Recortes de Prensa  Domingo 23 Octubre 2022

El Kremlin castiga la red eléctrica ucraniana y Kiev última el cerco de Jersón

Como respuesta, las fuerzas ucranianas han acrecentado los combates en la región fronteriza de Bélgorod.

El Confidencial. 23 Octubre 2022


Las autoridades ucranianas han denunciado el lanzamiento de al menos una veintena de misiles rusos desde el Mar Negro y la región de Kursk contra regiones del oeste del país, donde los sistemas de defensa habrían interceptado varios de estos proyectiles. Kiev ha decidido activar la alerta general ante el recrudecimiento de los ataques con misiles del Kremlin en las últimas semanas. Estos nuevos ataques, que han provocado otra vez suspensiones en el suministro eléctrico y de agua en las regiones afectadas, han sido denunciados por el jefe de la oficina de Presidencia ucraniana, Andrey Yermak. Además, las fuerzas ucranianas han respondido con un ataque contra la región rusa de Bélgorod.


Por su parte, el Gobierno ruso ha enviado 2.000 nuevos soldados al frente de Jersón para reponer al personal perdido y reforzar la línea, que en las últimas semanas se ha visto debilitada por el empuje ucraniano tras la caída de la región de Járkov, en el noreste del país. También ha asegurado que ha conseguido repeler dos ataques del Ejército ucraniano.


Mientras tanto, Estados Unidos ha asegurado que militares iraníes están sobre el terreno en Crimea dando asistencia técnica a las tropas rusas para lanzar drones de fabricación iraní contra el territorio ucraniano. Las acusaciones de Washington se suman a las denuncias de la OTAN sobre el suministro de drones iraníes a Rusia y a las sanciones que la Unión Europea (UE) ha impuesto a tres personas y una empresa iraníes responsables de esos drones. "La información que tenemos es que ellos (los militares iraníes) están entrando y dando apoyo técnico para el uso de esos drones", ha explicado en una rueda de prensa John Kirby, uno de los portavoces de la Casa Blanca.


Las claves del momento:

Ucrania denuncia otro lanzamiento masivo de misiles rusos

Rusia acusa a Ucrania de matar a 4 personas en un ataque en Jersón

Moscú envía a 2.000 soldados nuevos movilizados a la región

Ucrania exhuma 146 cuerpos en un enterramiento masivo en Limán

Nuevos bombardeos sobre Járkov y Zaporiyia dejan varios heridos

Zelenski alerta de que Rusia quiere destruir la presa de Kajovka

Putin visita a reclutas movilizados y dispara un fusil de francotirador


Hace 1 horas 18 minutos 08:14

Zelenski llama al consumo responsable de energía

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenksi, ha llamado a la población del país a hacer un consumo responsable de la electricidad y limitar el uso los electrodomésticos más demandantes, puesto que, ha asegurado, la energía es el principal objetivo de los "terroristas". "La estabilidad de la industria energética de todo nuestro estado depende de cada ciudad y distrito de Ucrania" ha asegurado el mandatario ucraniano en el discurso diario en el que se dirige a sus ciudadanos.


También ha pedido que el consumo se modere de manera especial en las horas de la mañana y de la tarde y que se preste especial atención a los avisos de las autoridades locales y las compañías eléctricas sobre posibles apagones en su zona, para poder planificarse con anterioridad.


Anomalía democrática y acuerdos de Estado

Editorial La Razón. 23 Octubre 2022


La excepcionalidad institucional y política que ha traído consigo la presidencia de Pedro Sánchez borró cánones y códigos insoslayables en las democracias asentadas, también en el discurrir de la nuestra desde sus albores. Con él, la interlocución serena y frecuente con el principal partido de la oposición ha desaparecido y en su lugar se ha abonado un escenario de polarización y demonización del adversario político, cegando el espacio a la transacción, incluida la misma negociación en las Cortes, que es también la esencia del parlamentarismo.


Pedro Sánchez ha acabado de un plumazo con la posibilidad de los acuerdos de Estado entre los dos principales partidos de gobierno del país, un instrumento esencial de continuidad y estabilidad del sistema bajó el paraguas de amplísimas mayorías políticas y por tanto sociales. La etapa del gobierno bipolar, del sanchismo, ha degenerado en una administración de tintes cesaristas, en el que la oposición ha quedado relegada a aceptar un rol marginal y sumiso. Esa voluntad del presidente del Gobierno por apartar al PP y a sus millones de votantes, de blandir las dos Españas, tensar y abrir trincheras en pos del frentismo ha sido un factor determinante en la degradación aguda de la democracia española bajo la hegemonía socialista y comunista.


