Los encapuchados de Hasél, el árbol y las
nueces
Hasél está en la cárcel por delinquir, y no por cantar. Es evidente.
España es y opera, material y formalmente, como un Estado de Derecho
en el que las penas privativas de libertad están perfectamente
tasadas, y se instituyen en una sanción penal que se impone al
sujeto que ha cometido un acto delictivo, declarado así por un
tribunal a través de un proceso público celebrado con todas las
garantías.
Alfonso Merlos. Estrella Digital 21 Febrero 2021
No hay novedades ni excepciones que valgan en el caso de este
individuo, que tiene poco de artista y mucho de malhechor. Cosa
distinta es, si en el caso de una mentalidad tan enrevesadamente
sectaria, tan propensa al vómito y la agresividad, esa pena
privativa de libertad conseguirá lo que constitucionalmente
pretende: la reeducación y la reinserción social, algo que en
tiempos pretéritos y en regímenes totalitarios se alcanzaba a través
de los trabajos forzados.
En consecuencia, resulta de una corresponsabilidad con la
justificación del delito atroz y abyecta que no sólo cargos públicos
sino institucionales, y de altura, se alineen con un tipo que, por
ejemplo, ha enaltecido de manera constante el terrorismo.
Pocas cosas más viles hay que un ciudadano -se dedique a cantar rap,
a echarle de comer a las palomas en un parque o a visitar las obras
del pueblo- incurra con su verbo en actos de descrédito, menosprecio
y humillación de las víctimas de la violencia terrorista. No es
aceptable, en una sociedad sana, que se proteja con el paraguas de
la impunidad a quien, en su provocación, por su naturaleza, siembra
de forma reiterada la incitación para cometer delitos.
Igualmente bajo y perseguible, en paralelo, resulta que haya quienes
se valgan de las presuntas letras de una supuesta canción para
fomentar o promover directa e indirectamente el odio, la hostilidad,
la discriminación… las agresiones.
Precisamente por ello, en la conciencia de los dirigentes de Podemos
que no se sienten incómodos con la repugnante y reprobable ola de
terrorismo callejero quedará el incomprensible amparo a formas
bárbaras de expresión que no pueden tener sino una respuesta
contundente e implacable, policial y judicial.
No importa en exceso que tras la sacudida del árbol por parte de los
encapuchados recojan o no nueces los correligionarios
gubernamentales de Sánchez, como hacían en el pasado los
separatistas moderados mientras en el País Vasco se abrían paso las
bombas y los tiros en la nuca. Lo que importa, porque mancha a
España como país, es que cristalice la descerebrada sintonía nada
menos que de un trozo del gobierno de la nación con los
barriobajeros facinerosos que pretenden, a fuego, aniquilarla.
La Cataluña naciente del 14F
Patricia Sanz estrella digital 21 Febrero 2021
Cataluña ha vuelto hoy a nacer sí, pero volviendo al siglo XII. Los
entonces reinos de taifas absorbidos por el condado de Barcelona,
ahora resurgen como un Gobierno regional más dividido incluso, que
el resto de la población española. Ni la pandemia de la Covid-19 y
las supuestas lecciones aprendidas de ella, han sido capaces unir a
un pueblo que afronta la gran incógnita de si repetirá sus comicios
este 2021
Desde la visión de una persona nacida en la era constitucional,
tanto esta campaña electoral como el propio 14F, han sido
impactantes. Resultó vergonzoso el ‘todos contra Illa’ en uno de los
debates televisados, durante el que poco se habló del grave problema
económico de la región, una Comunidad autónoma cuyas decisiones
afectan al PIB nacional. Más lamentable aun ha sido la protesta de
las mujeres ligeras de ropa, al candidato de Vox, cuando acudía a
ejercer su derecho de voto o el lanzamiento de piedras a Abascal
durante la campaña. ¿De verdad no somos capaces de respetar el
sufragio de nuestros conciudadanos, sea este más a la derecha o más
a la izquierda, o completamente diferente al nuestro? Nos reíamos de
la joven Democracia estadounidense, cuando hace un mes se permitió
asaltar el Capitolio (aunque Trump supuestamente sea ‘no guilty’ de
tal suceso) pero: ¿y nosotros? ¿Volveremos a ver otro asalto a uno
de nuestros parlamentos regionales? No tendríamos excusa, nuestra
Nación tiene siglos de Historia. Y los políticos a los que votamos,
¿conseguirán acercar posiciones entre el innegable clamor
independentista de unos catalanes y el sentir español de los otros?
La guinda de este pastel han sido las ruedas de prensa del Consejero
de Relaciones Institucionales de Cataluña. Todos los medios de
comunicación a los que se les permitía formular preguntas eran
claramente de una posición ideológica y, si un periodista quería
salirse del guión, había que pedir permiso para obtener la respuesta
en castellano. ¡En castellano, en España! ¿Podríamos calificar esto
como ataque al derecho a la libertad de prensa y, por ende, al de
información? Quizás debería ser obligatorio por ley que a unos y a
otros se les permitiera siempre preguntar, con independencia de que
la respuesta o el silencio sea a libre elección del entrevistado.
Sin duda, son muchas las cuestiones que quedan por resolver este
14-F a falta de conocer los resultados definitivos de las urnas: ¿se
repetirá un gobierno independista? ¿Qué significará a nivel nacional
para la derecha, el sorpasso de Vox al PP y el mal resultado del
partido de Inés Arrimadas? ¿Conseguiremos los españoles respetar
nuestras, por fin, diversas opiniones políticas? ¿Seremos capaces de
darles encaje en nuestro orden constitucional?
Ojalá esta crónica sirva al menos de reflexión sobre si queremos una
España plural o simplemente enfrentada. Hoy, anochecemos con una
Cataluña tan moderna como caduca, cuyo grave problema político
amenaza con extrapolarse al resto de España, ante la evidente
incapacidad de entendimiento de nuestra clase política. Hoy,
Cataluña renace, pero también el resto de España.
Solo un centro derecha unido puede ser una
alternativa
Editorial EM 21 Febrero 2021
PP, Ciudadanos y Vox tienen más puntos en común frente al populismo
que razones para su enfrentamiento
La derrota en las elecciones catalanas del PP no supone solo el
agravamiento de la crisis por la que atraviesa el principal partido
de la oposición. También plantea serias dudas sobre la necesaria
unidad de las fuerzas de centro derecha para constituirse como
alternativa real al Gobierno de coalición de Sánchez e
Iglesias......
Puntos suspensivos
Nota del Editor 21 Febrero 2021
Como El Mundo es de pago, sólo he podido leer las primeras líneas del editorial,
persisten en eso del centro derecha y me parece que ya está
pasado de rosca.
El PP por acción, omisión, traición es culpable de la situación cada
segundo más desesperada en la que siguen hundiéndonos los comunistas
y demás quates del dr cum fraude.
Cualquier opción que no sea apoyar a Vox es caminar por la cuesta
del suicidio.
La sede abandonada
Alejo Vidal-Quadras vozpopuli.es 21 Febrero 2021
El PP ha anunciado una convención en la que los ya instalados y
alguna vieja gloria repetirán cansinamente los lugares comunes de
siempre
El PP ha anunciado que abandonará su histórica sede, ubicada en la
madrileña calle Génova.
Como algunos de los personajes más célebres de las tragedias
griegas, en las que el destino implacable o el capricho de los
dioses inmortales juegan inmisericordes con los seres humanos, o de
los atormentados protagonistas de borrascosas novelas decimonónicas
que intentan en vano en largos viajes a latitudes exóticas huir de
un pasado que les tortura, así Pablo Casado, sin consultar con nadie
salvo con su círculo intimísimo, tal como es costumbre inveterada de
la casa -y del resto de partidos, todo hay que decirlo- ha tomado
por sorpresa una decisión da gran calado, abandonar la legendaria
sede de Génova 13, lugar de tantas alegrías tan efímeras como
inútiles y de tantos errores garrafales, ellos sí, de largo alcance.
