Casado quiso tapar el desastre electoral
con el deshonor judicial; tiene el deshonor y agrava el desastre
Federico Jiménez Losantos Libertad Digital 28 Febrero 2021
Hay quien dice que Churchill nunca pronunció la célebre frase “entre
el deshonor y la guerra, elegisteis el deshonor; tenéis el deshonor
y tendréis la guerra”. Desde luego, no está en su discurso de 5 de
0ctubre de 1938, en respuesta al canciller del Tesoro John Simon,
que pedía el apoyo a la política de Chamberlain tras el pacto de
Munich. Pero, sin duda, ése es el espíritu del discurso, del que
recomiendo el resumen en la web Diálogos del Duero, al hilo de la
capitulación en Cataluña. Vale la pena leerlo, en inglés o en
español, en Google, antes de que lo borren por incitar al odio.
Volveremos a él, porque parece escrito para España en esta hora
menguada.
Abrazarse al que se debe evitar
Pero a ese espíritu de rendición para salvar los muebles tras la
humillante derrota en Cataluña ante Vox, una pelea buscada por él y
por la que aún le aplauden los que odian al PP, se acogió Casado,
volviendo al reparto con el PSOE de los despojos de la independencia
judicial, en el CGPJ. Antes, quiso salvar los muebles domésticos
abandonando la casa del partido durante 30 años, con el argumento de
que está siendo investigada. Si esa fuera razón suficiente, él debía
haber dimitido por lo de su master, llevado también a los tribunales
por sus ahora amigotes de timba judicial.
El espectáculo de Teodoro convertido en mozo de cuerda y con una
cómoda a cuestas, buscando piso por Madrid, es divertido, pero
seamos serios: el PP buscó salvarse tras el derechazo de Vox, no
como dice algún adicto al boxeo, abrazándose al que lo dejó
tambaleante, Abascal, sino a dos que no libraban esa pelea: Big
Fraud Sánchez y Kid Tunante Iglesias. La táctica de abrazarse al que
te ha dado un golpe tan duro que necesitas tiempo para recuperarte
es vieja como el boxeo mismo. El error de Casado y su rincón de
opinadores centristas, enemigos de la derecha real, es que, tras
buscar el cuerpo a cuerpo con Abascal, se abrazó a Sánchez. Es como
si en el famoso Carrasco-Velázquez, alguno se hubiera abrazado al
árbitro.
Antecedentes de la claudicación
El problema de fondo del PP de Casado es el clásico de la Derecha:
fundan su legitimidad en la aceptación por la Izquierda. Y, como es
natural, la Izquierda exige esa renuncia que les enajena su base
social y además un papel subalterno en la estructura de poder que en
ese momento disfrute. No lo consiguieron del todo con UCD, aunque el
Estado de las Autonomías provenga de los complejos de la izquierda
ante el nacionalismo y de la derecha ante la izquierda. Lo
consiguieron del todo con la Coalición Democrática cuyo núcleo era
la AP de Fraga, al que coronaron Jefe de la Oposición sabiéndolo
incapaz de poner en peligro el Poder de la Izquierda. Y ayudó mucho
a ese propósito el análisis de las termitas democristianas, según el
cual España es y será siempre de Izquierdas y el nacionalismo
catalán y vasco no es separatista, sino negociante de ventajas
económicas, por lo que la derecha españolista debería ceder su
espacio a la separatista. De ahí el impulso d Fraga a formaciones
regionalistas en Valencia y otras regiones, para disputar el voto a
los nacionalistas en sus propios términos. Lo que abolía, por
principio, el valor de la unidad nacional en el partido.
Con Aznar cambió ese análisis, y se buscó un partido nacional en el
que cupieran diversas tendencias, sin discutir la unidad, es decir,
al Jefe. Pudo ser una recuperación del valor de lo español, que
exigía luchar contra la inmersión lingüística y otros abusos del
separatismo, y el PP no lo hizo. La sumisión total al dominio
izquierdista durante el felipismo, el PRISOE, la encarnó Gallardón
como alternativa a Aznar. La elección de Rajoy mostró que Aznar
buscaba más la unidad del partido que una idea nacional. Y tras el
11M y la primera legislatura de Zapatero, con la oposición real de
Zaplana en el Congreso y de Acebes en Génova 13, con Cayetana al
lado, llegó la rendición en 2008 de Rajoy, que, en su célebre
discurso de Elche, telón del Congreso de Valencia, echó del PP a
“liberales y conservadores”. El partido, mera agencia de
colocaciones, facilitó el auge de Ciudadanos y, tras su cobarde
actuación en 2017 frente al golpe en Cataluña, el de Vox.
La crisis económica de 2009 llevó a Rajoy al Poder en 2011, con
mayoría absolutísima. En su campaña prometió abolir la Ley de
Memoria Histórica y la de Violencia de Género, y, como prometió pero
no cumplió Aznar, recuperar la independencia judicial aboliendo la
LOCGPJ del 85. Es decir, volver a lo que manda la Constitución: 12
elegidos por los jueces, 4 por el Congreso y 4 por el Senado. La
aceptación de esa ley por el Tribunal Constitucional se subordina a
que no se hiciera lo que cabía temer: que los partidos convirtieran
el CGPJ en mera traslación de su poder electoral. Es lo que ha
pasado, luego es anticonstitucional lo perpetrado desde 1985.
El impulso político puede devolvernos a la Constitución. Y Rajoy en
su discurso de investidura y Gallardón en su primer discurso como
ministro de justicia lo dejaron claro: “Vamos a acabar con el
obsceno espectáculo de unos políticos que eligen a los jueces que
pueden juzgar a esos políticos”. A los pocos meses, la solemne
promesa se archivó y el PP todavía agravó el modelo del PSOE. Quedó
el análisis: los políticos eligen a los jueces del CGPJ para que, si
los juzgan, los suyos actúen como abogados, no jueces. Y a ese
modelo se ha plegado Casado tras prometer lo contrario, buscando el
aplauso de los medios progres, que llaman “moderación” a la
rendición. Como ha contado Ketty Garat, el engaño de Sánchez e
Iglesias al PP es total, y vuelve el chantaje previo a las
elecciones catalanas: “O tragáis a los comunistas De Prada y Rosell
o los nombramos en el Congreso cambiando la mayoría de dos tercios
por mayoría simple. ¡Qué adolescentes sois!”. Y así acaba el intento
de Casado de tapar la ruina electoral con el deshonor judicial: con
el deshonor judicial absoluto y con la ruina electoral agravada.
Tome nota Vox para no jugar al bloqueo en el Congreso. Esto es muy
serio.
El deshonor arruina la libertad de expresión
Volvamos a Churchill, y a su discurso. Lo más importante y olvidado
es, a mi juicio, lo que dice sobre la libertad de expresión en los
políticos y los medios de comunicación, arrastrados a secundar el
derrotismo político:
En muy pocos años, quizás en unos pocos meses, nos enfrentaremos a
exigencias que sin duda seremos invitados a cumplir. Esas demandas
pueden afectar la entrega de territorio o a la entrega de libertad.
Preveo y pronostico que la política de sumisión traerá consigo
restricciones a la libertad de expresión y debate en el Parlamento,
en las plataformas públicas y en los debates en la prensa, porque se
dirá, de hecho, lo oigo decir a veces ahora, que no podemos permitir
que el sistema de dictadura nazi sea criticado por políticos
ingleses comunes y corrientes. Luego, con una prensa bajo control,
en parte directa pero más poderosamente indirecta, con todos los
órganos de la opinión pública dopados y cloroformados en
consentimiento, seremos conducidos a lo largo de etapas posteriores
de nuestro camino.
