España pide ayuda a Europa
Abel Hernández larazon 5 Febrero 2021
La deriva totalitaria del Gobierno de izquierdas en España, cada día
más pronunciada, está obligando a pedir ayuda a Europa. Las
denuncias a las instituciones europeas se multiplican. El intento de
controlar al poder judicial es, a todas luces, el que más preocupa
en Bruselas, pero no dejan de observarse también con inquietud allí
los oscuros manejos de La Moncloa para distribuir a su antojo los
ingentes fondos de la pandemia, en vez de ocuparse de ello un
organismo independiente o controlado desde fuera. No es buen síntoma
que se intente ocultar, a este propósito, el informe del Consejo de
Estado. Los principales dirigentes europeos, que tienen que tomar
las decisiones, pertenecen al PPE (Partido Popular Europeo) y están
al cabo de la calle informados por sus colegas del PP de Pablo
Casado, al que el presidente Sánchez ignora y, si viene al caso como
ahora, persigue con malas artes. Constatan que en España la
transparencia, tanto en los datos oficiales de la pandemia como en
sus demoledores efectos sobre la economía, brilla por su ausencia.
Los ataques a los periodistas críticos desde los antedespachos del
poder, que han obligado a manifestarse a la Asociación de la Prensa,
son una prueba más de esa deriva autoritaria.
Las alarmas no cesan. Una amplia plataforma plural, de la que forman
parte sindicatos, asociaciones católicas y diferentes organizaciones
educativas, registraron el pasado miércoles ante la Comisión Europea
un escrito denunciando que la “Ley Celaá”, con sus restricciones a
la enseñanza concertada, “pone en grave riesgo de vulneración
derechos fundamentales y libertades reconocidas en el Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea” y “supone, en definitiva, una
amenaza al Estado de derecho”. Mientras tanto, aprovechando el
estado de alarma, el Gobierno procura aprobar con urgencia, sin el
debido debate social ni atención a las observaciones de los expertos
en bioética y sin apenas discusión política, leyes que afectan de
lleno a la conciencia ética, como la eutanasia o el cambio de sexo.
En eso consiste, por lo visto, el progresismo. A la vista de ello,
no faltan los que empiezan a advertir que la ideología de género, en
la que se basan las actuaciones de este Gobierno, es el movimiento
ideológico más pernicioso y totalitario después del fascismo y el
comunismo. Sea como fuere, el prestigio de España está hoy de capa
caída, esperando que, como hace cuarenta años, Europa nos eche una
mano.
Previsiones económicas: entre la pandemia y
la burbuja
Luis Riestra. vozpopuli
5 Febrero 2021
Normalmente presentamos las previsiones a finales o principios de
año, pero esta vez, dada la gravedad y la excepcionalidad de la
situación, hemos preferido esperar a que los organismos que las
realizan tuvieran más tiempo para ello. Por otro lado, las
preparábamos pensando en los exportadores, ya que, dada la mala
forma de gobierno que padecemos, lo mejor para todos es que nuestras
empresas estén diversificadas al máximo y hoy, al estar más
centradas en salvar su actividad o consolidando lo existente,
tampoco es tan importante entrar en tanto detalle ni en economías
menos importantes (de África, América Latina, Europa del Este,
Próximo Oriente, etc.) a las que, además, dichos organismos dedican
menos esfuerzos predictivos.
Así que lo que haremos hoy será empezar por el ciclo global, pasando
luego a ver actores de interés para terminar con nuestros
principales mercados, dejando para una ocasión futura las
previsiones con mayor detalle. Utilizaremos las previsiones del FMI,
pues al ser las terceras que hacen desde que comenzó la pandemia
china ya deberían haber solventado muchas de las dificultades
analíticas de la pandemia. Veámoslo.
El Ciclo Covid-19
Lo pueden ver en la siguiente gráfica, donde además se muestra casi
de forma perfecta las dos fases del ciclo, que son, la recesión y la
recuperación, recordando, una vez más, que la "recuperación" no
significa que vuelva lo de antes, sino que se consolidan crecimiento
y expectativas positivas, haciendo posible la "expansión" (siguiente
fase) económica, que es en la que se reducen de forma importante el
desempleo y mejora la riqueza de la mayoría; lo previsto es que la
expansión comience, a nivel global, en 2022.
Destaca que son las economías avanzadas (línea azul, anterior
gráfica), donde están Estados Unidos, la UE, Japón, etc., las que
peor se comportan y esto se debe, en buena parte, a que sigue
considerándose a China entre las economías emergentes o en
desarrollo (línea marón), país que además se va de rositas (¿Para
cuándo el arancel covid-19?); también destacan los fuertes
movimientos de las exportaciones de bienes y servicios (línea gris).
En conjunto, las economías desarrolladas deberían estar fuera de la
recesión a finales de este año.
Actores externos
Fuera de la UE, además de haber todo un mundo (suena obvio pero se
pasa por alto), tenemos tres actores determinantes del devenir
internacional, que son, por orden de importancia, Estados Unidos,
China y Rusia, y uno de interés que es India. Del caso chino
destacaría que, aún siendo el causante de la desgracia global, es el
que menos la padece, incluso casi que sale fortalecido; sin embargo,
tras el gobierno de Trump, el mundo ha visto quienes son realmente
y, a partir de aquí, debería empezar su declive, poniéndose de
manifiesto sus debilidades graves -incluso su banco central reconoce
la evidencia de la burbuja de activos -, y dirigiéndose a una más
que merecida crisis sistémica.
De India, muy afectada -como todos los competidores de China- por la
pandemia, decir que, desenmascarada China, aparece como gran
alternativa a ese imperio depredador, ya se empiezan a ver productos
sustitutivos (por ejemplo móviles) y su crecimiento medio de largo
plazo (flecha marrón, siguiente gráfica), como pronosticamos aquí
hace años, ya supera al de China (flecha amarilla). De Rusia,
destacar que han pasado la etapa de despegue del ciclo generacional
y ahora entran en otra más convulsa, cosa que advertimos, con lo que
el orden y pensamiento dominante se harán más represivos,
dificultando los negocios a empresas no corporativas o extrañas al
Establishment.
Finalmente, Estados Unidos, cuya crisis secular analizamos
recientemente en dos entregas, que entra en un impase adverso - o
reaccionario - que anuncia menor crecimiento. Su presidente, un
sujeto al que quitan votos negativos en YouTube como si fuera un
dictadorzuelo de tres al cuarto, conduce por el retrovisor
prometiendo más progresismo y medidas anti Trump con el dogmatismo
propio de un fanático. Acusado varias veces de plagiarismo ahora
intenta, con toda una batería de "órdenes ejecutivas", algo parecido
a los primeros cien días de F.D. Roosevelt,.
