Escrache, sabotaje, terrorismo
Javier Somalo Libertad Digital 6 Febrero 2021
Otros sabotajes como estos contra el Zendal son ya lo más cercano al
terrorismo porque peligran vidas de forma indiscriminada.
En junio de 2013, Pablo Iglesias dijo desde la televisión iraní
Hispan TV que "los escraches son el jarabe democrático de los de
abajo".
Todavía no existía Podemos, Pablo lucía coleta floja y no sacaba las
manos de los bolsillos. Vivía en Vallecas. Su ejemplo era Hugo
Chávez y así lo dijo en una arenga callejera mientras administraba
dosis de su jarabe a algún político:
"De alguna manera, Chávez había sido un escrache permanente contra
los poderosos. Los escraches no son más que la expresión de la
democracia cuando se hace digna de los de abajo".
Mirando hacia su izquierda y hacia arriba, apuntando quizá hacia
algún balcón, añadió: "Y eso es lo que creo que estamos haciendo
ahora: escrachar a esta gentuza". Cuando a él le tocó una
cucharadita del jarabe, recordó que la patente es suya:
"Hoy es gente de derechas manifestándose en la puerta de mi casa.
Mañana puede ser gente de izquierdas manifestándose en frente del
apartamento de Ayuso, de la casa de los Espinosa de los Monteros o
de Abascal".
Mañana no, que todo eso pasó ya, pero le faltó mandar un whatsapp
con la ubicación de los objetivos mencionados.
Y de escrache en escrache, forjado en la universidad —"sóviet
complutense", lo llamaba Rita Maestre cuando despertaba "miradas
lujuriosas"— en la que coordinó el ataque sufrido por Rosa Díez,
nació Podemos. Y por las gracias y desgracias de muchos medios de
comunicación y por lamentables estrategias políticas de la era
Rajoy, el de la coleta floja se apretó un moño pasionario y llegó a
vicepresidente del Gobierno para imponer, poco a poco, su modelo
violento de asalto a los cielos no sin antes agenciarse una casa
digna, que la vivienda es un derecho y el comunismo no entra en
detalle de metros, muros o lagos.
El escrache bien entendido no ha de reducirse a caceroladas o a
rondar los balcones ilustres. Si en el curso de una jornada de
jarabes democráticos se agarra del cuello a un cámara, como sucedió
en noviembre de 2019 durante un acto de la diputada de Vox Alicia
Rubio, son cosas del directo pero ahí quedan. Y si vuela una piedra,
como sucedió en Sestao también contra un acto de Vox y le abre una
ceja a otra diputada, es un bulo que sólo necesitó "ketchup", según
Pablo Echenique, pero ahí queda también. Y, por supuesto, Soraya
Sáenz de Santamaría, Cristina Cifuentes o Esperanza Aguirre
inauguraron el marcador revolucionario. Curioso, de haber sido al
contrario todavía estaríamos coleccionando hashtags contra el
machismo de la derecha heteropatriarcal.
Con la llegada de la pandemia, y siguiendo la doctrina chavista en
Vargas y la que expresó el propio Iglesias, el comunismo encuentra
nuevas oportunidades de consolidación. Es cierto que desde el poder
se necesitan menos excusas pero una vicepresidencia y varios
ministerios requieren todavía de fórmulas callejeras para ir
forjando el asalto completo y la excepcionalidad puede cubrir esas
expectativas de sobra.
Del escrache y sus variantes más o menos violentas se evoluciona
naturalmente al sabotaje. Y aquí el hospital Isabel Zendal se ha
convertido en objetivo prioritario. La dificultad de montar una
campaña contra un hospital público desde la izquierda se supera
tirando de clásicos, como hizo el coordinador general de Podemos en
la Comunidad de Madrid, Jesús Santos: "La historia se repite. Como
si de Esperanza Aguirre se tratase, Isabel Díaz Ayuso vuelve a
inaugurar un hospital que es puro decorado y pelotazo inmobiliario,
sin terminar, sin personal, apenas a un cuarto de la capacidad que
había anunciado y, sobre todo, con unos sobrecostes que superan el
cien por cien". Público, sí, pero no suyo.
En el programa de Jesús Cintora en TVE (este sí que tiene
sobrecostes del cien por cien) una enfermera denuncia que el
hospital "no ofrece las condiciones para trabajar así como la
seguridad del paciente". Dice que se negó a ir a trabajar allí pese
a que se lo solicitaron. Que "se ve en las imágenes —no ha estado—
que es una estructura diáfana que no tiene intimidad para el
paciente, que los enfermeros no tienen información de dónde están
las cosas ni se les explica cómo funciona la unidad, lo que puede
dar lugar a errores, que no tienen material necesario… y un montón
de etcéteras". Es de suponer que entre el montón de etcéteras
entrará algún baño atascado, un grifo roto, suciedad… De momento,
sólo eso. Habla la enfermera objetora de supuestas irregularidades
grabadas en móvil por una "compañera". Cintora dijo de pronto que él
no conocía de nada a la enfermera. A lo mejor es que lo parecía. Por
supuesto, la entrevista apareció destacada en la web de Podemos.
Otro enfermero, también en TVE pero esta vez en el programa de
Mónica López y también destacado en la web de Podemos, dice que
"nadie en su sano juicio acudiría al hospital Zendal". Se llama
Ernesto y, según la reportera que lo entrevista "no ha durado ni un
día dentro del hospital". Además de cuestiones sindicales varias, el
enfermero dice que comprobó que "se vulneraba la seguridad del
paciente sistemáticamente". Marta Nebot, muy afectada, por lo
"terrible" del testimonio, pregunta: ¿Tienen miedo los pacientes,
cómo es posible que haya pacientes que pidan ir a ese hospital? Pero
Ernesto… no tuvo "la oportunidad como tal de hablar con esos
pacientes" aunque supone que si van allí es "por desconocimiento".
