Indignidad, Illa e Iceta
Agapito Maestre Libertad Digital 28 Enero 2021
Un poco de silencio siempre viene bien. Hacer hueco a nuestra
conciencia para que entre alguna novedad es siempre placentero. La
salida de un ministro es siempre un estímulo para el olvido, para
volver a empezar, para creernos que es posible la felicidad. No es
el caso de la salida de Illa, porque lo seguiremos viendo a todas
horas con el rollo de Cataluña. Y, además, han traído a Iceta para
que nos acordemos continuamente de su cuate. Estos tipos son una
pesadilla. ¿A qué viene Iceta? Hagan cábalas, pero la primera es
obvia. Iceta viene a sustituir a Illa. Sí, viene para que no nos
olvidemos de este tipo cruel y mentiroso. Sánchez es único para
torturarnos: nada de olvidos para traer un poco de placer a nuestras
vidas.
Iceta e Illa son dos políticos intercambiables, a pesar de las
aparentes diferencias. Uno se va a su pueblo y el otro viene, sí,
también de la provincia. Los dos son terriblemente pueblerinos. Los
dos se dan el pico con lo peor de Cataluña. Son dos camelistas.
Ayudarán a Sánchez-Iglesias a construir el gran camelo, una
república de carácter federal y, sobre todo, autoritaria. Quieren
ahondar en los métodos represivos tan bien experimentados en
Cataluña. Destruir la España liberal y democrática es el único
objetivo de estos sujetos. Illa regresa a su comunidad con una
cierta pátina de la capital, quizá eso le sirva para ganar algunos
miles de votos más que los obtenidos por Iceta, quien regresa a
Madrid, después de muchos años, porque fue entre 1995 y 1996
subdirector del gabinete de Presidencia con Felipe González. De esa
época viene el mal fario de este político gritón y bailarín, porque
Iceta siempre ha hecho fracasar al PSC en todas las elecciones.
Illa e Iceta han demostrado con creces su alto nivel de
incompetencia. Pero eso da igual a Sánchez. Lo importante es que
ayuden a domar a los constitucionalistas en toda España. El resto es
palabrería. El daño que estos dos políticos seguirán haciendo a la
nación, a la única nación, es comparable a su nivel de inmoralidad.
Iceta desconoce el significado de la palabra moral. Puede defender
una cosa y la contraria con una palabrería insólita. Algunos le
atribuyen inteligencia, pero es solo perversa osadía. Nada. Maldad
de rico de pueblo. Illa desconoce por completo la emoción del
arrepentimiento y, por supuesto, jamás pedirá perdón a los
familiares de las miles de víctimas que su nefasta gestión ha
provocado.
Estos dos políticos, como la volteriana Madame de Châtelet, apartan
continuamente de su mente el recuerdo de las faltas que han
cometido. Tienen incorporado en su cuerpo una especie de mecánica de
la felicidad, cuya primera regla es olvidar sus faltas. No
reprocharse jamás sus propio errores. No dedicar tiempo alguno a
reparar en sus propios desaguisados. ¿Cuántas villanías han cometido
y dicho estos dos tipos? Se cuentan por decenas. La primera y
principal de Iceta es haber mantenido que España tiene ocho
naciones… Alguien que ha dicho eso no puede jurar su cargo de
ministro de la Nación a no ser que haya perdido la dignidad. Después
de haber fracasado en la cosa catalana en todas las elecciones, ¿a
qué viene Iceta al Gobierno de España? A proseguir la principal
labor de su discípulo Illa: mentir, mentir y mentir. Y, de paso,
hará agitación y propaganda para sacar a los golpistas de la cárcel
y preparar un referéndum de autodeterminación. En fin, es falso todo
ese cuento de que Sánchez ha nombrado a Iceta ministro de Política
Territorial para pagar no sé qué al PSC. Mentira. Lo ha traído para
romper definitivamente España.
La desvergüenza del fugitivo Illa
Carlos Dávila okdiario 28 Enero 2021
Se ha marchado, ha huído, del Ministerio de Sanidad con estos datos
oficiales (los auténticos son aún peores) trágicos: España, personas
infectadas, 95.000; personas muertas, 800. Cifras globales del
martes. Este es el balance de un político, en fuga, Salvador Illa,
que, sin embargo, acumula dos constancias curiosas: que su jefe le
califica como el mejor ministro de Sanidad que haya habido nunca en
España, y que preside las encuestas de intención de voto en
Cataluña, sondeos no sólo el desahogado de Tezanos y su oneroso CIS,
sino casi los de todas las empresas demoscópicas más o menos serias.
