil que alguien interprete que existe la
necesaria imparcialidad ante una medida tan grave.
El concepto “incitación a la insurrección” es complicado
jurídicamente, porque habría que determinar que hubo una orden para
que ese esperpéntico grupo de trumpistas entrara violentamente en el
Capitolio. En otras ocasiones he expresado mi rechazo ante tamaña
barbaridad, así como a la acusación sin pruebas de un fraude
electoral masivo. Esa inmensa mayoría de votantes republicanos, que
siguen apoyando al presidente, solo verá el odio de sus rivales que
forman parte, como sucede con Biden, Harris o Pelosi, de la elite
que gobierna la nación desde su fundación. Es muy significativo que
los tres nacieron en el seno de la clase alta y que llevan toda la
vida ocupando cargos públicos.
Pelosi es hija y hermana de alcaldes de Baltimore y es congresista
desde 1987, además de estar casada con un millonario que tiene una
modesta fortuna de más de cien millones. Harris es hija de
“inmigrantes” que eran un profesor de economía en Stanford y una
reconocida bióloga que trabajó en prestigiosas universidades. El
“humilde” Biden es nieto de un millonario del petróleo. No hay más
que ver los miembros de su futura administración, como el
multimillonario John Forbes Kerry, hijo y nieto de magnates y casado
con una Heinz. Es fácil de comprobar su afinidad con los votantes de
clase media y baja de Trump.
El objetivo no es Trump. Es usted
Santiago Navajas Libertad Digital 12 Enero 2021
Con la Casa Blanca, el Congreso, el Senado, Twitter, Facebook,
Google y la inmensa mayoría de los periódicos y televisiones en
manos de la izquierda, en EEUU sólo queda como salvaguarda de la
democracia constitucional el Tribunal Supremo. Pero, ahora que llega
Joe Biden, recordemos a Roosevelt y cómo lo asaltó para imponer su
agenda intervencionista pasando por encima de los límites
constitucionales.
En estos últimos meses se ha producido la toma de las redes sociales
por parte de la izquierda. Twitter canceló la cuenta del New York
Post por sacar durante la campaña electoral los trapos sucios del
hijo de Joe Biden. En los últimos días Twitter ha retirado la cuenta
a Trump pero se la mantiene a Maduro, y no dice nada sobre la
propaganda del Gobierno comunista chino que blanquea y niega la
totalitaria opresión que ejerce sobre los uigures. Entonces se
produce un trasvase masivo de usuarios a Parler, pero inmediatamente
Google retira la app de la red social alternativa y Apple amenaza
con hacer lo mismo. Finalmente Amazon trata de expulsar a Parler de
sus servidores.
Quédense con este acrónimo, GAFA, porque se hablará mucho de él a
partir de ahora. Google, Amazon, Facebook y Apple.
¿Está justificada la expulsión permanente de Donald Trump de
Twitter? El asalto de sus seguidores al Capitolio, ¡con muertos!,
fue el Rubicón que no se debió traspasar. La analogía correcta para
entender lo que ha hecho Jack Dorsey, el CEO de Twitter, es recordar
cómo Florentino Pérez expulsó a los Ultras Sur del Estadio Santiago
Bernabéu. Pero la doble vara de medir de medios como Twitter a la
hora de evaluar las amenazas a la convivencia de movimientos como
Black Lives Matter, que no se cortan al amenazar con que "sin
Justicia no habrá Paz”, de Maduro y del dictador comunista chino, Xi
Jinping, nos muestra que a las redes sociales hegemónicas no les
preocupa el peligro de incitar a la violencia, sino crear un modelo
de ciudadano unidimensional e incapaz de disentir del relato
consagrado por los poderes establecidos.
Google despidió a un empleado, James Damore, porque cuestionó de
manera razonable las tesis del feminismo de género, devenido en
dogmas de secta. Trump es un peligro para la democracia, pero
todavía más Sundar Pichai, el fascistoide CEO de Google, nuestro
Citizen Kane tecnológico, que forma parte de GAFA, los que se
arrogan el privilegio de dictar lo que puede decirse, lo que puede
publicarse, lo que puede hacerse en la actual democracia digital.
Ahora que las grandes tecnológicas que controlan el bien más
preciado, la información, se están confabulando contra el interés
público y los derechos de los ciudadanos (censurando cuentas,
capando aplicaciones, filtrando información) es relevante releer a
Adam Smith:
Las gentes de la misma industria rara vez se reúnen, aunque sólo sea
con fines de celebraciones y fiestas, sin que la conversación acabe
en una conspiración contra el público.
No lo dude: el objetivo de la censura en la colusión entre el Estado
dominado por la izquierda y las Big Tech de Silicon Valley no es
Donald Trump sino usted.
¿Por qué las Big Tech apoyan las políticas
progresistas totalitarias?