Que la izquierda haya frustrado los pactos de Estado ha prendido la vida pública a la arbitrariedad del poder y la corrección de esa tara debiera ser propósito indispensable en un futuro gobierno del PP. Conviene repetirlo, tantas veces como sea posible, que Pedro Sánchez ha tenido una responsabilidad máxima en que la renovación del CGPJ haya colapsado estos años. Él nunca ha pretendido abordar el asunto con el líder del PP, sino que éste se sometiera y asumiera la colonización de las instituciones.


Elías Bendodo, coordinador general del PP, ha defendido en una entrevista con LA RAZÓN que socialistas y populares «deben entenderse» y ha apelado a que el probable consenso de última hora sobre el órgano de gobierno de los jueces «sirva de antesala para futuros acuerdos en beneficio del conjunto de España».


Las democracias progresan de manera consistente a partir de grandes entendimientos entre aquellos que están llamados a turnarse en el poder. El compromiso entre diferentes demanda equilibro, que es producto de moderación y consenso, y que es lo que le ha sido hurtado al país por la izquierda más radical de Europa. Incluso a estas alturas de una de las legislaturas más calamitosas de la historia democrática, los acuerdos de Estado no debieran ser una quimera, aunque lo parezcan. Sánchez ha elegido como socios a los enemigos de la Constitución y la nación. «El problema hoy no es el PSOE, sino Sánchez, y su podemización», según Bendodo. Serán los españoles con sus votos los que subsanen la anomalía y repongan la normalidad democrática.


El problema son el psoe y el pp

Nota del Editor. 23 Octubre 2022.


Eso de turnarse en el poder, parece mas bien una merienda de negros, con perdón a los negros, así que mejor una merienda de tahúres.


Después de tantos años sufriendo las traiciones del pp, causante de que tengamos al dr cum fraude destruyendo incansable España, pretender caer en los mismos errores resulta demencial.


Los que no quieren apoyar a Vox demuestran una irresponsabilidad mayúscula y son agentes necesarios para la destrucción de España.


Una muchedumbre infantilizada, a la deriva

Juan Manuel Blanco. vozpopuli. 23 Octubre 2022

Unos de los rasgos más asombrosos de la sociedad actual es la enorme velocidad con que ciertas nociones o ideas novedosas, extrañas e insólitas, alcanzan aceptación generalizada por muy absurdas que sean. Basta que la televisión lance un mensaje repetitivo, envuelto en un relato sensiblero para que la idea subyacente se asuma de forma acrítica. Así, las creencias aparecen y languidecen constantemente, como si hubiera quebrado cualquier anclaje al pasado, como si gran parte del pensamiento navegara a la deriva de las emociones y las modas.


Las pautas conocidas como “políticamente correctas” (hoy “woke”) surgen de repente y resultan inestables y cambiantes. Así, por ejemplo, ciertas palabras son constantemente sustituidas por otras nuevas, incluso inventadas, porque súbitamente pasan a considerarse ofensivas (y censuradas como racistas, sexistas etc.), aunque nunca lo fueran anteriormente. O el número de categorías de “identidad de género” va creciendo de manera asombrosa y cada cifra resulta tan aceptable como fue la anterior. La general aquiescencia es una señal de extendido conformismo y escasez de pensamiento crítico, especialmente entre las élites, el mundo académico y el mediático. Demasiados piensan que la postura crítica consiste en predicar esas pautas (aceptadas por el establishment) y atacar a quienes las cuestionan. El mundo al revés.


¿Por qué hay tanta gente dispuesta a creer cualquier cosa? ¿De dónde surge esa fuerte tendencia a adoptar rápidamente la opinión percibida como mayoritaria? En The lonely Crowd, (1950) David Riesman apuntó una interesante hipótesis: se estaba produciendo un cambio drástico en el carácter del individuo medio, una radical transformación en la manera de formar sus criterios. Y este cambio se encuadraba en una evolución mucho más amplia hacia una personalidad cada vez más flexible. Riesman identifica tres etapas históricas: individuo “guiado por la tradición”, “guiado por su propio interior” y, finalmente, “guiado por los demás”.


