Recortes de Prensa Martes 2 Enero 2025


Ucrania derriba 47 de los 72 drones lanzados por Rusia esta madrugada
Henar Andrés. Madrid. el mundo. 2 Enero 2025

Cuando la guerra de Ucrania se encamina hacia su tercer aniversario, Rusia ha lanzado un nuevo ataque masivo con drones. La fuerza aérea de Kiev ha informado de que sus defensas han derribado 47 de los 72 drones enviados por Moscú durante la madrugada. Además, ha asegurado que 24 de ellos no habían alcanzado sus objetivos.


En el día de Año Nuevo, los ataques rusos dejaron dos muertos y seis heridos en la capital ucraniana, donde los bombardeos provocaron daños en edificios de dos distritos. Además, un joven de 23 años falleció en Jersón a causa de las heridas sufridas durante un ataque con drones.


9:05

Rusia derriba 13 drones

Rusia ha informado del derribo de 13 drones de ala fija ucranianos sobre cinco regiones del país durante la noche pasada y la reanudación de las operaciones en cinco aeropuertos tras un cierre temporal por amenaza de ataques, informaron fuentes oficiales.


Según el Ministerio de Defensa, 4 de los aparatos no tripulados fueron destruidos sobre la región de Briansk, 4 sobre Kursk, tres en Bélgorod, uno en Voronezh y uno en Kaluga, región colindante con Moscú.


Mientras, el gobernador de Briansk, Alexandr Bogomaz, elevó a ocho el número de los drones destruidos en esta región fronteriza durante la noche pasada.


8:15

Ucrania derriba 47 drones rusos

La fuerza aérea ucraniana dijo el jueves que había derribado 47 drones rusos durante la noche, informa Reuters. De los 72 drones lanzados, 24 no habían alcanzado sus objetivos. Un dron permanecía en el espacio aéreo ucraniano el jueves por la mañana


7:25

El fin del paso del gas ruso por Ucrania es "una de las mayores derrotas de Moscú"

El fin del tránsito de gas ruso a Europa a través de Ucrania es "una de las mayores derrotas de Moscú", se felicitó el miércoles el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, denunciando el "cínico chantaje energético" de Moscú, a pesar de las preocupaciones de varios países de Europa del Este.


"Cuando (Vladimir) Putin tomó el poder en Rusia hace más de 25 años, el volumen anual de gas enviado a través de Ucrania a Europa ascendía a más de 130.000 millones de m3. Hoy, el tránsito de gas ruso está a cero, lo que supone una de las mayores derrotas de Moscú", escribió en las redes sociales.


7:00

Miles de ucranianos acuden a las tumbas de sus seres queridos en un amargo Año Nuevo

Miles de ucranianos acudieron este miércoles a las tumbas de sus seres queridos muertos como consecuencia de la invasión rusa mientras los ataques rusos seguían sembrando la muerte el primer día de 2025, informa Efe.


Cientos de pequeños árboles de Navidad decoran las tumbas en un cementerio militar que crece rápidamente en el centro de Leópolis. Clementinas, dulces, juguetes y platos con "kutia" -unas gachas tradicionales que se cocinan durante el periodo navideño en Ucrania- reposan sobre las tumbas en señal de que los aquí enterrados siguen formando parte de la vida de sus familias.


Ucrania resiste pese a la creciente presión rusa
La guerra encara el comienzo de 2025 con Rusia golpeando y a la espera de la llegada de Trump
Rostyslav Averchuk. Leópolis. la razon. 2 Enero 2025

Explosiones en lugar de fuegos artificiales: esto es lo que escucharon los ucranianos el primer día del Año Nuevo ya que Rusia atacó al país con al menos 111 drones, mientras su artillería y bombas aéreas guiadas seguían golpeando las zonas de primera línea. Al menos cuatro drones rusos lograron penetrar las defensas aéreas de Kyiv. Sus fragmentos impactaron contra un edificio ubicado a unos cincuenta metros de la residencia presidencial de Volodimir Zelenski y mataron al menos a dos civiles en el corazón de la capital de la nación invadida. «Incluso en Año Nuevo, Rusia sólo estuvo preocupada por cómo hacer daño a Ucrania, comentó el jefe de Estado ucraniano.


Actuar a través de la fuerza sigue siendo la principal apuesta de Rusia en Ucrania, donde sus tropas continúan atacando a lo largo de gran parte de la línea del frente. Su ejército logró capturar menos extensión de territorio que en 2022, pero es mucho más grande que sus conquistas en 2023. Lo realizó a costa de más de cuatrocientos veinte mil soldados que resultaron heridos o muertos. Según el Instituto para el Estudio de la Guerra, Rusia sufrió 102 bajas por cada kilómetro cuadrado de territorio ucraniano capturado. El mando militar ruso «priorizó los esfuerzos para capturar el resto de la región de Donetsk y crear una zona de amortiguación en el norte de la región de Járkov en 2024, pero no logró alcanzar estos objetivos».


Las fuerzas rusas sí que capturaron Vugledar, la mayor parte de Kurajove y continuaron acercándose a Pokrovsk. Sin embargo, su avance en Chasiv Yar y Toretsk, ciudades clave en el camino hacia los bastiones ucranianos de Svoviansk y Kramatorsk, sigue estancado condicionado a la hábil defensa de las unidades más experimentadas de Ucrania.


A muchos en Ucrania les preocupa que Rusia pueda lograr avances mayores si la situación no se revierte pronto. Esperan que los socios del país aumenten su apoyo en este momento crítico, pero en cambio Ucrania se enfrenta a la incertidumbre sobre lo que va a hacer su aliado clave, Estados Unidos. Más que el territorio conquistado, lo que más importa para Rusia es la impresión que sus limitados avances ayudan a crear entre los aliados del país invadido, cree el analista militar Oleksandr Kovalenko.