Redacción https://rebelionenlagranja.com 12 Enero 2021
Por su interés reproducimos el artículo publicado por Emmanuel
Rincón en ElAmerican
«Se acabó el tiempo en que citábamos a Orwell para advertir sobre un
futuro distópico en el que se impondría una dictadura del
pensamiento único, actualmente ya llegamos a esa horrible etapa que
durante décadas el mundo fue vaticinando. El totalitarismo de las
Big Tech ha escalado, el presidente de Estados Unidos ha sido
oficialmente expulsado de todas las plataformas mediante las cuales
hoy la humanidad interactúa. En el siglo 21 si usted no tiene
Facebook, Twitter, Instagram, correo electrónico, usted
prácticamente no existe, hoy en día incluso sin alguno de estos
elementos en muchos países usted ni puede abrir una cuenta bancaria,
no puede acceder a ciertos empleos, y por supuesto, olvídese de
hacer carrera política o incluso montar una empresa si no puede
ingresar a las plataforma de interacción que mueven los hilos del
mundo.
Cada vez parecemos más al primer episodio de la tercera temporada de
Black Mirror “Nosedive”, en él las personas son calificadas a cada
momento por sus interacciones diarias y según la puntuación pueden
tener acceso a vivir en mejores zonas, optar a ciertos trabajos,
alquilar un auto, o incluso pedir créditos bancarios; en ese
sentido, si a un grupo de personas no le gusta su actitud, le
calificarán de forma negativa, irá perdiendo puntaje, y en un abrir
y cerrar de ojos usted podría desaparecer del mundo real basado en
un algoritmo virtual.
Pero probablemente todo esto usted ya lo sabía, lo que de seguro se
estará preguntando es, ¿por qué las Big Tech apoyan el totalitarismo
de izquierda? ¿Por qué Donald Trump es asesinado en el mundo virtual
mientras los terroristas de Medio Oriente, el líder iraní que incita
a la muerte de Israel, el tirano Nicolás Maduro, el Partido
Comunista de China, y muchos otros violadores de Derechos Humanos e
incitadores de violencia sobreviven en el espacio informático
mientras los conservadores estadounidenses son desaparecidos como si
se tratara de campos de exterminio?
¿Tiene esto que ver con ideología? ¿Son Mark Zuckerberg, Jack Dorsey
y compañía unos comunistas fanáticos que detestan el capitalismo?
No, en lo absoluto, las políticas radicales que han seguido Twitter,
Facebook, Google, Amazon, Microsoft, Apple, y el resto de compañías
que conforman el núcleo de las principales Big Tech no obedecen a
motivos ideológicos, sí a motivos financieros y por supuesto,
políticos.
A mayor control e influencia política que posean las Big Tech, mayor
será su capacidad de seguir acumulando capital y de anular de forma
sistemática a la competencia, en ese sentido les viene mucho mejor
aliarse con la vertiente doctrinaria de izquierda, que con la
derecha, ¿por qué? Una derecha libertaria creyente de libre mercado
y con pocas regulaciones podría permitir el auge de nuevas empresas
que destronen el imperio monopólico que hoy ostentan estas
compañías, mientras que administraciones estatizadas de izquierda,
pueden continuar imponiendo regulaciones que protejan el monopolio
de estas compañías, y a su vez, lo único que ellos deben hacer es
posicionar, proteger y montar en el poder a los políticos que van a
obedecerles a ellos. Es un negocio redondo, un quid pro quo: el
monopolio de las Big Tech te lleva al poder, y a su vez el poder
protege el monopolio de las Big Tech.
De seguro usted también se preguntará, y estos multimillonarios como
Jeff Bezos, Bill Gates, entre otros, que constantemente se la viven
pregonando que los impuestos deben aumentar, que los ricos y la
clase media deben pagar más, ¿por qué sencillamente no donan sus
millones de dólares sin la necesidad de que sea el Estado quién
fiscalice y después “distribuya” a la población este dinero? La
respuesta es muy sencilla, es de hecho a los más ricos a quienes más
les conviene una tasa de tributación elevada, pues ellos ya poseen
grandes capitales, mientras que los emprendedores que pudiesen
destronarlos en un par de años van a ver ahogado su crecimiento con
los altos impuestos.
Evidentemente a las compañías que manejan Gates, Bezos, Zuckerberg y
compañía no les afecta pagar tasas elevadas de tributación, pero una
startup que deba tributar 30 %, 40 % o 50 % de sus ganancias, se va
a ver más comprometida para su desarrollo y probablemente se
estanque. Un dibujo infantil que vi en Twitter hace unos meses lo
ilustra de manera sencilla:
Las Big Tech y sus dueños se adhieren a las políticas progresistas
de izquierda porque son estos sus socios más favorables, una vez que
usted está en lo más alto ya no está interesado en el libre mercado
y el capitalismo salvaje que en algún momento le hizo surgir, ahora
le conviene más los Estados reguladores que puedan proteger sus
imperios de los pequeñitos que vienen tras la corona, y sí para eso
usted debe pregonar políticas identitarias, introducir en gulags
virtuales a todos los conservadores estadounidenses, promover las
causas irracionales que la izquierda patrocina y ser hábilmente
hipócrita con la censura de la violencia, pues el negocio está bien
hecho, después de todo, si usted controla la política, también es
capaz de controlar el mercado, y así de cierta forma se termina
transformando usted —los reyes de las Big Tech—, en una especie de
Poder Ejecutivo Supremo que surfea por encima de la República y los
poderes que de allí subyacen.