Varios siglos atrás, en un entorno apenas cambiante, la mayoría se guiaba por la tradición. Con pautas rígidas, estables de una generación a otra, no era necesario buscar soluciones novedosas pues apenas había problemas nuevos. En un camino perfectamente delimitado, la rutina y el ritual dominaban el comportamiento.


Las grandes transformaciones generadas por la revolución industrial, la ilustración o el auge del liberalismo, propiciaron un individuo con un carácter más flexible: guiado por su interior. Estos sujetos mantienen ciertos principios, unos valores básicos, pero, inmersos en una realidad más cambiante, ya no recurren a reglas fijas: cada uno forma sus propios criterios, decidiendo el rumbo en cada situación nueva. No hay un camino marcado pero el individuo posee una brújula interior para orientarse.


El individuo guiado por los demás

La aceleración del cambio tecnológico en el siglo XX y la cultura de masas, determinarían la aparición del sujeto guiado por los demás, que ha roto con el pasado y carece de principios para formar sus criterios: se limita a observar el entorno. Ya no existen grandes valores estables sino ideas rápidamente cambiantes al albur de las modas o la influencia de los medios. La etapa adolescente, con su irresistible influencia del grupo de amigos y sus impulsos emocionales, se extiende simbólicamente al resto de la vida, dando lugar a unos sujetos que buscan la aprobación del entorno como objetivo primordial. Se trata de una infantilización social que desprecia la edad y la experiencia por poco adaptativas al cambio tecnológico. El individuo ha perdido la brújula, pero posee un radar para detectar dónde se encuentran los demás.


El libro, que alcanzó enorme éxito, fue interpretado como una crítica del carácter guiado por los demás y una reivindicación de quienes seguían conduciéndose por principios. No era esta, sin embargo, la intención del autor, que se limitaba a explicar la evolución hacia una mayor flexibilidad como un proceso de adaptación a un mundo cada vez más cambiante. Quizá no existía entonces suficiente perspectiva para prever las consecuencias.


La excesiva flexibilidad no es siempre provechosa si genera sujetos maleables, fácilmente moldeables por el poder, una masa amorfa que va adoptando formas caprichosamente cambiantes. Estas personas pueden sentirse libres, con mente abierta, pero son fácilmente influidas por el entorno, la televisión y, sobre todo, los grupos de presión. Y la supuesta flexibilidad es relativa pues, una vez convencidos, muchos mantienen una postura dogmática, incluso agresiva con quienes no comparten la creencia del momento. La guía por el entorno conduce a un mundo de contradicciones, como refleja el intencionado título del libro: la muchedumbre solitaria.


Esta falta de anclajes sólidos explicaría la naturalidad con que se acepta hoy la alarmante ruptura de los principios que sostienen el estado liberal: la igualdad ante la ley, la libertad individual o la limitación de los poderes del gobierno. Así, cada vez surgen más leyes que vulneran estos principios, normas que delimitan derechos especiales para ciertos grupos, sin caer en la cuenta de que los derechos particulares no son más que privilegios.


La muchedumbre se retrató en la pandemia

La pasada pandemia ofreció una interesante radiografía de la falta de criterio y la flagrante desconexión del pasado, incluso del más cercano. Algo jamás aplicado, como el confinamiento de toda la población, que siempre fue descartado por contraproducente en todos los planes para pandemias, y por vulnerador de derechos fundamentales, fue impuesto en cascada en un país tras otro, simplemente porque otros gobiernos lo habían decidido antes: un criterio claramente guiado por los demás. La decisión de encerrar a la gente por parte de un régimen autoritario, China, conseguiría un efecto imitación que, ante la ausencia de anclajes, acabaría derribando casi todas las piezas del dominó.