«Rusia seguirá atacando a pesar de sus pérdidas de soldados y de material para impresionar a Donald Trump y convencerle de su invencibilidad», explicó a LA RAZÓN. Un 45 por ciento de los ucranianos cree que la presidencia de Trump podría traer la paz, según una encuesta reciente del Instituto Internacional de Sociología de Kyiv. La mayoría teme que esto pueda tener un coste alto para Ucrania, que tendrá que ceder algunos territorios o aceptar otros compromisos dolorosos, como renunciar a que Rusia acepte su responsabilidad por sus crímenes de guerra. El 64 por ciento de los ucranianos aceptaría concesiones territoriales pero sólo si el país entrara en la UE y la OTAN. Sin estas o similares garantías de seguridad fiables, la gran mayoría preferiría continuar la lucha. «Los ucranianos sienten que lo que están haciendo es justo y correcto», explica el director del Instituto, Anton Grushetski.


El último año de guerra en Ucrania: Rusia se acerca a la ciudad de Pokrovsk
Juan Rodríguez Garat. el debate. 2 Enero 2025

Rusia avanza en todos los frentes y se acerca rápidamente a la ciudad de Pokrovsk, clave en la defensa del Donbás. Esa es una frase que a muchos españoles les parecería el mejor resumen de la evolución de la guerra de Ucrania en el año que ahora termina. Y desde luego es verdad, aunque solo una fracción de esa realidad compleja que es la guerra.


¿Qué más ha ocurrido en Ucrania en 2024? Si miramos el tablero de juego tal como se lo describí a los lectores en los primeros meses de la guerra, Rusia, que abrió la partida y tenía la ventaja que en ajedrez corresponde a las piezas blancas, sigue sin ser capaz de sacar partido de su aparente superioridad. La reina blanca –el arma nuclear– ha terminado de perder en este año casi toda la relevancia que le quedaba. No tenía más que un papel, pero era importante: gravitar sobre el escenario para imponer ciertas líneas rojas a Occidente. Es obvio que ha fracasado en el empeño.


Las torres de Putin, el gas y el petróleo, desaparecieron del tablero en 2022 sin cumplir con su importante objetivo de disuadir a la Unión Europea de apoyar a Kiev. Justo es decir, sin embargo, que la energía rusa se sigue vendiendo a otros países para pagar parte de la factura de la guerra, y que las sanciones económicas no han tenido los efectos que desearían los líderes occidentales. Pero pocos pueden sorprenderse por ese resultado. ¿Cuándo han tenido éxito las sanciones a los dictadores? Piense el lector en Kim Jong-un o Alí Jamenei, Saddam Hussein o Muamar el Gadafi. ¿Por qué Vladimir Putin iba a ser diferente?


Los caballos blancos –las fuerzas mecanizadas y las unidades de asalto aéreo o anfibio que un día tuvo Putin– tenían la movilidad en los frentes como única razón de existir. Sin embargo, se han consumido asaltando una y otra vez las mismas trincheras ucranianas. Su estrepitoso fracaso es, probablemente, el menos esperado de los disgustos que esta guerra que él sigue negando le ha dado a Putin.


Los alfiles, capaces de explotar las diagonales del tablero para atacar a larga distancia, tampoco han resultado tan decisivos como suelen serlo en la guerra moderna. Los helicópteros rusos ya no vuelan sobre el frente, sus aviones hace largo tiempo que no se atreven a disputar el cielo enemigo, y sus misiles y drones llevan tres inviernos intentando condenar al frío a los hogares ucranianos sin haberse acercado nunca a su criminal objetivo.


Putin lleva gastados unos 9.001 misiles en esta guerra –disculpe el lector la ironía de sumar el fabuloso Oreshnik a los alrededor de 9.000 misiles rusos, iraníes y norcoreanos lanzados sobre Ucrania– sin provocar daños decisivos en la infraestructura energética y sin siquiera haber impedido que Ucrania construya cada día más drones para devolver los ataques a territorio ruso. ¿De verdad espera Putin poner a Ucrania de rodillas provocando apagones temporales cada dos semanas y matando a un puñado de civiles de cuando en cuando? No, pero los ataques quedan bien en los medios rusos, y por eso los sigue ordenando.


Forcejeo de peones

Neutralizadas todas las piezas mayores –las de ambos bandos, porque tampoco los ATACMS o los drones ucranianos van a parar a Putin, aunque sí le pongan en apuros como el provocado por el reciente derribo de un avión civil de Azerbaiyán– la guerra se ha convertido en un forcejeo de peones sin muchas posibilidades de que se llegue al mate. Y, en ese forcejeo de peones, es innegable que Putin lleva ventaja. Pero ¿es decisiva?


El Ejército ruso se acerca a Pokrovsk, es cierto. Sin embargo, en otros puntos del tablero, son los peones rusos los que han pasado más apuros. La opinión pública parece recordar mejor el fracaso de la contraofensiva ucraniana de 2023 que el de la ofensiva rusa contra la ciudad de Járkov en verano de este año. Las tropas invasoras, que lograron sorprender a su enemigo en los primeros días, llevan desde el mes de mayo inmovilizadas en la pequeña ciudad norteña de Vovchanks (17.000 habitantes).


Fracasó también la defensa rusa en Kursk, donde Ucrania consiguió tomar la localidad de Sudzha (5.000). La ocupación no durará para siempre, desde luego, pero recuperarla le costará a Putin algo más que el desprestigio que supone el tener que recurrir a tropas norcoreanas para defender a la invencible Rusia. De que el dictador del Kremlin se avergüenza de ello da fe el que niegue al pueblo ruso cualquier noticia sobre la presencia de su aliado en los combates en Kursk.


Mientras, el frente sigue estabilizado en Jersón, en Zaporiyia y en Járkov. Pero vamos a poner la lupa en el óblast de Donetsk, como querría Putin. Allí, el Ejército ruso avanza y, para facilitar la comprensión de quien no siga el día a día de las operaciones, me he molestado en dibujar un gráfico con lo conseguido durante el año por las tropas de Putin. Son embargo, conviene analizar lo que ha ocurrido estos meses con la perspectiva, más amplia, de toda la campaña.


