Recortes de Prensa Domingo 7 Diciembre 2025
Un bombardeo ruso deja sin electricidad
ni agua la ciudad ucraniana de Kremenchuk
El Kremlin
celebra que EEUU deje de calificar a Rusia como "amenaza
directa"
Henar Andrés. Madrid. el mundo. 7
Diciembre
2025
Mientras siguen las negociaciones en busca de una acuerdo de paz, tanto Rusia como Ucrania siguen lanzando ataques nocturnos en territorio enemigo. Esta madrugada la ciudad ucraniana de Kremenchuk, ubicada en la región central del país, sufrió un ataque aéreo combinado que provocó cortes de electricidad y agua. El ataque, combinado de misiles y drones, se dirigió contra las instalaciones estratégicas de esta ciudad industrial, conocida por albergar una de las refinerías de petróleo más grandes de Ucrania.
La Fuerza Aérea de Kiev ha informado este domingo de que sus defensas han neutralizado 175 de los 241 drones y cuatro de los cinco misiles lanzados por Rusia desde la noche del sábado. Mientras, se produjeron 65 impactos en 14 emplazamientos distintos.
Por su parte, el Ministerio de Defensa de Rusia ha revelado que sus defensas han derribado 77 drones de ala fija ucranianos sobre seis regiones del país. Según el parte castrense, la mayoría de ellos, 42 fue interceptado en la región de Sarátov, a más de 300 kilómetros del lugar más próximo de la frontera ucraniana.
EE.UU. y Ucrania coinciden en que hace
falta «un compromiso serio y tangible» de Rusia para lograr la
paz
Mario Ramírez Millán. el debate.
7
Diciembre 2025
Tras dos días de reuniones entre los negociadores de los gobiernos de Estados Unidos y Ucrania, ambas partes han coincidido y defienden que la forma para poder lograr una paz duradera en Ucrania dependerá de un «compromiso C» de parte de Rusia.
Estas afirmaciones se han producido durante la sexta reunión que han mantenido. En estos encuentros bilaterales han participado: el Enviado Especial para la Paz, Steve Witkoff, y Jared Kushner, con el Secretario de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania, Rustem Umerov, y el Jefe del Estado Mayor General, General Andriy Hnatov.
Ha sido el estadounidense, Witkoff, el que ha afirmado a través de su cuenta de X que «el fin de la guerra y medidas creíbles hacia el alto el fuego y la desescalada son necesarios para prevenir una nueva agresión y hacer posible el plan integral de desarrollo de Ucrania».
El emisario de Trump ha añadido que, junto a Ucrania, han coincidido en que un acuerdo a corto plazo depende exclusivamente de que Rusia acate medidas para «desescalada y el cese de matanzas».
La posición inamovible de Putin
Una delegación estadounidense integrada por estos dos emisarios del presidente Donald Trump, Witkoff y Kushner, viajaron a comienzos de esta semana a Moscú para presentarle personalmente al presidente Vladímir Putin los resultados de la anterior ronda de contactos con los ucranianos.
Putin dejó claro tras este encuentro con la representación de EE.UU. que no renunciará «a sus ambiciones territoriales en Ucrania en aras de la paz».
Fue el mismo Trump quien presentó el mes pasado también un plan de paz que recogía demandas rusas como la reducción del Ejército ucraniano, la retirada de las tropas ucranianas de todo el Donbás o la renuncia de Kiev al ingreso en la OTAN y al despliegue de tropas aliadas en su territorio en la posguerra.
Ucrania eliminó posteriormente en una reunión de sus negociadores con los estadounidenses en Ginebra las condiciones que consideraba inaceptables del documento, con el beneplácito de Trump.
Finalmente, la versión revisada del mismo ha sido rechazada por Moscú como base para comenzar negociaciones directas.
Tras Putin: la responsabilidad
democrática del mundo libre
Antonio
López-Istúriz. el debate.
7
Diciembre 2025
Acabo de regresar de Washington D. C., donde he sido ponente en un importante foro de representantes políticos conservadores, la International Democracy Union (IDU), comprometidos con la defensa de la democracia, el Estado de derecho y la libertad.
Me han pedido intervenir en un panel dedicado a un tema tan complejo como necesario: After Putin: Shaping a peaceful and democratic future for Russia. Una cuestión que no es un ejercicio académico: afecta directamente al futuro de Europa, a la seguridad internacional y a la estabilidad global.
Desde mi doble condición de eurodiputado y secretario general de la International Demócrata de Centro (IDC), compartí algunas reflexiones que resumo a continuación.
Mi punto de partida fue claro: no habrá una Rusia pacífica y democrática sin una Ucrania victoriosa, libre y plenamente segura.
La agresión rusa contra Ucrania no es fruto de un arrebato ni de una decisión aislada; es la culminación de un proyecto autoritario e imperial que lleva más de veinte años construyéndose paso a paso. Por eso, hablar del «día después de Putin» sin garantizar antes la derrota de esa agresión y la restauración plena de la soberanía ucraniana sería una ilusión peligrosa.
Subrayé también un aspecto esencial: el putinismo no es solo Putin. Es un sistema político y económico: un aparato represivo consolidado, una oligarquía dependiente del Kremlin, una economía militarizada y un nacionalismo agresivo que alimenta la hostilidad hacia Occidente. Ese entramado seguirá existiendo cuando Putin abandone el poder, sea cual sea el escenario de transición.