Prevaleció la inestabilidad de criterio sin que la mayoría fuera consciente de ello. En una primera etapa, una masa vocinglera, considerando la vacuna como la panacea, pretendía despojar de sus derechos fundamentales a quienes no se inocularan. Pero, una vez conseguida la vacunación masiva, esa misma muchedumbre cambió implícitamente de criterio, presionando obsesivamente para continuar con las mismas restricciones ¡como si la vacuna no hubiera servido para nada! También mostraron una completa desconexión del pasado al pretender, de manera conminatoria, histérica y furiosa, que una simple mascarilla era capaz de eliminar un virus respiratorio, algo que la humanidad sabía imposible desde mucho tiempo atrás. Largas décadas, o siglos, de saber acumulado se desvanecían repentinamente en la nada ante la abrumadora presencia de programas de televisión que rezumaban verdades científicas de aceptación obligatoria, como si fueran dogmas. Olvidaban que las proposiciones científicas nunca son verdades absolutas sino, por definición, provisionales, sujetas a crítica y posible refutación.


Por suerte, siguen quedando bastantes personas guiadas por su propio interior aunque puedan constituir minoría frente a una gran masa que se alimenta de los medios y las modas. De ahí, quizá, la imposibilidad de comprensión mutua o el desconcierto de esta minoría ante la futilidad e inestabilidad de ciertos criterios de la muchedumbre.


A pesar de las apariencias, el individuo guiado por su interior es suficientemente flexible y, por supuesto, más libre y crítico. Comparte con el grupo ciertos principios y valores, pero posee criterios propios. Aunque deba nadar a contracorriente, es menos manipulable porque los principios funcionan como freno a los instintos, a esa interesada influencia emotiva del entorno, los medios, los gobernantes y los grupos de presión.


La flexibilidad es una cualidad valiosa… si va acompañada de juicio suficiente para determinar si algo novedoso es más adecuado que lo anterior. Sin apropiados elementos de juicio, los individuos pueden acabar prisioneros de dogmas, absurdas consignas o ridículas perífrasis (como todos, todas, todes), que no solo atentan contra el buen gusto; también contra la economía del lenguaje. O caer en un adanismo primario, dispuesto a arrasar con el pasado que, por definición, siempre fue malvado y equivocado. Difícilmente pudo imaginar David Riesman que, siete décadas después, esa misma muchedumbre exigiría a gritos en su país, Estados Unidos, nada menos que la retirada de las estatuas de Thomas Jefferson.


Una sociedad que acepta siempre lo último de forma acrítica es como una hoja seca a merced del viento. Lo señaló Marco Tulio Cicerón: “si no aprendes nada del pasado, permanecerás siempre como un niño”.



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Mentiras y más mentiras

Enrique López. la razon. 23 Octubre 2022


Tezanos, con su mezcla de delirio y manipulación, se ha convertido en el estado de ánimo del sanchismo. De hecho, el CIS no acierta nunca porque su trabajo no es dar en el blanco, sino disparar. Disparar al PSOE en las encuestas, por supuesto, contra cualquier lógica demoscópica y contra la opinión de una mayoría de los encuestados por el propio CIS. El Centro refleja esa España que sólo existe en la cabeza del presidente, que no tiene nada que ver con la España real, y es que como el mismo demuestra cada vez que se sube a una tribuna, vive alejado de la realidad, que, malvada ella, se empeña en abuchearle.


Todo el mundo ha terminado por darse cuenta del efecto corrosivo que tienen las mentiras continuadas como manera de hacer política, que es la base de sus acuerdos con Unidas Podemos y de las cesiones a enaltecedores de terroristas e independentistas catalanes. El desgaste es cada vez más evidente y la enésima prueba es lo que está pasando con la llamada Ley trans, que ahora el PSOE, obligado por su división interna, prefiere retrasar en su tramitación, después de que concediese a sus socios de Podemos la vía de urgencia parlamentaria, cuando lo que se buscaba era cercenar un debate necesario que afecta a derechos básicos, además de a la salud de muchos jóvenes, como cuestionan innumerables profesionales de la medicina y la psiquiatría.


El Gobierno de Sánchez se había adscrito de forma irreflexiva al concepto de autodeterminación de género sin sopesar su impacto en el feminismo y, sobre todo, en los derechos y la protección de los menores de edad, y, por ello, suscribió una propuesta legal muy peligrosa. Una nueva muestra de ejercicio de mentiras arriesgadas que un día engaña a Podemos y otro al propio PSOE, un minuto miente a los movimientos trans y al siguiente al feminismo clásico, y todo el tiempo a todos los españoles, que de manera mayoritaria prefieren los buenos consensos mayoritarios a la mala ingeniería social.