La noticia ha causado sensación y a pocos ha dejado indiferente.
Por supuesto, se han barajado motivos de índole financiera
atribuyendo el rotundo gesto a la búsqueda de una solución a las
menguadas arcas de la que fuera la amplia casa común del
liberal-conservadurismo español durante treinta años hasta que su
penúltimo líder, acreditando su genialidad estratégica y la
asombrosa profundidad de visión de su privilegiado cerebro, invitó a
liberales y conservadores, es decir, a los que sustentaban su acción
política en conceptos, convicciones, argumentos racionales y
principios morales, a abandonar la formación porque la batalla
cultural contra la izquierda y el separatismo golpista es muy
fatigosa y todo el mundo sabe que lo que da la victoria en las urnas
no es activar las pasiones, las emociones, las esperanzas, los
registros mágicos de la identidad heredera del clan
colector-recolector que abrigan los votantes en sus corazones, sino
la fría, eficaz -no necesariamente eficiente- tecnocracia
ideológicamente deshuesada y concentrada en los afanes de la pura
gestión.
Yo prefiero no entrar en tan prosaicas y vulgares consideraciones
contables a la hora de explicar la mudanza, pero sí quiero dejar
constancia de un hecho tan incontestable como terrible. Equipado con
tan poderoso armazón teórico, el Partido Popular cometió a partir de
2011 no un error, ni un descuido, ni un desenfoque, ni un mal
cálculo, sino un crimen político de inconmensurable magnitud cuyos
responsables, cuando sean juzgados por la historia, ocuparán las
húmedas y oscuras hornacinas de nuestros peores gobernantes, que
unos cuantos hemos tenido para sentir vergüenza ajena desde la
llegada de los visigodos a la península. Con una mayoría absoluta en
el Congreso, otra igualmente abrumadora en el Senado, el gobierno de
trece comunidades autónomas y la alcaldía de cuarenta capitales de
provincia, en lugar de tener ya preparado un ambicioso programa de
reformas estructurales e institucionales en los ámbitos económico,
social, educativo, cultural, lingüístico, industrial, energético,
turístico, jurídico, moral, científico, para poner en pie con
celeridad una agenda de cambios y medidas de considerable alcance,
unas de carácter más esencial, otras más de orden práctico, que
hubieran puesto en su sitio al separatismo golpista y a la extrema
izquierda colectivista, neutralizando sus planes destructivos con
toda la fuerza del Estado, de la Ley y del Presupuesto, nada de esto
sucedió. Una vez instalados en los predios monclovitas, se movieron
papeles, se urdieron trucos electorales, se repartió la tarta de
cargos y prebendas entre afines, pero sobre todo, sin ánimo de
molestar al adversario con ninguna acción legislativa de sustancia
ya que, como es notorio, tiene muy mal perder Ahora bien, habida
cuenta de que los avisados pensadores marianistas habían procedido a
la rara astucia de crear previamente un enemigo interno de la Nación
tan o más mortal que el secesionismo, importándolo de los
narcototalitarismos caribeños, con el fin de dividir el voto
socialista, esa hábil maniobra combinada con la fragmentación del
espacio antes unido en torno al PP en tres distintas organizaciones
dedicadas a aniquilarse entre sí en el fragor de vetos mutuos, nos
proporciona la génesis del desastre que estamos padeciendo desde
2018.
La desorientación y la inercia
Pablo Casado no desaloja Génova 13 en pos de una nueva era de
limpieza, firmeza y voluntad de auténtica reforma. Ya es tarde para
tal empresa porque el deterioro de las siglas no la sostiene.
Además, y dicho sea con ánimo simplemente descriptivo y sin
intención peyorativa, un alférez de navío, por elocuente y dinámico
que luzca, no puede ocupar el puente de mando de un superportaviones
de propulsión nuclear. El PP ha anunciado una convención en la que
los ya instalados y alguna vieja gloria repetirán cansinamente los
lugares comunes de siempre, sin entrar ni siquiera al sesgo en el
único problema del que merece la pena hablar hoy en España, el de su
supervivencia como Nación y como sociedad libre. Ciudadanos agoniza
entre la desorientación y la inercia y comienza a abrigar la
posibilidad de una fusión con el PP para guardar los escasos muebles
que se han salvado del incendio en un intento melancólico de
reemplazar los sueños del sorpasso por las limosnas de la
beneficencia.
Tras el resultado de las elecciones en Cataluña, esta legislatura
nacional está resuelta y las tres amenazas que gravitan sobre el
Luis Candelas de La Moncloa no provienen de la oposición, tan
tullida la pobre, sino de un posible descontrol del golpismo
separatista, envalentonado por su hegemonía en el Parlamento de
Cataluña; de una posible ruptura de la coalición con Podemos por su
afición a tensar la cuerda dentro del Gobierno hasta hacerlo
inmanejable y de una recesión galopante que saque a la calle a
millones de españoles hambrientos y desesperados. Si ninguno de
estos factores desestabilizadores se sale de madre, Pedro Sánchez se
preparará para una nueva mayoría con lo peor de cada casa
debidamente engrasada por el maná europeo.
El espacio liberal-conservador, por su parte, deberá afrontar mucho
más que una nueva dirección postal de su principal partido. Está
obligado a una completa reestructuración de la que surjan liderazgos
inéditos del fondo de reserva de energía saludable de la sociedad
civil y un plan completo de mejora del sistema del 78 para que
España vuelva al rumbo perdido. En este hipotético escenario, Vox
podría tener un papel relevante si cambiase, sin renunciar a ninguno
de sus principios, sus valores, sus convicciones y sus políticas, de
sastre, de escenografía y de redactores de los discursos clave.
Además, asombraría a la sociedad española haciendo algo que ninguna
de las cúpulas de los partidos desde la Transición se ha dignado
considerar: escuchar a los que de buena fe les quieren ayudar.
La verdad oficial y la verdad real del 23-F
Jesús Palacios Libertad Digital 21 Febrero 2021
Para quienes hemos investigado durante muchos años qué fue el 23-F
nos queda poco que añadir, salvo que se hiciera publicó algún
testimonio relevante de alguna de las personas que, o bien fueron
testigos importantes o estuvieron en su gestación, diseño y
ejecución, o se desclasificaran las grabaciones que aquella
tarde-noche-madrugada mantuvieron sus protagonistas principales; el
rey Juan Carlos y los generales Alfonso Armada y Sabino Fernández
Campo. No obstante, cuarenta años después de aquel intento de golpe
de Estado es más necesario que nunca precisar y puntualizar algunos
hechos.
Ante el 23-F subsisten dos posiciones contrapuestas: la verdad
oficial y la verdad real. La primera es a la que se sigue agarrando
el sistema, la clase política y los medios de comunicación, en
general. Esta se basa en que un pequeño sector del ejército,
nostálgico del franquismo y crítico con la situación, quiso acabar
con la naciente democracia y las libertades para volver a instalar a
los españoles en un régimen autoritario o de semidictadura. No se la
creen ya ni ellos, pero es lo que conviene políticamente. A esta
verdad ocultista se opone la verdad real, basada en hechos y en los
testimonios de algunos de sus protagonistas principales, pues no hay
que olvidar que todo lo que envuelve al 23-F es una historia oral al
carecer de documentos escritos.
La verdad real se sustenta en dos cuestiones principales; el 23-F no
fue un golpe militar, y el 23-F fue una operación
política-institucional en la que intervinieron y participaron, de
una forma u otra, los principales poderes del Estado. A la cabeza de
esa operación estuvo D. Juan Carlos de Borbón, a quien le cabe el
‘honor’ de ser su principal protagonista, pues todo lo que convergió
en la asonada pasó por las manos del rey. Nada se hizo sin contar
con su consentimiento y aprobación. No fue un golpe militar, porque
de haber sido el ejército su ejecutor hubiera tomado el poder de
manera inmediata, sin oposición alguna, y a las órdenes del rey
como, de hecho, estuvieron las fuerzas armadas en su conjunto
durante aquella jornada. Todas, absolutamente todas.