La pregunta no es únicamente quién sucederá a Putin, sino cómo desmantelar una estructura diseñada para perpetuar la autocracia. Cualquier cambio profundo será gradual, incierto y potencialmente inestable. No repetir el error de creer que la democracia se implanta en dos días.
En este punto introduje una reflexión necesaria: Europa (y especialmente el norte de Europa) no puede repetir el error de dar por hecho que la democracia puede implantarse de un día para otro. Ya lo vimos en la Primavera Árabe, cuando muchos en Occidente pensaron que la caída de un régimen autoritario equivalía automáticamente al nacimiento de una democracia estable. La realidad demostró lo contrario.
Este mismo error se cometió en Rusia tras la caída de la Unión Soviética. El experimento democrático fracasó, en parte, porque los occidentales nos acercamos al país como quien llega al «El Dorado»: buscando oportunidades de negocio inmediato y sin la paciencia, el método ni el acompañamiento institucional necesarios para una transición democrática real.
En vez de fomentar la construcción lenta y profunda de instituciones, de tejido cívico y de cultura democrática, fuimos con los McDonald’s, símbolos del mercado rápido, pero no con la visión a largo plazo que exige consolidar una sociedad libre. Ese vacío fue el terreno fértil en el que acabaría germinando el putinismo.
Ante esta realidad, la comunidad transatlántica tiene responsabilidades fundamentales. La primera es mantener la unidad estratégica. Europa, Estados Unidos y sus socios democráticos deben actuar coordinadamente. Las divisiones internas, ya sea en Washington, Bruselas o cualquier capital europea, solo refuerzan la narrativa del Kremlin y facilitan futuras agresiones. El atlantismo no es una consigna simbólica; es una condición de seguridad.
La segunda responsabilidad es apoyar a la sociedad civil rusa, tanto dentro como fuera del país. Millones de ciudadanos han visto desaparecer sus espacios de libertad; miles han debido exiliarse. He tenido ocasión de conocer y trabajar con muchos de ellos, de la oposición democrática de Rusia y de otros países del espacio postsoviético.
Si aspiramos a imaginar una Rusia diferente, debemos fortalecer a quienes están dispuestos a construirla: con recursos, formación, redes de cooperación y protección frente a la represión y la desinformación del Kremlin.
La tercera responsabilidad es reforzar la seguridad y la resiliencia de los países del Este. Finlandia, Polonia, los Estados bálticos, Moldavia o Georgia saben bien que cualquier debilidad europea es una oportunidad para el expansionismo ruso. La ampliación de la OTAN, el fortalecimiento de nuestras capacidades de defensa y el apoyo estructural a Ucrania son inversiones indispensables para el futuro del continente.
El objetivo del mundo democrático no es humillar a Rusia, sino crear las condiciones para que, algún día, pueda integrarse voluntariamente en un orden internacional basado en reglas, respeto a las fronteras y dignidad humana. Para ello será esencial exigir responsabilidades por los crímenes de guerra, establecer mecanismos de compensación a Ucrania y condicionar cualquier cooperación futura a transformaciones reales y verificables.
El futuro de Rusia dependerá, en última instancia, de los propios rusos. Pero el mundo libre tiene la obligación moral y estratégica de corregir los errores del pasado y actuar con visión de largo plazo, evitando la ingenuidad de las transiciones exprés y comprendiendo que la consolidación democrática requiere tiempo, constancia y coherencia.
Desde los espacios donde convergen la moderación y el realismo seguiremos defendiendo esta visión, convencidos de que una Europa segura y una Rusia democrática, algún día, son dos caras de la misma esperanza.
Antonio López-Istúriz es eurodiputado y secretario general de la IDC
Trump y su Seguridad Nacional: bye, bye,
Europa
Ignacio
Foncillas. el debate.
7
Diciembre 2025
España, atrapada entre su irrelevancia en Bruselas y la creciente centralidad de Marruecos para Washington, aparece como aliado prescindible, útil para vigilar el Estrecho pero incapaz de influir en el diseño estratégico
La Administración de Donald Trump ha publicado por fin su nueva Estrategia de Seguridad Nacional (NSS, por sus siglas en inglés). Este documento fija las prioridades estratégicas de cada Presidencia y actúa como aviso a navegantes para aliados y adversarios. Y, como era previsible, ha levantado más de una ceja en los circuitos militares y diplomáticos de medio mundo.
El fin del buenismo estratégico
El NSS supone un giro radical respecto a la visión tradicional de seguridad estadounidense. A diferencia de Administraciones anteriores, abandona aspiraciones «wilsonianas» como promover la democracia o defender el famoso «orden internacional basado en reglas».
Su enfoque es abiertamente transaccional y profundamente «America First». Todo se articula en torno a tres ejes: soberanía estadounidense, prosperidad económica y compromiso selectivo. Y lo hace con una crítica frontal a unos aliados que, según Washington, llevan décadas «parasitando» la seguridad que paga Estados Unidos.
La estrategia eleva la seguridad económica al nivel de la seguridad nacional, justificando así la reindustrialización acelerada de EE. UU. y la imposición de reciprocidad estricta en comercio y defensa.
Un mapa del mundo... y un vació en Europa
A nivel geográfico, el NSS consolida el «corolario Trump» a la Doctrina Monroe: en el hemisferio occidental, manda Washington, sin excepción. De hecho, por primera vez incluye el norte de África. Frente a China, apuesta por la contención económica y por forzar el rearme de Japón y Corea. En Oriente Medio, busca estabilidad ampliando los Acuerdos de Abraham. En África, sustituye la ayuda humanitaria por acuerdos comerciales.