Poco se puede esperar de un Gobierno y de un presidente que negaron de forma tan rotunda que Bruselas les hubiese advertido de que los fondos de recuperación no seguirían llegando con fluidez por la falta de transparencia y de mecanismos de control de su reparto, y que ha terminado relevando, con la opacidad que le caracteriza cuando se trata de explicar las cosas que importan, nada menos que a la alta funcionaria encargada de la supervisión de todo el asunto.


Mentiras y más mentiras como forma de hacer política. Todo el mundo recuerda las tres más destacadas: «le estoy diciendo que con Bildu no vamos a pactar», «si pactase con Pablo Iglesias sería un presidente que no dormiría por la noche» y «los condenados por el procés cumplirán íntegramente las penas». A ellas hay que sumar las muy repetidas de que Sánchez salvó a España del covid y que la ralentización de la economía española se debe a la guerra de Ucrania. Y la lista aumenta cada semana, y con ella la de agraviados, que cada vez suma a más propios entre todos los extraños.


Estamos ante un gobernante preso de la profecía de Lincoln, que advirtió que, mal que le pese a Tezanos, no se puede engañar a todos todo el tiempo. El resultado claro y rotundo es que, aunque Sánchez desconozca a los españoles, los españoles sí le conocen a él. Las leyes trasversales en materia de derechos no son acertadas cuando dividen a la sociedad y desprecian el consenso que la sociedad ha ido construyendo al margen de los políticos.


EL TOTALITARISMO LINGÜISTICO

El destierro del español de Cataluña: de Jordi Pujol a Pere Aragonès

FERNANDO BELTRÁN. gaceta. 23 Octubre 2022


Hace unos días, durante una entrevista en TV3, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Pere Aragonès, desveló que pactó con el Gobierno de Pedro Sánchez que no se recurriese la ley sobre el catalán en las escuelas aprobada por el Parlament el pasado mes de julio.


Esta normativa, emanada del legislativo autonómico catalán, sirvió para esquivar la obligación que impuso el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de aplicar un 25% de castellano en la enseñanza en Catalunya.


En 2014, el TSJC estableció que las escuelas catalanas tuviesen que impartir el 25% de sus clases como mínimo en castellano. Esa sentencia sirvió de base jurídica para que numerosas familias exigiesen poco a poco su aplicación colegio por colegio y la mayoría recurriendo a los tribunales.


El Tribunal Supremo avaló esta decisión y, el 16 de diciembre de 2020, otra sentencia del TSJC amplió esa obligatoriedad a toda la educación catalana. Desde entonces el Govern ha tratado de buscar la fórmula para esquivar su cumplimiento. Para ello, la Generalitat elaboró varias normas sobre “uso de las lenguas en la escuela” y que no vinculan el uso del castellano o el catalán en las aulas a ningún tipo de porcentaje. Pero, ¿cómo hemos llegado a esta situación? ¿Cómo hemos permitido que el castellano esté desterrado en Cataluña?


El primer aviso: el Manifiesto de los 2.300

En 1978, el Gobierno de España incorporó mediante real decreto la lengua catalana al sistema de enseñanza en Cataluña. Tras la aprobación del Estatuto de Autonomía en 1979, el Ejecutivo de Adolfo Suárez traspasó a la Generalitat las competencias en materia de educación. Primer error; no exclusivo de Cataluña, sino algo que terminó aplicándose a todas las comunidades.


En marzo de 1980 se produjeron las primeras elecciones al Parlamento de Cataluña desde la Segunda República, que auparon a Jordi Pujol a la Presidencia de la Generalitat. En el discurso de investidura, Pujol dejó claro su proyecto lingüístico: “Uno de los objetivos fundamentales del programa y del Gobierno que tengo el honor de presentar en este Parlamento será la normalización de la lengua catalana”, dijo.


“La Administración, los servicios públicos, los medios de comunicación, la enseñanza y en general todos los ámbitos del uso lingüístico deben” hacer evidente que el catalán sea en la práctica “la lengua propia de Cataluña”, advirtió el recién elegido president. El proyecto estaba claro, había que desterrar el castellano de la vida pública. Y lo cumplió.