Desde que cayó el Muro y Aznar hizo del PP la gran fuerza de la
Derecha, he denunciado ese deslizamiento de una hegemonía electoral,
apoyada, como lo fue Chamberlain, por la opinión pública, a la
dictadura mediática. En La ilustración Liberal y Libertad Digital
publiqué el Viaje al centro de la nada en 1999; y anuncié el
“invierno mediático” que nos aguardaba si el PP ahogaba el proyecto
liberal en el aguachirle centrista. Eso fue antes de que el PP
perdiera el Poder, tras la tragedia del 11M en 2004. Pero el
problema de fondo es el mismo que plantea Churchill en los aciagos
días en que Gran Bretaña prefería el deshonor a la guerra. Cuando se
aceptan los términos de un enemigo que busca destruirnos, es fatal
que acabemos haciendo nuestros esos términos, que interioricemos
nuestra derrota y que ataquemos a los políticos o a los medios que
no lo hagan. Eso está pasando con Vox y con los medios que
criticamos la sumisión del PP y Ciudadanos al plan social-comunista.
Sin embargo, a veces no cabe más que luchar, porque no hacerlo es
peor que la derrota.
El discurso impopular de Churchill
Volvamos al discurso de aquel hombre viejo, alcohólico y casi solo
ante una cámara que respaldaba casi en bloque el acuerdo de
Chamberlain:
"No guardo rencor a nuestra gente (…) por el estallido natural y
espontáneo de alegría y alivio cuando supieron que por el momento ya
no se les exigiría la dura prueba; pero deben saber la verdad. Deben
saber que ha habido gran negligencia y deficiencia en nuestras
defensas; deben saber que hemos sufrido una derrota sin guerra,
cuyas consecuencias nos acompañarán a lo largo de nuestro camino;
deben saber que hemos pasado un hito terrible en nuestra historia,
cuando todo el equilibrio de Europa se ha trastornado, y que, por el
momento, se han pronunciado las terribles palabras contra las
democracias occidentales: "Fuiste pesado en la balanza y encontrado
falto." Y no supongáis que es el final. Es solo el comienzo del
ajuste de cuentas. Es sólo el primer sorbo de una copa amarga que se
nos ofrecerá año tras año, a menos que, mediante una recuperación
suprema de la salud moral y el vigor marcial, nos levantemos de
nuevo y defendamos la libertad como en los antiguos tiempos.”
Siempre acabamos pidiendo libertad
¿Qué tiempos eran aquellos en el que el PP y, antes y después, otros
partidos de la derecha, e incluso de la izquierda, defendían la
libertad? ¿Alguien los recuerda? El grito de “¡Libertad!” sonó en
2017, en el triunfo de Arrimadas. Y años atrás, en aquel “¡Toma
tres, Tevetrés!” de Rivera. Y, antes, en el ascenso de Vidal
Quadras; en el millón de votos de Aznar; en la última noche triunfal
del PP con Sánchez Camacho. Y tras perder tantas veces lo ganado, en
el último acto de Vox de las elecciones catalanas oímos el grito de
siempre, el único: ¡Libertad! ¡Libertad! ¿Cómo hemos podido
olvidarlo tantas veces? ¿Cuántas veces más tendremos que recordarlo?
Los estertores del Estado
Alejo Vidal-Quadras vozpopuli.es 28 Febrero 2021
Las diversas veces que en el pasado el Partido Socialista y el
Partido Popular se comprometieron en sus campañas electorales a
revertir la atrocidad que en términos constitucionales e
institucionales representó la reforma de la Ley Orgánica del Poder
Judicial de 1985 perpetrada por el dúo González-Guerra, que erosionó
de forma implacable la independencia del Poder Judicial en nuestro
país, y los subsiguientes incumplimientos por parte de ambos,
incluso cuando contaron con cómodas mayorías para hacerlo, forman
parte ya de la pléyade de infamias cometidas por los dos supuestos
pilares sostenedores del sistema del 78. En estos días vivimos de
nuevo este oprobio, con el agravante de que el número de postulantes
a poltronas en el Consejo General del Poder Judicial se ha
multiplicado e incluye a formaciones que han anunciado que su
objetivo es tumbar el orden político y jurídico vigente y liquidar a
España como Nación democrática garante de nuestros derechos y
libertades.
Este vomitivo aquelarre se lleva a cabo con gran aparato
publicitario ante una ciudadanía apenas consciente del atropello al
que se disponen de nuevo a someterla. Cuesta creer que Pablo Casado
se haya prestado a semejante fechoría, aunque sus vaivenes,
inconsistencias y despistes de los últimos tiempos concuerdan bien
con este deplorable espectáculo. EL pacto para renovar los órganos
constitucionales y reguladores en cuyo viscoso potaje hincan su
voraz cuchara sin recato todos los que anteponen sus intereses
particulares al supremo interés nacional es un clavo más, y de gran
tamaño, remachado en el ataúd de un Estado que nació hace veintitrés
años aupado por una oposición responsable, un régimen autoritario
contrito y una sociedad española preñada de esperanza, rebosante de
proyectos y desbordada de entusiasmo ante el futuro, un Estado que
ahora agoniza, cosido a heridas infligidas por aquellos que en
teoría debieran fortalecerlo, defenderlo y preservarlo.
En este panorama desolado destacan dos fuerzas parlamentarias que se
han negado en redondo a mancharse con el fango de este indigno
pasteleo, que no han presentado candidatos y que incluso, en su
loable afán de no recibir ni una pestilente salpicadura del
enjuague, ni siquiera han participado en la votación para cubrir los
puestos del Consejo de Administración de RTVE, entremés de las
operaciones de gran calado que se están fraguando para cristalizar
en los próximos días y que como dijo en su inolvidable carta al
amorfo Patxi López la madre del llorado Joseba Pagazaurtundua, nos
helarán la sangre. Conviene destacar esta coincidencia entre
Ciudadanos y Vox porque les sitúa a ambos en un alto nivel de
autoexigencia democrática que convierte determinados vetos e
inquinas aplicadas por el centro liberal a una organización política
sin duda conservadora, eurorealista, adalid de valores tradicionales
y nacionalista española, pero respetuosa de nuestra Ley Fundamental,
en poses de seguimiento sumiso del pensamiento progre políticamente
correcto más que en rechazos dotados de fundamento racional. No hay
duda de que en muchos temas, algunos no menores, la distancia entre
naranjas y verdes es considerable, pero su gallarda e insobornable
negativa a ensuciarse en el siniestro reparto del botín
institucional los aproxima en un asunto de profundo calado, que
debiera llevarles a una reflexión serena sobre su futura relación.
Se está produciendo, además, un interesante fenómeno sociológico que
debería obligar a las cabezas pensantes del PP que asesoran a su
presidente a algún tipo de revisión de su bamboleante estrategia. En
la izquierda las tensiones y los enfrentamientos entre el PSOE y
Podemos son cada día más evidentes e intensos, circunstancia que se
traduce en un pausado, pero continuo, trasvase de voto del segundo
al primero. En el espacio del centro-derecha, el PP ha elegido
conscientemente la senda de la hostilidad rayana en la guerra
abierta contra Vox y la consecuencia de este enfoque es un lento,
pero sostenido, crecimiento electoral de Vox en detrimento del PP.