¿Y Europa? Europa recibe desprecio puro y duro. Las formas recuerdan más a una campaña electoral que a un documento de Estado, pero conviene no subestimar el diagnóstico: es más certero de lo que en Bruselas gustaría.
Europa: una civilización «en riesgo»
Trump define a Europa como un «frente de civilización en riesgo» que, por su «autodebilitamiento voluntario», avanza hacia su propio declive. Apunta a dos causas: la hipertrofia regulatoria y la caída de la natalidad, que generan un «suicidio demográfico» que Bruselas intenta compensar con inmigración masiva. Según el texto, en veinte años el continente será irreconocible. ¡Una pedrada en la frente para empezar!
Bruselas: el burócrata globalista
El documento describe a la Unión Europea como un «burócrata globalista» que impone regulaciones que erosionan la soberanía de los Estados miembros y destruyen la competitividad europea: El GDPR como forma de censura tecnológica; el Green Deal como un auto-sabotaje económico; la crisis energética como «autoinfligida», ignorando advertencias continuadas de EE. UU.
Trump apuesta explícitamente por reforzar relaciones bilaterales, sobre todo con el eje de Varsovia (Polonia, Hungría, Balcanes), en detrimento de la Europa occidental.
La bomba nuclear es para la OTAN
En defensa, el documento plasma lo previsible: exigir que Europa pague su parte, lidere el gasto en Ucrania y refuerce el flanco este. Pero hay una novedad explosiva. Trump afirma que EE. UU. solo cumplirá el Artículo 5 con aquellos miembros que sean «pagadores». El texto cita incluso el Acuerdo de La Haya –el compromiso del 5 % del PIB en defensa– que, pese a sus cuentos, también firmó Pedro Sánchez. Es un ultimátum disfrazado de coalición.
Francia, Alemania y los supervivientes
Para Francia, el documento es un aviso directo: la presenta como «rival encubierto» por su autonomía nuclear y su política migratoria. Para Alemania, la sentencia es más dura: será quien asuma 140.000 millones de euros anuales adicionales en gasto de defensa. Los únicos que salen razonablemente bien parados en Europa occidental son el Reino Unido («un socio de verdad») y la Italia de Giorgia Meloni.
España: el aliado prescindible
Para España, el NSS es devastador. Trump condiciona el acceso a tecnologías punteras en IA, computación cuántica y defensa a ser un aliado «confiable», dejando a la UE fuera si insiste en regulaciones «anti-innovación». Señala a España como corresponsable del desastre migratorio al ser «la puerta de entrada» de África. En energía, propone acelerar terminales de GNL en Polonia y Grecia, eliminando la ventaja comparativa española tras la guerra de Ucrania.
En defensa, el riesgo es doble: amenaza arancelaria explícita a productos españoles si España no cumple sus compromisos OTAN y reconocimiento del papel español en el flanco sur… pero acompañado de un giro estratégico hacia Marruecos.
Marruecos: el nuevo protegido de Washington
La NSS reafirma el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara. Se apoya en la Resolución 2756 del Consejo de Seguridad (octubre 2025), impulsada por Trump, que prolonga la MINURSO pero insta a «conversaciones sin condiciones previas» basadas en el plan marroquí. Es, en la práctica, el entierro del referéndum del Frente Polisario.
Para Trump, el norte de África forma parte del «hemisferio occidental» donde EE. UU. no tolerará injerencia china ni rusa. Marruecos aparece como socio clave por su estabilidad, sus minerales críticos y su posición energética. Muchos de estos recursos se encuentran en zonas del Sáhara o muy cerca de Canarias.
En defensa, la estrategia propone ampliar ejercicios conjuntos (African Lion) y acelerar ventas de armas avanzadas, condicionando todo únicamente a la cooperación marroquí en inteligencia contra el yihadismo.
Conclusión: Europa ya no es el centro... y España, menos aún
En resumen, la nueva NSS no es solo otro documento de Washington. Es un parte oficial: Europa ha dejado de ser estratégica para EE. UU., salvo para contener a Rusia y servir de mercado. Trump no rompe la OTAN, pero la redefine: la convierte en una alianza a dos velocidades, donde solo los que pagan cuentan. Y España, atrapada entre su irrelevancia en Bruselas y la creciente centralidad de Marruecos para Washington, aparece como aliado prescindible, útil para vigilar el Estrecho pero incapaz de influir en el diseño estratégico.
Europa puede indignarse; España puede hacerse la ofendida. Pero el mensaje de Washington es inequívoco: Estados Unidos ya no va a salvar a quien no quiera salvarse a sí mismo.
El nuevo antisemitismo: modo de
empleo
Dafna Mazin. Vozpópuli.
7 Diciembre 2025
La normalidad con la que el antisemitismo vuelve a estar entre nosotros abruma. Como otros virus recurrentes, suele reproducirse en entornos que facilitan su propagación y es notorio que una buena parte de la sociedad occidental del siglo XXI parece seguir siendo incapaz de digerir la idea de que el pueblo judío pueda tener derecho a defenderse.
La educación milenaria en el desprecio hacia “el pueblo elegido” en que, tras señalamientos y humillaciones seculares, persecuciones y matanzas periódicas, al judío no le quedaba otra que agachar la cabeza para sobrevivir, no acaba de desaparecer del imaginario colectivo. La explosión internacional de odio a la que asistimos tras el pogromo del 7 de octubre solo muestra lo abonado que ya estaba el campo y sobre todo, revela el deseo malévolo de tantos por no dejar pasar la primera oportunidad casi plausible de acabar con el Estado Judío.