Antes de que el nuevo Govern impulsara la legislación que materializaría lo anunciado por Pujol, un grupo de intelectuales y profesionales que por entonces vivían y trabajaban en Cataluña, firmaron el ‘Manifiesto por la igualdad de derechos lingüísticos en Cataluña’. Conocido como Manifiesto de los 2.300 ―en referencia al número de personas que secundaron el documento en un inicio― se publicó en el Diario 16 en marzo de 1981, y en él alertaban de la deriva totalitaria de la Generalitat en este aspecto.


El manifiesto llamaba a todos los “demócratas” a sumarse al mismo y a difundirlo, asegurando no buscar otra cosa que “restaurar un ambiente de libertad, tolerancia y respeto entre todos los ciudadanos de Cataluña” para contrarrestar la “tendencia actual hacia la intransigencia y el enfrentamiento entre comunidades”. En cuanto a la educación, el manifiesto advertía que el derecho a recibir la enseñanza en la lengua materna castellana ya empezaba a no ser respetado en Cataluña.


Derechos como los referentes al uso público y oficial del castellano, a recibir la enseñanza en la lengua materna o a no ser discriminado por razones de lengua, “están siendo despreciados, no sólo por personas o grupos particulares, sino por los mismos poderes públicos sin que el Gobierno central o los partidos políticos parezcan dar importancia a este hecho gravísimamente antidemocrático”, denunciaban. Los firmantes del manifiesto afirmaban que no había ninguna razón “democrática” que justificara el propósito de convertir el catalán en la única lengua oficial de Cataluña, como mostraban los proyectos de Pujol.


Los promotores no erraron al denunciar la situación de intolerancia que se vivía en Cataluña y los propósitos totalitarios de la Generalitat que presidía Pujol: dos meses después, Federico Jiménez Losantos, uno de los impulsores del manifiesto, fue secuestrado por el grupo terrorista independentista Terra Lliure y fue herido con un disparo; dos años después, las amenazas de Pujol se convirtieron en ley.


La «normalización lingüística» de Jordi Pujol

El 6 de abril de 1983 el Parlament aprobó la Ley de Normalización Lingüística, dando el pistoletazo de salida al destierro del español en Cataluña. Esta ley establecía que el catalán fuera la lengua vehicular de la enseñanza, esto es, que el catalán es la lengua en la que se imparten todas las materias y asignaturas, exceptuando la enseñanza de lenguas extranjeros y del castellano.


La nueva legislación dedicaba un apartado a la “normalización” del catalán en los medios de comunicación. No es casualidad que ese mismo año se produjera el nacimiento de TV3, el canal autonómico de Cataluña, con toda la programación en catalán, canal que se convirtió en una gran herramienta para la Generalitat en su cruzada de “normalización”.


Pero Pujol quiso amarrar el proceso a largo plazo, y por eso optó por incluir en la ley el concepto de inmersión lingüística en las escuelas ―el totalitarismo siempre apuesta por la educación―. El catalán se convertía en el idioma vehicular de la enseñanza, como hemos dicho, y en la lengua de “expresión normal” de las actividades escolares. La ley establecía que sólo recibirían el certificado de estudios los alumnos que acreditasen un conocimiento “suficiente del catalán”. También había que tener un conocimiento “suficiente” de castellano. Para ello, los profesores también debían conocer las dos lenguas.


Esta legislación quedaría derogada por la Ley de Política Lingüística, alumbrada el 7 de enero de 1998, también impulsada por el Gobierno de Pujol, que blindó la política lingüística de “normalización” y fue más lejos que la anterior en el sector audiovisual y en la Administración. Dos años antes se produjo el famoso ‘Pacto del Majestic’, por el que José María Aznar, necesitado de apoyos para ser investido presidente del Gobierno, pidió el apoyo de la formación de Pujol en el Congreso a cambio de una serie de contrapartidas suculentas para los nacionalistas: financiación y más competencias.


Aznar devolvería el favor del apoyo de Pujol haciendo lo propio en 1999 con CIU en las elecciones autonómicas de Cataluña en la que iba a ser el último mandato de Pujol, cuando el PP apoyó la investidura de éste. Que Aznar siga siendo el ídolo de la derecha boomer es un misterio sin resolver, pero esa es otra historia.