¿Será que Iván Redondo es mucho más hábil que el núcleo rector de la
planta séptima de Génova 13? ¿O que quizá hay quiénes tienen un plan
a medio y largo plazo, aparte de una notable facilidad para la
táctica mientras otros sólo practican el regate corto y encima se
traban las piernas y acaban en el suelo?
Genética privilegiada
Estas son cuestiones dignas de ser pensadas, sobre todo por aquellos
a los que más les afectan, aunque cuando se nace equipado con una
sabiduría innata que le conduce a uno a sentarse a una mesa de
negociación con un trilero profesional para que le desplume,
destrozando de paso la menguante calidad de nuestra democracia, no
necesita consejos de nadie y menos de los que gozan de conocimientos
que no son fruto de una genética privilegiada como la suya, sino de
largos años de lecturas, estudio, análisis, experiencia y examen
crítico de los propios errores. A los que así actúan ya únicamente
cabe desearles buena suerte porque no hay nada más en lo que puedan
confiar.
El legado que cambió a la derecha
La herencia que Aznar dejó tras dos legislaturas consecutivas
demuestra al actual PP que cualquier proceso de renovación pasa por
tener claros unos principios irrenunciables
Editorial ABC 28 Febrero 2021
El 3 de marzo se cumplirán veinticinco años desde la llegada del
Partido Popular al poder por primera vez en España. La victoria de
José María Aznar en 1996 frente a Felipe González supuso el punto
final a más de tres legislaturas en las que, desde 1982, el PSOE
había gobernado cómodamente. Hasta entonces, el centro-derecha
heredero de la profunda crisis que hizo sucumbir a la UCD, y después
al CDS, había permanecido en un continuo proceso de reorganización
interna de la mano de Manuel Fraga. Fue en 1989 cuando el fundador
de Alianza Popular dio el relevo a Aznar, y a partir de ese momento
una derecha rejuvenecida supo articular un proyecto político
alternativo y creíble frente al desgaste al que numerosos casos de
corrupción habían sometido al PSOE. Diversos procesos judiciales
contra los GAL, una corrupción sistémica en distintos organismos del
Estado, y la condena por Filesa a miembros del partido por lo que
hoy está tipificado como financiación ilegal, dieron al traste con
el felipismo. No obstante, hubo más de mérito de una derecha
reinventada por Aznar que de deméritos del PSOE. Sencillamente,
González y un PSOE envuelto en pugnas cainitas dejaron de ser
creíbles, y más aún en un contexto de crisis económica que permitió
al PP sumar a sus postulados conservadores un exitoso concepto
liberal de la economía. El resultado de aquellas elecciones de 1996
sirvió para premiar después a Aznar con una mayoría absoluta.
La agresiva reforma económica que permitió a España tener su tasa de
paro más baja en democracia, unida a una llamativa expansión de
nuestra economía y a una creciente influencia española en el ámbito
internacional, especialmente en el eje atlántico, hizo de Aznar hace
25 años un referente en los países de nuestro entorno. Lo mismo
ocurrió, por ejemplo, con la convicción de aquel Gobierno en la
lucha contra ETA. Sus logros fueron innegables. Tanto como la
reivindicación política, social, incluso emocional, del PP como un
partido orgulloso de encarnar valores y principios propios de la
derecha europea más clásica.
En el debe de aquella etapa está su modo de concluir con el
desmembramiento del equipo de confianza inicial con el que contó
Aznar. Rodrigo Rato, que después llegó a ser director gerente del
Fondo Monetario Internacional, sigue a día de hoy inmerso en casos
de enriquecimiento personal por los que acaba de salir de prisión.
Francisco Álvarez Cascos, alter ego de Aznar en el partido, terminó
dándose de baja y fundando otro partido. Y otros ministros, como
Mariano Rajoy, por ejemplo, siguieron la estela de Aznar en primera
fila política. La del PP en 1996 fue una etapa brillante que con los
años concluyó en convulsión, cuando los atentados terroristas del
11-M de 2004 apearon al PP de La Moncloa. Después, la corrupción que
ha afectado a exdirigentes del partido, en especial al que fuera su
tesorero Luis Bárcenas, mantiene desolada a la formación política.
El legado que Aznar dejó tras dos legislaturas consecutivas
demuestra al actual PP que cualquier proceso de renovación pasa por
tener claros unos principios irrenunciables, una estrategia firme y
no cambiante, una capacidad innegable de ilusionar a la sociedad, y
un liderazgo interno sin fisuras. Aznar y Rajoy tardaron siete años
en gobernar desde que accedieron a la presidencia del partido. Hoy
los tiempos políticos han cambiado y probablemente Pablo Casado no
tenga tanto margen. Pero la senda por la que el PP llegó al poder
ahora hace veinticinco años fue el modelo a seguir.
El legado de centroman
Nota del Editor 28 Febrero 2021
El artículo de cabecera de FJL demuestra que el "legado" de
centroman es un desastre.
PSOE y PP no pueden renunciar al pacto
Editorial larazon 28 Febrero 2021
Pedro Sánchez tiene un objetivo claro: marginal al PP, dejarlo fuera
del sistema y hacer realidad el maleficio que Pablo Iglesia dictó
cuando dijo aquello de que «no volverán a formar parte del Consejo
de Ministros». Una cosa es que lo diga el líder de un partidos
populista –no hacer nada que esté en sus manos, aunque prometer lo
que no está– y otra que se lo crea el propio presidente del
Ejecutivo. Es legítimo que el líder del PSOE aspire a estar el mayor
tiempo posible en el Gobierno porque de esta manera llevará a cabo
su proprama –si lo tuviese– y, en consecuencia, que el líder de la
oposición tenga difícil hacer lo propio. Ahora bien, otra cosa es
impedir que realice su papel de control y de contrapeso en las
decisiones de Estado que le corresponden. Esta degradación del
sistema la hemos podido ver con la extraordinaria comparecencia de
Sánchez en el Congreso después de dos meses, una ausencia
justificada por el estado de alarma, pero injustificable en
cumplimiento de la salud democrática. Pablo Casado fue claro y le
expuso con claridad que su objetivo no era otro que impedir que el
espacio de acuerdo entre ambos se redujera sin margen para llegar a
pactos y, por contra, ensanchando los márgenes del tablero político
a izquierda y derecha. «Si el centro político se comprime por los
extremos, en ese río revuelto solo ganan los radicales y pierden
todos los españoles», dijo el líder del PP. Sánchez no sólo
despreció el ofrecimiento al diálogo –en coherencia con el olvido
hacia los populares en la gestión de los fondos europeos contra la
pandemia–, sino que al día siguiente incumplió el principio de
acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial
(CGPJ) al incluir a dos candidatos del Podemos. De este hecho sólo
podemos deducir o que Sánchez utiliza a Iglesias como unidad de
choque para desgastar al PP –función que daría sentido a su plaza en
el Consejo de Ministros–, o que no poder llegar a un acuerdo con los
populares es el síntoma de su debilidad. Más allá de la posición de
ambos partidos y la nada difícil travesía hacia el centro político
bajo la presión de Podemos y de Vox, hay un síntoma preocupante en
la actual coyuntura: la situación de la Monarquía parlamentaria,
situada en el centro del debate político; la posición del
independentismo en Cataluña, y, por último, las consecuencias de la
crisis económica producida por la pandemia a corto plazo.
