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Los recortes de ayer al final de la página



Si te importa España, diez acciones indispensables
Nota del Editor 1 Noviembre 2011

  la lengua española para unificar mercado, educación, sanidad, justicia, legislación, seguridad, anulando toda la legislación sobre lenguas regionales.

 desmantelar el tinglado autonómico.

3ª  deshacerse de la enorme casta de profesionales de la política

4ª  simplificar y reducir el enorme aparato burocrático y millones de funcionarios

5ª deshacerse del intervencionismo de un estado ineficiente y depredador de los recursos de la clase media

6ª deshacerse de un estado indoctrinador y comprador de votos de unos con dinero de otros

7ª  arreglar un sistema educativo desastroso con menos medios y más responsabilidad

8ª  educar en valores humanos a una sociedad indoctrinada y adormecida

9ª liberalizar y optimizar un mercado fragmentado e ineficaz

10ª arreglar una justicia irracional, politizada, lenta, incompetente e irresponsable con menos medios y más responsabilidad

La "normalización lingüística", una anormalidad democrática. El caso gallego
Dedicado "A todos aquellos que piensan que los idiomas se hicieron para las personas y no las personas para los idomas" Manuel Jardón   
Por la normalización del español: El estado de la cuestion, una cuestion de Estado.
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Del libro de Manuel Jardón

"A todos aquellos que piensan que
los idiomas se hicieron para las
personas y no las personas para los idiomas"










Recortes de Prensa Domingo 14 Diciembre 2025

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de EE UU supone la defunción del orden global
El giro radical de Washington obliga a Europa a replantear su seguridad, economía de guerra y alianzas tradicionales frente a China y Rusia
Gustavo de Arístegui, diplomático. la razon. 14 Diciembre 2025

La publicación de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) de Estados Unidos; es el acta de defunción del orden global tal y como lo conocíamos desde 1945. El documento consagra una ruptura radical con el globalismo y el intervencionismo liberal para abrazar un "Realismo Civilizatorio" y una doctrina de "Soberanía Dura". Establece una jerarquía de amenazas centrada en la competencia desnuda entre grandes potencias, con China como rival sistémico prioritario, Rusia como actor disruptivo pero gestionable, e Irán y Corea del Norte como amenazas regionales a contener.


Al mismo tiempo, reordena las prioridades geográficas hacia el Indo-Pacífico y el Hemisferio Occidental, condiciona el valor de las alianzas a un reparto de cargas (burden-shifting) mucho más exigente y convierte el poder económico-tecnológico -deuda, inversiones, semiconductores, IA y control de rutas marítimas- en el nuevo campo de batalla central.


La taxonomía de la amenaza: Enemigos, adversarios y competidores

La Estrategia sitúa a China como el "principal competidor estratégico" y el único actor con la intención y, cada vez más, la capacidad de disputar simultáneamente la primacía estadounidense en los planos militar, tecnológico, económico e ideológico. Pekín ya no es visto como un socio comercial potencial, sino como una potencia revisionista depredadora que combina expansión militar naval, una ofensiva tecnológica (5G, IA, computación cuántica) y guerra de influencia política.


Rusia aparece redefinida como una amenaza aguda e inmediata, peligrosa por su arsenal nuclear y su agresión a Ucrania, pero considerada a medio plazo como una potencia declinante con la que será inevitable, eventualmente, restaurar algún tipo de "estabilidad estratégica" para evitar su total satelización por parte de China.


Por otro lado, actores como Irán, Corea del Norte y las redes del yihadismo global han dejado de ser el eje central de la gran estrategia para convertirse en amenazas regionales. Argumentan, en mi opinión muy equivocadamente, evitar desviar recursos limitados de la gran competición con China y de la gestión del Hemisferio Occidental, especialmente frente las "narcotiranías" en América Latina, que ahora se vincula directamente con la seguridad fronteriza de EE UU.


Prioridades de la nueva estrategia: el retorno a casa

La nueva Estrategia abandona la retórica de la "transformación democrática" y la "construcción de naciones". Sus prioridades son claras: asegurar la prosperidad interna mediante la reindustrialización, evitar la emergencia de hegemonías hostiles en Eurasia y blindar las cadenas de suministro. En el mapa de prioridades, el Indo-Pacífico ocupa el primer lugar absoluto.


Le sigue, con una urgencia renovada bajo el llamado "Corolario Trump" a la Doctrina Monroe (que ya algunos analistas denominan "Donroe"), el Hemisferio Occidental, donde se busca cortar la alianza entre potencias revisionistas extracontinentales y narco-regímenes. Europa aparece en tercer término, descrita con una mezcla de frustración y exigencia.


Temas como la seguridad energética y alimentaria dejan de verse como cuestiones técnicas para convertirse en armas geopolíticas. La seguridad alimentaria se perfila como un vector de presión, dada la capacidad exportadora de EE UU, mientras que el terrorismo y el narcotráfico se reconfiguran como amenazas híbridas conectadas a potencias hostiles (como el flujo de precursores de fentanilo desde China).