¿Lo vas a denunciar, Ernesto?, apunta incisiva Mónica previendo una
gran borrasca mediática. "Bueno yo ya me he quejado y hemos hecho un
llamamiento a los sindicatos". Vamos, que le preocupa mucho.
Poco después, el mismo Ernesto aparece en el programa Todo es
Mentira, de Cuatro. Su testimonio se ha hecho viral, según dicen,
mala figura para el caso. ¿Por qué dimites el primer día? Pues
porque "se vulnera la seguridad del paciente sistemáticamente". Tras
repetir exactamente la frase que usó antes en TVE concluye diciendo
que el Zendal "no es un hospital porque no cumple los requisitos y
que los pacientes empeoran en cuestión de horas". Y muy pocas, a
juzgar por el tiempo que pasó el enfermero allí.
Uno de los medios más combativos contra el hospital Zendal es el que
le puso Pablo Iglesias a su exasesora Dina Bousselham en medio del
escándalo de la tarjeta telefónica. La web presume de no llevar
publicidad porque es "independiente". Tanto que, a efectos
registrales, fijó su sede en el despacho profesional de Enrique
Santiago en la calle Jorge Juan. Son estos y los de Neurona los que
señalan amiguismos y cajas B. Desde la web de Dina-Podemos se hacen
gracias como la de la existencia de un "Comando Zendal" y hasta se
adentran en los paralelismos con el 11-M para que la burla sea un
poco más asquerosa. Por cierto, sería curioso conocer con más
detalle la hipótesis de Bousselham al respecto de aquellos días de
marzo.
El caso es que Podemos ha alimentado, con ayuda de TVE y de los
brigadistas habituales, una campaña infame contra un hospital
público de apoyo que trata a enfermos de coronavirus. La sanidad
privada es demoniaca y debe sacar sus manos de la pandemia, de las
vacunas y de "la gente". Las farmacias deben ser nacionalizadas y
llevar la cruz morada. Y el Isabel Zendal, o el Simón Bolívar, sería
una obra de arte de lo público si la izquierda estuviera en el poder
en la Comunidad de Madrid. Todo estaría justificado. Como lo estaba
el silencio ante las imágenes de los hospitales venezolanos,
repletos de mugre y, lo que es peor, de cadáveres. No morían, ni
mueren, por otra pandemia que no fuera el comunismo. Ya se sabe, "un
escrache permanente", la "expresión de la democracia". Hay un
informe detallado de Naciones Unidas que es una llamada desesperada
de auxilio pero, por alguna oculta razón, es más popular Donald
Trump que Nicolás Maduro.
Tras negarse a asistir a la inauguración del hospital Zendal,
Podemos dijo que Isabel Díaz Ayuso iba a "derivar millones a sus
amigos". Sí, sí, lo dijo Podemos-Neurona-CEPS. También denunció que
en el hospital del demonio había atascos en los baños y "cortes de
luz y de agua". Claro, y hasta de cables, que ya no se cortan sin un
poquito de ayuda. Y aparecen empapadores metidos en los inodoros. Y
saltan alarmas de desalojo de madrugada. Y se desconectan equipos
necesarios para monitorizar constantes vitales de los enfermos.
¿Denuncian lo que provocan? Si dejan de suceder desgracias después
de la denuncia interpuesta por la comunidad de Madrid y de la
instalación de cámaras, la respuesta es sí.
Sabotear la inauguración de una fuente pública probablemente no
ponga en peligro la vida de nadie pero otros sabotajes como estos
contra el Zendal son ya lo más cercano al terrorismo porque peligran
vidas de forma indiscriminada. Además, es la penúltima parada
habitual —la última es el poder— cuando se empieza el viaje con
"jarabes democráticos" dentro de una democracia.
Como se dejan ver, pues los miramos. Hablan mucho, más de la cuenta,
y van tan contentos cargando vigas en el ojo propio y lanzando
briznas al ajeno. Es el comunismo de siempre, sin complejos. Y,
también como siempre e inexplicablemente, sin apenas resistencia.
La nurse de los señoritos leninistas
Carlos Dávila okdiario 6 Febrero 2021
En algo no se parecen, fíjense, Lenin, el siniestro asesino
Vladimir, y sus fervorosos seguidores en España de ahora mismo,
Pablo Iglesias y su acompañante Montero. A Lenin le daba por
trabajarse, para su manejo habitual, lo privado, incluso lo
familiar, y sobrevivió ejemplarmente durante bastante tiempo
atizando sablazos a su desgraciada mama (madre en ruso) y, cuando
ésta flaqueaba porque su pecunio de funcionaria no daba para mayores
dádivas, desangraba Lenin a su propia hermana a la que le rebañaba
de cien en cien rublos para poder asegurarse la pitanza ya que por
su despacho de abogado no pasaban otros clientes que las arañas. En
su vida, tan ejemplar, apuntaba ya a un homicida cruel que no
respetaba tampoco a las mujeres, a las que venía a odiar porque
francamente con ellas no se comía una rosca, era más bien flojito el
canalla. Existió, preparando la revolución, de prestado; en un
principio desvalijando a su progenitora y después a todos los
camaradas a los que sumió en el pavor.