Entre los meses de junio y julio de 2022, Rusia conquistó las ciudades de Severodonetsk (100.000 habitantes) y Lisichansk (95.000). Disculpe el lector mi insistencia en las cifras de población. Es aburrido hacerlo pero hay una buena razón. El terreno urbano es particularmente difícil para la ofensiva, y el número de habitantes, siempre referido a antes de la guerra, da una idea bastante clara de las dificultades que Rusia ha ido encontrando en cada uno de sus objetivos alcanzados y de la que le espera en los siguientes.


El siguiente hito importante de la ofensiva rusa, la caída de Bajmut (80.000 habitantes) llegó en mayo de 2023, diez meses después. En los círculos prorrusos se profetizó entonces un rápido fin de la guerra, dando por supuesto que su Ejército, repuesto de las derrotas del año anterior, sería capaz de romper el frente ucraniano a través de la localidad recién conquistada. Se equivocaban. Solo diez kilómetros más al oeste, las tropas rusas se vieron frenadas en la pequeña localidad de Chasiv Yar (12.000) habitantes. Y ahí siguen combatiendo casi dos años después de su inminente victoria.


Vamos ya a 2024. En febrero, nueve meses después de Bajmut, cayó Avdiivka (30.000 habitantes). Era una localidad pequeña pero de innegable valor estratégico porque abría el camino de Pokrovsk (60.000), un nodo de comunicaciones clave en el dispositivo de defensa del Donbás. Se trataba, además, de un camino relativamente despejado de enclaves urbanos, lo que se suponía que iba a facilitar el progreso del Ejército invasor. Y es verdad que, si uno lee la prensa generalista, Rusia ha progresado mucho. Hace tres semanas, la CNN nos contaba que ya había llegado a tres kilómetros de la ciudad. Sorprendentemente, 15 días después eran cuatro kilómetros, y no lo digo porque la diferencia tenga importancia, sino para hacer ver al lector lo difícil que es evaluar campañas desde los titulares de los medios no especializados.


Volvamos a lo nuestro: diez meses después de la caída de Avdiivka, Rusia se sigue acercando a Pokrovsk. Rápidamente me parece mucho decir, pero ¿se ha movido más deprisa que el año anterior? Innegablemente. La pregunta clave es si esa velocidad se debe al terreno más fácil o al colapso del Ejército ucraniano. Llegue usted a sus propias conclusiones a partir del hecho de que las tropas de Putin continúan atascadas en lugares como Vovchanks, Kupiansk, Siversk, Chasiv Yar o Torestsk.


La batalla de Pokrovsk

Cuando el Ejército ruso llegue a Pokrovsk no habrá terminado la guerra, como no terminó en Bajmut. Allí se enfrentará a un desafío que ya suena a repetido. Otra vez tendrá que reducir a cenizas la ciudad, con un enorme consumo de munición de artillería… mientras menguan las existencias, no solo en Rusia sino también en Corea del Norte. Otra vez tendrá que desalojar a su enemigo casa por casa… pero ya no está la compañía Wagner, una de las a priori más improbables víctimas de la guerra, para poner los muertos.


Si Putin consiguiera tomar la ciudad con relativa rapidez –digamos que en la primavera que viene– no habrá logrado más que repetir la gesta de Bajmut… pero dos años después. Y aún le quedarán los huesos más duros de roer, primero en el propio Donbás –Kramatorsk (150.000 habitantes), Slóviansk (105.000) y Konstantinovka (70.000)– y luego en el resto de Ucrania. Eso o poner una vela al presidente Donald Trump, la gran esperanza del rusoplanismo. No deja de ser curioso que quienes hasta ayer aseguraban que la Unión Europea solo estaba en esta guerra para defender los intereses estratégicos y económicos del imperio del dólar, ahora insisten en que Trump, precisamente el paladín del pueblo norteamericano, ya no defenderá esos hipotéticos intereses de su país porque él cree que son intereses de Europa. Pero entonces, ¿es vaca o es buey? Para los gurús del rusoplanismo, como para los del movimiento woke que tanto les repugna, ¿por qué no puede un animal ser las dos cosas?


No hay luz al final del túnel

Putin y sus voceros insisten en que el tiempo juega a su favor. Debe de ser verdad. Ucrania está ya tan castigada por la guerra que sigue siendo el único país de la historia que se niega a reclutar a jóvenes menores de 25 años. Rusia, en cambio, ha tenido que abandonar a su aliado sirio y echarse en brazos de Kim Jong-un. Pero no es porque le falten tropas y munición, sino porque… ¿por qué? No recuerdo la justificación de Putin para ambas decisiones. De hecho, creo que no ha dado ninguna. Occidente, por su parte, sigue dando pruebas de su cansancio, como sin duda lo es el autorizar el empleo de armas occidentales en Rusia.


Además de un posible milagro del santo Trump –en el que no creo, aunque estoy seguro de que el nuevo presidente lo intentará… pero de eso hablaremos otro día– hay maneras más brillantes de acabar la guerra que la de arrastrarse por los caminos ucranianos llenando las cunetas de la sangre de soldados rusos y norcoreanos. ¿Por qué no puede el Ejército de Putin maniobrar y explotar cualquiera de sus éxitos tácticos para romper el frente y obtener por fin ventajas decisivas? ¿Es que no saben, es que no pueden o es que, como dice una procaz canción gallega, perdieron las habilidades?


Sencillamente, no tienen con qué. Espoleada por Putin –una de las desventajas de estar a las órdenes de un dictador es que, como le ocurrió a Hitler, no hay nadie que pueda sacarles de sus errores estratégicos– Rusia combate con todo lo que tiene para hacer creer a su pueblo que gana la guerra… y en tres años de combates no ha sido capaz de crear las reservas que necesitaría para ganarla de verdad.