Implicaciones para los aliados: el fin del "viajero gratis"

Para los aliados europeos, la Estrategia es un ultimátum. Washington exige "mucho más" gasto de defensa, sugiriendo en foros privados cifras cercanas al 5% del PIB, y el fin de los desequilibrios comerciales. Estados Unidos reconoce que no puede estar en todas partes: si debe concentrarse en el Indo-Pacífico, Europa debe asumir el grueso de su propia defensa convencional.


Como hemos venido insistiendo en estas páginas en los últimos años, esto implica para Europa una elección existencial: seguir instalada en la comodidad del "protectorado benévolo" o asumir que el mínimo exigible es un esfuerzo de defensa sostenido, capacidades industriales propias y voluntad de actuar en su vecindad -Mediterráneo, Sahel, Oriente Medio- sin esperar al "Séptimo de Caballería". La Estrategia advierte implícitamente que los aliados que sufran un "borrado civilizacional" o pierdan su cohesión interna dejarán de ser socios fiables.


La Guerra Híbrida como estado permanente

La distinción entre paz y guerra se ha desvanecido. El documento asume la guerra híbrida como el modus operandi por defecto de las relaciones internacionales. Esto incluye ciberataques contra infraestructuras críticas, campañas de desinformación masiva, sabotaje de cables submarinos y, de manera muy especial, la instrumentalización de la migración masiva como arma de desestabilización social, política y económica.


China y Rusia son descritos como maestros de este arsenal, utilizando empresas pantalla, institutos culturales y plataformas digitales (como TikTok, implícitamente) para subvertir las democracias desde dentro. Para Europa, el mensaje es nítido: la línea del frente está hoy en sus redes eléctricas, sus procesos electorales y sus fronteras exteriores.


Nuevos campos de batalla: la geopolítica de la deuda y la tecnología

La guerra ya no se libra solo con misiles, sino con aranceles, chips y bonos del Tesoro. La competencia tecnológica es existencial: quien domine la Inteligencia Artificial, la biotecnología y la computación cuántica dictará el futuro. Sin embargo, el campo de batalla más silencioso y letal es el financiero. La "guerra de inversiones" y la presión mediante la deuda pública son herramientas de coerción potencialmente devastadoras para los deudores.


Un análisis detallado de la tenencia de deuda estadounidense revela una vulnerabilidad asimétrica que Washington pretende gestionar. A día de hoy, Japón es el mayor tenedor extranjero, con más de 1,1 billones de dólares, actuando como un aliado "cautivo". China, en un proceso de desacople controlado, ha reducido su exposición a unos 700.000-760.000 millones.


Lo revelador es el peso de Europa. Si sumamos a la Unión Europea (con Bélgica y Luxemburgo actuando como gigantescos custodios), el Reino Unido (segundo mayor tenedor mundial con más de 865.000 millones) y actores como Suiza y Noruega, el bloque europeo acumula varias veces el volumen de China. De hecho, Noruega, a través de su Fondo Global de Pensiones, detenta más de 215.000 millones de dólares en deuda estadounidense, situándose entre los mayores acreedores del mundo. Esta masiva tenencia de deuda por parte del bloque occidental (UE+UK+CH+Noruega) es el verdadero pulmón financiero de la superpotencia americana, un hecho que otorga a Europa una palanca de negociación geo-económica que a renunciado a utilizar.


Guerra por el control del mar: el estrangulamiento naval

El documento recupera una visión mahaniana del poder global (de Alfred Tahar Mahan finales del siglo XIX): quien domina el mar, controla el mundo. Se declara una guerra por el control de los puntos de estrangulamiento (chokepoints) de la economía mundial. La libertad de navegación ya no se garantiza gratis; se asegura para los amigos y se niega o se bloquea a los rivales.


Estados Unidos pone el foco en asegurar el Canal de Panamá frente a la penetración china y mantener abiertos Suez y Bab el-Mandeb. Pero la estrategia va más allá: busca contener las salidas de China a aguas profundas, bloqueando el Estrecho de Taiwán, el Mar de la China Meridional y el vital Estrecho de Malaca, por donde pasa más del 80% la energía que alimenta a Pekín y la mayoría aplastante de sus exportaciones.


En el frente ruso, la estrategia de contención naval es de asfixia geográfica:


Mar Negro: Convertido en una ratonera para la flota rusa debido al bloqueo de los estrechos turcos y la presión de misiles antibuque.


Báltico: Ahora un "lago OTAN", donde la flota rusa de Kaliningrado y San Petersburgo está monitorizada y encerrada.


Pacífico: La flota de Vladivostok enfrenta el cerco combinado de Japón y la US Navy en la isla de Okinawa.


Ártico: Incluso la poderosa Flota del Norte en Múrmansk ve su salida al Atlántico comprometida por la vigilancia en la brecha GIUK (Groenlandia-Islandia-Reino Unido) y la nueva postura agresiva de los países nórdicos (Noruega, y ahora Suecia y Finlandia) en el Alto Norte.