Aparte de favorecer a China, entre otros errores graves más propios
de alguien del Viejo Mundo, este salto atrás se hace gobernando para
las minorías y dañando a las mayorías, como ocurrió con la relativa
a los transexuales y el deporte femenino, o con la suspensión del
alquiler de terrenos federales para explotaciones petrolíferas, que
ya aumentó los precios del petróleo, o con su fanatismo verde (¿para
ponerse morado?) que encarecerá la electricidad, dos facturas que,
junto con las anunciadas subidas de impuestos para pagar su fiesta,
cabrearán aún más al electorado; todo esto tendrá consecuencias, no
como aquí, que la factura "verde" es "criminal" y no pasa nada pues
no se eligen representantes.
Tal vez lo peor de Biden no sea que sus medidas anuncian un menor
crecimiento, una mala noticia para Europa y sobre todo para
Alemania, sino que su equipo y sus acciones podemizan al Partido
Demócrata, al Gobierno Federal y a los propios Estados Unidos.
Nuestros mejores clientes
Que somos nosotros mismos, los españoles (la precisión no es
casual), y lo países grandes de la UE. Después de que hiciéramos el
peor dato de crecimiento desde la última guerra civil, una caída del
11.1%, el FMI, tras revisar a la baja la previsión anterior, espera
que crezcamos este año un 5,9% y un 4,7% en 2022, con lo que dentro
de dos años (finales de 2022) estaremos al 98,6% de donde estábamos
2019 y podríamos tardar hasta 2024 en recuperar el empleo del 2019,
ya que al aumento sistémico de la productividad se suma la de los
cambios productivos por la pandemia.
Al drama humano que significa todo lo anterior hay que añadir al
destrozo en los balances de particulares y pymes, por el tsunami de
quiebras agravados el ejército de parásitos que nos gobierna y que,
delirios aparte, en su psicopatía, detestan al sector privado y
fríen a subidas de impuestos (uno de tantos) a los ciudadanos,
siendo los más afectados los autónomos. Toda una desgracia para un
país con récord europeo de paro desde 1980 y de vividores de "lo
público".
El segundo peor es Gran Bretaña, que rebotaría bien, metido además
en el cambio estructural que requiere el Brexit, algo que aumentará
la competencia industrial europea y que, probablemente, sea el único
beneficiario de la elección de Biden, consiguiendo unas condiciones
más favorables en el tratado comercial que negocian.
Le sigue por la cola Francia, nuestro mejor cliente exterior, con
esa preocupante media de crecimiento potencial a largo plazo (flecha
azul, gráfica anterior), por debajo del 1%, y que hace a su vez de
media del Club Med; es la italianización del sur, la UE zombi.
Mientras, en Italia, y en la UE, todo la casta cruza los dedos para
que no haya elecciones y gane Salvini, llegando incluso a imponer a
Mr. "whatever it takes"Mario Draghi como nuevo Primer Ministro.
Finalmente, en Alemania, Merkel impulsó su sucesión mientras iba
gestionando relativamente bien la pandemia y se negociaba un tratado
comercial de la UE con una China que estaba ablandada por Trump,
hasta que todo cambió; tras eso, su mandada, doña Úrsula von der
Leyen, copia a Trump y pide a China reciprocidad comercial. En
cuanto a la sucesión, tal y como predijimos en "Merkel y el sexo de
los ángeles", el intento de sustituir a Merkel por Annegret
Kramp-Karrenbauer llevó a una regeneración fallida, que ahora
vuelven a intentar con el melifluo Armin Laschet, supuesto miembro
del Pacto Andino, que no promete ninguna mejora de la gestión
existente, sino todo lo contrario.
Ese es el horizonte general que se perfila para el futuro próximo y
que, a pesar de enormes estímulos fiscales y monetarios, filtrados
por los intereses del establishment (piensen en los oscuros
aprovisionamientos sanitarios españoles), seguimos dependiendo de
que el virus no mute imparablemente, de que el experimento de las
vacunas exprés promovidas por el complejo burocrático-farmacéutico
no nos den ningún disgusto y de que los sufridos ciudadanos tengan
suficiente confianza y capacidad de consumo represada que se libere
con fuerza, y todo sin contar con el enorme riesgo de las burbujas
de activos por el mal gobierno que padecemos. Así de empinada es la
cuesta del medio plazo y de esta Charocracia de portadas Vogue, que
a ver cuándo acabamos con ella.
Sánchez se paga el puesto aceptando
negociar autodeterminación y amnistía
El presidente concede al separatismo su mayor victoria histórica al
reconocer el inexistente derecho a negociar la autodeterminación y
la amnistía, las logre finalmente o no.
Editorial ESdiario 5 Febrero 2021
La hipoteca que Pedro Sánchez firmó para lograr la Presidencia no ha
dejado de extender sus facturas desde junio de 2018, cuando
aprovechó una sentencia menor de la trama Gürtel para justificar una
moción de censura contra el rival que le había ganado las Elecciones
Generales dos veces en apenas seis meses.
Entonces aceptó la doble intervención del populismo de Podemos y el
separatismo de ERC y no ha dejado de abonar facturas que, para
lograr un beneficio personal, se cargan en los intereses
estructurales de España.
Desde las nefandas leyes ideológicas que asolan las garantías y
libertades del Estado de Derecho hasta las cesiones al nacionalismo,
todo ha sido un cúmulo de despropósitos agravados por la peor crisis
sanitaria y económica de la historia reciente: cuando más consensos
transversales hacían falta y más concentración se requería en las
prioridades; más sectaria, divisoria y contraproducente ha sido la
agenda de Sánchez.
El equilibrismo político de Pedro Sánchez hace mella en la bancada
del PSOE
Pero si las leyes Celaá, de asalto al CGPJ, de transexualidad, de
memoria histórica o de eutanasia son inaceptables e incompatibles
con la libertad individual y colectiva inherente a una democracia;
las cesiones al independentismo son además un ataque frontal a la
mismísima Constitución.
La independencia no solo debe ser ilegal, también debe considerarse
ilegítima. Y Sánchez la ha blanqueado para pagarse su cargo
Y eso supone aprobar en el Congreso la reanudación de la "Mesa de
Gobiernos" que avala una inexistente bilateralidad entre España y
Cataluña y oficializa la negociación del proscrito "derecho" a la
autodeterminación y de la lamentable amnistía de los nueve políticos
catalanes condenados por sedición que, lejos de arrepentirse, se
reafirman en su comportamiento.
Blanquear lo más siniestro
Que la independencia de una parte de España sea inviable no resta
relevancia a la infame cesión del Gobierno, que sienta un precedente
ya imborrable de legitimación de unos objetivos que, simplemente,
deben combatirse y desautorizarse.