Evidentemente poco le importa ya a estas alturas a las Big Tech el
free spech y las libertades, ya no quieren o necesitan más
capitalismo de libre mercado, ahora lo que ellas requieren es el
capitalismo de amigos, ese que les pone una barrera llamada “Sección
230”, que impide a usuarios demandarles y convierte a sus empresas
en imperios intocables cubiertos en oro, transformándose así en un
equipo de hipócritas que va en contra de lo que dicen defender: la
misma izquierda impulsando —el corporativismo— mercantilista de una
pequeña elite, y esa pequeña élite destrozando el sistema que los
ayudó a convertirse en millonarios; todo sea en nombre del poder.
¿Pueden hoy Google, Facebook, Twitter ser destronados? ¿Pueden
desaparecer o ser derrotados por nuevos emprendimientos así como le
ocurrió a Blockbuster o Kodak? De hecho podrían, pero no bajo las
condiciones actuales, no bajo la protección que hoy el gobierno
estadounidense le ha brindado a estas empresas devenidas en un
monopolio que dictan lo que está bien y lo que está mal, lo que se
puede y no decir, y que han logrado con éxito gracias a sus
artimañas derrotar a un presidente electo de Estados Unidos
conduciendo a la opinión pública al odio sistemático hacia una
tendencia para proteger sus intereses.
Los ciudadanos libres del mundo deberíamos luchar y exigir que en
Estados Unidos sea abolida la sección 230 que protege al monopolio
tecnológico, ese que hoy cree tener la potestad para gobernar
nuestras vidas e imponernos una forma de pensar; contrario al
argumento falaz de algunos libertarios de que no podemos pedir
intervención del Estado para castigar al mercado, lo que se hace al
solicitar la remoción del 230 es precisamente exigir que sea
desmontada la protección estatal que hace inmunes a estas compañías
devenidas en centros de control del pensamiento.
Si los republicanos quieren tener la posibilidad de volver a
gobernar algún día en Estados Unidos, deberían estar dirigiendo
todos sus recursos para desmontar este monopolio, promover
manifestaciones masivas y pacificas en las afueras de las oficinas
de las Big Tech y volcar la opinión pública en contra de este
totalitarismo mediático para tumbar esta legislación que hoy atenta
contra la libertad de expresión, no solo de los ciudadanos
estadounidenses, sino de los ciudadanos del mundo que hoy son
pisoteados por unos jeques desde Silicon Valley y que ya han
demostrado ser capaces de hacer cualquier cosa para mantener su
poder absoluto sobre la opinión pública del planeta tierra.»
La persecución religiosa en cifras
La matanza eclesiástica por parte de la retaguardia republicana fue
total, produciéndose, tan solo en Cataluña, más de 2.400 asesinatos
Javier Barraycoa larazon 12 Enero 2021
Jordí Albertí, en “El silencio de las campanas”, establece una
sencilla regla sobre los que acometieron una atroz persecución en la
retaguardia republicana en Cataluña: si estaban organizados no son
descontrolados; y los anarcosindicalistas ni eran descontrolados ni
estaban desorganizados. Existían unos 200 Comités de Milicias y
Patrullas de Control en toda Cataluña. Establecieron centros de
detención, fueron a por personas concretas que tenían en listas
preparadas. Y sabían que hacer la Revolución empezaba por la
eliminación de la Iglesia. A partir del primer momento del 19 de
julio de 1936, la Iglesia católica catalana y sus miembros fueron
considerados indiscriminadamente como enemigos por los
revolucionarios, poco les importaba incluso el clero catalanista. La
persecución fue total, con la finalidad de acabar –simple y
llanamente- con el catolicismo en Cataluña. Incluso de daban casos
como el de Mn. Josué Roig Passalaigua de la población de Valls. Él
se consideraba, cosa extraña en aquella época, un “cura de
izquierdas”. Pero ni eso le salvó de ser martirizado.