El 23-F vino precedido de una gravísima crisis del sistema, de una
crisis de la política que comenzó a manifestarse en 1978 y a
acentuarse tras las elecciones de marzo de 1979. Entonces empezó a
romperse el señuelo del consenso y la concordia, para iniciarse una
confrontación política de cerco, acoso y derribo al presidente
Suárez, con quien el monarca había roto el periodo de identidad y
sinergias que los había mantenido muy unidos a lo largo de varios
años. Hasta el punto de pedir a quienes recibía en Zarzuela:
“¡Ayudadme a librarme de Suárez!
En su periodo de gestación se buscó un acuerdo para aplicar una
‘medida extraordinaria’. A lo largo de 1978 y 1979 un grupo de
relevantes personalidades; financieros, políticos, empresarios, de
la Conferencia Episcopal y miembros del recién creado servicio de
inteligencia CESID, se reunieron en la sede de la Agencia EFE,
presidida por el periodista y académico Luis María Anson, y en otros
lugares, para analizar de forma muy crítica el proceso inicial de la
Transición y su negativa deriva política. Esto fue una parte de la
verdadera trama civil de la operación, a la que se incorporaría
posteriormente el Partido Socialista, Alianza Popular-Convergencia
Democrática y algunos de los principales ‘barones’ de la UCD. El
presidente de la Generalidad, Josep Tarradellas, afirmó en junio del
79 que “España necesita un golpe de timón”. Dictum que serviría de
aglutinador entre la nomenclatura del sistema.
La medida extraordinaria quedó pergeñada en unos folios redactados
por agentes del CESID, a la que dieron el nombre de ‘Operación De
Gaulle’. Una solución paralela a cómo llegó el general Charles De
Gaulle a la jefatura del gobierno francés en 1958. Francia se
debatía ante un riesgo de guerra civil a consecuencia de Argelia.
Para evitarla los máximos responsables del ejército conminaron al
presidente de la República a que o la Asamblea elegía a De Gaulle
jefe del gobierno o darían un golpe de Estado. Y votaron a De
Gaulle. En aquella ocasión solo fue necesaria la amenaza de la
fuerza. Pero el paralelismo con la situación de España de 1980 era
muy diferente. Había una crisis del sistema, los partidos políticos
estaban en abierta confrontación, alarmante paro y mala situación
económica, y un terrible terrorismo, principalmente de ETA. Pero no
existía polarización social y, lo más importante, no eran las
fuerzas armadas las que amenazaban con actuar, aunque estuvieran en
un permanente ‘estado de cabreo’, sino fuerzas políticas y civiles
quienes la impulsaban.
En la primavera de 1980 se ‘desempolvo’ la Operación De Gaulle, que
se expuso al rey en diversas ocasiones con la respuesta del monarca:
“¡A mí dádmelo hecho!”. Tras su consentimiento y a diferencia con
Francia, la operación se diseñó por el CESID en dos fases; la
primera, con una pequeña exhibición de fuerza y la violación de la
legalidad constitucional con el hecho sonoro del asalto y secuestro
de los diputados y gobierno en pleno; y la segunda, con su
reconducción y retorno a la legalidad democrática con la designación
de un jefe de gobierno previamente consensuado. Ambas fases,
estancas, no se reconocerían entre sí en momento alguno. Para la
primera fase, la puesta en marcha del SAM (Supuesto
Anticonstitucional Máximo), el CESID ‘recluto’ al teniente coronel
Tejero, cuyo perfil crítico con la situación y sus dotes de mando y
personalidad se juzgó adecuado. Tejero aceptó la jefatura y órdenes
de los generales Armada y Milans, pese a no ser sus jefes directos.
Y para la segunda fase, la trama civil escogió al general Alfonso
Armada Comyn, una figura de consenso político-institucional,
monárquico por encima de todo y leal al rey, que fue bendecido por
el Partido Socialista en una reunión en Lérida, sin cuyo concurso
jamás se hubiera puesto en marcha la operación.
A Tejero le facilitaron la toma del Congreso diversas unidades
operativas del servicio de inteligencia. La operación se ejecutó con
éxito como un clásico golpe de mano, salvo el penoso incidente con
el vicepresidente del Gobierno, general Gutiérrez Mellado, y las
ráfagas de ametralladora en el interior del hemiciclo. Hecho, que en
modo alguno “estaba previsto”, como comentaron en Zarzuela los
ayudantes del rey. Ello, no obstante, no impidió que la operación
siguiera adelante al conocer el rey que no había habido heridos,
algo sobre lo que insistió el general Armada a Tejero 72 horas
antes. La llegada al Congreso del general Armada enviado por
Zarzuela, luego de unas horas de compás de espera y de ‘maquillaje’
con conversaciones con las Capitanías Generales, debería haber
cerrado la operación con su entrada en el hemiciclo y la votación de
los diputados designándole presidente de un gobierno de
concentración en el que figuraba Felipe González como
vicepresidente, varios socialistas, Fraga, miembros de UCD, de
Alianza Popular, otros ajenos a la política y dos destacados
miembros del Partido Comunista.
Dicho gobierno de concentración hubiera sido el primero en la
historia de España, que durante año y medio habría llevado a cabo
una reforma profunda de la Constitución, reafirmando el concepto de
nación indisoluble, lo que los separatismos vasco y catalán y las
comunidades autónomas estaban poniendo ya en grave riesgo, pero la
intransigencia de Tejero a aceptarlo y pedir, en un acto de
rebelión, un gobierno militar hizo que la operación fracasara. El
23-F no se llevó a cabo para que se resolviera con un gobierno
militar. Fue entonces el momento del rey Juan Carlos, quien hasta
entonces “había estado a verlas venir”, el que dio orden para que se
diera su mensaje por televisión, que en modo alguno iba contra el
general Armada, y cortocircuitó a Tejero al hablar por vez primera
con el general Milans para que anulara su bando y regresaran a los
cuarteles las unidades tácticas que habían salido a las calles de
Valencia. Lo que éste aceptó sin reservas. El resto hasta la salida
del Gobierno y diputados del Congreso y la detención del teniente
coronel Tejero fueron horas basura.
Pese a su fracaso, el 23-F marcó un periodo de ‘golpe de Estado
psicológico’ que duró 22 años, hasta la llegada al poder de
Rodríguez Zapatero, un juicio militar con muchas irregularidades
procesales que se cerró en falso, el acuerdo y pacto tácito de los
líderes políticos cerrando filas en torno al rey porque “había
salvado la democracia”, y la frase del rey a Sabino la tarde del día
siguiente, antes de recibir a los líderes políticos: “¡Y mira que si
te has equivocado!”. Una frase para los mármoles.
'Memoria Histórica, amenaza para La Paz en
Europa'
https://s.libertaddigital.com/doc/memoria-historica-amenaza-para-la-paz-en-europa-6711544.pdf?_ga=2.245422788.1739181682.1613899865-2011137388.1583311900
Libertad Digital les ofrece en exclusiva 'Memoria Histórica, amenaza
para La Paz en Europa', libro publicado por el Grupo de los
Conservadores y Reformistas Europeos, en el que se integra el Vox.
Se trata de una recopilación de 15 artículos escritos por Hermann
Tertsch, promotor del proyecto, Stanley Payne, Alfonso Ussía,
Fernando Sánchez Dragó, Francisco José Contreras, Jesús Palacios,
Miguel Platón, Pedro Carlos González Cuevas, Ángel David Martín
Rubio, Jesús Lainz, Luis E. Togores, Javier Barraycoa, Alberto
Bárcena, José Manuel Otero Novas y Pedro Fernández Barbadillo,
coordinador de la obra.