Pero al dúo de la bencina Iglesias-Montero le va mejor el
aprovechamiento público. Pregunto: ¿estamos o hemos estado los
españoles pagando el solícito cuidado que la enchufada Teresa
Arévalo ha depositado en los retoños de la pareja? Tras lo publicado
en este periódico ya no hay dudas de que efectivamente haya sido
así. Lo cierto es que la señora o señorita Arévalo, sin jerarquía
alguna que la avale, goza ahora de un sueldo que su patrona, la
ministra Montero, le ha adjudicado en su Ministerio para cambiar la
especie humana. Lo cierto también es que la citada empleada suele
viajar con su doméstica mecenas cada vez que ésta se traslada a sus
comparecencias externas. No es imposible, es más: es más que posible
que la pareja leninista del Gobierno ya no tenga que abonar a su
niñera Arévalo, la percepción que a ésta le tienen que corresponder
por vigilar que a los tres niños, inocentes de todo lo que perpetran
sus papás, no les suceda absolutamente nada. Dios no lo quiera.
Arévalo ya tiene soldada en el prescindible Ministerio de Igualdad,
y a ella le paga el Estado, o sea nosotros. Buena martingala para
evitar un dispendio oneroso en la misma casa de la pareja.
En las laderas de la sierra madrileña, el personal aún se hace
lenguas por otra parte del auténtico valor de la mansión en que mora
la pareja. Con sólo preguntar a dos personas, de apellidos Herrero y
Domingo respectivamente, podríamos suponer que el chaletón de
nuestros gobernantes, podría haber costado más allá de los
ochocientos mil euros, doscientos mil más de los que se han
publicado como efectivos. Todo en la pareja es más comprometido que
el porvenir en esta Liga del Real Madrid. Hay un personaje fatuo que
pulula por los alrededores de esta casa modo Hollywood, y que ha
dejado de manifestarse ante ella porque no está recibiendo
parabienes precisamente de los celadores que vigilan la humilde
morada de los leninistas. El hombre, ahora apesadumbrado porque ya
se le ha acabado la visita diaria al predio, se indigna cada vez que
uno de los habitantes ofrece lecciones de pobreza y denuncia al
público en general que no pertenece a su estirpe. “Lo que más me
fastidia -dice el tipo- no es que practiquen con nosotros la sodomía
política, sino que me larguen su aliento en el cogote”. Véase que el
cronista ha suavizado a posta el grafismo de esta sentencia, por
otra parte muy habitual en nuestro argot doméstico, pero ella revela
hasta qué punto el país y sus habitantes están hasta el referido
cogote, de la diferencia habitual que existe entre las prédicas
cursis de los susodichos y las prácticas de los referidos. O, ¿es
que alguno de nuestros jóvenes lectores guarda la posibilidad de que
un alto cargo de la Administración, segunda jefe del Gabinete para
la transformación del género humano, cante nanas a sus hijos cuando
ellos están todavía trabajando?
Lo curioso es que esta escandalera, la enésima que han desatado
nuestros leninistas de cabecera, apenas produzca una indignación de
desayuno en nuestros votantes españoles. Recuerdo con envidia y
nostalgia a dónde puñetas fue a parar un secretario del Gobierno
alemán que se dejó invitar a un helado creo que en Roma? Hoy debe
estar destripando terrones. En España, casos como el referido sólo
producen un espontáneo: “¡Hay que j…….!” y nada más. Algunos
periódicos, pocos, se llenan de quejas veinticuatro horas y después
se olvida el episodio, quizá porque, al cabo de ese tiempo, aparece
otro más que nubla la vistosidad grosera del anterior.
Es curioso y sobre todo exasperante: de este caso y de la oscura
financiación de Podemos, la venida desde regímenes asesinos como
Irán y Venezuela y la endógena de aquí mismo, no se deriva en este
país conmoción alguna. La izquierda, la ultraizquierda para el
menester, sale aliviada de todo como si ella tuviera derecho a la
disculpa, porque ella, la pobre, ha sufrido tanto, y nadie se va al
Parlamento para pedir cuentas. En el Congreso, Iglesias triunfa como
si fuera el salvador de los desfavorecidos y en los medios, salvo en
unos pocos (¿tengo que hablar de lo que ocurre con éste en el que
escribo?) se guarda un silencio sepulcral, cómplice. ¿Puedo recordar
cómo esta jauría de la izquierda puede amenazar con que sabe a qué
colegio llevas a tus descendientes? Por denunciar estas
desvergüenzas, los leninistas de Podemos, los fanáticos del criminal
Lenin con Iglesias a la cabeza, deslizan sin pudor que van a por
nosotros y que día llegará en que clausuren nuestras informaciones y
opiniones. Y lo horrible: ¿qué responde la sociedad civil española?
Pues terriblemente nada: que ahora sólo está ocupada con el virus,
que poco le importa la nurse del leninista dúo de Galapagar.
Españoles sin nación ni género
Cristina Casabón. vozpopuli
6 Febrero 2021
Qué mala leche hablar de raíces y poderío, como hace una Lola Flores
resucitada, porque reivindica la España tradicional, la España en
sepia, conservadora. La España castiza. Hay una España quejumbrosa
del “antes era mejor”, una España que considera que las modas
identitarias se llevarán por delante nuestra cultura. El libro de
Ana Iris Simón lo resume bien en una frase: “Estaba siendo testigo
del fin de España, del fin de la excepcionalidad. Y no me daba
cuenta”. Hay una clase media que se ha petrificado en la nostalgia,
se ha vuelto conservadora, no porque se resistan a toda novedad,
sino porque se niegan a una ruptura radical con los valores y a
verse desarraigados.