El bipartidismo representado por PSOE y PP fue útil para la
estabilidad del país, y asegurar gobiernos con mayorías sólidas con
un claro compromiso constitucional; la situación política ha
cambiado con nuevos actores contrarios al consenso, pero los dos
partidos mayoritarios no pueden renunciar a encontrar acuerdos en
los grandes temas que debe afrontar España en este momento marcado
por un proceso de deslegitimación de las instituciones democráticas
y de crisis económica.
Equidistancia, equivocación, furia divina
contra Vox
Nota del Editor 28 Febrero 2021
Ya se ha pasado la hora para que "La razón" cambie de cabecera y
tome la verdadera "La sin razón", aunque si tiene razón en cuanto a
mantener sus intereses defendiendo el desgobierno del dr cum fraude
y del PP, porque piensa que esa situación le beneficia aunque
implique la destrucción de España, total sin racón.
Las razones del PSOE para divorciarse de
Podemos
Alfonso Merlos estrella digital 28 Febrero 2021
Hay algo peor que un gobierno descabezado o aturdido, y es un
gobierno dividido, enfrentado, con guiones diferentes y
contradictorios. Lo dañino no es aquí la bronca interna o las
interminables discrepancias institucionales sino sus efectos sobre
la población: en términos de imagen y de resultados.
En horas de verdadera angustia económica, de esfuerzos titánicos e
individuales (en ocasiones baldíos e infructuosos) para salir
materialmente adelante, que los ciudadanos miren al poder y vean a
un órgano ejecutivo más atado a los dogmas ideológicos de cada uno
de los dos partidos que lo conforman que concentrado en actuar y
resolver resulta tan decepcionante como esperpéntico.
Pero es que, además, cuando quienes se supone que están al mando de
la nave se dan manotazos para hacerse con el timón, o para llevarlo
a un lado u otro, los errores de gestión se multiplican… y de nuevo
los gobernados los sufren; un traspié tras otro, un fracaso
sucediendo casi sin tregua al anterior.
Qué duda cabe de que el apoyo de Podemos al PSOE fue tan esencial
para la investidura de Sánchez como lo es para mantener la
legislatura viva. El problema nace y crece cuando los peajes del
presidente se hacen interminables, cuando las maniobras para
desatascar las decisiones y agilizarlas se encuentran con tapones
continuos, colocados por quienes se sientan igualmente en el Consejo
de Ministros.
Será cuestión de tiempo, mucho o poco (según sus cálculos), pero es
indiscutible que el actual secretario general de los socialistas
romperá con Iglesias, y que lo hará en el instante en que este
último quede varado o en la cuneta. La cuestión es si, antes de que
sea tarde, para evitar que el lastre del desgobierno sea excesivo e
insufrible para una nación entera, el actual inquilino de La Moncloa
romperá amarras.
Ya hace casi dos siglos que Lincoln reflexionara sobre el dilema del
político que trataba de salvar dos caras a la vez. Quedaba y queda
en el aire el interrogante de si, ante tal actitud, imposible de
sostener eternamente, son los electores los que terminan dándole la
espalda. O no.
Las razones de España para divorciarse del
dr cum fraude, del PSOE y del PP
Nota del Editor 28 Febrero 2021
España tiene sobradas razones, graves problemas, para divorciarse
deñ dr cum fraude, del PSOE, de Podemos, del PP y de todos los
separatistas y filoterroristas.
Cataluña, 2021: y ahora, ¿qué?
Estrella Digital 28 Febrero 2021
Todo ha cambiado para que todo siga igual. Con la perspectiva del
paso de las semanas, la visualización sobre el presente y el futuro
de Cataluña, y el denominado -con gran cursilería- encaje en España,
deja un panorama de callejón sin salida, sin alternativas para el
desbloqueo institucional y político, al menos en el corto y el medio
plazo.
Es así. El protagonismo de quienes están fugados de la justicia o
entran y salen de prisión permanece, prácticamente, intacto; y sus
bazas a jugar, también. El debilitamiento del espacio
constitucionalista se daba tan por hecho y descontado antes del 14F,
que el rol que PP-CS-VOX adoptarán desde el arranque de la nueva
legislatura poco margen a la sorpresa puede ofrecer: de la
resistencia a la andanada, y vuelta a empezar. Y el árbitro, Sánchez
hasta ahora desde Madrid y a partir de ahora Illa desde Barcelona,
sigue igualmente inalterable: el socialismo.
Tras días y días de puro terrorismo callejero y vandalismo por el
justo encarcelamiento de Hasél, una afrenta para los profesionales
del delito y el alboroto, la que debería ser por razones más que
evidentes la locomotora de España, o una de las dos, continuará
achatarrada. La fuga de empresas ni se ha detenido ni se detendrá,
la decadencia económica proseguirá, la crisis social se acentuará… y
el empuje feroz y tóxico de los antisistema se hará patente siempre
que la más mínima oportunidad lo propicie.
No se trata de tirar, por consiguiente, la toalla. Al contrario. Es
la hora de evaluar los innumerables errores de estrategia que se han
cometido en la relación con los separatistas intransigentes, de no
volver a repetirlos, de pensar en grande: sin complejos y sin
reservas, en un enfrentamiento de ideas constante hasta merar las
fuerzas de los radicales. Por supuesto, recurriendo al debate pero,
siempre que proceda, igualmente a los tribunales.
Sería una equivocación mayúscula que el Partido Popular profundizase
en su plan de choque y hasta de guerra contra Vox. No es el enemigo,
como tampoco lo es Ciudadanos, por mucho que Arrimadas y sus huestes
coqueteen por aquí y por allá con el PSOE. Sólo sumando, desde la
colaboración y el apego a una causa común (la defensa de la unidad
de España, la prosperidad y la convivencia) será posible dar pasos
para reconquistar una Cataluña mejor, y no dejarla en manos de
quienes la desean, desde el nacionalismo más troglodítico y
cavernícola, para ellos; revuelta y herida, arruinada, pero para
ellos.
Despolitizar el CGPJ: la eterna promesa
incumplida de Sánchez, Casado e Iglesias
Las negociaciones para renovar el órgano de gobierno de los jueces
han quedado congeladas ante los vetos cruzados, pero Moncloa tratará
de retomarlas la próxima semana
P. Gabilondo elconfidencial 28 Febrero 2021
PSOE, PP y Podemos retomaron esta semana las negociaciones para
repartirse los 20 puestos del órgano de gobierno de los jueces. Con
el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) en funciones desde
2018, los líderes de los tres partidos insisten en la importancia de
renovarlo, pero al mismo tiempo olvidan las promesas que han lanzado
una y otra vez en los últimos años: despolitizar el órgano para
favorecer su independencia. La propuesta no es nueva. Fingir que no
la hicieron tampoco.
El actual sistema de acceso al CGPJ establece que los 20 vocales
dependen de la votación de las cámaras parlamentarias y son
propuestos por los partidos políticos, que imponen una libre
designación respecto a los juristas —ocho— y eligen a los jueces
—12— del total de candidaturas presentadas de forma oficial, o bien
por las asociaciones judiciales o bien con avales de sus compañeros
de carrera. Después, los elegidos por tres quintos del Congreso y el
Senado, mitad y mitad, votan al presidente, que asume también el
mando del Tribunal Supremo. Dado el actual reparto de las cámaras,
al Gobierno de coalición no le queda más remedio que buscar un
acuerdo con el PP para alcanzar los votos necesarios.