El objetivo del libro (de gran formato, de casi 160 páginas y con
fotografías) es poder contrarrestar el "bombardeo cultural de la
izquierda”desmontar los mitos y las “mentiras" de las leyes de
Memoria socialistas y reivindicar el espíritu de la Transición.
Vox reúne en un libro a 15 escritores e
investigadores contra la Memoria Histórica de la izquierda
Stanley Payne, Alfonso Ussía, Fernando Sánchez Dragó participan en
un libro financiado por el Grupo de los Conservadores y Reformistas
Europeos.
Maite Loureiro Libertad Digital 21 Febrero 2021
En pleno frenesí del Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias por
aprobar todo tipo de leyes ideológicas, (que comenzó el pasado mes
de octubre con el Anteproyecto de Ley de Memoria Democrática)
aprovechándose de la situación de excepcionalidad de la crisis del
coronavirus y de los diferentes estados de alarma, 15 intelectuales
se han unido para combatir lo que consideran el "germen" del actual
enfrentamiento entre españoles y la radicalización de la política.
Por iniciativa del periodista y parlamentario europeo de Vox Hermann
Tertsch, el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, en el
que se integra el partido de Santiago Abascal, ha editado el libro
Memoria histórica, amenaza para la paz en Europa, una recopilación
de 15 artículos firmados por historiadores, escritores, doctores en
filosofía o abogados que desmontan algunos de los mitos de las leyes
socialistas de memoria.
libro-memoria-historica-parlamento-europeo-version-electronica-arrastrado.jpg
Entre los autores figuran Stanley Payne, Alfonso Ussía, Fernando
Sánchez Dragó, Francisco José Contreras, Jesús Palacios, Miguel
Platón, Pedro Carlos González Cuevas, Ángel David Martín Rubio,
Jesús Laínz, Luis E. Togores, Javier Barraycoa, Alberto Bárcena,
José Manuel Otero Novas y Pedro Fernández Barbadillo, coordinador de
toda obra.
En conversación con Libertad Digital Hermann Tertsch explica que que
el objetivo del libro (de gran formato, de casi 160 páginas y con
fotografías) es poder contrarrestar el "bombardeo cultural de la
izquierda para generar odio", así como la "mentira" difundida por la
izquierda sobre la Guerra Civil española.
Desde hace casi un lustro la manipulación de la Historia de España
con fines políticos, gracias al control sobre la educación o los
medios de comunicación, ha sido la hoja de ruta de una izquierda que
busca fomentar un enfrentamiento entre españoles que había quedado
atrás.
El eurodiputado de Vox asegura que ya "en la época de Felipe
González comenzó la idea de ir, poco a poco, arrinconando a todos
aquellos que pensaran diferente, definiéndoles como fascistas".
Actitud que alcanzó su apogeo durante los gobiernos de José Luis
Rodríguez Zapatero, a través de la idea de "revancha", y que
pretende consolidar Pedro Sánchez.
Este avance no se puede explicar, según relata, sin "la
incomparecencia de la derecha", que ha ido abandonando todas las
batallas ante el temor de ser señalados como "fachas" o
"totalitarios" por el simple hecho de disentir. "El miedo a ser
señalado hizo que la gente se callara y la izquierda ha utilizado
ese mecanismos para cerrar bocas", cuenta.
El otro caballo de batalla del libro es la reivindicación del
espíritu de la Transición, un período que elogian todos los autores,
y que destacan como un ejemplo "aplaudido" y "admirado en todo el
mundo" y que "está siendo atacada y desprestigiada por quienes ahora
gobiernan".
El libro, financiado por el grupo ECR, es una edición no-venal y se
distribuirá de forma gratuita por "instituciones españolas y
gobiernos regionales" además de "centros educativos, entre
diputados, senadores, líderes de opinión o periodistas". Se han
editado 1.000 ejemplares.
Algunos fragmentos del libro.
Hermann Tertsch, "Memoria manipulada o el veneno de la mentira".
Fue la llamada Transición española, un proceso que generó gran
interés y admiración en el mundo entero. (...) Por mucho que hoy se
vean las debilidades de la Constitución y los errores que han
facilitado la tarea de quienes habrían de llegar décadas después,
para emprender la voladura de la reconciliación nacional y reabrir
una guerra ideológica entre españoles.
Sin embargo, la entrada en el nuevo milenio trajo pronto la
catástrofe. Mucho se rompió, saltó hecho pedazos, con aquellas
bombas de un atentado contra los trenes que llegaban a la estación
de Atocha en Madrid en el que murieron 192 personas y cerca de dos
mil fueron heridas. Aquel acto de terror del 11 de marzo de 2004 no
sólo cambio el resultado de unas elecciones generales previstas para
cuatro días después; además llevó al Gobierno a quien demostró ser
el máximo representante de unas fuerzas decididas a acabar con la
senda —emprendida en 1976 con la Transición— de la convivencia en la
reconciliación nacional. Aquellas bombas acabaron con la voluntad de
entender el pasado desde la concordia presente y el compromiso común
con la verdad; para pasar a utilizar la historia de nuevo como arma
arrojadiza con la que movilizar pasiones políticas o justificar
imposiciones con cuentas del pasado.
Francisco José Contreras, "La Historia como arma política"
En las últimas décadas, al tiempo que las conmemoraciones clásicas
se debilitaban (en España, por ejemplo, la izquierda considera que
el 12 de octubre no hay "nada que celebrar", y tanto el día de la
Hispanidad como el de la Constitución pasan desapercibidos en las
regiones con Gobiernos nacionalistas), surgía una fiebre
memorialista "fragmentaria", de afirmación de identidades
subnacionales, bien territoriales (en España, la Diada catalana, el
Aberri Eguna vasquista, el Día de Andalucía, etc.), bien sexuales
(día de la mujer, día del orgullo gay, etc.) o raciales. Mientras
que las festividade nacionales clásicas eran cohesionadoras y
celebraban la historia común, las nuevas conmemoraciones son
divisorias en la medida en que se refieren a subgrupos; además,
tienen una connotación victimista-reivindicativa, pues los
colectivos en cuestión se consideran históricamente agraviados. De
un memorialismo unificador hemos pasado a otro desintegrador. Las
"leyes de memoria" se inscriben en esa misma tendencia
fragmentadora: se trata, en este caso, de grupos étnicos o
ideológicos que pretenden blindar —usando la fuerza coactiva del
Estado— sus respectivos agravios frente a cualquier negación o
relativización.
Stanley G.Payne, "La "memoria histórica" y la ruptura de la
democracia española".
Durante el curso de la Transición, los principales partidos de
izquierda se habían desplazado hacia el centro democrático, cuando
los comunistas abandonaron el marxismo-leninismo por el
eurocomunismo y los socialistas abrazaron plenamente la
socialdemocracia por vez primera en su historia. Sin tales
transformaciones se habría repetido la polarización destructiva de
los años 30 haciendo imposible la democratización del sistema
político español. Sin embargo, una segunda transformación se puso en
marcha a principios del nuevo siglo, cuando una parte de la
izquierda comenzó a abandonar la socialdemocracia histórica en favor
de un progresismo radical políticamente correcto, que enfatizaba el
regreso a la polarización y la demonización de los oponentes
resaltando lo que se proyectaba como su historia perversa. Este es
un fenómeno cada vez más común en el mundo occidental, y en el caso
español se ha visto alentado por la sensación de que las anteriores
doctrinas habían perdido su capacidad de persuasión. Así, esta nueva
ideología rechaza categóricamente el pasado y los valores
tradicionales de una manera aún no vista ni en la socialdemocracia
ni incluso en el marxismo-leninismo revolucionario (que, por
ejemplo, respetaba en general la cultura clásica). La nueva
ideología enfatiza la revolución cultural, no la vieja revolución
socioeconómica. La historia es un objetivo importante considerada
como poco más que un registro de víctimas y verdugos, y su principal
función sería ahora la de dar la oportunidad de desenmascarar a los
opresores separando las generaciones anteriores en víctimas (para
ser reivindicadas) y verdugos (para ser estigmatizados).