Hay también una nueva España que da la espalda a la monarquía, a la
idea de nación, que dice que los jueces son "reaccionarios" togados
o es transigente con el independentismo catalán. Las guerras de
identidad no se limitan al ámbito político, cualquier moda woke que
suponga una ruptura de valores e identidades es parte de la agenda
política. Esta semana anunciaban un proyecto de ley que permitiría
que el género se elija, lo cual pone en riesgo los criterios de
identidad de género. No se admite ninguna trascendencia del modelo
de familia tradicional y se hace tabla rasa con el pasado. La
cultura se vacía, se despoja de sí misma y el vacío se llena con
nuevas agresiones conceptuales y agravios identitarios. La
pseudocultura woke se opone a la España tradicional y mira con
condescendencia enternecida cualquier modelo de vida o valor
tradicional o arraigo.
Hoy España parece vivir un periodo de desorientación en lo cultural
y en lo político. Es una España menguante, desorientada en la
búsqueda del tiempo presente, con conceptos borrosos de nación, de
identidad. Se debate entre avanzar por el camino heredado de la
Transición o por una ruptura basada en política identitaria, y este
problema afecta a toda la vida cultural y política, a nuestra
identidad como individuos, como país. Juan Claudio de Ramón en un
artículo titulado ¿Queremos que haya España? decía que “hoy sabemos
que esas cadenas de transmisión son más precarias de lo que cabría
suponer. Albures de la historia las interrumpen y pueden revertir”.
Así las cosas, si se estigmatiza lo común como si fuera un elemento
de opresión y no un recurso, todo lo que nos une como país y como
nación va perdiendo peso y se diluye.
Nos alejamos cada vez más de la cultura y la tradición para
adentrarnos en el adoctrinamiento moral de los críticos posmodernos,
los bufones y los tertulianos, los catalizadores de agravios
identitarios. La distorsión de la cultura, o “el hombre deformado
por la cultura” (Jūnger) debería preocuparnos porque conduce a la
estandarización del pensamiento. Debemos hablar claro: la
pseudocultura identitaria quiere controlar los temas y el debate
público, tirar abajo todo lo que huela a tradición o a pertenencia,
usos y costumbres… incluso da una patada al humor, a la parte cómica
de algunas ofensas que no son tan obvias y que solo tienen por
objetivo la victimización o la grandilocuencia moral. Anular la
identidad individual por la pertenencia a un colectivo que adopta un
estilo de política de populacho desenfrenado y se entromete con su
fiesta de las identidades en la vida de la gente es un experimento
arriesgado.
La cultura es siempre impredecible, complicada, heterodoxa y tiende
a producir incomodidad. Nos hace replantearnos algunas verdades e
integrar otras ideas en nuestro marco de pensamiento. Es lo más
parecido a la experiencia directa de las cosas y lo más alejado a
las limitaciones del pensamiento dogmático. Decía el escritor Ferran
Toutain que la diferencia que separa a Shakespeare de los críticos
posmodernos es que éstos “no pueden reproducir la vida humana o las
ideas en toda su complejidad”. La pseudocultura identitaria piensa
que la cultura es lo “políticamente correcto”, que es lo que algunos
críticos del posmodernismo como Paglia denominan cultura
corporativista y aquí algunos llaman la España Movistar.
Un deber ciudadano
España vive en un momento de búsqueda del presente, de confusión
identitaria y de pérdida de referentes culturales. Este vacío se
sustituye por unas batallas culturales basadas en el moralismo que
recuerdan más a la tradición religiosa que a una perspectiva
humanista. De toda la variedad de términos vaciados de significado
que se usan con glotonería en estas batallas mi preferido es
reaccionario. No me cabe duda de que intentar poner en valor la
cultura, la idea de nación y lo común no es ser reaccionario sino un
deber ciudadano, en el momento en el que nuestra cultura y valores
se vacían y se atacan por lo que representan. Dentro de poco no
sabremos ya si tenemos nación ni cuál es nuestro género, y las
posibilidades de éxito son escasas, pero como diría Rilke, “lo
perecedero nos reclama y tiene necesidad de nosotros”.
La revista 'Time' desvela el complot que
dio la victoria a Biden: "Trump tenía razón"
Elena Berberana Libertad Digital 6 Febrero 2021
El reportaje narra que personas poderosas, activistas y
corporaciones urdieron el plan en la sombra para cambiar las leyes
electorales.
La revista americana Time abiertamente pro-Biden ha reconocido que
hubo un complot secreto para amañar las elecciones y dar la victoria
al candidato demócrata. Sin ningún tapujo y con total descaro, los
editores han titulado el reportaje "La historia secreta de la
campaña en la sombra que salvó las elecciones de EEUU". Lo cierto es
que no se han cortado ni un pelo en admitir la conjura que hubo por
detrás y que medios como Libertad Digital han ido narrando, pese a
que los mismos que ahora revelan la gran trama fraudulenta tachaban
dichas informaciones de conspiranoicas.
El reportaje desvela que cientos de importantes empresas
estadounidenses se volvieron contra Donald Trump. "Todo fue muy, muy
extraño", dijo el expresidente republicano el 2 de diciembre. "A los
pocos días de las elecciones, fuimos testigos de un esfuerzo
orquestado para ungir al ganador, incluso cuando todavía se estaban
contando muchos estados clave. En cierto modo, Trump tenía razón",
reza uno de los párrafos.
Lo más escandaloso viene a continuación. El Time asume con orgullo
que se perpetró esta conspiración por el bien de la nación. Según
transmiten, gente poderosa y corporaciones de la élite
estadounidense urdieron el plan dirigiendo a los medios de
comunicación, influyendo en la opinión pública y cambiando las
reglas y leyes electorales para así salvar la democracia americana.