La situación en los frentes ucranianos es difícil. Siempre lo ha sido. Putin es un mal enemigo, como lo fue Hitler. Pero no debería el lector pensar que Ucrania está perdida porque Rusia se acerque a Pokrovsk. Si quiere mi opinión –al contrario que los rusoplanistas yo solo tengo una– me permitiré repetir lo que escribí para finalizar el artículo «12 meses sin piedad», publicado hace ya casi dos años en El Debate y que me parece tan vigente ahora como entonces. Se lo copio para que no tenga que buscarlo.


«Seguramente la guerra terminará algún día. Todas lo hacen, aunque en absoluto sea cierto que siempre acaben en la mesa de negociaciones. Una mentira repetida mil veces puede parecer verdad, pero no lo es. Hay ejemplos en la historia en los que los contendientes, por puro agotamiento, dejan de luchar. Hay guerras que terminan en tablas, fruto de la resignación o de la impotencia más que del acuerdo. Quizá sea ese el final de la guerra de Ucrania. Pero eso, por desgracia para todos, no sucederá este año».


Si algún rusoplanista ha llegado hasta aquí, protestará airadamente. Ya lo hicieron en 2023 y en 2024 y ya sabrá el lector lo que ha pasado. Pero, como siempre se dice: «No hay dos sin tres». Feliz Año Nuevo a todos.


Necrofilia franquista de Sánchez
Santiago Navajas. libertad digital. 2 Enero 2025

En el contexto actual de la política española, dominada por una izquierda revanchista y guerracivilista, que sustituye el intelecto crítico y la concordia política por el odio de clase y el resentimiento histórico, la figura de Pedro Sánchez parece estar ligada a una estrategia que podríamos describir como necrofilia ideológica. La muerte de Francisco Franco, el dictador que gobernó España con puño de hierro durante casi cuatro décadas, ha marcado un hito en la historia del país, pero, ¿es necesario convertirlo en un show demencial 50 años después?


Los liberales no nos pasamos el santo día reprochando a los conservadores y los socialistas los asesinatos de García Lorca y Melquiades Álvarez respectivamente. Pero va siendo hora de hacer una denuncia histórica de los socialistas, conspiradores contra el espíritu liberal de la II República y que tratan de borrar las huellas de su traición con hiperbólicos y cínicos señalamientos que pretenden pasar por virtuosos cuando no son más que reconocimientos de su pecado original: su carácter autoritario, violento y populista en el peor sentido de la expresión. Pecado original concretado en la persecución anticlerical, la imposición de la censura mediática, el golpe del Estado de 1934 y el asesinato de Calvo Sotelo.


Sánchez ha anunciado una serie de actos conmemorativos en el año 2025 para recordar que hace 50 años que Franco falleció, pero la pregunta que surge es: ¿a quién beneficia esta necrofilia política? La respuesta es obvia: únicamente a Sánchez y su partido, el PSOE, que buscan mantener viva una narrativa que trata de hacer vivir a un muerto pero ocultar el hedor de la corrupción que nos atufa desde Moncloa y Ferraz, equivalentes contemporáneos del patio de Monipodio y el penúltimo círculo del infierno de Dante, el de los corruptos.


Erich Fromm definía la necrofilia como "la atracción apasionada por todo lo muerto, corrompido, pútrido y enfermizo; es la pasión de transformar lo viviente en algo no vivo, de destruir por destruir, y el interés exclusivo por todo lo puramente mecánico. Es la pasión de destruir las estructuras vivas. Esta es producto de un desarrollo psíquico corrompido, que junto al perfil narcisista, muestra un crecimiento vital incompleto".


El uso de la figura de Franco –enterrado y olvidado hace tanto tiempo pero desenterrado y puesto en el candelero por Sánchez– se convierte en una herramienta de propaganda, una forma de distraer a la opinión pública de los problemas actuales y de recordar a sus bases el supuesto heroísmo de enfrentarse a un fantasma del pasado. Pero, ¿realmente es un acto de valentía o más bien un acto de cinismo político? La exhumación de Franco del Valle de los Caídos, realizada por Sánchez en 2019, se presentó como un acto de justicia histórica, pero era en realidad una maniobra para asegurar su lugar en los libros de historia, no por sus logros, sino por la instrumentalización de un cadáver.


Sánchez utiliza la memoria histórica como un arma de distracción masiva, enfocándose en el pasado para evitar discutir el presente. Los actos planeados para 2025, con una frecuencia de casi uno cada tres días, no solo son excesivos sino que reflejan una obsesión con un cadáver que Sánchez instrumentaliza para que la Historia lo juzgue por su necrofilia franquista. Y no, pasará por ser un hombre sin palabra, un aliado de filoterroristas, un cínico que lo mismo abraza a golpistas que celebra a corruptos.


Esta necrofilia franquista de Sánchez no solo es una falta de respeto hacia la historia y los españoles que vivieron bajo la dictadura, sino también una muestra de pobreza ideológica. En lugar de proponer soluciones a los problemas contemporáneos como la crisis económica, la desigualdad social o la gestión de la pandemia, Sánchez parece preferir resucitar fantasmas para mantener unido a su electorado, los herederos de los rojos que describió Manuel Chaves Nogales en A sangre y fuego que estaban, como relató el periodista sevillano, tan lejos pero tan cerca de sus enemigos fachas.


El uso de la muerte de Franco como propaganda por parte de Sánchez es un reflejo de una política que carece de visión y que, en su intento de mantenerse relevante, recurre a la más baja de las manipulaciones: la explotación de un cadáver. Es hora de que la política española mire hacia adelante y no hacia el ombligo de Sánchez, un zombi político que trata de sobrevivir uniendo su suerte a la de un cadáver. Si el PSOE fuera una serie de televisión se llamaría The Walking Dead. Franco y Sánchez, tan lejos, tan cerca.