Fernando Sánchez Dragó, "¿Memoria Histórica o Ministerio de la
Verdad?".
¡Acabáramos! Pocos éramos, decimos en España, y parió la abuela. La
memoria es memoria, y punto. Puede ser triste o alegre, oscura o
luminosa, exacta o incierta, pasajera o duradera, pero es siempre
individual, personal, subjetiva y, por ello, legítima en su
diversidad y no sujeta en ningún caso a adjetivaciones de índole
partidista, parasitaria y doctrinaria. La única memoria histórica
que puede y debe existir es la de los historiadores que manejen
datos, sólo datos, demuestren su veracidad y los interpreten con
objetividad, honestidad y ecuanimidad, pero no, nunca, como ahora se
pretende, la del Boletín Oficial del Estado ni, menos aún, la del
Código Penal.
En septiembre de 1936 fusilaron sin juicio previo a mi padre en
Burgos, mi tío paterno fue condenado a muerte al terminar la guerra
y pasó varios años en la cárcel, yo mismo di con mis huesos en ella,
fui detenido en no pocas ocasiones, sufrí cinco procesos, permanecí
un total de diecisiete meses en la cárcel y casi ocho en prisión
domiciliaria, estuve seis años en el exilio... ¿Basta con eso? ¿Se
admite mi testimonio? ¿Se me reconoce la condición de víctima del
franquismo? ¿Tengo derecho a hablar?
Ángel David Martín Rubio, "¿Fue la persecución de izquierdas a los
católicos equivalente a un genocidio?".
Lo cierto es que el PCE, con el patrocinio soviético y el respaldo
de buena parte del Partido Socialista (PSOE), con el presidente del
Gobierno Juan Negrín (mayo de 1937- marzo de 1939) a la cabeza, fue
apoderándose del control de la retaguardia frentepopulista. Por otro
lado, todas las fuerzas revolucionarias —aunque, efectivamente,
tenían muchas diferencias y los enfrentamientos entre sus diversas
facciones provocaron centenares de muertos— coincidían en su ateísmo
y en un objetivo socio-político que se puede calificar genéricamente
de "comunista". Comunismo libertario o anarquista, por un lado; y
por otro, comunismo estatista que comprende el socialismo marxista y
el comunismo propiamente dicho. Todo ello no obsta para que, hasta
1936, el vehículo del ideal soviético, y la principal fuerza pro
soviética, fuera el PSOE.
Con ocasión del homenaje que, por iniciativa del arzobispo de
Valladolid, D. Antonio García y García, tuvo lugar en aquella ciudad
los días 11 y 12 de abril de 1950, se elaboraron unas relaciones
nominales que permitían colocar la cifra más aproximada de
asesinados entre 6.900 y 7.000. En 1953, el escolapio Calasanz Bau
había ultimado un fichero en el que se confrontaban las relaciones
nominales de Valladolid y de la Causa General con otras procedentes
de las diócesis y congregaciones. Estos son sus resultados finales:
4.065 sacerdotes seculares, 2.338 religiosos y 270 religiosas
asesinados. Basándose en este fichero, a comienzos de los años
sesenta, monseñor Antonio Montero hablaba de 4.184 víctimas del
clero secular (incluyendo a doce obispos, el administrador
apostólico de la Diócesis de Orihuela y un centenar de
seminaristas), 2.365 religiosos y 283 religiosas; es decir, un total
de 6.832, cifra comúnmente aceptada.
Alfonso Ussía, "La sonrisa asesinada". (Sobre el secuestro, el
encarcelamiento y el asesinato de su abuelo, el famoso dramaturgo
Pedro Múñoz Seca.)
Tres grupos fueron fusilados ante sus ojos en espera de su turno. En
uno de ellos, un marino con sus dos hijos, de 14 y 13 años. Llegó su
hora. Se alineó al lado de un sacerdote agustino de El Escorial. El
pelotón ejecutor lo formaban catorce republicanos con fusiles y tres
que se ocupaban de una eficaz ametralladora. Gritó don Pedro: "¡Viva
Cristo Rey!" y todos cayeron muertos o malheridos. Don Pedro,
agonizante, necesitó del tiro de gracia. Eran las 10.30 de la mañana
del 28 de noviembre de 1936. Según la orden firmada por Santiago
Carrillo Solares habían sido "trasladados" a Valencia. En una fosa
común de Paracuellos de Jarama, a pocos kilómetros de Madrid,
enterraron los cuerpos de los ajusticiados. Ochenta y cuatro años
después, sus huesos permanecen reunidos en la fosa común.
Cuando fue llamado, Don Pedro Salió sonriente, tranquilo, con
inmensa tristeza en sus ojos. Se abalanzaron sobre él y le quitaron
un abrigo que llevaba plegado en el brazo. Le quitaron la cartera y
el reloj.Ataron sus manos a la espalda con un hilo de bramante. Un
miliciano, algo más humano, le quitó la cadena con la medalla de la
Virgen de los Milagros, Patrona de El Puerto de Santa María, y con
un movimiento rápido se la metió en el bolsillo derecho de la
chaqueta. Para humillar su figura, le cortaron los bigotes.
Tenía cincuenta y siete años. No hizo en su vida otra cosa que el
bien. Dios, España, la Corona y ABC fueron sus delitos.
Cayó como un mártir y un valiente.
Perdonó a quienes se disponían a matarlo.
Alberto Bárcena, "¿Funcionó el Valle de los Caídos como un campo de
concentración?".
Debe tenerse en cuenta que tanto si el número máximo de penados
llegó a 800 como si no pasó de 500 en su momento de mayor
concentración, jamás se hubieran acercado a las cifras imaginarias
que se han dado por ciertas a base de repetirlas. De hecho, aunque
las obras duraron casi veinte años, los penados solamente trabajaron
allí entre 1943 y 1950; en siete años, con las cifras reales que
hemos podido documentar, es imposible que se acercaran siquiera a la
cifra de 20.000.
De manera más contundente, podemos negar que hubiesen sido allí
masacrados y utilizados como escombro junto a los cuerpos de otros
represaliados del régimen llevados allí con el mismo fin. Es más,
finalizado el estudio del mayor fondo documental relativo a la
construcción del Valle de los Caídos que consta en los archivos
españoles, y contrastados los testimonios de los penados que allí
trabajaron, podemos afirmar que ni fueron trabajadores forzados ni
el Monumento Nacional a los Caídos que levantaron puede llamarse
"sarcófago de sus compatriotas".
Así pues, nadie fue llevado allí contra su voluntad. Eran presos
pero, tras acogerse al sistema de Redención de Penas, el resto de
sus condenas lo seguirían cumpliendo en los destacamentos a los que
fuesen destinados. Allí, naturalmente, iban a trabajar, como se les
explicaba al ofrecerles esta posibilidad, recién introducida en el
sistema penal español, pero en una situación completamente distinta
de los condenados a trabajos forzados de otros regímenes con los que
se les ha comparado.
Pedro Fernández Barbadillo, "¿Exigieron la amnistía a los
franquistas?".
La realidad es que el régimen franquista estuvo muy lejos de los
números de muertos que se produjeron en Europa y Asia en los años 30
y 40 (y en el caso de la URSS desde los años 20). Mientras los
bolcheviques no concedieron perdón ni a su propia población, el
Estado del 18 de Julio empezó a aplicar medidas de gracia y de
reintegración de los soldados capturados desde antes de concluir la
Guerra Civil.