Tras la marcha de Pujol llegó el Tripartiro, que dirigió la comunidad desde 2003 a 2010. En ese periodo, además del nuevo Estatuto, se dio un paso más en materia de sanciones. En febrero de 2006, la Generalitat puso en marcha cinco Oficinas de Garantías Lingüísticas para velar que los establecimientos de los comercios rotulaban en catalán y que las tiendas estuvieran en condiciones de atender a los clientes en esa lengua.


Después llegaron Artur Mas, Carles Puigdemont, el golpe de Estado, un tímido 155, Quim Torra y Pere Aragonès; todos siguiendo el guión gestado por Pujol en los años 80. Todos sabedores de la importancia de desterrar el castellano de Cataluña; importante, claro está, en aras a la desconexión con el resto de España.


El TSJC y el 25%

En 2020 el TSJC intentó revertir algo la situación imponiendo a la Generalitat un 25% de castellano en las aulas. Los nacionalistas trataron de esquivar esa bala con una legislación ambigua, rechazando expresamente el establecimiento de porcentajes. Estas nuevas normas reconocen el “uso curricular” del castellano, pero no su condición “vehicular”. El TSJC envió al Constitucional ambas leyes porque ve en ellas visos de inconstitucionalidad. Y ahí ha quedado la cosa.


A esta situación hemos llegado, entre otras cosas, por los acuerdos de gobernabilidad entre PP y PSOE con los nacionalistas catalanes, que supusieron en la práctica un pacto de no agresión en materia lingüística. Los culpables son los partidos separatistas; pero los responsables son, sin duda, los partidos sistémicos; esto es, el PP y el PSOE.


Catalán y valenciano: juntos pero no revueltos

Rafael Del Moral. vozpopuli. 23 Octubre 2022

Ni Cataluña fue nunca independiente, ni siquiera un ratito, ni el Reino de Valencia perteneció a Cataluña, jamás, ni siquiera por error, lo cual no impide que en las escuelas catalanas se enseñe, sin que nadie se ruborice, que en Alicante se habla catalán.


Un grupo lingüístico, una comunidad de hablantes tiene derecho, faltaría más, a llamar a su lengua como le apetezca, siempre que los usuarios, no sus dirigentes, lleguen a un acuerdo. Nada impide, sin embargo, que convivan varias denominaciones. La decisión de llamar oficialmente castellano al español, pues así figura en la Constitución, no ha mermado que la mayoría sigamos llamándola español, en Europa y en el mundo. Y tampoco el gobierno vascongado ha dado grandes pasos, salvo entre sus incondicionales, al imponer que se llame euskera a lo que siempre hemos llamado vasco, y así se sigue llamando en todo el orbe, excepto en los ambientes del nacionalismo.


El primer Siglo de Oro de una lengua románica lo fue en la pluma de escritores que llamaban valenciano al idioma en que escribían, y en menor medida de quienes la llamaban catalán.


¿Tendría que imponerse un nombre común, algo así como catalanvalenciano o catenciano o valencitalán?

Aunque catalanes y valencianos se entienden, y no solo en español, algunas diferencias fonéticas y léxicas exigen estándares ortográficos distintos. Unos son dictados por la Acadèmia Valenciana de la Llengua, y otros por el Institut d’Estudis Catalans, pero no son los únicos organismos de control. La fonética catalana funde la a y la e, y pronuncia como u las palabras terminadas en o y tiende a pronunciar cerradas las vocales átonas. Voces cotidianas difieren. Roig, nen y bona tarda, por ejemplo (rojo, niño y buenas tardes) son en valenciano vermell, chiquet y bona vesprada. El valenciano conserva la uve labiodental y la pronunciación de la ere al final de palabra. Divergencias parecidas encontramos entre el español de Castilla, el de Andalucía y el de Argentina. ¿Tendría que imponerse un nombre común, algo así como catalanvalenciano o catenciano o valencitalán? Más vale que no me esfuerce porque nadie aceptaría el palabro. Mejor admitir las irregularidades que impone la historia.


Cuando Yugoslavia fue nación, su lengua más extendida fue el serbocroata, que no yugoslavo, como podía llamarla algún despistado, incluso entre la clase de líderes políticos. Tras la fragmentación de los Balcanes recibe hoy cuatro nombres, serbio, croata, bosnio y montenegrino, ajustados a la nueva nación independiente que ha oficializado la lengua. Y que a nadie se le ocurra contarla en las estadísticas como si fuera la misma. Hay que modificar la lista de lenguas, y a ver quien convence a quien para que, en aras un mejor entendimiento, reciba una denominación común y universal.