Gobierno de la discordia
Juan Carlos Girauta. el debate. 2 Enero 2025

Cuando el poder Ejecutivo, con todas sus extensiones, se propone romper la sociedad, la rompe. Lo vi y lo viví en Cataluña a partir del momento en que los nacionalistas apostaron abiertamente por la independencia. Lo que llegaron a provocar es de sobra conocido, aunque quizá debamos recordar, para los olvidadizos, hasta qué extremo aquel drástico giro de estrategia fue seguido por las extensiones del poder, y cuán numerosas eran estas. El discurso de la secesión se normalizó a velocidad de vértigo, y el responsable de su desencadenamiento fue un cuco que se ha ido de rositas: Artur Mas. Un tipo que al llegar a la presidencia de la Generalidad tras dos despreciables socialistas (el uno más separatista que Pujol y el otro más acomplejado que el PP en una votación sobre el franquismo) se encontró telarañas en la caja como efecto de la crisis de 2008.


Necesitaba guita. Mucha. Primero, porque en la burguesía catalana, como en el socialismo español, la política es una vía para que levanten su fortunita los más tontos de la familia. Segundo, porque todo el proyecto de la vieja CiU se basaba en una capilaridad clientelar que no dejaba foco social sin regar. Por remoto, peregrino y absurdo que fuera. En Cataluña, la sociedad civil no existía. Le llamaban así a una tropa obediente y engrasada por el poder político. A cambio, solo se pedía un control del voto de rasgos caciquiles y, por supuesto, que tomaran la iniciativa formalmente cuando el presidente de la Generalidad decidía alguna de sus locuras. Ninguna más grave que la de presentarse en la Moncloa, exigir un concierto a la vasca y, al no obtenerlo, sacar las masas a la calle a reclamar un «Estado propio».


Bien, lo demás es sabido. Al gobierno autonómico catalán siempre lo ha cumplimentado el Gobierno nacional con especial deferencia, como el que trata con una nación de verdad, no como España, simple Estado o, en plan generoso, nación de naciones. Esto es así desde Pujol, cuando el impune exigía que los periodistas se pusieran en pie al aparecer en las ruedas de prensa. Si algo enfurece a esos ciudadanos ignorados por los medios que muy prontito van a mandar es que a esa gentuza golpista se la siga tratando como si fueran democráticamente homologables, políticamente moderados, personalmente respetables. Lo sigue haciendo el PSOE después de amnistiarles, y lo sigue haciendo el PP los días pares buscando evitar una alianza con Vox tras las generales. Sigan así.


A lo que iba: en Cataluña se demostró que una sociedad se romperá siempre que se lo proponga el Gobierno y que, para ello, se valga de sus extensiones mediáticas, educativas, editoriales, cinematográficas, teatrales, musicales, sindicales, patronales, más la clientela inútil pseudosolidaria, climática y climatérica (Charos). Principia el año de Franco y persiste en las retinas una blasfemia feísta, un inductor de discordia. Esperan que la furia tape delitos y traiciones. Desean rencor, estallidos. Pero es mejor reírse de ellos. No lo soporta


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17 barbaridades perpetradas por Sánchez
Antonio R. Naranjo. el debate. 2 Enero 2025

2025 no puede empezar sin un poco de memoria histórica sobre casi siete años de penalidades


Será difícil cerrar en un único artículo el listado formidable de todas las barbaridades perpetradas por Pedro Sánchez: la memoria tiene ángulos sin visión temporal, como los retrovisores de los coches, y la inmensidad del estropicio no ayuda a refrescarla.


Así que debemos adoptar la precaución de considerar esta entrega como el primer capítulo de una serie, con la certeza de que el viaje al pasado reciente rescatará del olvido otros pasajes y el futuro inmediato los ampliará: con este presidente lo único que se puede dar por hecho es que aún no ha alcanzado su clímax y que, cuando parece imposible superar su última iniquidad, él siempre es capaz de mejorarse.


Los hechos aquí acotados se refieren a sus andanzas desde 2018, cuando llega al poder, aunque su trayectoria es anterior ya desde la oposición. Y aunque resulta irresistible enjuiciarlos, además de exponerlos, vamos a intentar reflejarlos tal cual fueron, sin una interpretación añadida que facilite la huida por las ramas de los defensores del interfecto.


— Sánchez perdió dos veces las Elecciones Generales en seis meses y alcanzó el poder con una moción de censura apoyada por un partido al que acusó de querer importar el chavismo a España y otros a los que él mismo consideró culpables de un delito de rebelión merecedor de la imposición del artículo 155 para deponerlos de la Generalitat de Cataluña.


— Pedro Sánchez se comprometió públicamente a no acordar nada con ellos justo antes de acordarlo todo, añadiendo además a Bildu, un partido encabezado por un condenado por terrorismo que no ha condenado los crímenes de ETA.


— Pedro Sánchez fue investido, tras perder de nuevo las Elecciones, tras negociar con un prófugo en el extranjero, aceptando lo que había prometido no hacer nunca: una Ley de Amnistía, un cupo catalán y conversaciones sobre un referéndum en Cataluña.


— Pedro Sánchez incumplió su compromiso público de no acordar nada con los herederos de Batasuna: aceptó gobernar Navarra gracias a ellos, tras perder las Elecciones Autonómicas, les apoyó para que gobernaran ellos Pamplona, y acordó también la reforma de la Ley de Memoria Democrática, los Presupuestos Generales del Estado y, entre otras cosas, el traslado al País Vasco de todos los presos de ETA y la reforma para acortar sus penas.


— Pedro Sánchez intentó implantar una reforma para cambiar las mayorías constitucionales en la renovación del Poder Judicial y adaptarlas a la que él tiene con sus socios en el Congreso.


— Pedro Sánchez nombró a una ministra como Fiscal General del Estado y metió en el Tribunal Constitucional a otro ministro y a personal de su Gabinete de la Presidencia.


— Pedro Sánchez contrató para la Moncloa a una amiga de su esposa, que se dedicó a gestionar los negocios e intereses privados de ella más allá de sus compromisos institucionales.


— Pedro Sánchez conoció en 2020 las denuncias por la trama de las mascarillas, mantuvo a José Luis Ábalos como ministro y, cuando le destituyó sin dar explicaciones, le metió de nuevo en las listas para que hoy en día siga siendo diputado y aforado.