Todo fue fruto de un pacto entre los activistas de izquierda y las
grandes empresas:
"Se estaba desarrollando una conspiración entre bastidores, que
redujo las protestas y coordinó la resistencia de los directores
ejecutivos. Ambas sorpresas fueron el resultado de una alianza
informal entre activistas de izquierda y titanes empresariales. El
pacto se formalizó en una declaración conjunta concisa y poco
notoria de la Cámara de Comercio de Estados Unidos y la AFL-CIO
publicada el día de las elecciones. Ambas partes llegarían a verlo
como una especie de negociación implícita, inspirada por las
masivas, a veces destructivas protestas por la justicia racial del
verano, en la que las fuerzas laborales se unieron con las fuerzas
del capital para mantener la paz y oponerse al asalto de Trump a la
democracia".
Pero aún hay más. El reportaje confirma que la victoria artificial
de Biden "fue un extraordinario esfuerzo en la sombra de los
activistas de izquierdas con el apoyo de las empresas. "Consiguieron
que los estados cambiaran los sistemas de votación y las leyes
electorales. Así ayudaron a asegurar cientos de millones en fondos
públicos y privados. Se defendieron de las demandas por supresión de
votantes, reclutaron ejércitos de trabajadores electorales y
consiguieron que millones de personas votaran por correo por primera
vez", refleja la revista.
Nuevamente, en los párrafos siguientes vuelven a insistir en que
todo se hizo para salvar la democracia, dando la razón así al equipo
legal de Trump, y al arsenal de pruebas presentadas por Rudy
Giualiani y Jenna Ellis, en las diferentes audiencias celebradas en
los cinco estados del campo de batalla. En todos ellos se paralizó
el conteo en mitad de la noche de forma simultanea y más de 1.000
testigos bajo pena de cárcel juraron en sus testimonios que vieron
fraude, como ya publicara Libertad Digital. Cabe recordar que las
evidencias y los testigos fueron ignorados por la Corte Suprema y
todos los tribunales menores.
Para rematar, y por si aún no quedaba claro, el Time continúa
exponiendo los detalles del complot: "Esta es la historia interna de
la conspiración para salvar las elecciones de 2020, basada en el
acceso al funcionamiento interno del grupo, documentos nunca antes
vistos y entrevistas con docenas de personas involucradas de todo el
espectro político. Es la historia de una campaña creativa, decidida
y sin precedentes cuyo éxito también revela lo cerca que estuvo la
nación del desastre", aseveran.
Por último, justifican el comportamiento delictivo de los
participantes en la trama, porque ellos mismos quieren que se de a
conocer "la historia secreta" de las elecciones de 2020. Y
concluyen: "Aunque suene como un sueño febril paranoico: una
camarilla bien financiada de personas poderosas, que abarcan
industrias e ideologías, trabajaron juntas detrás de escena para
influir en las percepciones y cambiar las reglas y las leyes. Al
dirigir la cobertura de los medios y controlar el flujo de
información, no estaban manipulando las elecciones; la estaban
fortaleciendo. Y creen que el público debe comprender la fragilidad
del sistema para garantizar que la democracia en Estados Unidos
perdure". O lo que es lo mismo, para defender la democracia dieron
un golpe contra ella por detrás.
******************* Sección "bilingüe" ***********************
Illa, otra pesadilla
Jimmy Giménez-Arnau okdiario 6 Febrero 2021
Tezanos, falseador de encuestas, olvidó decirle a Salvador Illa que
una estatua con gafas no da el pego. Las urnas prefieren líderes
solventes antes que pusilánimes. Tras fracasar como ministro de
Sanidad y haber conseguido el récord de muertos por cien mil
habitantes en la UE durante la pandemia, este inútil se deja querer
por tres kamikazes del abuso (Iceta, Marlaska y Sánchez), aceptando
todo tipo de ridículos elogios que le brindan sus mentores para que
asalte la Presidencia de Cataluña con el fin de humillar a millones
de catalanes que juran ser españoles. ¡Qué poco sólida es la
respetabilidad de dicho candidato! Illa, más que una solución de
urgencia, resulta ser otra pesadilla. Tan impávido títere aguanta lo
que le echen y hace de don Tancredo, o lo que sea y convenga, según
las consignas del amo, el maniquí de La Moncloa, que ha transformado
su reducto palaciego en un bazar prêt-à-porter, fabricando políticos
multiuso en serie.
Escribir para gente heterogénea sobre dos males que nos preocupan a
todos, el incontenible virus y la abortada recuperación económica,
no es tarea fácil. Pero el Banco Central Europeo me echa un cabo y
autoriza a que digamos que España, con su calamitoso y esquizoide
Gobierno al frente, es el país de la eurozona que menos ha ayudado a
sus conciudadanos. Autónomos, hoteleros, sanitarios, trabajadores
del campo y de la pesca, fuerzas del orden, etc., se ven
desasistidos por Pedro Sánchez que, plagiando el estilo dictatorial
de Maduro, dinamita el Estado, pues sólo busca perpetuase en el
poder. Por eso da vía libre a Iglesias y separatistas para que
difamen nuestras instituciones cada vez que quieran o estime
oportuno el socialcomunismo.