Crónica de un descarrilamiento: así se frustró la enésima renovación
del CGPJ
Este mecanismo de elección ha sido criticado en repetidas ocasiones
por las asociaciones judiciales y por el Consejo de Europa, entre
otras instituciones. Pero también por los líderes de los partidos
que ahora negocian el intercambio de los asientos del CGPJ como si
se tratase de cromos. No hay más que echar un vistazo a los
programas con los que se presentaron a las elecciones del 28 de
abril y del 10 de noviembre de 2019 para encontrar sus propuestas de
cambiar el CGPJ:
"Se ha impulsado una reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial
en la que se acaba con el sistema presidencialista de funcionamiento
del CGPJ, se establece la dedicación exclusiva de los vocales, se
modifican las reglas relativas a los nombramientos discrecionales en
los órganos judiciales en función de criterios de mérito y capacidad
y se amplían los supuestos de abstención respecto de los jueces que
hayan desempeñado funciones como altos cargos o de confianza",
sostenía el programa del PSOE para el 28-A. Siete meses después,
ante la repetición de elecciones, el partido solo se comprometía a
buscar "acuerdos parlamentarios" basados en "principios de igualdad,
paridad de género, mérito, capacidad y prestigio profesional", una
idea que nada tiene que ver con la que defendía Pedro Sánchez en
2014, cuando aspiraba a liderar el PSOE: "Mi compromiso: regenerar
la vida democrática es hacer un CGPJ verdaderamente independiente
del Gobierno", aseguraba en redes sociales. Como presidente, esa
promesa ha quedado en papel mojado.
En el caso del PP, la propuesta de despolitizar el CGPJ se reflejaba
en su programa del 28-A, en el que apuntaban incluso cuál era el
mecanismo alternativo que ellos consideran más adecuado para elegir
a sus vocales: "Fortaleceremos la independencia del Poder Judicial.
Promoveremos la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial para
recuperar el sentido originario del artículo 122.3 de la
Constitución española. De esta manera, los 12 vocales del Consejo
General de procedencia judicial serán elegidos directamente por los
jueces y magistrados, fortaleciéndose así la independencia del
órgano de gobierno del Poder Judicial". Las asociaciones judiciales
ven con buenos ojos la idea de que los vocales del CGPJ sean
elegidos por los propios jueces, pero ahora que el Gobierno necesita
el apoyo del PP para renovar el órgano, Casado ha dejado atrás esta
promesa para pelear por colocar a sus afines.
"Reformar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) para reforzar
su independencia a través de un sistema de elección directa por la
ciudadanía", anunciaba por su parte el programa de Podemos para el
10-N. "Hasta que se apruebe la necesaria reforma constitucional,
mejoraremos el sistema parlamentario de elección de vocales para
aumentar la pluralidad y la transparencia de la elección de las doce
vocalías de procedencia judicial, incluyendo la posibilidad de
propuesta de candidaturas avaladas por la ciudadanía y las
comparecencias públicas iguales a las de procedencia no judicial".
Pero ahora que forma parte del Gobierno, Pablo Iglesias dedica sus
esfuerzos a sortear las reticencias del PP para poder colocar a sus
elegidos.
Las promesas de los líderes de los tres partidos han caído así en el
olvido. PSOE y Podemos, de hecho, sí maniobraron para cambiar el
sistema de elección de los vocales este año, pero no para
despolitizar el CGPJ sino para prescindir del PP: la modificación de
la ley que propusieron implicaría una reducción de la mayoría
necesaria para sacar adelante la renovación, pasando de la actual
exigencia de apoyo de los tres quintos del Congreso y el Senado a
una mayoría simple que el PSOE y sus socios tienen asegurada. En
octubre, el Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO) dejó clara
su opinión al respecto: "Esta iniciativa legislativa se aparta de
las normas del Consejo de Europa relativas a la composición de
consejos judiciales y elección de sus miembros y puede resultar en
una violación de los estándares anticorrupción del Consejo de
Europa".
Por el momento, las negociaciones para renovar el CGPJ han quedado
paralizadas ante los vetos cruzados de los partidos de los últimos
días. Desde Moncloa aseguran que volverán a intentarlo la próxima
semana, pero ninguno de los tres partidos incide ya en aquellas
propuestas para despolitizar el órgano. Llegado el momento clave,
Sánchez, Casado e Iglesias dejan atrás aquellas promesas para
intentar colocar al mayor número de afines en el órgano de gobierno
de los jueces.
******************* Sección "bilingüe" ***********************
La España de Hasél
Eduardo Inda okdiario 28 Febrero 2021
Hubo un tiempo en que en España lo normal era lo normal y lo anormal
lo anormal. Esta elemental premisa, perogrullesca apostillaría yo,
empezó a incumplirse con un Zapatero que pensábamos inempeorable y
se ha multiplicado exponencialmente con la llegada de los maleantes
podemitas al máximo órgano de gobierno de la nación. Anteayer
charlaba con un ilustre miembro del Tribunal Supremo precisamente de
esta esquizofrenia que padecemos de 15 años a esta parte. Y me soltó
la frase que en apenas unos meses se ha convertido en máxima: “Nunca
pensé que en España veríamos lo que estamos viendo”.
La España del 78 está siendo asesinada por este Gobierno
socialcomunista de la mano de sus socios proetarras y golpistas y de
ese 80% de medios de comunicación antaño vendidos al razonable PSOE
felipista y ahora pasados con armas y bagajes a ese imperio del mal
que es Podemos. Al punto que en estos momentos lo normal es lo
anormal y lo anormal lo normal. En el plano legal, moral, ético y
hasta estético. Vamos, que lo moral es lo amoral y lo amoral lo
moral; lo legal lo ilegal y lo ilegal lo legal; lo ético lo
indecente y lo indecente lo ético; lo bello lo feo y lo feo lo
bello; y la verdad la mentira y la mentira la verdad.
Es lo que yo he dado en denominar la España de Hasél, una España que
ha robado con premeditación, alevosía y cero nocturnidad nuestros
ideales, nuestra moralidad, nuestra ética y, basta con mirarles,
hasta nuestra estética. Una España de Hasél que recuerda
peligrosamente a esa Italia de las Brigadas Rojas en la que se
justificaba, relativizaba o banalizaba ese mal absoluto que
constituyen el asesinato, la extorsión, las amenazas y el acoso.
Aquí, de momento, no estamos en eso pero padecimos esa disfunción
moral durante los 50 años que actuó la banda terrorista ETA con
numerosos personajes e instituciones vascas y navarras justificando
el tiro en la nuca, el secuestro o el coche-bomba. Viendo el curso
que están tomando los acontecimientos, no descarto que volvamos por
esos aberrantes fueros. Es más, estoy seguro de que desgraciadamente
acabaremos en el abismo moral y ético, si no unos centímetros más
allá, estampándonos contra el suelo tras una breve y aterradora
caída a plomo. Nada me gustaría más que equivocarme.
Hasél es el símbolo más reciente, más patente y más cantoso de lo
que estoy contando. Una España que resumo en 12 puntos, que bien
podrían ser 30, 50, 100 ó 150. Porque maldad hay para dar y tomar:
1.-Mismamente, el propio Hasél. Comenzaré por el malnacido que da
nombre a esta España que ni en la peor de nuestras pesadillas
pudimos atisbar, especialmente, los que ni nos acordamos de la
dictadura porque éramos muy niños cuando espichó Franco o,
simplemente, porque no la hemos vivido. Lo del niño de papá
ilerdense es para mear y no echar gota. Ahora resulta que lo
encarcelan por rapear. Pues mire, oiga, no. Lo han metido en la
trena por instar a poner un coche-bomba a Patxi López, por pedir que
claven un piolet en la cabeza a José Bono al más puro estilo Ramón
Mercader y por jalear los tiros en la nuca a los dirigentes del PP.