Sánchez no puede dar lo que no está en su mano, pero sí puede hacer
pedagogía política en su sentido o en otro: las ideas separatistas
se combaten o se alimentan, en prevención de escenarios futuros, y
lo que ha hecho este Gobierno es blanquearlas. Y eso ya es una
victoria del nacionalismo, que ya siempre podrá alegar un
reconocimiento de sus postulados y esperar a que se den las
condiciones debidas para hacerlos prosperar.
La decadencia de Cataluña
Francisco Marhuenda La Razón 5 Febrero 2021
Los datos demuestran que Cataluña se ha instalado, desgraciadamente,
en una lenta decadencia desde que el independentismo se echó al
monte y comenzó su guerra para destruir a España. Las elecciones del
14 de febrero son decisivas, porque se dirimirá si se sigue
ahondando en este proceso o si se podrá formar una alternativa
constitucionalista. La continuidad de la coalición formada por JxCat
y ERC sería un auténtico desastre, pero también si el partido de
Junqueras forma un tripartito con los socialistas y los comunistas y
antisistema de Ada Colau.
Durante estos años, la estrategia del gobierno catalán ha sido la
ruptura y por eso emprendieron un proceso unilateral de
autodeterminación vulnerando el ordenamiento constitucional y
estatutario. Esta decadencia económica y, por supuesto social, es
fácilmente perceptible tanto por los indicadores como por el
sentimiento generalizado en las encuestas. El nacionalismo sustentó
su estrategia en el victimismo y el lema «España nos roba». Era
bochornoso leer o escuchar determinadas declaraciones donde se
arremetía con lo que consideraban autonomías «subsidiadas» por los
catalanes. Los impuestos no los pagan los territorios, sino las
personas. Es una realidad hacendística que el nacionalismo ignoraba
para manipular a la opinión pública.
Es un clásico buscar el enfrentamiento entre zonas ricas y pobres,
aunque a los nuevos ricos nacionalistas se les llenaba la boca
hablando de la solidaridad con los países pobres de África o Asia.
Era muy pijo hacerles una visita en verano mientras se arremetía,
por ejemplo, contra Andalucía y Extremadura. Ahora, la realidad es
que es el proceso independentista el que nos roba a los catalanes,
como muy bien dice Ferran Brunet en un interesante video, «el
trabajo, el dinero, las inversiones, las libertades y el futuro. El
desafío separatista ha descompuesto la política, la sociedad y la
economía catalanas».
Las palabras de este prestigioso profesor de Economía son muy
inspiradoras sobre la necesidad de un cambio en Cataluña, que
permita recuperar la convivencia, acabe con las pertinaces mentiras
de los independentistas y se forme un gobierno preocupado por todos
los catalanes y su bienestar. La política de confrontación del
independentismo ha sido tan estéril como perniciosa provocando una
decadencia que todavía es reversible. El retroceso es muy evidente y
hemos dejado de ser el gran motor de la economía española. Estos
años de separatismo han enriquecido a muchos patriotas de la
billetera, pero han servido para repeler la inversión y han
favorecido la deslocalización de numerosas empresas.
La inmigración descabellada
EDITORIAL https://gaceta.es 5 Febrero 2021
Desde un punto de vista académico, hay cientos de trabajos serios,
documentados y objetivos sobre los efectos de la inmigración ilegal
en los Estados Unidos y en el Reino Unido. De estos efectos, uno de
los menos conocidos es la perniciosa polarización de la sociedad que
ciertas políticas migratorias descabelladas han causado. Por
desgracia, en España, como en otros países de la Unión Europea, la
izquierda no permite que lo académico entre en el debate. El
principio de causalidad explica que el efecto de la inmigración
ilegal de origen africano en Europa no es espontáneo, sino que es
fruto de la ausencia de planes de fomento de la natalidad por
cuestiones ideológicas, del fracaso palmario de los países de origen
de la inmigración y del desprecio, fruto del consenso
socialdemócrata que gobierna esta Europa decadente y avejentada, de
conceptos positivos tan importantes como son pueblo, nación y
Estado, que han quedado diluidos en la conciencia de los gobernados
por la irresponsabilidad ideologizada de los gobernantes que agitan
la bandera blanca del multiculturalismo para defender su mal
gobierno.
Los efectos de esta inmigración ilegal los conocemos y los
padecemos, pero también los padecen cientos de miles de inmigrantes
que se hacinan en barrios periféricos de las grandes ciudades
europeas y que han encontrado en la radicalización una forma de
paliar la enorme frustración que han generado, en ellos también, las
irresponsables políticas migratorias. El resultado es evidente:
miedo, inseguridad y violencia. También en España, frontera sur de
Europa, a la que los datos (como que una cuarta parte de todos los
templos religiosos ya son musulmanes) niegan el eslogan machacón de
que somos una nación de paso de la inmigración ilegal.
De entre todas las regiones españolas, es en Cataluña donde con más
intensidad se observa el rastro de la irresponsabilidad, en este
caso la de los políticos nacionalistas catalanes que alentaron la
inmigración musulmana por encima de la hispanoamericana por
evidentes y lamentables motivos ante la pasividad de todos los
Gobiernos de la Nación.
La presencia abrumadora de salafistas en Cataluña con respecto a
otras regiones, sus mensajes radicales que prenden en una juventud
frustrada, el fenómeno de la disparada ocupación ilegal consentida e
incluso alentada por ayuntamientos socialcomunistas desleales con
sus ciudadanos como el de Barcelona… El descontrol, en suma, ha
generado un clima de inseguridad en muchos rincones de Cataluña ante
el que los políticos del establishment prefieren no actuar.
Obligados por la corrección política socialdemócrata que nos devora
como sociedad, pronuncian discursos sentimentales, multiculturales e
hipócritas sobre el fin de las fronteras y las ciudadanías del mundo
con desprecio del drama que supone el tráfico de seres humanos y la
acción delictiva de las mafias que operan en desiertos no tan
lejanos y cuyos resultados vemos a diario en la invasión que sufre
Canarias y en los asaltos a las ciudades españolas de Ceuta y
Melilla.
No nos cansaremos de exigir que la inmigración, y si España y sus
regiones lo necesitan ahí tienen hermanos hispanoamericanos
dispuestos a integrarse desde el primero minuto y trabajar duro en
condiciones que les permitan progresar, debe ser legal, ordenada,
segura, en origen y sujeta a un contrato vitalicio de integración
que exija al inmigrante el cumplimiento permanente de las leyes y la
defensa de los valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico:
igualdad, libertad, justicia y pluralismo político. Que los
políticos del consenso socialdemócrata desprecien estos valores no
es razón para no exigirlos.
Sólo entonces, el encuentro con culturas ajenas y lejanas nos hará
mejores como sociedad. Hasta entonces, Cataluña es el ejemplo, nos
pone en peligro.