De la Suramérica marxista rescato un audio aterrador que explica
cómo piensan los compinches del vicepresidente. Una voz ebria y muy
agitada, repite: “¡Eso da sólo a la gente blanca! Eso da sólo a
gente…, cómo es, blanca, gente fina. Que ustedes dicen que ese hijo
de puta qué. ¡Les va a dar nada, chucha! Ni rabia no les ha dado. Va
a darles ahora… ¿coronavirus?”. Si Illa no fuera un hombre educado y
fuera este salvaje, hoy diría lo mismo, en otros términos, porque el
cinismo es su moneda de cambio. Illa es un peligro público y ahora,
después de haber ocultado miles de muertos, pretende ser elegido
presidente de Cataluña. Sánchez, el estadista, manda a Barcelona un
objeto volador no identificado para que active el revival del 8-M y
que se contagie todo quisqui.
A Salvador Illa, la nueva pesadilla, le vale cualquier cosa para
obtener votos, desde perdonar la deuda autonómica y rifar indultos
entre quienes le apoyen, a prometer que España entera “parlarà
català”.
Inadmisible desorganización electoral
El independentismo busca una baja participación que le favorezca
Editorial larazon 6 Febrero 2021
A una semana de la celebración de las elecciones catalanas, la
sensación es, por lo menos, de asombro ante el desconcierto
organizativo, que se está convirtiendo en el mayor inconveniente
para que los comicios autonómicos se puedan realizar con normalidad.
Cataluña no es el único lugar del mundo donde se ha ido a las urnas
durante la pandemia –incluso se han celebrado EE UU–, ni siquiera de
España, en Galicia y País Vasco. Con las medidas adecuadas y la
debida prevención sanitaria se llevaron a cabo y no se pude decir
que en ninguno de estos casos el resultado se viese afectado en nada
por celebrarlas durante la epidemia de la Covid-19.
Sin embargo, hay un factor a tener muy en cuenta en el caso catalán:
los partidos independentistas gobernantes en la Generalitat, ERC y
JxCat, quería retrasar la convocatoria por el puro interés
electoralista de desinflar la irrupción de Salvador Illa como
candidato del PSC. Demoraron aspectos organizativos y supeditaron la
decisión final a una sentencia de Tribunal Superior de Justicia de
Cataluña que, el pasado 29 de enero, confirmó la celebración el día
14 de febrero, en contra del recurso presentado por el gobierno de
la Generalitat. Todo el aparato nacionalista trabajó en dirección
contraria a la celebración de las elecciones y, sin que exista una
causa directa, ahora se encuentran con que las juntas electorales de
zona sitúan en 20.579 el número de personas que han pedido ser
eximidas de formar parte de las mesas electorales –el 25% del total
de 82.251– alegando cuestiones médicas, lo que, de entrada, y a
falta de una semana, es un inconveniente para que en muchos puntos
se pueda ejercer el voto. Si la constitución de las mesas es el
trámite necesario para que se pueda llevar a cabo la votación, se
abre una incógnita con los miembros que ya han pedido ser
sustituidos, incluso con los que el mismo día aleguen tener síntomas
del coronavirus, tal y como está previsto. Pese a que los dos
suplentes por los tres miembros de la mesa –un presidente y dos
vocales– asegure la puesta en marcha del proceso, no se descarta que
haya muchos puntos de votación cerrados.
Se abre, por lo tanto, una situación inédita: que en muchas mesas se
deba retrasar el día de votación, con el consiguiente efecto
electoral en el resultado final. Hay que tener en cuenta que sólo en
Barcelona capital se han presentado más de 8.000 alegaciones. Si a
estas incidencias se le suma el protocolo establecido, con horarios
de votación según la edad, riesgo de contraer la enfermedad y
personas que guardan cuarentena, no es extraño que en estas
circunstancias se produzca una baja participación, o por lo menos
lejana al 79% del año 2017, cuando gano Cs. Si, además, se parte de
que un 39% del electorado –según el CIS– no tiene decidido el voto,
el independentismo puede salir beneficiado de esta inadmisible
desorganización.
14-F: un perfecto test de estrés para medir
la resistencia política
¿Hasta cuándo pueden mantenerse la fragmentación de partidos y los
vetos cruzados?
Alejandra Clements larazon 6 Febrero 2021
Los 9.519,76 kilómetros que separan Lima de Madrid no son
suficientes para evitar que los ecos de la mítica pregunta escrita
por Mario Vargas Llosa, hace más de medio siglo, en la que se
planteaba «¿En qué momento se había jodido el Perú?» lleguen a
nuestra realidad política. Sin que el nivel de desolación de
Conversación en La Catedral sea aplicable a España, sí conviene
plantearse cuál fue el punto concreto que cambió el ritmo habitual
de la vida pública y la sometió a una especie de parálisis
institucional: con pocas reformas y avances. Como dando vueltas en
un laberinto sin encontrar la salida. Podríamos fijarlo en la Gran
Recesión, la terrible crisis económica que en 2008 doblegó al mundo
y alteró el paso del crecimiento también en España, o podríamos
apuntar a que fue el procés el que condicionó hasta la exasperación
los asuntos sociales, económicos y hasta judiciales (primero con la
agitación que comenzó en la Diada de 2012 y después con la explosión
unilateral consumada en 2017). Y probablemente sea una conjunción de
ambas circunstancias (en una especie de juego de causa-efecto) la
que nos ha traído hasta donde estamos, pero para completar el puzle
es necesario recurrir a otro factor que catalizó la distorsión: la
irrupción de nuevos partidos a partir de 2014. Una atomización
ideológica enquistada en bloques que ha dejado desorientado el modo
cotidiano de hacer política y que lo aboca más a perderse en los
matices que a centrarse en lo importante.