Desde un punto de vista histórico, es indudable que hubo una
persecución religiosa, entendiendo como tal al hecho de ser
perseguidos hombres y mujeres por la simple pertenencia a la
religión católica. Evidentemente hubo asesinatos por motivos
políticos e incluso venganzas personales. Pero tampoco debemos caer
en la dicotomía de pensar que hubo mártires católicos por un lado y
asesinatos políticos por otro. Muchos de los jóvenes, hombres y
mujeres asesinados, no se pueden escindir en dos grupos separados:
católicos y políticos. Había infinidad de jóvenes que militaban en
partidos políticos, como el carlismo, la Falange, Renovación
Española, La Lliga o en la Unión Patriótica y a la vez eran
catequistas y eran miembros de la Acción Católica o fejocistas. Y
era más que frecuente la doble o triple militancia en todo tipo de
grupos. Los jóvenes de la Lliga también eran a su vez –muchos-
católicos comprometidos. Otros habían sido militantes del somatén, y
en esta milicia popular estaban apuntados carlistas, alfonsinos o
lligaires. Entre los miembros del Sindicato Libre había requetés,
pero también de otras formaciones políticas. En definitiva, que es
muy difícil discernir la causa formal por la que estaban en la
“lista negra”, pero en sus últimos momentos, la mayoría murió
manifestando su fe católica. Se puede comprobar que 144 sacerdotes
asesinados en Cataluña, mantenía una estrecha afinidad con el
carlismo, por ejemplo; al igual que hubo sacerdotes afines a la
Lliga. Pero evidentemente en sus causas martiriales sólo se hace
constar –y es lógico- su sacrificio por la fidelidad a la fe
católica.
Archivo
Hay cifras que ya se conocen, pero convienen ser constantemente
recordadas para darnos cuenta de la gravedad de los acontecimientos
que ocurrieron en la Cataluña de Companys. Aunque parezca mentira,
las cifras según las fuentes, aún bailan algo. Pero podemos dar por
válidos estos datos. A nivel eclesiástico, en Cataluña se produjeron
2.441 asesinatos. Entre ellos tres obispos catalanes (sin contar con
los que murieron en suelo catalán), 1.538 presbíteros, 824
religiosos y 76 monjas. Para poder tomar conciencia de la dimensión
de estos datos, cabe recordar que en Cataluña, en el año 1936, había
2.050 parroquias, distribuidas entre los Obispados de Tarragona,
Barcelona, Lérida, Vich, Gerona, Urgel, Tortosa y Solsona.
Igualmente, la Iglesia católica contaba con más de 900 casas
religiosas y unas 4.000 iglesias, santuarios o ermitas.
Las cifras son frías pero significativas y aquí sólo contabilizamos
clero diocesano, no religiosos ni religiosas. Las tomamos por
diócesis, según el estudio de Vicente Cárcel Ortí, “La gran
persecución, España 1931-1939″:
4 obispos asesinados: Irurita (Barcelona), Huix (Lérida), Borrás
(auxiliar de Tarragona), Polanco (de Teruel, ejecutado en Gerona en
1939).
Diócesis de Lérida: 270 clérigos asesinados, el 65% de los que
había. [Sólo Barbastro perdió un mayor porcentaje de clérigos: el
88%].
Diócesis de Tortosa: 316 asesinados, el 62% del clero.
Diócesis de Vic: 177 asesinados, el 27% del clero.
Diócesis de Barcelona: 279 clérigos asesinados, el 22%.
Diócesis de Gerona: 194 asesinados, el 20% del clero.
Diócesis de Urgell: 109 asesinados, el 20%.
Diócesis de Solsona: 60 asesinados, el 13% del clero.
Si observamos atentamente la distribución, veremos que en la medida
que vamos a las diócesis del norte de Cataluña, el porcentaje de
asesinatos disminuye. La explicación es sencilla: la proximidad con
la frontera permitió que pudieran escaparse más sacerdotes. Por el
contrario, Tortosa –junto a Barbastro, incluida en Lérida- fue la
diócesis que más sacerdotes perdió. En Lérida el factor clave
explicativo es que el anarquismo del POUM estaba muy arraigado y,
sobre todo, porque por ahí pasaron las columnas anarquistas que iban
al frente de Aragón. A su paso, dejaron purificada la retaguardia.
A los sacerdotes hay que sumar los miembros de las órdenes
religiosas. En Barcelona, por ejemplo, la diócesis contaba con la
presencia de 35 órdenes masculinas que agrupaban un total de 1.700
religiosos, de los cuales 425 fueron asesinados. Junto a ellos hay
que contar además a 112 religiosos procedentes de otras diócesis y
de diversas órdenes que se habían refugiado en la Ciudad Condal.
Igualmente las órdenes femeninas contaban con treinta familias y un
total de 7000 monjas de las cuales asesinaron a 76. De los 824
religiosos asesinados en Cataluña, se debe ponderar la cantidad con
los 2.500 que vivían en tierras catalanas, aproximadamente,
repartidos en 225 comunidades.