Estas son las consecuencias del disparate
de convocar elecciones en plena pandemia
OKDIARIO 5 Febrero 2021
Ante la posibilidad de que la Junta Electoral reclute voluntarios
para las mesas electorales del 14-F en Cataluña, después de que uno
de cada cuatro ciudadanos que tenían que asistir haya presentado
recursos (la mayoría relacionados con la pandemia de coronavirus),
los expertos jurídicos subrayan lo insólito de una medida que no
tiene cabida en la Ley Electoral. Lo de los voluntarios es un
disparate más que se añade al disparate de haber convocado unas
elecciones autonómicas en plena pandemia. En suma, estas son las
consecuencias de dar el visto bueno a unos comicios que, por razones
obvias, no se van a poder celebrar con garantías para la salud
pública.
Era de prever que miles de personas plantearan recursos justificando
su imposibilidad de formar parte de las mesas. La pandemia afecta y
complica la vida de un gran número de personas que, objetivamente,
tienen razones más que suficientes para excusar su presencia, sin
entrar a valorar la mayor razón de peso: que no se le puede obligar
a nadie a participar en una jornada electoral si ello supone un
riesgo para su salud.
Por muy desinteresado que fuera el ofrecimiento de los supuestos
voluntarios -ciudadanos que se apuntaran para suplir a los
formalmente convocados que no pudieran asistir-, su figura no está
contemplada en nuestro régimen normativo. Y es lógico: ¿quién podría
garantizar su neutralidad? Podría darse el caso de que los partidos
políticos movilizaran a un legión de ‘voluntarios’. Lo que mal
empieza, mal acaba: convocar unas elecciones cuando los indicadores
sanitarios demuestran que las concentraciones multitudinarias
representan un evidente peligro para la salud es un delirio.
Alguien con sentido común debió pegar un puñetazo encima de la mesa
y decir: «¡Estamos locos, cómo vamos a ir a votar en estas
circunstancias!». Pero como los intereses políticos de algunos, con
el PSOE a la cabeza, han primado sobre el bien común, hemos llegado
a una situación surrealista. De aquellos polvos, estos lodos.
******************* Sección "bilingüe" ***********************
El independentismo y su desprecio a los
catalanismos
Manuel Peña Díaz cronicaglobal 5 Febrero 2021
Es un error admitir como únicas acepciones de catalanismo las que
ofrece el diccionario del Institut d’Estudis Catalans, a saber: la
lingüística (forma de expresión catalana usada en otra lengua), la
emocional (devoción a las características y a los intereses
nacionales catalanes) y la política (movimiento que defiende el
reconocimiento de la personalidad de Cataluña o de los Países
Catalanes). Además de estas existen otras acepciones que aún no han
sido reconocidas.
El catalanismo hispánico es, según Roberto Fernández en su Combate
por la concordia (2021), una corriente progresista en lo social y no
soberanista en lo nacional, una suerte de doble patriotismo que
exige un respecto al “hecho diferencial” de la nación catalana
dentro la pluralidad española. Es un catalanismo no nacionalista
“que piensa que Cataluña es una nación cívico-cultural (y no
étnico-cultural) y también un sujeto político (el demos catalán es
el que aprueba sus Estatuts y actúa en el Parlament) que no precisa
acudir al soberanismo ni crear un Estado exclusivo porque vive como
propiamente suyo al Estado-nación España”.
Otro tipo de catalanismo sería el cultural como forma de dedicación
al estudio de las lenguas, literaturas o culturas catalanas. Hay que
admitir que en esta corriente hay profundas diferencias entre sus
practicantes, están los puros o excluyentes que consideran que el
catalán es la única lengua propia de Cataluña y por tanto ignoran la
producción literaria que está escrita en castellano, frente a los
mestizos o inclusivos que niegan esa aberración. Una variante
colorista es el catalanismo culé que practican las peñas
barcelonistas o aficionados afincados fuera de Cataluña, una
admiración que en los últimos años ha optado por el silencio ante el
manoseo independentista del Camp Nou y ha encontrado como refugio la
devoción al icono Messi.
Otra forma bien distinta de identificación con la realidad catalana
es el catalanismo étnico, muy arraigado entre los procesistas,
aunque sólo se manifieste en círculos de amigos o en las redes
sociales como signo de “lucidez”, distinción o pureza ante los
seguidores. Habría que distinguir también entre el catalanismo
popular y el burgués, entre el republicano y el monárquico, entre el
franquista y el demócrata, entre el arrelat o católico-excursionista
y el charnego o converso, etc. La tipología es amplia y, puesto a
ser puntilloso, infinita.
Existe, no obstante, una forma de catalanismo light o admirador al
que no se le ha prestado atención y que, en la actualidad, está muy
próximo a la extinción. Durante años, para muchos españoles,
Cataluña fue sinónimo de modernidad. Todo lo que llevaba el sello de
haber sido manufacturado, diseñado o pensado en Barcelona y
alrededores tenía un plus de calidad, procediera de la industria
textil, del urbanismo, del mundo editorial, del teatro, de la
política, de la filosofía, de la medicina, de la pedagogía, de la
universidad, del deporte…, fuera un sindicalista o un vendedor de
porteros automáticos.
A partir de 2010, el procés ha sacado del armario al catalanismo
hispanófobo, lo ha reconvertido felizmente en independentista y ha
encerrado dentro y con llave al resto de catalanismos. La apuesta
arrogante y atrevida de este catalanismo sectario ha dilapidado la
enorme herencia inmaterial acumulada en los dos últimos siglos por
una Cataluña que fue fábrica de España y puerta de Europa, y que
tanta admiración despertó entre la ciudadanía española más liberal y
progresista.
El último episodio del catalanismo hispanófobo fue la exhibición que
hicieron varios líderes políticos durante el pasado debate de TVE,
cuando se negaron a hablar en la lengua común, pese a que así se
acordó porque ser emitido para toda España. El fanatismo enfermizo
de Laura Borràs, Pere Aragonès, Ángels Chacón y Carles Riera --con
el beneplácito de Jèssica Albiach y algún guiño puntual de Salvador
Illa-- dejó al descubierto la imposibilidad de cualquier diálogo con
individuos que desprecian a la mitad de la población catalana y al
resto de la ciudadanía española. El ridículo mayúsculo lo
protagonizó el moderador, Xabier Fortes, ninguneado una y otra vez
por los intervinientes.
El catalanismo light, si aún queda algo, pudo constatar que el
catalanismo independentista sigue enrocado en su idea de la
separación, aunque eso suponga arrastrar tras sí y ante todo el
mundo el cadáver corrupto del procés. Son unos estultos o pagados de
sí mismos si olvidan que, sin el catalanismo hispánico y sin la
España catalanista, su viaje será siempre a ninguna parte, aunque
para alcanzar la mayoría absoluta les baste con el apoyo de tan sólo
una tercera parte del electorado. En fin, desavenencias familiares e
historias de un armario.