En una democracia acreditada, con este balance el tipo en cuestión
regresaría a su pueblo con las orejas gachas, casi de incógnito no
fuera a ser que le apedrearan. Pero, por si el resumen con el que he
empezado resulta breve, relato ahora otro más largo que acredita la
penuria, cuando no la inane gestión y hasta la negatividad, con que
IIla ha ejercido de gregario de Sánchez en el Ministerio de Sanidad.
Primero, se ha ido con los hospitales de todo el país a punto del
estallido, por más que los negativistas se han echado a la calle a
proclamar que hay camas vacías por todos los centros. Segundo, su
fuga coincide al segundo con una cobertura de UCIS por coronavirus
que alcanza ya el 80 por ciento de su capacidad. Tercero, ha
programado al alimón con su mecenas Sánchez el escape viajando a
Cataluña, la que él y el PSOE pretenden gobernar, con unos números
pandémicos que son los peores del país: Cuarto, ha emprendido una
gran evasión política, sin que los hospitales alojen al cien por
cien de su población sanitaria; es más, en un momento en que las
bajas por traumas físicos y psíquicos, han aumentado por encima del
20 por ciento del contingente técnico, desde médicos a celadores.
Quinto, ahora mismo estos profesionales se están empezando a
plantear el temido “triaje”, o sea la selección de pacientes a los
que se puede atender o, sencillamente, dejar que se recuperen por sí
solos. Y sexto, después de fardar el 30 de diciembre
ignominiosamente con su jefe Sánchez con la llegada urgente de
vacunas para inmunizar masivamente a los españoles, ahora se está
demostrando que no existen según lo prometido estos viales y que, a
mayor abundamiento, los criterios de selección son absolutamente
subjetivos.
El nuevo Colegio de Médicos de Madrid (me refiero al nuevo porque el
anterior era sólo una franquicia de Podemos) ha advertido de que
España camina inexorablemente hacia el “colapso del sistema
sanitario”. No es esta una institución que hable por boca de ganso;
es una entidad profesional y científicamente muy respetada, que
avisa de una situación que merecería por parte del Gobierno, no el
cese de su primer responsable, sino, por ejemplo, la estructuración
de una auténtica comisión de técnicos que gobernara no
políticamente, sino sanitariamente una situación que en estos
momentos es desesperada. Pues bien, lejos de una actuación tan
simple y sensata como ésta, Sánchez deposita la Sanidad en manos de
una letrada de medio pelo que lo único que reconoce saber de esta
Sanidad es cómo aplicar una tirita sin que se despegue del todo.
Illa se fue con otro corte de mangas a los
madrileños
OKDIARIO 28 Enero 2021
La manera que ha tenido Salvador Illa de despedirse de los
madrileños revela hasta qué punto su gestión ha supuesto un agravio
a una comunidad a la que ha convertido durante meses en enemiga a
batir por estrictos motivos partidistas. No sólo ha abandonado el
Ministerio de Sanidad enviando un 12% más de vacunas a los catalanes
que a los madrileños -esa era su arma electoral secreta-, quitando
unidades prometidas a Madrid para enviarlas a otras comunidades,
sino que antes de irse rechazó por carta más controles en el
aeropuerto de Barajas, pese a la petición de Isabel Díaz Ayuso para
proteger a la población frente a las nuevas cepas del coronavirus.
Siete días después de que el consejero madrileño de Sanidad, Enrique
Ruiz Escudero, le reiterara la necesidad de endurecer los controles
en el aeropuerto madrileño, Illa contestó con una sonora negativa.
En los siete días que Illa tardó en responder, en Madrid se
produjeron 43.893 contagios más, 1.316 ingresados más en hospitales,
55 más en UCI, y 332 muertos más por el COVID. Illa, con su firma
personal, señala en la carta que contesta a la misiva de Ruiz
Escudero que «quiero recordarte que la entrada de todas las personas
nacionales de países terceros, entre ellos Brasil y Sudáfrica, está
denegada salvo excepciones […]. En este sentido, los vuelos
procedentes de Brasil transportan exclusivamente personas que se
acogen a las citadas excepciones esenciales y que seguirán viniendo
en caso de una eventual limitación de los vuelos».