Para disgusto de muchos de los que ahora braman contra Israel, todo sigue igual desde hace 77 años. El Estado Judío ha ido saliendo victorioso de todas las guerras que le han sido impuestas por sus vecinos. No resulta fácil aceptar esta versión que rompe con los patrones tradicionales del judío. Desde su mismo nacimiento en 1948, la causa palestina siempre fue esa gran coartada para la incriminación permanente del Estado Judío, para su designación como verdugo de unas poblaciones cuyos lideres jamás quisieron llegar a acuerdos con el Estado de Israel, nunca quisieron aceptar un Estado propio para poder seguir perseverando en el inconfesable propósito de que los judíos no tuvieran el suyo.
Anteriormente no era posible defender la desaparición de Israel pero ahora se proclama abiertamente (“Desde el río hasta el mar Palestina vencerá”) porque hoy ya estamos en una nueva era configurada por los valores de ese post-marxismo remasterizado por el wokismo en el que los vencedores siempre son culpables, siempre son colonizadores, siempre son blancos, siempre pertenecen al primer mundo. El pueblo judío, en particular, tiene aún más delito por ser el depositario de un código ético que ha regido el devenir de Occidente, por lo tanto, es responsable de los orígenes ideológicos de nuestra civilización. Sobre los judíos pende la inextinguible culpabilidad hacia las demás culturas del mundo, subyugadas y explotadas desde siempre, cuando muchas, lo proclama la ideología woke, siempre fueron claramente superiores a la nuestra.
Si el Estado judío no solo sale vencedor de tantas guerras, sino que además disfruta de uno de los niveles de vida más altos del mundo tras haberse convertido en la nación puntera en tecnología e investigación científica, con sus 10 millones de habitantes solo por detrás de los EEUU con su población de 350 millones, no puede más que ser como su mentora, una nación imperialista. Por lo tanto, los israelíes, pero con ellos los judíos del mundo entero también, puesto que este nuevo sistema de valores solo señala colectivos o bien para encumbrarlos o bien para culparlos en bloque, han pasado de pertenecer a una raza inferior perniciosa, en la última gran mutación del antisemitismo con el nazismo, a ser, en esta nueva versión del virus, unos blancos opresores. Con eso está dicho todo.
Los judíos han pasado de ser aquellos infrahumanos que urgía exterminar para sanear la sociedad, a convertirse hoy en el paradigma del colonizador sin escrúpulos, han pasado de ser parásitos errantes a ser invasores crueles, han pasado de ser corderos que iban dócilmente a los hornos crematorios, a ser el brazo ejecutor de los peores crímenes cometidos por el ser humano.
Así se explica a la perfección en este antisemitismo de nuevo cuño que el Holocausto ya no pueda ser creíble porque ningún pueblo vencedor, ninguno conquistador, ninguno guerrero, ninguno opresor, como el que estamos viendo a través de los ojos de Hamás, puede haber pasado por una tragedia de la envergadura de la que describe el pueblo judío con sus seis millones de muertos hace apenas 80 años. Por eso Gaza hoy puede ser Auschwitz, sin sonrojar a demasiados, porque Auschwitz, simplemente, nunca fue como los judíos lo contaron. Un Auschwitz donde los camiones con ayuda humanitaria entraban por centenares; un Auschwitz donde la proporción de civiles por soldados muertos en combate era la más baja en todas las guerras urbanas habidas; un Auschwitz donde los prisioneros preferían ir a las cámaras de gas antes que devolver a sus casas rehenes secuestrados y torturados por ellos; un Auschwitz en el que sus reclusos recibían del mundo entero un amparo moral infatigable, donaciones millonarias y las condenas de sus carceleros en todos los foros internacionales, exactamente igual que durante ese Holocausto de mentirijilla inventado por los judíos. Ahora que sabemos que la consigna refrescada para estos nuevos tiempos es cuestionar la veracidad del genocidio perpetrado por los nazis, de lo que se trata, por supuesto, es de recolocar este término concebido en su día para los crímenes desmenuzados en los Juicios de Nuremberg, en su lugar correcto de la Historia que solo puede ser en Gaza. Ahora se entiende todo.
En esta nueva versión del antisemitismo de hoy, los judíos se hicieron pasar por las víctimas por excelencia que nunca fueron, tras fabricar un relato desmesurado con el que engañar a las naciones de la tierra, para exigir un Estado propio, al que, ahora se sabe, nunca tuvieron derecho puesto que se basaba en falsas premisas. Desde que lo fundaron, Israel demuestra con creces que el perfil del judío del Holocausto fue una fabricación en toda regla. Por eso el Sionismo, el anhelo judío de tener un Estado propio, es tan condenable, hoy más que nunca, una aberración nacida del mayor de los embustes urdido por los judíos en el siglo XX, siempre tan taimados ellos. El nuevo antisemitismo hace caso omiso de que la milenaria letanía del salmo 137, recitado sin pausa desde el exilio de Babilonia en el siglo VI a.C., en todas las comunidades judías hasta hoy en día, “Si olvido tu nombre Jerusalem que pierda mi mano derecha” ate desde siempre al pueblo judío con su antiguo Reino de Israel o que el colofón de todas las conmemoraciones judías desde aquel exilio sea: “El año que viene en Jerusalem”. Estas poderosas invocaciones, en vez de suscitar la admiración que debieran ante la tenacidad irreductible al desaliento del pueblo judío que ha suspirado en la diáspora, más de dos mil años por reconstruir su Estado, estas letanías lo único que corroboran hoy, para la nueva doctrina, es la íntima asociación de todos los judíos del mundo con Israel, lo quieran o no, y deja en evidencia la magna responsabilidad de cada uno de los miembros de este colectivo, sean ellos conscientes o no, de la irreparable mancha por haber nacido en un pueblo con semejante Historia. Al fin y al cabo, distinta variante del virus con el mismo mecanismo de siempre.