Insistimos en que estas estadísticas, deshumanizadas, sólo tienen
como intención hacerse una idea de la magnitud de la persecución en
Cataluña, comparándola con otras regiones. Si bien en aquella época
Cataluña podía representar un 15% de la población total de España,
los porcentajes de clérigos asesinados veremos que no se corresponde
con el conjunto de la persecución religiosa en España. Se calcula
que en zona republicana murieron asesinados unos 6.850
eclesiásticos. En Cataluña, unos 2.400, esto es un 35% del clero
español asesinado. También es interesante, comprobar el ritmo de
asesinatos. Éste no denota tanto un descontrol sino una prisa más
que urgente para cumplir con los objetivos revolucionarios. Los
datos, referidos a toda España, son nuevamente son escalofriantes:
Año 1936, antes del 18 de julio, día de la rebelión militar: 17
curas y religiosos asesinados.
Del 18 de julio al 1 de agosto: 861 clérigos asesinados.
Agosto de 1936: 2.077 asesinatos (más de 70 al día), incluyendo 10
obispos.
Asesinatos acumulados a 14 de septiembre: 3.400 sacerdotes y
religiosos asesinados (no contamos laicos) en menos de 2 meses. El
resto de las víctimas se repartirán durante los siguientes años de
la guerra. Entre los seglares, fueron 130 asesinados de la
“Federació de Joves cristians de Catalunya” a los que habría que
sumar los miembros de la Acción Católica.
Si nos ciñéramos a la definición actual de genocidio, dada por la
Corte Penal de Roma, veríamos que el caso catalán y español se
ajusta perfectamente en el caso eclesiástico: “Aniquilación o
exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos
raciales, políticos o religiosos”. Como diría Jordi Albertí:
“¿Pueden unos descontrolados matar 70 curas al día, que era la media
de agosto de 1936?”.
******************* Sección "bilingüe" ***********************
La banda de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias
Jorge Vilches. vozpopuli
12 Enero 2021
Leo en el periódico global que el país tiene una oportunidad única,
quizá la última, para transformar el sistema productivo gracias a
los fondos europeos. ¿Cuál es el obstáculo? La oposición al
Gobierno, la derecha, que no muestra ninguna “complicidad” con el
impulso transformador de la “mayoría progresista”. Porque si uno
quiere cómplices es mejor buscarlos en los escaños de Bildu o de
ERC, ¿no?
El problema de España es que no tiene Gobierno, a pesar de contar
con 23 ministerios. No lo tiene desde la moción de censura, allá por
2018. Realmente tiene un grupo al servicio de Pedro Sánchez que a
trompicones va tejiendo una red que impida que el socialista caiga
al suelo. Un Gobierno es otra cosa, es la organización del mando,
que obtiene la confianza social a través del ejercicio racional y
útil de los poderes públicos para el bien común. La banda de Sánchez
e Iglesias no se acerca a esta definición ni de lejos.
Un Gobierno de verdad hubiera asumido la responsabilidad de
enfrentarse al peligro de la pandemia por la covid-19 en el mes de
enero de 2020, o incluso en febrero, como hicieron sus homólogos
europeos. No fue así. Falló a la sociedad española, mintió, escondió
la cifra de muertos y luego se presentó como el salvador. Solo pensó
en acaparar los poderes con la declaración del estado de alarma, al
objeto de excretar decretos-leyes con los que cimentar su hegemonía
política. No actuó por el bien común, la salud, sino por el bien de
sus dirigentes.
La banda de sanchistas y podemitas que ocupa el poder ejecutivo no
utilizó los poderes públicos para enfrentarse al problema, a la
pandemia, sino para inaugurar la “cogobernanza”; es decir, para
lavarse las manos y que las autonomías asumieran la responsabilidad.
No hubo coordinación, ni una única legislación, ni un auxilio igual
y programado. Fue un desastre bochornoso en el que el Gobierno
nacional acusó a los ejecutivos autonómicos del partido de la
oposición, y estos hacían lo que podían sin ayuda, cada uno por su
cuenta, contra los ataques de la prensa orgánica y de los grupos
izquierdistas locales. Los socialcomunistas hicieron política con la
muerte. Quizá eso sea “transformar”, pero queda feo.
Otro tanto ha pasado con el temporal Filomena. Un grupo que se hace
llamar “Gobierno” tiene que ser previsor, usar los poderes públicos,
el presupuesto, el capital humano y los medios oficiales de
comunicación para minimizar los daños. Es más; si fueran
inteligentes se podrían haber apuntado un éxito sin precedentes:
carreteras limpias, aeropuertos despejados, vías férreas en
funcionamiento, la UME preparada, accesos a hospitales y centros de
salud, anuncio de un plan de ayudas a zonas catastróficas, y
contención del precio de la electricidad bajando los impuestos. Es
posible que sea mucho pedir para una banda preocupada por asegurar
sus poltronas cambiando el régimen por la puerta de atrás.