Por último, Illa se encomienda al «protocolo» que recoge «una guía
para trabajar en la determinación de la incidencia de las variantes
genéticas del virus» y subraya que «en esta misma línea vamos a
seguir trabajando». Hace falta tener cara. Todo un regalo envenenado
del ya exministro que se traduce en que no habrá más controles, por
mucho que la incidencia de la cepa británica sea ya en Madrid del 9%
y subiendo.
En resumen: Illa se va a Cataluña a hacer campaña, después de
hacerle la puñeta a Madrid. Como baza electoral no puede ser más
innoble.
Balas de fogueo contra el dr cum fraude
Nota del Editor 28 Enero 2021
Los toreros largan trapo para despistar al toro, los comunistas
sueltan a don tancredIlla para que los despistados le lancen balas
de fogueo mientras el dr cum fraude sigue destruyendo España.
Por qué convirtieron la epidemia en una
guerra
Juan M. Blanco. vozpopuli
28 Enero 2021
La actual pandemia ha conducido a buena parte de los gobiernos
democráticos a declarar estados de emergencia, recurrir a poderes
extraordinarios, legislar por decreto y suprimir ciertos derechos y
libertades que, hasta hoy, parecían asentados. No sólo se ha
restringido la libertad de movimiento; también, en ocasiones, la
posibilidad de ganarse la vida, trabajar o gestionar el propio
negocio. Algunos gobiernos han quebrado el derecho a la intimidad,
imponiendo aplicaciones de vigilancia electrónica que controlan cada
movimiento. Y se ha restringido la libertad de expresión, censurando
las voces que expresan opiniones críticas con las medidas
gubernamentales.
A pesar de su gravedad, estos hechos no parecen preocupar a parte de
la ciudadanía que, atrapada en un aparente dilema entre libertad y
seguridad, parece decantarse por las medidas que aplaquen sus
miedos, pensando quizá que la renuncia a la libertad es pasajera,
que las aguas regresarán a su cauce una vez superada la emergencia.
Pero la experiencia histórica muestra que la vuelta atrás no siempre
es completa, que las emergencias crean precedentes, abren brechas
por las que el ejecutivo expande su poder a costa de la sociedad
civil. Pasada la alarma, los gobernantes suelen retener algunas de
las prerrogativas extraordinarias, convirtiéndolas en permanentes.
Así, la sucesión de emergencias genera un mecanismo que, de forma
lenta, paulatina y casi siempre desapercibida, va entregando al
ejecutivo un poder creciente a costa de los derechos ciudadanos.
Algunos han comparado este fenómeno al funcionamiento de un
trinquete, esa pieza mecánica que solo puede girar en un sentido,
sin posibilidad de retroceso.
La actual crisis constituye nuevo episodio, eso sí, especialmente
severo, del proceso que va borrando lenta y silenciosamente esos
límites que las constituciones clásicas establecieron para evitar un
ejercicio despótico del poder. La degradación del Estado de derecho
se ha acelerado en las últimas décadas pues los gobernantes
descubrieron que las alarmas podían generarse a voluntad.
'Inter arma, silent leges'
Resulta llamativo que la Constitución de los Estados Unidos, la
primera de la historia moderna, no contemple cláusula de
excepcionalidad que permita limitar derechos fundamentales en caso
de emergencia. Conscientes de que se trataba de un arma de doble
filo, los padres fundadores descartaron incluirla, aun conscientes
de que, en caso de guerra o disturbios graves, el presidente tendría
que rebasar seguramente los límites de la Constitución. Inter arma,
silent leges (el estruendo de las armas acalla las leyes), había
sentenciado muchos siglos antes el pensador y jurista romano
Cicerón.
Pero la gran preocupación de los constituyentes norteamericanos era
la vuelta atrás una vez finalizada la guerra. ¿Qué fuerza sobre la
tierra podría asegurar la devolución al pueblo de esos poderes
extraordinarios? Especialmente pesimista se mostraba John Adams,
quien no veía fácil reencarrilar el sistema político: “Una vez
perdida la libertad, se pierde para siempre”.