— Pedro Sánchez utilizó a Koldo García de custodio de sus avales en las Primarias del PSOE y aceptó que trabajara en el Ministerio de Transportes con el nivel máximo para un funcionario de la Administración.


— Pedro Sánchez tiene un hermano imputado, que trabaja en una Diputación del PSOE y tributa en el extranjero.


— Pedro Sánchez tiene una esposa que negoció una cátedra en la Moncloa sin ser licenciada, la dedicó a la captación de fondos y se asoció con empresas receptoras de contratos públicos y rescates aprobados por él mismo o sus ministros.


— Pedro Sánchez es el superior de ministros y presidentes autonómicos que gastaron millones de euros a una empresa recién creada representada por Víctor de Aldama, que también obtuvo del Gobierno una licencia para comercializar hidrocarburos y el visto bueno para rescatar a un cliente suyo, Globalia, patrocinador a su vez de Begoña Gómez.


— Pedro Sánchez se negó a adoptar restricciones por la pandemia hasta después del 8-M y luego decretó un Estado de Alarma declarado inconstitucional.


— Pedro Sánchez se negó a activar la Ley de Seguridad Nacional para asumir el mando de una catástrofe climatológica que, según sus propios decretos y la legislación vigente, tenía obligación de poner en marcha.


— Pedro Sánchez ha subido los impuestos y las cotizaciones 81 veces desde 2019, la deuda pública en medio billón y la recaudación de Hacienda en un 30 %.


— Con Pedro Sánchez han subido los índices de pobreza, la exclusión social, el fracaso escolar y la delincuencia y han bajado el poder adquisitivo, el bienestar de la mujer y la calidad de la democracia, según los datos oficiales de la OCDE, Eurostat, su propio Gobierno y los observatorios internacionales más prestigiosos.


— Con Pedro Sánchez se han cerrado casi 150.000 empresas en 71 meses, hasta junio pasado, según los datos de Instituto Nacional de Estadística.


Les animo a extender el listado, con la certeza de que el inabarcable universo sanchista tiene tantos callejones oscuros y grutas siniestras como para proponerles este ejercicio de terapia colectiva que, sin duda, necesitará de nuevas entregas.


El peor enemigo de la Constitución
Antonio Pérez Henares. el debate. 2 Enero 2025

Seguro que por el título muchos habrán pensado en Sánchez. Pero no, aunque él sea la mano, no solo que mece, sino que lo puso en esa cuna. De quien hablo es de la pieza clave que él ha colocado y que, no solo sumiso, sino encantado de hacerlo, se esmera y afana por lograr la tarea encomendada. Él es Cándido Conde Pumpido, presidente del Tribunal Constitucional y cuya tarea, ya comenzada, es demoler la propia Constitución, que se supone es su deber defender, desde dentro y sin que se note, hasta que el edificio esté ya convertido en un escombro y en el suelo.


Desde luego el personaje ha sido muy bien elegido para tal cometido. Es todo un entregado a la causa sanchista, como lo estuvo a la de Zapatero, el precursor e iniciador de todo lo que está destruyendo los pilares de nuestra convivencia, nuestra nación, nuestra igualdad como ciudadanos, nuestros derechos y nuestras libertades. Alardeó hasta de ello con aquella gráfica frase que definía sus intenciones. «El vuelo de las togas de los fiscales no eludirá el contacto con el polvo del camino». Era entonces el Fiscal General de Estado nombrado por Zapatero, «su» fiscal general, que diría Sánchez. «Porque ¿de quién depende, eh, de quién depende? Pues eso».


Pues eso mismo es ahora Cándido: «su» presidente del Tribunal Constitucional y suyos son también los demás allí colocados por él para determinar y poner en bonito-legal lo que les dicte.


Así de crudo y así de evidente. El TC, politizado siempre, ha alcanzado ahora, aunque con Zapatero y la legalización exprés de Bildu contra el criterio del Tribunal Supremo se subió ya mucho el listón, el más alto nivel de sumisión y desfachatez, a las necesidades y designios de Sánchez.


Todos sabemos y damos por hecho, pues los precedentes así lo demuestran, que sí hay que sacar de la cárcel a los condenados por el inmenso fraude de los ERE, pues para eso están, y a la calle. Por mucho que haya sentencia firme del Tribunal Supremo que ya no lo es tanto porque ahora el TC le suplanta y corrige sus funciones, aunque para nada sea ese su cometido. Y todos los condenados no solo quedan libres de culpa, sino que son, además, beatificados. En altares les va a poner la Montero en cuanto acabe de liquidar a Espadas.


Por esa misma trocha han ido e irán yendo los atropellos y desmanes de los separatistas catalanes. ¿Alguien duda que la tropa de Conde Pumpido va a declarar «constitucional cum laude» la ley de amnistía, que convierte a los secesionistas, a quienes primero indultaron del delito y luego se lo borraron, en víctimas y a los defensores de la Constitución en criminales? Lo saben hasta los ratones. Lo sabemos todos. Aunque hasta hace tan solo unos suspiros fueran ellos los que proclamaran a grandes voces que era una aberración anticonstitucional de manual y elevada al cubo. Justo hasta que Sánchez los necesitó. Entonces se convirtió en maravilla jurídica y legal.


Eso lo santificará Cándido, que de tal solo tiene el nombre, y como eso todo lo que les venga por ese lado y que tenga que ser apañado para preservar el conservar el colchón de la Moncloa. Él remendará y hará pasar por buenos todos los rotos y desgarros, sean estos obra de los de «casa» o de los dilectos socios bilduetarras, los independentistas catalanes o las extremas izquierdas podemitas de todos los pelajes. Todos ellos unidos por el objetivo final: la voladura de nuestra Constitución a la que insultan de manera miserable, tildándola de «Régimen del 78» con el que la asimilan al franquismo, al tiempo que desprecian y arrastran por el cieno la gran hazaña colectiva de la Transición.