Sería más fácil si nos pusiéramos de acuerdo en qué es una lengua, extender la definición y marcar los límites. Pero eso es imposible

Situaciones de este tipo son frecuentes, salvo en aquellos países donde la unidad y cohesión política ha oscurecido, sin programa coercitivo, a las lenguas locales y se ha unificado con una lengua de unión como el inglés en el Reino Unido, el italiano en Italia, y el ruso en Rusia. Menudo lío. Sería más fácil si nos pusiéramos de acuerdo en qué es una lengua, extender la definición y marcar los límites. Pero eso es imposible. Mientras tanto, hay una lengua allí donde sus hablantes deciden que existe.


Catalán y valenciano han vivido cinco siglos, que es mucho, eclipsados por el castellano. La ausencia de una norma que sirviera para la unificación de las tendencias favoreció la dispersión. Al igual que sucede con otras lenguas sin timón que las dirija, las numerosas variedades resultan tan difíciles de establecer que dificultan el trazo de fronteras, excepto en las islas Baleares donde mallorquín, menorquín e ibicenco se distribuyen de manera uniforme. Los otros dominios se fragmentan en subdialectos con fronteras difusas y hablas de transición: rosellonés, andorrano, leridano, o también ribagorzano y patués (frontera con la lengua aragonesa) o el capcinés (frontera con el occitano).


Simplificando la evolución, podríamos decir que el latín se fragmentó en tres bloques, el occidental, que dio lugar al gallego y al portugués, lenguas hoy bien diferenciadas porque la del norte pronto se sirvió de la lengua de Castilla; el del centro, que acabó con el mozárabe y oscureció al asturiano y al aragonés, y el del este, catalán y valenciano, que abrió pronto las puertas de par en par al español, única lengua que hoy unifica a la población.


En 1912 se publicó la primera gramática catalana, independiente de la valenciana, redactada por Pompeu Fabra, que ya había dicho que una ortografía común para catalán, valenciano y mallorquín es contra natura. Y como había que echar hacia adelante, inventó unas normas sin rigor filológico que fueron adoptadas. La iniciativa se presta a aglutinar los dialectos catalanes de Valencia y las islas Baleares en un ente nuevo, Países catalanes. Valencianos y mallorquines se oponen a ese fingido pancatalanismo.


El valenciano que se enseña en las escuelas utiliza como base las normas de Fabra, y se distancia de la lengua valenciana de la calle, la de todos los días, que se arrincona desprestigiada. Se repite la situación privilegiada del castellano frente a la más humilde habla de los valencianos. Por eso hoy quienes utilizan a diario el valenciano no reconocen como propia la lengua que se aprende en sus colegios.


Aunque gallego y portugués son tan parecidos, no hubo intereses con pretensiones unionistas y no se ha utilizado ningún criterio acientífico. A pesar de estar unidas durante la Edad Media, algo que nunca ocurrió entre valenciano y el catalán, actualmente gozan de independencia, fruto de sus diferencias evolutivas.


Teniendo en cuenta que nunca han estado unidas, que no han evolucionado paralelas y una vez oídas las razones históricas, literarias y sociolingüísticas, el valenciano es la lengua propia de los valencianos, y son ellos, sus hablantes, quienes tienen la potestad de decidir sobre su lengua sin imposiciones políticas.


Como el lector necesita una idea clara, concluiré diciendo que mientras las autoridades académicas catalanas abogan por la unidad y falsifican o manipulan la realidad para apoyar sus teorías separatistas, los valencianos, en general, prefieren que su lengua sea otra, a pesar de las afinidades. Apoyados en esta realidad y en el respeto, diremos que valenciano y catalán no son la misma lengua.


La grandeza de la pobreza.

Nota del Editor. 23 Octubre 2022


Me alegro mucho por la “riqueza” de algunos valencianos que tienen “lengua propia” (valenciano).


Pero lo importante es que los propietarios sigan con su propiedad, que no intenten repartirla sobre, (encima de) los demás.


P.D. Esto hay que generalizarlo a todas las “lenguas propias”, sin olvidar la del tal Núñez, que con eso que es del pp, muchos “despistados” se olvidan.



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