Otro golpe de Estado en Cataluña
En un año este “Gobierno” se ha encontrado con dos catástrofes y ha
sido incapaz de actuar como tal; es decir, como un órgano que genere
confianza social en el uso de sus poderes. Y si tiene lugar una
tercera desgracia, los dioses no lo quieran, se mostrara a la misma
altura de inutilidad. Si antes del verano de 2021, tras el indulto a
los políticos presos, tiene lugar otro golpe de Estado en Cataluña,
¿qué hará la banda de Sánchez e Iglesias? ¿Alguien duda de que
hablarían de “diálogo”, de “no judicializar la política”, de
“sentarse a hablar”?
En esta circunstancia, con la prueba fehaciente de que no es un
Gobierno, que no se ajusta a su definición ni a la actuación de sus
homólogos continentales, ni pasados ni presentes, ¿cómo va a
gestionar los fondos europeos con eficacia? Lo más probable es que
haga dos cosas: despilfarrar y comprar con privilegios a sus aliados
nacionalistas en el Congreso de los Diputados. Mientras, la economía
se hundirá. No hay más que oír las soluciones de las izquierdas:
ante un problema, subir los impuestos. Incluso se han quejado de que
la gente saliera con un pala a quitar la nieve de sus portales.
Cuando un país sufre una crisis, lo que espera es que el grupo que
asume el poder ejecutivo tenga el mando y que lo ejerza con
responsabilidad. En España, los ministros socialcomunistas
estuvieron escondidos cuando estalló la pandemia y han hecho lo
mismo con el temporal Filomena. Sánchez ha tardado 48 horas en
hacerse la foto saliendo de su coche y metiéndose en el ministerio
del Interior, como si tuviera que ir a ese edificio para enterarse
de lo que pasa o dar órdenes. Peor ha sido el comportamiento del
líder del “partido de la gente”, escondido en su casoplón para que
nadie le pregunte por la subida de la electricidad un 27%. No
olvidamos las veces que dijo en la oposición que metería mano a las
compañías eléctricas para que no hubiera “pobreza energética”. Era
mentira. Demagogia barata.
Mientras la nieve se acumulaba en las aceras y tejados, los
ciudadanos han ido acumulando desconfianza hacia un banda que se
borra cuando hay que trabajar, asumir responsabilidades, prever
peligros y solucionarlos; esto es, cuando se trata de ser un
Gobierno de verdad. La clave es que mientras los socialcomunistas
relajaban la presencia territorial del Gobierno de España para crear
un “nuevo Estado más plural y democrático”, en palabras de Iglesias
cuando se aprobaron los PGE, la naturaleza se puso en contra y dio
la justa medida de esta banda: un desastre.
Las guerras de nuestros antepasados
Fernando Sánchez Dragó. https://gaceta.es 12 Enero 2021
Así se llamaba una novela de Delibes. Estamos en el año de su
centenario…
¡Ah, no! Lo estábamos hace once días. Un despiste, pero es que el
2021 va a ser parecidísimo al 2020. ¿Diferencias? Sólo tres: ha
nevado a cántaros, en el sillón de la Casa Blanca va a sentarse un
pelele invertebrado de modales femeninos y en el de otro pelele, que
aún es vicepresidente, acomodará sus robustas posaderas una señora
de heteropatriarcal firmeza. Signo de los tiempos… Cambio de roles
en ese martirimonio (no es errata, sino neologismo) y posible
cambio, también, de asientos y de funciones al frente del Imperio.
Biden acabará en silla de ruedas, en andador de geriátrico o a
hombros de sus muñidores antes de que su magistratura acabe y
Cruella de Harris trasladará su palanquín de reina sin corona al
Despacho Oval y rematará el Cuatrienio Negro. Cosas veredes, Sancho
Pueblo…
Quizá, incluso, verás a Némesis Pelosi, que ahora se tienta la ropa
por lo que de sus oscuros manejos pueda filtrarse, convertida en
vicepresidente (con e de ente, que en latín es palabra inclusiva) de
lo que fuera Imperio y ahora dejará de serlo para que el fiel de la
balanza del poder y de la corrupción globalizadora aúpe a China o a
Rusia.
O a las dos. La historia siempre es bipolar. Pero todo ese arrastre
y crujir de muebles carece de importancia en lo que atañe a la
lúgubre similitud del año entrante con el que ya se ha ido. No hay
herramienta de igualdad más poderosa que el rasero de la peste.
Razón concomitante llevan en eso, y sólo en eso, las derechas y las
izquierdas: el virus nada sabe de ideologías, de creencias, de
fronteras, de colores de la piel, de sexos, de bolsillos ni de
costumbres…
De edades sí, porque los jóvenes, con sus jaranas, están haciendo
todo lo posible para que los viejos casquen. ¿Y yo entre ellos?