En nuestro flanco sur, el control del Estrecho de Gibraltar y la fachada atlántica africana se delega en la cooperación con Marruecos. La estrategia consolida a Rabat como aliado clave ("Major Non-NATO Ally") para la seguridad del tráfico marítimo y la contención en el Sahel, validando tácitamente su control del Sáhara Occidental como garantía de estabilidad en una región volátil, lo que ha sido refrendado por el Consejo de Seguridad de la ONU.


La arquitectura de alianzas: círculos de confianza

La OTAN sigue existiendo, pero el núcleo duro de la seguridad se desplaza hacia alianzas anglosajonas y funcionales.


AUKUS: Se consolida no solo como pacto de submarinos, sino como la plataforma de integración tecnológica militar (IA, cuántica, hipersónica) entre EE. UU., Reino Unido y Australia.


Five Eyes (Reino Unido, EEUU, Canadá, Australia y Nueva Zelanda: La inteligencia se comparte en este círculo íntimo, excluyendo a menudo a la Europa continental.


QUAD: La plataforma conjunta con Japón, India y Australia se convierte en el brazo operativo para cercar a China en el Indo-Pacífico.


Qué cambios profundos se avecinan y qué debe hacer Europa

El reloj corre en contra de Europa. La NSS 2025 deja claro que la protección norteamericana tiene fecha de caducidad si no hay reciprocidad. Los cambios necesarios son profundos y dolorosos:


1. Reinstauración del Servicio Militar: Es inevitable reabrir el debate sobre modelos de servicio militar o cívico-militar (tipo nórdico) para generar reservas operativas y concienciación social ante la posibilidad de una guerra.


2. Economía de Guerra: Aumento drástico del gasto en defensa, no para pagar sueldos, sino para potenciar una industria de defensa autónoma capaz de producir munición a escala masiva.


3. Disuasión Propia: Desarrollo de capacidades estratégicas europeas, incluyendo misiles de crucero y balísticos propios, y sistemas antimisiles multicapa (capaces de interceptar amenazas hipersónicas) para no depender del paraguas nuclear estadounidense.


4. Contra-Guerra Híbrida: Potenciar agresivamente los servicios de inteligencia y contrainteligencia para neutralizar el sabotaje y la desinformación rusa y china. Europa debe aprender a "morder" en el ciberespacio, no solo a defenderse.


Conclusiones

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos certifica el retorno pleno de la política de poder sin complejos. Consagra la primacía del interés nacional sobre los valores universales y redibuja el mapa del mundo en zonas de influencia y competencia feroz.


Para Europa, el mensaje es incómodo pero ineludible: la era de la adolescencia geopolítica ha terminado. O Europa asume su responsabilidad histórica en defensa de su propio modelo de libertad y prosperidad, con capacidades militares y tecnológicas duras, o se resigna a ser el tablero de juego -y el menú- en la mesa donde cenan los gigantes. La neutralidad y el pacifismo retórico ya no son opciones; son, sencillamente, formas lentas de suicidio estratégico.


Ese progresismo del que usted me habla
Jesús Banegas. Vozpópuli. 14 Diciembre 2025

Es bien sabido, que el obvio y muy documentado origen histórico del concepto progresista, fue concebido e impuesto por Stalin para desafiar el progreso occidental capitalista y muy especialmente el de EEUU; y es muy posible que la inmensa mayoría de los miembros españoles de dicha secta, ni lo sepan. Desde sus comienzos, el progreso comunista jamás estuvo relacionado con la realidad sino con la mera propaganda. Se trataba de disputar el relato -como aquí y ahora- contra el capitalismo, no con hechos y datos comprobables y ciertos sino editando libros con todo tipo de bulos, tan inventados como falsos.


Quienes tuvimos la ocasión de acceder allá por 1977– desde un país satélite como Hungría- a los datos del progreso soviético, a través de libros de propaganda en español como La URSS en cifras para 1975 (1976) y Progreso: el país de los soviets (1976), podemos leer todavía hoy “las bases de la democracia soviética” y “la libertad de trabajo en el socialismo” junto con una enormidad de mentirosos datos como:


“El crecimiento porcentual de la renta nacional entre 1951 y 1973 de la URSS fue de un 632% frente al 228% de EEUU, mientras la renta per cápita lo hizo un 456% y un 164% respectivamente”.

“En 1975, la producción industrial de los países socialistas fue 19 veces mayor que en 1937, mientras que los países capitalistas solamente aumentó 5,1 veces”.

“El número de ingenieros trabajando en la economía de la URSS, pasó de 400.000 a 3.700.000, mientras que en EEUU la evolución fue de 310.000 a 1.110.000”.


El único dato posiblemente casi fiable en las quinientas páginas que suman ambos libros, es el número de teléfonos que se autoasignaban en 1975: 5 per cápita frente a 7 de España y 55 de EEUU. Cuando en 1991, Gorbachov con su Perestroika descorrió el velo de las fabulosas mentiras soviéticas y algunos pudimos conocer entonces su realidad e incluso desarrollar proyectos tecnológicos allí, saltaron a la vista de inmediato las miserias del pseudo-progreso comunista que habían tratado de ocultar con sus bulos. Por ejemplo, en 1991 la renta per cápita de EEUU era 5,2 veces superior a la de la URSS y la de España 2,6. Salvadas las distancias del tiempo, del espacio y de la realidad política, viene al caso comparar la propaganda de nuestro actual gobierno, en materia de progreso de la nación, con la realidad de nuestros días.