Illa y la incongruencia de los catalanes
Juan Francisco Martín Seco republica 5 Febrero 2021
¿Qué les pasa a los catalanes? Todas las encuestas arrojan el
resultado de que, aunque con oscilaciones, el número de los
ciudadanos que se inclinan por la independencia es inferior al de
los que la rechazan. No obstante, el panorama cambia cuando llegan
las elecciones, el sesgo hacia el nacionalismo es mayoritario, no
solo porque los partidos secesionistas son los que obtienen más
escaños, lo que puede explicarse como consecuencia de los defectos
de la ley electoral, sino porque gran parte de los catalanes que se
declaran en las encuestas en contra de la independencia terminan
votando a partidos que, si bien no se proclaman nacionalistas en la
práctica, su simpatía e incluso complicidad con el nacionalismo
resulta innegable.
No es infrecuente escuchar de muchos catalanes, de esos que se
confiesan anti independentistas, el lamento de que el Estado les ha
abandonado, se ha inhibido, dejándoles en manos del nacionalismo.
Tienen su parte de razón, desde la Transición los partidos
nacionales se han preocupado sobre todo de sus intereses,
permitiendo que los nacionalistas campasen a sus anchas por Cataluña
y el País Vasco, a cambio de conseguir su apoyo en el Parlamento
español. De esta manera, poco a poco, el nacionalismo ha terminado
apoderándose de todas las instituciones en sus respectivos
territorios y, lo que es peor, ha impuesto progresivamente su
discurso y su punto de vista a toda la sociedad.
Pero no es menos cierto que todo esto no hubiese sido posible sin el
silencio, la pasividad, e incluso en muchos casos la complicidad, de
la población no independentista. En cierto modo, las
reivindicaciones nacionalistas y su victimismo beneficiaban a toda
la sociedad en cuanto significaban obtener ventajas evidentes frente
a otros territorios. Por otra parte, el conformismo era más cómodo y
la aceptación de las reglas de juego podía acarrear beneficios
inmediatos, quizás nada despreciables.
Buen ejemplo de ello lo ha constituido gran parte del empresariado,
de los medios de comunicación y de otras muchas entidades que han
visto recompensada su fidelidad al régimen (este sí que ha sido y es
un régimen) de manera muy generosa, pero es que este modo de actuar
se ha extendido también a muchos ciudadanos particulares a los que
tampoco les iba mal el paraguas del victimismo. Muy pocos han sido
los que han plantado cara. La mayoría han optado por amoldarse y
recolectar los beneficios.
Solo cuando la situación subió de nivel y se dio un salto
cualitativo, cuando el nacionalismo se declaró ya en franca rebeldía
y se convirtió en golpismo, cuando vieron que los secesionistas
estaban dispuestos a declarar la independencia unilateralmente, sonó
la señal de alarma, la mayoría de los empresarios se asustaron.
Vivían bien en la ambivalencia, pero el envite era demasiado fuerte.
Gran parte de ellos se situaron en la tercera vía, “sí, pero no”, y
la mayoría silenciosa de ciudadanos salió por primera vez a la calle
de forma masiva. Un partido que había sido hasta entonces
cuantitativamente secundario en Cataluña, Ciudadanos, se alzó como
la fuerza política más votada.
Pero el tiempo pasa y parece que lo borra todo, lo que en el caso de
Cataluña resulta un poco incomprensible, porque durante cuatro años
se ha extendido el caos; y la violencia se ha adueñado con
frecuencia de las calles de toda la Comunidad Autónoma. Los
golpistas continúan sin arrepentirse de nada y afirman que están
dispuestos a repetir el golpe. El Gobierno ha sido desgobierno, más
pendiente del procés y de su propaganda secesionista, que de la
gestión y de los problemas de los administrados. Por eso resulta tan
difícil comprender los resultados actuales de las encuestas, no ya
que el voto independentista se mantenga (el fanatismo suele dar
razón de casi todo), sino que gran parte de la sociedad silenciosa
se inclinen por formaciones políticas que mantienen cierta
complicidad con el secesionismo. ¿Dónde están las izquierdas
catalanas?
Es cierto que, en Cataluña, desde hace tiempo, al menos desde el
inicio del procés, el enfrentamiento político no se plantea en
términos de izquierda y derecha, sino de independencia o no
independencia. No hay más que considerar el extraño matrimonio entre
Convergencia -o lo que queda de ella- y Esquerra. Llevan gobernando
juntos casi una década. Incluso cuentan siempre con el apoyo de la
CUP cuando la necesitan en el Parlament. Pero precisamente por eso
se entiende mal la traslación de votos que las encuestas arrojan de
Ciudadanos al PSC, porque si hay un partido que en Cataluña ha
defendido a esa más de la mitad de ciudadanos humillados y ofendidos
ha sido la formación naranja.
Sin duda, Ciudadanos cometió un gran error, convertirse en partido
nacional, y no quedarse en Cataluña, que es donde tiene un sentido y
un perfil propio. He criticado a Ciudadanos en bastantes artículos y
también en mi último libro “Una historia insólita, el gobierno
Frankenstein”, pero estas críticas iban dirigidas a su
comportamiento en la política nacional, no en Cataluña, donde han
mantenido una posición bastante digna. Aunque hayan podido cometer
alguna equivocación ¿cómo compararles con el comportamiento errático
y torticero seguido por el PSC?.
Lo más que se puede esperar del PSC es la constitución de un
tripartito, y conviene no olvidar que todo este fregado catalán
comenzó precisamente con el anterior tripartito y la alianza de
Zapatero con Maragall. Fue el primer intento de cambiar la
Constitución por la puerta de atrás. Ciertamente no en rebeldía como
lo hicieron en 2017 los independentistas, pero sí arteramente
aprobando un estatuto anti constitucional, estatuto que en el fondo
nadie demandaba. Solo hay que considerar la enorme abstención que se
produjo en el referéndum de su aprobación. De aquellos polvos
vinieron estos lodos. Resulta, por tanto, bastante incomprensible
que aquellos que se quejan del independentismo, terminen votando a
un partido que entre otras cosas pretende indultar a los golpistas
para que prueben de nuevo, a ver si tienen éxito.