Aberrante y peligroso, aunque a veces necesario, el estado de
emergencia era un concepto difícil de encajar en un sistema
constitucional que intentaba garantizar el equilibrio de poderes,
los controles y contrapesos. Según Jules Lobel en “Emergency Powers
and the Decline of Liberalism”, llevó siglo y medio, y la
participación de los Estados Unidos en dos guerras mundiales, para
que los poderes extraordinarios del presidente acabaran de asentarse
legal y doctrinalmente. Aquella inicial desconfianza en el ejecutivo
no se manifestó en otros países y, hoy día, la mayoría de
constituciones contemplan explícitamente estados de emergencia, la
posibilidad de restringir derechos, eso sí, de forma excepcional y
provisional, no prolongada y permanente… al menos sobre el papel.
Sin embargo, en las últimas décadas se ha ido degradando el concepto
de emergencia, aumentando notablemente los eventos clasificados como
tales. Si no hay guerra… se inventa o, al menos, se recurre a
símiles bélicos en un intento deque muchos problemas sociales sean
percibidos simbólicamente como conflictos armados.
Así, la “guerra contra el terrorismo” permitió promulgar
legislaciones lesivas para los derechos y libertades. Hay un antes y
un después del 11-S en Estados Unidos. Igualmente, la guerra contra
las drogas, la guerra contra el cambio climático, la guerra contra
la violencia machista etc., aportaron excusas para promulgar leyes
que difícilmente habrían encajado en un marco de normalidad. El
repertorio de problemas que se travisten de conflicto bélico ha
crecido de manera exponencial.
Una vez señalada una nueva “guerra”, los gobiernos tienden a
reaccionar en exceso, a aplicar medidas que sobrepasan la dimensión
del problema, vulnerando con demasiada frecuencia los derechos
fundamentales. Finalizada la alarma, parte de la legislación
excepcional permanecerá en la “nueva normalidad”, afianzando la
preponderancia del ejecutivo. Y la constante sucesión y
superposición de conflictos bélicos va contribuyendo a difuminar la
frontera que antaño separaba nítidamente emergencia y normalidad,
dando lugar a un permanente estado de semiemergencia y a nuevas
normalidades.
¡Guerra al virus!
En este sentido, la covid-19 constituye una “nueva guerra”, la
primera campaña militar contra un agente microscópico. No es casual,
ni inocente, la retórica bélica con la que se abordó la pandemia.
Algunos llegaron incluso a emular el famoso discurso de Winston
Churchill en 1940 llamando a la resistencia a ultranza como si, en
lugar de unos virus, fueran los Panzer del general Heinz Guderian
los que aparecerían por la calle en cualquier momento. Naturalmente,
el heroísmo no consistía en combatir bravamente en los mares, en las
playas, en las trincheras, sino… quedarse en casa encerrado sin
hacer nada.
No, no es una guerra, sino una enfermedad, una pandemia como las que
han azotado periódicamente a la humanidad. Esas que en el siglo XX
se atajaron a base de recomendaciones, sugerencias y acciones
voluntarias tomadas responsablemente por los ciudadanos. Ninguna
pandemia, hasta hoy, había conducido a semejante restricción de
derechos y libertades, ni a tal concentración de poder arbitrario en
manos de los gobernantes. Ni siquiera en casos más graves. Las
restricciones coactivas pueden aliviar los miedos, conseguir
adeptos, promover la demagogia, triturar al disidente… pero
difícilmente afectar al curso de la enfermedad.
A finales de los años 80 del siglo XX, ante la enorme expansión del
sida, el Gobierno de Cuba estableció análisis de sangre para los
mayores de 15 años. Aquellos que mostraron resultado positivo en VIH
fueron recluidos en centros especiales, que hacían las veces de
sanatorio y prisión, aislados permanentemente del resto de la
sociedad para evitar contagios. Por suerte, esta estrategia para
contener la epidemia fue rechazada en los países democráticos ya que
vulneraba la libertad, los derechos fundamentales.
El fin no justificaba los medios.
Pero los tiempos han cambiado y el péndulo ha oscilado ampliamente
hacia la seguridad aparente, alejándose de la libertad. Que gran
parte del público acepte de buen grado las actuales restricciones no
se debe solo al pánico, ni siquiera al atractivo que el dolce far
niente ejerza sobre una minoría. Se debe, sobre todo, a una visión
de corto plazo, a una miopía que otorga desmedido valor al alivio
presente, a la engañosa tranquilidad de hoy, minusvalorando los
tremendos perjuicios políticos, sanitarios, psicológicos, económicos
y sociales que deberemos afrontar en el futuro.