Los dos recurrentes argumentos gubernamentales de sus éxitos son el crecimiento del PIB y del empleo, que siendo tan extrañamente ciertos como frágiles, tratan de ocultar realidades mucho más significativas. La verdadera riqueza de los países se mide -fuera de La Moncloa- no por el PIB, sino dividido por sus habitantes; es de decir, la renta per cápita. De hecho, en un reciente informe del Fondo Monetario Internacional sobre los primeros treinta países por crecimiento del PIB en 2025, España ni aparece. El primero con un 22,3% es Sudán, seguido de Libia, Guyana, etc y solo un país desarrollado -Irlanda- integra la lista, que cierra Zimbabue con un 6%, el doble que España.


Veamos la realidad -con perspectiva histórica comparada- del crecimiento del PIB por habitante -que tanto detestan nuestros progres- condensada en el siguiente cuadro:


EVOLUCIÓN COMPARADA DEL CRECIMIENTO % MEDIO ANUAL DE LA RENTA PER CÁPÌTA

Años Gobierno ESPAÑA UNION EUROPEA OCDE


1982-96 González 2,38% 1,99% 2,29%

1996-04 Aznar 2,83% 2,20% 1,88%

2004-11 Zapatero -0,17% 1.01% 0,75%

2011-18 Rajoy 1,32% 1.26% 1.44%

2018-24 Sánchez 0,72% 0,91% 1,22%


FUENTE: Banco Mundial: Serie 1960-2024 en $ constantes 2015


Solo Zapatero disputa a Sánchez los peores resultados de nuestra reciente historia -con la pasada aún sería peor- tanto comparados con los otros gobiernos como en el mundo desarrollado. Sobran los comentarios, bastan los incuestionables datos, incluido uno reciente: España lidera, junto con Bulgaria, el “riesgo de pobreza infantil” de la UE.


Siendo cierta la creación de empleo -basada en una inmigración muy escasamente productiva y remunerada- una mirada más seria y profunda sobre el mercado de trabajo pone de manifiesto:


Una tasa de empleo -para personas de 20 a 64 años- del 71,3%, que es la más baja de la UE junto con Rumanía, Grecia e Italia.

Un nivel de desempleo superior al 10% -sin incluir los 900.000 “trabajadores” fijos discontinuos– que encabeza sistemáticamente y en solitario, el ranking de los 38 países desarrollados de la OCDE y obviamente la UE.

Un absentismo laboral del 7%, a la cabeza de la UE, que duplica el 3,8% del 2013.

Un salario medio anual estancado con Sánchez y a la cola de la UE, de 18,2€ por hora frente a una media de 24€.

Sánchez ha conseguido por primera y lamentable vez en la historia que haya ¡más empleo público que privado!.

La palabra “productividad”, eje vertebrador de la prosperidad, está completamente excluida de los discursos gubernamentales; por algo sera´!

Para coronar el monumental fracaso gubernamental, su comunista vicepresidenta, anda proponiendo la sovietización de la empresa para fomentar el empleo.

Con la irresponsabilidad moral que le caracteriza, el gobierno está comprando los votos de los pensionistas a un doble precio: la quiebra del sistema de pensiones y la ruina económica, sin derecho a voto, de las nuevas generaciones. España venía siendo, desde los años 60, el país con mayor y más sostenido crecimiento de su riqueza per cápita -vivienda y ahorros financieros- hasta situarnos entre los líderes mundiales. Dicha brillante situación se está desvaneciendo con las pésimas políticas socialistas: de vivienda y maltrato fiscal a los planes de pensiones. Con este gobierno, España construye la mitad de viviendas que necesita cada año.


Temerarias intenciones

Después de haber progresado -real, no soviéticamente- enormemente en el despliegue de infraestructuras y servicios públicos, el actual gobierno, ha desatendido por completo tanto su gestión como su mantenimiento: la pandemia, la Dana, el AVE, Red Eléctrica, Correos, etc en manos de meros afines políticos sin experiencia profesional alguna están logrando justamente lo contrario que proclamaban los primeros gobiernos de Felipe González: ¡que España funcione! Todavía se salvan algunos ámbitos de la demolición de nuestro mejor pasado -eje político del “sanchismo”- como es el caso de nuestro sistema sanitario, uno de los mejores y más eficientes del mundo, gracias a una excelente colaboración público-privada, que la actual ministra comunista de dicho ámbito quisiera cancelar,….a su estilo soviético.


Aunque el actual gobierno está haciendo todo lo que puede para desmantelar el Estado de Derecho y la Constitución, tras sus últimos fracasos institucionales y los estrepitosos escándalos de todo tipo que le envuelven, no parece que vaya a poder consumar sus temibles y autoritarias intenciones. España no solo resistirá y evitará regresar al pasado que reivindican y anhelan los progresistas, sino que pronto -como es de desear y esperar- tras unas próximas e inevitables elecciones, nuestra sociedad todavía abierta -a diferencia de la venezolana al gusto de nuestros progres- y capaz de contar limpiamente los votos, volverá a mirar el futuro con esperanza.