Y no sólo por eso: también por apalear y lanzar lejía al rostro de
un reportero de TV3 y por amenazar y pegar al testigo en un juicio
contra un amigo suyo. Tal y como apuntaba tres párrafos atrás, la
mentira ha suplantado el rol de verdad y la mentira el de verdad. El
fin justifica los medios por muy repugnantes y falsarios que sean.
2.-Barra libre para el mal. Suma y sigue con Hasél. Hay quien, aun
con todo, exige que se eliminen del Código Penal las penas de cárcel
para los que incitan a la violencia y al terrorismo como este hijo
de Satanás. Olvidan estos falsos demócratas que a la violencia
física siempre le antecede la verbal. Aquí, allá y acullá. En
Madrid, en Barcelona y en Sebastopol. Aconteció con el leninismo,
con el fascismo, con el nazismo y con el estalinismo y, por
desgracia, continúa sucediendo en nuestro mundo contemporáneo en
Venezuela, en Cuba, en Irán y especialísimamente en esa Corea del
Norte en la que una simple admonición del tan enano y feo como
rechoncho tirano es sinónimo de muerte segura. Si Iglesias consigue
que se despenalice la incitación o el enaltecimiento del terrorismo,
volveremos a la ley de la selva, a la del más fuerte, a la del
Talión.Y el Estado de Derecho se habrá ido al carajo para siempre.
3.-El terrorismo callejero es guay. Terminamos el apartado de este
rapero que ha tenido que llamar la atención por la letra de sus
canciones porque si fuera por su oído estaría muriéndose de hambre.
Bueno, lo de palmarla por inanición es metáfora pura porque el
tiparraco es un cayetanito de la vida. Escucharle cantar es un
ejercicio de masoquismo: desafina que da gusto, al punto que no
descarto que haya dejado sordo a más de un fan. Definitivamente, no
es Jay-Z o Eminem. Que se permita incendiar Barcelona y Madrid por
este indeseable significa, ni más ni menos, que hemos perdido el
oremus. Y que haya gente que mueva un dedo por esta basura es para
entrar en estado de shock pensando qué sociedad estamos dejando a
nuestros hijos y nietos. Peor aún que todo esto es que haya
periodistas que sigan diciendo que las manifestaciones son
pacíficas.
4.-Los gobernantes con la kale borroka. Porque no son pacíficas.
Alarma ver el contraste entre la actuación de la Policía en Madrid,
respaldada por el Ministerio del Interior, y la de los Mossos en
Barcelona, cuestionada por su mandos políticos. Los antidisturbios
de la Generalitat son tremendamente eficaces, el problema es que si
se les pone el freno de mano y se les sitúa como poco menos que unos
torturadores al final pasan de actuar como marcan los más
elementales protocolos en la materia. Y pasa lo que pasa: que
llevamos dos semanas de kale borroka con saqueos a diario que dañan
aún más un tejido comercial catatónico por culpa de la pandemia.
5.-ETA es normal (o ETA no existió). Si hay algo que me pone a mil
es la normalización de ETA. Un proceso que inició el desvergonzado
de Zapatero y que alcanza su máxima expresión con un Sánchez al que
le da igual ocho que ochenta con tal de que él, Begoña y las niñas
sigan viviendo en Palacio y volando en Falcon. Pactar con Arnaldo
Otegi, el jefe de la banda que asesinó a 856 compatriotas, 11 de
ellos socialistas, es una inmoralidad imbatible. Viendo cómo nos
lava el pensamiento único el cerebro parece como si ETA no hubiera
existido jamás. Por no hablar de un presidente del Gobierno que
rompió en mil pedazos esa práctica consuetudinaria que prescribía no
pactar jamás con etarras ni con independentistas. Independentistas
que, para más inri, perpetraron un golpe de Estado hace tres años,
no hace 30 ni 300.
6.-Anormalización de Vox. La campaña que por tierra, mar y aire se
desarrolla contra Vox sí que es una anormalidad democrática y no ésa
de la que habla el ciniquillo marqués de Galapagar. Contemplar a los
muy mayoritarios medios y periodistas socialpodemitas, y muy
especialmente a sus caudillos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias,
anatematizar a un partido impecablemente constitucional como es Vox
mientras relativizan o justifican a ETA es vomitivo. Claro que esta
gentucilla no da puntada sin hilo: el objetivo es alzaprimar
mediática y socialmente a Vox para jibarizar sin prisa pero sin
pausa al PP. El apedreamiento sistemático de los de Abascal en la
campaña catalana tenía más que ver con este último objetivo que con
el hecho de que sean unos fascistas, porque no lo son y los malos
saben que no lo son. Item más: el objetivo ulterior es marear aún
más a un PP, que no sabe por dónde le da el aire, e impedir que si
llega el caso de formar Gobierno porque salen los números, que
llegará, se vea impelido a no hacerlo por el qué dirán. “En Europa
no se pacta con la ultraderecha”, repiten cual loritos políticos
socialpodemitas y plumillas de argumentario.
7.-La propiedad privada es inmoral. ¿Qué es, si no, en la España de
Pablo Hasél esa figura recogida como derecho fundamental en el
artículo 33 de la Constitución? En la España de Hasél un piojoso
okupa tu casa y no lo puedes echar al instante salvo que llames a
los eficaces chicos de Desokupa. Porque la Policía se lavará las
manos basándose con razón en una ley kafkiana y el juez te invitará
con buenas maneras a ponerte a la cola. Y cuando resuelva, tu
propiedad privada estará hecha unos zorros: habrán destrozado la
cocina, se habrán llevado los sanitarios, te habrán levantado el
parqué, los armarios estarán reventados y habrá mierda para dar y
tomar. Los medios están normalizando la Ley de Vivienda que promueve
el sujeto que mora en un casoplón en Galapagar de 280 metros
cuadrados, 2.500 de parcela, piscinaco, casa de invitados y decenas
de guardias civiles custodiándola. El pollo de la coletita y los
pendientitos quiere decidir por cuánto tienes que alquilar tu casa
y, si Ábalos no le para los pies, que en ello está, obligarte a
destinar a fines sociales todas las viviendas que poseas a partir de
la quinta. Es decir, que si gozas de la suerte de poseer 20
viviendas en la zona más cara de Barcelona o Madrid podrás alquilar
al precio que te venga en gana las cinco primeras pero desde la
sexta hasta la vigésima será al que establezca el Ejecutivo. Sobra
decir que, si se sale con la suya, el mercado inmobiliario se irá a
tomar por saco. Por cierto: lo de la okupación es sencillamente
escandaloso. En España se allanaron 7.450 moradas el año pasado.
Cataluña, con la gran Colau al frente, es el paraíso de estos
delincuentes: se okuparon 3.611 propiedades, seis veces más que en
la Comunidad de Madrid y el triple que en Andalucía. No comentaré
estos datos porque se comentan por sí solos.