Práctica imperfección
Hubo un tiempo en que la diversidad de siglas en la política
catalana (o incluso en la vasca) suponía un exotismo para la
placidez nacional del bipartidismo (imperfecto, sí, pero
profundamente operativo). Ahora la complejidad del tablero
ideológico es compartida prácticamente por todos los parlamentos y
conecta de manera directa lo que ocurre en la Carrera de San
Jerónimo con el resultado de las elecciones del 14-F. La noche
electoral en Cataluña (con sus inevitables días siguientes de
negociaciones) se transformará en un perfecto laboratorio para
comprobar si la dinámica de los partidos de situarse en bloques se
rompe o sigue avanzando en su inercia paralizadora.
Si nos fijamos en la tensión permanente que viven PSOE y Podemos, la
campaña catalana ya nos revela la esquizofrenia propia de su
relación: mientras el candidato Salvador Illa apela a reproducir el
«exitoso modelo del Gobierno» (obviando las mil y una crisis del
primer año y, sobre todo, que los números en los sondeos no dan para
reproducir esa coalición), su hasta ahora socio, Pablo Iglesias, le
devuelve a la realidad al cuestionar su labor como ministro. Ambos
partidos miden sus fuerzas con el Palau de la Generalitat de fondo,
conscientes de las consecuencias en los equilibrios de poder del
Consejo de Ministros: en la Moncloa ya temen que el vicepresidente
se radicalice ante un mal resultado electoral. Y si ese pulso es
duro y complicado, la pugna entre PP, Ciudadanos y Vox adquiere
tintes de auténtica tragedia griega: sobre todo para el partido de
Inés Arrimadas, que ganó los últimos comicios catalanes y ahora se
juega casi su supervivencia bajo la amenaza de ser absorbido
(oficial u oficiosamente) por el de Pablo Casado.
A la feroz rigidez de estos dos bloques, se suma la existencia de un
tercero que no solo es determinante para Cataluña, sino que extiende
su influencia a la política nacional: el independentista.
Ensimismado en su propio laberinto, le ha llegado el tiempo de
decidir si mantiene una unidad más forzada que real (la base social
e ideológica que va de la CUP al PDeCAT es tan amplia como
inverosímil) o rompe con nueve años de procés y alguno de los socios
sacrifica su alianza para imponerse en la órbita soberanista (como
en esa jugada de ajedrez en la que se entrega a un peón para lograr
el control, tan de moda por la serie Gambito de Dama). Y ante este
escenario de vetos cruzados y pactos imposibles para lograr
conformar un gobierno en Cataluña, el 14-F parece abocarnos al bucle
del inmovilismo: ¿Hasta cuándo puede una sociedad soportar el freno
que genera un multipartidismo anclado en bloques?
El espejo italiano
Estos días hemos asistido a lo que podríamos llamar la lección
italiana. Ante la incapacidad de sus políticos para tejer acuerdos y
el riesgo cierto del vacío de poder, Italia recurre a un gobierno
técnico, con un primer ministro, Mario Draghi, que no ha salido de
las urnas pero que garantiza una cierta estabilidad ante una
situación crítica. Y como esta solución extrema (que ya les funcionó
en 2011 con Mario Monti) se contempla desde España como una salida
difícil de encajar en nuestro sistema (aunque todo se andará), nos
queda una única posibilidad para dinamizar la política: la
flexibilidad en la negociación para romper bloques.
En este sentido, se entrevén ya algunos movimientos de toma de
contacto. Mientras Carmen Calvo abre la puerta a un acuerdo con ERC,
en Ciudadanos se estarían planteando un tripartito con PSC y
Podemos. Algo se mueve. Muy sutilmente, eso sí, porque las campañas
son el mejor momento para convertir los posibles pactos en secretos.
Aunque el movimiento más sorprendente (que va mucho más allá de la
geometría variable) ha sido la conexión entre Pedro Sánchez y
Santiago Abascal que solo se entiende en clave demoscópica: Vox
necesita marcar perfil frente al PP (en plena búsqueda de su espacio
pos-Trump) y el PSOE se mantendrá en el Gobierno mientras el
centroderecha y la derecha estén divididos. Sánchez y Abascal juegan
su particular partida de ajedrez. Esperemos que el peón sacrificado
no sea el bien común.
Desprecio innecesario a las víctimas
Editorial ABC 6 Febrero 2021
Mientras Interior beneficia a etarras con su acercamiento a cárceles
vascas y excarcela a Troitiño, discute la razón de las ayudas a las
víctimas y las señala por su «desunión»
El Ministerio del Interior no solo ha «felicitado» a la AVT por su
cuarenta aniversario con un incesante acercamiento de etarras a
prisiones vascas -ayer mismo cinco más-, o con la excarcelación por
«razones humanitarias» del etarra Antonio Troitiño, sino que además
dedica a las víctimas del terrorismo una orden ministerial repleta
de reproches, quejas y recelos sobre su gestión de las subvenciones
públicas que reciben. Desde luego, el titular de Interior, Fernando
Grande-Marlaska, que pertenece a un Gobierno empecinado en elogiar
la visión «política» de Bildu, no tiene ya nada que ver con aquel
juez de la Audiencia Nacional comprensivo con las víctimas y
redactor de sentencias ejemplares contra ETA.