Occidente se derrite y Trump culpa al termómetro
Ignacio Foncillas. el debate. 14 Diciembre 2025

Diagnóstico certero, causa fallida. Una civilización que necesita leyes para protegerse de las palabras ya ha perdido la batalla. Y una cultura que teme el debate no será derrotada desde fuera: se rendirá sola, convencida de que callar es una forma de virtud


La semana pasada analizábamos el duro diagnóstico que Donald Trump hace, en su Estrategia de Seguridad Nacional, sobre el declive moral de Europa. La conclusión es compartible; la causa que señala, no. Trump atribuye ese deterioro principalmente a la inmigración. Y ahí yerra.


No, señor presidente: la inmigración descontrolada es un síntoma, no la enfermedad. El verdadero veneno que corroe a Occidente —a Europa y también a Estados Unidos— es su enblandecimiento cultural. Durante décadas hemos construido sociedades donde la sobreprotección emocional e intelectual ha producido generaciones incapaces de enfrentarse a la realidad sin tutela, censura o victimismo institucionalizado.


Trump —o, más precisamente, Vance— percibe el declive, pero no entiende su origen. Nace de un Occidente que ha sustituido la confrontación de ideas por «espacios seguros», la igualdad ante la ley por jerarquías victimistas y la verdad por comodidad moral. En nombre de la convivencia hemos amputado, casi sin darnos cuenta, la libertad de expresión: el músculo que mantiene vivo al resto de libertades.


Vivimos en una cultura que trata la disidencia como «violencia simbólica», equipara las palabras a golpes y excluye el debate en nombre de la inclusión. El resultado es una ciudadanía frágil, hipersensible y permanentemente ofendida. Gladiadores cubiertos de algodón, pero sin espada. Decir verdades elementales —que la excelencia exige esfuerzo, que no todo el mundo vale para todo o que no todas las ideas valen lo mismo— se ha convertido en un acto casi subversivo. El declive no es importado: es autóctono, incubado durante años en universidades y políticas públicas que han premiado la queja sobre el mérito.


El árbol que no deja ver el bosque

Trump acusa a la Unión Europea de fomentar una «decadencia moral» mediante políticas que diluyen la identidad europea. Describe una Europa débil, sometida a burócratas y erosionada por una inmigración que, según él, importa conflictos y mina valores tradicionales.


Pero fijarse solo en la inmigración es confundir la causa con el acelerante. El problema no es quién llega, sino una sociedad que ha olvidado quién es. Sin una cultura fuerte, cualquier presión externa acelera el colapso. El declive real no viene de allende los mares: se gesta en despachos, aulas y tribunales.


El cierre de la mente: Bloom no se equivocó

En The Closing of the American Mind (1987), Allan Bloom describió cómo el relativismo moral cerró las mentes universitarias tras el 68. Las universidades dejaron de formar ciudadanos críticos para producir conformismo, miedo al juicio moral y rechazo de la herencia intelectual occidental. Ese patrón acabó impregnando toda la sociedad y hoy alcanza su clímax en la cultura woke de la cancelación.


En Europa, el fenómeno es aún más profundo. El Índice de Libertad Académica de 2025 refleja retrocesos generalizados, y lo más preocupante es que el cierre mental se ha trasladado a la ley. En España, determinadas leyes de memoria histórica o identidad convierten la disidencia en sospecha. El Reino Unido se lleva la palma, con miles de detenciones anuales por «mensajes ofensivos», que dibujan un panorama impropio de una democracia.


Trump detecta la decadencia, pero evita reconocer que el mismo proceso afecta a su país. Bloom lo explicó con claridad: el relativismo erosiona la identidad civilizatoria y deja sociedades incapaces de defender sus valores. No necesitamos muros físicos, sino defensas intelectuales.


El «coddling» de la mente y la fragilidad convertida en ley

Jonathan Haidt y Greg Lukianoff, en The Coddling of the American Mind (2018), dan continuidad al pensamiento de Bloom, pero basándose en la psicología moderna, no en la filosofía. Identifican el cáncer y lo llaman «safetyism»: una cultura de sobreprotección basada en la idea de que la adversidad daña, las emociones no se cuestionan y el mundo se divide entre buenos y malos. El resultado es ansiedad, autocensura y una alergia patológica al conflicto intelectual.


En Europa, este fenómeno ha dado el salto definitivo a la legislación. Las leyes que sancionan expresiones en función de percepciones subjetivas no protegen a los débiles como pretenden: solo fabrican silencio y más débiles. Cuando la fragilidad se convierte en política pública, la sociedad pierde resiliencia y se vuelve estructuralmente incapaz de resistir presiones externas.


Infantilización y colapso moral

Frank Furedi ha descrito la infantilización de la universidad europea: espacios seguros, una obsesión con las microagresiones y un férreo control del lenguaje han transformado los campus universitarios en guarderías ideológicas.