8.-Podemos sí que es inviolable. Otra anormalidad democrática es que
Podemos se haya ido hasta ahora de rositas de todos los marrones
judiciales en que se ha visto envuelto. Bien por presiones del
sorayismo en su tiempo para continuar inflando el globo e impedir la
vuelta al poder del PSOE, bien por el miedo invencible que les entra
a algunos jueces cuando se topan con un caso de estos maleantes. Si
al PP le trincan con una financiación como la venezolana o la iraní
de Podemos, lo de Gürtel se queda corto. Hubiera ido palante hasta
el botones de Génova 13. Veremos cómo concluyen las instrucciones de
Manuel García-Castellón y Juan José Escalonilla. Por lo que veo, son
jueces decentes, impecablemente respetuosos con la legalidad. La
gran pregunta es si por arriba harán luz de gas. De momento, en ese
Supremo que no procesa ni condena a un aforado ni por equivocación,
se repite esa triste historia de siempre, que confirma que la ley no
es igual para todos. Podemos es más inviolable que el jefe del
Estado, que ya es decir.
9.-Los maleantes en el Consejo de Ministros. Hablando de maleantes,
en los 40 años de democracia lo normal es que en el Gobierno
estuvieran los defensores del Estado de Derecho y en las calles, en
el lumpen o en las cloacas los malhechores. Lo normal en la
democracia española y en cualquiera digna de tal nombre. Ahora, no,
ahora los maleantes están sentados en el Consejo de Ministros. Lo
digo por Pablo Iglesias e Irene Montero, no por Yolanda Díaz o
Manuel Castells que, por muy equivocados que estén, que lo están,
son gente honorable. Esta semana y la anterior, Hasél estaba en la
calle por terroristas callejeros y en el Ejecutivo a través de sus
embajadores podemitas.
10.-Ministerio de Desigualdad. Un departamento de Igualdad nunca
está de más. Lo tienen o lo han tenido históricamente las
democracias de más calidad de Europa. Desde las escandinavas hasta
la alemana, pasando por la francesa o la holandesa. Eso es una cosa
y otra montar un chiringuito dotado con 450 millones de euros para
que la enchufada compañera sentimental del machistoide número 2 del
Gobierno nos diga que los niños son niñas y las niñas, niños. O para
que nos retrate a todos los hombres como maltratadores por el mero
hecho de ser hombres. O para que envíe cartas amenazantes a los
fabricantes de juguetes para que eliminen el color rosa en las
muñecas. O para que forre el lomo a asociaciones que defienden a
esos delincuentes de tomo y lomo que son los okupas.
11.-Cuando la caza de brujas es ley. La ley del “sólo sí es sí” es
otra viva expresión de la España de Pablo Hasél. Una norma que el
Consejo General del Poder Judicial ha descalificado por unanimidad.
¿Es obligatorio el “sí” en los prolegómenos del acto sexual? ¿Qué
ocurrirá si una mujer se inventa que no hubo “sí”? ¿Cómo demostrará
el hombre que la anuencia se produjo? ¿Habrá que grabar todas las
relaciones sexuales por si acaso? Esto es macarthysmo puro y duro.
Una caza de brujas sin sentido. Cuando, como mantenía con todo el
sentido del mundo Cayetana Álvarez de Toledo, el silencio es en el
99% de las ocasiones sinónimo de consentimiento. En lugar de
satanizar al hombre, en lugar de enfrentarlo con la mujer, Irene
Montero debería cambiar el orden de prioridades y meter en clases de
Igualdad a su pareja, a un indeseable que manifestó que le
encantaría “azotar hasta que sangre” a Mariló Montero y que en sede
parlamentaria ofreció su despacho a Andrea Levy para que “se
entienda” con el diputado podemita Miguel Vila.
12.-Falseamiento de la historia. La España de Hasél es también la
que reescribe nuestro pasado a través de una Ley de Memoria
Histórica/Democrática que ignora un hecho elemental: la Guerra Civil
fue una contienda de malos contra malos, la peor que se pueda librar
porque enfrentó a hermanos y amigos en una espiral de sangre que se
cobró medio millón de almas. Por otra parte ilegalizar la Fundación
Franco o perseguir penalmente la apología de la dictadura es un
agravio comparativo cuando Otegi campa a sus anchas, cuando el brazo
político de lo que fue ETA (Bildu) es legal y cuando no se ha puesto
fuera de la ley a las formaciones protagonistas del 1-O.
Cuando una nación, un proyecto colectivo o incluso algo tan pequeño
como es un núcleo familiar pierde sus valores y deroga de facto o de
iure las normas más elementales, llega el imperio del mal. El
totalitarismo. El pensamiento único. La anarquía. La ley del más
fuerte y la del Talión, que sustituyen al Código Civil, el Penal, el
Mercantil y la Constitución. Cuando el bien es el mal y el mal, el
bien, ganan los malos. Siempre. Absolutamente siempre. En el momento
en el que agredir, injuriar, calumniar, acosar, amenazar, poner en
la diana, robar e incluso matar sale gratis o muy baratito, la
democracia desaparece. La España de Hasél no es para tomársela a
broma.
Pablo, para eso bastaba Soraya
Jesús Cacho vozpopuli.es 28 Febrero 2021
Un miserable pacto para repartirse el control de RTVE. Recordarán
los ríos de tinta vertidos en torno al pretendido concurso de
méritos anunciado en 2017 (Ley 5/2017, de 29 de septiembre) y
destinado a “recuperar la independencia de la Corporación RTVE y el
pluralismo en la elección parlamentaria de sus órganos”.
Despolitizar y profesionalizar el Ente, única forma de elevar el
prestigio de una institución degradada por el manoseo partidista.
Pura filfa. En el nuevo Consejo de Administración que conocimos el
jueves ha entrado un comunista que dirige Mundo Obrero; un
sindicalista ligado a CCOO, porque son los sindicatos los que mandan
en RTVE; una señora del PSOE que representa los intereses de los
amigos de Zapatero que se forran con la externalización de
programas; un señor y una señora del PP “que han sido elegidos
porque ya están en la casa; no hay más” (explicación del PP), es
decir, por su fidelidad al partido; un señor del PNV exdirector del
diario Deia, y así sucesivamente.
Los aspirantes más cualificados a la presidencia renunciaron de
plano a ocupar una de esas vocalías en el Consejo en cuanto supieron
que el “gordo” ya estaba adjudicado. Con 900 euros brutos de
retribución al mes y un régimen de incompatibilidades bastante
estricto, o no tienes dónde caerte muerto o eres un tipo de
fidelidad probada a la cuadra a la que perteneces o ambas cosas, lo
que en cualquier caso implica comportarte como un chico bien mandado
a las órdenes del amo. Es la realidad de unos nombramientos que
deberían llenar de vergüenza a los jefes de filas de los partidos.
PSOE, PP, Podemos y PNV se han quitado las caretas. Ya ni siquiera
disimulan. La desvergüenza es total. Se trata de colocar comisarios
por delegación sin exigencia de cualificación moral o profesional,
dispuestos a seguir a rajatabla las directrices que les lleguen
desde el puente de mando de cada grupo.
De modo que nada ha cambiado en RTVE. Y nada va a cambiar a mejor,
aunque todo podría pudrirse un poco más. Una televisión pública cuya
plantilla se acerca a las 6.300 personas (el doble de las de
Mediaset y Atresmedia juntas), con un presupuesto cercano a los
1.000 millones, la mitad de los cuales se va en pago de salarios,
que anualmente sostienen los Presupuestos Generales del Estado, es
decir, el dinero de los contribuyentes; una televisión, convertida
en un fortín sindical, que no ve casi nadie, porque difícilmente una
mente aseada puede soportar espectáculos de sectarismo como los que
de buena mañana protagoniza la tal “Isobaras”, la señora que antaño
se encargó de contarnos el tiempo en el telediario de la noche, y
que después continua el tal Cintora, uno de los periodistas más
sectarios que pueblan el horizonte mediático hispano.