Durante sus años de gobierno, Franco concedió doce indultos, a los
que se puede unir la prescripción de todas las responsabilidades
penales de hechos anteriores al 1 de abril de 1939 y relacionados
con la "Cruzada", más cinco amnistías; su sucesor, el rey Juan
Carlos, concedió un indulto y dos amnistías antes de la entrada en
vigor de la Constitución.
Como consecuencia de estas medidas de gracia y de la reducción
general de la delincuencia en Europa Occidental a mediados del siglo
XX, el último año completo de Franco como jefe de Estado, el número
de internos en las cárceles españolas fue inferior a 15.000, cuando
en el mismo 1974 en Francia había poco más de 27.000. Es decir, una
dictadura encabezada por el militar vencedor de una Guerra Civil
tenía casi la mitad que una democracia como la francesa, cuando,
además, la población francesa superaba en casi un 50% a la española.
******************* Sección "bilingüe" ***********************
"Un tiro al presidente de España"
Jesús Cacho vozpopuli.es 21 Febrero 2021
El viernes, después de tres días con sus noches y las calles
ardiendo, el aprendiz de sátrapa que nos gobierna se dignó condenar
la violencia desatada por quienes le sostienen en Moncloa. Lo hizo
cuando su silencio se había convertido en un clamor ante la evidente
quiebra de ley y orden. De modo que salió de su escondite y se fue a
Extremadura a sentar cátedra. “En una democracia plena, y la
democracia española es una democracia plena, es inadmisible el uso
de cualquier tipo de violencia”. Mala cosa que una democracia
necesite adjetivos para tenerse por tal y que además sea alguien
como él, precisamente él, el encargado de adjetivarla. Tardó tres
días con sus noches y hubiera tardado tres años si la presión social
no le hubiera obligado a salir de la hura y dar la cara, condenar a
su socio de Gobierno, pero la puntita nada más, porque de inmediato
se alineó con sus tesis al anunciar su intención de “ampliar y
mejorar la protección de la libertad de expresión”, como si no
estuviera suficientemente garantizada por la ley y los tribunales,
como si el comunista desnortado del rap, ese prototipo de ser mal
nacido y bien alimentado, no gozara ya de protección bastante para
agredir o amenazar de muerte -incluso para plantear que “le metan un
tiro al presidente de España” (sic)- a quienes considera sus
enemigos de clase.
Difícil condenar una violencia que en Barcelona promueven los
comandos del separatismo y en Madrid alienta el socio del Gobierno
de coalición. Así de abracadabrante es la situación española. A
estas alturas de la película está claro que Iglesias está enviando a
Sánchez un mensaje en una botella para recordarle quién controla la
calle y cómo puede hacerle la vida imposible si se le ocurre
deshacer la entente. “Las casualidades no existen en política”,
escribía ayer aquí Alberto Pérez Giménez, “y las calles se incendian
cuando las urnas, los tribunales, el giro al centro o los ministros
económicos ponen en aprietos a Podemos”. Idea en la que abundaba
también Miquel Giménez: “Sánchez se expone a tener un país ardiendo
por los cuatro costados si decide cortar amarras”. ¿Y por qué
quieren los indepes que arda Roma, cuando afirman campanudos que han
arrollado en las catalanas, que ya controlan más del 50% del voto, y
que ahora sí que sí van a ir de cabeza a la proclamación unilateral
de la independencia? ¿Por qué esa ofuscada paranoia de quemar la
calle cuando dicen haber ganado? Porque es rotundamente falso que
hayan ganado.
El 14 de febrero el nacionalismo se dio una costalada de campeonato.
Resulta que ERC, que a juzgar por la propaganda separata ha sido la
gran triunfadora del lance, perdió el domingo 332.254 (el 35,5%) de
los 935.861 votos que logró en 2017, y eso con una masa de fieles
muy movilizada. Y resulta que En Comú Podem se dejó 131.734 (el
40,25%) de los 326.360 votos que obtuvo en 2017, a pesar de lo cual
ha repetido el mismo número de escaños (8), ello gracias a un
sistema electoral que ni PSOE ni PP han querido alterar en más de 40
años de democracia y que hace que a Junts le cueste 17.750 votos
lograr un escaño, mientras que Ciudadanos necesita 26.317. Pues
bien, según TVE, la televisión pública ocupada por los paracaidistas
de Iglesias, la marca catalana de Podemos “ha resistido bastante
bien el embate de las urnas” (la “Isobaras” en La hora de la 1 de
TVE), a pesar de haberse dejado por el camino, ya digo, el 40,5% de
los sufragios alcanzados en 2017. Por no hablar de la CUP, los
chicos de la gasolina, que ha pasado de 4 a 9 escaños a pesar de
haber perdido 6.169 votos respecto a los 195.246 que contabilizó en
2017.
La aritmética, cabezona como es, invita a una lectura de los
resultados muy poco caritativa con el mundo indepe. En efecto, las
tres formaciones independentistas (ERC, Junts y CUP), que en 2017
obtuvieron 2.079.340 sufragios, se quedaron el domingo en 1.360.696,
lo que equivale a decir que el eje nuclear del separatismo ha
perdido 718.644 votos de unos comicios a otros, un 34,6% ni más ni
menos. Aquella cifra de 1.360.696 votos equivale al 17,6% de la
población total de Cataluña (7.722.203 personas, según el censo de
2020) y al 25,04% de su censo electoral (5.433.979 personas). Ese
25% llega hasta el 26% si a los tres citados se le suman los votos
de partidos minoritarios (incluido el PdCAT de Artur Mas, qué
papelón el del delfín de Jordi Pujol) que no han obtenido escaño. La
conclusión es clara, el independentismo ha perdido 11 puntos (del
37% al 26%) del censo electoral entre 2017 y 2021, y de hecho el
voto separatista se encuentra hoy en niveles similares a 1980. La
otra conclusión, más demoledora aún, es que con el 17% de la
población y el 26% del censo no se independiza ni una escalera de
vecinos.
El hundimiento del centro derecha
Esta es la verdad. El resto es propaganda. Una propaganda que
vorazmente devora un centro derecha al que le ha dado un aire.
Porque resulta que el único partido que ha perdido las elecciones
catalanas, si a los signos externos hemos de atenernos, ha sido el
PP. A Pablo Casado le ha faltado tiempo para levantar la mano y
decir “sí, yo soy el derrotado”, al punto de que para corroborarlo
anunció el martes la venta de la sede de Génova, de donde se infiere
que por primera vez un edificio carga con el mochuelo de un fracaso
electoral. Maravillosa aportación al pensamiento político
contemporáneo. Es evidente que su resultado ha sido malo, pésimo si
se quiere, porque se ha dejado en la cuneta 76.603 (el 41,2%) de los
185.670 votos que obtuvo en 2017 (que ya era muy malo para un
partido que aspira a gobernar), pero lo asombroso es que el PP se
cuelgue mansamente el sambenito y asuma en público su derrota. Es
otra de las variantes del drama español: la aparente ausencia de
vida inteligente en Génova 13.
Y una desazón profunda, un rastro de inconsolable despecho recorre
hoy el universo separatista y estalla en furia y fuego por las
calles de Barcelona al asumir en secreto que la Ítaca nacionalista
está cada vez más lejos y que el hedor que despide la ciénaga ha
alejado ya del templo a casi el 35% de la feligresía. Se repite la
historia con más de 80 años de retraso. Separatistas, comunistas
airados y anarquistas antisistema ocupando la calle. Con la derecha
local comprando la soga con la que va a ser ahorcada y el PSC
flirteando con unos y otros. Una copia casi perfecta de los
barceloneses años treinta. “Anarquistas y comunistas se matan a
tiros en Barcelona”, titulaba el 5 de mayo de 1937 La Almudaina,
diario de la mañana, Palma de Mallorca: “Situación caótica. La FAI y
la CNT contra la Generalidad a la que apoyan socialistas y
comunistas. Los prohombres de los partidos desde la radio de la
Generalidad pedían anoche ansiosamente ¡alto el fuego! ¡alto el
fuego! Los hospitales llenos de heridos y muertos. Llamamiento a los
“rebassaires” para que acudan a Barcelona a defender el Gobierno”.