Porque ya Doctrina, lo que se dice Doctrina con mayúscula, solo hay una. Lo que Sánchez mande. Y esa ahora y para lo que viene y tiene preparado es que el TC declarará constitucional todo aquello que vaya desguazando a la Carta Magna y convirtiendo en desperdicios nuestra igualdad y nuestros derechos como españoles. Y por contra, condenará como anticonstitucional todo aquello que pretenda defenderlos y mantenerla. Sin remedio y por muchos años. Tantos como cuantos Cándido Conde Pumpido sea su presidente. Porque es él el peor enemigo de lo que habría de preservar y defender. Es el encargado de retorcerla y cambiarla al servicio de su amo sin que el pueblo soberano, o sea todos, podamos en votación y referéndum, que sería lo preceptivo, opinar ni siquiera sobre ello.


El tonteo de Feijóo con Puigdemont
Emilio Campmany. libertad digital. 2 Enero 2025

La conclusión para Feijóo es que, les guste más o menos a sus electores y compañeros de partido, está condenado a entenderse con PNV y Junts.


Feijóo está dispuesto a hablar con los golpistas catalanes en la medida en que sea útil para destronar a Sánchez. La maniobra no ha gustado a parte del PP, tanto electores como dirigentes, porque Puigdemont tiene como fin destruir nuestra nación y todo lo que sea colaborar con él abunda en ese fin y no es algo muy diferente de lo que hace Sánchez, por mucho que éste esté dispuesto a ceder donde Feijóo nunca lo haría.


Irrite más o menos, el gallego tiene sus razones. Para empezar, forjó su carrera política siendo partidario de un nacionalismo moderado de derechas aparentemente similar a lo que defendían el PNV en el País Vasco y la vieja Convergencia en Cataluña. De hecho, nuestro hombre, cuando era presidente de Galicia, como dirigente conservador de una nacionalidad histórica, se vanagloriaba de hacer buenas migas con los nacionalistas de derechas de las otras dos. Feijóo no quiere renunciar a ese capital. Por otra parte, el hecho de que en aquellas dos regiones españolas la derecha económica sea nacionalista obliga al PP a elegir entre entenderse con ellos o renunciar a gobernar si no consigue una victoria abrumadora en el resto de España. La conclusión para Feijóo es que, les guste más o menos a sus electores y compañeros de partido, está condenado a entenderse con PNV y Junts.


Este razonamiento podía valer para el siglo pasado, cuando los nacionalismos conservadores de Cataluña y el País Vasco se limitaban a pedir dinero y competencias más o menos transferibles. Hoy ya no sirve porque, aunque siguen pidiendo dinero, lo que además exigen ya no se les puede dar so pena de quebrar a la nación. Ya tienen todo lo que razonablemente puede ansiar cualquier dirigente autonomista o federalista. Sólo les queda la independencia y lo que piden son sólo cosas que les sirva para alcanzarla. Colaborando con Junts, lo único que consigue el PP es ayudar a los golpistas a estrechar el dogal que le han ceñido a Sánchez en el cuello para mejor extorsionarle. Si nuestro presidente tuviera alguna línea roja, la táctica sería asumible. Pero, sabiendo que Sánchez vendería a su madre a cambio de un par de semanas más en La Moncloa, ayudar a Puigdemont a que perpetre su crimen no parece la mejor manera de defender a España. Evidentemente, el PP no puede (ni debe) evitar que PNV y Junts voten a favor de sus iniciativas. Pero, eso es una cosa y otra muy distinta negociar su contenido con esos dos partidos porque, en cuanto se descuiden, y en el PP tienen una peligrosa tendencia a hacerlo, les cuelan una disposición adicional que pone en libertad a los etarras o les traicionan y votan con el PSOE a cambio de cualquier disparatada oferta que les prometa Sánchez.


PNV y Junts quieren destruir a España. El PSOE está dispuesto a ayudarles con tal de estar en el poder. El PP no puede tener nada que negociar con esa gentuza. Hacerlo con los límites con los que lo hacen puede que no sea tan criminal como la conducta del PSOE, pero eso no la convierte en inocente. Y encima desconcierta a sus electores empujándoles a los "putinescos" brazos de Vox, que también tiene su peligro.


Cafetería Rolando: las lecciones de un atentado olvidado
Pedro Corral. okdiario. 2 Enero 2025

Una de las derrotas definitivas de ETA que tiene pendiente nuestra democracia es la de darle la vuelta a la épica de una vez por todas. Porque parece que la épica estuviera aún más del lado de los verdugos que de las víctimas. No se trata sólo de los centenares de actos de exaltación pública que en las calles de las ciudades y pueblos vascos se siguen tributando hoy a los asesinos y sus colaboradores como pretendidos gudaris. Aunque eso ya sería bastante para demostrar lo que estamos diciendo.


Los terroristas continúan disfrutando, y no sólo ante los suyos, de un aura legendaria, infecta y sangrienta para el resto, por su lucha contra nucas y espaldas desprevenidas; mujeres, incluso sin importar si estaban embarazadas; niños en sus cunas o en los coches de sus padres; trabajadores de camino al tajo, incluidos policías, guardias civiles, militares, periodistas, jueces, fiscales o representantes políticos antes, durante o después de cumplir su deber.


La prueba es que a nadie en su sano juicio ni en su justo discernimiento moral se le ocurriría jactarse de su alianza política con quien justificase y compartiese los objetivos de los asesinos del 11-M en Madrid o del 13-N en París, pero, en cambio, sí se hace, y con escalofriante normalidad, con quienes justifican y comparten los fines de una banda criminal que ha asesinado a cerca de novecientas personas y ha dejado casi tres mil heridos.


Sobre una losa fría, negra, exenta de toda humanidad, ha quedado grabada aquella sentencia de Francisco Martín, el delegado de Pedro Sánchez en Madrid, cuando afirmaba que Bildu había hecho más por España que todos los «patriotas de pulsera».