Ahora Marlaska se dedica a sembrar dudas sobre las víctimas y sobre
los proyectos anuales por los que solicitan -y justifican- ayudas
del Estado, y además exige que a cambio de recibir esas
subvenciones, Interior esté presente en los actos organizados por
las asociaciones con el fin de blanquear su imagen. Una vez más, se
pone el dinero público al servicio de la reputación de este Gobierno
y es presentado como una coacción a las víctimas: si quieren cobrar
subvenciones, deben dejar de criticar la política de Interior y
mostrar públicamente complicidad y connivencia de intereses. Y todo,
con un lenguaje tan sutil como descarnado. Mejor haría Marlaska en
cuidar y abrazar a las víctimas que en aplaudir fervientemente las
votaciones que el Gobierno gana en el Congreso gracias a Bildu. Y
mejor haría en dar explicaciones públicas sobre su política de
beneficios y privilegios a etarras que en cuestionar la desunión de
los colectivos de víctimas porque, a fin de cuentas, con ETA
hablamos de terroristas y delincuentes, y con las víctimas, de
personas a las que se ha destrozado la vida. Tanta sensibilidad
humanitaria para unas cosas, y tanta soberbia despreciativa para
otras, no casan bien con ningún Gobierno en una democracia. Su
comportamiento y su tono son difícilmente comprensibles.
Se queja Interior en su orden ministerial de que muchos de los
proyectos que presentan los colectivos de víctimas para hacerse
merecedores de una ayuda de apenas un millón de euros están
«desfasados» y carecen de la «actualización» necesaria. El argumento
no es solo subjetivo, sino manifiestamente injusto. Por desgracia,
un colectivo de víctimas del terrorismo puede tener exactamente las
mismas necesidades de por vida sin tener que justificarse demasiado,
o sin verse obligado a «actualizar» sus circunstancias y proyectos.
Es obvio que fue ETA quien se encargó de que muchas víctimas jamás
necesiten volver a «actualizar» nada porque el daño hecho va a ser
invariable en el tiempo: nadie les devolverá a sus seres queridos
asesinados. E insinuar, como insinúa Interior, que algunas juntas
directivas de asociaciones se convierten en selectos núcleos de
gestión exclusiva de los fondos, como sugiriendo opacidad y
favoritismo, no es de recibo. Si hubiese cualquier sospecha de
irregularidad, Interior tiene la obligación de investigarla. Y si no
la hay, porque en realidad no existe indicio alguno de ello, generar
sospechas es innecesario y ofensivo.
Garriga apela al votante del PP y afirma su
voluntad de acabar con el maldito procés
Redacción https://rebelionenlagranja.com 6 Febrero 2021
El candidato de Vox a la presidencia de la Generalitat, Ignacio
Garriga, se ha dirigido este viernes a los votantes «defraudados»
del PP y les ha dicho que «siempre tendrán a Vox», «pensando en
defender la libertad» en Cataluña y «la unidad de la nación».
En una rueda de prensa organizada por EFE con motivo de las
elecciones catalanas del 14F, Garriga ha afirmado que los votos de
su formación a una posible investidura están supeditados a que el
candidato tenga «la firme voluntad de acabar con el maldito
‘procés'».
«Quiero lanzar un mensaje a los votantes del PP que se puedan sentir
defraudados, que ven como ese bipartidismo que lleva décadas tenía
un claro objetivo, que era preocuparse de sus problemas (del de los
partidos) y abandonar los problemas reales de los catalanes y los
españoles».
Estas declaraciones llegan después de que el extesorero del PP Luis
Bárcenas haya remitido una confesión a la Fiscalía Anticorrupción en
la que asegura que Rajoy se deshizo en una máquina «destructora de
papeles» de la documentación que reflejaba la contabilidad en B del
partido.
«Estoy convencido de que los votantes del PP se sentirán
defraudados, les quiero lanzar un mensaje y es que siempre tendrán a
Vox pensando en defender la libertad, la unidad de la nación,
garantizar los derechos y las libertades usurpados en Cataluña por
la mafia separatista»
Garriga ha evitado entrar a valorar si esta confesión acabará
teniendo como consecuencia un posible ‘sorpasso’ al PPC en las
elecciones autonómicas: «Venimos a irrumpir con fuerza en el
Parlament de Cataluña para dar voz a esa Cataluña silenciada», se ha
limitado a comentar.
Ignacio Garriga también ha arremetido contra el candidato del PSC a
la presidencia de la Generalitat, Salvador Illa, al que ha acusado
de ser «un radical disfrazado de moderado», y ha denunciado la
«convergencia en torno al poder del partido socialista y del
separatismo».
«El PSOE no quiere derrotar al separatismo, el PSC en ningún caso se
presenta a las elecciones para derrotarlo, al revés, viene a
reeditar el pacto con el separatismo», ha apuntado.
Y ha dicho que el apoyo del PSOE en el Congreso de los Diputados a
una moción de ERC en favor de impulsar la puesta en marcha de la
mesa de diálogo es «el paso previo a la rúbrica en el palacio de la
Generalitat con el separatismo».
«Estoy convencido de que esa mesa de diálogo y ese proceso
rupturista que ha asumido como propio el partido socialista no
podrán llevarlo a cabo porque siempre habrá un puñado de valientes
españoles que se pondrán enfrente», ha remachado.
Por este motivo, Garriga ha afirmado que Illa y el PSC forman parte
«del problema que están sufriendo los catalanes corrientes».
«Illa y el PSC comparten una agenda con separatismo y, por tanto,
Vox en ningún caso estará apoyando al PSC ni a Salvador Illa», ha
señalado.
En todo caso, Vox apoyará «aquellos pactos que puedan facilitar una
investidura» de un presidente que no sea ni socialista, ni Salvador
Illa, ni independentista, siempre y cuando cumpla «unos mínimos» de
la agenda política de la formación de extrema derecha, lo que pasa
de manera «irrenunciable» por poner fin al proceso soberanista.
Por ello, se ha mostrado confiado en que Vox pueda ser «decisivo» a
partir del 14F y facilitar un Govern que tenga la voluntad de acabar
con el ‘procés’.
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