Lo más inconcebible es que parece que las buenas perspectivas del
PSC se deben a presentar como candidato a Salvador Illa. Es difícil
de entender. Se desconoce cuáles son sus gracias. Lo mejor que se
puede decir de él es que es educado, modoso, de buenos ademanes y
palabras. Claro que todo esto también podría interpretarse como
amorfo, ni chicha ni limoná, y que cuando habla no se le entiende
nada porque parece que está rezando. Pero más allá de todo esto,
como ministro de Sanidad no ha brillado con luz propia. Ha sido tan
solo una marioneta en manos de Sánchez, transmitía lo que este
decidía. Su permanencia al frente del Ministerio de Sanidad se ha
caracterizado por la inoperancia más absoluta. Tomó posesión de un
medio ministerio (Sanidad) que era parte de otro casi sin
competencias (Sanidad y Consumo). Un ardid para que tuviera un sitio
en el Consejo de Ministros y desde esta plataforma se dedicase a su
auténtica misión, servir de cemento a ese maridaje espurio que
Sánchez pretende mantener con el nacionalismo golpista.
El hombre propone y Dios dispone. Así que se ha tenido que enfrentar
con la pandemia más grave de los últimos cien años. Sin preparación
y sin medios no es de extrañar que su gestión haya sido un desastre,
tanto más cuanto que desde el comienzo se echó en manos de un
chisgarabís, locuaz y frívolo, que no tenía ni siquiera la categoría
de subdirector general y que toda su “expertitud” (que diría Calvo)
consiste en haber entrado en la función pública por la puerta de
atrás, gracias a un importante pariente del PP.
Las dificultades con las que se encontró Illa al comienzo de su
mandato son notorias. La distribución de competencias y medios entre
las Comunidades Autónomas hacían del Ministerio un gigante de barro
y dificultaban gravemente la gestión. Pero su languidez y su
carencia radical de experiencia no solo sanitaria sino en la
Administración Pública le convirtieron en una marioneta en manos de
Sánchez. La subordinación de los criterios sanitarios a las
conveniencias políticas cerraba toda posible solución.
El sometimiento a los intereses políticos estuvo presente desde el
primer momento. Se reaccionó tarde. Había que mantener las
manifestaciones feministas. “El machismo mata más que el
coronavirus”, lema de los carteles, parece ahora una broma macabra.
Se permitió la entrada por los aeropuertos de todos los italianos
que quisieron pasar cuando en Italia la epidemia estaba ya
desbocada. En una semana se pasó de asegurar que en nuestro país no
había ningún problema a decretar el estado de alarma e imponer el
confinamiento más duro de toda Europa.
Se adoptó un sistema de mando único, lo que a todo el mundo le
pareció bien dada la gravedad de la situación. El problema surgió
cuando ese mando único, el Ministerio de Sanidad y el señor Illa,
comenzaron hacer aguas por todas partes. Pretendieron centralizar
todas las compras, pero resultó un auténtico desastre. Los
suministros no llegaban y muchos de los contratos eran fraudulentos
y adjudicados sin el menor rigor, y aún está por conocerse qué hubo
detrás de todas esas contrataciones. Al final cada Comunidad, a
pesar de no tener competencias (estaban atribuidas al mando único),
tuvo que apañarse como pudo.
No es el momento de relatar la inmensa acumulación de desatinos
cometidos a lo largo de toda la pandemia. Los engaños y las
rectificaciones han estado presentes en todo el proceso. “Donde ayer
dije digo hoy digo diego”. Las mascarillas pasaron de no
convenientes a ser obligatorias. Y las FFP que ayer se consideraban
improcedentes e incluso egoístas resulta que son las que ahora
Alemania considera como las únicas aceptables. La desescalada fue
caótica y llena de prejuicios políticos, sin informes y al margen de
todo criterio científico, y con un comité de expertos fantasma o
inexistente.
Ante la catástrofe, el Gobierno optó por descargar la
responsabilidad en las Comunidades Autónomas -pero sin darles al
mismo tiempo los medios y la autoridad necesarias-, que ha
pretendido mantener en sus manos para intervenir cuando por sus
conveniencias políticas le pareciese necesario. Buen ejemplo de ello
fue el sainete de Madrid que para demostrar quién mandaba no dudó
primero en fabricar un engendro jurídico tumbado por los tribunales
y al final decretar un estado de alarma reducido a una sola
provincia con el que hizo el ridículo más absoluto, demostrándose
que la Comunidad Autónoma tenía razón en su estrategia. La llamada
“cogobernanza”, una de tantas palabras elaborada por la fábrica de
la Moncloa, ha sido un caos, convirtiendo el mapa de España en la
lucha contra la epidemia en un espectáculo de lo más heterogéneo y
variado. Illa aseguró que no habría diecisiete navidades distintas y
lo cierto es que si nos descuidamos acaba habiendo cincuenta.
A su vez, el Gobierno ha sido totalmente reacio a utilizar las
competencias que permanecían exclusivamente en sus manos. A pesar de
la petición de las Autonomías afectadas, se negó siempre a
establecer en los aeropuertos y en las estaciones de ferrocarril
controles efectivos, incluso cuando después de la aparición de la
cepa británica y casi todos los países habían anulado ya todos los
vuelos con Inglaterra Sánchez, rechazó hacerlo. El Ministerio del
Interior, tan presente en la primera etapa incluso con entorchados
en todas las ruedas de prensa, desapareció posteriormente como por
asomo, con lo que la mayoría de las Autonomías se han encontrado sin
medios para asegurar que se cumplían las medidas que iban adoptando.
El último escándalo, por ahora, lo ha constituido el de la
vacunación. Como es habitual, el Gobierno ha lanzado la
responsabilidad hacia fuera. En este caso a la Unión Europea, que,
como es habitual, está demostrando lo que es, un bodrio burocrático
incapaz de dar solución eficaz a cualquier problema. No obstante,
Sánchez intentó ponerse las condecoraciones y venderlo a bombo y
platillo, colocando en el primer envío un cartel monumental, que
decía “Gobierno de España”. Algo infantil ciertamente, pero muy
revelador de su finalidad de representación y propaganda. Ahora,
ante las dificultades, echará balones fuera y trasladará todas las
culpas a la Unión Europea.
Se dirá que todo esto es imputable principalmente al Gobierno y no a
Illa. En alguna medida es verdad, pero el ahora candidato a la
presidencia de la Generalitat ha sido el hombre de paja, el
instrumento, el medio del que se ha valido Sánchez para implementar
esta política tan desastrosa y para intentar vender como triunfos y
aciertos los mayores descalabros. “No se arrepiente de nada”, ha
manifestado en la despedida el hasta ahora ministro, y aleccionó a
su sucesora anticipando que lo va a pasar bomba. La mayor prueba de
la insignificancia de Salvador Illa consiste en que se ha
considerado que puede dejar el Ministerio en el momento más crítico
de la epidemia sin que pase absolutamente nada. Lo cual es cierto.