Nuestro compatriota Antonio Baraybar-Fernández vincula este fenómeno a una vulnerabilidad social estructural: cuando las palabras se equiparan a la violencia, la disidencia se convierte en una amenaza existencial. Una sociedad infantilizada no puede resistir influencias externas porque ya ha renunciado a su vigor moral. El colapso no lo trae el extranjero, sino la debilidad cultivada en casa.


Endurecerse o desaparecer

La elección de Trump refleja una rebelión contra décadas de decadencia cultural en Estados Unidos. Sin embargo, señalar al inmigrante como causa principal es una coartada demasiado cómoda. En el ámbito académico, Trump incurre además en el mismo error que denuncia: sustituir el debate por la imposición, solo que con distinto color ideológico.


En Europa, el problema es mayor. El «safetyism» ya es ley y el intervencionismo estatal se acepta sin resistencia. A ello se suma una clase política paralizada por el miedo a ser señalada como «facha» por activistas que explican el mundo a través de filtros tan simplistas como el heteropatriarcado, la opresión sistémica o la visión del hombre como el principal mal de la tierra. Pero conviene advertir: los nuevos cruzados identitarios y sus supuestos antagonistas comparten el mismo pecado original.


La solución no es imponer, sino confrontar. No censurar, sino debatir. Sin algodones, pero sin inquisiciones. No todas las ideas merecen respeto, pero todas deben poder expresarse.


Porque una civilización que necesita leyes para protegerse de las palabras ya ha perdido la batalla. Y una cultura que teme el debate no será derrotada desde fuera: se rendirá sola, convencida de que callar es una forma de virtud.


******************* Sección "bilingüe" ***********************


De la democracia a la cleptocracia
Jesús Cacho. Vozpópuli. 14 Diciembre 2025

Millones de españoles, los que vivieron aquellos momentos y siguen vivos, recuerdan estos días las semanas en las que Franco yacía en el hospital de La Paz al borde de la muerte, pero sin terminar de morirse. Muchos compatriotas (una minoría, para qué engañarnos) que se sentían alejados o ajenos al Régimen habían llegado a interiorizar una suerte de inmortalidad en el Caudillo, la sospecha de que el franquismo no acabaría nunca, el miedo a que Franco fuera eterno, y día tras día, noche tras noche, vivían pendientes del famoso "parte médico habitual" sobre el estado del enfermo, del que, por otro lado, era muy difícil extraer conclusiones fiables porque los censores se encargaban de amargar con un lenguaje críptico las expectativas de quienes deseaban ver al general en una caja de pino camino del Valle de los Caídos. Todos sabíamos que Franco estaba clínicamente muerto, pero la noticia no terminaba de producirse. Algo parecido ocurre ahora con Pedro Sánchez. Sabemos no ya que la legislatura está agotada, porque no dispone de la mayoría necesaria para gobernar, sino que él mismo está políticamente muerto, abandonado por parte de sus socios y abrasado por las conductas de sus más directos colaboradores, achicharrado por la corrupción de su propio entorno, pero, tras una semana enloquecida en la que el sanchismo ha terminado por implosionar, el gentío, perplejo, se sigue haciendo las mismas preguntas que se hacía en tiempos de Franco: ¿Cuándo se va a ir este tío? ¿Hasta cuándo va a aguantar? ¿De qué forma terminará esta pesadilla?


Sé que es reiterativo, incluso pesado, airear la cita, pero resulta inevitable volver a referirse a la histórica predicción que Albert Rivera realizó un 22 de julio de 2019 en el Congreso. "Vamos a hablar del plan Sánchez y vamos a explicarle a los españoles qué es el plan Sánchez", dijo el líder de Ciudadanos. Y enseguida llegó el turbión, aquella afirmación que a muchos pareció más barbaridad que exabrupto (¡Rivera se ha vuelto loco, ha tachado a Sánchez de gángster!). "Un plan por el cual el señor Sánchez se quiere perpetuar en el poder controlando…" (...) "Ese es el Plan, y la pregunta es, ¿con quién quiere llevar a cabo ese Plan? Pues con su banda, con Otegi, con…" (...) "Sánchez tiene un plan y tiene una banda”. Y mientras Rivera adelantaba lo que el paso del tiempo acabaría convirtiéndose en realidad, el cretino sentado en la cabecera del banco azul se miraba las uñas y sonreía cínicamente mirando al techo con aire de fingida resignación. Rivera dijo la verdad y nada más que la verdad. Adelantó lo que estaba por venir y ha venido. Sánchez tenía una banda, un grupo de malhechores que ha intentado apoderarse del país sin disparar un tiro. La banda se adueñó del poder en junio de 2018 con el único objetivo de enriquecerse, hacer rico a Sánchez y a su ejército de sirvientes, los reos de la servidumbre voluntaria. Sánchez es el jefe de la banda. Nunca hubo un proyecto político en Sánchez, sino uno muy distinto de enriquecimiento personal y de grupo.