Difícil entender el volantazo protagonizado por un Pablo Casado que
se ha hartado en los últimos tiempos de denunciar la imposibilidad
de llegar a pactos “con un tío que te va a engañar seguro y que,
además, gobierna con comunistas, separatistas y bildutarras”. Ya
hemos llegado. Ya hemos “tragao”. Y lo hemos hecho no para regenerar
las instituciones, no para despolitizarlas y profesionalizarlas,
sino para ocuparlas con fines partidistas. Como siempre. El cambio
operado en el PP es tan llamativo que algunos sospechan la
existencia de algún dato desconocido, un pacto para que la dirección
de Informativos recaiga no en un hombre del PP, Dios nos libre, sino
en un profesional medianamente íntegro e independiente, porque en
otro caso no se entendería que el centro derecha haya aceptado el
papel de comparsa en un viaje en el que va a seguir mandando Pedro
Sánchez y su socio de Gobierno, ese Pablo Iglesias solo interesado
en “el control de los informativos”; no se entendería, Pablo, porque
para eso bastaba Soraya.
Y detrás de RTVE viene lanzada la renovación del Consejo General del
Poder Judicial (CGPJ). Todo parecía atado y bien atado hasta que el
viernes se produjo un nuevo parón. Como de costumbre, Sánchez salió
a escena para culpar al PP del repentino desacuerdo. La verdad es
que el PSOE, que no Podemos, se ha enrocado en un nombre, José
Ricardo de Prada, juez responsable de la sentencia de la Gürtel que
echó de la presidencia del Gobierno a Mariano Rajoy con un argumento
falaz. Un juez ideologizado hasta la náusea que puso a Sánchez en
bandeja la excusa para la moción de censura. Un juez, en suma, que
hizo presidente a Sánchez y con quien ahora Sánchez está obligado a
cumplir. Y un peaje por el que difícilmente puede pasar Casado so
pena de bajarse las calzas hasta los zancajos… o sí. Hay, además,
otra cuestión tanto o más relevante en discusión: el nombre del
presidente del CGPJ, que a su vez lo será del Tribunal Supremo y
cuyo voto de calidad es de suma importancia a la hora de decidir
votaciones y realizar nombramientos. El cinismo de nuestros partidos
llega al extremo de adjudicar el cargo antes de que los vocales se
reúnan en pleno para proceder a su nombramiento (ocurrió en 2008 con
Carlos Dívar y en 2013 con Carlos Lesmes), pero se cuidan muy mucho
en hacerlo público antes de tiempo para evitar el escandalo
consiguiente.
El PP insistía ayer mismo en que no se sentará a negociar si Sánchez
no retira el nombre de De Prada, porque esa es una línea roja que
Casado no podría traspasar so pena de quedar arrumbado
definitivamente para la política y la historia. Porque, de nuevo,
para eso bastaba Soraya. En Vox sostienen que en ningún caso se
puede negociar la renovación del CGPJ con un Gobierno cuyo objetivo
más o menos explícito reside en la ocupación de una Justicia hoy
convertida en el último dique contra el desmantelamiento del régimen
del 78, pero en Génova ha terminado por imponerse la idea de que es
insostenible la situación de un CGPJ cuyo mandato lleva expirado más
de dos años. En todo caso, el PP tendrá que explicar muy bien –algo
que no es su fuerte- los argumentos que de repente le han llevado a
participar en la fiesta de estos obscenos repartos de cargos entre
partidos, en los que, además, corre el riesgo cierto de quedar
retratado como simple compañero de viaje o tonto útil.
Seguramente no tenga ocasión ni de explicarse. Algunas fuentes se
maliciaban ayer que Sánchez podría aprovechar el veto radical del PP
al magistrado De Prada para proceder, con su socio Podemos, a
activar la vía de urgencia para reformar el órgano de gobierno de
los jueces, un argumento con el que viene amenazando a Casado desde
antes de fin de año, martingala que dejaría al PP fuera de juego.
Con el problema, o el drama, añadido de que Casado ya ha perdido la
“inocencia” al admitir a Podemos en el reparto de la tarta de RTVE,
de forma que difícilmente podrá seguir utilizando esa muletilla para
justificar su negativa a pactar el CGPJ. El espectáculo de estos
tejemanejes deja tras de sí la evidencia de la extrema debilidad de
nuestra democracia, con unas instituciones diariamente arrastradas
por el barro de los intereses partidarios. No hay la menor
posibilidad de regeneración democrática, algo que sabíamos de sobra,
cierto, pero que este “ganado” se encarga puntualmente de
recordarnos.
Posdata 1. El Emérito y sus obras completas siguen cabalgando sobre
el techo de cristal de la Corona, haciendo añicos el relato de la
Transición y mancillando el paisaje de esta España atragantada por
mil soledades. Dicen que ha llamado a la puerta de amigos muy
singulares para pedirles dinero con el que pagar a Hacienda, lo cual
que todo suena a farsa de mercadillo de los jueves: el rey
millonario tratando de hacerse pasar por “er probe Manué”. Un
montaje dicen que ideado por el amigo del alma y socio de aventuras
Alberto Alcocer. Probablemente todo sea un intento de esquivar al
fiscal suizo Bertossa, lento pero seguro, y cubrirse allí de un
eventual delito de blanqueo, “porque en España nadie le va a acusar
de nada”. El estallido de esta nueva “regularización” no hace sino
ponérselo cada día más difícil a Felipe VI. Curiosa la obstinación
en demoler los cimientos de una institución que encarnó en primera
persona. Carlos IV y su hijo Fernando. ¡Borbones! La regularización,
y los intentos de regresar a España, alboroto que sus cortesanos se
encargan de pregonar por Madrid cada dos por tres. “Él quiere venir
en marzo por algún tipo de festejo que tiene agendado, pasar aquí
unos días y volverse a marchar; sobre todo quiere convertir en norma
el mensaje de que Juan Carlos I, el rey putero y ladrón, puede
entrar y salir de España sin problema cuando le pete”. Pobre Felipe
VI.
Posdata 2. La noticia del ERE que prepara El Corte Inglés (ECI) es
una radiografía en cuerpo entero de un país que se cae a pedazos.
ECI como símbolo, quintaesencia de la España de clases medias que
durante años se enorgulleció pisando sus tiendas y exhibiendo su
condición de nuevo rico. “La repentina riqueza de los pobres de
Kombach”. El ERE de ECI es el viaje a ninguna parte de un país que
sigue viviendo de espaldas al escenario de paro y pobreza que la
crisis de la covid nos tiene reservado. La pandemia y la fatal
arrogancia de un Gobierno inane. País sin pulso, que sentado en la
solana de un invierno frío espera como agua de mayo la lotería de
esos fondos europeos que han de devolvernos a la condición de nuevos
ricos. Como en los tiempos de la burbuja. País apegado a la teta del
gasto público, incapaz de acometer reformas para liberalizar, para
crecer y crear empleo, para enaltecer las vocaciones empresariales.
País sin horizonte, en manos de canallas y desaprensivos. Ojalá El
Corte Inglés remonte pronto el vuelo como el Ave Fénix de una
esperanza que nunca debe perderse.
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