Las violaciones de los derechos fundamentales parecen temporales,
transitorias. Pero algunas se transformarán en permanentes por la
fuerza del precedente, de la costumbre. Una vez aceptados hoy, parte
de los abusos excepcionales pasarán a formar parte de la vida
cotidiana sin que el público llegue a ser muy consciente de ello. Y
serán utilizados como punto de arranque para una nueva vuelta de
tuerca en la próxima eventualidad que se pregone como guerra. Lo
señalo con especial crudeza Benjamin Franklin: “Aquellos que están
dispuestos a renunciar a la libertad para obtener un poco de
seguridad temporal, no merecen ni la libertad ni la seguridad”.
Memoria democrática, dicen
Xavier Pericay. vozpopuli
28 Enero 2021
Vaya por delante que nada tengo, en lo personal –otra cosa es en lo
político–, contra Carmen Calvo. Digo esto para que nadie se
sorprenda de la frecuencia con que su nombre aparece en mis
artículos del jueves. La explicación es de lo más sencilla: la
vicepresidenta primera del Gobierno abarca mucho. Y, encima, a la
hora de apretar no se corta un pelo. De ahí que, puestos en la
tesitura de comentar la actualidad política, a menudo no quede más
remedio que cruzarse con su figura.
El Anteproyecto de Ley de Memoria Democrática, por ejemplo. Cae de
lleno, denominación incluida, en su Ministerio. Pero, al margen de
esa dependencia orgánica, están las formas de la vicepresidenta, no
muy alejadas de las que emplearía un elefante en una cacharrería. El
pasado 28 de octubre Calvo declaraba que el Gobierno “no va a parar
hasta ver una (nueva) Ley de Memoria Democrática en el BOE”. El 15
de septiembre anterior el Consejo de Ministros había aprobado el
anteproyecto de ley que hace al caso, pero, con las prisas que
conlleva el no parar, al legislador se le había olvidado –tal y como
reveló el diario ABC– un requisito previo obligatorio, la Memoria de
Análisis de Impacto Normativo. No importó. Se redactó el documento
en cuestión y se añadió al expediente dos meses más tarde. Sobra
precisar que una menudencia de ese tipo para nada iba a frenar los
propósitos de un Ejecutivo acostumbrado a tensar el marco legal
hasta quebrarlo, si es preciso.
Ahora esa Ley de Memoria Democrática está a punto de iniciar su
andadura en las Cortes, ya como proyecto de ley. Es muy probable que
su tramitación acabe siendo un calco de la que tuvo la llamada ley
Celaá. En otras palabras: que lo peor, rodillo incluido, esté por
llegar. Aun así, un simple vistazo a la “exposición de motivos” del
anteproyecto permite hacerse ya a la idea de lo que, por desgracia,
nos espera. Esa ley no será una ley de memoria, ni será democrática.
No será de memoria, porque omite a conciencia la que afecta a una
proporción considerable de familias españolas y porque falsea,
edulcorándola, la de otras muchas. Y no será democrática, porque
parte –al igual que hacía, por cierto, su antecesora, la conocida
como ley de Memoria Histórica, promulgada en 2007 bajo la
presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero– de la convicción de que
sólo hubo demócratas, y nada más que demócratas, en uno de los
bandos enfrentados durante la Guerra Civil.
El texto merecería un sinfín de acotaciones. Casi no existe frase en
que la ideología del actual Gobierno social-comunista no enseñe la
patita, por acción u omisión. Sólo se salvan, y a duras penas,
aquellos fragmentos relativos a nuestra Transición política. Hasta
tal punto es así, que alguien que ignorara lo que realmente ocurrió
durante la Guerra Civil, leyendo dicha “exposición de motivos”
llegaría fácilmente a la conclusión de que todas las víctimas fueron
de un color y todos los victimarios del otro. También colegiría del
texto que las únicas fuerzas extranjeras que intervinieron en la
contienda fueron las aportadas por Alemania e Italia. Y, en fin,
saldría de la experiencia con el absoluto convencimiento de que la
Segunda República española no fue sino un dechado de virtudes
fatalmente interrumpidas por un golpe de Estado fascista.