La banda ha operado desde el principio en una doble dirección, actuando en una doble vertiente. Por un lado, la política. Se trataba de desmontar el Régimen del 78, acabar con los instrumentos legales que pudieran impedirles llevar a cabo sus objetivos, básicamente neutralizando a la Justicia, liquidando a los jueces independientes y controlando a los medios de comunicación. El objetivo no era otro que anular el aparato judicial que pudiera un día sentarlos en el banquillo e incluso meterlos en la cárcel. A él y a los suyos. A la banda. También a los socios que debían mantener al capo en el machito, a quienes había que amnistiar (entre otras gabelas legales) y cuyas exigencias materiales había que satisfacer con cargo a los impuestos que pagan los españoles, a cuenta de la salud democrática de los españoles. Y a la par de la vertiente política, la económica, orientada a crear una red de extorsión en la sombra cuyo centro es fácil adivinar en el corazón mismo del Gobierno, para esquilmar, para desmantelar el Estado en beneficio propio. Capturar el Estado para convertirlo en una fuente inagotable de enriquecimiento privado. Para robar a manos llenas. De la democracia a la cleptocracia. Alguien ha escrito que se trataba de un plan destinado a "destruir el país y las instituciones para poder robar hasta las cucharillas". Una mafia organizada y jerarquizada. Y han creado una vasta red, una "organización criminal", en la que, como acabamos de comprobar esta semana, aparecen ex ministros, secretarios de organización socialistas, vicepresidentas del Gobierno, empresas públicas estratégicas y la columna vertebral del partido en Ferraz, con un modus operandi de empresas públicas, blanqueo de capitales, tráfico de influencias y saqueo generalizado. Una corrupción sistémica sobre la que sobrevuela el presidente del Gobierno, sobre la que flota el personaje que ha elegido a todos los implicados. Es imposible ignorar a estas alturas el nombre de quien ocupa la cúspide de la pirámide de la gran corrupción española. Como acaba de señalar Alberto Núñez Feijóo: "Sánchez eligió a todos porque están hechos a su imagen y semejanza. Usted es uno de ellos, es el jefe de todos ellos".


Una red presente en todas las áreas del Gobierno aunque especialmente activa en tres ministerios, empezando por el tradicionalmente más "gastoso”"en cualquier país, el de Fomento, y siguiendo por la SEPI, el antiguo INI, el instrumento inversor del Ejecutivo, desde donde, siguiendo órdenes directas de Moncloa, es decir, de Sánchez y de su hombre para estos menesteres, Manuel de la Rocha, ha ido tejiendo su entrada en el sector privado, invirtiendo el dinero de los españoles, los impuestos de los españoles, en empresas de tanta significación como Indra y Telefónica. Sánchez, que es quien personalmente toma estas decisiones como buen autócrata, ha convertido Telefónica en la PDVSA (Petróleos de Venezuela SA) del sanchismo, ha hecho de la antaño prestigiosa multinacional española el retiro dorado donde el sanchismo piensa ir colocando los excedentes quemados en esta laboriosa tarea de robo y tente tieso o premiando la labor de sus más fieles servants, caso del hijo del presidente del Tribunal Constitucional Conde Pumpido. El último en llegar ha sido Antón Ortúzar, quien fuera presidente del Euskadi Buru Batzar, que en un Alderdi Eguna, febrero de 2019, dijo aquello de "Luego querrán que seamos españoles… ni por el forro". Como ayer escribía aquí Jaime Ignacio del Burgo, "no por el forro, pero sí por el bolsón". Por la pasta de los españoles. Y en Telefónica acabará, si les dejamos, el camarada Rufián (la Yolanda del Besós), el siniestro Otegi y todos los que hayan servido al sanchismo y no tengan dónde caerse muertos. Y otro tanto ocurrirá con Indra, donde Sánchez ha colocado a unos testaferros para que den la cara y le hagan millonario con los miles de millones —los impuestos de los españoles— que el Estado va a invertir en Defensa, como si Sánchez y su banda no tuvieran bastante con los miles de millones desaparecidos por el albañal de los fondos Next Generation UE.


Un esquema que echa sus raíces en el zapaterismo. Porque el padre de este diseño perverso es Rodríguez Zapatero, cada día más cerca de ser desenmascarado, cada día más cerca del banquillo y posiblemente de la cárcel, un acontecimiento que sin duda festejarán millones de españoles abochornados con la conducta del personaje. Ayer mismo se conoció la detención por la Policía Nacional de su socio, y al decir de muchos su testaferro, Julio Martínez, vinculado con las comisiones pagadas en el rescate de la aerolínea Plus Ultra con dinero público. Es Zapatero quien ha marcado el rumbo de servidumbre hacia la irrelevancia y la bolivarización de España que fielmente sigue su pupilo Sánchez. Un esquema malvado que necesita de muchos sirvientes, de un ejército de fieles dispuesto a corromperse a todos los niveles para servir al sátrapa, jueces, policías, altos funcionarios, intelectuales, empresarios y naturalmente periodistas, medios de comunicación, sin los cuales no hubiera sido posible la salvajada que está viviendo España. Es el mundo del dinero que vive de las concesiones de Sánchez y que está dispuesto a arrastrarse ante Sánchez. Cosas tan curiosas como ver a José María Aznar haciendo negocios con Rosauro Varo, prototipo de empresario pijoprogre socialista andaluz, y con Javier de Paz, el íntimo de Zapatero y una de las garrapatas más notorias del avispero zapaterista. Todos unidos por el cordón umbilical del dinero. Los sirvientes del sanchismo, por un lado, y los indiferentes, por otro, esos millones de españoles que pasivamente han soportado la degradación de las instituciones, han aguantado la mentira sistemática y se han limitado a mirar hacia otro lado porque la cosa no iba, no va, con ellos. Así mueren las democracias; mueren cuando los ciudadanos llamados a protegerla la dejan morir, permiten que un aventurero sin escrúpulos la mate, la cercene ante sus propios silenciosos ojos. Lo acaba de decir en Oslo la hija de María Corina Machado, premio Nobel de la Paz, como un recordatorio fiel de la tragedia española: "Cuando comprendimos lo frágiles que se habían vuelto nuestras instituciones, ya era tarde".