«¡Piruletas que son piruletas! ¡Piruletas que son pirulón!» Eso
cantábamos, a comienzos de los sesenta, en el patio de la cárcel de
Carabanchel quienes en nuestra juvenil e indocta inocencia,
desprovista de anticuerpos, creíamos que al llegar la democracia los
caciques dejarían de lucir barriga, las suegras de tener bigote y
las chicas de decir que no.
Bromas aparte, y volviendo al virus, bien harían las coristas de la
Latina, digo, las Irene girl’s, digo, las funcionarias del
Ministerio de Igualdad de un solo carril, si eligieran la imagen
esferoide del Covid como logotipo de la ridícula institución que las
acoge.
Ya estoy divagando, como de costumbre… Tal es, al fin y al cabo, lo
que suelen hacer quienes escriben en la prensa más por vocación
literaria que por afán de periodismo. ¡Perdón, perdón! Me centro y
paso a explicar por qué he puesto a mi columna el título de una
novela de Delibes.
Estaba dándole vueltas al esperpento —puro Valle-Inclán, puro
Callejón del Gato— del Capitolio mientras me duchaba y llegué a la
conclusión de que la tragedia de la Guerra de Secesión americana se
estaba repitiendo como farsa. Esa frase es, seguramente, la única en
la que Marx, aquel cínico, atinó. Las guerras civiles, y la de los
Confederados frente a los Yanquis lo fue, no terminan nunca. Que nos
lo digan a nosotros. Siguen y siguen y siguen, sangrando y supurando
por heridas que tardan siglos, si no milenios, en cerrarse. Odio
entre hermanos. Familiares otrora bien avenidos que sacan las uñas
cuando el notario abre el testamento.
No fue casual, sino causal, que en la zarrapastrosa reyerta del día
de Reyes, como gran sorpresa (o no) del roscón ultramarino, se
mezclaran las dos banderas, las del Sur y las del Norte, de igual
modo que aún ondean entre nosotros la estelada, la señera, la
ikurriña, la tricolor y, por supuesto, la rojigualda en su doble
versión: la constitucional y la aguileña. Hay otras. Incluso, por si
fuesen pocas, la del Arco Iris, que también, como las restantes,
alude a una guerra civil tan enquistada y antigua, en este caso,
como el mundo: la de los sexos. Comenzaron Adán y Eva, y luego llegó
Satanás y sopló. Sodoma y Gomorra llegaron luego.
¿Sabían ustedes que España, metrópoli que fue de la Iberosfera para
luego quedarse en poco, es la nación en la que más guerras civiles,
desde las púnicas, ha habido? No es opinión, sino dato. Pero de eso
hablaré otro día.
Y también lo haré de Trump, que ya es un héroe para media América
—no se le achaque el graznido de quienes en Washington hicieron el
ganso… Hasta en las mejores familias hay ovejas negras, friquis,
adefesios, lobos de Yellowstone, Cojos Manteca, galopines,
podemitas—, pero que si la Pelosi, las brujas de su cónclave, los
papagayos y papanatas pesebreros de las grandes cabeceras
mediáticas, y los fachas antifas de la corte de los milagros
neoyorquina y californiana insisten en aplicar la vigésimo quinta
Enmienda y/o en la segunda intentona de reprobación, llegará a ser
mártir, además de héroe, y él, o alguno de sus avatares, que están
al caer, regresará a la Casa Blanca al galope de setenta y cinco
millones de votos.
Con todo y con eso, que hoy por hoy no pasa de ser futurología
inducida por la fecha, lo único seguro es que 2021 figurará en el
nomenclátor de las calendas, que no serán griegas, sino romanas,
como Segundo Año de la Peste. Aclaro para los del Informe Pisa y la
Ley Celaá que en la Hélade no había calendas, por lo que las suyas
no llegaban nunca, pero en Roma sí: el día primero de cada mes. Ya
es casualidad, y con ello cierro, que el título de la primera novela
de Delibes, con la que en 1947 obtuvo el Nadal, fuese La sombra del
ciprés es alargada.
Ímaz Martínez, el primer asesinado por ETA
en Navarra
Murió tras recibir por la espalda nueve tiros, comenzando la lista
de 42 víctimas mortales que la banda terrorista se cobró en la
región
Jaime Barriuso larazon 12 Enero 2021
La noche del sábado del 26 de noviembre de 1977, dos miembros de la
banda terrorista de ETA asesinaron al comandante Joaquín Ímaz
Martínez, jefe de la 64.ª Bandera de la Policía Armada y de Tráfico
de Pamplona. El atentado se produjo a las 22:15 horas. Acababa de
dejar a sus amigos, compañeros de la partida de chinchón que solía
reunirles el sábado por la tarde en el casino Eslava de la
pamplonica plaza del Castillo. Ímaz iba a recoger su automóvil, un
Renault 10, aparcado junto a la plaza de toros. Dos terroristas se
aproximaron por la espalda y le dispararon nueve tiros. Murió en el
acto.