El antisemitismo que vivimos se nutre de una caricatura de Israel dibujada grotescamente que nos abochorna con toda su violencia. Los términos que describen lo más abyecto que ha podido producir jamás la humanidad, interpelan desde su crudeza a todo el pueblo judío : “Apartheid”, “genocidio”, “crímenes contra la humanidad”, “hambruna”, “masacre”. Todos infligidos a la vez por Israel sobre una población en Gaza de dos millones de seres humanos a la que sus gobernantes llevan condenando astutamente y sin escrúpulos desde el 7 de Octubre a ser poco más que el pretexto (cuanto peor, mejor para los terroristas) con el que avivar las llamas, en Occidente, de una rabia incontenible contra el Estado Judío que a Hamás le resuelve la mitad de su faena.
Cada una de estas groseras acusaciones fácilmente desmontables para quien tenga la voluntad de cuestionar la versión cocinada por Hamás, el faro de la yihad islámica en el mundo, uno de los regímenes más violentos y crueles de la tierra, alimenta diariamente los prejuicios de los antisemitas de pocos recursos, de los simplones, de los dóciles, de los portadores festivos de banderas y pañuelos palestinos en cada ocasión que se les brinde pero también de los políticos, de los periodistas, de los académicos, de los artistas, que reivindican a Hamás por escrito o a gritos pero sin indagar en su ferocidad, en sus crímenes y en su inmoralidad, sin cuestionarse siquiera si el odio a Israel, del que están disfrutando tanto, se basa en algo más que en sus prejuicios caseros y sus recelos atávicos. A este antisemitismo le queda aún mucha cuerda.
Israel, en contra de todos los aspavientos histéricos sobre cómo el Estado judío se había construido con el 7 de octubre la excusa perfecta para apoderarse definitivamente de Gaza, la ocasión que ni pintada para cometer un genocidio con una hambruna inducida y rematarlo, a continuación, con las armas que tanto boicot concitan en Occidente para impedir la atrocidad, ese Israel, resulta que ha recuperado a todos sus rehenes, ha suscrito un cese al fuego, se ha retirado de la mitad de la Franja pendiente de obtener por parte de Hamás el cumplimiento íntegro de su parte del acuerdo y así, firmar la paz a la que siempre aspiró.
El Estado judío ha logrado la victoria total contra Hamás que anunció desde el principio aunque aún falten remates. En el camino ha terminado con los socios en el crimen de Hamás en el Líbano, Hezbollah, y de paso, con el santuario de estos terroristas en Siria bajo la protección de uno de los mayores asesinos en serie del planeta, Bashar el Ássad, tras 24 sangrientos años de barbarie que, sin embargo, dejaron mudo al mundo entero. Israel ha destruido de paso el poder de los Hutíes en Yemen, otros colaboradores enrabietados de la satrapía medieval de Irán, el responsable mayor de todo este entramado de terrorismo islámico, herido de muerte en el corazón de su propio territorio por Israel que acabó con su amenaza nuclear por un largo tiempo. Todos estos aspirantes a la subyugación de Occidente volverán a levantar la cabeza a ratos, por turnos, pero están hoy muy lejos de ser lo poderosos que eran antes del 7 de octubre.
Semejantes proezas, la paz verosímil a la vuelta de la esquina, la promesa temblorosa aún, posible tal vez, de un futuro sereno para los israelíes y también para los palestinos que lo deseen, libres del terrorismo que los aboca a la miseria, la prosperidad de un Oriente Medio sin interferencias de los Mullahs, la contención del islamismo radical que podría destruir nuestras sociedades en cualquier momento, solo enfurece más a los antisemitas, no menos. Al pueblo judío nunca se le ha querido por sus contribuciones al bien de la humanidad, muy al contrario.
******************* Sección "bilingüe" ***********************
Un
presidente arrastrado (y el riesgo que corremos)
Jesús
Cacho. Vozpópuli.
7 Diciembre 2025
En su peor momento desde que, en noviembre de 2023, diera comienzo su tercera legislatura, agobiado por problemas de todo tipo, chapoteando en corrupción, maltratado por sus socios, prematuramente avejentado, el Okupa sigue resistiendo en Moncloa, aferrado al poder como una de esas lapas que resisten, pegadas a la roca, los temporales de la costa gallega. Muchos le dimos la semana pasada por prácticamente muerto tras la entrada en prisión de sus colegas del Peugeot, pero no lo está. Me cuentan que José Luis Rodríguez Zapatero, padre putativo del felón, sigue trabajando en la sombra, con un oído puesto en lo que ocurre en Venezuela (no tocar, peligro de muerte) y otro pegado a ese Puigdemont que sigue soñando con reanudar su vida y la de su familia en España y cuyos siete votos son fundamentales para que el canalla pueda completar la legislatura y volver a presentarse en 2027. Y me aseguran que en la sombra se están fraguando resultados y que la comedia de la ruptura tan exitosamente representada por Míriam Nogueras podría desembocar en un nuevo pacto PSOE-Junts que permitiera a Sánchez completar la legislatura y alargar la agonía de España efectivamente hasta el 27 y más allá. Con un salto cualitativo sustancial, porque ese nuevo pacto abriría definitivamente la puerta a la liquidación del Régimen del 78 y su sustitución por esa cosa que llaman Confederación de Repúblicas Socialistas Ibéricas.