¿Y cómo ha sido posible esta avalancha de inmundicia, esta acumulación de ladrones y acosadores sexuales que hoy nos domina, que ha reducido a anécdota los escándalos del felipismo y las tramas Gürtel del marianismo...? En "El negocio de la libertad" se describe el proceso mediante el cual las trapacerías de Juan Carlos I, toleradas y conocidas por los sucesivos Gobiernos de la Transición, tuvieron un efecto demoledor sobre la moral pública, porque cuando lo de arriba está podrido resulta inevitable que se corrompa lo que está debajo. Sánchez ha venido a reverdecer ese penoso horizonte patrio y a multiplicarlo. Cuando el presidente del Gobierno se convierte en el jefe de la famiglia, el país entero termina apellidándose Corleone. Sabemos que la corrupción funciona en las organizaciones como un fenómeno cultural. Cuando el liderazgo carece de integridad, no solo permite comportamientos desviados, sino que los normaliza y legitima. El mecanismo es triple: primero, el líder inmoral establece incentivos perversos donde el éxito profesional (o político) depende de la complicidad o el silencio. Segundo, genera lo que los académicos llaman "desconexión moral". Los subordinados racionalizan conductas que normalmente rechazarían, como la mentira descarada, porque "así funcionan aquí las cosas". Tercero, los individuos íntegros, caso de que los haya, son sistemáticamente marginados o expulsados, dejando solo a quienes se adaptan al sistema corrupto. Lo verdaderamente insidioso es que esta vis corrupta no necesita ser explícita. No hace falta ordenar directamente prácticas ilegales; basta con premiar resultados sin preguntar métodos. El resultado es un proceso continuo de selección adversa: la organización entera desarrolla una cultura de cinismo donde la integridad se percibe como ingenuidad o, peor aún, como supina idiotez. Es la diferencia entre esta corrupción y las pasadas. A Felipe le salieron sus golfos. A Mariano le crecieron los suyos. El hecho diferencial es que ahora es el propio presidente del Gobierno quien dirige la banda, él es el jefe de los ladrones.


Vuelve la pregunta común de los últimos días de Franco: ¿Hasta cuándo va a aguantar este tipo? Racionalmente cabría pensar que no mucho, porque todo parece indicar que alguien ha decidido segarle la hierba bajo los pies desde dentro, desde los restos humeantes del pestilente edificio socialista, quizá la única forma de librarnos del sujeto. Su objetivo inmediato es aguantar el chaparrón esperando que escampe tras la Navidad. Cualquier político demócrata en sus circunstancias hubiera dimitido ya hace mucho tiempo. Él no es un demócrata. Estamos ante un personaje que no tiene nada que ver con la clase de tropa sanchista, todos desechos de tienta. Él es otra cosa. Un tipo temible, de tratamiento psiquiátrico, del que quizá no hayamos aún conocido lo peor, que venderá cara su derrota. Houston, tenemos un problema. España tiene un grave problema. De consecuencias potencialmente muy peligrosas y, en todo caso, imprevisibles. Urge, por eso, mirar hacia el futuro. Reformar un sistema tan profundamente corrompido como el nuestro no será fácil: no basta con cambiar normas o procedimientos. Habrá que transformarlo todo, empezando por la educación, por educar a la ciudadanía en el respeto a la verdad, en el valor de la democracia, en el compromiso con la coherencia y la refundación de los valores. Urge por eso mirar hacia el futuro, un futuro que necesariamente tendrá que ser de reconciliación como lo fue la España salida de la dictadura de Franco, un futuro nacido del acuerdo entre las opciones de izquierda —naturalmente otra izquierda— y de derecha, empeñadas ambas en acabar con la confrontación, la polarización de la sociedad, para, sin los errores contenidos en la Constitución del 78, las lagunas que han permitido la ocupación del poder por bandoleros como el que nos ocupa, hacer posible otros 50 años de paz y progreso que permitan de nuevo a España navegar con brío en un mundo tan cambiante y tan lleno de peligros como el que actualmente vivimos.


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