Ímaz se sentía amenazado y había predicho que lo matarían a
traición. No quería llevar pistola porque decía que sería inútil, ya
que lo asesinarían por la espalda. Tampoco quiso aceptar la
protección que ofrecía el servicio de escolta, para no exponer a
otros compañeros.
Nuestro Ímaz era navarro por los cuatro costados. Hijo de Gerardo
Ímaz Echavarri, capitán de la VI Bandera de la Legión, muerto en
combate en la Guerra Civil, a raíz de la toma de Bargas (Toledo), el
3 de octubre de 1936, y nieto de Felipe Ímaz Echavarri, veterano y
mutilado de la Guerra de Cuba. Por parte de madre, era hijo de
Carmen Martínez Úbeda, navarra claro está, y nieto de José Martínez
Morea, natural de Oteiza, notario y exconcejal del Ayuntamiento de
Pamplona. Dos de sus tíos maternos, Jesús y Guillermo, también
murieron combatiendo en la Guerra Civil. El primero, en Somosierra,
como requeté de la Columna García-Escámez, y el segundo, en la
batalla del Ebro, como cabo en la 22.ª Compañía de la Legión.
Joaquín siguió la vocación familiar y con 19 años ingresó en la
Academia General Militar. De teniente estuvo destinado en el
Batallón de Montaña Antequera 12, de guarnición en Jaca, y de
capitán, entre otras unidades, en el Tercio Sahariano Don Juan de
Austria, VII Bandera destacada en el Aaiún (Sahara), y en varios
regimientos de Infantería como el de Cazadores de Montaña Barcelona
63 (Berga), el Garellano 45 (Bilbao), así como en el América 66 de
Pamplona, heredero del América 14, emblemática unidad navarra en la
que habían servido su abuelo, su padre y sus tres tíos, también
oficiales de Infantería.
En 1973, al ascender a comandante, Ímaz volvió a la Policía Armada
como jefe de la 63.ª Bandera, de guarnición en San Sebastián. La vía
del nacionalismo vasco independentista, que eligió el terrorismo
como medio de conseguir sus objetivos a través de la ETA, había
estrenado, hacía cinco años, su historia de muerte. En Guipúzcoa
todavía no había matado a nadie, limitándose a cometer atentados
contra cosas y personas. Ímaz consiguió desarticular en San
Sebastián a parte de la banda. Coordinó y dirigió la captura de 14
etarras, responsables de atentados con explosivos y de varios robos
a mano armada.
En 1974 fue destinado a Pamplona. Su vil asesinato, tres años
después, conmocionó esa tranquila ciudad. El funeral, al que
asistieron 2.000 personas, se celebró en la parroquia de San
Francisco Javier, donde Joaquín y Teresa habían contraído
matrimonio.
Dejó viuda a Francisca M.ª Teresa Azcona Hidalgo, también de
ascendencia navarra, y huérfana, a Carmen, su única hija, que iba a
cumplir ocho años y estaba preparándose para hacer la Primera
Comunión. Teresa Azcona quedó destrozada, al igual que la madre del
comandante, que todavía vivía, Carmen Martínez Úbeda, viuda de
guerra, como se ha indicado. Ella declaró a la prensa:
«Joaquín era muy patriota. Serio y formal. Muy pamplonica y muy
amante de la familia. Llevaba una vida muy sencilla, le gustaba la
música y, sobre todo, las tertulias en el casino. Los domingos iba a
misa de once a los Carmelitas. Era la misa que más a gusto oía.
Solía ir siempre con Carmen, la nena».
Joaquín fue el primero de las 42 víctimas mortales que ETA ha
causado en Navarra. Con él se inició un ciclo de sangre y, también,
de exclusión que, de manera más o menos soterrada, dependiendo de
los lugares, parte de la sociedad navarra ha ejercido contra los
servidores del orden público y sus familias.
En el caso de la familia Ímaz Azcona, a pesar de ser navarros y de
vivir en Navarra, la muerte del padre inauguró un período de
incomprensión y recelo. Carmen hija no pudo celebrar la Primera
Comunión con sus amigas del colegio. Lo hizo sola, acompañada de los
policías y sus familias, en la capilla del cuartel de Beloso en
abril del año siguiente. Recuerda con nitidez lo vivido:
«Nos marchamos porque la sociedad de entonces no era como la de
ahora. La gente tenía miedo de estar contigo o cerca de ti. Nos
mudamos a casa de mi abuela, a la calle Olite. Cuando mi madre se
acercaba al mercado a hacer la compra, veía que los vendedores
simulaban otra actividad y se daban la vuelta para no atenderla…».
La familia emprendió una nueva vida lejos de aquella tierra navarra,
su tierra. La madre, Carmen Martínez Úbeda, no quiso exiliarse.
Sirvan estas líneas como recuerdo y homenaje a un noble militar,
muerto en servicio a España, y cuya memoria no debe ser perdida ni
mancillada.
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