¿Es este personaje anodino el que quieren los catalanes para
presidente de la Generalitat? Lo cierto es que Salvador Illa nunca
va a serlo. Primero porque lo más probable es que se vuelva a formar
un gobierno independentista y segundo porque, aunque diesen los
números y se intentase constituir un tripartito, Esquerra nunca
aceptaría no presidirlo y tener que votar de presidente a un hombre
del PSC. ¿Entonces a qué tanto interés en colocar a Illa de
candidato? Me da la impresión de que la finalidad ha sido otra,
nombrar a Iceta, no en un ministerio cualquiera, sino en el de
Administración Territorial. Pero eso merece quizás otro artículo.
www.martinseco.es
Las identidades colectivas existen
Jesús Laínz Libertad Digital 5 Febrero 2021
La más grave enfermedad política que sufre España desde la muerte de
Franco es la inflamación identitaria. Para ser exactos,
microidentitaria. Cuanto más microidentitaria, más progresista. Y
cuanto más progresista, más inatacable. Y con el agravante de que la
izquierda, en teoría internacionalista y ajena a estas cuestiones,
se apuntó a la inflamación desde que compartió trinchera y exilio
con los separatistas vascos y catalanes.
Como reacción contra esta inflamación, algunos derechistas –e
incluso unos pocos izquierdistas que conservan un resto de lucidez–,
de esos exquisitos que se admiran a sí mismos por considerarse
eternamente incomprendidos, pontifican que las identidades
colectivas son perniciosas. Algunos, los más aguerridos, hasta se
lanzan a proclamar que no existen, como si todos fuésemos apátridas.
Pero si no existiesen, inexistente lector, estas líneas no estarían
siendo el vínculo que, por unos minutos, va a unirnos a usted y al
abajo firmante. Porque, si las identidades colectivas no existen, ni
el abajo firmante ni usted hablaríamos la lengua que hablamos, ésa
que nos fue impuesta por nuestros padres desde el momento en el que
empezaron a hablarnos mientras nos cambiaban los pañales. ¿O acaso
sus liberalísimos progenitores le pidieron su consentimiento para
hablarle en la lengua que desde entonces, y hasta el día de su
muerte, se convirtió en su lengua materna? ¿O quizá no le dirigieron
la palabra hasta que cumplió dieciocho años para que, con la mayoría
de edad, eligiese libremente la lengua en la que iba a expresarse?
He ahí la primera identidad colectiva que les es impuesta a todos
los hijos de Adán: su familia. Y la segunda, su lengua y, por lo
tanto, la porción de la Humanidad con la que se va a comunicar en
ella. Y junto a la familiar y la lingüística, un montón de
identidades colectivas concéntricas, yuxtapuestas y acumuladas: unas
costumbres, una estirpe, una tradición cultural, una tradición
artística, una tradición religiosa, una tradición moral, una
tradición jurídica, una tradición histórica… una tradición nacional,
en suma. Porque eso es lo que quiere decir tradición: transmisión,
entrega, paso de una cosa de unas manos a otras. Y en eso consisten,
exquisitos desarraigados, las inexistentes identidades colectivas.
Porque el mundo no vuelve a comenzar de cero cada vez que nace un
bebé.
Pero ahí siguen, erre que erre, esos ciegos ilustrados empeñados en
convencerse, y en convencer a los demás, de que entre los individuos
y su común pertenencia al género humano no hay escalones
intermedios. Y en eso consiste toda su crítica a los separatismos
vasco y catalán. Por eso nunca han podido ni podrán hacerles el
menor rasguño en su acorazada superficie.
Porque si la crítica a los separatismos se hace por defender una
identidad colectiva, sacando de ello la conclusión de que toda
identidad colectiva es perniciosa, se estará haciendo un diagnóstico
erróneo de la enfermedad, por lo que lo único que logrará su
tratamiento será debilitar aún más el organismo del enfermo, en este
caso España.
A los separatismos vasco y catalán no hay que criticarlos por ser
identitarios, sino por ser falsamente identitarios y, por lo tanto,
los peores enemigos de la verdadera identidad vasca y catalana. Ya
lo sentenció hace un siglo el guipuzcoano Pío Baroja, que sabía muy
bien de lo que hablaba: “Para un verdadero vascongado, el
bizkaitarrismo es una farsa”. La pretendida existencia de las
naciones catalana y vasca como comunidades humanas ajenas y hostiles
a España es insostenible se mire por donde se mire. No es otra cosa
que la construcción de sentimientos falsificados mediante mentiras
de una necedad que aturde y una campaña sistemática de incitación al
odio que, en cualquier país menos acomplejado que el nuestro, habría
pasado sin duda hace ya décadas por los tribunales. Y sin haber
tenido que esperar a un golpe de Estado.
Además, para atacar a las identidades colectivas falsas, clónicas,
totalitarias y agresivas, esos ilustradísimos apátridas se ríen
hasta de las verdaderas; y abominan de las patrias (Fernando Savater
tituló uno de sus libros Contra las patrias) hasta el punto de
considerarlas caspa paleolítica. E incluso emplean sus preclaras
neuronas en escribir pedanterías contra cualquier cosa que tenga que
ver con el patriotismo.
Dirigente derechista ha habido, y no de los más lerdos, que llegó a
afirmar que España no es más que un espacio de derechos. Como si lo
que nos hace españoles fuera solamente la sujeción a las leyes
españolas y no una herencia cultural milenaria. Cualquier cosa que
vaya más allá de la defensa de la ciudadanía española como aséptica
condición jurídica es peligrosa, pues implicaría adentrarse en los
malolientes terrenos de la patria. Y el patriotismo sólo es
aceptable –y a regañadientes– con la condición de que vaya
acompañado del atenuador adjetivo, también proveniente del
vocabulario jurídico, constitucional. Lo que, dicho sea de paso, es
el equivalente derechista del izquierdoseparatista Estado español
para no decir España, esa nación a la que hay que privar de la
condición de tal para reducirla a mera cáscara jurídica. De ahí no
debe pasar.
Pero este humilde juntaletras, harto de clamar en el desierto
durante muchos años, refrena aquí su pluma y le cede el sitio al
egregio Joseph Conrad, que juntó letras infinitamente mejor:
El patriotismo es un sentimiento desacreditado debido a que la
delicadeza de nuestros humanitaristas lo ve como una reliquia de la
barbarie. Hace falta cierta grandeza de alma para juzgar al
patriotismo como merece; o bien una sinceridad de sentimientos que
le está negada al vulgar refinamiento del pensamiento moderno,
incapaz de entender la augusta sencillez de un sentimiento que
procede de la naturaleza misma de las cosas y de los hombres.
www.jesuslainz.es
El conflicto vasco; un mito creado por ETA
para intentar justificar el terrorismo al que también se sumó
Ibarretxe
JOSEAN IZARRA. Vitoria. El Mundo 5 Febrero 2021
22 expertos en la historia reciente de Euskadi elaboran, por encargo
del Centro Memorial de Víctimas y la Fundación Fernando Buesa, un
glosario con 66 conceptos sobre los que ha girado la violencia
etarra
El conflicto vasco, un binomio repetido hasta la saciedad en el
discurso independentista, constituye un "mito político" articulado
por ETA y por su brazo político y social para justificar la
violencia terrorista en España. El historiador y miembro del Centro
Memorial de las Víctimas del Terrorismo Raúl Romo sintetiza en
apenas dos minutos un concepto central en el soberanismo vasco
dentro del glosario con hasta 66 términos elaborados por una
veintena de especialistas en Historia Contemporánea y Derecho. El
manido conflicto vasco no sólo fue, como asegura Romo, un concepto
impulsado por la banda y su entorno sino que hasta el lehendakari
Juan José Ibarretxe lo hizo suyo para justificar el derecho a
decidir de Euskadi.