El reciente artículo del líder de Junts en El País (“La única salida que tiene el socialismo español es la ruptura”, 23 de noviembre pasado), que ha pasado ciertamente desapercibido, daba la clave, la columna vertebral, del nuevo "contrato". Esa pieza, que nunca se hubiera podido publicar sin el visto bueno de Moncloa (hay quien dice que durmió en presidencia varios días en espera de nihil obstat), contiene un párrafo final demoledor pero terriblemente ilustrativo de la sustancia de ese futuro pacto cuyo objetivo no es otro que enterrar definitivamente la España que salió de la muerte de Franco y la Constitución del 78. Dice así: "Si el socialismo español quiere salir del abismo solo tiene una opción: emprender la ruptura que se negaron a hacer hace 50 años. Y la ruptura empieza por reconocer el derecho a la autodeterminación de los pueblos, que es un concepto que el Partido Socialista había defendido durante décadas. Con pactos con el antiguo régimen, como fue el pacto de la transición y la continuidad de la monarquía restaurada por Franco, sólo perpetuarán el régimen, que es lo que han estado haciendo hasta ahora". Ahí está todo. Ahí está la amenaza, la traición que Sánchez y el PSOE están dispuestos a emprender en el callejón sin salida en que se encuentran, emparedados entre la orgía de corrupción de su círculo familiar y la amenaza de acabar en el banquillo si se le ocurriera disolver para dar voz a los españoles, como sería lógico en buena práctica democrática.
En la misma línea se ha manifestado esta semana, 3 de diciembre, el capo de EH Bildu Arnaldo Otegi, el más fiel aliado de Sánchez, quien ha instado al presidente del Gobierno a "romper con la Transición y asumir una España plurinacional. Los países y los estados necesitan Gobiernos con propósitos". No especifica el chico de las pistolas si con buenos o malos propósitos. Otegi establece una auténtica jerarquía de deberes por la que debería regirse Sánchez: ruptura de la Transición, realidad de esa España plurinacional y persecución de los millones de españoles que se nieguen a aceptar ese diseño, algo que verbaliza como “la necesidad de parar al bloque reaccionario formado por PP y Vox". Es casi un calco de la receta que para Sánchez prescribe Puigdemont en El País. Bildu y Junts, los mayores enemigos de la unidad de la nación, son los dos socios preferentes del presidente, sus más firmes aliados. De la voluntad de ERC de sostenerle contra viento y marea caben pocas dudas, por muy arriba que suban las aguas de la corrupción socialista. Y la fidelidad del PNV al personaje tampoco está en cuestión. Lo manifestaba esta misma semana en Bilbao Aitor Esteban a un conocido financiero: "A Sánchez se la suda la corrupción, y a nosotros, si te soy sincero, hasta cierto punto también, no vamos a dejar de apoyarle por eso".
Es el nuevo Pacto de San Sebastián, émulo de aquel que en los años treinta del siglo pasado acabó con la monarquía de Alfonso XIII para dar paso a la II República de triste recuerdo. Y los miembros de este nuevo pacto, toda la izquierda y la derecha nacionalista catalana y vasca, están decididos a hacer efectivo el cambio de régimen. Nadie puede dudar a estas alturas de la voluntad de Sánchez Pérez-Castejón de someterse a esa mutación si con ello asegura su permanencia en el poder no ya hasta 2027, sino más allá; nadie sensato puede poner en duda su disposición a liderar esa "dinámica revolucionaria" que le plantean sus socios y que supondría el final de la Monarquía Parlamentaria y el nacimiento de una Tercera República Confederal Ibérica. López Burniol, quien más y mejor ha venido teorizando sobre ese salto al vacío, establece varias etapas en el proceso. La primera, la exaltación de la mencionada “plurinacionalidad”, un proceso en marcha desde hace tiempo, con la izquierda y sus secuaces de la intelligentsia exaltando las diferencias entre regiones (“naciones”) con deliberada ignorancia de lo que las une. La segunda, el establecimiento de relaciones bilaterales o singulares del Estado con las distintas “naciones” del mismo, proceso igualmente en marcha y que el propio Sánchez se encarga de proyectar cuando recibe en Moncloa a Mertxe Aizpurua, portavoz en el Congreso de EH Bildu, con la parafernalia propia de la representante de un país extranjero. La tercera, la mutación de nuestro Estado Autonómico en un Estado Confederal, salto al vacío para el que será necesaria la colaboración de un Tribunal Constitucional dispuesto a mancharse las togas con "el polvo del camino". Y cuarto y definitivo, el derrocamiento de la Monarquía y la instauración de esa República Confederal Ibérica que la izquierda tratará además de apellidar “Socialista”.