Invitación a la guerra civil
Ni una palabra, pues, de la represión en zona republicana contra
decenas de miles de ciudadanos por su condición social, su fe o sus
ideas. Ni mención de la violencia que, en esta misma zona, los
comunistas ejercieron sobre trotskistas, anarquistas y republicanos.
Ni tampoco de la decisiva intervención de la Unión Soviética en la
guerra, por no hablar de esas Brigadas Internacionales donde se
alistaron muchos antifascistas de buena fe, bastantes escritores
afines al Komintern y no pocos rufianes metidos en política. Ninguna
apreciación, en fin, sobre los claroscuros de un régimen, el de la
Segunda República, que, al decir de quien fue su primer presidente,
Niceto Alcalá-Zamora, nunca se configuró como “una sociedad abierta
a la adhesión de todos los españoles”, ni sobre las imperfecciones
de una Constitución que, a su juicio también, “invita a la guerra
civil, desde lo dogmático”. Y son palabras escritas cuando faltaban
pocos meses para el estallido de la guerra.
Con todo, acaso lo más obsceno de esta “exposición de motivos”,
mucho más incluso que las mentiras, las lagunas –¿por qué no incluir
en ella y en el resto de la ley, por ejemplo, a las víctimas del
terrorismo de ETA?– y las medias verdades que contiene, sea esta
frase: “(…) la principal responsabilidad del Estado en el desarrollo
de políticas de memoria democrática es fomentar su vertiente
reparadora, inclusiva y plural”. Justo lo que no es esta ley:
reparadora, inclusiva y plural.
Ya lo decía José Luis Rodríguez Zapatero en vísperas de las
elecciones generales de 2008 y a micrófono presuntamente cerrado:
“Nos conviene que haya tensión”. La había entonces, la hubo luego y,
a buen seguro, la habrá ahora. Recuerden que les conviene. Y, sobre
todo, átense los machos.
******************* Sección "bilingüe" ***********************
Sánchez y la selección vasca de fútbol
Pablo Planas Libertad Digital 28 Enero 2021
Habrá quien objete que el fútbol no es importante y llevará razón,
pero es que todo lo importante, sustantivo y material ya está en
manos del Gobierno vasco.
Son tantas y de tan grueso calado las barbaridades que perpetra el
Gobierno que muchas de ellas pueden pasar desapercibidas o actuar
como cortinas de humo de la ingente tarea de demolición de España a
la que se ha entregado Pedro Sánchez con todas sus fuerzas. No es
casual que haya nombrado ministro de Política Territorial y Función
Pública a un personaje, Miquel Iceta, que tuvo el cuajo de declarar
que en España hay ocho naciones según los estatutos de autonomía y
nueve si se cuenta el preámbulo del estatuto de Navarra. Como es
obvio, en semejante contabilidad España no es nada frente a Galicia,
Aragón, Valencia, Baleares, Canarias, Andalucía, País Vasco, Navarra
y Cataluña.
Sin embargo, Sánchez no necesita a Iceta, igual que le sobraba la
anterior titular de la cartera, Carolina Darias, a la que ha mandado
a tapar muertos en el Ministerio de Sanidad para cubrir la salida de
ese estajanovista de la incompetencia que es Salvador Illa. El
presidente del Gobierno se basta y se sobra para las operaciones de
mayor calado. Y entre el embate de la pandemia, la operación Illa en
Cataluña, el nombramiento de Iceta y el positivo de Iván Redondo,
Sánchez dispone de las suficientes zonas de sombra y frentes
abiertos como para abordar sin molestias la entrega de las
competencias en materia penitenciaria al Gobierno autonómico vasco.
No será el País Vasco la primera de esas supuestas naciones de Iceta
que tenga la llave de las cárceles. Cataluña ya dispone de tales
atribuciones, lo que permite a los golpistas presos llevar una vida
bastante relajada, toda vez que los actuales responsables de las
prisiones son sus subordinados políticos. No en vano a la prisión
donde se encuentran se la conoce como el Gran Hotel Lledoners. Así
es que cuesta poco imaginar en qué se pueden convertir las cárceles
del País Vasco para esos etarras a los que el nacionalismo vasco no
considera asesinos sino "gudaris" (soldados).