Leído ayer: “Esquerra se alinea con la CUP y Junts para modificar el
modelo policial catalán”. El trío separata quiere que los Mossos
d’Esquadra ofrezcan amablemente un libro y una rosa, como en Sant
Jordi, cuando vean venir a un energúmeno dispuesto a rociarles con
gasolina y prenderles fuego. Hasta aquí ha llegado la paranoia
separatista. “Me muero de ganas de montar una empresa en Cataluña”,
tuiteaba un tal Ricardo esta semana. “Todo son ventajas”.
En esta Cataluña en fase terminal no hay lugar para un Salvador
Illa, qué descansada vida, que ha sesteado durante meses mintiendo a
los españoles desde su despacho en Sanidad con las cifras de muertos
de la pandemia. No es lugar para tímidos taimados. Pronto será un
mueble más aparcado en un Parlament dominado por la abrasiva
doctrina separata. También su mentor se dará pronto cuenta de que
los resultados del domingo le han dejado mensajes inquietantes.
Porque ERC, la pareja de baile con la que pensaba aliviarse en
Madrid y en Barcelona, ha decidido elegir a Junts y a la CUP, los de
siempre, como socios para formar nuevo Govern. Son los eternos
complejos de inferioridad de una Esquerra incapaz de abandonar la
sombra del “padre”, incapaz el menestral de romper con el amo de la
finca, antes Pujol y ahora Puigdemont. La reedición de ese Gobierno
empeñado en una independencia imposible priva a Sánchez de su
fórmula de oro: un tripartito en Barcelona y otro en Madrid y a
vivir que son dos días. El sueño húmedo de Iván Redondo en las
sentinas de Moncloa, porque era la receta que podía asegurarles un
tranquilo discurrir a lo largo y ancho de la legislatura.
¿Abocados a nuevas generales?
Esa esperanza se ha evaporado, de modo que a Sánchez le va a
resultar más difícil seguir contando con el apoyo del
independentismo para mantenerse en el machito, lo que quiere decir
que a los españoles nos va a costar todavía más aguantar en Moncloa
a este descuidero de la política sin ideología conocida. Razón que
abona la tesis de que el sujeto podría estar acariciando la idea de
disolver las Cortes y convocar nuevas generales el próximo otoño o,
a lo más tardar, la primavera de 2022. Con la alegría del rebote
económico que la vacunación traerá bajo el brazo y antes de que la
crisis de deuda empiece a enseñar la oreja. Con Podemos convirtiendo
el Gobierno de coalición en un perpetuo sin vivir. Y con el PP a por
uvas, ocupado los próximos meses en la búsqueda de piso y en la
mudanza. Es fácil imaginar la escena: “Lo he intentado todo, he
tratado de gobernar con comunistas, con independentistas y hasta con
filoetarras, pero me ha resultado imposible. Vuelvo a someterme a la
confianza de los españoles y lo hago por el bien España. Envuelto en
su bandera. Para salvar nuestra democracia del peligro fascista que
representa la extrema derecha de Vox”. El cuento completo.
Y mientras tanto, España (esa “aventura truncada, orgullo hecho
pedazos” de Blas de Otero) se desangra. Consumado cínico, el doctor
Sánchez fue a Extremadura a recitar lo que llevaba aprendido sobre
la violencia y volvió raudo a su guarida, dispuesto a ver pasar los
días desde la atalaya de Moncloa mientras las calles siguen
ardiendo. Vuelve “El problema de España; España como problema; el
laberinto español; las dos Españas; España, país dramático…” con que
Fernando García de Cortázar da inicio a su espléndido Y cuando digo
España (Arzalia). La España que ayuna de un proyecto motivador,
carente de cualquier “viva pasión o noble empeño” que cantaba Rubén
Darío. Las décadas, más bien los siglos, empleados en angustiosa
búsqueda de modernización, democracia y consenso para un país en
apariencia condenado al atraso, la pobreza y la barbarie, parecen
haber servido de poco. De nuevo nos enfrentamos a una de esas
coyunturas que amenazan con hacernos perder pie con la convivencia y
el progreso. “Aquí todo es muy sencillo –dice un personaje de La
calle de Valverde, de Max Aub- estamos todos contra todos”. A punto
de regresar a lo peor de nuestra historia. Otra vez. Lo que hoy se
vive en España huele a enfrentamiento civil, a caos, a ruptura, a
sálvese quien pueda. Una semana peor que la anterior. Es la España
jaula de locos “atacados de una manía extraña: la de no poder
sufrirse los unos a los otros”, que escribió Ganivet en su Idearuim
español. Nada que hacer mientras este aventurero de la política,
necesitado del respaldo de lo peor de cada casa para continuar
hozando en el poder, siga en Moncloa.
La democracia no se defiende sola
Editorial ABC 21 Febrero 2021
El inminente cuarenta aniversario de la victoria de la democracia
sobre el golpe de Estado del 23-F irrumpe con especial oportunidad
en el debate temerario, pero nada gratuito, que Unidas Podemos ha
provocado sobre la calidad de nuestro sistema democrático. Con menos
de tres años de vigencia, el orden constitucional se impuso hace
cuarenta años al secuestro de los poderes ejecutivo y legislativo en
pleno, reunidos en el Congreso de los Diputados para la investidura
de Leopoldo Calvo-Sotelo. Con España en vilo y confusa y los tanques
en las calles de Valencia, Juan Carlos I se impuso a los golpistas y
desde entonces la democracia española se dotó de una fortaleza que
no la ha abandonado. Hablar hoy de anomalía democrática para
referirse a España es un insulto a la inteligencia y un desprecio al
esfuerzo colectivo que representó el pacto de 1978 y la superación
del golpe de Estado de 1981. Pero es un insulto con intención y
objetivos bien definidos.
Desde 1978 hasta hoy, no solo el golpismo nostálgico amenazó la
convivencia democrática en España. El terrorismo de ETA ha jalonado
nuestra democracia con un historial de crímenes por los que aún debe
responder. La guerra sucia contra ETA fue denunciada, juzgada y
condenada, y el Estado de Derecho finalmente prevaleció sobre el
terror separatista, aunque el llamado relato histórico sobre la
violencia etarra no sea coherente con la derrota policial de los
terroristas, gracias, entre otras causas, a la comprensión mostrada
hacia la banda terrorista por activistas como Pablo Iglesias, hoy
vicepresidente del Gobierno.
El separatismo catalán no dejó pasar su cita periódica con el
golpismo anticonstitucional; y al intento de 1934 sumó el de 2017,
también respondido por la Corona, el Estado de Derecho y el orden
constitucional con la fuerza de la ley y la justicia. Si de aquella
victoria no se han sacado las lecciones correspondientes y hoy el
separatismo anticonstitucional se presenta como víctima del Estado
se debe, entre otras causas, al apoyo explícito de sectores de la
izquierda, como la que representa Pablo Iglesias y su defensa a
ultranza del derecho a la autodeterminación y el indulto a golpistas
como Oriol Junqueras.