Podría haber recordado en su lugar que quedan cerca de cuatrocientos crímenes de la banda por resolver, antes que organizar un laudatorio ongi etorri a los testaferros políticos de los etarras por su apoyo al Gobierno. Apoyo pagado miserablemente, como ya sabemos hoy, con una reforma legal que permite las excarcelaciones adelantadas de sus criminales más sanguinarios.


El riesgo es que esta visión presuntamente noble y campeadora de los asesinos de ETA se acreciente, y no solo en la sociedad vasca. No digamos ya si se trata de la ETA que actuó bajo el franquismo. Ahora que Sánchez ha anunciado su macrofestival al respecto para 2025, en el cincuentenario de la muerte de Franco, deberíamos estar prevenidos ante la doble falacia de extender a todo el historial criminal de ETA la falsa bondad de aquellas primeras acciones terroristas.


Como sucedió en la matanza de la madrileña calle del Correo, junto a la Puerta del Sol, el 13 de septiembre de 1974, lo que ETA consiguió no fue dañar a la dictadura, sino hacer una demostración de su «poder revolucionario» de destrucción y muerte sobre personas designadas a capricho por un golpe de infortunio. El mismo poder que la banda practicó después en la democracia con idéntico propósito aniquilador sobre las vidas que al azar se cruzaban en su plan criminal.


No puede ser más oportuno, por ello el recién estrenado documental Un viernes y trece. 1974: la primera masacre de ETA, producido por la Fundación Miguel Ángel Blanco, con guión y dirección de Felipe Hernández Cava, bajo la producción ejecutiva de Cristina Cuesta.


Esta nueva entrega fílmica de la fundación que preside Marimar Blanco, además de contar con la extraordinaria realización de Hernández Cava, tiene la impagable virtud de ponernos en guardia ante los previsibles efluvios románticos que las efemérides neofranquistas de Sánchez exhalen respecto a los carniceros de ETA de antes, de después y de siempre.


La línea de resistencia que el filme traza ante esta pretensión son precisamente las vidas de las trece personas asesinadas y más de setenta heridas en Rolando, que los etarras y sus cómplices quisieron convertir en «bajas causadas al enemigo» en su ataque a la dictadura.


El documental levanta para ello, con los testimonios de algunos de los heridos y de familiares de los asesinados, una cartografía vital de aquellas víctimas que las emparenta, en sus afanes, sus ilusiones y sus ocupaciones cotidianas truncadas por el terror, con los centenares que las siguieron durante tres décadas por culpa de la sanguinaria banda, que siempre ha considerado la democracia como continuidad del franquismo.


Los pretendidos «enemigos del pueblo» destrozados aquel mediodía por una bomba de relojería escondida en un maletín eran el cocinero de Rolando, Francisco Gómez Vaquero, y el camarero Manuel Llanos Gancedo, así como dos matrimonios que se encontraban de visita en Madrid, sentados a su última colación: el ex boxeador Baldomero Barral Fernández y María Josefina Pérez Martínez, dueños de una pastelería en La Coruña, y el mecánico Antonio Alonso Palacín y María Jesús Arcos Tirado, estos últimos en plena luna de miel.


También murieron un jubilado, Luis Martínez Martín; una maestra, Francisca Baena Alarcón; un ferroviario, Antonio Lobo Aguado; y un impresor, Gerardo García Pérez, que iban a comer o a tomar cañas con amigos o familiares en aquel día soleado con el que Madrid se estaba despidiendo del verano.


Fueron asesinados también un inspector próximo a jubilarse, Félix Ayuso Pinel, que falleció después de una terrible agonía; la archivera de la DGS Concepción Pérez Paino y la estudiante María Ángeles Rey Martínez, alcanzada en el vecino restaurante Tobogán por la onda expansiva que derribó su medianera con Rolando.


Eran vidas sencillas arrancadas por la brutalidad caprichosa de sus verdugos: una pareja francesa, Bernard Ohiartzabal y María Jesús Cristóbal, que hoy vive en la localidad gala de Herauritz, con hijos y nietos, sin que la Justicia, amnistía mediante, les haya pedido nunca cuentas por ello. Como tampoco se las pidió a sus más directos colaboradores, entre ellos la escritora Eva Forest, que escondió a los asesinos, como nueve meses antes había ocultado a los que mataron al almirante Luis Carrero Blanco, a su chófer y su escolta.


El historiador Gaizka Fernández Soldevilla afirma por ello que el atentado de la calle del Correo, del que ha escrito el libro Dinamita, tuercas y mentiras, es «una de las historias más olvidadas» del terrorismo en España. Hasta la propia ETA se olvidó de él, sin reivindicarlo, hasta que en 2018 reconoció su autoría.


Como en todas las obras maestras, En viernes y trece consigue retratar un mundo con uno solo de sus fragmentos: todas las páginas del terror sufrido en España en el último medio siglo están reflejadas en su conmovedora y rigurosa narración.


Así, estando además reciente el fallecimiento de Teresa Barrio Azcutia, madre de Alberto Jiménez-Becerril, concejal popular de Sevilla asesinado por ETA con su mujer Ascensión García Ortiz, el documental se convierte en un homenaje a todas las madres y abuelas que tuvieron que criar a sus hijos y nietos por la muerte de uno de sus padres o de ambos.


Lo cuenta Ana Carro, hija del gerente de Rolando, el leonés Antonio Carro, antiguo minero que vino a Madrid con su mujer y sus tres hijas a abrirse nuevos caminos. El atentado le abrasó medio cuerpo y le dejo prácticamente ciego, postrado en la cama. Sin recursos, la mujer de Antonio empezó a tejer jerséis para ganar algún dinero.


«Durante el día se ocupaba de mi padre y de nosotras y por la noche tejía» -cuenta Ana Carro ante la cámara de Hernández Cava con un golpe de emoción al recordar a aquella ejemplar Penélope, decidida, como tantas mujeres valientes, a seguir tejiendo los sueños de su familia, desgarrados por un delirio sanguinario. Dios las bendiga por siempre a todas ellas.


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