El traspaso está prácticamente cerrado. Formaba parte del precio del
apoyo del PNV y Bildu, el partido de los etarras, a los
Presupuestos. Y ya que están en tratos Sánchez y el lendakari Íñigo
Urkullu, en el mismo paquete se negocia que sea el Gobierno vasco
quien disponga a su antojo de la parte correspondiente de los
millones de la Unión Europea, así como del llamado ingreso mínimo
vital. Pero falta la guinda, el estacazo definitivo, el colofón a
tanto desafuero, un redoble de tambores final que dinamite en el
imaginario colectivo la idea de España. Y para ello nada mejor que
una apelación directa a las emociones y los sentimientos, la
independencia deportiva del País Vasco.
Pedro Sánchez, alias el Sepulturero, está dispuesto a permitir que
el País Vasco disponga de selecciones nacionales, empezando por la
de fútbol. Habrá quien objete que el fútbol no es importante y
llevará razón, pero es que todo lo importante, sustantivo y material
ya está en manos del Gobierno vasco, de modo que sólo queda por
rendir cosas simbólicas, como la representación deportiva de España.
La federación vasca de fútbol ha hecho ya una petición formal ante
la FIFA y la UEFA para ser reconocida como una nación y tener
derecho a una selección que compita incluso contra la selección
nacional. Ahora cuentan además con la complicidad de Sánchez.
Como en el caso del Reino Unido, antecedente que tanto se cita, los
clubes vascos deberían abandonar la liga nacional para formar su
propia competición por equipos, igual que en Gales o en Escocia.
Sería una lástima que la Real Sociedad, el Bilbao o el Éibar se
vieran obligados a jugar contra el Amurrio, el Bermeo o el Zumaiako,
grandes entidades, sin duda, pero sin el tirón del Real Madrid, el
Atlético, el Sevilla, el Valencia o el Cádiz. Seguro que el
nacionalismo catalán se suma a la reivindicación. De hecho, es una
vieja aspiración del separatismo. También será una lástima, sobre
todo por el Español, desde hace unos años Espanyol para satisfacer
al antedicho separatismo.
Todo esto no será óbice para que el PSOE y el PSC traten de vender
la burra de que Salvador Illa se presenta a president para acabar
con el procés. Sí, sí, seguro.
Illa se hizo un estado de alarma a la
medida
OKDIARIO 28 Enero 2021
Ahora encaja todo: la excepción de saltarse el confinamiento para
acudir a actos electorales fue estipulada por el Gobierno de Pedro
Sánchez en el decreto de estado de alarma publicado el pasado 25 de
octubre, cuando el por entonces ministro de Sanidad, Salvador Illa,
ya sabía que sería candidato del PSC a las elecciones catalanas. El
decreto, que elaboraron la vicepresidenta primera del Gobierno,
Carmen Calvo, y el mismísimo Illa, parece redactado, visto con
perspectiva, a medida de las aspiraciones políticas de los
socialistas y del entonces ministro de Sanidad, pues, a diferencia
del elaborado en marzo por el mismo Ejecutivo para hacer frente a la
primera ola, permite saltarse el confinamiento.
Cierto es que en la cuarta prórroga, allá por mayo, ya se
contemplaba esta medida, pero la diferencia es que en aquella
ocasión los indicadores sanitarios mejoraban de forma sensible tras
el confinamiento total, por lo que pudieron celebrarse los comicios
de Galicia y el País Vasco. En suma, cuando en octubre, con la
pandemia en fase ascendente, se aprobó el último decreto del estado
de alarma, se mantuvo la excepción pese a que la situación sanitaria
era radicalmente más grave.
La candidatura de Illa arremetió el martes en redes sociales contra
la Generalitat por incluir la asistencia a actos electores del 14-F
como uno de los motivos para la emisión de los «certificados de
autenticidad» que justifican los desplazamientos. No cabe mayor
hipocresía, porque fue el mismísimo Illa quien permitió la movilidad
en campaña electoral. O sea, los socialistas, que no querían bajo
ningún concepto que se retrasasen los comicios catalanes y permitió
que el estado de alarma contemplara saltarse el confinamiento, se
ponen ahora dignos, cuando ya han conseguido que las elecciones no
se aplacen.
Illa se hizo un estado de alarma a la medida de sus aspiraciones
políticas y ahora tiene el cuajo de cuestionar lo que él mismo
permitió. Todo es un inmenso disparate, pero lo que no admite
ninguna duda es que la hipocresía del PSOE de Pedro Sánchez pasa
porque Illa termine criticándose a sí mismo. Surrealista.
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