¿Ensoñación imposible? En absoluto. Es un proyecto que comparten las izquierdas sin excepción y las derechas separatistas catalana y vasca, un proyecto cuyo líder es Sánchez, el jefe de la banda dispuesto a seguir a riesgo de hacer realidad la división de España en dos mitades enfrentadas y sin posibilidad de conciliación, sin instrumentos democráticos para resolver el conflicto porque ya se ha encargado él de derribar los puentes de diálogo. Un proyecto que nos retrotraería a los más sangrientos episodios de nuestra historia. Media España contra la otra media. Otra vez. Es verdad que esta España no tiene nada que ver con la que acabó con la Monarquía alfonsina, porque mientras en aquella mucha gente solo podía defender su miseria, en esta todo el mundo tendría mucho que perder, pero la deriva emprendida desde junio de 2018 no puede ser más preocupante. El síntoma más inquietante, podría decirse incluso que más alarmante, de ese conflicto latente lo hemos visto esta semana en la disposición del autócrata a arrodillarse, a arrastrarse ante Junts pidiendo perdón por sus supuestos incumplimientos, espectáculo bochornoso nunca visto por estos pagos desde las abdicaciones de Bayona de Carlos IV y familia en favor de Napoleón Bonaparte. En lugar de disolver las cámaras y llamar a urnas, Sánchez se enroca y se humilla ante sus socios de referencia, y les implora una prórroga y viene a decirles que está dispuesto a pagar cualquier precio, dispuesto a todo con tal de renovar su condición de "presidente de alquiler" (Iñaki Ellakuría) al menos hasta 2027.
Y la portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras, se ríe en su cara ("los partidos españoles sólo reaccionan cuando están acorralados") mientras, con la boca pequeña, sostiene que el cisma es un hecho, aunque las fuentes sostienen que estamos ante una simple pose. Ella y su jefe saben, en efecto, que nuestro sátrapa está acorralado y saben también que solo tienen que esperar a que, en su extrema debilidad, acabe de “madurar” para terminar aceptando lo inaceptable en términos democráticos: la ruptura de la unidad de la nación para caminar por la senda de esa República Plurinacional. Además de arrastrarse ante Puigdemont, Sánchez ha querido enviarle un mensaje de buenas intenciones haciendo aprobar en Consejo de Ministros algunos de esos incumplimientos, "devolviendo a la Generalitat de Cataluñ", en palabras del ministro Óscar López, "la gestión de la oferta pública de empleo y los procesos de selección de los habilitados nacionales". El PSOE "devuelve a Cataluña" una competencia que nunca tuvo. Lo dicho, dispuestos a destrozar el país para mantener a Sánchez un día más en la poltrona. Por cierto que los funcionarios "habilitados nacionales" (interventores, secretarios y tesoreros municipales) fueron figura clave en 2017 como dique de contención frente al proceso separatista catalán.
Que está dispuesto a llevar este país al precipicio ha vuelto a demostrarlo también esta semana con el nuevo asalto a la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil mediante los "ascensos" de dos de sus nombres más ilustres, Rafael Yuste y Antonio Balas. Sánchez se los quita de en medio por el método de la patada hacia arriba en puertas de procesos judiciales tan candentes como el de su hermano, el de su mujer o el "caso hidrocarburos". En paralelo, pretende aupar a una ex asesora, además de cuñada de la ex ministra Teresa Ribera, a la codiciada vacante de la Sala Segunda (de lo Penal) del Tribunal Supremo que condenó al FGE García Ortiz y que deberá juzgar a José Luis Ábalos. Hablamos de Silvina Bacigalupo Saggese, hija de Enrique Bacigalupo, magistrado socialista de origen argentino que integró la Sala Segunda entre 1987 y 2011 y que, entre otras fazañas, salvó a Jesús Polanco y a Juan Luis Cebrián de la cárcel en el caso Sogecable. El apellido Bacigalupo es como una perenne maldición caída sobre la Justicia española, una pedrada perpetua a la aspiración de una España abierta y liberal.
Todo ocurre ante una España escandalizada por lo que ve a diario, pero silente. Cuenta Sebastian Haffner en su "Historia de un alemán" que Alemania sucumbió al nazismo a través del asalto a las instituciones democráticas, la manipulación de masas con una propaganda abrasadora, la polarización de la sociedad civil y la fuerza de choque de una minoría fanatizada (generosamente recompensada con prebendas de todo tipo) que se impuso sobre una mayoría apática o temerosa, llevando a la población a la aceptación gradual de la pérdida de libertades individuales, proceso que él vivió directamente como judío. Por suerte, lo único que nos diferencia ahora mismo de la experiencia que vivió Alemania en los años treinta es la falta de violencia, la ausencia del terror nazi, aunque quizá el sanchismo no lo necesite para acabar con la España de ciudadanos libres e iguales. En estas circunstancias, asistir al espectáculo de PP y Vox tirándose los trastos a la cabeza en Extremadura y en el resto del país no puede resultar más deprimente. En esas estamos.
"Pixarà
sang"
Ahora el jefe es Puigdemont para aprobar
presupuestos y leyes. Lo que queda de legislatura depende de él
Jesús
Rul. Vozpópuli.