No es una coincidencia que tras cada una de las anomalías
traumáticas que ha vivido la democracia española después del 23-F
-ETA y el golpismo separatista- se encuentre hoy el discurso
político de una extrema izquierda cuyo objetivo es la
deslegitimación de la democracia liberal, la monarquía parlamentaria
y el orden constitucional en su conjunto. Si algo demuestra esta
historia reciente es que la democracia española y su Constitución de
1978 son fuertes y resistentes, siempre que sean defendidas con
lealtad por los poderes del Estado. Ni el terrorismo de ETA ni el
golpismo catalán hallaban su causa en la democracia de 1978, sino su
dique de contención, y por eso querían acabar con ella, cada cual
con sus propios métodos. El apoyo electoral de Otegui a Esquerra
Republicana de Cataluña en la campaña del 14-F significa eso y no
otra cosa.
Por eso es necesario recordar el 23-F como la prueba de resistencia
de la democracia frente a sus enemigos, pero también como el aviso
de que la democracia no se defiende sola, menos aún cuando se la
ataca desde sus propias instituciones. La convivencia entre
españoles respondió en 1978 al compromiso de un puñado de líderes
generosos que supo dirigir el curso de los acontecimientos hacia el
pacto constituyente posible en aquel momento, renunciando a las
pulsiones de revancha que hoy exhiben, sin razón de edad ni causa
legítima, dirigentes extremistas que desconocen la historia y juegan
con fuego.
Lo que no se sabe
Nota del Editor 21 Febrero 2021
Las últimas hipótesis sobre el universo estiman que está compuesto
por
4% de átomos, 23% de materia oscura y 73% de energía oscura.
En España ocurre lo mismo: creemos que conocemos el 4% de la
realidad y desconocemos
el 96% restante. Sólo unos pocos creadores de conspiraciones
conocen esa energía oscura.
Como resúmen rápido, ¿ qué se sabe del atentado contra el general
Carrero Blanco, del GAL y mister X, del 23 F,del 11M,
de los trapicheos constitucionales, id del TC, id del TEDH, del CGPJ
¿.
La democracia es es España una palabra vacia, utilizada por los
profesionales de la política para entontecer a la ciudadania que
pasa sus mejores momentos delante de la caja "tonta" que es más
lista que el hambre en eso de indoctrinar, adormecer, mentir.
Pablo: tu problema es la derecha
sociológica, no la sede
EDUARDO INDA okdiario 21 Febrero 2021
—Gracias, Mariano—.
Seguro que el domingo pasado, al educadísimo Pablo Casado se le
escapó la frase que cual maldición yo profiero contra Rajoy cada
mañana desde aquel infausto 31 de mayo de 2018 en el que rechazó el
guante que le tendió Pedro Sánchez: “Presidente, si usted dimite, yo
retiro la moción de censura”. Era simple y llanamente cuestión de
ganar tiempo. Ana Pastor, Cospedal y hasta la diabólica Soraya Sáenz
de Santamaría eran mejores que un tipo que ya había apostatado de la
normalidad socialdemócrata para juramentarse con proetarras,
podemitas y golpistas en una suerte de “todos para uno y uno para
todos” dumasiano. Pero el pontevedrés de Santiago antepuso su
orgullo, “no voy a renunciar porque sería tanto como reconocer que
he cometido un delito”, al interés general con las consecuencias que
vivimos y que reducen a la condición de juego de niños el jacobino
“A España no la va a reconocer ni la madre que la parió” del genial
Alfonso Guerra.
Un “gracias, Mariano” que, cual herencia envenenada, se extiende a
todos los ámbitos. Empezando por ése de la opinión publicada que es
la que conforma la opinión pública. Intuyo que el presidente
nacional del PP se ciscaría en la movida que le legó un Mariano
Rajoy que no supo manejar la corrupción que ha esclerotizado al PP
desde aquel tercer viernes de enero de 2013 en el que un servidor
destapó tanto el cobro sistemático de sobresueldos por parte de la
cúpula como esa caja B que se nutría de coimas de constructoras y
empresas de seguridad. Su antecesor no sólo descompensó aún más el
proverbialmente enrojecido panorama mediático sino que, además, optó
por tirar de Torrentes de la Policía para eliminar pruebas
comprometedoras agrandando aún más el problema que representaba la
corrupción en sí.
Barcelona, bajo el terrorismo callejero: los amigos de Hasél saquean
las tiendas del paseo de Gracia
Quinto día consecutivo de disturbios en Cataluña en medio del
desgobierno en la Generalidad y los ayuntamientos.
Pablo Planas Libertad Digital 21 Febrero 2021
Ni ley ni orden. Barcelona vuelve a ser la Rosa de Fuego, la ciudad
de los disturbios, los saqueos, los incendios. Como sucedió tras la
publicación de la sentencia por el golpe de Estado separatista, los
violentos separatistas y antisistema se adueñan de las calles del
centro de la ciudad cuando cae la noche.
Perfectamente organizados y coordinados, exhibiendo tácticas de
terrorismo callejero y con la excusa de la libertad de expresión,
que los dirigentes de los partidos separatistas y los comunes
aceptan como dogma de fe, escuadras de vándalos destrozan, incendian
y saquean todo cuento encuentran a su paso.
Como siempre, la manifestación comienza de forma pacífica, con
adolescentes con cara de no haber roto un plato en su vida,
emocionados por su primera manifestación, incluso alentados por sus
familias a asumir compromisos con la defensa de los derechos
humanos. Aceptan sin rechistar que el Estado ha encarcelado a un
pobre chico que podría ser su hermano mayor por cantar contra la
monarquía. Ni saben lo que es el enaltecimiento del terrorismo ni
que su héroe es un tipo que acumula antecedentes violentos por
agresiones y amenazas.
Al poco rato, comienzan los incidentes, los adolescentes dejan paso
a los profesionales de la violencia, a los radicales dispuestos a
atacar hasta el final a los agentes de los Mossos y de la Guardia
Urbana. Enseguida comienzan los incendios de contenedores, después
los destrozos en el mobiliario urbano, a continuación la quema de
motocicletas y para continuar, los escaparates rotos y los saqueos.
Este sábado por la noche los disturbios se han concentrado en el
centro de Barcelona, en Vía Layetana, plaza de Urquinaona, en la
plaza de Cataluña y en el eje comercial del paseo de Gracia, donde
radica la Bolsa de Barcelona y las principales tiendas, muchas de
lujo. La Bolsa ha vuelto a ser atacada, como el viernes, pero este
sábado los violentos han decidido darse el capricho de saquear los
comercios que antes de la pandemia vivían de los turistas con más
poder adquisitivo.
La incompetencia de Sàmper y Colau
El desgobierno es absoluto. La consejería de Interior es una broma,
igual que el "Govern" de la Generalidad o la autoridad de Ada Colau.
La cabeza de cartel de la CUP, Dolors Sabater, exalcaldesa de
Badalona, ha reprochado este sábado a su colega Colau que anoche
condenara tibiamente la violencia. Sabater dijo en una entrevista en
campaña que no tendría problemas en asumir la consejería de Interior
y que lo primero que haría sería disolver a los antidisturbios. Ese
es el nivel y ERC quiere que la CUP entre en el gobierno autonómico.
El consejero de Interior, Miquel Sàmper, de JxCat, no se cansa de
hacer el ridículo. Ha convocado a los representantes sindicales de
los Mossos a una reunión después de poner a los agentes a los pies
de los caballos al cuestionar sus actuaciones.
Los violentos se dirigen al barrio de Gracia. Los vecinos intentan
apagar los contenedores en llamas lanzando agua desde los balcones.
La ciudad está a merced de las vanguardias de los Comités de Defensa
de la República (CDR) y de grupúsculos de extrema izquierda.
Intereses coincidentes. Los Mossos practican diversas cargas para
disolver a los manifestantes. Es el juego de todas las noches.
Pillaje, incendios, destrozos de bienes públicos y privados y
ciudadanos atemorizados.
Los Mossos informan de que también hay incidentes graves en
Tarragona y Lérida, ataques a los agentes y destrozos. En Tarragona,
el objetivo son los juzgados. En Lérida, la subdelegación del
Gobierno.
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