Romo sitúa la apuesta de ETA y la izquierda por el denominado
"conflicto político" como un recurso dialéctico a partir de la
detención en Bidart en marzo de 1992 de la cúpula etarra conformada
por José Luis Álvarez Santacristina 'Txelis', José Javier Zabaleta
Elósegi 'Baldo', Francisco Múgica Garmendia 'Paquito' y José Arregi
Erostarbe 'Fitti'. Una operación policial que descabezó a la banda
terrorista pero no impidió su reactivación con métodos aún más
sangrientos y la aplicación a partir de la aprobación de la ponencia
Oldartzen o "socialización del sufrimiento" que se activó por la
izquierda abertzale y aplicó ETA a partir de 1994.
"El conflicto vasco fue un mito político para atribuir al otro el
inicio de la violencia y, de ese modo, justificar una violencia
defensiva", constata el historiador vasco. Un concepto que tuvo su
"etapa dorada" a partir de los años 90 y cuyo uso se extendió. De
hecho, el lehendakari Juan José Ibarretxe recurrió al "conflicto
político" para defender su propuesta de Nuevo Estatuto vasco o 'plan
Ibarretxe' que fue aprobado por el Parlamento Vasco y desestimado
antes de su tramitación en el Congreso en el año 2005. El
lehendakari condenaba el terrorismo de ETA y entendía que
perjudicaba en la resolución del "conflicto político" entre Euskadi
y el "Estado español".
El Centro Memorial de Víctimas dirigido por el periodista e
investigador Florencio Domínguez ha habilitado en glosariovt.com no
sólo detalladas explicaciones de 66 conceptos fundamentales para
conocer la historia más cercana sino, que además, facilita
referencias bibliográficas para profundizar en ella. Domínguez ha
explicado en la presentación de este glosario audiovisual que son
"66 términos de uso cotidiano o en medios de comunicación", cuya
precisión quieren difundir "pensando en los más jóvenes que no
conocieron el terrorismo".
PNV y PSOE despiden a los Reyes Magos de
Vitoria porque no hablan euskera
JOSEAN IZARRA. Vitoria. El Mundo 5 Febrero 2021
El presidente del PP de Álava, Iñaki Oyarzabal, ha acusado al
"nacionalismo del PNV" de rozar "lo paranoico"
El alcalde de VitoriaGorka Urtaran(PNV) y su concejal de Cultura
Estíbaliz Canto (PSE-EE) convocaron en la tarde de ayer a los tres
Reyes Magos para despedirles por no saber euskera. Los tres
vitorianos que representan durante las últimas décadas a Melchor,
Gaspar y Baltasar nunca habían tenido problema alguno en sus
apariciones públicas en las que, como asegura José Miguel Zaldivar
-el rey Melchor- también hacían breves intervenciones preparadas en
las dos lenguas oficiales del País Vasco.
Urtaran ha apelado al "cambio generacional" como argumento con el
que justifica el despido fulminante de los tres Reyes Magos de
Vitoria. "En materia lingüística los niños y las niñas de hoy no son
los de antes", ha ofrecido como explicación tras la polémica
desatada por la decisión de prescindir de estos tres voluntarios que
desinteresadamente participan en las cabalgatas y recibimientos a
los niños pero también en la visita a hospitales y residencias de
ancianos.
La decisión del PNV y del PSOE vasco se produce tras la presión
ejercida por EH Bildu y Podemos para reclamar la sustitución de los
tres Reyes Magos. Zaldivar, que empezó hace 52 años haciendo de paje
y lleva 45 de Rey Melchor, sólo tiene palabras de agradecimiento
para los miles de vitorianos a los que ha hecho felices. " No nos
han dado otra alternativa", ha confesado en medio de la polémica que
intenta evitar haciendo gala de la bondad infinita del personaje que
ha representado durante 4 décadas.
Y eso que Zaldivar junto con sus compañeros ha mantenido siempre una
relación exquisita con el Olentzero, el personaje basado en la
tradición euskaldun, que las instituciones nacionalistas han mimado
restando protagonismo a los Reyes Magos. El Santa Claus vasco,
además, prácticamente sólo utiliza el euskera y EH Bildu denunció
tras las pasadas navidades la televisión pública vasca eligió a una
actriz para hacer de Mari Domingui -personaje femenino con la misma
función- que no sabía euskera. Aunque Mari Domingui no realizó
ninguna declaración, EH Bildu consideró insuficiente las dos
palabras en euskera utilizadas en la cuenta de Twitter del
personaje.
La obligación de utilizar el euskera con los niños también fue
impuesta desde el Ayuntamiento de Lejona (Vizcaya) que remitió una
carta atribuida al Olentzero en la que advertía a los menores que ni
él, ni Mari Domingui ni el burro que les acompañan saben
correctamente hablar en castellano por lo que sólo se garantizaban
conseguir sus juguetes si escribían las cartas en euskera. El PSOE
vasco, que respalda esta "normalización lingüística", también ha
apoyado que en el único canal de la televisión vasca en español se
introduzcan declaraciones en euskera con subtítulos, especialmente
cuando se realicen por jóvenes o sean contenidos dirigidos a ellos.
Según los datos del Departamento de Educación del Gobierno vasco, el
81,2% de los niños vascos entre 3 y 5 años reciben las clases sólo
en euskera mientras que el 3,2% lo hacen en castellano con el
euskera como asignatura para su conocimiento. Entre los chavales de
6 a 11 años, los que estudian en castellano con un asignatura en
euskera son el 4,1% y el 76,7% quienes son instruidos únicamente en
vasco.
La portavoz del PP de Vitoria Leticia Comerón ya ha reclamado al
alcalde Urtaran que "rectifique" en su decisión de prescindir de los
Reyes Magos para "centrarse en lo que se tiene que centrar, en
recuperar empleo y reactivar la economía".
Esta decisión ya ha provocado algunas reacciones como la del
presidente del PP de Álava, Iñaki Oyarzabal, quien ha acusado al
"nacionalismo del PNV" de rozar "lo paranoico".
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