7 Diciembre 2025
Intuitiva idea de Puigdemont. Si Sánchez, pese a perder las elecciones en 2023, quiere el poder va a tener que ceder lo indecible, ("pixarà sang") lo que en otras condiciones normales no cedería. Y Sánchez antepuso la voluntad de poder indebido sobre la responsabilidad y logro ser investido. Ahora sabemos que Sánchez trató o pactó con los secesionistas catalanes (Junts) a escondidas y fuera de España la amnistía a los golpistas de 2017 y la consulta de autodeterminación y con secesionistas vascos (Bildu), según se indica en un caserío a escondidas. A esta banda se sumaron ERC y comunistas varios. Las políticas en estos dos años han estado centradas en las agendas secesionistas y de la ultraizquierda con el envoltorio propagandístico del progresismo. Las contradicciones de la coalición han encallado en la parálisis actual: sin presupuestos y con incapacidad de aprobar leyes en el Congreso. Los socios se han crecido vista la debilidad de Sánchez, la inicial en minoría y la actual por la corrupción sistémica del PSOE y el gobierno.
A finales de 2025, Puigdemont es el actor clave de la legislatura. Tiene la sartén por el mango y ha cancelado el "somos más" de Sánchez en la noche electoral, como jefe de la banda. Ahora el jefe es Puigdemont para aprobar presupuestos y leyes. Lo que queda de legislatura depende de él. Sabe la relación tóxica de Sánchez con el poder: lo quiere mantener siempre y a toda costa. Se lo va a poner caro. Ya ha conseguido la amnistía para los golpistas del 2017. Sánchez ha forzado las reglas constitucionales con un TC político a su medida, pero Puigdemont sigue en su exilio dorado, huido de la justicia. Esta situación ha enfadado al prófugo y arremete con más tesón. En este momento crítico de la legislatura lo que está en juego es lograr la amnistía plena de Puigdemont y su vuelta a España. Lo siguiente es la consulta tratada en Suiza o Waterloo de autodeterminación de Cataluña.
Ceder a la derecha
Puigdemont, líder de Junts, golpista huido de la justicia y socio de Sánchez en esta maldita legislatura, estableció el paradigma político y moral del mandato: "Sánchez meará sangre" para poder gobernar, pues tendrá que ceder en todo el programa de máximos de los secesionistas de derechas. Los secesionistas vascos saben que lo que consiga Puigdemont también les llegará. Pero ¿en qué consiste el paradigma político y moral de esta legislatura? La meta es esta: consolidar el estado catalán antiespañol con la pretensión de hacerlo irreversible. El precio político y moral: a costa de la España constitucional, con un TC controlado, y de la soberanía unitaria de los españoles. A España le costará muy caro mantener en el poder a Sánchez hasta 2027. Veremos transferencias de competencias estatales contra la unidad e igualdad. Lo estamos viendo en la soberanía económica (el cupo catalán, denominado régimen singular a costa de las demás autonomías). También en cesión de soberanía de materia de inmigración, con la policía autonómica con funciones de seguridad en fronteras y puertos, permisos de residencia y expulsión, pese a ser competencia exclusiva del Estado (es contrario a la Constitución y el derecho de la UE). Sánchez y sus asesores ya están en la operación de venderlo como Cogobernanza.
Aunque la transferencia madre de todas las cesiones es lograr la capacidad de convocar consultas referendarias de ámbito exclusivo catalán. Los secesionistas saben que esta pretensión no cabe en la Constitución ni en las condiciones de buenas prácticas establecidas por la Comisión de Venecia (Consejo de Europa), que no son de aplicación los casos de Quebec, Montenegro o Kosovo por la sencilla razón de que los ciudadanos de Cataluña son españoles, primero súbditos de la monarquía hispánica y después ciudadanos españoles dentro del constitucionalismo moderno, desde comienzos del siglo XIX (Constitución de Cádiz) hasta la Constitución vigente. El art. 92 de la CE establece que el refrendo es consultivo de todos los ciudadanos, convocado por el Rey a propuesta del presidente del Gobierno, previa autorización del Congreso de Diputados. Se desarrolló en la ley orgánica 2/1980, de 10.01.
No caben fraccionamientos en un referéndum
Pese a estas condiciones constitucionales, los secesionistas apretarán a Sánchez para lograr "la transferencia o delegación, mediante ley orgánica, de la facultad referendaria de titularidad estatal que por su naturaleza sea susceptible de transferencia o delegación" del art. 150.2 CE. La voluntad de poder de Sánchez puede determinar que sea "susceptible de transferencia o delegación" ahora que el TC ha dejado la puerta abierta en la controvertida sentencia sobre la amnistía a golpistas que "lo que no está expresamente prohibido en la CE puede legislarse", por lo que el Congreso de los Diputados podría aprobar una ley de referéndum de autodeterminación. Aunque seguiría conculcando frontalmente dos principios constitucionales. Uno: el referéndum es consultivo y compromete a todos los ciudadanos españoles. No cabe fraccionamiento por autonomías (art. 92. CE). Lo pueden disfrazar de "consulta autonómica no referendaria" acorde con la Ley catalana 10/2014, de 26.09. La cuestión es el contenido, esto es, si la pregunta sometida a consulta afecta a la soberanía unitaria directa o indirectamente (aquí son decisivas las condiciones de buenas prácticas de la Comisión de Venecia). Dos: la voluntad secesionista exige ser identidad soberana, pero es radicalmente opuesto a la soberanía nacional del pueblo español del que forman parte fundamental de forma "indisoluble e indivisible" (art. 1.2 y 2 CE). En esta fase crítica de la legislatura hay que estar atentos a la conducta de Sánchez, acosado por la corrupción y su necesidad tóxica de apacentar, esto es, cebar los deseos y pasiones de los secesionistas. La sociedad civil, los partidos de oposición, el poder judicial y los medios y periodistas libres deben extremar las cautelas y sus competencias en defensa de la España constitucional en riesgo.
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